XVI
Ver el rostro enfurecido de aquel hombre le causó un horrible escalofrío en el cuerpo, retrocedió un par de pasos y se sobresaltó en cuanto vio que él se preparaba para devolverle el golpe.Sintió un par de manos en la cintura, que la alejaron más del hombre mientras Hiccup lo frenaba para que no le hiciera daño a su esposa.
Su corazón latía con fuerza y trataba de mantener una respiración tranquila. Escuchó la fuerte voz de Estoico, los gritos de aquel hombre, los gritos de Hiccup. Escuchó que Sigrid trataba de calmarla mientras ella, Caryn y Anja la sacaban del comedor con pasos tranquilos.
No estaba segura de cómo había hecho para caminar cuando no sentía sus piernas, no sabía cómo es que seguía respirando si sentía una fuerte opresión en el pecho, no sabía qué era lo que su suegra le decía, no entendía qué le estaba pasando.
Tenía miedo, mucho miedo. Por su cabeza comenzaron a pasar imágenes horribles de lo que aquella familia le haría por comportarse de aquella manera, de lo que aquella familia le haría a su familia, sus niños, por lo que había hecho.
Sintió que la abrazaban, escuchó susurros que le pedían respirar con calma y lo intentó. Cerró sus ojos con fuerza, haciendo su mejor intento por respirar de manera tranquila, pero le estaba costando mucho. ¿Cómo era que se respiraba normalmente?
¿Cómo era que se dejaba de temblar?
—Lo estás haciendo bien. Sigue así. —murmuró Anja con calma, acariciando la espalda de la rubia y apretando un poco su abrazó al sentir que el temblor en su cuerpo no desaparecía
—Lo... lo siento... —logró murmurar una vez su respiración estaba más tranquila
—Está bien, pequeña. Estás a salvo. —le aseguró, Sigrid volvió a acercarse a ellas, con un poco de agua para la menor
—Ya pasó, Astrid. No hay nada de qué preocuparse. —comentó la pelinegra, sentándose junto a ella y sonriendo comprensiva al sentir el miedo de la menor
Unos minutos después, se separó del abrazo de Anja, sintiéndose mucho más tranquila. Agradeció a Sigrid por el agua y le dio un sorbo. Levantó la mirada poco después, queriendo disculparse nuevamente por su comportamiento.
Antes de hablar, se dio cuenta de que Hiccup caminaba hacia ellas con el ceño fruncido. Volvió a sentir un escalofrío recorrer su cuerpo y volvió a bajar la mirada al tarro con agua.
—¿Ya se fue? —preguntó Sigrid con el ceño fruncido
—Mi padre lo llevó con el médico. —respondió el castaño, agachándose frente a la rubia y tomando sus manos para llamar su atención —Un poco más fuerte y le rompes la nariz. —sonrió divertido
—Hiccup... —Anja iba a regañarlo, siendo interrumpida por el murmullo de la rubia, que se negaba a levantar la mirada
—Lo siento. No... no lo volveré a hacer. Perdóname. —sintió sus ojos llenarse de lágrimas, teniendo aún en su cabeza las imágenes de las atrocidades que podrían hacerle a su familia
—Astrid. —el castaño tomó su mentón con suavidad y la hizo levantar la mirada —No hay nada por que disculparse. —le sonrió a medias
—Pero yo...
—Se lo merecía. —comentó tranquilo —No debió hablarte así. —soltó su mentón y volvió a tomar ambas manos, notando que su mano derecha parecía herida —¿Necesitas que te revisen? —acarició la zona suavemente con su pulgar, ella negó con la cabeza despacio —De acuerdo. —asintió con la cabeza, llevando esa mano a sus labios para dejar un beso sobre la zona rojiza —¿Estás mejor? —ella hizo una mueca y volvió a bajar la mirada
—Aún está asustada. —dijo la pelinegra con suavidad, sintiendo la mirada curiosa de su sobrino sobre ella
—Se le pasará en unas horas. —dijo Anja, ganando la atención de la menor —Mi padre... tiene el don de provocar miedo en los demás. —le explicó —Sea lo que sea que esté en tu cabeza, solo es para aterrorizarte. No es realidad, nada de lo que veas es verdadero. —aclaró, sonriendo comprensiva mientras acomodaba el cabello de la rubia fuera de su rostro
—¿Sabe por qué mis padres decidieron irse? —preguntó de repente, negándose a quedarse con aquella duda
—Mi padre los convenció de que era mejor irse. Les llenó la cabeza de ideas estúpidas sobre mi hijo y... —hizo una pausa, viendo a su hijo un momento antes de continuar —No sé si usó ese horrible don suyo con tus padres. Pero estaban muy asustados cuando me pidieron las cosas del acuerdo para esta mañana.
Astrid asintió con la cabeza despacio, dejando la mirada perdida en algún lugar del suelo. Sigrid le sugirió ir a descansar, ella solo volvió a asentir y se puso de pie con ayuda del castaño.
—Les mandaré comida a su cabaña. ¿Quieren algo en especial? —Anja esperó por una respuesta de su nuera, quién parecía perdida en su cabeza —Astrid... —la chica regresó su atención a las mayores, disculpándose por estar distraída —¿Quieres algo en especial para comer? —volvió a preguntar, con paciencia
—No. Yo... No tengo hambre, en realidad. —negó con la cabeza —Solo quiero... quiero ir a casa. —murmuró, abrazándose a sí misma
—De acuerdo, les mandaré algo más tarde. —le sonrió a medias —Ve a descansar, pequeña. —vio a su hijo, que observaba con tristeza a la rubia a su lado, sabiendo que cuando decía que quería "ir a casa" no hablaba de su nuevo hogar
Astrid hizo una reverencia a ambas mujeres, tal y como había visto que hacían el resto de humanos, antes de darse la vuelta para iniciar a caminar hacia la cabaña que ahora compartiría con el castaño. Tanto Anja como Sigrid se desconcertaron por su acción, viendo al castaño enseguida, queriendo saber por qué es que ella había hecho eso. Él suspiró en tono bajo antes de responder.
—No sé. —murmuró él, encogiéndose de hombros y despidiéndose para ir tras la rubia, tratando de asegurarse de que estuviera bien
Hiccup se recargó en el marco de la puerta de la habitación, viendo a su esposa acurrucada en la orilla de la cama suspirando mientras limpiaba lo más disimuladamente posible las lágrimas que lograban escapar de sus ojos. No se había atrevido a preguntar sobre lo que su abuelo le había obligado a imaginar. No se sentía cómodo preguntando algo tan personal, menos cuando sabía que la respuesta, muy posiblemente, la haría llorar nuevamente. Y no quería hacerla llorar otra vez.
Escuchó que llamaban a la puerta y vio el sobresalto de la rubia, quien se levantó enseguida y giró la mirada a la puerta, donde él se encontraba.
—Tranquila, debe ser la comida. —le sonrió a medias y avanzó a la entrada para recibir la comida con cuidado, agradeciendo a Caryn, quien le mencionó en bajo que su madre le había mandado un medicamento por si el temor de su esposa duraba demasiado
Astrid esperó en la habitación, abrazando sus piernas a su pecho y viendo temerosa hacia la puerta de la habitación, volviendo a dar un salto cuando escuchó la puerta cerrarse. Seguía sintiendo temor, a pesar de que habían pasado algunas horas desde aquel incidente. Y es que ver a sus sobrinos ser torturados por aquel horrible hombre fue la peor de las imágenes que se generaron en su cabeza. Y es que ella preferiría mil veces ser quien recibiera cualquier daño a dejar que sus niños fueran tratados de aquella manera. Ella haría cualquier cosa para mantenerlos seguros. Cualquier cosa. Ella daría su vida por la de ellos, sin pensarlo.
Vio al castaño entrar en la habitación con calma, llevando una bandeja con comida. Sintió su estómago rugir, sin embargo no tenía ánimo de comer absolutamente nada, ya que sentía un horrible nudo en su estómago.
—Mi madre ha mandado algo ligero. Un poco de sopa y... hay una ensalada, un poco de carne... No sé... No sé que se te antoja. —le sonrió a medias, sentándose en el borde de la cama y dejando la comida entre ellos
—No tengo hambre. —murmuró, negando con la cabeza y desviando la mirada
—Tu estómago dice lo contrario. —intentó bromear, sin obtener una respuesta, lo que le hacía sentir un peso en el pecho, sabiendo que debió cuidarla mejor. Sabiendo que, de nueva cuenta, ella estaba así por culpa suya —Astrid, necesitas comer. —le pidió con voz baja —Sé que... lo que él te hizo ver debió ser horrible, pero...
—¿Es cierto? —le interrumpió, girando a verlo —¿Son cosas falsas?
—Cada imagen. —asintió enseguida —Él no puede herirte. No va a dañar a tu familia. Nadie en Berk te hará daño. —dijo con calma, ella hizo una mueca, dudando mucho que aquello fuera cierto —De hecho... Tengo algo para ti. —murmuró un momento después, levantándose de la cama para acercarse a un pequeño mueble junto a la ventana. La rubia le observó con atención, notando que tenía una pequeña cajita en su mano cuando volvió a sentarse en el borde de la cama —Tenía el plan de dártelo anoche, pero... no se pudo. —extendió su brazo a ella, esperando a que se animará a tomar dicha cajita
—¿Qué es eso? —tomó la caja con cautela
—Una ofrenda de paz. —se encogió de hombros, viéndola abrir la caja —Es para... es una protección. —le sonrió a medias
—Es un anillo. —le corrigió, viendo con atención aquella joya de metal negro que tenía dos rubíes ovalados y unas cuantas gemas blancas y negras
—Cada vez que lo uses, estarás a salvo de cualquiera que trate de entrar en tu cabeza. —comenzó a explicar —No habrá más ilusiones, ni miedo, ni dolor... estarás segura.
—Creí que ustedes no usaban este tipo de accesorios. —pasó sus dedos por aquellos rubíes, notando el anillo negro con dos franjas rojas y de un tamaño diferente
—Bueno... sé que ustedes lo hacen. —se encogió de hombros —Es su manera de decirle al mundo que tienen una pareja.
—Pero tú ya me marcaste, esto no tiene mucho sentido ahora. —cerró la cajita, volviendo a extenderla a él
—Tiene sentido para mí, Astrid. —tomó su muñeca izquierda con cuidado y señaló hacia aquella marca que los unía —Esto le dice a los demás que me perteneces. —la vio hacer una mueca, disgustada con sus palabras —Y quiero que esto —tomó la caja con calma —, le diga a los demás que yo te pertenezco a ti.
—Eso no es...
—Si, Astrid. Te pertenezco. —le interrumpió, viéndola negar con la cabeza despacio —Soy tan tuyo como tú eres mía. Eres mi esposa, mi igual. Y quiero que todos puedan verte como tal.
—Tú eres un hooligan. —le recordó, viendo con atención cómo sacaba aquellos anillos de la cajita —Eres el hijo de un jefe y yo...
—Tú eres una humana, mi esposa, heredera de Berk. —completó —Todo lo que tengo es tuyo, todo lo que tenga en un futuro te va a pertenecer. Todos quienes son leales a mí, serán leales a ti. —tomó su mano y le colocó aquel anillo con cuidado —Mi vida está ligada a la tuya y haré lo que esté en mis manos para hacerte feliz, para mantenerte segura y para darte la vida que te mereces
—¿Harías lo que sea? —preguntó en un murmullo, sin poder evitarlo
—Si. —aseguró enseguida —Haría lo que hiciera falta. —le sonrió de lado
—¿Incluso si eso acabara contigo? —lo observó con atención, sabía que estaba tentando a su suerte, pero necesitaba saber hasta qué punto llegaba esa promesa implícita
—Si acabar con mi vida te garantiza un futuro feliz... te daría el arma con la que podrías acabar conmigo. —respondió con calma, con una serenidad que le causó un escalofrío —Solo... déjame demostrarte que no soy un monstruo. Dame una oportunidad. Y te prometo, por el mismo Odín, que si no logro hacerte al menos un poco feliz para cuando el año termine... te dejaré acabar con mi vida.
Astrid sonrió a medias un momento, antes de resoplar y volver a su semblante serio.
—Supongo que está bien. Siempre y cuando tus padres no me maten después. —apartó la mano del agarre del castaño y volvió a abrazar sus piernas a su pecho, acariciando suavemente las piedras preciosas del anillo en su dedo
—No lo harán, descuida. —negó con la cabeza, colocándose aquel anillo que era para él —No les dejaré dañarte, incluso después de muerto. —sonrió, viéndola con atención y notando que ella veía la bandeja con comida —Come. Necesitas alimentarte bien. —insistió, acercando un poco más la charola hacia ella
—¿Por qué necesito alimentarme bien? ¿Ya estás planeando hacerme tener a tu heredero? —bromeó un poco, queriendo hacer el ambiente más relajado y tomando uno de los cuencos con sopa, sintiéndose realmente hambrienta
—No. —negó el castaño con calma, sonriendo al verla comer —Solo no quiero que te enfermes. —se encogió de hombros, tomando el otro cuenco de sopa para comer con ella, esperando no incomodarla
—¿Los hooligans enferman? —preguntó de repente, viéndolo con atención
—Muy pocas cosas hacen enfermar a un hooligan. —respondió con calma —Y no suele ser algo de vida o muerte, al menos no siempre lo es.
—¿Qué hizo que tu madre enfermara? —aquella pregunta lo hizo parar sus acciones, levantó la mirada a ella y notó que lo observaba fijamente en espera de una respuesta —Ella me dijo... dijo que estaba enferma. —aclaró, sintiendo que se había equivocado otra vez
—No lo sé. —admitió en voz baja, regresando la mirada a la sopa —No sabemos qué le pasa o porque se siente mal.
—¿Tiene mucho tiempo enferma? —se atrevió a cuestionar con tono bajo, aliviada de ver que él estaba dispuesto a seguir la conversación
—Un par de meses. —hizo una mueca —Y ha sido frustrante no saber qué le pasa.
—Imagino que si. —murmuró la rubia, comprensiva con la situación —¿Puedo preguntar algo más? —el castaño asintió con la cabeza, prestando atención —¿Qué es eso? —señaló hacia el escritorio en una esquina de la habitación, donde estaba una caja de madera y que le había llamado la atención desde que la vio. Sin embargo, no se había animado a abrirla por temor a lo que hubiera en su interior.
—Otra cosa que quería mostrarte anoche. —respondió con calma —Tengo que hablar contigo de algunas cosas, pero tal vez sea mejor esperar a mañana o más tarde. No quiero abrumarte después de...
—Estoy bien. —aseguró enseguida —Lo que debas decirme, dímelo.
Hiccup la observó unos segundos, queriendo asegurarse de que tan buena idea sería hablar con ella. Al verla frunciendo el ceño y escuchando su insistencia, decidió que debía hacerlo.
Se levantó con calma y fue por aquella caja. Astrid hizo espacio al mover la comida y aprovechó el momento para dejar el cuenco vacío en la charola y tomar el plato con ensalada.
—De acuerdo. Esto es lo que quería mostrarte. —abrió la caja, dejando ver primero un mapa de Berk, el cual ella tomó enseguida —Esas son tus tierras ahora. —sonrió, viéndola analizar cada espacio en el mapa
—¿Tierras humanas? —preguntó confundida —¿Qué significa eso? —levantó la mirada al castaño —¿Los tienen recluidos ahí o algo por el estilo?
—Algo por el estilo. —se encogió de hombros —Gran parte de ese territorio tiene una protección especial, qué le impide a los hooligans acercarse. Sin importar quién sea, ningún hooligan podrá entrar a ese lugar sin la autorización del jefe.
—¿Una zona segura de ustedes? —cuestionó con sorpresa sin poder evitarlo
—Completamente segura de nosotros. —asintió con la cabeza
—¿Alguna vez has ido? —dejó el mapa a un lado, volviendo a comer un poco más de ensalada mientras lo escuchaba responder con tranquilidad
—He ido algunas veces. Mi madre va cada dos semanas para asegurarse que todo esté en orden y la he acompañado en algunas ocasiones. —ante la mirada curiosa de la rubia, continúa explicando —Mi madre es quien se encarga de ese territorio, es uno de sus deberes como jefa y... Bueno..
—Supongo que espera que yo me haga cargo después. —dedujo, él asintió con la cabeza despacio —Y... ¿Cómo fue tu experiencia en ese lugar? —Hiccup hizo una mueca, recordando las razones por las cuales fue en primer lugar a ese lugar y las razones por las que había dejado de hacerlo. Suspiró profundamente, buscando las palabras correctas para poder contarle sobre su experiencia en los territorios humanos sin revelar demasiado. No sé sentía listo para contarlo todo
—Fue una experiencia interesante. —sonrió a medias, contándole un poco de su pasado
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