✦•┈14┈•✦
Shea tomó una de las sábanas de mi cama y se sentó en una esquina, tapada de pies a cabeza.
—¿Qué haces?
—¡No te acerques!
Retrocedí para que ya no siguiera gritando y mamá se diera cuenta de que yo tenía a una chica en mi habitación.
Un poco más calmado, me senté en la cama y respiré con pesadez sin apartar la mirada del bulto que era Shea en el suelo.
Me costaba trabajo creer todo lo que estaba pasando y, sobre todo, seguía sin creer lo de las voces.
—Aléjense de mí… ¡No, no me toquen!
De nuevo fui al lado de Shea y le quité la sábana de la cabeza. Ella estaba llorando mientras se tapaba los oídos y decía una serie de incoherencias.
—Todo está bien. Ya no estás con esas criaturas, ya no pueden dañarte.
Ella se quedó quieta y dejó de hablar. Llevó sus manos a mi cara y tocó mis cejas para después bajar a mis ojos y reír.
Di un brinco cuando me abrazó y siguió llorando.
—Tu hermana… quise ser valiente y regresar, pero es imposible.
—Ellos tienen a Molly —dije seguro.
Shea intentaba dejar de llorar, pero no podía y solo se aferraba más a mí. Pasaron varios minutos y cuando por fin se calmó, me separé de ella y arrojé lejos la sábana.
—Es una tontería, sé que no me crees.
—Te creo —dije con sinceridad—, pero necesito que me cuentes toda la verdad.
Me apartó y tomó un trozo de papel de mi escritorio junto a un lapicero rojo. Arrugó mucho la hoja y un par de lágrimas cayeron sobre el papel con rayas.
Pese a que no era muy buena dibujando, entendí a la perfección lo que hizo: una puerta, un gato y una niña.
—Ese es el maldito gato blanco —dije reconociendo al animal que no se separaba de mi hermana en los últimos días—. Y ella es Molly. ¿Sabes dónde está?
—No es tu hermana. —Encerró en un círculo el dibujo de la niña—. Soy yo en su mundo.
—Espera, ¿su mundo? No lo estoy comprendiendo bien.
—Ya no estoy en ese lugar, ya no estoy en ese lugar.
Ella cerró los ojos por un largo rato y siguió repitiendo las mismas palabras una y otra vez hasta que se calmó. Poco a poco se apoyó en mi pecho y ambos nos acostamos en el suelo.
—Estuve por mucho tiempo con ellos en esas cuevas. Me raptaron cuando tenía nueve años..
Le habían hecho lo mismo que a Molly. La abracé con más fuerza al pensar por todo lo que había pasado, y si no me apresuraba, mi hermana pasaría por lo mismo.
—Ellos se llevan a los niños y les hacen cosas muy malas: los devoran, los torturan de unas formas que no puedes ni imaginar y si hay uno que les guste demasiado… —Sacó la figura de madera de su pantalón—. Lo usan como mensajero. Cuando roban la apariencia de alguien, el verdadero cuerpo del duende se transforma en esta cosa de madera.
Eso me llevó a pensar que la figura que Max encontró en el patio era de la criatura que tomó el lugar de Molly.
Shea se levantó un tanto aturdida y, con unas tijeras que consiguió en mi escritorio, le cortó las garras.
—Por favor, dime cómo entro a ese mundo del que hablas.
—Por la puerta roja. —Dejó a un lado la figura y se volvió a esconder en la esquina—. Necesitas la llave.
—¿Llave?
—Está en el gran árbol. Una vez entres, jamás podrás salir. Él te comerá, todos esos pobres niños… Los mató a todos. Pero tu hermana está a salvo, por ahora… Debe mantenerla con vida para que su mensajero pueda seguir en la superficie.
Eso me alivió un poco, pero no quitaba el hecho de que debía apresurarme a sacar a Molly de ese lugar.
Shea estaba fuera de sí, repitiendo mil veces que ya no estaba en las cuevas. Al acercarme más, le quité varios mechones de cabello de las manos; si seguía así, se lastimaría más.
—Tranquila, respira. Vamos, Shea. Respira, por favor.
—¡No me llames así nunca más! Solo ellos me dicen así.
Unos pasos afuera de mi habitación me hicieron ir a comprobar si la puerta estaba cerrada con llave. La persona que estaba del otro lado no tardó en irse.
—Está bien, lo siento —susurré—. ¿Cuál es tu verdadero nombre?
Tardó demasiado en contestar y solo negaba con la cabeza.
—Amanda —dijo por fin—. Amanda Spencer.
—Amanda… —Saqué mi libreta de mi bolsillo y la revisé rápidamente—. Eres una de las niñas que desapareció hace más de diez años.
—¿En verdad pasó tanto?
Por primera vez me vio a los ojos. Nunca creí que alguien pudiera transmitir tanto dolor y tristeza con una sola mirada.
—Lo siento mucho…
—¿Sabes si mis padres aún están en el pueblo?
—No lo sé. —Me aclaré la garganta al ser consciente de que la estaba viendo mucho—. Debemos llamar a la policía para que encuentre a tu familia.
—No. —Apretó mi brazo con fuerza—. No hasta que salvemos a tu hermana. Él es astuto y tiene ojos en todas partes.
Recordé al policía que no dejaba de acosarnos y me sentí imbécil. Ese maldito bastardo era el duende jefe. Pero había algo que todavía no entendía.
Conecté la computadora e impaciente, esperé a que encendiera, pero jamás lo hizo. En un costado tenía los cables mordidos y estaba mojada. Apestaba a orina de gato.
—Te gusta el fútbol —Shea, o más bien Amanda, me mostró uno de los trofeos que había ganado en el instituto.
Se lo arrebaté y lo metí en una caja. No sabía cómo había llegado a ese lugar, al igual que algunas historietas un tanto comprometedoras que coleccionaba. Agradecí que ella no las viera y las guardé también.
Caí en cuenta de que varias cosas en mi habitación estaban fuera de lugar y poco me importó, considerando que habían arruinado mi computadora y mordido toda la comida que guardaba en mi cajón de reservas.
—Esto no puede ser peor, mataré a ese maldito gato.
Volteé a ver a Amanda y estaba con los ojos cerrados, buscando una posición cómoda para dormir.
—Usa la cama, debes estar cansada.
—No. —Se despertó de golpe y caminó a la ventana—. Ya me voy, no quiero ser un estorbo.
—No digas eso. Puedes quedarte el tiempo que quieras en lo que esto termina.
—¿Hablas en serio? ¿Qué hay de tu madre?
—No se dará cuenta, se la pasa encerrada en su habitación.
Y no mentía. Últimamente, solo salía para comer y para hablar con Molly de vez en cuando.
—Está bien. Gracias, me quedaré solo esta noche. —Se acomodó en la cama y dio un par de vueltas—. ¿Puedes dormir a mi lado?
—Está… está bien.
Me acosté junto a ella y nos tapé a ambos con mi sábana. Sus ronquidos eran suaves, casi un murmullo, y en ningún momento soltó mi mano.
Necesitaba información, necesitaba saber dónde estaba la puerta que conectaba ambos mundos. Pero no podía obligarla a hablar, no en ese estado. Solo obtenía palabras y frases incoherentes de su parte. Molly tenía poco tiempo y lo sabía bien, por lo que mañana, a primera hora, intentaría hablar con Amanda y obtener toda la información posible.
Con esos pensamientos, me fui quedando dormido y, por primera vez, sentí un poco de paz. No estaba solo en esto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro