Capítulo 19
Emma despertó con el cuerpo adolorido. Luka no la había soltado desde el momento en el que entraron por la puerta la noche anterior. Emma juró que Ian se reía al contemplar como Luka la levantaba y la arrastraba al piso de arriba, antes de que él desapareciera entre las sombras. Emma estaba avergonzada, pero igual le pareció muy divertido. Cuando creyó que sus ojos no podrían mantenerse ni un segundo más abiertos, Luka la había acomodado en su pecho y ella había caído rendida en sus brazos.
En la mañana, Emma se detuvo un momento para contemplar el rostro dormido de Luka. Se veía mucho más joven. Sus rasgos eran varoniles y a veces parecía ser un hombre frío y distante, pero Emma había conocido el gran corazón que tenía. Tuvo poco tiempo para procesar todo lo que Luka le había compartido. Al parecer, ambos tenían muchas cosas en común. Las manos de ambos estaban manchadas de sangre, justo como él había dicho.
Emma estaba impactada. Jamás pensó que Luka hubiera sido de esa forma. Él mismo había tenido que manejar tantos problemas. Ella entendía a la perfección lo que había pasado. Él mismo había estado sufriendo y ella no tenía ni idea. Nunca hubiera imaginado que aquella vez, cuando se levantó gritando y todo sudoroso, se debía a algo así. Fue entonces que supo lo que tendría que hacer. Jamás se alejaría de su lado. Ella lo necesitaba tanto como él a ella. Ambos se sostenían mutuamente.
Desayunaron juntos y Luka pasó a dejarla a la casa antes de irse al trabajo. Quiso pasar, pero Emma insistió en que ya era tarde y que no debía de hacer esperar el trabajo. Luka la miró extrañada, pero la dejó estar. Emma suspiró aliviada al cerrar la puerta detrás de sí. Si Luka entraba a la casa, se daría cuenta del monumental de adornos que le hacían falta. Aún no le había contado nada de lo que había pasado y no pensaba hacerlo. Mandaría a instalar doscientas cámaras dentro y fuera de la casa, y unos tres guardaespaldas detrás de ella. Si quería seguir pasando desapercibida, con algo así, sería el centro de la colonia.
Emma suspiró y subió a cambiarse de ropa. Iba a asistir a su clase de defensa. Hacía días que no iba y seguramente recibiría un castigo por la ausencia. Y, efectivamente, al llegar, su entrenador hizo que diera cien golpes antes de poder empezar el entrenamiento. Emma había mejorado muchísimo, pero aún no había podido derribarlo. Se defendía bien, pero cuando la tenía acorralada, comenzaba a entrar en pánico y perdía el control. Su entrenador le aconsejó concentrarse en algo que la hiciera sentir tranquila o poderosa, algo por lo cual luchar. Guardó ese pequeño consejo en su mente y salió del lugar con la esperanza de poder lograrlo la próxima vez.
Emma regresó a casa y tomó un baño reparador. Después de muchos días de no haber estado en clase, el cuerpo entero le dolía. Mañana no podría ni levantarse de la cama. Se puso ropa cómoda para estar en casa y bajó a prepararse algo de comer. Estaba en eso cuando Roger le hizo una llamada. Platicó con él un buen rato. Lo puso al corriente de lo que Luka había compartido con él y llegó a la misma conclusión que ella, ambos tenían un pasado en común. También recalcó el hecho de que aún no había entrado a la casa y, por lo tanto, no se había percatado de la falta de adornos en ella. Tendría que hacer algo con eso.
Al terminar de comer, se puso a tontear con la televisión un rato. En realidad, no estaba prestando atención o buscando algo en específico, sino que necesitaba el ruido en la casa para poder pensar con claridad todo lo que Luka le había contado. Emma jamás imaginó que Luka hubiera sufrido tanto siendo tan joven. Ella también era joven cuando pasó todo lo de Nicolás, pero si ella se sentía rasgada por una sola muerte, no quería imaginar el suplicio que había tenido que pasar él después del accidente.
Emma comprendía perfectamente sus sentimientos y ahora entendía cómo había sabido manejar él las cosas cuando ella había tenido esas pesadillas en su casa. Ahora entendía cómo es que conocía tanto del tema. Ella había llegado al extremo de tomar pastillas para dormir un poco mejor, se preguntó si él había pasado por lo mismo. No quería conocer esos detalles, no eran de importancia para su futura relación, pero quería estar para él como él estaba para ella. En un futuro no muy lejano, Emma tenía que abrirse completamente a él si quería que su relación fuera igualitaria.
Emma siguió dándole vueltas a todo de camino al trabajo. Luka le había hablado por teléfono para avisarle que pasaría por ella para continuar con lo del día anterior. No podía creer qué más faltaba por conocer, pero parecía ser que la parte más dura la habían experimentado el día anterior.
En cuanto entró al bar, despejó su mente para poder preparar todo adecuadamente y atender a todos los clientes.
─Tenemos bastantes clientes el día de hoy ─comentó Lizet mientras servía una copa ─. Voy a extrañarte cuando te vayas temprano hoy.
─Si quieres que me quede...
─No ─negó con la cabeza ─. Ve y descansa un poco. Te he notado muy estresada últimamente. Es tú día corto. Mañana será otro.
─Gracias ─sonrió Emma.
Ambas sirvieron copas y comida como locas. Se repartían las tareas entre la barra y las mesas. Estaba asegurándose que ninguna copa estuviera vacía cuando Jane entró por la puerta principal. Emma estuvo a punto de golpearla por la osadía de estar frente a ella. Otra vez. Intentó ignorarla, pero la mujer no dejó de pavonearse frente a todos. Los hombres volteaban a verla y Emma volteó los ojos enfocándose en sacarle brillo a la copa que sostenía. Un poco más y podría reventarla entre sus dedos.
─Emma, te dejo la barra ─dijo Lizet ─. Llevaré estos platos a la mesa.
Emma estuvo a punto de protestar, pero su amiga ya llevaba las manos llenas corriendo a dejar cada uno de los platillos en sus respectivas mesas. Emma suspiró y trató de ignorar a Jane que se sentó en la barra. Al final, no tuvo más opción que acercarse y preguntarle qué deseaba.
─ ¿Qué desea? ─preguntó Emma con una sonrisa fingida.
Podía fingir que no la conocía y tal vez ella no la reconociera. Lo cual era poco probable porque, en primer lugar, Jane fue la que se acercó a ella la primera vez que había estado ahí.
─Hola, Emma.
"Ahí van las pocas esperanzas", pensó.
─No vine a tomar algo ─comentó, agitando la mano en el aire ─. ¿Tú y Luka han hablado?
─Mira, si no vas a tomar nada, entonces me voy. Tengo trabajo.
Emma dio la vuelta, pero el sonido de su voz la detuvo.
─Tal vez Luka no te haya contado todo. Si quieres saber más de él ─Jane metió la mano en su bolso y sacó algo que deslizó por la barra ─, siempre puedes ir ahí.
Emma no dejó de mirarla, al igual que los demás, hasta que salió del bar. Sólo entonces se percató de la tarjeta que estaba en la barra. Era una tarjeta de color negra con una inscripción en plateado. El título de la tarjeta decía: Noche del sol y debajo había una dirección y un número telefónico. Emma frunció el ceño. No había mucha más información. Podía ser un hotel, un bar o un restaurante. ¿Qué quiso decir con que si quería saber más de él podría saberlo ahí? Jamás había escuchado de un lugar así.
Con coraje, guardó la tarjeta en su bolsillo y continuó atendiendo. Faltaba poco para que ella y Luka se vieran y podría preguntarle de forma sutil si significaba algo para él. Tal vez no tendría que haber necesidad de hacer eso si Luka le seguía hablando de su vida esa noche. Podría sacar el tema de Jane y a lo mejor saldría a la luz la información de esa tarjeta. Emma no podía esperar para seguir conociendo más y más de él, y no quería hacerlo gracias a Jane, quería conocerlo por todo lo que él pudiera compartirle.
─Ya vete, guapa ─dijo Lizet llegando a su lado ─. Yo termino. Tu novio ya no ha de tardar en llegar, ¿no?
─Sí ─contestó, sonriente.
Le dio un beso y un abrazo y fue a la parte trasera para cambiarse y recoger sus cosas. Estaba terminando de ponerse su ropa cuando recibió un mensaje de Luka. Emma sonrió toda emocionada, pero la emoción le duró muy poco. Luka le escribía para decirle que no podría pasar por ella, pero que la vería al otro día en la mañana. Emma se decepcionó mucho, pero respetaba su trabajo y no iba a hacer pucheros por esa razón. Ya había salido temprano, así que podría irse a casa por ese día.
Entró a la casa dispuesta a tomarse su té y relajarse cuando recordó las palabras de Jane. Había algo en esa mujer que no le cuadraba, no la aguantaba. Pero la curiosidad la estaba matando. Pensó en llamar a Roger para que la acompañara, pero esa mañana le había escrito muy emocionado contándole que esa noche conocería a los padres de Mateo. Quería ir a aquel lugar, sin importar lo que fuera para sólo echar un vistazo. Nadie moría por curiosear un poco.
Apagó la llama del fuego, tomó sus cosas, mandó llamar un taxi y salió de casa. Le dio la dirección al chofer e impacientemente observó a dónde se dirigían. Emma llegó a la zona de bares de la ciudad y el taxista se detuvo frente a un bar demasiado elegante para las ropas que ella llevaba. El hombre la miró con el ceño fruncido y comprendió al instante que a lo mejor estaba mal de la cabeza. Sus ropas no eran adecuadas para ese lugar. Le pagó al taxista y bajó con la esperanza de poder pasar de la puerta.
Por fuera, el bar parecía ser de alta categoría. Había varios hombres y algunas parejas afuera fumando. Con la pequeña escaneada que les hizo, supo que sus ropas estaban muy arriba del presupuesto con el que ella contaba cada mes. Todos ahí emanaban elegancia y riqueza. En ese momento, se sintió muy avergonzada de sus ropas. Un par de jeans y una playera de mariposas cubierto por un suéter viejo no eran la elegancia en persona.
Se enrolló el suéter en el cuerpo y caminó hacia la puerta. No estaba equivocada. Afuera había un letrero enorme que decía: Noche del sol, en letras plateadas. Estaba en el lugar correcto, por lo menos. Con manos temblorosas, abrió la puerta y entró. Las miradas de algunos comensales se enfocaron en ella, no por su ropa, sino porque todos parecían estar inspeccionándola. Se sintió desnuda varias veces, algo que no le sucedía en su propio bar.
Estaba claro que el lugar no tenía nada que ver con el bar en el que trabajaba. Las paredes estaban decoradas con un tipo de alfombra de color vino y las tenues luces daban al bar un aspecto acogedor e íntimo. Había una barra circular enorme que daba la vuelta a todo el local. Dentro de la barra se encontraban cuatro meseros, vestidos de traje blanco y negro, que servían las copas a todo el local. Era de esos lugares en los que pedías las cosas en la barra y tenías la opción de tomarlas ahí o de buscar una mesa. Todos adentro tenían la misma calidad de ropa. Ella parecía destacar por sí sola. Cuando miró con detenimiento, juró que algunas personas estaban haciendo cosas extrañas por debajo de la mesa, pero dejó de mirar en donde no la llamaban y caminó hasta encontrar un lugar bastante vacío en la barra.
Se sentó y uno de los jóvenes, porque todos lo eran, se acercó a ella. El chico le sonrió y dejó lo que estaba haciendo para prestarle toda su atención.
─ ¿Qué va a querer esta noche, señorita?
Si Emma no supiera que hacía esas monerías por el servicio, habría jurado que le estaba coqueteando. Emma incluso se sonrojó por un momento.
─Un Whiskey en las rocas, por favor.
─Claro que sí. En seguida.
El chico se movió a máxima velocidad. Emma aprovechó que no estaba mirándola para hacer una mayor inspección. El lugar era sofisticado y exquisito; se lamentaba porque iba a tener que pagar la copa más cara de Whiskey que hubiera tomado en toda su vida. Estaba a punto de centrarse en la copa cuando notó una puerta al fondo del local. La cerradura era de esas que se habrían con tarjeta, como la de los hoteles, y en la parte de arriba tenía un letrero que decía: Luna negra. Emma frunció el ceño. Podía ser la puerta a la cocina, pero nunca había visto una puerta de cocina de ese tipo. Emma tenía el presentimiento que algo extraño se encontraba del otro lado.
Estaba ensimismada en esos pensamientos cuando un muchacho un poco más joven que ella se acercó y se colocó justo en su mira. Ella lo miró preocupada y el chico le sonrió. Era guapo, tenía que admitirlo, pero no tenía la menor idea del por qué estaba ahí.
─No pude evitar verte desde que entraste al lugar.
─Aquí tiene su trago, señorita ─interrumpió el mesero. Emma suspiró aliviada y aceptó la copa. Luego el mesero se dirigió al muchacho que esperaba junto a ella ─. Conoces las reglas, Pablo.
El chico hizo una mueca y luego se alejó. Emma a cada instante se sentía más y más confundida. El mesero le devolvió la sonrisa a ella y ella bebió de su copa.
─Disculpa, pero ¿qué hay detrás de la puerta? ─señaló.
El mesero ni siquiera volteó a ver lo que señalaba y se puso a rebuscar en la parte baja de la barra. Por un momento, Emma pensó que no la había escuchado preguntar.
─Perdón, pero es sólo que recibí esta tarjeta ─sacó la tarjeta que Jane le había dado y se la enseñó ─ y nunca había venido aquí y...
─Aquí tienes.
El mesero le entregó una tarjeta de plástico con el nombre Luna negra en color plateado. Emma frunció el ceño, pero aceptó la tarjeta.
─Puedes echar un vistazo si hay algo que te interese y también está permitido participar, aunque seas nueva. Tienes pase, después de todo.
Las palabras que salieron de la boca del mesero no fueron para nada claras para ella. Pero igual tomó la tarjeta y la estudió entre sus dedos.
─Puede llevar su copa si lo desea y, si necesita algo más, hágamelo saber.
Emma asintió y el mesero desapareció para atender a los demás clientes. Aquel lugar cada vez se le hacía más extraño. Algo dentro de ella le gritaba que saliera de ahí y volviera a casa. Luka se preocuparía si no la podía localizar en casa, pero la curiosidad estaba ganándole. Entendía por qué Luka frecuentaba aquel bar. Era igual a él, pero aún no entendía por qué Jane la había mandado para allá. ¿Qué cosa podría llegar a entender de Luka en un bar como ese?
Emma meditó un poco si debía ser una chica exploradora y aventurarse a ver lo que había detrás de la puerta. A lo mejor era algo así como la parte vip del bar. Tal vez había más refinamiento detrás de aquella puerta. Una alberca o sillones de masajes o alguna cosa de esas de las que Emma jamás había disfrutado. El joven muchacho que se le había acercado estaba viéndola sin perder detalle de lo que sostenía en la mano. Cuando se percató de la tarjeta, el joven se movilizó para ir con ella, pero antes de que pudiera volvérsele a acercar, ella tomó su copa y se levantó a máxima velocidad, rodeó la barra y deslizó la tarjeta por la puerta para entrar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro