✦•┈17┈•✦
—¿Y bien? —pregunté cuando papá le dio vuelta a la última hoja.
—No lo sé. Tú nunca mientes, te conozco bien. Pero esto —señaló un dibujo de uno de esos duendes que yo había hecho— es difícil de creer, hijo.
—Lo sé, lo sé —repetí—. Solo te ruego que confíes en mí. Los he visto —susurré eso último—, se meten en mi habitación y…
—¡Papi, ven a comer!
Molly irrumpió en la sala y lo tomó de la mano para llevárselo a la cocina.
Papá me hizo una seña sin que la mocosa viera y metió mi libreta en su abrigo.
—Drew, no te quedes ahí, ven a comer con nosotros.
No tuve más opción que obedecer a mamá y, pensando en que Amanda me esperaba en mi habitación, me senté de mala gana en la mesa. En el pasado, hubiera estado feliz de tener a toda la familia reunida, pero ahora no podía dejar de ver a la falsa Molly y los rastros de esa baba que tenía su ropa.
Comí lo más rápido que pude, mientras escuchaba cómo papá contaba lo que había hecho en estos meses. Varios de sus nuevos manuscritos se encontraban en revisión en la editorial y, si los aceptaban, tendría trabajo de nuevo. Eso era bueno y significaba que podríamos largarnos de la casa de los abuelos de una buena vez por todas.
Conforme papá iba contando sus cosas, mamá parecía demasiado ida como para prestarle atención y Molly permanecía tranquila y genuinamente interesada. Por un momento, me pareció ver un poco de alivio en el rostro de mi hermana, aunque eso pasó a segundo plano al encontrar una bola de pelos blancos en mi desayuno.
Escupí en una servilleta y maldije a esa cosa en mi mente.
—Terminé.
Puse mi plato sobre el fregadero y me dispuse a robar unas cuantas galletas y refrescos para Amanda. Sin embargo, papá acercó también sus platos y comenzó a hablar muy bajo:
—Compré unos regalos para ustedes. ¿Me ayudas a empacarlos mientras ellas siguen comiendo?
Por su mirada, entendí de inmediato que solo quería una excusa para hablar de mis sospechas.
—Está bien, papá.
Antes de entrar por completo a la sala, me pareció ver a la patrulla de aquel hombre calvo dar la vuelta al final de la calle. Papá impidió que saliera a ver.
—Pues la verdad es que sí está muy cambiada.
—¡¿Verdad que sí?! —exclamé aliviado—. Es uno de ellos, estoy seguro.
—Tu hermana está mucho más madura y con más modales de los que recuerdo. Creo que al estar sola en ese bosque aprendió a valorar a su familia.
—Papá, por favor. ¡Hace un momento me amenazó con matarme! Además, le hizo algo malo a Max…
—Tal vez escapó al bosque, ya regresará. —Me pasó una pequeña muñeca en una caja dorada para Molly y un collar de perlas para mamá—. Ayúdame a envolverlos.
Se los arrebaté de las manos, al igual que el viejo papel de regalo que me extendía.
—No me escuchas, eres igual a mamá…
Un ruido se escuchó en el piso de arriba y me tensé en seguida. De seguro, Amanda estaba explorando…
—Jamás me gustó esta casa —dijo papá con una sonrisa incómoda—, hacía hasta lo imposible por venir y ver a tu mamá. Teníamos unos diecisiete años y siempre entraba por aquel árbol de allá. Tus abuelos me odiaban, vaya que me odiaban —rio—. Sé que es difícil vivir en esta casa que parece de película de espanto, pero te prometo que los sacaré de aquí cuanto antes.
—Como digas —fingí una sonrisa ante sus mentiras.
—Hijo, tengo algo que contarte. Recibí una respuesta de Joan Harris y dijo que estaría más que dispuesto en que vayas a hacer pruebas para regresar al equipo.
Abrí los ojos de par en par. Solo en lo más profundo de mis sueños era capaz de volver a jugar. Ya estaba más que convencido de que, después de mi pelea en el instituto, debía ir a la universidad elegida por mamá y estudiar Administración de Empresas, como ella, cosa que no me hacía nada de gracia y mucho menos me animaba.
—¿Hablas en serio? ¿Cómo lo conseguiste?
—Joan es un buen amigo mío, bastó con que le mandara una carta contándole tu versión de lo que pasó. Bueno, debes volver a practicar. Después de eso, hablaremos de la Universidad.
Sacó un sobre de su abrigo y me lo entregó. Yo lo contemplé sin saber bien qué hacer. Ya estaba resignado en seguir la carrera impuesta por mamá, sin embargo, con el apoyo de papá, podía regresar a jugar fútbol y, más adelante, elegir una carrera en la universidad que más me gustara.
—Gracias, papá.
—La verdad no me alcanzó para comprar un regalo para ti, pero supuse que esto te haría muy feliz, más que ninguna otra cosa.
—¡Papi, papi, ¡ven a comer postre!
Molly se lanzó sobre papá e impidió que siguiéramos hablando.
Ya cansado, decidí terminar de empacar solo los regalos lo más rápido que pude para después subir a mi habitación. Amanda estaba sola y con miedo y había decidido que, de ahora en adelante, la protegería a ella también.
Entré en silencio, encontrando el lugar vacío. Sin embargo, ya sabía dónde se había escondido.
Toqué un par de veces la puerta del armario y asomé mi cabeza. Encontré a Amanda hecha bolita, con parte de su cabello saliendo del armario. Fue por eso que le encontré tan rápido.
Adentro, dos linternas estaban encendidas y ella las movía sin parar, como temiendo que, en cualquier momento, estas se quedaran sin batería, dejándola a merced de esas criaturas.
—Tardaste mucho —susurró.
—Lo siento, papá vino a vernos. Le conté todo y no me creyó —reí sin energía—. Por lo menos, ya prometió que nos sacaría de esta casa.
—¿Te irás? —Amanda salió de su escondite y sus ojos comenzaron a ponerse llorosos—. Eres la única persona en la que confío.
—No te dejaré sola.
No debía hacer promesas que no podía cumplir, pero al verla tan vulnerable, me fue imposible dejarla a su suerte.
—¡Andrew! ¡Baja en este instante!
Mamá me gritó enojada e hizo que Amanda se pegara más a mi pecho.
—Debo bajar, pero regreso rápido.
Ella asintió y me abrazó con fuerza.
—Eres la única persona que me creyó —Amanda recostó su cabeza en mi pecho y después tomó impulso para dejar un suave beso en mi cuello—. Eres lo único que tengo.
—¡Andrew! ¿Estás sordo? ¡Baja de una vez!
—Yo… Debo bajar.
Amanda me dejó libre y suspiré, reuniendo toda la fuerza de voluntad que me quedaba.
Me apresuré a salir y bajé corriendo las escaleras. Las manos me hormigueaban y estuve tentado en regresar y en tocar su suave piel de nuevo. La duda de cómo se sentirían mis labios sobre los suyos me estaba volviendo loco…
—¿¡Pero cómo se te ocurre hacerle eso a tu hermana!? ¡Se acabó, te llevaré con la doctora Miller y te internaré de una vez por todas!
No comprendía nada de lo que decía mamá, no hasta que vi a la falsa Molly llorando mientras señalaba el regalo que yo había envuelto para ella.
En lugar de la muñeca que debía ir en la caja estaba una rata muerta, llena de gusanos y tierra.
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