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Capítulo 12

Emma conducía con el vello erizado. Trato de conducir lento y rezaba para que en cada esquina le tocara el semáforo en rojo o que hubiera un accidente con mucho tránsito. Algo que le impidiera llegar a casa de Luka. Pero en ese momento no había nadie de su lado. Todas las calles estaban casi desiertas y no tuvo más que dos semáforos en rojo. En menos de treinta minutos ya estaba afuera de su casa. Pero se tomó todo el tiempo del mundo para bajar.

Eran las ocho y diez de la noche y ella seguía en el coche. Pensó que eso era ridículo. Lo que tendría que pasar, pasaría. Así que, sin darle más vueltas en su cabeza, se bajó del auto y caminó hacia la entrada. Tocó el timbre, y con el corazón a mil por hora, esperó. En menos de un minuto Ian la invitó a entrar. Le pidió que tomara asiento en la sala y así lo hizo. Agradeció poder sentarse porque su cuerpo entero temblaba. Pero en menos de otro minuto escuchó unos pasos bajando las escaleras. Luka apareció frente a ella y se puso de pie para saludarlo. Pero antes de que ella pudiera tomar asiento, la tomó de la mano y la llevó consigo rumbo a las escaleras.

─Ian, estaremos en mi habitación.

─Correcto, Luka.

Emma estaba perpleja. Este hombre iba directo al grano. A diferencia de la vez que estuvo ahí para bañarse y arreglarse para la fiesta de beneficencia, ahora fueron al lado derecho del pasillo. Entraron en la segunda puerta. Aquel cuarto era igual al que había estado con anterioridad, excepto que las sábanas eran de tela egipcia color rojo y las paredes estaban pintadas de un azul brillante. Pero la decoración de la habitación y del baño eran igual a las de la otra habitación. Se sintió cómoda por un momento, hasta que recordó en dónde estaba y con quién.

─Entonces... ─dijo Emma para cortar el silencio.

─Quiero pedirte una disculpa, Emma. No sé qué me paso. No quería hacerte sentir incómoda. Lo noté y por eso tampoco regresé a la oficina. No quería que te sintieras mal por mi culpa. No volverá a suceder, Emma. Perdón.

Emma no podía creer lo que estaba escuchando. No se esperaba eso. Luka de verdad parecía arrepentido. Aquella reacción, por un momento, no le gustó. Ella esperaba ser atacada en cuanto entrara al cuarto, pero ahí estaba, escuchando una sincera disculpa. Tenía la mirada más triste que le había visto hasta el momento. Parecía otra persona y eso la asustó un poco. Ahora la que no sabía cómo reaccionar era ella. A decir verdad, en ese momento se sentía decepcionada. Si pudiera interpretar esa disculpa de otra forma, diría que él no sentía nada por ella. Al menos no de forma romántica. Aquel beso parecía haber sido el error más grande que había cometido. Estaba molesta por eso. Estaba comenzando a sentirse...confundida.

─Descuida..., no hay problema ─dijo con una sonrisa fingida.

─No sabía si te sentirías incómoda, por tu pareja. Si hay algún problema yo...

Emma frunció el ceño. ¿Qué acababa de decir?

─ ¿Pareja? Yo no tengo pareja, Luka. Te lo dije.

Luka recordó haberla visto en compañía de un hombre. Algo llamó su atención a partir de ese momento. Parecía ser que Emma tenía mucho más que contar que sólo lo que mostraba en el exterior.

─ ¿Quieres acompañarme a cenar? ─preguntó, cambiando el tema.

─Sí, si no es molestia. Me encantaría.

─Ven. ─La tomó de la mano.

Bajaron las escaleras sin decirse nada. Luka seguía dándole vueltas a la afirmación de que Emma no tenía una pareja. Emma se preguntaba en dónde se encontraba Ian. Siempre desaparecía en algún lado de la casa. Ella se preparaba para salir cuando él la jaló hacia la cocina. Emma sonrió.

─ ¿Sabes cocinar?

─ ¡Claro!

─No lo puedo creer ─dijo Emma, divertida.

─ ¿Qué? Tendré dinero, preciosa, pero sé cocinar. Y bastante bien, aunque no lo creas.

─Mmmm, hoy voy a juzgar eso.

─ ¿Quieres ayudarme?

─Sí, me gustaría ─asintió sonriente ─. Sólo no esperes que mis artes culinarias sean de gran restaurante.

Luka soltó una breve carcajada.

─Ven. Ponte aquí. ─Luka le indicó que se pusiera justo frente a él. Podía sentir su respiración en el cuello ─. Quiero que cortes los vegetales así. Tienen que quedar en cuadrados pequeños.

Cada palabra entraba por el oído de Emma y se trasladaba por todo su cuerpo como una corriente eléctrica. Quería concentrarse para no terminar cortando su dedo en lugar de los vegetales. Cuando vio que estaba bien, se alejó a buscar algo en la nevera. Emma continuó concentrada en su tarea. Por el rabillo del ojo vio que él sacaba especias y cuchillos, una tabla, una sartén y una olla mediana. Vio que comenzaba a preparar la cena. Cuando terminó de cortar, se acercó a ver lo que estaba haciendo.

─ ¿Qué es eso?

─Esta noche cenaremos salmón estilo teriyaki, con verduras cocidas con pimienta, limón y picante y una pasta fettuccine en salsa de espinaca con queso.

─Para, por favor. Se me hace agua la boca ─confesó, tragando saliva.

─Me alegra escuchar eso ─dijo sonriendo.

Mientras él preparaba la cena, ella puso la mesa. Sacó dos manteles de donde Luka le había indicado, dos platos, tenedores y cuchillos. Luka insistió en beber vino, así que sacó las copas. Le sirvió primero a ella y luego él. El vino estaba fresco, dulce y espumoso. Le encantó. Normalmente no bebía vino porque resultaban ser muy secos para su gusto. Ese, en cambio, estaba delicioso. Podía jurar que era el mejor que había probado en toda su vida.

Se sentaron a comer y a platicar de libros y cocina. Esa noche Luka se enteró que la cocina no era el fuerte de Emma. Así como la limpieza no era santa devoción de Luka. Cuando terminaron de cenar y de limpiar, con algunas copas en el cuerpo, Emma se despidió. Luka insistió en que le dejara conducir por precaución. Emma tuvo que ceder su auto cuando le explicó que Ian los seguiría detrás para que luego lo trajera de regreso.

─Gracias por la comida. Estuvo deliciosa ─sonrió Emma en la puerta del edificio.

El vino había estado haciendo efecto en su cuerpo. Estaba tan nerviosa al principio que el sabor del alcohol la ayudó a olvidar eso. Al poco rato, ya estaba disfrutando de la plática y la botella entera. No estaba borracha, pero si entonada. No veía un problema con ello, al menos Luka no se mostraba molesto por verla de esa forma.

─No hay de qué. Nos vemos, Emma ─sonrió.

Emma notó que tenía un hoyuelo en la mejilla izquierda. Sólo aparecía cuando su sonrisa era tierna. Algo dentro de Emma reaccionó, pero lo hizo a un lado y le devolvió el gesto. Esa noche su estómago y corazón se fueron a la cama satisfechos.

El sábado Emma se dedicó a limpiar su departamento. Aquel lugar era un caos. El desastre de un tsunami hubiera dejado menos escombros. Se amarró el cabello en un moño alto, puso música y se puso manos a la obra. Llevaba una hora limpiando cuando su teléfono sonó. Era su madre.

─Emma, ¡pero qué es esto! ─gritó exaltada al otro lado de la línea.

Tuvo que apartar el teléfono de su oído para que su tímpano no se rompiera.

─Mamá, cálmate. ¿De qué estás hablando?

─ ¿Desde cuándo sales con semejante semental y no me habías hablado de él? ─exigió.

─ ¿Qué dices? ─preguntó aún más extrañada.

Dejó el paño húmedo en el piso y se sentó en el sofá para poder escucharla con total atención.

─No te hagas la tonta. Estoy aquí en la estética, me dan una revista de chismes y te veo en la portada. No te había reconocido, tuve que leer tu nombre para saber que eras tú. Te ves muy guapa, por cierto.

─ ¿Revista de chismes? ─Emma seguía sin entender.

─Sí, sales con alguien llamado Luka Blair. ¿Quién es? ¿Por qué no has querido decirme de semejante hombre? ¿Es bueno contigo? Seguro que sí.

─Mamá, espera.

Emma supo de qué fotografía estaba hablando. La noche de la fiesta de beneficencia, un hombre se acercó a ellos a la salida y les sacó una foto. Debía de ser un periodista. No le tomó mucha importancia en ese momento, pero ahora que sabía que su rostro estaba en la portada de una revista, y una de chismes, comenzó a preocuparse.

─ ¡Es guapísimo, hija! Tienes que pescarlo, de lo contrario te lo quitarán.

─ ¡Mamá! No voy a pescar a nadie. Luka no es un pez.

─ ¡Claro que sí y es de los gordos!

Emma volteó los ojos al escucharla. Su madre nunca iba a cambiar.

─Mamá, tranquilízate. Luka es mi jefe. Esa noche lo acompañé a una fiesta, sólo eso.

─ ¿Tu jefe? ¡Pues aún mejor! ─exclamó ─. Ya ves a tu padre y a mí.

Los padres de Emma se habían conocido en el restaurante de su abuelo. Gustavo, su padre, trabajaba como chef en el restaurante de su abuelo en esos días. Y Marianne, su mamá, trabajaba como mesera. Cuando su abuelo se jubiló, dejó a Gustavo como el dueño del restaurante y primer chef de cocina. Con los años el restaurante fue creciendo y creciendo. La gente hacía filas para probar las comidas de Gustavo y sus inesperados platillos de la noche. Pero estaba claro que los talentos culinarios de su padre la habían saltado a ella.

Luego de algunos años, realizaron una fiesta para celebrar el aniversario del restaurante. Esa noche Gustavo platicó animadamente con Marianne. Estaban tan felices y había tanta química entre ellos que esa misma noche se besaron. Al cabo de unos días se hicieron novios y luego de seis meses, se casaron. Fue tan prematuro que nadie lo esperaba y sus padres no estaban muy de acuerdo. Pero Gustavo demostró ser digno para ser esposo de Marianne y viceversa. En un año tuvieron a Emma y en un año más tuvieron a Alberto.

─Mamá, esto no es así.

─Tengo un buen presentimiento, hija. Si yo pude, tú también.

─ ¡Mamá!

─Bueno, te dejo. Me van a lavar el cabello.

─Adiós, mamá.

Emma colgó riendo ante las ocurrencias de su madre. Ella podía hacer de casamentera de ella y de su hermano. Pero ninguno de los dos era la dicha de su madre. Ambos tenían gustos...predilectos... Emma estaba en busca del amor, pero temerosa de encontrarlo. Y dado su último historial, no esperaba que fuera fácil. Alberto, en cambio, rehuía del amor, pero todas las mujeres con las que estaba se enamoraban de él. Ahí era cuando Alberto terminaba todo y salía en busca de otra aventura. Ella simplemente flotaba como en una nube. Pero no sabía que esa nube, pronto, se transformaría en una tormenta. 

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