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XV

—Llegamos, bienvenida a tu nueva casa. —dijo el castaño mientras entraba a la cabaña donde se quedaría con Astrid durante todo el periodo de luna de miel. Llevaba a la rubia cargada y ella observó el lugar con detenimiento —¿Qué te parece? —se acercó a la pequeña sala para bajarla con cuidado y la observó con curiosidad

—¿Viviremos aquí? —preguntó en un murmullo, tratando de soltar los broches que mantenían la capa sobre sus hombros

—Al menos la luna de miel. Después de eso podemos decidir si quedarnos o... Espera, te ayudo. —se inclinó para ayudarle con aquella capa al verla tener gran dificultad para soltar los broches

—Estas cosas queman. —se quejó, jalando los brazaletes mientras dejaba que él quitara la capa

—¿Queman? —preguntó confundido, viéndola jalar los brazaletes con fuerza —Oye, oye.. espera. —la detuvo —Vas a hacerte daño. —le retiró ambos brazaletes con calma —¿Mejor? —le sonrió

—¿Qué es esto? —acercó su muñeca izquierda a su rostro, viendo aquella marca que ella no recordaba de dónde había salido

—Es nuestra marca de matrimonio. —explicó el castaño, retirando con calma y mucha suavidad los accesorios que seguían en el cuello y hombros de la rubia

—¿Esto es lo que le indica a otros que te pertenezco? —acarició la marca, haciendo una mueca al sentir ardor en la zona

—Indica que estás casada. Yo tengo una igual. —retiró la corona de su cabeza y la dejó a un lado con cuidado, junto con el resto de accesorios

Después quitó su propia capa, corona y brazaletes, dejando todo junto a los accesorios de la rubia.

—Es como...como las marcas que le pone al ganado. —murmuró, rascando la marca un poco

—¿Qué? —giró a verla, notando que rascaba su muñeca de manera insistente —Astrid, cielo, eso hará que se irrite tu piel. —se acercó a ella, queriendo detener sus acciones

—No me digas así. —se quejó, dejando de rascarse para empujarlo con ambas manos y conservar su distancia con él

—De acuerdo, lo siento. —retrocedió, viéndola ponerse de pie con cuidado

—No quiero estar aquí. —murmuró, avanzando con calma y deteniéndose de los muebles para no caer

—¿Prefieres salir a tomar aire? —la siguió con la mirada, retirando el cinturón que tenía sobre la túnica

—Me gustaría más poder volver. —se tambaleó, logrando detenerse de una pared cercana para no caer al suelo

—¿Quieres volver a la fiesta? —se acercó a ella con cautela, manteniendo su distancia para no incomodarla

—Quiero volver a casa. —murmuró, sollozando en bajo

—Astrid... —trató de acercarse para abrazarla, pero ella volvió a empujarlo

—No me toques. —dijo molesta, alejándose de él y chocando con uno de los sofás, lo que le permite sostenerse

—Vas a caerte, deberías...

—Déjame en paz. —manoteó en cuanto él tomó su cintura para mantenerla de pie, el castaño logró detener sus movimientos y trató de llevarla al sofá para que se sentara mientras ella seguía resistiéndose

—Necesitas sentarte un momento. —insistió, tratando de hacer que se sentara en el sofá más cercano

—Deja de decirme qué hacer. —le reclamó, logrando soltarse de su agarre después de darle un golpe y cayendo al suelo al no poder detenerse de nada a tiempo

—Por todos los dioses, ¿Estás bien? —Hiccup se acercó para asegurarse que estaba bien, angustiado por la manera en la que ella comenzó a llorar —Astrid...

—No tienes idea de cuánto te odio. —dijo entre sollozos levantando la mirada hacia él —Me arruinaste la vida. Yo tenía un plan de lo que quería hacer, yo tenía mi vida planeada... y tú lo arruinaste. —él no se acercó más, sintiéndose culpable por el estado de su ahora esposa —Tenía planeado vivir con Heather el resto de nuestras vidas... ella y yo solamente. Y tú me trajiste aquí en contra de mi voluntad.

—Lo siento. —se disculpó en bajo, siendo consciente de las lágrimas que se acumulaban en sus ojos

—Me separaste de mis hermanos, de mis sobrinos... me lo quitaste todo... Y te odio por eso. Siempre voy a odiarte por eso. —continuó llorando, culpando al castaño una y otra vez, diciendo que lo odiaba en repetidas ocasiones

Hiccup aguantó sus ganas de llorar, aguantó los empujones y manotazos que la rubia le dio cuando la levantó del suelo para sentarla en el sofá. Aguantó los insultos cuando retiró aquel cinturón para que no le molestará al dormir, aguantó el llanto intenso que no paraba mientras retiraba despacio cada uno de los broches de su cabello.

Cuando el llanto se estaba calmando, se agachó frente a ella para tratar de averiguar si estaba bien. Y no pudo sentir alivio al notar el semblante tranquilo de su esposa, pues a los pocos segundos ella dejó salir toda la cena sobre él.

Se quedó quieto al sentir el vómito en su túnica, trató de mantenerse tranquilo y le preguntó si se sentía mejor. Ella negó con la cabeza y se inclinó hacia él. Hiccup creía que quería abrazarlo, lo que le parecía extraño y quiso detenerla para que no manchara su vestido. Pero lo que pasó fue algo completamente diferente. Astrid terminó recargándose en él, manchando su vestido en el proceso y vomitando más en la espalda del castaño.

Después de eso, había quedado inconsciente.

Hiccup tuvo que sentarla nuevamente en el sofá, retiró su túnica con cuidado y, sintiéndose asqueado por la situación, limpió el rostro de la rubia antes de retirar el vestido con cuidado para poder llevarla a la cama a descansar.

Mientras limpiaba la sala y se aseguraba de quitar el rastro de vómito de las prendas y de sí mismo, consideró que ese era un buen castigo para él. Era el karma por haber obligado a Astrid a casarse. Era lo menos que se merecía por arruinar la vida de su amada rubia.

El sonido de una puerta abriéndose le trajo de regreso al presente. Giró la mirada a la habitación y sonrió a medias al ver a su esposa saliendo con cautela.

—¿Estás lista? —ella asintió con la cabeza despacio y se acercó a él, sintiéndose incómoda con el vestido blanco que le habían indicado que debía usar

—¿Es necesario que use eso? —señaló los accesorios dorados, que seguían sobre la mesa de comedor

—Solo la capa, el cinturón y la tiara. —explicó con calma, acercándose por dichos accesorios para dárselos —La tiara será solo está semana y en eventos importantes. —murmuró una vez que ella tomó el cinturón para colocarlo

—¿Los vestidos son obligatorios? —terminó de poner el cinturón y tomó la capa, la cual se puso sin problemas

—Al menos hoy, lo es. —acomodó la tiara sobre su cabeza, teniendo cuidado de no deshacer su peinado

—De acuerdo... —hizo una mueca —¿Crees que alguien pregunte? —él la vio confundido —Por... la noche de bodas... —explicó, desviando la mirada

—No creo que lo hagan. —negó con la cabeza —Y no tenemos que responder a ningún cuestionamiento. Es nuestra intimidad, después de todo. —se encogió de hombros —Ahora, vamos. Deben estar terminado de preparar las provisiones para tu familia. —ella asintió con la cabeza, siguiéndole hacia la puerta

Sentir todas las miradas sobre ella era una de las peores sensaciones que había experimentado. No le gustaba en lo más mínimo ser el centro de atención, menos cuando aquellas personas eran completamente desconocidas.

—Oh, ahí están... el heredero y su hermosa novia. —reconoció la voz, era aquella mujer que se había burlado de ella la tarde anterior, giró la mirada a verla y está seguía sonriendo con burla hacia los recién casados —¿Qué tal su noche de bodas? ¿Has seguido mis consejos? —preguntó a la rubia, quién apartó la mirada avergonzada

—Fue una noche maravillosa. —respondió el castaño, rodeando la cintura de Astrid para acercarla a él —Y para desgracia de tu curiosidad, me temo que los detalles se quedarán entre mi esposa y yo. —le sonrió —Que tengas buena tarde, Gila. —siguió su camino, ignorando la indignación de la mujer —Solo quiere incomodarte. —murmuró hacia la rubia mientras seguían avanzando, volviendo a marcar su distancia con ella

—¿Así será siempre? —preguntó en bajo

—No lo sé. —hizo una mueca —Pero trataré de estar cerca de ti, para que no te sientas incómoda si ella o alguien de su familia se te acerca.

—Supongo que eso está bien. —murmuró

—Perdona por... bueno...

—Está bien. —le restó importancia —Lo hiciste para ayudar, ya déjalo. —se abrazó a sí misma, viendo con desconfianza a su alrededor

El castaño asintió con la cabeza, diciendo nada más el resto del camino. Una vez visualizó el carruaje que se llevaría a sus suegros, hizo una mueca, notando que algo no estaba bien con su comportamiento ansioso.

—Mamá, ¿Todo está bien? —Astrid se acercó a su madre enseguida al verla nerviosa, el castaño se acercó a Estoico al verlo ayudar con el baúl lleno de carne que los Hofferson se llevarían como parte de su acuerdo

—Mi niña, creí que no te vería hoy. —murmuró Gerda, acunando el rostro de su hija y viéndola con detenimiento

—Estoy bien. —le dijo con calma, notando que parecía inspeccionarla

—Oh, mi pequeña. —la abrazó con fuerza —Lo siento tanto. —murmuró

—Mamá...

—De haberlo sabido antes, te juro que habría hecho algo para detener esto. —dijo en un murmullo, desconcertando a la menor

—¿De qué estás hablando? —comenzó a angustiarse

—Gerda, tenemos que irnos. —Thorkell se acercó a su esposa, quien se separó despacio de su hija

—Mamá...

—Cuídate mucho, mi niña. —murmuró, dejando un beso sobre su frente —Y lo lamento... de verdad lo siento. —se disculpó, separándose por completo de ella para subir al carruaje

—¿Papá? —preguntó con la esperanza de obtener respuestas de que estaba pasando, pero el hombre solo dejó un beso en su frente antes de seguir a Gerda

La rubia permaneció en su lugar, sin entender qué estaba pasando, con una sensación horrible en el estómago y la cabeza llena de dudas.

El carruaje inició a avanzar poco después, Hiccup se acercó con cautela al verla aún en su lugar.

—¿Todo en orden? —cuestionó en bajo

—Algo está mal. —murmuró, viendo que sus padres se alejaban cada vez más —Ayer... Ayer estaban bien y... ¿Qué pasó? —preguntó confundida

—¿No te dijeron porque se iban antes de lo acordado? —hizo una mueca al verla negar con la cabeza

—Parecía... es como si estuvieran huyendo... de mí... —volvió a abrazarse a sí misma

—No solo de ti. —el matrimonio giró la mirada al jefe, quién se acercó a ellos con calma —Han actuado raro desde anoche.

—¿Tienes una idea de que pudo haber pasado? —preguntó el castaño a su padre

—No lo sé. —negó Estoico con la cabeza —De un momento a otro decidieron dejar el comedor, Sigrid los escuchó hablar sobre el gran error que habían cometido. Supongo que se arrepienten de haber aceptado la boda. —vio a la rubia, que hizo una mueca y apartó la mirada —Después de eso fueron con tu madre para pedir las cosas del acuerdo para esta mañana y se fueron.

—¿No dijeron nada más? —Astrid volvió la mirada a su suegro, que negó nuevamente con la cabeza

—Al menos, Anja no me lo dijo. —se encogió de hombros

—¡Tío! —La voz alegre de Siri llamó la atención de los tres —Buenas tardes. Lamento interrumpir. —aterrizó con cuidado junto a la rubia, quién se alejó un paso por instinto —Mi madre me mandó. Necesita un poco de ayuda en el establo. —informó al jefe

—Ahora voy, Siri. Gracias por decirme. —la menor asintió, prestando su atención a la rubia

—Mérida tenía razón, eres muy bonita. —le sonrió antes de alejarse en vuelo hacia el establo, siguiendo a Estoico

—¿Mérida? —Astrid vio a su esposo, desconcertada

—La pelirroja con la que bailaste anoche. —le explicó, viendo a su padre alejarse con su prima y pensando en cuál sería la razón por la cual su tía necesitaba ayuda

—Oh... —asintió con la cabeza, regresando la mirada hacia él lugar donde se habían ido sus padres

—¿Te gustaría preguntarle a mi madre por... la repentina huida de tus padres? —cuestionó con calma, notando las dudas que ella tenía respecto a la rápida despedida de sus progenitores

—¿Crees que sepa algo? —no giró a verlo, simplemente vio a la lejanía, con la esperanza de que ver hacia aquel punto le diera una respuesta

—Podemos averiguarlo. —se encogió de hombros

—Bien... supongo que no hay nada que perder. —aceptó, girando finalmente a él —Preguntemos a tu madre.

—Vamos a buscarla. Debe estar en el comedor. —señaló hacia el comedor con la cabeza, ella asintió y comenzó a avanzar junto con él —Te molesta llamar la atención. —dedujo al notar su incomodidad por las miradas de los berkianos

—Me molesta que hagan eso. —murmuró, viendo a unos pequeños hacerle una reverencia antes de salir corriendo para seguir con su día

—Es una muestra de respeto. —dijo con calma

—Es estúpido. —hizo una mueca, haciendo reír al castaño con suavidad —No te rías de mí. —frunció el ceño con molestia

—Lo siento, lo siento. —se disculpó al sentir un empujón de parte de la rubia —Es solo que... Algún día serás la jefa de Berk, todos están tratando de ganar tu respeto y demostrar que están para servirte. —comentó con calma

—Yo no necesito sirvientes. —negó enseguida —No pienso tratarlos como si fueran inferiores solo porque soy tu esposa.

—Entonces, no lo hagas. —se encogió de hombros —No son inferiores. No los obligamos a servirnos.

—Pero...

—No son esclavos, tienen libertad de decisión. Son trabajadores, en realidad. —le sonrió a medias —cada uno tiene su sueldo y son libres de cambiar de puesto si lo creen necesario.

—¿Por qué solo los humanos trabajan? —preguntó sin rodeos

—Eso no es del todo cierto. —negó con la cabeza —Los hooligans también trabajan, pero hay una diferencia entre la cantidad de humanos y la cantidad de hooligans que hay en esta parte de Berk. —comenzó a explicar —Más hacia el sur, hay asentamientos de hooligans, todos trabajan y reciben un salario igualmente. En el puerto, hay tanto hooligans como humanos, ayudando con la pesca y con la recolección de materiales. Berk no solo es esto. —señaló hacia el comedor y la casa de su familia —Es bastante extenso. Y espero poder mostrarte todo.

—Espero que me puedas mostrar todo. —murmuró, viendo nuevamente a las personas que le saludaban con una sonrisa

Cuando llegaron al comedor, se dieron cuenta que parecía haber una discusión. Un hombre mayor discutía con Anja, lo que desconcertó a la pareja.

—No te alejes mucho. —le pidió en bajo mientras avanzaban hacia la jefa, quién intentó hacer que el hombre guardara silencio ver a su hijo y nuera acercarse

—¡Tú no vas a decirme cuándo hablar y cuando no! —exclamó el hombre con molestia

—Ya basta, por favor. —le pidió una vez más, con tono bajo y retrocediendo al verlo alzar su mano, la cual Hiccup detuvo antes de que se atreviera a tocar a su madre

—¡Suéltame, pedazo de...! —guardó silencio al notar que era el castaño —Oh... eres tú. —se soltó de su agarre con un movimiento brusco

—Siempre es un disgusto verte. —frunció el ceño, viendo al hombre con molestia

—Hijo... —Anja tomó el brazo del castaño para alejarlo un paso del mayor —Deberían salir de aquí, yo me encargo. —sugirió, viendo a su nuera a solo unos pasos del hombre, observando todo con curiosidad

—Deberías estar con tu esposa. ¿O es que no es capaz de complacer tus caprichos? —sonrió divertido

—Papá... —Anja quiso intervenir, pero el hombre aventó su tarro con fuerza en el suelo, interrumpiendo lo que ella quisiera decir. El tarro rebotó y casi golpea a Astrid, que dio un brinco ante aquel movimiento brusco.

—Oh... ahí estás. —vio a la rubia, sonriendo divertido al verla asustada —¿Qué tal tu noche de bodas, niña? —preguntó con gracia, riendo un poco al verla removerse incómoda ante la pregunta y la mirada insistente de aquel hombre

—Deja a mi esposa tranquila. —intervino Hiccup, soltándose del agarre de su madre con cuidado para colocarse entre su abuelo y la chica

—Debo admitir, que tienes un buen gusto. —el mayor no dejó de ver a la rubia, que retrocedió un paso por la cercanía de Hiccup—Todas las humanas tienen fama de ser...

—Basta. —le interrumpió el castaño, con molestia, sabiendo lo que iba a insinuar

—No tienes de que enojarte, niño. —le sonrió con diversión —Te has ganado un premio al elegirla a ella. Escuché que tiene experiencia. Dime, ¿has logrado cumplir sus expectativas como lo hiciste con aquel otro chico? —preguntó a la rubia

—¿Qué? —preguntó ella desconcertada, Anja suspiró aliviada al ver que Estoico entraba al comedor junto con Sigrid y Caryn, a quien había mandado a buscar al jefe en cuanto se percató de la presencia de su padre

—Tu padre mencionó a un chico... Un joven apuesto y adinerado, que ha estado tras de tí por mucho tiempo. —aquel comentario llamó la atención de la castaña, quien se acercó un poco más al notar el enojo en su hijo por las palabras del mayor —No me sorprendería si hubieras decidido estar con él. Después de todo, las humanas suelen meterse en la cama de cualquiera que esté dispuesto a darles dinero. Y tú no eres la excepción ¿Verdad? —sonrió con gracia

Astrid no sabía cómo, pero había quitado al castaño de en medio y se había acercado lo suficiente para darle un golpe al hombre. Al escuchar el jadeo asustado de Anja y ver la sorpresa en el rostro del castaño, se dio cuenta de lo que había hecho... del gran error que había cometido. 

Había golpeado al abuelo de Hiccup, había golpeado a alguien de su familia... 

Sabía que ahora estaba en problemas, en muchos problemas...

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