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Capítulo 13

A partir de ese día algo cambió en la dinámica de ambos. Emma había aligerado un poco el peso que llevaba arrastrando y Luka se sentía mucho más a gusto a su lado. Emma esperaba impacientemente a conocer más de él. Algunas noches ella se despertaba llorando o gritando y él la consolaba a su lado. Luka había sido el ancla, el espantaba las pesadillas de su cama. Además, se cada vez se aseguraba de no despertarla como la última vez para no recibir un segundo golpe en la mejilla. Emma tenía un buen derechazo.

En el día, él salía a trabajar y ella a entrenar. Por las tardes, comían juntos y en las noches, ella se iba a trabajar. Algunas veces él la acompañaba al bar sólo para comérsela cada que se subía a la barra; para hacerles saber a todos los hombres que la deseaban que él era el único que podía tenerla. Lo cual era cierto. Y, otras veces, solamente la dejaba en el bar y volvía por ella al salir.

Habían construido una rutina de parejas extraordinaria. Algunas veces Emma insistía en que podía irse a su casa, pero Luka se negaba a dejarla sola. Peleaban por eso y se encontentaban con sexo caliente y brutal. Normalmente vivían acaramelados, pero había veces en que discutían por cosas insignificantes. Nada alarmante como para que terminaran separados por más de dos horas.

Emma había comenzado a contactar a su familia. No les quería decir en donde estaba viviendo, pero al menos sabían que estaba bien y feliz. Querían verla, pero Emma siempre encontraba una excusa para no plantarse en su casa. Extrañaba pasar tiempo con su familia, anhelaba verlos, pero no quería ponerlos en la mira. Rafael conocía a sus padres y dónde vivían, pero nunca se había metido con ellos y esperaba que eso siguiera así. Había dejado muy en claro desde hace mucho tiempo que ella era su blanco, la única que estaba en su mira. Pero con las nuevas fotos que había recibido, parecía que Luka ahora también formaba parte de ello.

Emma estaba terminando de limpiar la barra, lista para tomar sus cosas e irse porque no le tocaba cerrar ese día, cuando su teléfono sonó. Era Luka.

─Hola, enseguida salgo.

─No estoy ahí, nena. Perdona. No he terminado y creo que esta noche va para largo. ¿Estarás bien?

Emma se sintió decepcionada, pero era su trabajo y quería lo mejor para él. Claro que deseaba decirle que volviera y que no tenía opción, pero era una mujer madura y adulta capaz de callar eso y sonreír.

─ ¡Claro que sí! No te preocupes, pero ¿te veré mañana?

─Llegaré para comer.

─Te estaré esperando.

─Te quiero.

─Y yo a ti.

Se cambió, se despidió de todos y se dirigió a casa. La noche estaba siendo muy tranquila. Hacía demasiado calor y lo primero que haría sería tomar un baño para después ponerse el pijama y acostarse. Ansiaba quitarse los zapatos porque la estaban matando, y el maquillaje también porque no aguantaba los ojos. Pero cuando llegó al portal de su puerta el cuerpo se le paralizó. Estaba a punto de vivir una pesadilla, una escena de terror.

La puerta de la entrada estaba entreabierta. Con paso tembloroso, se acercó y abrió lentamente. Intentando que la puerta no crujiera, intentando no dar señal de que ella estaba ahí. La poca luz de la calle fue suficiente para ver cómo se encontraba el interior de su casa. El lugar estaba destrozado. Alguien había entrado a la casa y había arrasado con todo a su paso. Parecía que habían organizado una pelea en su piso inferior; hasta las paredes estaban maltratadas.

"Solo una persona podía haber hecho esto. Rafael," pensó.

Trató de ver si faltaba algo, pero parecía que, a pesar de que todo estaba destruido, todo estaba ahí. Encendió la luz de la entrada tratando de no tocar nada. Ella no tenía nada de valor en la casa, con trabajos tenía muebles, y supo que aquello no había sido un asalto. No se habían metido a robar, por eso descartó a todo el mundo de inmediato. A todos menos a Rafael. Y entonces recordó que ella tenía algo que podía interesarle a él. Algo que pudiera delatarlo con la policía. Corrió a buscar la caja de zapatos que había puesto debajo del lavabo de la cocina y no fue una sorpresa cuando no la encontró. Se maldijo por haber dejado las pruebas ahí. Y la única explicación que tenía para que él supiera en dónde las había dejado, fue que él la había estado observando todo el tiempo. ¿Había instalado alguna cámara dentro de la casa?

No lo pensó dos veces y llamó a la policía. Pensó en llamar a Luka, pero no quería sacarlo del trabajo y volverlo un loco al volante porque sabía que no se lo pensaría dos veces antes de meterse a su auto y correr a su lado. En cambio, llamó a Roger. Necesitaba a su mejor amigo y lo quería a su lado en ese momento.

Cinco minutos después, la policía llegó a su puerta. Emma les informó con la verdad. Ella había llegado a casa y la había encontrado de esa forma. Le hicieron unas cuantas preguntas más, pero no tuvo necesidad de mentir a ninguna de ellas. Un grupo de agentes llegó cinco minutos después y revisaron la casa de piso a techo. Emma se quedó sentada en las escaleras esperando y dejando que ellos hicieran su trabajo. A lo mejor podrían encontrar una huella o algo que pudiera delatarlo y deshacerse de él de inmediato.

Diez minutos después, Roger llegó. Abrazó a su amiga que, para su sorpresa, no se encontraba asustada y temblorosa como otras veces. Se estaba haciendo más fuerte.

─ ¿Qué paso? ─susurró Roger a su lado.

─Rafael ─contestó ─. Eso pasó.

─ ¿Qué se llevó? O, ¿te estaba buscando a ti? ¿Estaba aquí cuando llegaste? ¿Te puso una mano encima? ─hizo una pregunta tras otra.

─ ¡Cálmate! ─gritó alzando las manos ─. ¿Recuerdas las fotos? Eso fue lo que se llevó.

Roger volteó a su alrededor por si alguien los estaba escuchando, pero la policía estaba mirando a un lado y al otro, ignorándolos por completo. Se acercó más a su lado para poder hablar incluso más bajo.

─Dijiste que las habías escondido.

─Eso hice ─afirmó ─. Pero, al parecer, el tipo me está espiando todo el tiempo. Estoy pensando que incluso instaló cámaras dentro de la casa.

─Si sabía en dónde estaban las fotos, ¿por qué molestarse en armar semejante escena? ─preguntó, señalando todo a su alrededor.

─No lo sé ─contestó, negando con la cabeza ─. Supongo que para ponerme histérica. Sabes que le encanta volverme loca. Después de todo, eso es lo que ha estado haciendo todos estos años.

─Sí, tienes razón.

Ambos se quedaron pensativos. Con Rafael nunca sabían cuál sería su siguiente movimiento. Siempre les estaba llevando ventaja. Necesitaban comenzar a pensar en llevarle ventaja de algún modo. Emma no se sentaría más a atormentarse y sentirse de ese modo. Iba a empezar a actuar y acabaría con eso de una forma u otra.

─ ¿Le dijiste a Luka? ─preguntó, interrumpiendo sus pensamientos.

─No, no quiero que lo sepa. Mientras menos sepa, mejor. Necesito arreglar esta casa antes de mañana en la tarde.

─Si nos dejan hacerlo...

─Lo harán ─afirmó. Roger la miró extrañado ─. Saben que no falta nada, pero están buscando huellas o algo.

─Esperemos que encuentren algo. Mejor ellos que nosotros, ¿verdad?

─Esperemos que sí.

Media hora después, el último policía salía por la puerta. Roger la acompañó dentro y ambos se sentían morir. A primera instancia no habían encontrado nada. Tampoco fue como que Emma se hubiera hecho mucha ilusión, pero esperaba que pudieran sacar algo bueno de la exhaustiva búsqueda. El día había sido una porquería y ya quería recostarse.

Roger y ella subieron. Le prestó una muda de ropa para que pasara la noche con ella. Ella se colocó el pijama y se acostó en la enorme cama, sola. Cinco minutos después, en los que no pudo conciliar el sueño, se desplazó hasta el cuarto en el que se quedaba Roger. Tocó la puerta y entró. Roger estaba a punto de recostarse en la cama.

─No puedes dormir ─comentó.

Emma bajó la cabeza y negó. Roger se levantó de la cama y tomó su mano arrastrándola de regreso a su cuarto. La acomodó en la cama y él se colocó a su lado. La abrazó y ella se acurrucó contra su mejor amigo.

─Descansa, muñe ─besó su frente ─. Me quedaré aquí contigo toda la noche.

Emma se atragantó las lágrimas y suspiró, sacando todo el aire que había estado conteniendo.

─Gracias ─dijo.

Después de eso, por primera vez en varios días, durmió sus ocho horas seguidas. Su mejor amigo era justamente la persona que necesitaba. Odiaba sentirse tan dependiente de alguien, pero necesitaba encontrar una forma de acabar con el acoso de Rafael. Tenía que encontrar un punto débil, algo que le hiciera tener una ventaja. Estar delante de él por primera vez. 

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