✦•┈12┈•✦
—Por el amor de Dios, Drew. ¿Por qué haces tanto escándalo?
Mamá entró de golpe a mi habitación y encendió la luz. Al instante, Max bajó corriendo y comenzó a ladrar en dirección a la esquina donde había desaparecido aquella criatura.
Yo lo seguí lo más rápido que pude, pero fui interrumpido por mamá.
—Te he dicho mil veces que no quiero a ese perro en la casa, mucho menos en tu habitación.
Me tiré al suelo y quedé junto a Max. No quedaban rastros del duende en la esquina, solo uno que otro calcetín y un zapato que había perdido antes.
—Está lloviendo afuera —le contesté al sentir su mirada asesina—. Si saco a Max, podría enfermarse.
Mamá negó con la cabeza y se fue sin decir más, no sin antes lanzarle una mirada de fastidio a mi perro, quien no paraba de hurgar en busca de aquella criatura.
Cuando estuve solo, cerré con seguro la puerta y la ventana y después comencé a revisar en cada lugar en donde podría estar escondido ese duende. Dejé las puertas de mi armario abiertas y tiré las últimas cajas que hacían estorbo en la esquina.
Max estuvo pendiente en todo momento y con su compañía, seguí visitando las páginas web de los periódicos locales. Siempre era la misma historia: las personas desaparecían en el bosque y morían por el hambre o por ataques de animales salvajes.
Ninguna nota hablaba de posibles asesinatos o de esas criaturas deformes, solo repetían que el bosque ya contaba con más señales para evitar que las personas se perdieran. Claro, esas porquerías no servían para nada.
Poco a poco, el sueño me fue venciendo y mis ojos ardían frente a la pantalla, pero estaba lejos de ir a dormir. Debía encontrar alguna pista, algo para traer a mi verdadera hermana de regreso.
—Hermanito, ¿ya estás despierto?
Apagué la computadora de golpe al escuchar la dulce voz afuera y vi la hora en el reloj sobre el escritorio. Ya eran las seis de la mañana.
Bostecé un par de veces antes de darle otro trago a la bebida energética que guardaba entre mis cosas. Un largo suspiro salió de mi boca, parecía que cada vez estaba más lejos de saber la verdad.
Con pesadez, abrí la puerta y Max comenzó a gruñir en dirección a la pequeña persona que sonreía frente a mí.
Molly jamás tocaba la puerta, solo entraba haciendo destrozos en mi habitación. Cada vez confirmaba más las cosas; ella no era mi hermana.
—Mami quiere que vayamos a comprar huevos y leche, me los acabé todos por hacer tus panqueques.
Su voz era mucho más chillona que la de mi verdadera hermana y no soportaba su sonrisa exagerada. Sabía bien que estaba fingiendo.
Tomé un sudadero seco que estaba tirado cerca de la puerta y me lo puse. Mi ropa era todo un desastre, pero no me importó. Agarré a la supuesta Molly del brazo y salimos de la casa.
Tuve que dejar a Max en mi habitación, no era seguro tenerlo cerca de Molly y él pareció muy contento.
—¿Qué mierda eres? —le pregunté a esa cosa una vez que iniciamos nuestro camino a la tienda.
—¿De qué hablas, hermanito?
—¡Basta! No me llames de esa manera. No eres Molly y yo no soy tu hermano.
—¿Cómo quieres que te llame entonces?
Su actitud cínica estaba colmando mi paciencia.
—Deja de mentir. —La tomé de los hombros—. ¡Dime qué hiciste con mi hermana!
—Estás enojado —dijo haciendo un puchero—. Llevas actuando de esa forma desde que me encontraron en el bosque. ¿Querías que me quedara perdida para siempre? ¿Acaso no me quieres?
La forma en la que me había convertido en el malo me dio escalofríos. Iba a seguir insistiendo para que me dijera la verdad, pero alguien agitó un volante en mi cara. Al instante me separé de ella para que la gente no pensara que estaba lastimando a mi inocente hermana.
—Hola, bandido. Ayer te fuiste de tu fiesta de cumpleaños sin decir adiós —dijo Jeremy de nuevo en su disfraz de pollo.
Esta vez el disfraz era un tanto diferente, era más grande y gordo y había otros dos chicos vestidos de la misma forma. Yo parecía más sorprendido que la supuesta Molly. Simplemente, los ignoró y pasó de largo.
Mi verdadera hermana se hubiera lanzado sobre Jeremy para apretar el relleno de su traje.
—Sigo sin poder creerlo. Eres la última persona que esperaba ver vestido con eso.
—Es humillante y no puedo hacer nada, papá me castigó y ahora debo repartir todos estos. —Señaló el volante—. Están buscando personal; puedes unirte en lo que empiezas la universidad.
Universidad.
Era lo que menos me importaba. No me gustaba para nada la idea de estudiar una carrera elegida por mamá.
Le quité de las manos el pedazo de papel y leí el anuncio que solicitaba personas de entre dieciocho y cincuenta años para trabajar en el restaurante de pollo frito.
—No lo sé…
A mis espaldas, Molly ayudó a una mariposa que había caído en una tela de araña. Le quitó toda la suciedad de encima y cuando pensé que la dejaría libre, la tiró al suelo y la aplastó con el zapato. Al lado de ella, iba pasando una señora con sus compras y esa cosa la saludó muy tranquila, con su cara angelical.
—Piénsalo, será divertido. Podrías usar este disfraz también, así Britt no me molesta solo a mí.
Entonces me di cuenta de que Britt estaba a unas cuantas casas, tomando fotos de todos los chicos vestidos de pollo. Poco a poco fue girando su cámara hasta que estuvo enfocada en mí. Al reconocerme, sonrió y tomó varias fotos, después se acercó a nosotros.
Jeremy continuó repartiendo volantes y yo me dispuse a saludarla. Sin embargo, mi estómago rugió por el hambre y al darme la vuelta, descubrí que Molly ya no estaba.
—No de nuevo… —Me pasé las manos por el cabello—. ¡Molly, Molly!
Jeremy y Britt se acercaron rápidamente y comprendieron de inmediato lo que estaba sucediendo.
—Relájate. —Jeremy intentó tranquilizarme y que no hiciera nada estúpido—. No pudo ir muy lejos.
—¡Está camino al bosque! —gritó Britt y tenía razón.
Comencé a buscarla como loco por el sendero hasta que vi su vestido rosado no muy lejos. No perdí el tiempo y corrí con mis amigos a mi espalda mientras gritaba el nombre de Molly para que se detuviera de una vez por todas. Sentía que mi corazón latía como loco y que jamás podría alcanzarla, sentía que esta vez sí la perdería para siempre.
—¡Cruzó por este lado! —gritó Britt.
La seguí sin dudar, aunque era en un tramo fuera del camino trazado por los guardabosques. Mis zapatos se llenaron de lodo y avancé con dificultad, sin perder de vista al punto rosado que era Molly en la lejanía.
Cuando parecía que la estaba alcanzando algo, tiró con fuerza de mi sudadero, haciéndome caer. Mi desesperación por alcanzar a mi hermana fue tanta que me seguí moviendo frenéticamente, sin darme cuenta de que las espinas se enredaban más en mi ropa.
—¡Drew, no te muevas! —gritó Britt al llegar junto a mí—. Jeremy, ayúdame a sacarlo de aquí.
—¡No! —respondí—. Sigan a Molly o se perderá más en el bosque.
Mis dos amigos se dieron una mirada rápida y siguieron corriendo.
—Regresaremos por ti —dijo Jeremy antes de perderse entre los árboles.
Mierda, esto no podía estar pasando. Me moví con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del agarre de esas ramas que parecían volverse garras conforme pasaban los segundos. Era una auténtica pesadilla.
De pronto, una criatura salió de entre los arbustos. Por un momento creí que se trataba de uno de esos duendes, después pude apreciar mejor su cabello grasoso y sus piernas escuálidas.
Era un chico cubierto de mugre y apenas estaba vestido con un viejo saco de papas.
Al verme, el chico avanzó enseñando los dientes y se fue metiendo en la trampa de espinas hasta que me sujetó con fuerza del abrigo. Su olor era nauseabundo, como a pescado podrido y orina, y empeoró cuando abrió la boca.
Intentaba decirme algo, pero vi horrorizado que tenía arrancada la lengua y le era imposible hablar.
—¿Estás bien? —fue lo único que atiné a decir.
El tipo seguía tratando de decirme algo con sus ojos abiertos de par en par y sus manos que se negaban a soltarme.
Cuando consideré pedir ayuda, los gritos de Jeremy a la lejanía lo asustaron y terminó de huir al ver al maldito gato blanco sentado, no muy lejos de nosotros.
Se alejó cada vez más y más, adentrándose al bosque. ¿Era algún vagabundo? ¿Alguna persona perdida que necesitaba ayuda? En medio de todas mis preguntas, una hacía eco en mi cabeza sin parar. ¿Acaso ese hombre escapaba de Houa?
—¡Drew! —Jeremy se acercó con la cabeza de la botarga de pollo en la mano, seguido de Britt y de Molly—. ¡Encontramos a tu hermana! Solo se metió al bosque para recuperar a tu gato… —Al instante, mi amigo pareció notar que algo andaba mal—. ¿Te encuentras bien?
Me ayudó a salir rápidamente de las espinas, mientras que Molly se quedaba abrazada a Britt.
La mocosa me miraba sonriente, con el gato blanco en los pies, acariciándola y maullando sin parar.
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