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VI

Cuando Astrid vio llegar a su mejor amiga a la tienda, le sonrió. Sin embargo, se desconcertó de verla tan seria y se angustió en cuanto la pelinegra se acercó para abrazarla con fuerza.

—¿Qué sucede? ¿Los niños están bien? —preguntó enseguida, devolviéndole el abrazo y esperando impaciente por una respuesta

—Ellos están bien. Eres tú quien me preocupa. —respondió con calma

—¿Yo? —se separó del abrazo y la vio desconcertada —Pero si yo estoy bien.

—Y le pido a los dioses que así sea por mucho tiempo. —murmuró, sintiendo lágrimas acumularse en sus ojos y volvió a abrazarla

—Heather, estoy bien. Descuida, no hay nada de qué preocuparse. —le devolvió el abrazo, acariciando su espalda para tratar de calmarla

No entendía qué le pasaba, pero no hizo más preguntas al respecto. Suponía que la charla del día anterior se había quedado grabada en la cabeza de la Berserker y eso era lo que le había puesto así.

Quería decirle que no hablaba en serio, que no planeaba ir a aquel lugar y que encontraría otra manera de reunir el dinero sin exponer su salud y su vida. Pero, en aquel momento, no podía hacerlo. Tenía que tener en cuenta y muy presente todas las posibilidades. Y, si fuera necesario, daría su vida por mantener a salvo a su familia.

—Todo estará bien. Te lo prometo. —murmuró, queriendo calmarla

Permanecieron abrazadas unos segundos más, antes de escuchar que entraba un grupo de clientes a la tienda. Heather limpió las lágrimas que habían logrado escapar de sus ojos y sonrió hacia una mujer que se acercó a preguntar por una de las prensas. Astrid aprovechó el momento para separarse un poco de ella y seguir con su trabajo, pues sabía que no tardaría mucho en iniciar a llorar si permanecía junto a su mejor amiga.

—Rubia, que gusto poder verte hoy. —giró la mirada a la voz conocida que se acercaba a ella, sonriendo a medias al ver a Valya, una mujer de la edad de sus padres, de cabello rojizo y ojos grises.

Ella solía ser una mujer eufórica, siempre con una sonrisa y un hacha en su espalda. Era bastante alta y de cuerpo bastante tonificado debido al arduo trabajo que realizaba al arar, sembrar y cultivar la vasta tierra que poseía. Ella podía ser la mujer más alegre y dulce o convertirse en una amenaza de la que deberías huir. Y, para su fortuna, Valya era siempre dulce con ella.

—Aquí estoy todos los días. —bromeó, sonriendo un poco más al escuchar la risa de la mujer

—Pero yo no. Así que es bueno verte. —se acercó a ella y dejó unas palmaditas suaves sobre su hombro mientras paraba de reír de a poco

—Es bueno verte también. —asintió la menor con la cabeza —¿Qué te trae por aquí? —preguntó con curiosidad —Creí que no te vería hasta después de la cosecha.

—Ese era el plan, pero ha surgido algo de último momento. —se acercó a ver la ropa cercana y la menor le siguió al verla hacer una seña para que lo hiciera —Ubbe volverá a casa antes de lo planeado. Quiere ayudar con la cosecha y me gustaría comprarle algo.

—Oh, ¿Buscas algo en especial? Podría ayudarte a buscar lo que...

—No, no... nada específico. Solo algo que pueda ser de su agrado. —le interrumpió, volviendo a mirarla —¿Podrías ayudarme? Creo que lo conoces mejor que yo en ese aspecto. —admitió apenada

—Encontraremos algo lindo para él. —le sonrió comprensiva

Ubbe era su hijo mayor, quién se había embarcado en un viaje largo hacia las tierras hooligans del norte con su padre desde hacía un año atrás. Tenían la intención de explorar territorios nuevos y acercarse más como padre e hijo, pues el hombre no había estado muy presente para él durante su infancia.

Valya lo había criado sola, haciéndose cargo de sus cultivos para poder darle alimentos a su pequeño y lo descuidó por esto sin querer. Ahora que tenía más tiempo libre, se había dado cuenta de lo distanciada que había estado de su primogénito y quería enmendar las cosas con él.

Astrid le ayudaba con lo que podía para que ella volviera a acercarse a su hijo, ya que tenía una relación cercana al chico. Heather las observó eligiendo ropa y sonrió a medias al imaginar que sería para aquel rubio que desde hacía tanto trataba de ganar el corazón de su mejor amiga.

Hiccup suspiró nervioso al darse cuenta que estaban por salir del bosque. Se inclinó un poco y acarició suavemente a su caballo para calmarlo, pues lo notaba inquieto.

—Se pone así porque tú estás inquieto. —comentó su padre con calma —¿Seguro que puedes seguir? —preguntó con tono suave

—Algún día seré jefe. Espero poder aprender todo lo que pueda de ti. Y este podría ser el primer paso. —la duda en su voz era clara, sin embargo los mayores no dieron a notar que se habían dado cuenta de su indecisión

—Tu madre estaría orgullosa de oírte decir eso. —comentó Estoico con una sonrisa

—Seguro que sí. Eso significa que su bebé está comenzando a ser un hombre. —bromeó el hombre rubio, sonriendo divertido para aligerar el ambiente

Hiccup soltó una risa suave ante el comentario y antes de que pudiera decir algo, Chimuelo se detuvo, relinchando inquieto mientras retrocedía unos pasos.

—Oye, oye.. ¿Qué pasa amigo? —se inclinó hacia adelante y acarició al caballo para calmarlo, viendo a su alrededor con atención para tratar de ver qué era lo que ponía así a los caballos, ya que incluso los que llevaban a su padre y Bocón se habían detenido

—Algo parece estar mal. —dijo Estoico con calma, tomó hacha y estaba por bajarse de la carreta cuando su hijo lo detuvo

—Espera, creo que ya vi el problema. —bajó de su caballo, avanzando con calma hacia uno de los árboles, donde se escondían unos cachorros de zorro, Chimuelo relinchó y se acercó a él enseguida, queriendo protegerlo —Hola, pequeños. —murmuró, agachándose para verlos mejor y haciendo una seña a su caballo para que no se acercará más, pues podría asustar a los cachorros

—Ten cuidado.

—Descuida, pa. —le sonrió, tomando con cuidado a uno de los pequeños animalitos, que parecía asustado —Creo que deberíamos rodear un poco. —dijo con calma, viendo un zorro más grande cerca de él, en una trampa que terminó con su vida —Podría haber más trampas alrededor.—tomó a los dos cachorros con cuidado y volvió hacia Chimuelo, quién olfateó a los pequeños con curiosidad antes de dejar que el castaño se acercará por completo hasta él

—Seguro era su madre. —murmuró Bocón con lástima al percatarse de aquel zorro sin vida, reanudando su camino y rodeando el lugar, teniendo cuidado de no encontrar más trampas adelante

—Dijiste que solo la rubia cazaba por aquí. —comentó Estoico con calma, Hiccup subió a su caballo con cuidado, manteniendo seguros a los cachorros

—Eso creí. —hizo una mueca —Esas trampas son nuevas. No son de ella o su familia. —negó con la cabeza, concentrando su atención en los pequeños en sus manos, levantando la mirada segundos después para estar atento al camino

—Cuando entreguemos el dinero podrás ponerlos en la carreta. —comentó su padre con calma —Sigrid seguro estará feliz de recibirlos y darles refugio.

—Seguramente. —concordó el castaño, soltando una risita al pensar en lo maternal que era su tía cuando de cachorros huérfanos se trataba

Recordó sin quererlo a su propia madre, tan protectora y amorosa con él desde que lo tuvo en brazos. Dispuesta a darle todo su amor a un pequeño que no era su responsabilidad, un pequeño al que ella había amado desde el primer instante y que se negaba a dejar de verlo como su niño, su hijo, su pequeño bebé.. sin importarle nada ni nadie.

Y él la amaba por eso, por su amor incondicional, por su sacrificio al cuidarlo y criarlo como su hijo. Por ser su madre en las buenas y malas, por ayudarle a convertirse en el hombre que estaba siendo...

Suspiró profundamente, bajando la mirada a los cachorros al escuchar suaves chillidos, sonrió a medias al ver que uno de ellos trataba de liberarse de su agarre para acercarse al otro, que chillaba y temblaba ligeramente.

Los acercó, teniendo cuidado de no dejarlos caer o hacerles daño y los vio con ternura al verlos acurrucarse juntos.

Chimuelo se detuvo, lo cual le hizo levantar la mirada nuevamente. Habían llegado a la casa Hofferson.

El castaño se desconcertó de los gritos que provenían del interior. Giró la mirada a su padre, que le hizo una seña de que permaneciera en su lugar. Estoico bajó de la carreta junto con Bocón, acercándose a la casa con cautela.

Hiccup bajó de su caballo con cuidado, acercándose a la carreta para acomodar a los cachorros en el asiento de su padre. Chimuelo se acercó a él para ver con curiosidad a las pequeñas criaturas que su amigo humano había tomado del bosque.

—No te harán daño. —le aseguró, acariciando su nariz para calmar su inquietud —Son dos bebés, necesitan un lugar seguro donde quedarse. —sonrió al notar un asentimiento del caballo y buscó con la mirada a su padre, que ya había entrado a aquella casa

Le intrigaba la manera en que podía hacer que las discusiones terminaran solo con su presencia, pues los gritos se habían acabado. Y era algo que solía pasar en Berk también.

Era como si su sola presencia fuera suficiente para calmar cualquier mal carácter o disputa.

Y se preguntaba si él algún día sería capaz de lograr algo así cuando fuera su turno de ser el jefe. Si es que lograba serlo algún día...

Astrid resopló con cansancio mientras avanzaba de regreso a casa. Valya era realmente agradable, pero fue terriblemente cansado ayudarle porque estaba tan emocionada por el regreso de su hijo que no dejaba de hablar de ello.

Había tardado mucho en elegir lo que llevaría y al final no sabía que había elegido, pues ella debía volver a casa con sus padres. Ya le preguntaría a Heather después que había pasado con ese regalo para Ubbe.

Al estar cerca de su casa, notó una carreta fuera. Frunció el ceño desconcertada al notar junto a ella a un chico castaño, que parecía molesto por alguna razón que no entendía.

Cuando estaba por preguntarle quién era y qué hacía en ese lugar, vio a un hombre rubio salir de su casa seguido de un hombre pelirrojo y su padre.

Supuso que eran aquellos hooligans a quienes les debían dinero, pero el hombre rubio le parecía conocido, por lo cual no estaba segura.

—Hija, que bueno que llegas. —la sonrisa triste de su padre le hizo entender que algo estaba mal, pero no lograba descifrar que era

—¿Dónde está mamá? —preguntó enseguida, por instinto, acercándose a él e ignorando por completo a los tres sujetos desconocidos

—Está adentro, ella..

—Mi niña.. —.. la abrazó en cuanto salió de la casa, la menor correspondió el abrazo enseguida, angustiada por escuchar suaves sollozos de su madre

—¿Qué pasó? —su mirada se dirigió enseguida al hacha junto a la puerta, queriendo asegurarse que siguiera ahí en caso de necesitarla

—Lo siento, cariño. Pero lo hacemos por tu bien. —murmuró la mayor, separándose del abrazo despacio para poder limpiar las lágrimas que corrían por sus mejillas

—¿De qué hablas mamá? —la vio confundida, girando la mirada a su padre al escuchar la voz de uno de los desconocidos

—Entonces, señor Hofferson. ¿Tenemos un trato? —preguntó el hombre pelirrojo, extendiendo la mano hacia Thorkell

—¿Trato? ¿Qué trato? —intervino la menor, acercándose a su padre antes de que hiciera cualquier cosa

—Cariño, te presento al señor Haddock. Jefe de todo el territorio de Berk. —señaló al hombre pelirrojo —Y a su hijo, Hiccup. —señaló hacia el castaño, que discutía en bajo con el hombre rubio, evidentemente disgustado con algo

Astrid frunció su ceño, queriendo entender qué demonios había pasado en su casa mientras ella no estaba y teniendo muchas preguntas formándose en su cabeza, pero antes de que pudiera hacer alguna de ellas en voz alta su padre continuó.

—Él será tu esposo la próxima luna llena. —ella giró rápidamente a verlo

—¿Él, qué? —preguntó confundida, deseando haber escuchado mal, que aquello fuera sólo producto de su cansada mente y su alocada imaginación, deseando que fuera mentira...

—Tenemos un trato, señor Haddock. —Thorkell estrechó la mano de Estoico antes que Astrid pudiera hacer o decir nada más

La rubia sentía su corazón latir con fuerza al asimilar que tal vez lo que había escuchado no era mentira. Vio el apretón de manos entre ellos, escuchó nuevos sollozos de su madre tras ella y después giró la mirada al castaño.

Él estaba serio, frunciendo su ceño con molestia al ver aquel apretón de manos. Astrid podía entender aquello. Él era un hooligan, hijo y posible heredero de uno de los territorios hooligans más grande que conocía, seguramente acostumbrado a tener a cualquier mujer a su disposición para satisfacer cualquiera de sus necesidades. Tan acostumbrado a tener todo lo que quería que seguramente esa era la primera vez que hacían algo en contra de sus deseos.

Un joven mimado desde el momento de su nacimiento, al que nunca le habían dicho que no a ningún capricho y que seguramente un matrimonio era lo último que quería.

Un imbécil, simple y sencillamente el mayor imbécil que pudiera existir... después de su propio padre, claro. Que había accedido a casarla con él sin importar absolutamente nada.

—Estaremos en contacto entonces. —volvió a hablar Estoico con calma, sonriendo a medias —En un par de días mandaré a alguien a..

Astrid había dejado de escuchar lo que el hombre pelirrojo decía. No le importaba. Hiccup giró la mirada a la rubia al sentir que lo veía, relajando un poco su ceño fruncido al notar el pánico de la chica.

Ella apartó la mirada del castaño y vio el suelo unos segundos, tratando de analizar que se suponía que debía hacer ahora. Tenía que hacer algo. No podían obligarla a casarse con él, no podían hacerle algo así... pero, ¿Qué podría hacer ella?

Pensó en tomar su hacha y acercarse a acabar con aquellos hombres, pero esa idea fue rápidamente descartada. Era demasiado estúpido creer que podría acabar con tres hooligans con una simple hacha. Si fuera así de sencillo, no habría tantos invadiendo su territorio o robando la libertad de los humanos. Como estaban robando la suya.

Hiccup quería acercarse a ella, prometerle que iba a estar bien, que haría lo imposible por anular ese matrimonio. Quería asegurarle que él no deseaba esa unión, pero estaría mintiendo. Muy en el fondo, él quería aquello, pero no imaginó nunca que ocurriría. Mucho menos que se diera de esa manera y deseaba que no estuviera ocurriendo así...

—Gracias por su ayuda, señor Haddock. —la voz del padre de Astrid llamó la atención de ambos jóvenes

Estoico simplemente le sonrió, haciendo un pequeño asentimiento con la cabeza antes de dirigir sus pasos a la carreta, donde Bocón estaba listo para partir.

Hiccup observó una vez más a la rubia, que lucía derrotada. Sintió la mano de su padre en su hombro, lo que le hizo reaccionar y simplemente se dio la vuelta para subir a Chimuelo y poder salir de ahí.

Astrid los observó irse por unos minutos, sintiendo la mano de su madre en su brazo, escuchando que le llamaban en voz baja. Suspiró profundamente y se dio la vuelta para entrar a su casa una vez aquellos desconocidos entraban en el bosque.

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