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IV Señor de Commorragh III

Ahora si se viene lo bueno, para mi al menos.

Años más tarde.

El renombre al igual que el inmenso poder del señor oscuro aumentaban enormemente, al punto que incluso en los reinos satélites más lejanos es famoso su descripción: Un humano de un inmenso poder capaz de infligir un dolor imposible de disfrutar incluso para el drukhari más retorcido de todos.

Sus dominios aumentaron hasta tener más de 1,000 reinos satélite bajo su dominio. Aunque los drukhari enemigos no se quedaron de brazos cruzados y también invadían los reinos satélite conquistados, el problema radicaba que ningún drukhari del señor oscuro retrocedía y daban lo mejor de sí sin rendirse, por extremo miedo a tener que enfrentarse al dolor que inflige su señor. Además de que finalmente llegó a su adultez creciendo hasta los 2.14 metros de altura.

Sin embargo, eso no es lo importante...

El primer hijo del señor de Commorragh... ha nacido.

La madre del hijo es una de sus concubinas, una simple Aeldari de largo y suelto cabello albino. La mujer estaba amamantando al bebé con una sonrisa muy serena. El bebé es muy poderoso, lo podía sentir tanto psíquicamente como físicamente. La mujer ya se había acostumbrado a su señor, sintiéndose agradecida por haber sido liberada de la tortura enfermiza de los drukhari.

—¿Cuál será el nombre que marcará las cadenas de tu destino?— Preguntó la Aeldari con su voz distorsionada en eco con amabilidad y enormes cantidades de amor materno. Su nombre es Albinai, por parte del señor de Commorragh. —Wahsh...— Pensó de repente.

El hijo tenía fauces muy parecidas a un lobo, incluso hasta un hocico, teniendo un pelaje tan blanco como la nieve, es decir, como el pelo de su madre. Sin embargo, el resto de su cuerpo es como el de un ser humano (o Aeldari). Aunque esto hubiera resultado una abominación para los Aeldari, la mujer pasó por tantas cosas que lograron volverla más agradecida con su vida, incluso con este hijo.

Unas palabras psíquicas perforaron los escudos psíquicos de la albina Aeldari con absoluta facilidad. La albina Aeldari llevó su bebé con una sonrisa, se tapó el pecho y se presentó ante el señor oscuro, estando algo confundida por la presencia de todas las concubinas y sobretodo de la consorte. Ellas compartían la confusión aunque de forma discreta.

6 de sus compañeras concubinas tenían diferentes tamaños de gran estómago, indicando que fueron embarazadas con éxito. Entre ellas está Liona, la más destacada del combate entre 200 Aeldari, una musculosa (aunque aún delgada) ex guerrera Asuryani de los espectros aullantes, con una melena escarlata sobre sus hombros y cuello, y unos ojos amarillos, es la más próxima a dar a luz.

La segunda más próxima a dar a luz es Gimena. Una Aeldari de largo pero flaco pelo azabache brillante. Su mirada penetrante y quizás algo altanera es bastante destacable. La miró con una ligera... competencia. Era obvio que quería saber quien podría dar el mejor hijo (o hija) al señor siniestro, aunque también había otra razón detrás... o quizás no.

La tercera es la propia consorte del señor oscuro. Esta parecía estar emocionada de ver el bebé, y a diferencia de la anterior que tenía una fría intencionalidad de competencia, la de ella es cálida, como una competencia entre amigas. Su nombre es Yolótl, un nombre muy extraño, pero el señor oscuro lo vio compatible por alguna razón.

La cuarta es una Aeldari pelirroja de pelo corto llamada Calista. Ver lo que tenia Albinai en sus brazos la volvió más ansiosa de dar a luz.

La quinta, Alea, una Aeldari de pelo negro que le llega hasta la base de sus orejas puntiagudas. Esta no reaccionó mucho, mantiene una mirada completamente indiferente.

Finalmente, la sexta, quien todavía no recibe su nombre. Ella tenía ojeras negras, un cabello negro largo recargada en su espalda  y ojos irritados que comunicaban enorme agotamiento. El embarazo no le hizo bien, obteniendo varios azotes dolorosos, pero ella estaba determinada a no rendirse y dar a luz a su bebé sin importarle el costo. Sin embargo, le cuesta mucho tiempo mantenerse de pie o incluso mantener sus ojos abiertos sin querer vomitar.

Las demás todavía no podían dar a luz o simplemente sus cuerpos no pudieron procesar la inmensamente poderosa semilla del señor oscuro, a pesar de ser muy mejoradas biológicamente. Albinai mostró su bebé al señor oscuro extendiendo los brazos que lo sostenían. El señor siniestro lo tomó con ambas manos, se pudo ver una estela y brillo de poder psíquico en el bebé, y los ojos del señor de Commorragh se abrieron en una genuina sorpresa de felicidad.

Las demás concubinas y la consorte sonrieron al ver la felicidad ocular del señor oscuro. El mencionado luego chasqueó los dedos con poder, y un quinteto de mandragoras aparecieron de la nada para la confusión de muchas y paranoia de pocas. El señor siniestro habló psíquicamente con las mandragoras, estas, como siempre ante su presencia, asintieron con mucho miedo.

El señor de Commorragh, para horror de muchas, dio el bebé a las mandragoras, y los drukhari mencionados se desvanecieron en la oscuridad. —¿Qué? ¡¿Qué le va a pasar a wahsh?!— Exigió preguntando la concubina completamente en shock. De repente, un mensaje psíquico le llegó a su mente... y cayó de rodillas con lágrimas en los ojos.

Las demás estaban asustadas, pero el señor de Commorragh tan solo las despidió. Las concubinas y la consorte se marchaban completamente... sacudidas por lo que pasó. —¿Qué te dijo nuestro señor?— Preguntó la consorte Yolótl, asustada. —Va a ofrecer nuestros hijos a los mandragoras... pasarán por una cantidad desconocida de tiempo con ellos... hasta que su mente y orgullo se rompan por completo.— Respondió bastante triste Albinai.

Hubo más de una reacción, la mayoría reaccionó con temor, otras ocultaron esas emociones pero una tan solo suspiró aceptando el destino... mientras que otra se negaba completamente a aceptar esto. La "noche" cayó, las mujeres Aeldari trataban de dormir pero tenían dificultades para hacerlo, sobretodo para la Aeldari enferma y Albinai, quien escuchaba los sollozos psíquicos de su hijo Wahsh.

Los gritos psíquicos entre una mezcla de bebé Aeldari y el de un lobo bebé azotaban y torturaban su ya afligida mente. Lloraba en silencio, pero también estaba cuestionándose unas cosas más. —Estaba contento... ¿Por qué no dudó en ofrecerlo a los mandragoras?— Pensó pero luego recordó el mensaje psíquico... y no ayudó en absoluto su angustia. —Para convertirlos en dignas armas y herederos...— Pensó con aún más dolor.

Mientras Albinai seguía lamentando la pérdida de su hijo, Liona la miraba con compasión desde fuera del cuarto, pero también con una fría determinación. —Mi hija no se volverá un arma del señor...— Juró en su mente con la misma temperatura que su determinación.

Días pasaron y Liona había preparado todo para poder salvar a su hija de las garras de su señor, desde hacer tratos con Homunculli y algunos  íncubos hasta comprarse una nave, sin decirles a nadie lo que planeaba. Se comunicó con ellos a través de sus esclavos. Ya estaba a punto de dar luz, pero se había marchado a un reino satélite muy lejos del trono oscuro, dando luz ahí.

—¡Grrrr! ¡Ahhh! Uff ufff uff.— Se esforzaba en dar a luz, pero le dolía mucho. De repente, una luz alumbró por todo el edificio en el que estaba, envuelta de un masivo poder psíquico. Era tal la luz que los Aeldari oscuros de afuera cercanos quedaron permanentemente cegados al punto que ni siquiera nuevos implantes oculares les permitirían ver. —¡AHHHHHHG!— Gritaban de dolor y otros de confusión.

La luz se calmó después de unos 3 minutos. La mujer rápidamente corría, usando sus poderes psíquicos para regenerar sus ojos, los pudo recuperar gracias a que cerró los ojos por el intenso dolor, pero todavía sus párpados fueron bastante atravesados. La mujer cubrió la poca luz que emanaba su bebé con varias mantas sin asfixiarla al igual que a sí misma, corriendo a toda velocidad hacia su punto de escape sin tiempo de cuestionarse el cómo su hija pudo emanar tanto luz.

—Liona...— La Aeldari se detuvo completamente paralizada, su sangre se enfrió, su piel perdió mucho color, sus ojos se abrieron en total shock y sus manos temblaban. Giró lentamente su mirada hacia la de su señor. El señor de Commorragh... había hablado... y llegado. Su voz ronca y fría desataba fríos y resonantes sonidos de la campana de la condena, una campana que resuena mucho más en sus víctimas revividas.

El señor oscuro arrancó de los brazos de su concubina la bebé. —¡Mi sol! ¡No!— Su horror hacia su señor cambió a su horror maternal de forma abrupta al no sentir el cuerpo de su silenciosa pero cálida bebé en sus brazos. Sin embargo, el señor de Commorragh la agarró del cuello y la alzó con una mano mientras sostenía con el otro brazo a la bebé.

La bebé, de repente, comenzó a llorar tanto físicamente como psíquicamente mientras agarraba con fuerza el brazo del señor siniestro que la sostenía. El señor oscuro la miró y después de un leve brillo psíquico de su parte, sus ojos mostraron una retorcida y emocionada sonrisa. Chasqueó los dedos sin soltar a la bebé, más mandragoras vinieron, y tras un rápido comunicado psíquico, se llevaron a la bebé. —¡NOOOOO!— Liona gritó desesperada con lágrimas. Sus intentos de salvar a su hija... habían fallado...

El señor de Commorragh luego la miró con una mirada decepcionada pero sin sorpresa. Luego... le perforó las costillas con sus dedos. —¡AAAAAAH!— La concubina gritaba de horror y de un dolor incomprensible para incluso los Aeldari. El señor siniestro jalaba ambas manos... partiéndola en 2... lentamente... —¡AAAAAAAAAAAH!— La mujer Aeldari gritó más fuerte del dolor con lágrimas y saliva de sangre.

Luego de unos eternos segundos más, la Aeldari... fue despedazada en 2 mitades, salpicando sangre y algunos órganos en el "rostro" del señor oscuro. Sin soltar las mitades de la concubina muerta, se teletransportó no sin antes llamar a todas las concubinas y su consorte al mismo lugar.

Al llegar, todas miraron horrorizadas las mitades de Liona, y el cuerpo empapado de la sangre y restos de la mencionada del señor oscuro. Después de un muy vago mensaje psíquico, todas entendieron la razón y el mensaje no dicho, para mayor desesperación de estas. En cuanto el señor siniestro se marchó, nadie dijo nada... por un tiempo.

—¿Los Mon'keigh de verdad no tienen corazón? ¿De verdad son tan salvajes?— Preguntó vacía sumida en la desesperación y tristeza Alea. —¿Qué pasará con nuestros hijos? ¿Qué pasará con las que no pueden dar a luz o fracasan en dar un hijo poderoso?— Preguntó muy alarmada Calista, respirando sin control. —Nada.— Dijo Gimena con una casi total indiferencia haciendo una pausa.

Todas la miraron, pero Gimena, rodando sus ojos en molestia, dio una mayor explicación. —Nosotras somos propiedades del señor de Commorragh. Mientras no le causemos problemas, no nos desechará.— Explicaba Gimena mientras caminaba y luego miró a las mitades de Liona con menosprecio.— Liona... fuiste una imbécil.— Dijo sin el más mínimo respeto o duda.

Las demás la miraron, pero esta explicó. —El señor de Commorragh podrá no ser muy inteligente, pero es extremadamente poderoso psíquicamente como mínimo. Ella debió saber que desafiarlo, por más buenas intenciones que se tenga, es de lo más estúpido sin importar lo muy cuidadoso o discreto que sea.— Luego pisó los restos de Liona y miró a sus compañeras.

—Desde el momento en que fuimos adquiridas por el señor de Commorragh, hemos recibido su marca de propiedad. Nuestras decisiones no importan, nuestras mentes no importan, nuestros deseos no importan y mucho menos nuestros corazones, solo en darle hijos.— Habló con frialdad y dureza, pero continuó. —¿O acaso son más estúpidas que los Mon'keigh? ¿Se tomaron tan a ligera la marca? No sé que sucede con sus mentes, pero yo ya vi y acepté lo que significaba, ¿o incluso lo que sufrimos por esas excusas de ser Aeldari no significó nada?— Preguntó con una mirada dura y fría.

Nadie le respondió. Todas solo miraron abajo con miedo temblando enormemente, recordando las profundidades del reino satélite donde sufrieron. —Entonces, no lo cuestionen. Yo ya vi lo que es y también descubrí sus orígenes. Si se les dificulta tanto seguir esas órdenes, solo piensen en esto: Intentar salvar a tus hijos es peor que no intentarlo. De todos modos, él conseguirá lo que quiere sin importar lo que hagan. Solo sufrirán sin lograr nada si ceden a sus sentimientos, como Liona. Mínimo recuerden las enseñanzas Asuryani sobre las emociones.— Terminó de hablar Gimena para luego marcharse.

Todas se marcharon a sus cuartos. Los pasos de sangre de Gimena dejaban un rastro de su paradero, molestando a los guardias drukhari cercanos ya que lo deben de limpiar. La consorte, es decir, Yolótl, caminaba a su cuarto, mirando su estómago con miedo, tristeza y agonía. —¿De verdad tengo que dejar que mi hijo se volviera un arma? ¿Un ser sin alma que destruye?— Pensó mientras lágrimas de desesperación se deslizaban por sus mejillas.

Después de algunos días más, la consorte había dado luz a un varón. Ella caminaba a pasos lentos, cargando al bebé, sabiendo lo que le va a pasar. Su cuerpo temblaba de miedo, negación y tristeza, pero sabía que no tenía sentido rebelarse. Ofreció a su bebé con mucha tristeza y miedo ante su señor, el mencionado lo tomó con una mano y lo escaneó psíquicamente. Satisfecho y orgulloso, preparaba un chasquido... el chasquido que condenaría al bebé un tiempo indeterminado de sufrimiento intencional... pero... fue interrumpido.

—¡Por favor tenle piedad a nuestro hijo!— Se desplazó panza abajo en el suelo la mujer agarrando y jalando las piernas de su consorte. El señor de Commorragh la miró fríamente, indiferente ante sus lágrimas. —¡Solo míralo! ¡Heredó tu belleza! ¿No le vas a tener piedad ni a ti mismo?— Siguió suplicando, pero el señor oscuro no le importó sus súplicas y preparaba el chasquido. —¡Nadie en Commorragh no ha sufrido! ¡Tú también sufriste!— Seguía hablando y sollozando.

El señor oscuro seguía indiferente. Las concubinas miraban incómodas, aterradas y hasta expectantes, incluyendo a Gimena de cómo va a terminar esto.

—¿O acaso a nadie le importaste lo suficiente como para que te importara? Por favor... aunque solo sea por esta vez... perdona a nuestro hijo... déjame a mi prepararlo en lo que deseas.— Suplicó una última vez, bajando la cabeza. El señor siniestro iba a chasquear los dedos... pero...

Se detuvo. Tuvo una mirada enojada, pues lo único que le llegaba a su mente... eran 2 imágenes. La primera imagen era de su madre adoptiva abrazándolo, la segunda, Yolótl abrazándolo durante el apareamiento. Indeciso por sus emociones, devolvió el bebé en un arrebato de ira a su consorte.

Yolótl se sorprendió sintiendo el calor de su bebé en sus brazos. El señor oscuro la agarró del cuello, le señaló con el dedo entre los ojos de la consorte. Una advertencia, por supuesto. Ella asintió rápidamente, causando que el señor siniestro la soltara y se marchara, pero no sin antes señalarle con el dedo a las demás, causando que volviesen de su shock resignadas y deprimidas.

Gimena estaba sorprendida, sin embargo, al recordar que su bebé, todavía en proceso de dar a luz, es la siguiente, suspiró amargada y volvió a su cuarto para asignar tareas a sus esclavos.

Después de unos cuantos días, mientras la consorte amantaba a su bebé o lo cuidaba, las demás tuvieron que ver a sus bebés partir de sus brazos, con la maldición de saber lo que tendrán que sufrir desde su nacimiento. No fueron muy diferentes, todas tuvieron un gran dolor en su corazón ver partir a sus hijos hacia su condena... excepto la última.

La Aeldari enferma, estaba vomitando mucho, incluso hasta sangre. Sus ojeras estaban más oscuras que antes, con las venas oculares más visibles mientras su color de piel se estaba perdiendo. Su respiración estaba demasiado agitada. —Hgggggh, ah... ah... ah...— Recuperaba aliento mientras se esforzaba en dar a luz, a pesar de su ahora desnutrido cuerpo.

Yolótl y Gimena se habían acercado a la Aeldari enferma, quien todavía estaba en cama. —¿Podrás dar a luz el bebé?— Preguntó Gimena con cierta indiferencia, pero no del todo. —Puedo...— Respondió débilmente mientras aún trataba de dar a luz. —Aparte de tu físico... ¿todo está bien?— Preguntó Yolótl con sincera preocupación, con su bebé en sus brazos.

—No... no lo estoy.— Respondió con tristeza, todavía luchando enormemente, como todos los días lo ha hecho. —Mi bebé... está débil.— Respondió con tristeza. Gimena cerró los ojos con decepción, pero Yolótl abrió un poco los ojos preocupada, pero no sorprendida. —Me da miedo... darla a luz.— Confesó, muy estresada, pero incapaz de llorar. —Aunque logre darla a luz... ¿qué le hará nuestro señor?— Preguntó muy agitada. —¡y aunque fuese fuerte, va a ser condenada a sufrir sólo para volverse un arma, una "digna" heredera o solo para que mínimo su orgullo fuese destruido y...!— Comenzó a gritar y hablar muy rápido, pero controló sus sobrehumanas emociones y se mantuvo callada.

Yolótl la miró con compasión, pero Gimena en su usual indiferente y altivo rostro habló. —Realmente estás demasiado agotada para pensar. Dudo mucho que nuestro señor le haga algo a tu bebé si resulta débil, lo más lógico es que la usara como una peón sin renombre, oculta, sobretodo considerando que ha demostrado tener algo de corazón con Yolótl.— Habló con calma y cierta arrogancia.

La mujer no se calmó, todavía estaba asustada por lo que le podría ocurrir a su bebé, sin embargo, su lucha por dar a luz al bebé quedó sin cambio. Después de que Gimena y Yolótl se marcharan, la mujer enferma siguió pujando y pujando... hasta que por fin la dio a luz. Pero...

Minutos más tarde.

Todas las concubinas (Salvo la enferma) estaban reunidas incluyendo la consorte con el señor oscuro. El señor siniestro estaba sentado en su trono oscuro, esperando a su concubina enferma a que le llevara su bebé. Nadie decía ni una palabra, todos la esperaban.

Finalmente, la nueva madre vino caminando lentamente. Sus suaves y ligeros pasos resonaban por todo el lugar oscuro sobre el brillante, duro y elegante piso, cargando a su bebé con temor y algunas lágrimas. Se arrodilló, todavía abrazando a su bebé con mucho cuidado, mientras lágrimas caían contra el suelo.

El señor siniestro, curioso, se levantó de su trono oscuro y caminó lentamente con calma hacia su concubina enferma. La concubina temblaba de miedo y comenzó a susurrar entre sollozos. —Lo siento... lo siento...— Decía pero le fue arrebatada de sus brazos su bebé, causando que ella dejara sus brazos extendidos en total desesperación silenciosa.

El señor oscuro agarró la bebé, un brillo psíquico envolvió a la bebé, y una inmensa ira se desató en sus ojos. No hay un poder físico sobre Aeldari... ni tampoco poder psíquico sobre Aeldari... es tan solo una bebé Aeldari normal...

Miró a la concubina, quien se quedó sin aire y cayó al suelo muy atemorizada. Las demás concubinas apartaron la mirada, Gimena observaba;  confiada de que no le va a pasar nada a la concubina enferma, y la consorte abrazaba a su hijo tapándolo.

Tal como había pensado Gimena, el señor oscuro no le hizo nada a la concubina. La concubina alzó la vista confundida, pero su atención fue completamente dirigida a su bebé, como si la pudiera recuperar a su bebé con los ojos. Todas suspiraron de alivio...

El señor de Commorragh caminó fuera del trono, cerca del precipicio. Miró a la bebé, luego... la arrojó al vacío con toda su ira, disgusto y furia. —¡NOOOOO!— Gritó la concubina enferma corriendo hasta al borde del precipicio, viendo cómo su bebé gritaba y lloraba, desapareciendo junto con sus sollozos en el vacío de la altura.

Todas miraban esto en total shock, sobretodo Gimena quien cayó en rodillas. —Pero... ¿Por qué?— Preguntó Gimena, sin entender del todo el porqué arrojó su señor a la bebé sin dudarlo. ¿Tan lamentable era? —Mara...— Dijo el señor de Commorragh, nombrando a la concubina enferma.

La ahora nombrada Mara se quedó en shock, pero luego se levantó... y una espada hecha completamente de poder psíquico, apareció en una mano y cargó contra el señor oscuro. El señor siniestro recibió el ataque sin ningún tipo de daño, de hecho, el arma psíquica se destruyó al contacto. —¡AHHHHHHHHH!— Rugió en total ira, dolor y odio.

Mara comenzó a golpear al señor de Commorragh con todas sus débiles fuerzas físicas y con toda su alma, pero su físico de una Aeldari, más estando enferma, no le hizo nada al señor de Commorragh. El mencionado la agarró del cuello y la alzó, pero... no había miedo en los ojos de la mujer.

—¡AHHHHHHH!— Presionó sus dedos pulgares en los ojos del señor oscuro, aún en el mismo estado. Su bebé... la bebé por la que luchó tanto para que naciera... la bebé por la que se enfermó y debilitó... la bebé por la que amó desde que apenas era una embrión... había sido arrojada al vacío a su suerte y muerte con desprecio por nada más ni nada menos que el hombre que se la dio.

El señor siniestro no parpadeó y recibió los dedos pulgares en los ojos con burla. Mara apretó con los dedos pulgares contra los ojos del señor de Commorragh con tanta fuerza y dolor que los huesos de los dedos pulgares se rompieron, pero los ojos del mencionado seguían intactos. Le agarró una de las muñecas de Mara y se la torció con tan solo 2 dedos. —¡AHHHHHH!— Un dolor incomprensible la azotó derribándola en el suelo... pero... se levantó y dio un puñetazo con tanta adrenalina que el brazo se rompió, mientras el otro brazo sangraba.

Dio un chasquido de dedos el señor de Commorragh, los guerreros de kabala cercanos agarraron a Mara, pero la mencionada mordió una de las manos con tanta fuerza que arrancó parte de la piel. El guerrero de la kabala no apartó la mano pero no pudo evitar quejarse del dolor por breves momentos. Mara apretó con más fuerza la mordida al punto que logró romper parte de los huesos de la mano mordida.

El otro intentó agarrarla pero ella dio una patada con tanta fuerza que casi se fractura su débil pierna en la cara de la víctima al punto de hacerlo sangrar. Pero la agarraron y la golpearon dejándola inconsciente y se la llevaron, pero no pasó mucho tiempo para que despertara y siguiera luchando con ira. —¡MALDITO SEAS MON'KEIGH! ¡TE ODIO! ¡OJALÁ SLAANESH TE CONSUMA EL ALMA Y TE HAGA SENTIR EI MISMO DOLOR QUE YO!— Gritaba completamente consumida por el dolor y el odio.

—¡VOY A ESCAPAR, VOY A CAZARTE, Y TE MATARÉ! ¡MALDITO SEAAAAAAS!— Seguía jurando Mara en total ira con su voz quebrada y su boca llena de sangre ajena a la suya con los ojos en blanco. El señor siniestro hizo caso omiso a sus palabras, todavía molesto por ser responsable de dar a luz a una mortal inútil.

Las demás concubinas estaban extremadamente tristes por esto. Gimena perdió por completo su altivez y su mirada indiferente, cambiada a una de lamento, sorpresa y disgusto. No esperaba que incluso la lógica del señor de Commorragh estuviera tan podrida. Se apartó y retiró, completamente triste por Mara.

El bebé de Yolótl lloraba enormemente, la mencionada trataba de calmarlo sin éxito, mientras también lamentaba la pérdida de Mara. Recuerda mucho sus esfuerzos... como luchaba no solo contra sus enfermedades sino contra la gran posibilidad de morir durante el parto y lo logró... solo para ver cómo su hija cae y desaparece en el vacío...

Yolótl se preguntó si la piedad del señor siniestro hacia su bebé es la última amabilidad que vio y verá. Sin embargo, miró a su hijo. Es tan parecido a su padre... en apariencia física al menos. Se llenó de determinación, no solo criarlo para volverlo lo suficientemente eficiente para que su padre no lo rechace, mate o torture, sino también lo suficientemente diferente a su padre para que no se vuelva como él...

Los siguientes capítulos serán historias sobre los hijos, es decir, semidioses. Mientras tanto, disfruten de estas curiosidades:

El señor oscuro si bien no conocía el significado de los nombres que daba, si tenían un significado específico para sus concubinas y consorte. Es decir, les dio nombre por intuición y solo si concebían un hijo como mínimo.

Yolótl: Significa "corazón" en Náhuatl. Yolótl en el primer apareamiento abrazó al señor de Commorragh al sentir un repentino dolor pero también por miedo a ser devuelta a las torturas o que le suceda algo peor. Esto instintivamente el hijo de Slaanesh lo interpretó como amor y por eso instintivamente le dio ese nombre.

Gimena: Significa "obediente", aunque lo rebusqué y ya me dice google que significa "oír" en hebreo.
Se le dio este nombre debido a que, de todas las concubinas e incluso la consorte, es la más obediente o mínimo la que duda menos en seguir las órdenes de su señor, aunque sea solo por un miedo lógico.

Liona: Significa en griego "león" o "valiente". Aunque se le puso este nombre principalmente por su melena carmesí como cabello, al final, honró ambos significados al intentar proteger a su hija aunque no lo logró. Cabe aclarar que todas las concubinas incluyendo la consorte le temen al señor de Commorragh.

Calista: Significa "la más bella" en griego. Si bien la consorte es la más hermosa, Calista tenía una elegancia y un lenguaje corporal que resultaba mucho más atractivo, sobretodo porque es inconsciente. Esto lo notó inconscientemente el señor de Commorragh y casi cae víctima de la lujuria.

Alea: Significa "creadora" en griego. En realidad el significado da un spoiler (y a la vez no) de lo que va a suceder más adelante en la historia. El señor de Commorragh accidentalmente predijo lo que va a suceder en el futuro.

Albinai: Ese nombre solo se le dio por su cabello albino al ser absurdamente muy blanca.

Mara: Significa "la mujer afligida" en hebreo. Es de origen bíblico. Se le es dada debido a su sufrimiento por intentar dar a luz y también por ser escupido sus esfuerzos y amor.

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