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Capítulo 34

Emma estaba segura de que aún no llegaban al centro y ya estaba muriendo de calor. Varias veces quiso abrir la puerta y bajarse del auto, pero sabía que el clima de afuera estaría mucho peor. Poco a poco fue quitándose la ropa. Terminó con la falda y una playera de tirantes que Luka había empacado para ella. Incluso se quitó los zapatos. No podía entender cómo la gente podía vivir en un lugar así. Te acostumbras después de un tiempo a este tipo de clima, pero ella tenía tanto calor que ansiaba meterse con todo y ropa a la piscina.

─ ¡Qué calor hace!

─Deja poner el aire.

Emma sintió al instante el aire soplando en su cuello y agradeció cerrando los ojos.

─Gracias. Eso está mejor.

─Cuando bajemos del coche vas a sentir el cambio.

─No me importa. Por el momento puedo estar fresca.

─Ya había olvidado el calor que hacía aquí.

─ ¿Ya has venido antes?

─Sí. Venía cada dos meses por asuntos de trabajo, pero luego optamos por hacer video llamadas.

─Entiendo...y, ¿por razones personales?

─ ¿Te refieres a si he traído a una mujer aquí?

─ ¡Yo no dije eso! ─gritó sonrojada.

─Pero era eso exactamente lo que querías decir. ─Luka sonrió ─. Y la respuesta es no. Sólo por trabajo.

En cuanto Emma vio el letrero del hotel, sintió muchas ganas de ir al baño. Se rehusó al principio para bajar del auto, pero sus ganas de ver el lugar fueron mayores. Sólo tuvo que abrir un poco la puerta para sentir la ráfaga caliente y la humedad del clima. El estacionamiento estaba lleno de carros y esperaba que no hubiera tanta gente. Le gustaba salir de vacaciones, pero no era muy propensa a pasarlas alrededor de un montón de gente. La única vez que había ido a Mazatlán había sido con su familia, muchos años atrás, y la pasó muy bien a pesar de estar siempre rodeada de gente.

─ ¿En qué parte de Mazatlán estamos?

─Frente a la playa junto a la Marina de Mazatlán.

─Este lugar es precioso.

Emma sintió el aroma a mar en el ambiente. Al instante de bajarse del auto, el sudor comenzó a recorrerle el cuerpo. Todo el lugar era un paraíso. La vegetación y la tranquilidad fue lo primero que llamó su atención. Emma se acercó a la cajuela para sacar sus maletas, pero Luka le dijo que las dejara ahí. Ella se encogió de hombros y se acercó a él para seguirlo por el camino que los llevaría a la entrada del hotel. Había arena y piedras en el suelo. Un montón de árboles y palmeras adornaban el lugar.

Siguieron el camino de piedra hasta llegar a la entrada, en donde se encontraban dos hombres y una mujer detrás del mostrador. Había una sala de estar con más de diez sillones de todos los tamaños, pero en la misma gama de color. Las paredes eran inmensas, dando una sensación de que podía tocar el cielo. En todas las paredes había ventiladores y cuadros de imágenes del lugar. Parecían hechas a mano.

Luka se acercó a uno de los hombres de la entrada.

─Buen día, señor. ¿En qué puedo ayudarlos?

El acento del hombre hizo que Emma sonriera. Era cubano. Tenía la piel morena y los ojos negros como el azabache. Les sonrió con amabilidad. Si Emma no hubiera estado derritiéndose en ese momento, probablemente le hubiera devuelto el gesto con la misma efusividad.

─Buenos días. Tengo una reservación a nombre de Luka Blair.

─Claro que sí, señor. Déjeme checarlo.

El hombre comenzó a teclear en su computadora. Emma aprovechó para explorar un poco. Se acercó a la siguiente puerta que había al final del pasillo y vio que el lugar estaba vacío. Tuvo muchas ganas de dejar a Luka en la recepción, y ella irse a cualquier parte del hotel, de preferencia, uno en donde estuviera la alberca. Escuchaba que Luka intercambiaba algunos datos con el hombre. Miró más de cerca los cuadros. Estaba el mar en diferentes perspectivas, fotos del hotel, y algunas más de flores y caballos.

─Que pasen una gran estadía. Estamos para servirles ─sonrió el cubano.

─Gracias. ¡Emma! ─gritó Luka ─. Vamos.

Emma corrió a su lado y caminaron siguiendo a un botones por todo el hotel. Luka le entregó las maletas a un hombre que estaba a su lado. Era Ian. ¿Cuándo había llegado? Cuando cerró su coche, se percató de que ella estaba rezagada, petrificada. Luka sonrió satisfecho. Era su cometido.

─Luka...yo no tengo...

─Tranquila. Estas aquí para disfrutar, no para angustiarte por dinero.

─Pero no voy a...

─Sshh. ─Puso un dedo en sus labios ─. Vamos.

Ian venía delante de ellos, siguiendo al botones hasta una de las mejores habitaciones del hotel. Emma contuvo el aliento al ver el lugar. Era bellísimo y muy rústico. Todo exudaba naturaleza y relajación. Soltó la mano de Luka sin pensarlo y caminó por el lugar. Pasó a un lado de Ian sin siquiera saludarlo. Las vistas espectaculares del mar la tenían cautivada. Había acceso privado a la playa, una cama redonda con protector contra mosquitos, un closet de madera color caoba mucho más grande que el que tenía en casa, una tina de piedra de mármol, una cama colgante en la habitación, y muchas artesanías acordes a la cultura.

Emma no pasó por alto los pétalos de rosas que había tirados en la habitación y en la tina; así como tampoco pasó por alto lo ecológico del lugar. La vista parecía sacada de la película la laguna azul, pero con un poco más de lujos. Incluyendo la electricidad. Al terminar de ver el lugar, en algún momento durante el recorrido terminó quitándose los zapatos. Con aquel piso de madera no necesitaba cubrir sus pies.

Salió al balcón hasta que se volvió para ver que estaba Luka observándola. Al llegar a su lado, le sonrió y la invitó a desempacar. Tomó su maleta del suelo de la cama y comenzó a sacar su ropa para colocarla en los cajones del ropero.

─ ¿E Ian? ─preguntó mirando alrededor.

─Ya se fue.

─Ah.

Por el rabillo del ojo, Emma observaba cómo la poca ropa que traía la dejaba justo al lado de donde ella estaba poniendo la suya. Había varios cajones y espacio de sobra, pero él las colocó justo ahí. Emma terminó de desempacar y se acercó a la terraza. La vista era extraordinaria y el olor a mar inundaba el lugar.

─ ¿Qué quieres hacer? ─preguntó Luka, sacando a Emma de su breve trance.

─No lo sé. ─Se encogió de hombros ─. Podemos caminar por el mar un rato, ¿tal vez?

─Sí, claro que podemos.

Luka se levantó de un salto de la cama y comenzó a quitarse la ropa. Emma se sonrojó y se volteó.

─ ¡Pero qué haces!

─ ¿Qué cosa? Quitándome la ropa.

─Pero vamos a caminar.

Emma señaló hacia el mar para dar énfasis a su recorrido.

─Lo sé. Pero no voy a ir así ─. Luka traía puesta una playera y un pantalón de mezclilla ─. Hace mucho calor para caminar con esto por la playa.

─Ah...

Emma estaba avergonzada. Por un momento creyó que se desnudaría por completo. ¿En qué estaba pensando? Salió por completo al balcón para no quitarle la privacidad. Estuvo tentada varias veces para voltear a verlo, pero hizo acopio de su fuerza de voluntad y centró toda su atención en cómo las olas iban a enterrarse en las profundidades del mar para volver a tocar la orilla.

─Puedes ponerte el traje de baño, si así lo deseas ─dijo Luka en su oído.

Emma se sobresaltó y por poco lo golpeó.

─Nnnno. Así estoy bien.

No estaba bien. Tenía mucho calor. Pero estaba segura de que si se cambiaba, no podría hacerlo frente a él. Podría tomar su traje e ir al baño a cambiarse, no era tonta, pero se sentía muy nerviosa estando a solas con él. Su voluntad de no querer caer en sus redes estaba cediendo poco a poco. Así que, prefirió aguantarse y salir así. Bien podría mojarse los pies y las piernas en el mar. No le quitaría el calor, pero se sentiría fresca por un rato.

Emma salió por delante y prácticamente corrió hasta la orilla del mar. Se giró para ver que Luka hacía lo mismo y soltó una carcajada.

─Está caliente ─dijo, refiriéndose a la arena.

─Lo sé ─contestó sin dejar de reír.

El agua subía hasta sus tobillos y bajaba. Emma amaba la sensación de la arena mojada entre los dedos de sus pies. Cerró los ojos un momento para apreciar la sensación.

─Qué concentrada.

─Me gusta aquí ─sonrió.

─Es muy bonito ─convino ─. Y espera a ver lo que nos espera.

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