SEIS
Fue demasiado fuerte encontrarme con mis versiones del pasado. Pero me sentí muy bien al pedirles perdón, de corazón.
Realmente lamenté demasiado el no habernos cuidado, pues debido a ello, llevo conmigo muchas marcas terribles que se reflejan en mis actitudes, en mis pensamientos. En todo lo que haga hoy en día.
Y es recién ahora que puedo ver eso. No lo había notado hasta que Bastián tocó el tema. Comprender que soy lo que soy en base a mis vivencias, me vuelve a sacudir por completo, me vuelve a dejar en el suelo, hecha polvo.
La carencia de amor propio te convierte en polvo. Una consistencia tan frágil de ti que permite que las personas hagan contigo lo que les plazca.
Algunos parecen que te colocan debajo de la alfombra, con el restante de su propia suciedad. Luego te pisotean, y si crees que no puedes estar más hecha añicos, te equivocas. Se puede. Si a tu lado hay alguien que se alimenta de tu debilidad, créeme que se puede estar más roto de lo que uno ya se encuentra.
Y si no te colocan debajo de un tapete, se sacuden de un lado al otro, sin importarles como eso te deja o hace sentir.
No comprendes la gravedad del asunto, ¿por qué? Porque eres polvo, eres nada. Y cuando la nada se apodera de tu cuerpo, te invade el vacío, la oscuridad. Y en la oscuridad no divisas las cosas como son, crees que es correcto sentirte menos, y que es correcto lo que el resto hace contigo.
Con Bastián tuvimos una charla muy profunda respecto a todo esto. Y no es fácil ni bonito escuchar que alguien te dice que la carencia de amor propio te convierte en polvo, en la nada misma.
¿Quieres seguir siendo nada o quieres ser tú, Aurora Smith? Con todo lo que eso implica. Con la fuerza que tu nombre merece, con la energía que tu corazón necesita. Que cada latido te diga que eres valiente, fuerte y hermosa.
Es lo que me dijo Bastián cuando vio que la charla me estaba hundiendo en un pozo sin salida. Luego continuó:
Sí, la persona que eres hoy es en base a las cicatrices que te dejaron las personas que te lastimaron. Pero eres más que eso, mucho más. Y es tiempo de que lo descubras. ¿Sabes una cosa, Aurora Smith? El ave fénix renace de sus cenizas. Es tiempo de que seas ave fénix. Es momento de hacer un cambio con el polvo. Llego tu hora de ser tú, con amor, con cariño, con fuerza, valentía y poder; pero siempre tú. Vas a poder. Siempre has podido, nada más que te topaste con gente que te hizo creer que no. Pero puedes. Puedes, Aurora.
Que alguien te diga que puedes, que siempre va a ser así, porque así tuvo que haber sido desde el día uno, hace que tu corazón se sienta repleto de vida. Tu vida da un vuelco y ves las cosas de otra manera.
Ves más allá del dolor, de las cicatrices, y de las memorias impuestas por personas que te lastimaron. Y el hecho de ver más allá, logra algo que creías imposible: se puede encontrar la luz entre tanta oscuridad. Solo basta con comprender todo lo que Bastián me dijo, aun cuando muchas de esas cosas me hicieron mal.
A final de cuentas, fue necesario sentirme de esa manera. Solo así pude entender la gravedad que hay en la carencia de amor propio.
Soy la persona que me va a acompañar hasta el final de mis días. No puedo seguir siendo mi enemiga. Debo aceptarme, debo llevarme bien conmigo, con mi cuerpo, con mi personalidad.
Debo ser mi mejor amiga, mi mejor versión, mi mejor amor. Debo hacerlo. Puedo hacerlo.
¡Puedo hacerlo!
¿Va a ser fácil? No, no lo creo. Hace años cargo con esta carencia de amor. Pero, ¿sabes qué? No es imposible. Sería imposible no intentarlo, y yo quiero intentarlo. Y el hecho de querer hacerlo, me da un poco de fuerzas.
Seré mi ave fénix. Saldré de la oscuridad, de su frialdad y de la monotonía que eso trae consigo.
No va a ser fácil, pero voy a dar pelea.
Abrazo muy fuerte a todas mis versiones del pasado. Abrazo a la Aurora de catorce, besando a un hombre mucho más grande. Abrazo a la Aurora que permitía que su novio la tratara como escoria. Abrazo a la Aurora que no abrió la boca ante las injusticias, ni se defendió cuando era necesario hacerlo. Abrazo a la Aurora que baja la mirada y hacía cosas que no quería hacer.
A todas ellas las abrazo. De todas ellas me despido.
Es hora de conocerme a mí, lejos de mis versiones del pasado.
Entiendo que las cicatrices me van a seguir acompañando. Pero también entiendo que soy más que eso y que puedo elegir hacer un cambio. Puedo lograr que de las cicatrices florezcan flores, las cuales lleven consigo el bonito aroma del amor hacia uno mismo.
—¿Aurora? —. Bastián se aparece a mi lado justo cuando meto el pollo en el horno.
—Dime.
Suspira. Sospecho que no me va a gustar lo que tiene para decirme.
—¿Cuándo vas a contarle a tus padres lo que pasó? —. Sí, no me gustó esa pregunta.
Decido ignorarlo, por lo que mientras el pollo se hace, me dedico a preparar la ensalada que va a acompañar mi cena.
Pero, por más que quiera evitar el tema, sé que en algún momento voy a tener que responder. También sé que tarde o temprano mis padres tienen que enterarse.
Así que dejo de picar los tomates, dejo el cuchillo a un lado y observo a Bastián.
—¿Me vas a acompañar? —. Le pregunto—. ¿Me vas a ayudar a que sea menos difícil?
—Por supuesto, cuentas conmigo.
—De acuerdo.
Asiento y vuelvo a lo mío. Le digo a Bastián que podemos hacerlo mañana, a la salida del trabajo, me dice que eso está bien para él y vuelve a sofá. Creí que iba a seguir criticando el libro que estoy leyendo, pero en lugar de eso, se dispone a meditar.
Lo dejo en lo suyo y me dedico a lo mío. Pero, mientras termino de cocinar, pienso en cómo hablar con papá y mamá. Por más que sepa que Bastián estará a mi lado, no deja de aterrarme la idea de tocar el tema con ellos.
Estoy afuera de la casa de mis padres, con Bastián a mi lado, balanceándose de un lado al otro mientras esperamos a que alguien nos reciba. O bueno, me reciba.
Y mi madre es quien abre la puerta y me rodea fuerte con sus brazos, como de costumbre. ¿Es posible que ya quiera echarme a llorar?
Papá está en la sala, bebiendo su café de todas las tardes, con el periódico frente suyo. Me sonríe al verme, y besa mi frente. Ese es su saludo habitual.
—Me gusta el perfume que tienes hoy — comenta mi madre cuando nos sentamos en el sofá—. ¿Lo has cambiado? ¿Cuál es?
Frunzo el ceño. No me puse ningún perfume. Pero la sonrisa de Bastián me hace sospechar que no soy yo la que huele tan delicioso.
—Es cierto, huele a vainilla —. Dice mi padre.
—¿A vainilla? ¿Qué estás oliendo? Huele a lavanda.
Ambos se miran como si el otro estuviera loco por oler algo diferente. Luego recuerdo que Bastián olía a limón, entonces puedo llegar a entender que el aroma que lleva consigo es diferente para cada persona, debido a que cada uno percibe su aroma favorito en el mundo.
—Tenemos que hablar. —Les suelto así sin más, desviando el tema de conversación.
—Cariño, no nos asustes. ¿Qué sucede?
Sostengo fuerte la mano de mi madre, y cuando papá nota eso, se sienta del otro lado y coloca su mano sobre mi hombro.
Papá y mamá siempre fueron de las primeras personas en enterarse cuando alguien me golpeaba feo la autoestima, y cada vez que eso pasaba, esto hacían: uno me sostenía fuerte la mano, y el otro llevaba una de sus manos hacia mi hombro.
Sé que no muchos pueden decir que confían en sus padres, al punto de verlos como amigos. Por suerte, tengo el agrado de decir que eso no pasa conmigo.
Siempre estuvieron ahí para mí, listos para escucharme y para esperarme con un abrazo de ser necesario.
Quizá se deba a que soy hija única, no lo sé. Quizá eso no tenga nada que ver. Quizá solo me tocaron grandes personas como padres.
Les cuento todo lo sucedido, mientras que Bastián está frente a mí, haciéndome llegar su aroma a limón. Creo que es por eso que no me encuentro llorando, sino ya habría un gran charco bajo mis pies, sin exagerar.
Cuando terminó de hablar, me siento mucho más liberada. Me agrada saber que ya no tengo que fingir, al menos no con ellos. Ahora solo resta hacerlo con mis compañeros de trabajo.
Mamá me dice unas cuantas palabras de aliento, pero papá entiende que no es eso lo que quiero. Y que tampoco necesito que me miren con compasión.
No sé cómo lo hace, pero le transmite eso a mi madre, le hace comprender lo que en verdad necesito. Así que deja de mirarme con pena, y me observa con ojos cargados de amor, algo que me dice que todo va a estar bien porque ellos están a mi lado.
Y en lugar de palabras, recibo abrazos. Me dan todo lo que quiero, todo lo que necesito, todo lo que me hace sentirme un poco más fuerte entre tanta debilidad ocasionada por la traición de Kevin.
Entonces, entre los brazos de mis padres sonrío; voy a estar bien. Solo es cuestión de tiempo.
Bastián lee mis pensamientos, sonríe y asiente.
—Eso mismo, tiempo.
Susurra y desaparece, dejando un rastro de brillos a su paso. Me deja a sola con mis padres.
Bastián también comprende lo que necesito en estos momentos; estar a solas con ellos.
Hola(:
Estoy muy entusiasmada con esta historia. Aún no estoy segura de si va a ser una historia corta, o no. Al momento siento que no, pero todo puede pasar.
La disfruto mientras la escribo, y espero que ustedes la estén disfrutando también.
Si Bastián se presenta ante ustedes, qué aroma llevaría? Es decir, cuál es su aroma favorito en la vida? O uno de ellos?
En el próximo capítulo seguro hablemos de la idealización seguida del golpe de la desilusión. Están listos para eso?
Nos leemos pronto!
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