Capítulo 7
Emma se quedó extrañada cuando el señor Blair no le dirigió la palabra en todo el camino. Además, ni siquiera pudo decir que no cuando la arrastró para que los fotografiaran juntos. Ni siquiera había visto a los periodistas. Pero fue que terminaran de tomar sus fotos y él se separó de ella, como si su roce lo estuviera quemando. La subió a su auto y ni siquiera la miró de reojo.
Al llegar a su casa, la ayudó a bajarse y, antes de que ella entrara, él ya se había ido. Simplemente le agradeció y le deseó buenas noches. Lo dejó pasar y entró a su casa. El humor del señor Blair era como una montaña rusa, ya estaba comenzando a acostumbrarse a esos altibajos.
A la mañana siguiente, estaba soñando con alguien muy guapo, pero los golpes en la puerta de su habitación no le permitieron ver su rostro. Molesta, levantó la cabeza de la almohada y vio a su buen amigo Roger recargado en la puerta. Tomó su almohada y se la puso en la cabeza, pero luego sintió cómo se la quitaban de un jalón.
─Roger, ¿qué haces aquí? ─preguntó adormilada.
─Muñe, no es posible que se te olvide qué día es hoy.
─Es sábado, puedo levantarme tarde. ─Se tapó con la cobijas hasta arriba.
─No, no puedes. Vamos a ir a casa de tu madre, ¿lo olvidaste?
─ ¡¿Es hoy?!
─Sí, muñeca. Anda. Date un baño y luego, nos vamos.
─Okey...
Se levantó con pesar de la cama. Bostezó unas cuantas veces y luego se dio un baño. Al salir vio que su cama estaba hecha y sonrió. Roger era muy lindo con ella. Luego, un olor se coló en sus fosas nasales y su estómago rugió. Se puso un pantalón y una playera. Salió de su habitación y fue directamente a la cocina. Roger le había preparado unos huevos revueltos con jamón, dos rebanadas de pan tostado y un té.
─Por eso te amo ─dijo Emma besando su mejilla.
─Lo sé, muñe. Es imposible no amarme.
Emma volteó los ojos y engulló todo lo que había. Cuando estaba tomando su té tranquilamente, notó que Roger no dejaba de verla.
─ ¿Qué? ─preguntó levantando una ceja.
─ ¿Cuándo vas a desembuchar?
─ ¿Qué cosa?
─No te hagas la tonta conmigo, muñe. Anoche el señor Blair te sacó a rastras de la oficina. ¿Qué paso? ¿No piensas contarle a tu buen amigo Roger? ¡Qué cruel! Eres una egoísta, muñe. Creí que éramos muy buenos amigos.
─ ¡Cálmate! No me has dejado hablar.
Roger se moría por escuchar lo que había sucedido luego de que se fuera. Emma había recibido un mensaje de su parte, pero se dio cuenta de él hasta que regresó a su casa y ya era muy noche para contestarle. Por eso no lo hizo.
─Tranquilo, dramitas. Te voy a contar. ¿Ves que te conté acerca de la oferta de trabajo?
─Sí, ¿aceptaste?
─Sí. Ya me iba a ir anoche y decidí decirle que aceptaba el empleo cuando él me lo preguntó. Recibió una llamada y luego me dijo que esa noche tendría mi primer trabajo. Dijo que iríamos a una cena de beneficencia y me arrastró fuera de la oficina. Fuimos a su casa y...
─ ¡¿Fuiste a su casa?! ─gritó alarmado.
─Sí...
─ ¿Cómo es?
─Es enorme. Es una mansión. Roger, no te imaginas. ¡Ese hombre está bañado en dinero! Me presentó a una mujer que había llevado vestidos de noche, zapatos y maquillaje. Dijo que ella me arreglaría para la noche. Me condujo por la mansión hasta una habitación. No sabes Roger, era increíble.
─ ¿Te llevó a una habitación? ¿Tú y él?
─ ¡Cálmate, goloso! Si tú hubieras estado en mi lugar, te habrías aprovechado...
─ ¡Cómo no! Si está como quiere y estoy seguro de que debajo de esos trajes perfectos hay un cuerpo de escándalo y seguramente yo me lo habría comido completo.
─ ¡Roger!
─Perdón, muñe. Le di rienda suelta a mi imaginación.
─Ya lo noté. Pero bueno, como te iba diciendo. Dentro de esa habitación había un baño precioso. Lleno de lujos y nada que haya visto antes, parecía el baño de una suite. Me dijo que tomara un baño, que podía usar todo. Y de verdad tenía de todo ahí dentro. Artículos de mujer.
─ ¿De mujer?
─Sí, a mí también me extrañó, pero lo agradecí con toda el alma porque no estaba depilada ─explicó Emma avergonzada.
─Ay, muñe. ¿Cuántas veces te he dicho que tienes que depilarte toda?
─Sabes que no puedo hacerlo. Mi piel es muy delicada. Y no uso vestidos todo el tiempo, ya sabes que no me gusta.
─Sí, lo sé, preciosa. Y, ¿qué paso después?
─En fin, me di el mejor baño que me he dado en toda mi vida. Me pidió que al salir, sólo lo hiciera con una bata de baño.
─ ¡Ajá! Se pone emocionante.
Emma rio. No sabía cuánto. Pudo haberle contado la versión resumida de su noche, pero sabía que Roger querría todos los detalles. Así que, en lugar de contar dos veces lo mismo, se aseguró de contarle todo paso a paso.
─Salí con la bata y él estaba fuera esperándome con una bata solamente y el cabello mojado. Jamás lo había visto tan sexy. Me dieron ganas de atacarlo y comérmelo ahí, pero me despejé. Salimos de la habitación y me llevó a otra.
─ ¿A otra?
─Tiene como diez habitaciones ese lugar. Es enorme. En una de ellas estaba Aurora, la mujer que había llevado todo para arreglarme. Tuve que probarme todos los vestidos hasta que al señor Blair y a mí nos gustara uno. Aurora me terminó de arreglar. Me veía preciosa. Lo digo en serio.
─ ¡Claro que te has de haber visto preciosa! ¿Y él? ¿Qué tal quedó?
─Me sorprendí mucho al verlo. Casi pierdo el equilibrio. Había tenido el detalle de ponerse una corbata del mismo tono que mi vestido. Llegamos a la fiesta y ni te imaginas la cantidad de ricos que había. Algunos muy guapos. Estuve platicando con una mujer y su marido que son amigos del señor Blair. La mujer es simpatiquísima y nos hicimos amigas. Al final de la noche, me dio su número y ella se ofreció a ayudarme a abrir mi editorial.
─ ¿En serio? Eso es grandioso, muñe.
─Sí. ─Sonrió Emma ─. Y bailé con un muchacho que no sabes. ¡Oh, por dios! Guapísimo. Don ojos verdes fue muy divertido. Cuando ya me iba, me entregó un papel y mira. ─Sacó el pedazo de papel que el muchacho le había dado ─. Se llama Michael y me dio su número de teléfono.
─ ¿Fuiste a ligar o a trabajar?
─No lo sé. Aun no comprendo qué parte de trabajo hice estando ahí, pero...
─ ¿Y cómo son las mujeres con Luka?
─Hubo una mujer que estuvo toda la noche encima de él. Se le estaba ofreciendo de la manera más vulgar. No lo sé. No le presté mucha atención.
─ ¡Muñe!
─ ¡¿Qué?! Yo estaba platicando muy a gusto con Tifany y él no me hizo caso, así que...
─ ¿Qué no te hizo caso?
─No. ─Negó─. Hasta que Michael mi invitó a bailar. Cuando terminé de bailar con él, se acercó el señor Blair y me invitó a bailar a mí. En una canción hablamos más de lo que lo habíamos hecho en toda la noche. Fue divertido y por primera vez no peleamos. ─Roger la miró extrañado ─. Buenooooo, no peleamos tanto. Al salir nos tomaron unas fotos. No sé ni para qué. Quería hacerme a un lado para no salir, pero él me jaló y posamos juntos. Llegué a casa a eso de la una.
─Ahora entiendo por qué no te habías levantado.
─Te juro que si no fuera por mis padres y mi hermano, no me hubiera levantado.
─Qué noche, muñe. Qué noche.
─Ni que lo digas.
─Bueno, vamos. Como diría mi abuela: mientras más pronto lleguemos, más pronto regresaremos.
Roger condujo hasta la casa de los padres de Emma. No había ni bajado completamente del coche cuando su madre salió a recibirla con los brazos abiertos. La abrazó, la besó e hizo lo mismo con Roger. En la entrada, su padre le dio un beso y un abrazo, y al entrar, su hermano la saludó. Era una comida familiar, pero Roger era parte de la familia, así que siempre estaba invitado.
Se sentaron a platicar. Roger les contó de las cosas que estaba haciendo para la editorial y también acerca de una futura mudanza. Luego, llegó el turno de Emma. Les contó acerca de su nuevo puesto y del trabajo especial que hacía para el señor Blair. Sus padres estaban muy orgullosos.
─Trabajar de manera independiente para tu jefe debe ser muy importante, Emma ─dijo Marianne, su madre.
─Supongo que sí. Es más carga de trabajo, pero también hay un mayor sueldo.
─Y, ¿en qué consiste ese nuevo trabajo? ─preguntó Gustavo, su padre.
─Aún no lo sé bien. Depende de las cosas que el señor Blair quiere que haga.
─Seguro uno que otro favor ─bromeó Alberto, su hermano.
Emma se sonrojó y Roger se carcajeó.
─Tú eres un experto en eso, ¿verdad, hermanito?
─Siempre hago muy bien mi trabajo, hermanita. Ya lo sabes ─dijo guiñándole un ojo.
Alberto era un abogado de gran prestigio. La mayoría de sus casos los había ganado. Pero el título por el que más se le conocía, era por ser mujeriego. Su hermano cambiaba de mujer como de calzones. Siempre que se veían, era aprenderse un nuevo nombre. Él decía que esas cosas del amor no eran para él. Algo muy sonado para ella últimamente. Marianne, en cambio, se moría porque alguno de sus hijos sentara cabeza y comenzara a formar una familia. Alberto tenía veintiocho años y Emma veinticinco. A pesar de eso, su madre era persistente. Sin embargo, los dos siempre le decían que formarían su familia en algún momento. Sólo que nunca especificaban cuándo.
Se sentaron a comer. Rieron y bromearon toda la tarde. Ya extrañaba pasar un rato con su familia. Se veían con frecuencia, pero siempre salía muy contenta de su casa. Ella tenía su propia casa, un departamento, pero era una casa después de todo. Aunque algunas veces extrañaba escuchar la voz de su familia por todos lados, era solitario. Y a ella le gustaba eso, pero era inevitable no pensar en todo el ajetreo que siempre había en aquel lugar.
Al caer la noche, se despidieron de su familia. Emma le prometió a su hermano pasar a verlo en la semana para comer juntos. Él sonrió. Tenía ciertas cosas que contarle y ella también. Cosas que, por obvias razones, no podían contarlas en presencia de sus padres. La confidencialidad entre ellos siempre estaba latente. Además de Roger, su hermano era el único hombre en el que confiaba para contarle sus intimidades. Se miraron con complicidad y se fueron.
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