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Capítulo 19

Media hora después ya habían llenado todos los papeles. Emma no había dicho nada desde el momento en que se sentó. Eric y Dan sólo habían asentido o intercambiado unas miradas, pero sólo eso. Al parecer, ellos estaban cumpliendo el mismo papel que ella en esa junta. John les invitó a todos a tomar una copa en la terraza que daba a la playa. Todos aceptaron y Emma se limitó a seguirlos. John le entregó una copa de lo que parecía ser champan y brindó con todos.

Luka comenzó a platicar con Frederick y los demás. Emma, al ver que nadie estaba al pendiente de ella, se hizo a un lado, dejó su copa vacía en una de las mesas y caminó hacia la playa. En el camino se quitó los zapatos para sentir la arena tibia entre sus dedos. Se acercó a la orilla hasta que el agua fría traspasó sus pies. Cerró los ojos y disfrutó del frío viento en sus mejillas. Ese lugar era muy agradable y cálido. Le habría gustado poder quedarse un rato más e incluso vivir ahí. Esa fue la razón del porqué Luka había vivido ahí y ahora lo entendía. Todo era tan...pacífico.

─Si te quedas parada un rato más, el agua podría mojar tus pantalones ─dijo John a su lado, sobresaltándola.

─Estaría bastante bien. Hace mucho calor aquí.

Emma miró detrás de John. Había una pareja tomada de la mano que caminaba hacia donde ellos estaban. De la nada, salió una niña con bucles dorados riendo y corriendo en dirección a la pareja. La niña se interpuso entre ellos dos y ambos tomaron cada uno la mano de la niña. Los tres estaban riendo. Algo dentro de Emma se encendió. Su corazón palpitó con más fuerza, y un extraño deseo de poder ser ella la sorprendió.

─Es lindo, ¿no? ─dijo John, siguiendo su mirada ─. Tener una familia.

─ ¿Estás casado, John? ─preguntó Emma, pero al ver la perplejidad con que la miraba se sonrojó ─. Lo siento. No debí...

─Está bien ─sonrió─. No me molesta hablar de mi vida privada. Tuve una esposa una vez. Ella falleció por una enfermedad. Nunca pudimos tener hijos.

Emma se preguntó quién sería entonces el muchacho adolescente de la fotografía. No iba a ser tan imprudente como para preguntarle al respecto.

─Lo lamento, John.

─No pasa nada. Me gusta hablar de mi mujer. Era preciosa. La mujer más linda que haya visto jamás.

─ ¿Pensaste alguna vez en casarte de nuevo?

─No. Le prometí a mi mujer que el día en que encontrara a alguien mejor que ella, entonces ese día me casaría con ella. Ella se rio de mí por creer en esas cosas. ─Se carcajeó ─. Me dio un consejo. Me dijo que si encontraba a alguien que me hiciera reaccionar, sin importar cómo, me aferrara a ella. Esas cosas sólo pasan una vez.

─Creo que tú esposa era una mujer muy inteligente.

─Lo sé ─dijo con superioridad ─. Por eso la elegí mi esposa.

La niña ahora estaba en brazos de su padre y corrían mar adentro.

─ ¿Tienes pareja, Emma?

─No...no, en realidad.

Un rostro pasó por su mente y apretó los puños tratando de contener su ira. No quería mostrar su vulnerabilidad a John.

─Eso es una lástima. Una mujer tan linda como tú...

─Gracias ─sonrió.

─Espero que encuentres a alguien que sea merecedor de ti.

─Haré caso a tu esposa ─afirmó.

Regresaron junto a los demás. Emma notó que Luka los miraba a los dos de una forma muy particular. Trató de que sus miradas no se cruzaran y se disculpó con todos para volver dentro. Nunca habían sido de su devoción todas esas reuniones. Siempre terminaban bebiendo de más y ella no quería perder el control delante de un montón de desconocidos, así que siempre optaba por volver a casa temprano.

El aire fresco de su habitación fue como una bendición. Quería tomar un baño. Bueno, muchos. Hacía tanto calor que no daban ganas de salir del agua para no empezar a sudar de nuevo. Se quitó toda la ropa y se envolvió en una toalla. Abrió el agua de la tina y echó un poco de jabón de burbujas y tentó el agua para una temperatura idónea. Esperó a que se llenara, y unos golpes llamaron a la puerta. Volteó los ojos. No podía ni tomar un baño y ya la estaban molestando.

─ ¿Sí? ─preguntó abriendo la puerta, pero escondiéndose detrás.

─ ¿Qué estás haciendo? ─preguntó Luka con el ceño fruncido.

─Iba a tomar un baño, ¿por qué?

─ ¿Puedo acompañarte?

─ ¡Por supuesto que no! ─Emma se sonrojó, pero se aferró a mantener la puerta justo en donde estaba ─. ¿Qué necesitas?

─ ¿Qué estabas hablando con John?

"Así que sí estabas observándonos", pensó Emma.

─Cosas. Ahora, si me disculpas...

No pudo cerrar la puerta porque Luka puso su pie. Emma volteó los ojos exasperada y gruñó.

─ ¿Podrías quitar tu pie?

─No quiero hacerlo.

─Entonces no te molestara que aviente la puerta hasta que no sientas nada.

─En realidad, si me molestará.

─Pues quita tu pie antes de que lo haga.

─Con una condición.

─ ¿Condición? ¿Qué...?

─Iremos a un lugar después de que tomes tu baño. Regresamos en el vuelo de la noche, así que quiero llevarte a un lugar antes de irnos.

─ ¿Estás loco o qué? Tengo que empacar.

"Mis dos pedazos de tela nada más", pensó Emma.

─Y yo también ─rio, porque sabía que esa era la excusa más tonta que pudo haber dado─. Prometo que estaremos aquí con suficiente tiempo para eso.

Emma dudó. ¿A dónde querría llevarla? Si salía de la casa de John, tendría que estar junto a Luka en todo momento. A solas. Aquella isla era desconocida para ella y podría perderse fácilmente. La idea le gustaba, y al mismo tiempo, le aterraba. Quería ir con él y al mantenerse apartada. No quería que la situación de su cuarto se repitiera. Estar cerca de él era un peligro para ella. Algo en él la hacía sucumbir a todos sus encantos.

─Está bien. Iré. Ahora, si me permites tomar mi baño, te veré en quince minutos allá abajo.

─Bien ─sonrió satisfecho ─. Ponte un traje de baño debajo de tu ropa. Te hará falta.

Emma se recogió el cabello y se metió en el agua. Se quitó el sudor del cuerpo y se frotó con el olor a rosas del jabón. No pudo disfrutarlo tanto como ella deseaba, pero estaba emocionada por el lugar al que Luka quería llevarla. Se puso el traje de baño que había comprado, un short largo y una de las playeras que había comprado. Con el cabello aún amarrado, bajó a la sala al encuentro de Luka. Traía la misma ropa de la junta, y al verla bajar, le sonrió.

─ ¿Vamos? ─Le ofreció su mano y ella la tomó.

Había un coche, que supuso era prestado, estacionado en la entrada. No había chofer, así que Luka se colocó detrás del volante en la dirección que sólo él conocía. Comenzó a sonar Bad Blood en los altavoces. Emma tarareó la canción y movió su cabeza a un lado y al otro mientras veía la carretera pasar a su lado. Había mucha gente en la calle y todos iban con muy pocas ropas. Ella no estaba acostumbrada a vestir así, pero sabía que de vivir ahí, seguramente andaría con las mismas pocas ropas.

Al cabo de veinte minutos de viaje, Luka detuvo el coche. Emma no podía ver nada en cien metros a la redonda. Sólo había árboles y plantas. Aquel lugar podría pasar como selva, y Emma se estremeció sólo de imaginar la cantidad de animales exóticos que habría. Estaba muy intrigada para saber qué demonios estaban haciendo ahí. Emma volteó a verlo, pero él ya estaba bajando del auto. Lo siguió. Le tomó la mano de nuevo y comenzaron a caminar al norte.

Algunas plantas le rozaron la piel, casi arañándola. Comprobó varias veces que sus brazos no tuvieran chorros de sangre. Volteó hacia atrás para darse cuenta de que ya no se podía ver el auto. Esperaba que Luka supiera el camino de regreso, de lo contrario, estarían días ahí. El tronco de un árbol, el cual media casi treinta metros de ancho, se alzaba del suelo. Tuvieron que pasar por debajo de él, sólo tenían que agacharse un poco para hacerlo. Se irguieron y Luka apartó una enorme hoja de una palmera. Una luz brillante la cegó por un momento. Para cuando logró enfocar la mirada, se dio cuenta del paraíso que se escondía detrás.

Había una cascada que caía y descendía en un lago que daba a algún lugar mucho más lejos de donde sus ojos alcanzaban a ver. El lago estaba completamente rodeado de plantas, flores y arbustos. La luz del sol daba directo a la cascada, y el brillo se extendía por toda el agua. Las plantas tenían unas cuantas gotas de agua que brillaban de igual forma. El lugar tenía un aura que lo hacía parecer casi mágico. Emma esperaba ver hadas y duendes en cualquier momento.

─Esto es...

─ ¿Te gusta?

─ ¿Cómo hallaste este lugar?

─Cuando vivía aquí hubo una vez en que se me descompuso el auto, justo donde lo estacionamos. Pensé en caminar por la carretera, pero luego pensé que a lo mejor podría encontrar a alguien viviendo por aquí cerca, así que opté por caminar un poco. Me topé con este lugar. Estaba muy estresado ese día, pero en cuanto llegué aquí, todo se me olvidó. Se siente tanta paz y tranquilidad que ni yo mismo lo podía creer en aquel tiempo. Después de ese hallazgo accidental, volví varias veces. No me canso de este lugar.

─Es hermoso, Luka.

Emma comenzó a caminar hasta llegar a la orilla. Se giró para obtener la aprobación de Luka, y cuando él asintió, ella comenzó a quitarse la ropa. Siempre ha sido reservada y recatada, así que desnudarse frente a alguien siempre había sido vergonzoso. No estaba segura de su cuerpo, pero en ese momento estaba tan absorta en la belleza de la cascada que se olvidó por completo de todo lo demás, incluyendo que Luka la pudiera ver a detalle.

Emma estaba preciosa. Eso fue lo que pensó cuando comenzó a quitarse la ropa. No esperaba que trajera un bikini, eso sería demasiado para ella, pero su traje de dos piezas era precioso. Tenía un escote bastante pronunciado en el frente. Hacía que su pecho se viera mucho más voluptuoso, como dos melones bien redondos, aunque él ya los hubiera masajeado y besado. Tenía un trasero perfecto, no definido como las modelos, pero era lindo. Tenía curvas por todos lados, algo que siempre le había gustado de una mujer, y una cintura que las acentuaba. Luka sintió que su cuerpo se tensaba. Cuando ella saltó al agua, él se quitó su ropa y se unió a ella.

─El agua está deliciosa.

─Sí, lo está.

─Siento que floto. ─Emma se puso boca arriba y pudo admirar el cielo.

Estaba completamente despejado, no había ni una sola nube. Luka vio que ella estaba completamente relajada, flotando. Sus ojos se cerraron y aprovechó para mirar su rostro. Ya no traía el poco maquillaje de la mañana. Se le veía mucho más pequeña. Luka imaginó que tomaba su mano y la abrazaba, hasta tenerla completamente pegada a su cuerpo. Sabía que si sucedía eso, no la soltaría. Jamás. Recordó cómo fueron interrumpidos abruptamente en su cuarto y sabía que no podía hacer de las suyas tan pronto, podría causar el efecto contrario; así que mantuvo su distancia. Moría de ganas por tocarla, pero se contuvo todo lo que pudo.

─ ¿Has...has traído a alguien...más? ─preguntó Emma incorporándose.

─No. Eres la primera que viene conmigo.

Emma se sintió halagada e inquieta.

─ ¿Por qué?

─Nunca tuve una necesidad de compartir esto. Hasta...hasta que te conocí.

Luka vio que se sonrojaba y se quedó callado. No quería hacerla sentir incómoda, así que cambió de tema.

─Hace mucho calor.

─Asqueroso. Dan ganas de que caiga lluvia.

─Sí. ─Rio ─. Yo también pensaba lo mismo al principio. Te acostumbras después de un rato.

─Esto es muy refrescante. Creo que estaría asqueada después de tanto sol.

─ ¿No te gusta el sol?

─Me gusta, pero soy más una chica de clima frío. Pero frío no tormentoso o que casi no sientas tus dedos.

─Nunca obtenemos lo que queremos.

─Sí, creo que pocas veces sucede ─sonrió.

Se miraron. Emma estaba fascinada con sus ojos. Siempre los veía de un tono diferente. En ese momento, se veían muy verdes. Tenía unas pestañas largas y rizadas y ella deseó poder tenerlas así. Las tenía largas, pero no rizadas; siempre tenía que hacer uso del enchinador y el rímel para darles ese efecto.

─Me gustan tus ojos ─dijo Luka.

Emma se sonrojó. ¿Le podía leer la mente? O era ella muy abierta con sus expresiones.

─Gracias. Cuando era más pequeña me molestaban porque eran muy grandes. Pero luego les tomé cariño, y ahora me gustan.

─Son preciosos. Muchas chicas desean tener los ojos claros, pero creo que los marrones y los negros son los más lindos.

─Yo creo que los tuyos son espectaculares. Por cierto, ¿de qué color son? Parece que cambian de color.

Emma se acercó nadando para verlos más de cerca.

─Lo hacen. Algunas veces son más claros y otras más oscuros. Cuando se hacen claros son verdes o grises y cuando son oscuros son azules. De vez en cuando se mezclan los colores.

─Son geniales.

─Gracias. Te los presto cuando quieras.

─Ah, eso sería fabuloso. ¿Crees que se me verían bien? ─preguntó colocando una mano en su barbilla y pestañeó rápidamente varias veces.

─Si, todo se te ve bien.

Luka no se dio cuenta de que poco a poco ambos se fueron acercando. Quería besarla, se moría de ganas de sentir sus labios de nuevo. Antes de que Luka tuviera esperanza de saborearla de nuevo, ella se giró, bruscamente, y le sonrió.

─Será mejor que regresemos.

─Sí.

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