I
Astrid Hofferson era una joven de 21 años que vivía tranquila con sus padres. No tenía muchos lujos, sin embargo tenía lo más importante. Tenía un hogar que le daba resguardo, comida suficiente, un río cerca a su casa que les proporcionaba agua limpia y tenía a su familia. Sus padres, que vivían con ella y su mejor amiga, que vivía en la casa de al lado.
Su infancia había sido feliz, había aprendido a cazar gracias al padre de su mejor amiga y había aprendido a cosechar alimentos gracias a sus padres. Quienes se dedicaban a la agricultura junto con algunos vecinos más.
Su pequeño poblado se ubicaba cerca del territorio Hooligan, por lo cual debían pagar con dinero o mercancía por permitirles mantener ahí sus viviendas y como agradecimiento por no ser absorbidos dentro de sus territorios.
Solían recibir visitas de algunos hooligans viajeros a los que les daba curiosidad convivir con humanos o que simplemente buscaban diversión en el burdel clandestino que se encontraba en uno de los extremos del pueblo.
Eran visitas pacíficas, la mayor parte del tiempo.
—Astrid, necesito ayuda aquí. —la rubia giró la mirada a su madre, dejando su hacha junto a la pila de leña que ya había cortado y sacudiendo sus manos antes de acercarse con rapidez al ver a Dagur llevando a su padre casi a rastras hacia la casa
—¿Qué pasó? —preguntó angustiada, ayudándole al pelirrojo a cargar con el peso de su padre
—Querían su dinero. —explicó su madre con calma, o al menos intentaba tenerla, mientras buscaba las cosas para limpiar las heridas de su esposo
—Prometiste que no apostarías de nuevo con Ivar. —regañó a su padre cuando lo dejaban con cuidado en la cama
—Hubiera sido mejor que lo hiciera con él. —murmuró Dagur, ayudando a la mayor con el balde de agua que ella quería acercar
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó con curiosidad, acercándose por las vendas que iban a necesitar
—Era un hooligan. —volvió a murmurar, la rubia detuvo sus movimientos un momento, analizando las palabras del chico
—¿Mamá? —vio a la mayor, que hizo una mueca
—Lo vamos a solucionar. Descuida. —dijo ella con tono tranquilo
—¿Lo van a solucionar? —frunció su ceño —¿Cuánto es? —dejó las vendas en la cama
—No te preocupes por...
—Claro que me preocupo. —le interrumpió —¿Cuánto dinero fue esta vez?
—Unos miles.. —murmuró la mayor, concentrada en curar las heridas de su esposo
—¿Unos miles? —cuestionó enojada —¿Cuándo hay que pagar? ¿Cuánto falta?
—Cielo, no es momento de..
—Es el momento indicado para responder, mamá. —volvió a interrumpir —¿O piensas esperar hasta que vengan a matarnos? —preguntó con enojo
—¡Papi, volvimos! —la entusiasta voz de Igna los hizo guardar silencio unos segundos
—Ve, Dagur. No los hagas venir a ver el desastre. —dijo Astrid con calma, ayudando a su madre a curar las heridas de su padre, quien se disculpó en tono bajo con la menor
—Llámenos si necesitan ayuda. —dijo el pelirrojo con calma, saliendo de la casa Hofferson para encontrarse con sus pequeños y su hermana, quien había ido por ellos a la escuelita en el centro del poblado
Heather lo observó, desconcertada de verlo salir de la casa de su mejor amiga. Sin embargo, no preguntó al verlo negar con la cabeza suavemente y señalar a los niños con la mirada. No era el momento de hablar de eso.
—Vamos a que coman, mis pequeños. Les hice una sopa deliciosa. —dijo el pelirrojo con calma, cargando a Igna con cariño para besar su mejilla y avanzar con ella hasta su casa mientras la escuchaba hablar sobre su día
—Pasa algo malo, ¿Verdad? —preguntó Oswald en bajo hacia su tía, que suspiró y tomó su mano para avanzar juntos a casa
—No lo sé, mi niño. Ya lo sabremos. —le sonrió —Por ahora, no preocupemos a tus hermanas, ¿Si? —el menor asintió con la cabeza
—Helga, ¿Cómo te sientes? —preguntó la pequeña Igna, acercándose a su hermana una vez su padre la bajó
—Me siento mucho mejor ahora que volviste. —le sonrió, estirando sus brazos a ella para abrazarla, Igna corrió y se refugió en sus brazos, teniendo cuidado con su pierna herida
—Helga. —Oswald se acercó a ambas para abrazarlas con cariño
—Se ve mejor. —murmuró Heather a su hermano, ayudándole a servir los platos de sopa para los pequeños
—Ya no tiene dolor, la medicina que conseguiste es buena. —le sonrió —Gracias por eso.
—En realidad... Fue Astrid quien la consiguió. —admitió en voz baja antes de girar hacia los menores —Ya está la comida, mis niños.
—Ahora vamos. —el rubio le sonrió, ayudando a su hermana mayor a ponerse de pie para poder lavar sus manos e ir a comer
—Papi, ¿Me ayudas? —Igna alzó sus manos hacia el mayor, sonriendo apenada
—Claro, preciosa. —le sonrió con cariño, cargándola y llevándola tras los menores para lavar sus manos, Oswald aprovechó el momento para hablarle con calma
—Papá, ¿Puedo ayudar a la tía Astrid con la leña? —el mayor lo vio con curiosidad por su petición
—¿Te pidió que le ayudes? —preguntó con calma
—Bueno... no... —se sonrojó apenado
—Si ella está de acuerdo, puedes ayudar. Pero hoy no. —le sonrió, revolviendo un poco su cabello —Necesito que cuides de tus hermanas hoy. Debo arreglar algunas cosas en el centro del pueblo y Heather irá de cacería seguramente. —giró la mirada a su hermana, que asintió con la cabeza mientras hacía una mueca
—Tal vez la señora Hofferson pueda venir un rato con ustedes. Y les prometo que no tardaré mucho. —les dijo con calma, acercándose a ayudar a Helga a caminar hasta la mesa
—¿Por qué no nos quedamos con ellos está vez? —preguntó Igna
—El señor Hofferson no se sentía muy bien hace un rato. Tal vez está muy cansado por el trabajo. —comenzó a explicar su padre —Necesita dormir.
—Oh... entiendo... —la pelirroja hizo una mueca guardando silencio unos segundos antes de preguntar: —¿La tía Astrid irá a cazar contigo? —observó a la pelinegra con curiosidad, en espera de una respuesta
—Si, ella me acompañará. —asintió con la cabeza —Por eso creo que podré volver más pronto a casa. Estaré con la mejor cazadora que conozco.
—Cuando sea grande, quiero ser cazadora, como ella y como tú. —dijo Helga con una sonrisa, sonrojándose apenada por haberlo admitido en voz alta
—Bueno... en cuanto te sientas mejor, podríamos enseñarte. —dijo la pelinegra con una sonrisa, acercándose a dejar un beso sobre su frente
—¿Lo prometes? —sonrió emocionada
—Te lo prometo. —aseguró con una sonrisa
Unas horas después, Dagur se despidió de los pequeños para salir a hacer los pendientes que debía hacer. Heather, por otro lado, terminaba de prepararles algo de cenar antes de irse de cacería.
Astrid llamó a la puerta con calma, Oswald casi corrió a abrirle al reconocer su característica manera de llamar a la puerta.
—Tía, que bueno es verte. —la abrazó, ella le sonrió y se agachó a su altura
—Que bueno es verte también, pequeño osito. —dejó un beso sobre su frente y lo abrazó con cariño, dejando su hacha afuera de la casa, recargada en el marco de la puerta
—Tía. —Igna corrió para abrazarla, haciendo reír a la rubia mayor por su alegría
—Mi precioso solecito. —la abrazó también
—Al menos dejen que entre a la casa. —dijo Heather con gracia, sirviendo la cena para los pequeños
—Oh.. claro.. —el pequeño se separó del abrazo, sonriendo apenado —Perdona..
—Está bien, osito. —se levantó, entrando a la casa y cerrando la puerta con cuidado —¿Cómo te sientes florecita hermosa? —preguntó a la sobrina mayor, acercándose a ella y ayudándole a levantarse de la cama
—Me siento mejor, tía. —le sonrió, abrazándola una vez estaba de pie
—Eso es bueno. —le devolvió el abrazo, girando la mirada a Heather, viéndola ayudar a la más pequeña a lavar sus manos para cenar —Te ayudo a lavar tus manos, ven. —la acompañó, siendo seguidas por Oswald, que estaba pendiente de su hermana mayor
—Tía Astrid. ¿Podemos acompañarlas a cazar esta noche? —preguntó Igna con suavidad mientras Heather la sentaba en su lugar para que pudiera cenar
—Tal vez después, solecito. Aún eres pequeña. —le sonrió con cariño
—Es que.. no queremos estar solitos. —hizo una mueca y frunció su ceño
—Descuida, no tardaremos mucho. Lo prometo. —ayudó a Helga a llegar a la mesa y sentarse
—Llegaremos antes de que salga el sol. Cuando despiertes, ya estaremos aquí. —aseguró Heather con una sonrisa, acercándose por su bolso y un abrigo delgado
—Está bien.. —aceptó la pequeña pelirroja aún con molestia, Astrid le sonrió con cariño y se acercó a dejar un beso sobre su frente
—Por favor terminen de cenar, dejen los platos en agua y por favor..
—Apagamos el fuego antes de dormir y cerramos bien la puerta, lo sabemos. —sonrió Helga a la Berserker mayor, que les daba las instrucciones —Estaremos bien, vayan con cuidado.
—Bien.. —suspiró —Nos vemos por la mañana mis niños. —les dio un beso a cada uno y salió de la casa junto a Astrid, que se despidió de ellos y tomó su hacha con firmeza —No me agrada la idea de dejarlos solos. —murmuró hacia la rubia mientras tomaba su hacha
—A mí tampoco. —admitió en bajo
—¿Qué pasó hace rato? ¿Todo bien con tus padres? —preguntó sin poder evitarlo, siguiendo su camino hacia el bosque
—No... Nada está bien. —negó con la cabeza —Mi padre está metido en un gran problema y... no sé si podamos salir de esto tan fácil. —hizo una mueca, acercándose hasta un tronco hueco donde solían esconder sus arcos y unas pocas flechas para evitar que los niños las tomaran y se hicieran daño
—¿Qué podría ser tan grave? —la pelinegra tomó su arco y volviendo a avanzar en el bosque mientras veía con curiosidad a la rubia en espera de una respuesta
—Volvió a apostar, como siempre. —dijo esta con molestia —Y perdió... como siempre. —resopló
—¿Cuánto dinero perdió esta vez? —cuestionó con calma, sabiendo el problema que tenía el señor Hofferson con las apuestas
—No sé la cantidad exacta, mi madre solo dijo: "Algunos miles" —imitó la voz de su madre, volviendo a resoplar molesta —Lo peor de todo, es que le pareció una buena idea iniciar una pelea sin pararse a pensar en quién era esa persona o en las consecuencias de su discusión... Ahora le debemos "algunos miles" a un hooligan que parece tener un horrible carácter y una paciencia nula.
—¿Apostó con un hooligan? —Heather detuvo a Astrid por el brazo, viéndola sorprendida y aterrada al mismo tiempo —¿están seguros de que...?
—Lo estamos. —asintió con la cabeza —Incluso Dagur lo está. Él fue quien lo trajo a casa en la tarde, golpeado, casi inconsciente y evidentemente alcoholizado.
—Dioses..
—Si. Entonces... con eso es con lo que estoy lidiando. —hizo una mueca
—Si podemos ayudar con algo, dime.
—No los voy a exponer al peligro, Heather. —negó con la cabeza —Ni a ti, ni a Dagur. Mucho menos a los niños. Piensa en ellos y... no te metas en problemas. Por favor. —le pidió en bajo
—Eres mi familia. Te ayudaré a salir de eso. —aseguró con una sonrisa —Tú harías lo mismo por mi.
Astrid le devolvió la sonrisa, acercándose para abrazarla con cariño. Si, haría lo mismo por ella, era su mejor amiga, su hermana... Definitivamente haría lo mismo por ella.
—Bien, solo... Tendremos cuidado, para que no salgan perjudicados. —aceptó en bajo
—Tendremos cuidado. —asintió Heather con la cabeza mientras le devolvía el abrazo —Prométeme que no irás a La Guadaña. —murmuró enseguida, apretando un poco el abrazo
—Lo prometo. —sonrió —No me voy a meter a un burdel, lo juro.
—Gracias a los dioses. —suspiró aliviada, haciendo reír suavemente a la rubia
Ambas volvieron a avanzar en el bosque con cuidado, buscando alguna presa que pudieran llevar a casa para comer los días siguientes.
A la lejanía, un joven de cabello castaño las observó con atención desde la rama de un árbol. Sonrió al ver a la rubia reír de manera suave, le gustaba mucho ver esa sonrisa.
—Haddock. —la repentina aparición de su amiga pelirroja frente a él, lo hizo saltar en su lugar
—No hagas eso. —se quejó, frunciendo su ceño mientras la contraria reía en bajo y se acomodaba en la rama más cercana
—Jack tenía razón. Es divertido asustarte. —dijo con gracia, viendo a las dos chicas a la lejanía —¿Ya cazaron algo? —preguntó con curiosidad, desatando de su cinturón una pequeña bolsa de tela donde había guardado unas cuantas galletas, ofreciéndole al castaño
—Aún no. —negó con la cabeza, tomando una galleta para comerla con calma
—Uh... llegué en un buen momento. —sonrió, tomando una galleta y comiéndola mientras observaban la cacería
—Es una buena arquera. —dijo una tercera voz desde una rama más alta cuando Astrid logró darle a un ciervo con una de sus flechas, el castaño sonrió, levantando la mirada hacia su mejor amigo —Es una pena que su padre sea un tonto. —murmuró para si mismo, bajando la mirada al castaño —Por cierto, le di el medicamento. —informó, bajando con cuidado a la rama donde estaba Hiccup
—¿Lo aceptó? —preguntó con curiosidad, sabiendo que la rubia era orgullosa y probablemente se negaría a aceptar cualquier ayuda
—Si, logré convencerla. Y la niña está mejor. —le sonrió, recibiendo una de las galletas que su amiga le daba
—Gracias, Jack. —agradeció el castaño, regresando la mirada a las humanas, que llevaban como podían el cuerpo del ciervo
—Hoy fue una cacería rápida. —dijo la pelirroja con una mueca —Qué aburrido.
—No volveré a traerte, descuida. —dijo Hiccup con gracia, recibiendo un pequeño golpe de parte de la chica, que lo hizo reír. Jack soltó una risa al verlos, volviendo a ver a las humanas avanzar de regreso a casa, recordando lo que había presenciado esa tarde en el pueblo.
—Tenemos que hablar, Hiccup. —giró a verlo, dejando de reír por completo
—¿Qué sucede? —preguntó confundido por su cambio de actitud
—Es sobre el padre de Astrid. —aclaró, ganando la atención de la pelirroja también
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