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Capítulo 25

Los días pasaron y el sueño de Emma poco a poco volvió a la normalidad. Obviamente las pastillas la habían ayudado mucho. La cabeza incluso le había dejado de doler. Se sentía renovada. Tenía mucha más energía y ya no estaba de mal humor o con falta de apetito. Roger también notó su cambio, y al igual que ella, estaba algo inquieto con el consumo de los fármacos. Pero igual se alegraba de ver que Emma volvía a ser la misma. Había notado que sus ojeras eran enormes, su falta de concentración, su mal humor, e incluso su falta de apetito. Pero todo eso se había ido desmoronando poco a poco con el paso de los días.

Emma volvió la siguiente semana al despacho de Santiago. Luego de decirle los planes que Eduardo tenía para ella, él asintió y continuó con la terapia. Había olvidado la sensación que experimentaba al hablar con alguien más. Alguien que estuviera específicamente ahí para escucharla. Comenzó a hablarle de su ascenso y su forma de trabajo en las últimas semanas. Ese día habló de Luka. Ella no esperaba seguir sacándolo, pero ya lo había hecho la semana pasada, y parecía que él también tenía mucho que ver con cómo se sentía. Al final de la sesión, le pidió que siguiera la terapia con Eduardo también, para que le controlara el medicamento y los efectos que estaban produciendo en su cuerpo. Eduardo le comentó acerca de los efectos. Todo era completamente normal, pero tendrían que controlar las dosis. Hasta ese momento, Emma seguía consumiendo la misma cantidad. La pequeña dosis. Y Eduardo no quería aumentarla. Estaba seguro de que la medicina la ayudaba a dormir, que era justamente lo que ella necesitaba, pero no quería que se volviera dependiente de ellas para poder dormir el resto de su vida.

También habló un poco más con respeto a su trabajo, y por supuesto, de Luka. Hasta ese momento ninguno de los dos había dicho algo al respecto, pero ella parecía estar esperando a que cualquiera de los dos hiciera un comentario de él. Quedaron de verse la próxima semana.

Ese día Emma estaba trabajando con mucho ímpetu. Los últimos días no había estado muy platicadora, pero la había visto muy entregada al trabajo. También había notado su cambio de humor. Cómo las bolsitas cafés que antes tenía bajo los ojos habían desaparecido. Al parecer, había estado durmiendo mejor. Luka quería saber cuál había sido la causa, pero lo supo sin siquiera tener que preguntarle. Ella estaba tomando medicamentos. Seguramente somníferos. Él mismo los tuvo que tomar unos años atrás. Cuando se volvió adicto, decidió que era tiempo de cambiar de aires. Ahí fue cuando quiso irse a vivir por un tiempo a Hawái. Dejó los medicamentos y optó por una vida más saludable. Comenzó a cuidar lo que comía y a hacer ejercicio. Trató de quitarse el estrés de forma saludable todos los días para conciliar el sueño por las noches. Al principio fue muy difícil. Estuvo tentado a volver a consumir los medicamentos. Algunas noches las pesadillas lo comían vivo. Tenía miedo de dormir y seguir soñando con los rostros. Los recuerdos lo acechaban cada noche. Pero el tiempo fue su aliado. Lo ayudó a sobrellevarlo todo. No a olvidar, porque de vez en cuando podía ver los rostros que tanto extrañaba en alguien más, pero sí a agradecer que él estuviera vivo. Que él tenía la oportunidad que sus amigos no lograron tener. Ellos fueron el por qué salió adelante. En realidad, ellos eran la razón de muchas cosas en su vida.

Esa noche era la fiesta de navidad de la editorial. Para Emma era una cena con Luka. Todos trabajaban media jornada, luego se iban para arreglarse, y volvían para festejar. Los trabajadores de la editorial jamás se habían quejado de su trabajo porque les beneficiaban mucho; además, siempre habían sido buenos con ellos. Luka trataba a todos sus empleados como si fueran piezas muy importantes de su empresa, únicos. Y, esos días, como la celebración de la navidad, eran los días que más aprovechaban todos. No había nadie que no participara en las celebraciones de la editorial. No sólo era una oportunidad para beber y bailar, también ayudaba a que los empleados se llevaran entre sí. Muchos no tenían oportunidad ni de conocerse, pero en éstas celebraciones, todos podían llevarse con todos como iguales. Era el momento perfecto para que todos pudieran convivir entre sí.

Todos se apresuraron a salir de la oficina. Emma corrió a su departamento para poder arreglarse. Lo primero que hizo fue quitarse la ropa y amarrarse el cabello. Tomó una ducha y se hidrató la piel con crema. Se lavó los dientes y prosiguió a arreglarse el maquillaje. Se aplicó máscara de pestañas, delineador negro, y coloreó un poco sus mejillas y labios en un tono rosa oscuro. Optó por ponerse un vestido blanco con encaje y unos tenis negros. Intentó recogerse el cabello en un moño elegante y despeinado, pero tenía el cabello tan lacio que cada mechón caía sobre su rostro. Al final optó por dejarlo suelto y desenredado. El timbre de su departamento sonó. Emma tomó su bolsa y una chaqueta larga para cubrirse del frío.

─Luces hermosa, Emma ─la saludó Luka.

Emma aprovechó esa pequeña oportunidad para admirarlo. Traía puesto un pantalón de mezclilla oscuro, unos zapatos de color negro y una camisa del mismo tono. El cabello lo traía alborotado y llevaba un blazer en los hombros del tono del pantalón. Lucía encantador y guapo. Emma le devolvió la sonrisa de forma natural. Ella estaba muriéndose de los nervios y sintió cómo el color se le subía a las mejillas. Él la guio para que entrara en el auto. El Rolls Royce no lo iba a conducir él porque Ian se encontraba al volante. En cuanto ella se acomodó en el asintió, él la saludó. Luka cerró la puerta, Ian arrancó el coche.

Emma pensó que Luka le diría algo, pero se limitó a ver por la ventanilla. Ella decidió hacer lo mismo. En algún punto, su respiración se había vuelto relajada. Tenía la mano recargada ligeramente en el asiento, entre él y ella. Luka tomó su mano y enredó sus dedos con los de Emma. Se exaltó al principio, pero el gesto le gustó. No la hacía sentir más tranquila, ni disminuían sus nervios, pero le gustaba poder tocarlo. En muy pocas ocasiones Luka había mostrado alguna señal de querer tener contacto físico. Algunas habían sido con Emma, pero siempre se le veía retraído y distante. Una parte de Emma deseaba conocerlo más, razón por la cual había aceptado esa cena. Además, ¡era una cita con él! No sabía nada de su vida íntima, pero sabía que era bastante concurrida. No le faltaban mujeres, lo sabía. Luka era guapo y exitoso. Lugar al que entrara, lugar en el que llamaba la atención, tanto de mujeres como de hombres.

En cuanto entraron al restaurante, la mujer de la entrada les sonrió con coquetería y los llevó hasta su mesa. Emma se imaginaba que la llevaría a un lugar en el que estuvieran completamente solos, pero los sentaron a la mitad del restaurante, rodeados de un montón de mesas más. Todos iban muy elegantes. Había varias familias cenando y unas pocas parejas también. En la barra bebían mujeres y hombres que flirteaban entre sí. Luka le hizo la silla hacía atrás y luego él se sentó frente a ella. La mujer les dejó una carta de vinos y una carta del menú. Emma comenzó a ver la cantidad de platillos que servían en ese lugar. Había nombres que ni siquiera podía pronunciar. Alzó la vista para observar a Luka. Él leía la carta como si fueran papeles de la oficina. Toda su atención estaba en el menú. Emma sonrió ante las caras que él hacía.

─ ¿Qué? ─preguntó Luka alzando una ceja.

─Te ves muy gracioso.

─Gracias, señorita Emma. Usted también es muy graciosa.

Emma soltó una carcajada y él la siguió. El mesero llegó a la mesa y tomó su orden. Cuando se retiró para traerles lo que habían pedido, a Emma comenzaron a sudarle las manos. Ya había estado nerviosa, sólo esperaba que él no se diera cuenta de eso. Emma no podía dejar de verlo a los ojos. Desde la primera vez que lo había visto, le habían fascinado sus ojos. Jamás había visto unos ojos tan lindos. Cada que los veía quedaba hipnotizaba y se perdía en ellos.

─ ¿Habrías preferido asistir a la celebración de la oficina? ─le preguntó, sacándola de sus ensoñaciones.

─Nnnno ─tartamudeó sonrojada ─. Me alegra estar aquí contigo.

─A mí igual, Emma. Creí que te negarías.

Emma miraba sus dedos cuando Luka le tomó la mano a través de la mesa. Ella levantó la vista hacia su rostro.

─ ¿Te alegra que no me haya negado?

─Sí, la verdad sí. Luces hermosa y creo que tengo un buen presentimiento con esta cena.

─Gracias por el cumplido, señor Blair. Usted también luce...elegante.

─ ¡Vaya, señorita Emma! Hoy está usted muy amable.

─Siempre, señor Blair. Siempre.

Luka había pedido un vino. Llenaron dos copas y extendió la suya para chocarla con la de Emma. Ella sonrió y luego le dio un sorbo. Luka hizo lo mismo. El sabor dulce del vino tinto recorrió toda su garganta hasta la boca del estómago. Nunca se equivocaba con la elección de vinos, era un don que había adquirido de su familia. Desde pequeño le habían enseñado a beber, desde agua hasta vino, y nunca perdió la costumbre. Lo que bien se aprende, jamás se olvida. Eso decía su padre. Él mismo, con el paso del tiempo, había creado su propio juicio. Tenía incluso sus bebidas favoritas. En casa siempre tenía una botella como mínimo de éstas. La mayoría de las noches llegaba a casa y tomaba una o dos copas antes de dormir. Pero ese día estaba teniendo una cena especial con Emma. Ese día todo era diferente.

El mesero llegó con sus respectivos platos. Probaron unos cuantos bocados antes de reanudar la conversación. Emma estaba deleitándose con su comida y con la mirada de reojo que le dedicaba a Luka. El hombre era todo un misterio. Jamás se imaginó estar en ese tipo de situación con él, pero tampoco se imaginaba haberlo besado y casi haberse acostado con él cuando fueron a Hawái. Emma se puso colorada sólo de recordarlo, y otra parte más íntima de su cuerpo reaccionó con la imagen. Se removió inquieta en el asiento.

─ ¿Qué tal está la comida? ─preguntó Luka.

Por la mirada de Luka, Emma supuso que tendría una idea de lo que pasaba por su cabeza. Era una tontería, pero sentía que le leía el pensamiento.

─Está delicioso todo y el vino está súper rico también ─sonrió, bebió un sorbo de su copa.

─Me alegra mucho que te guste, Emma. ─Le sirvió más vino en su copa.

─Tú nunca has estado en alguna de las fiestas de tu editorial, ¿verdad?

─No.

─ ¿Por qué este año querías participar?

─Creo que es obvio, ¿no? ─preguntó alzando una ceja ─. Por ti, Emma. Quería estar ahí porque tú lo estarías también.

─Pero antes...el día en que cumplió años. Ya sabes...cuando te vomité los zapatos...

Emma sintió que su rostro pasaba por toda la paleta de colores. No quería recordar aquella noche tan horrorosa, sobre todo para ella, pero quería hablar del tema con él. Quería saber cómo un hombre que por años no se había presentado en su editorial, de repente decide hasta instalarse una oficina. O él era muy radical en sus decisiones o simplemente era una persona rara. Pero quería saber cuál de las dos opciones era la correcta.

─ ¡Ah, ese día! Estabas echa un desastre. Lo que me recuerda que no debes exagerar con el vino.

─Puedo controlarme, pero no me cambies el tema. ¿Por qué decidiste aparecer en la celebración? Fuiste la comidilla del día, ¿sabes? Todos estuvieron hablando de ti y de que por fin iban a ser dignos de conocer al hombre que encabeza todo por lo que trabajan día y noche.

─No lo sé, la verdad. Creo que por mi padre. Unos días antes, él vino a verme y me explicó lo importante que es crear un lazo con aquellos que trabajan para ti. Es importante que la gente te conozca y sepa quién eres. Él, por tradición, siempre había asistido a las reuniones por muy insignificantes que fueran; es decir, que podía estar en cualquier oficina, así tuviera que atender algo que podía haber solucionado por teléfono. Él piensa que es importante que la gente sepa lo que haces, cómo eres, y que también sepan ellos que estás ahí. Que no eres un sujeto sin fotografía detrás de un escritorio que jamás verán. Así que, después de haber mantenido esa conversación con él, fue cuando decidí aparecer. Además, él me lo pidió.

─Tu padre es un hombre muy sabio.

─ ¿Lo conoces? ─preguntó con interés.

Luka tenía los ojos bien abiertos. Destilaba cariño y ternura. Emma sabía que la relación con él y su padre era especial y buena. Ella deseó seguir sabiendo más de él y de su familia.

─No. Una vez, cuando apenas estaba empezando, tuve la suerte de verlo en persona. Pero no hablé con él, ni mucho menos. Se ve que es un gran hombre.

─Lo es. Y mi madre también es una mujer extraordinaria. Mi padre no sería quien es si no fuera por ella o eso dice él.

Ambos rieron. Continuaron hablando un poco más de ellos mismos. Emma se había dejado de sentir nerviosa tiempo atrás. No supo si había sido por el vino, que la estaba achispando, o si sólo se sentía cómoda a su lado. Pero no quería que la velada terminara. Había estado hablando con él mucho más de lo que lo había hecho en los últimos días. Luka había puesto, por lo menos ante ella, una muralla. Nadie había podido acercársele mucho. Pero ella lo estaba haciendo. Le estaba abriendo una parte de él, y ella se vio en la necesidad de también ser abierta. Para no quedar mal, le contó de sus padres y de su hermano. Ambos rieron y se divirtieron por el resto de la cena. Emma necesitaba un descanso, y ese día había sido lo más relajado que había experimentado en semanas. 



¡Hola a todos!

Muchas gracias por aquellos que han estado siguiendo la historia hasta ahora. Espero que en serio les esté gustando. De igual forma, si quieren escribirme o algo pueden hacerlo por aquí o por mis redes sociales privadas o de mis libros que están en la biografía de mi perfil. Espero con ansias saber de ustedes. Un saludo a todos. 

¡Ojalá hayan disfrutado el capítulo de hoy! 😘😘😘


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