Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Señora Denisse XXIV

Señora Denisse

Borré todo lo que había escrito y parpadeé al ver la hoja de word totalmente en blanco. Quería gritar de frustración, pero terminé saliendo de la aplicación y me saqué mis audífonos.

Mí inspiración había huido, tal como yo cuando Mateo me enfrentó. De verdad que entendía su punto, no debía ser lindo sentir que te esconden. Pero la única vez que me había jugado, la vez que entregue todo de mí a mí esposo, con obvio miedo por nuestra diferencia de edad... Él sólo jugo conmigo.

Me mantuvo feliz con la adopción de Santiago, mientras él se follaba a su secretaria. Sí, así de cliché. Terminamos divorciados y odiandonos mutuamente. Santiago sólo tenía 13, en plena época de pre-adolescencia. Mí ex no peleó por la custodia, él no lo consideraba su hijo...

Santiago ya tenía un problema con el abandono, sus padres biológicos lo abandonaron, su padre adoptivo lo abandonó. Yo nunca lo haría. Y aunque podía tener hijos si quisiera, no era mí idea.

Santiago ya estaba grande, en la universidad, con una novia tierna y enamorada profundamente de él. Mí hijo ya tenía sexo y eso me impulso a querer empezar una relación.

La primera vez que ví a Mateo me encandiló. Su cabello rubio claro, un poco largo, sus ojos azules brillantes, su piel bronceada y tersa. Sus anchos hombros y brazos de árbol me llamaron de inmediato. Aparentaba más edad de la que tenía, era un chico trabajador y muy caballero. Un hombre que sabía lo difícil que podía ser la vida.

Cuando empezamos nuestra relación, fue algo excitante y divertido. Mateo era insaciable, algo dominante y, tenía su pizca de tierno. Hacía voltear mí mundo. Por eso cuando me dijo que me amaba, cuando me llamó en la noche del 24.... mí corazón latió alocado y sonreí como tonta toda la noche. De repente me sentí de su edad, las mariposas revoloteando en mí estómago, soñando despierta con estar con él sin pensar en alguien más...

Pero mientras más pensaba en eso, más me preocupaba la posible reacción de Santiago.

Él había avanzado tanto con la terapia, no quería que tuviera un retroceso si yo le contaba que estaba en una relación con su compañero de universidad. El mismo psicólogo me había dicho que debía esperar unas secciones más. Altamirano poco a poco estaba implantando la idea en la cabeza de Santiago, y él estaba creyendo que lo estaba aceptando.

¿Por qué Mateo no podía esperar? ¿Tanto le costaba un poco más de tiempo? ¿Él tiene años más que yo por adelante? No era nada unos cuantos meses.

Suspiré mientras tomaba mí taza de café y lo llevé a mis labios. Mí ceño se frunció cuando note que no quedaba nada.

Me moví a la cocina, mientras revisaba mí celular. Hoy era mí cumpleaños y ya había tenido saludos de todos...

De todos menos de Mateo.

Por lo menos no me había bloqueado de Facebook ni de WhatsApp. Pero en ningún momento apareció aunque sea un mensaje suyo, nada.

Mientras prendía la cafetera, me apoyé sobre la mesada mirando el chat de nosotros. Mateo no estaba en línea, no lo había estado en todo el día. Pasó por mí cabeza mandarle un mensaje, pero lo descarte rápido. Si él no se dignaba en mandarme un mensaje en mí cumpleaños... pues me valía.

Gruñí mientras la cafetera servía mí café.

¿Por qué tenía que ser tan testarudo?

Suspiré al tomar mí droga personal y me volteé para volver a mí despacho. Casi dejó caer la taza cuando vi a Thomas en la puerta.

—¡Dios mío, Thomas! Me has asustado.

Thomas sonrió y se acercó con un paquete entre manos.

—No estoy tan feo, perra.

Yo me reí, mientras mí corazón dejaba de latir fuerte. Mí cabeza se ladeó mientras veía que dejaba el paquete en la mesada central.

—¿Y eso?— pregunté confundida.

—Tu regalo— dijo encogiéndose un hombro y moviéndose para servirse café también.

Mí ceño se frunció mientras lo miraba moverse, dejé mí taza en la mesada. Él jamás me devolvió la mirada.

—Ya me diste un regalo...

Recuerdo bien que Santiago y Thomas me despertaron hoy con un gran desayuno y muchos mimos. Globos y todo incluido. Santiago me había regalado un cuadro hermoso que él mismo había pintado. Había intentado mucho que él se dedicará al arte, era muy bueno, pero él decía que no le atraía lo suficiente. Entonces dejé de insistir.

Thomas me había hecho una exquisita torta que mantenía en la heladera. Habíamos comido algunas porciones y la había guardado cuando ya no podíamos más.

Ellos lograron levantarme hoy, porque si hubiera sido por mí, me hubiera mantenido en la cama como el día anterior.

Thomas sorbeó un poco de café y suspiró feliz.

—No es mío—, dijo al fin para seguir tomando, aún dándome la espalda.

Mí ceño se frunció más mirando el paquete.

—¿No es tuyo?

Nonis.

Miré el paquete sin saber qué pensar. Un miedo extraño comenzó a surgir de mí.

Thomas se movió para ponerse del otra lado de la mesada central y empujó al paquete hasta que quedó frente a mí.

— Ábrelo—, me exigió con voz dura.

Levanté mí mirada, mis ojos estudiándolo. Lo conocía tan bien que podía identificar cuando estaba actuando y cuando no.

¿En ese momento?

En ese momento estaba siendo muy serio... Y estaba enojado.

Tragué saliva mientras mí mano temblorosa se apoyó en el paquete. Mí corazón golpeando en mí pecho mientras rompía la envoltura. Era como si supiera que debajo había una bomba que estaba a punto de explotar.

Cuando saque todo me quedé congelada.

—¿Esto es...

—El cofre que tanto te gustó.

Sonreí cuando lo levanté. Recordaba muy bien cuando habia ido al local donde trabajaba Thomas y lo había visto. Había sido amor a primera vista. Había tenido pensado volver para comprármelo, pero simplemente no tuve el tiempo.

Lo ví de cerca de nuevo, los candados y las llaves habían sido lo que más me gustaba. Parecía un cofre del tesoro. Me encantaría guardar las ideas para mis libros allí adentro. Lo abrace contra mí pecho, mí sonrisa sólo creciendo.

—¡Muchas gracias Tho!— lo miré y me sonrisa vaciló.

Thomas estaba tan serio.

—Te dije que no es mío, Denisse.

Mí ceño se frunció.

—¿Y entonces?

—¿Por qué no abres el cofre?

Dudé, pero dejé el cofre en la mesada y lo abrí con cuidado. Había un papel en forma de tubo envuelto con un lazo rojo. Lo levanté y le fruncí el ceño a Thomas, que se movía para traerme una de las sillas altas.

— Deberías sentarte.

Estaba muy confundida, pero hice lo que me pidió y lo miré con el papel aún en las manos.

—Vamos, lee—, me instó.

Mis cejas se alzaron y saqué el pequeño lazo rojo. Agradecí estar sentada.

Querida Señora Denisse:

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro