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Capítulo 13

Las semanas pasaron. Emma y Luka continuaron trabajando como si nada. Emma le hablaba de señor Blair mientras estaban en la oficina. Él siempre insistía en que le llamara por su nombre y ella siempre insistía en mantener los formalismos. A pesar del bochorno que había tenido con Luisa, ella seguía hablándole de usted. Las costumbres eran difíciles de quitar. La gente en la oficina podía escucharlos y ella no quería que pensaran que la trataba con algún favoritismo sólo porque los dos trabajaban en la misma oficina.

Ya estaban en octubre. Durante las noches hacía mucho aire, pero Emma siempre que tenía la oportunidad, se asomaba por su ventana y admiraba la luna. Siempre le habían gustado los días con luna llena. La veía tan blanca, brillante y grande que se perdía en ella. Tenía una gran atracción. Era una chica del agua y siempre estaba en sus mejores días cuando la luna brillaba en todo su esplendor.

Esa noche cenaba con Roger en un restaurante a una calle de su departamento. Ella pidió un cuernito y él una torta. Ambos atacaron sus platos al instante que los colocaron en la mesa. Ninguno de los dos dijo nada hasta que llevaban más de la mitad de sus platos vacíos.

─Entonces... ¿irás?

─ ¿A dónde?

─A la fiesta. La de Halloween. Te lo comenté. Tienes que venir.

─ ¿Tengo que ir disfrazada? ─preguntó con la boca llena.

─ ¡Claro!

─Roger, sabes que no soy de disfrazarme.

─Vamos, aguada. El año pasado no fuiste porque estabas con el corazón roto.

─Era el aniversario de la muerte de Nicolás, ¿querías que celebrara eso?

─Ahora ya no tienes novio y no tienes porqué afligirte y cortarte las venas con pan Bimbo. ¡Vamos!

─Pero, Roger..., las mujeres utilizan éstas fiestas para vestirse de prostitutas y que nadie diga nada por ello. No pienso vestirme de prostituta disfrazada.

─Ya sé, nena. Tú no eres así, está bien. Puedes ponerte un vestido negro, unos tacones y decir que eres el monstruo del lago Ness.

─ ¿Tú estás tonto o qué? ─rio.

─Bueno..., era una idea. Serías el monstruo más sexy y lindo del siglo.

─Eso no lo dudo. Iré de bruja. Tengo un vestido negro y tacones a juego y sé que tú tienes un sombrero del mismo color. Listo. No me pidas más porque no lo voy a hacer.

─ ¡Perfecto, muñe! Eso es todo lo que quería escuchar.

─Bien. Iré a tu casa, me arreglaré ahí y luego tú manejarás. Si voy a ir a algo así, voy a tomar lo que quiera.

─Ya sabes que yo te cuido, nena.

Emma tardó un poco en encontrar el vestido, tratando de reusarse a ir. Pero llegó el viernes, el día de la fiesta. Día de Halloween. Era casi la hora de irse, pero Emma tenía que terminar el capítulo. Dejar el trabajo a medias no era lo suyo. Luka se había ido hacía una media hora. Le comentó que tenía una fiesta de Halloween, pero que antes tenía que pasar a entregar unos papeles a una de las empresas. No le preguntó a qué hora o en dónde era su fiesta, mucho menos de qué se iba a disfrazar. Quería hacerlo, pero quedaría como toda una metiche. Era mejor que las cosas siguieran de esa forma, cada uno en lo suyo.

Aquella celebración siempre se le había hecho extraña de celebrar. Cuando estaba en la escuela, asistió a algunas fiestas, pero no muchas. Prefería quedarse en casa o pasar el tiempo con Nicolás. Y cuando terminó la escuela, no volvió a tener ningún tipo de invitación a ese tipo de eventos por las circunstancias en las que se encontraba. No fue como si las necesitara, y mucho menos ahora, pero siempre era divertido pasar el tiempo con Roger.

─Ya me voy, muñe ─dijo Roger entrando a la oficina ─. Y tú también.

─Pero...

─Nada de peros. Tú todavía tienes que ir a tu casa a recoger el vestido, los zapatos y el maquillaje. Anda.

─Roger...

─ ¡Calla! ─gritó recogiendo sus cosas─. Ya todos se fueron. No puedes quedarte aquí como ostra.

Roger tomó las cosas de Emma, a Emma y salió con todo de la oficina. Al llegar al estacionamiento prácticamente la empujó dentro del auto y no se fue hasta que ella salió y se alejó. Quería que su amiga se divirtiera un poco. Además, esa noche todos irían disfrazados y ella podría conocer a alguien especial. Si ella no se daba la oportunidad, él se la daría a ella.

Hora y media después, Emma estaba esperando a que Roger le abriera. Había llevado lo que Roger le había dicho. Olvidó que pasaría la noche ahí, pero con una playera de él le bastaría para dormir. En cuanto entró, vio que Roger ya estaba casi listo. Iba vestido al estilo Gatsby. Se veía muy guapo y su traje lo hacía lucir como alguien importante y adinerado. Justo como Gatsby. Ella sí que iba a llamar la atención cuando lo vieran a él entrando del brazo con ella.

─Gracias, amigo. Me voy a ver ridícula.

─Déjame ver tu vestido.

Emma había comprado un vestido negro corto de encaje. Nunca se lo había puesto porque era bastante corto como para usarlo de día sin nada debajo. Pero Roger sonrió complacido.

─Serás parte del elenco de la película y tu vestido es perfecto. Ven, te voy a ayudar. En quince minutos estarás lista.

Y dicho y hecho, en quince minutos Roger había hecho su magia. Emma todavía tenía corto su cabello, así que lo alisó y lo peinó. Le puso unas plumas y una cinta. Le dijo cómo maquillarse y así lo hizo. Roger estaba fascinado. Emma había comprado un saquito negro con la espalda de encaje y se lo puso al instante.

─Nena, tienes unas piernas estupendas. Deberías de lucirlas más seguido.

─Lo haría, pero...

─Sí, ya sé que tienes tu piel delicada. Anda, vámonos ya. ─Lo golpeó en el hombro.

Al cabo de cuarenta minutos en auto, por fin se estacionó. La música se escuchaba en toda la calle. Conforme se iban acercando a la casa, notaron a la gente dentro y fuera. Emma creía que ya nadie se disfrazaba, pero todos llevaban disfraz, algunos incluso muy elaborados. Había brujas, un Darth Vader, dos enfermeras, unas muñecas de trapo, todas las princesas de Disney, una santa Claus, dos cajas de papas fritas, un grupo de crayolas. En fin, había de todo.

─Vamos a empezar por esto ─dijo Roger extendiéndole un vaso de plástico.

─ ¿Qué es?

─Tú no preguntes. Siempre te doy cosas buenas y deliciosas. Así que tómalo ─ordenó con la mirada.

Emma sonrió y volteó los ojos, pero igual bebió. Roger era increíble. Bebieron y bailaron. En un momento dado, un zorro la sacó a bailar. Ella lo hizo encantada. Nunca había sido de fiestas, pero le gustaba divertirse. Ya lleva unas cuantas copas encima. Estaba feliz y Roger la animaba y la cuidaba. Un fantasma de la ópera se acercó y le extendió la mano para arrastrarla a la pista. Ella sonreía y levantaba los brazos al ritmo de la música.

Entonces la música cambió. Comenzó a sonar una lenta. Muchos abuchearon, pero la mayoría se dispuso a bailar. Era una oportunidad perfecta para bailar pegadito con alguien especial o con alguien que estuviera apetecible, tanto para hombres como para mujeres. Emma pensó que ahí acababa el baile, pero el fantasma de la ópera la tomó de la mano, indicándole que se quedara. Ella aceptó. Esa canción era su canción. I'm gonna love you like I'm gonna lose you de Meghan Trainor sonaba por los altavoces. Desde que había visto el video se enamoró por completo y la letra de la canción era simplemente perfecta. Emma supo desde ese instante que el día en que se volviera a enamorar le dedicaría esa canción. Cosas cursis que pensó cuando tenía una obsesión por esa canción.

El chico del fantasma de la ópera la arrastró por la pista hasta que se situaron en un balcón. La música llegaba a oírse, pero no había luz y tampoco había nadie cerca. Ahí dentro, los demás no podían ver lo que hacían. Ni siquiera los podían ver a ellos. El chico puso su mano en la cintura de Emma y la acercó a su pecho. Emma, hasta ese momento, notó lo musculoso que era. No era un hombre que se mataba en el gimnasio, pero tenía una espalda autentica de nadador. A Emma eso le fascinó. Ver a un hombre con la espalda así, hacía que le temblaran las piernas. Emma le enredó los brazos en el cuello y él captó que debía poner sus manos en su cintura.

─Me encanta esta canción ─ronroneó en voz alta.

Ya no podía engañarse. Estaba borracha. Alzó el rostro y se percató de unos ojos preciosos. Tuvo que mirarlo bien porque sus ojos ya no estaban enfocando al cien. Se dio cuenta que eran verdes con destellos azules. Conocía esos ojos de algún lado, pero, en ese momento, no recordaba y tampoco se molestó en saberlo. Se sentía bien en donde estaba y sentía una extraña atracción hacia este hombre. Estaba a punto de hacer algo que no creyó en su vida hacer. Se le lanzaría. Tenía bastante que no besaba a un hombre y un poco menos que no se acostaba con uno. Él le gustaba y tenía ganas de comérselo; así que antes de arrepentirse y pensar demasiado, tomó su mano, y con la música casi finalizando, lo arrastró por la casa.

Emma encontró un baño, y al ver que no había nadie, tiró de él y entraron. Estaba sorprendida por la facilidad con la que lo había arrastrado con ella. No encendió la luz. Quería que todo continuara siendo así. Puso el seguro de la puerta y se abalanzó sobre él. Tenía unos labios carnosos y suaves. Sintió un escalofrío, una chispa, anhelando aún más el contacto. Él la recibió encantado. Abrió la boca y jugó con su lengua. Le aferró el rostro y la pegó más a su cuerpo. Esos labios también le resultaron familiares, pero alejó esos pensamientos con una sacudida. Ambos estaban jadeantes y anhelantes. Emma sabía que, a pesar de no verlo con claridad, sus ojos ardían de deseo igual que los suyos. Él le tomó el labio inferior con los dientes y tiró de ellos al mismo tiempo que le levantaba el vestido hasta la cintura y le apretaba las nalgas para pegarla a su entrepierna. Emma sintió lo dura que la tenía y su deseo incrementó.

El vestido de Emma era strapless, así que el fantasma de la ópera sólo tuvo que bajarlo un poco para dejar su brasier expuesto y luego introdujo sus manos para dejar sus pechos al aire. Lo tomó del pelo y tiró de él hacia atrás. El hombre gimió y sonido fue como éxtasis para sus oídos. Lo acercó a su pecho y él obedientemente lamió sus pezones, los chupó y los mordió hasta arrancarle gemidos de placer, los cuales quedaban opacados con el ruido de afuera. Ella le desabrochó todos los botones de la camisa hasta dejarlo desnudo. No podía ver mucho, pero al tacto sintió lo dura y tersa que era su piel. El fantasma metió su mano en las pantaletas de ella. Sintió primero como sus dedos la rozaban, provocándola. Luego, de forma inesperada, la penetró con un dedo. Ella sabía lo húmeda y lista que ya estaba, pero la invasión repentina le provocó un escalofrío por toda la espalda. Gimió y él la calló con sus labios. Estuvo un rato así. Metía y sacaba un dedo. La hacía llegar al límite de la locura, para después suplicar por la cordura. Cuando introdujo un segundo dedo, comenzó a masajear su clítoris con el pulgar. Emma creyó explotar de un momento a otro. Había tenido buenos amantes, pero este hombre era un experto. Él sintió que ella estaba a punto y paró. Sacó su mano y jaló sus pantaletas hasta romper la tela. Depositó los calzones destrozados en el basurero. Ella se acercó sorprendida y excitada. Tomó su pantalón y lo desabrochó para luego tirar de ellos hacia abajo junto con sus bóxers. Él estaba listo para ella. Se sentó en la tapa del baño y la jaló de la cintura hasta sentarla encima de él. Sacó un condón de su bolsillo y se lo puso. Emma se sentó sobre él, lentamente. Emma jadeó al sentirlo por completo. Se abría paso en su interior como nunca nadie lo había hecho. No sabía si era él o si era efecto del alcohol, pero le gustaba, y eso era lo único que le importaba.

No se movieron ninguno de los dos hasta que se acostumbraron uno al otro. Encajaban a la perfección. El placer que estaban sintiendo les provocó un gran estremecimiento. Se acercó, la tomó del cuello y la besó. Él la tomó de la cintura e hizo que comenzara a moverse. Arriba y abajo. Lentamente. Ella lo besaba con pasión y él se aferraba a ella de la misma forma. Al cabo de un rato comenzó a aumentar la velocidad. Arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás, y luego en círculos. Él le acariciaba el clítoris al ritmo de sus embestidas. Emma lo besaba, lo arañaba, lo mordía. Estaba muy excitada. Tocaron la puerta un par de veces e intentaron abrirla varias veces, pero ambos estaban tan ocupados que no se molestaron en atender.

Él tomó el control de repente, sorprendiéndola. Comenzó a penetrarla más rápido y más a fondo. Gritaba, jadeaba y gemía. Entonces explotó. Tuvo el orgasmo más fuerte que había tenido en su vida. Cuatro embestidas más y él se derramó dentro de ella. Ambos estaban jadeantes y sudorosos. No se movieron. Él le besaba la cara y ella el cuello, la barbilla y la boca. Así estuvieron varios minutos hasta que Emma retomó el control. Se levantó, se limpió y se arregló la ropa. Él hizo lo mismo. El chico se puso la mitad de su máscara de fantasma y salieron del baño. Emma miró a un lado y al otro para ver si alguien los había visto o escuchado, pero ahí la fiesta seguía como si nada entre ellos hubiera pasado. Emma se volteó y lo miró. Tenía unos ojos realmente familiares y encantadores.

─Gracias por la velada, Gerald Butler. ─Le guiñó un ojo y se fue.

Luka miró como Emma se contoneaba de regreso a la fiesta. Aquel encuentro había sido muy excitante. No imaginó que con sólo invitarla a bailar acabaría encerrado con ella en un baño. Había hecho muchas locuras como esas, pero nunca había sido tan excitante. Emma era una mujer fogosa y pasional. Jamás se imaginó que una mujer tan reservada y tímida como ella tuviera un lado así. Alguien tan pequeña pudiera hacer cosas de esa magnitud.

En ese momento, Luka recordó una frase que su buen amigo Colin le había dicho un día: "Las mujeres más calladas, suelen ser las mujeres más fogosas. Mientras más calladas, más pasión tendrás." Tuvo que darle la razón en ese momento. Además, estaba acostumbrado a intercambiar alguna que otra palabra con sus encuentros, pero Emma no dejo que dijera ni pio. Nunca se había topado con una mujer así. No pensó que sería así, a pesar del beso fortuito que habían intercambiado en la oficina unas semanas atrás.

─ ¡Luka! Aquí estás. Desapareciste, amigo ─dijo Colin rodeándole el cuello con un brazo.

─Perdona, Colin. Estaba ocupado.

─Con una chica estupenda, espero.

─No sabes cuánto, Colin. No sabes cuánto.

Emma ya no se sentía borracha. Estaba un poco mareada, y luego de recordar que ya no tenía calzones porque el fantasma de la ópera se los había destrozado, decidió que era tiempo de ir a la cama. Buscó a Roger y lo encontró muy encariñado con un pirata. Se lamentó por lo que iba a hacer, pero la última vez que salieron así, ella terminó en un lío con Luka porque su amigo estaba de cariñoso con un muchacho, así que fue a encararlo.

─Roger, creo que es mejor que ya nos vayamos.

─ ¡Muñe! ─gritó dándole la espalda a su conquista ─. Te perdí cuando ese fantasma de la ópera te llevaba a la pista. ¿Todo bien?

─Sí. ─Sonrió ─. ¿Nos vamos? Estoy cansada y ya no aguanto los tacones.

Roger asintió y la tomó de la mano. Cuando estuvieron sentados en el coche, Roger notó que Emma sonreía como tonta.

─Desembucha. ¿Qué pasó?

─ ¿De qué hablas?

─Vamos a ver, Emma. Tienes los ojos brillosos, los labios hinchados y una sonrisa bobalicona. ¿Vas a decirme o te lo saco a golpes?

─Okey. Okey. Tú ganas, agresivo ─dijo alzando los brazos en señal de derrota─. Estuve con el fantasma de la ópera.

─ ¿Dónde?

─En un baño de la casa. Fue excitante y fabuloso.

─ ¿Y cómo se llama? ¿Lo volverás a ver? ¿Era guapo? ¡Y qué paso con eso de ya no tener sexo esporádico! ─dijo sin parar.

─Realmente no sé. No lo vi, ni siquiera escuché su voz. Sólo sé que tenía unos ojos preciosos y un cuerpo de infarto. No pude resistirme ─contestó mordiéndose el labio.

─Ay, muñe. Tú y tus encuentros. ¿Usaste protección?

─ ¡Roger!

─ ¿Qué? Si tú no te preocupas, yo sí.

─Cállate ─se carcajeó ─. Vamos a casa. Tengo sueño. 

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