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XIV

El bullicio de los berkianos les siguió hasta el comedor. Hiccup abrió las puertas y volvió a tomar su mano para entrar juntos, la guío con calma hasta la mesa al fondo. Los jefes iban tras ellos, seguidos por los Hofferson. Después de ellos, los ruidosos berkianos se adentraron al lugar para poder disfrutar del banquete.

Una vez en su lugar, Astrid observó a su alrededor. Notando que todos parecían realmente felices por ese día. Excepto por algunos que aún la veían con desprecio.

—No les prestes atención. —murmuró el castaño, acercándose a ella para que su voz se escuchará entre tanto ruido alrededor

—Parece que no les agrado. —dijo con calma, girando a verlo y separándose de él unos centímetros

—Es que no les agradas, ni un poco. —afirmó, acomodándose mejor en su asiento para mantener una distancia considerable de ella y no incomodarla

—¿Es por que soy humana? —cuestionó sin poder evitarlo, sacándole una carcajada al castaño, quién negó con la cabeza enseguida

—Es porque me casé, en general. —se encogió de hombros —Son miembros del concejo de mi difunto abuelo. Eran importantes y poderosos en ese momento. Pero perdieron poder cuando mi padre asumió el cargo de jefe. —comenzó a explicar, agradeciendo a Tuffnut cuando se acercó a ofrecerles hidromiel —¿Quieres? —preguntó a la rubia, quién asintió con la cabeza y agradeció al rubio

—¿Eso qué tiene que ver conmigo? —cuestionó con curiosidad, queriendo sacarle información al castaño, toda la que pudiera, con la esperanza de que algo de eso le ayudara en un futuro

—Uno de esos hombres, es hermano de mi abuelo. —respondió después de pasar un sorbo de la bebida —No es un Haddock, es hijo de una aventura de mi bisabuelo. —comenzó a explicar con calma —Mi abuelo le dio poder en el concejo por ser su sangre. Mi padre se lo quitó porque no lo considera familia. Ahora, respecto a porqué te ven así.. están molestos porque, a pesar de que no se les considera oficialmente parte de la familia, están en la línea de sucesión de alguna manera. —se encogió de hombros —El hecho de que tenga esposa, significa que puede haber herederos, lo cual implica que ellos descienden aún más en la línea para obtener el control de Berk.

—¿Qué pasaría si no tuviéramos hijos? —tomó de la hidromiel que le habían llevado mientras esperaba por una respuesta, viendo con atención al castaño, que igualmente dio un sorbo a su bebida antes de responder

—Si yo muriera sin dejar herederos, el puesto de jefe quedaría en mi tía. —señaló a una mesa cercana, donde Sigrid regañaba a su esposo con una sonrisa divertida después de que éste derramara su bebida por estar distraído —Si ella no estuviera, pasaría a mi primo. —señaló ahora hacia Snotlout, quién le ayudaba a Tuffnut a repartir la hidromiel —Y si él no tuviera herederos, el puesto sería para mi prima. —señaló a otra mesa cercana, donde una pelirroja reía abiertamente de uno de los relatos de una joven pelinegra —Después de ella, hasta el momento, iría el hermano de mi abuelo.

La rubia asintió con la cabeza, comprendiendo entonces el odio de aquellas personas. Comprendió la razón por la cual aquella mujer de cabello oscuro se había burlado un poco de ella mientras se preparaba para la ceremonia. La veían como una amenaza.

Y no estaba segura de cómo sentirse al respecto.

—Tu tía no se presenta como una Haddock. —tomó un poco de la carne que había en la mesa para ponerla en su plato

—Eso es porque se casó. Adoptó el apellido de su esposo. —el castaño tomó un plato con papas sazonadas y se sirvió unas cuantas antes de ofrecerle a la rubia, quién aceptó —Pero, si ella tuviera que quedar a cargo, volvería a ser Haddock. Ella, su esposo y mis primos.

—Ya, claro... —asintió con la cabeza, devolviéndole el plato de papas y tomando un plato con lo que parecía ser un aderezo —Supongo que el apellido venía de tu bisabuela. Por eso el bastardo que tuvo tu bisabuelo no es un Haddock. —notó la mueca de desagrado del castaño y detuvo sus acciones un momento —¿Está mal si tomo un poco de esto? —preguntó por instinto, creyendo que tal vez hacía algo mal y por eso su disgusto

—No, no. —negó enseguida —Adelante, toma lo que quieras. —le sonrió a medias —Es solo que... no me encanta usar esa palabra. —explicó con calma, poniéndose de pie y estirándose para servirse pescado

—¿No te gusta usar la palabra bastardo? —le vio confundida, dejando el aderezo a un lado, sin haberse servido

—No es de mis palabras favoritas. — se encogió de hombros, volviendo a sentarse

—¿Por qué? —aquella pregunta salió de su boca sin siquiera pensarlo, arrepintiéndose al ver que el chico se tensaba en su lugar—Quiero decir... es solo una palabra... —murmuró, regresando la mirada a su comida, sirviéndose un poco de aderezo e iniciando a comer en silencio

Quería saber más, quería preguntar muchas cosas. Pero debía ser inteligente y cautelosa. Sabía que no lograría nada positivo si presionaba demasiado al castaño para obtener respuestas. No quería molestarlo de más, no debía hacerlo enojar, no sabía de que era capaz.

Hiccup suspiró y comenzó a comer, igualmente en silencio. Pensando en las razones por las que aquella simple palabra le causaba tanto problema. Recordando a Jack, quién había sido insultado con aquella palabra desde su nacimiento. Y pensando en el hecho de que, si lo analizaba bien, él mismo era un bastardo.

Giró la mirada a su madre, quién comía con calma. Vio a su padre, que reía con Bocón y veía de vez en cuando a Anja para asegurarse que estaba bien. Se preguntaba qué pasaría si le contaba sobre su origen a Astrid, si le dijera la verdad respecto a su madre, si le confesara que era mestizo.

¿Qué pensaría de él? ¿Guardaría el secreto? ¿Podría confiar más en él si se lo decía?

Sintió la mano de Astrid sobre su brazo, lo que le regresó a la realidad. Volteó enseguida a verla, notando que murmuraba algo a sus padres antes de verlo.

—Disculpa, mi padre quiere pedirte que me controles mejor. —le sonrió con falsa dulzura antes de tomar su tarro de hidromiel, el segundo que terminaba

—¿Qué? —preguntó desconcertado, viendo a su suegro un segundo, notando que parecía molesto por la imprudencia de la rubia

—Bueno, no quiere que coma demasiado. Cree que eso arruinará la experiencia. —se encogió de hombros —Ya sabes , estaré muy llena para "la hora del postre." —hizo comillas con sus dedos, giró a sus padres para verlos un segundo antes de regresar la mirada al castaño —Y como ahora eres mi esposo, cree que deberías ser tú quien me obligue a parar. —volvió a sonreírle falsamente

—¿Yo? ¿Obligarte? —le vio desconcertado

—Si, ya sabes... ahora que soy de tu propiedad...

—Eres mi esposa, no una propiedad. —corrigió

—Si, si. Lo que digas. —le restó importancia a su comentario y al regaño que Gerda murmuraba —El punto es... que como ahora soy de tu propiedad —insistió, para disgusto del chico —, mis padres consideran adecuado pedirte que me pongas un alto. —soltó una risita baja mientras veía el desconcierto en el rostro de su ahora esposo

—Astrid, yo no puedo decirte qué hacer o qué no hacer. —dijo con calma

—Entonces, ¿Puedo comer más? —sonrió victoriosa cuando él castaño asintió con la cabeza

—Si tú estás bien con eso, adelante. —sonrió al notar la emoción de la rubia cuando se sirvió más carne y pidió más licor, pasando después su atención a sus suegros

Thorkell resopló molesto, mientras que Gerda parecía realmente angustiada por la cantidad de alcohol que su hija estaba tomando. Vio después a la rubia disfrutando de la comida, sonriendo al notar que su mal humor se iba casi por completo. Esperaba que esa alegría durará hasta la noche.

Al paso de las horas, se dio cuenta que aquella alegría era por la cantidad de alcohol que estaba tomando y comenzó a angustiarse al notar que, su ahora esposa, parecía realmente afectada por el alcohol.

Ella había accedido a bailar con Mérida cuando ésta se lo pidió y parecía feliz, al menos hasta que comenzó a marearse. Hiccup se acercó y logró detenerla por la cintura en cuanto se tambaleó.

—Creo que deberías descansar un momento. —sugirió en bajo, haciendo más firme su agarre en la cintura para mantenerla de pie y cerca de él

—Todo me da vueltas. —admitió en un murmullo, aferrándose a la túnica del castaño

—Puedo verlo. —le sonrió, esperando a que el mareo disminuyera un poco —¿Quieres ir a descansar o... a tomar algo de aire? —se acercó más a ella ante un empujón de los berkianos que aún bailaban a su alrededor y se alejó unos pasos con ella entre sus brazos para evitar qué le hicieran daño

—Deberíamos irnos. —asintió con la cabeza despacio, volviendo a aferrarse al castaño ante otro empujón, el cual fue suave debido a que él castaño detuvo al chico con un brazo para que no le golpeara por completo

—¿Quieres despedirte de tus padres primero? —buscó con la mirada a sus suegros, no encontrándolos por ningún lado

—No tiene caso. —negó con la cabeza —Ellos ya me dejaron a mi suerte. —murmuró, dejando la mirada perdida, ignorando un poco su alrededor y concentrándose en el bordado dorado de la ropa de su esposo

—De acuerdo, entonces vamos a casa. —dijo con algo de duda, comenzando a avanzar con cuidado entre la gente, cuidando de ella y sonriendo al escucharla preguntar por los grabados de su ropa, soltó una risa cuando le dijo que una de aquellas figuras parecía estarse moviendo de lugar —No creo que se esté moviendo. —la cargó con cuidado una vez llegaron a un lugar con menos gente

—Pero era diferente hace un momento. —frunció el ceño, molesta ante la risa del castaño —No te burles de mí, de verdad es diferente. —se quejó

—De acuerdo, de acuerdo. Pondré más atención a los bordados de ahora en adelante. —sonrió divertido al escucharla maldecir en un murmullo

Jack sonrió con gracia al ver a su amigo castaño acercarse a él con la rubia en brazos.

—Que tengas un buen viaje. —dijo con una sonrisa y bajó la mirada a su esposa, quién se quejó por el repentino ruido de los berkianos alrededor, que seguían celebrando y les deseaban una placentera noche de bodas

—Que los dioses bendigan su matrimonio. —dijo el peliblanco, haciéndose a un lado para dejarle pasar

—Saluda a la reina por mí. —le dijo con calma antes de seguir su camino

El peliblanco suspiró profundamente, buscando con la mirada a Mérida para despedirse, pero al verla prácticamente recostada sobre el hombro de Snotlout y apunto de quedarse dormida, decidió que era mejor no acercarse. Se despidió de los jefes a la distancia, Anja le sonrió con cariño y le agradeció con señas por haber accedido a quedarse en la ceremonia por tanto tiempo. Jack hizo una pequeña reverencia hacia ella y salió del comedor para ir hacia el barco que lo llevaría a aquellas tierras al otro lado del mar.

La idea de embriagarse para que la noche de bodas fuera menos tormentosa en su memoria y para darle un poco de valentía para ese momento, sonaba realmente bien después del primer tarro de hidromiel. Sentía que era la mejor de las ideas simplemente dejarse llevar por el alcohol, pero ahora se arrepentía. No recordaba mucho de las últimas horas. Tenía un recuerdo de ella bailando con una mujer pelirroja, recordaba la música animada, los empujones repentinos... recordaba a Hiccup llegar y tomarla de la cintura, recordaba que la había cargado para sacarla del lugar. Pero... además de eso, no recordaba nada.

Sintió un horrible dolor de cabeza cuando comenzó a despertar, por lo que llevó su mano a su frente, siendo consciente de la suavidad en la que estaba recostada, la calidez de las mantas y la falta de aquellos accesorios dorados en sus muñecas. Abrió los ojos despacio, viendo la habitación en donde estaba. Notó que las cortinas impedían que la luz solar entrara de lleno, lo cual agradecía, vio las pequeñas luces que alumbraban el lugar con una tonalidad baja.

Se removió en la cama, tratando de despertar por completo y recordar que había pasado o dónde estaba. Suspiró viendo el techo unos minutos, se cubrió más con las mantas y fue en ese momento que se percató de la ausencia de su vestido.

Se levantó enseguida, ignorando el dolor de cabeza, vio que su ropa interior estaba en su lugar, rebuscó entre las mantas y suspiró aliviada al no ver sangre en ningún lugar. Acomodó su cabello fuera de su rostro y notó que aquellos broches que habían puesto en su cabeza tampoco estaban.

¿Qué había pasado?

Se quejó, llevando ambas manos a su cabeza y acercando sus piernas a su pecho, sintiéndose frustrada por no tener recordar nada. Se sintió como una tonta por haber bebido demasiado, debió beber menos, debió ser más cuidadosa.

La puerta de la habitación se abrió con calma, llamando su atención. Se cubrió por completo con las mantas al ver al castaño entrar con pasos lentos, llevando consigo una charola.

—Buenos días. —le sonrió a medias —Te traje el desayuno. —señaló la charola con la mirada

—¿Qué me hiciste? —preguntó enseguida, viéndolo con detenimiento mientras este caminaba por la habitación hasta el mueble junto a la cama

—Bueno... yo no lo cociné. —se encogió de hombros —Es pescado, un poco de puré y traje aderezo en caso de que...

—No. —negó con la cabeza, haciendo una mueca al sentir nuevamente dolor —No me refiero a la comida.

—Toma. —extendió un tarro hacia ella —Esto te ayudará con el dolor de cabeza. —se sentó en el borde de la cama mientras la veía tomar un trago de aquella bebida —¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó con calma

—Me sacaste del comedor. —contestó con algo de duda

—Te traje a descansar. Estabas mareada. —le sonrió un poco

—¿Por qué no tengo ropa? —frunció el ceño, viéndolo con molestia

—Bueno... cuando llegamos a la habitación, te ayudé a quitarte la capa de piel y los brazaletes. Dijiste que te quemaban. —Astrid vio sus muñecas, notando en ese momento aquella marca extraña en su muñeca izquierda, viéndola con mayor detenimiento que la tarde anterior —Es nuestra marca de matrimonio. —le explicó, subiendo la manga de su túnica para que ella viera que él tenía una igual —¿Aún duele? —preguntó en voz baja, angustiado al ver la mueca de la rubia

—Me da comezón. —admitió, cubriéndose mejor antes de darle un sorbo a la bebida dulce que el chico le había dado

—De acuerdo.. —murmuró con duda —Si te molesta mucho, puedo conseguir algo para...

—Estoy bien. —le interrumpió —¿Qué más pasó anoche? —lo observó con atención, notando que dudaba antes de responder —Quiero la verdad. —le exigió, frunciendo su ceño

—Te ayudé con los brazaletes, la capa y el cinturón. Me dijiste lo mucho que me odiabas y vomitaste sobre mi. —se encogió de hombros, viendo la charola con comida —Después de eso, te desmayaste.

—¿Por qué no traigo ropa? —insistió

—Te desmayaste sobre mi. —sonrió divertido —Fue un milagro que tu cabello no terminara manchado. —bromeó, levantándose de la cama para poder tomar la charola de comida y acercarla a ella —Lamento haberte quitado el vestido. —se disculpó al notar la evidente molestia de la chica y verla cubrirse con las mantas —Consideré que era una mejor opción quitarlo a dejarte dormir con la ropa manchada de.. bueno.. de vómito. —le sonrió a medias

—Claro, eso hace que toda esta situación sea mucho mejor. —dijo sarcástica —La mejor noche de mi vida. —rodó los ojos viéndolo alejarse de la cama unos pasos

—Sin duda la mejor. Porque anhelaba limpiar vómito en nuestra noche de bodas. —respondió con sarcasmo, haciendo que la tenue luz que había en la habitación fuera un poco más intensa. Astrid lo observó con detenimiento, sintiendo que había algo que no le estaba diciendo, pero no se atrevía a preguntar qué era. —Te dejaré desayunar. —avanzó por la habitación, abriendo una puerta del otro lado de la habitación —Aquí está el baño, puedes ducharte si lo crees necesario y... —se acercó a otra puerta, que parecía llevar a otra habitación —Aquí está tu ropa. Lo que trajiste de casa y las cosas que hemos conseguido para ti. —suspiró —Toma lo que necesites. Y... trata de no tardar mucho. —regresó la mirada a ella —Casi es medio día y tus padres planean irse pronto.

—Creí que se quedarían unos días. —murmuró desconcertada

—Esa era la idea. Pero al parecer tienen prisa por irse. —se encogió de hombros —Te esperaré afuera. —le sonrió a medias y salió de la habitación con pasos tranquilos

Astrid hizo una mueca, disgustada con toda esa situación. Tomó más de aquella bebida extraña y se dispuso a comer para poder ir a despedirse de sus padres. Trataba de recordar qué más había pasado la noche anterior, tratando de averiguar qué había hecho aquel castaño con ella una vez estuvo inconsciente. Y al no tener una respuesta, solo se limitó a pedirle a los dioses su protección para no ser herida por aquel chico.

Hiccup, por su parte, tenía bastante presentes las palabras que la rubia había dicho la noche anterior. Cada insulto, cada lágrima, cada golpe que ella le había intentado dar para mantenerlo alejado. Suspiró, sintiendo una terrible pesadez en el pecho al recordar lo que ella había dicho entre sollozos:

"Me arruinaste la vida. Yo tenía un plan de lo que quería hacer, yo tenía mi vida planeada y tú lo arruinaste. Y te odio por eso. Siempre voy a odiarte por eso."

Pasó sus manos por su cara para tratar de despejarse, pero aquellas palabras y el recuerdo de ella llorando tanto mientras trataba de alejarse de él... le hacía sentirse como un completo monstruo. Ella tenía razón. Él le había arrebatado su futuro, él la había hecho llorar, él era el causante de todo su dolor.

¿Qué diferencia había entre lo que él estaba haciendo y lo que aquél cazador quería hacerle?

Resopló, tratando de recordarse que era diferente, qué él no iba a hacerle daño ni obligarla a hacer nada que ella no quisiera. Pero, si lo pensaba bien... Ya la había obligado a casarse, ya la había hecho llorar y había visto más de lo que debió ver la noche anterior... sin su consentimiento...

Entonces... ¿Qué diferencia había entre él y los cazadores?


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