✦•┈02┈•✦
—Venimos al escuchar la noticia en la radio.
—Gracias…
No supe como agradecer a Britt y a Jeremy. Esperaba reunirme con mis amigos del pueblo, pero no de esta forma.
Los abracé a ambos, sintiendo en todo momento la mirada de ese policía calvo que me hizo un estúpido interrogatorio horas atrás. Me moví incómodo. Eso solo aumentó mis nervios y mi enojo por no poder unirme a los grupos de búsqueda. Debía estar listo para la conferencia de prensa.
—Tranquilo, nos gusta ayudar —Jeremy me pasó una botella con agua—. Lo hacemos cada año.
—¿Cada año?
Britt le dio un golpe en el hombro y yo no pude soportarlo más.
Me senté en el suelo, apretando con fuerza la botella mientras pensaba en Molly y en sus berrinches. En cómo me había hecho prometer que le enseñaría a usar la bicicleta cuando termináramos con la mudanza. Todas las veces en que había inventado juegos para que ella no escuchara mientras mamá y papá discutían. Su vocecita que me seguía a todas partes…
Daría cualquier cosa por tener a mi hermana de regreso.
—Ignora a Jeremy. —Britt me abrazó—. Encontraremos a Marian, ya lo verás.
—A ella no le gusta que la llamen así —susurré—. Prefiere que le digan Molly.
Mi amiga solo lo decía para hacerme sentir mejor, eso lo sabía bien. Era un tonto irresponsable. Si alguien merecía estar solo en el bosque era yo.
—La dejé sola por un par de minutos, juro que no me alejé tanto y ahora ella ya no está.
—No fue tu culpa…
Me pasé repetidas veces las manos por el pelo y después me di la vuelta, tratando de que mi voz no sonara rota al responder:
—Claro que lo fue.
Dejé a Max con ellos. Mi perro estaba muy inquieto y ladraba sin parar. Sus gruñidos iniciales fueron cambiando hasta llegar a una especie de llanto. Él también extrañaba a Molly.
Caminé un poco más hasta llegar con mamá, quien me esperaba con un inmenso suéter de lana rosado y guantes. Estaba rodeada de policías y de cámaras del noticiero de las cinco. Me puse cerca de ella para darle un abrazo, pero se negó a verme y solo apretó el pañuelo lleno de lágrimas que sostenía contra sus mejillas.
—Jamás debiste dejarla sola —dijo en un susurro y se apartó de mí.
Eso acabó con el poco control que me quedaba. Mamá tenía razón, claro que tenía razón. Si le pasaba algo a Molly sería mi culpa.
Sostuve con fuerza la botella con agua y estuve a punto de tomar un poco para calmar esa angustia y tener un poco de claridad. Sin embargo, pensé en lo que había dicho Jeremy anteriormente y saqué mi celular.
Hice una búsqueda rápida y, con solo poner el nombre del bosque, aparecieron unas cuantas de noticias de desapariciones.
“Niño de siete años desaparece en el bosque de Midpon”.
“El misterio de las desapariciones del bosque de Midpon”.
“Cuerpo de niño desaparecido es encontrado, se presume que murió de inanición”.
—Andrew, la conferencia de prensa empezará ahora. Necesito que vengas.
Bloqueé mi celular de inmediato y me costó ponerme de pie. Todo era una pesadilla. ¿Molly tendría el mismo destino que toda esa gente que había desaparecido años atrás?
—Apresúrate —dijo mamá y tiró de mi abrigo.
El policía a cargo, un viejo gordo y calvo, comenzó a hablar y la gente se movió.
—Quiero agradecer a todos por venir esta mañana, es importante dar esta información al público lo antes posible. Hoy, alrededor de las seis de la mañana, la pequeña Marian Lancaster salió de casa junto a su hermano mayor, Andrew —sentenció el calvo viéndome fijamente—. El joven se separó de ella y se presume que la niña se adentró al bosque y se perdió al no conocer la zona.
Los periodistas levantaron sus manos y comenzaron a hacer preguntas sobre el físico de Molly.
—La madre de la niña desaparecida les hablará. —El calvo se apartó para dejar hablar a mamá.
Me acerqué yo también, pero ella me hizo una seña para que me quedara a una distancia prudente. Por primera vez, me lanzó una mirada de furia y creí que iba a golpearme. Al calvo sí lo dejó acercarse.
—Mi nombre es Ana Lancaster y soy la mamá de Marian. Mi pequeña cumplió siete este año y… No, no puedo, lo siento.
Mamá dio varios pasos atrás y comenzó a llorar. La prensa la dejó a un lado y se enfocó en mí.
—¿Qué hacían tan temprano en el bosque?
—¿Cómo era la relación con tu hermana?
—¿Por qué la dejaste sola?
Las palabras se atoraron en mi garganta mientras las preguntas de todos esos reporteros se clavaban como cuchillos en mi pecho. Balbuceé unas cuantas palabras y eso en nada ayudó, tenía la atención fija en las cámaras y en mi ojo que se cerraba sin que yo quisiera. Los títulos de las diversas noticias que había visto antes llegaron a mi mente y se negaron a irse, haciendo que mi estómago se revolviera y me agachara por un momento, intentando frenar el vómito.
—Muchacho, ya es suficiente. Ve con tu mamá —dijo el policía para que dejara de hacer el ridículo frente a las cámaras.
Le hice caso, con las miradas de los reporteros y de miles de televidentes puestas en mí.
Cuando estuve fuera del enfoque de las cámaras, alguien jaló con fuerza de mi abrigo. Limpié los restos de vómito de mi boca y me di la vuelta para ver de quién se trataba.
Era una mujer de unos veintitantos, temblorosa, con el cabello alborotado y la mirada perdida. Sostenía la foto de un niño entre sus manos llenas de tierra. El pequeño no pasaba de los siete años. Entonces la reconocí, era la misma mujer que repartía volantes ayer.
—Escucha… Debes ayudarme. —Me sostuvo del brazo con fuerza—. La criatura que se llevó a tu hermana es la misma que se llevó a mi hijo.
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