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Prólogo

Chico en multimedia: Jack Mason (Hunter Parrish)

Canción en multimedia: Follow me (Jasmine Thompson Cover)

Prólogo ღ

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1 año y 7 meses atrás.

Ashley Daking era la personificación del gato al que, según el dicho, la curiosidad le mató. A sus quince años esa fase no había hecho más que intensificarse así que, cuando escuchó ruido dentro de los vestuarios después de clases, no pudo evitar acercarse.

Ella se había dejado el cuaderno lleno de apuntes de historia del arte que su mejor amiga, Wen, le había prestado. Era la única alumna que todavía estaba recorriendo esos largos pasillos así que al escuchar el fuerte golpe no dudó. Corrió en busca de su explicación.

Ashley guardó el cuaderno en su mochila y se acercó a abrir la puerta de los vestuarios con cuidado de no hacer ruido, resguardándose en la oscuridad a tiempo para escuchar una voz clara y aguda insultar a alguien. Desde la puerta no podía ver lo que estaba pasando, cerró con cuidado la puerta detrás de sí y se encamino hacia algunas de las taquillas rojas. Las luces estaban apagadas y los pasos de la castaña no hacían demasiado ruido sobre las baldosas blancas.

—Te lo mereces por idiota —Volvió a escuchar que decía la misma voz—. Para la próxima vez aprende a comportarte como una persona decente.

Ashley supo que eso no le incumbía sólo con haber escuchado la primera frase y, aun así, fue incapaz de darse la vuelta e irse. Encontró con la mirada un grupo de bancos que solían estar amontonados en una de las esquinas del vestuario ahora tirados en el suelo. Supo al instante que eso era lo que había provocado el fuerte golpe que ella había escuchado. Pasó a la siguiente fila de taquillas, escondiéndose tras ellas en busca de poder ver algo.

—Oh, vamos Ginny, los dos sabemos que no vas a dejarme aquí —Era una voz masculina la que respondió. El tono, pesado y aburrido, logró que un escalofrío recorriese la columna de Ashley.

—¡Eres un imbécil! Espera a que el equipo de Voleibol te encuentre así cuando venga a entrenar esta tarde, vas a triunfar entre ellas —Añadió la primera voz.

—No me jodas, Ginny ¡Ginny! ¡Maldita sea Ginny ni se te ocurra irte! ¡Ginebra!

Ashley se apresuró a esconderse mejor al escuchar pasos acercándose. Cerró los ojos con fuerza y trató de regular su respiración para no ser notada. Sus ojos pronto buscaron una figura entre la oscuridad. No fue difícil encontrarla, una chica alta y de larga melena pelirroja estaba sacándole el dedo corazón a alguien a quien Ashley no podía ver desde su posición.

—¡Que te jodan, Jack! —chilló la chica.

—¡Ginebra haz el puto favor de volver antes de que... —Ashley pudo ver cómo la figura de la pelirroja se movía con rapidez hasta desaparecer del vestuario dando un fuerte portazo. Un segundo después, empezaron las maldiciones. Una tras otra y cada una peor que la anterior.

De no ser curiosa, ella se hubiera ido nada más darse cuenta de que había más personas en el vestuario, o quizás cuando habían empezado a discutir. De no ser curiosa ella habría recogido el cuaderno de Wen de su taquilla para luego irse a casa. Pero era curiosa y, sin pararse a pensarlo, salió de su escondite en busca del dueño de los innumerosos insultos que estaban inundando el vestuario femenino de su instituto.

Ashley terminó de recorrer los vestuarios femeninos con rapidez, tratando de hacer el mínimo ruido posible hasta dar con el propietario de esa voz que todavía se estaba quejando. Lo encontró a lo lejos, esa sombra que estaba moviendo sus manos sobre uno de los bancos. Ella se acercó otro par de pasos, todavía usando las filas de taquillas para no ser vista hasta poder entender la situación.

Sentado junto a uno de los bancos estaba un chico desnudo de cintura para arriba que, por razones que se escapaban a la comprensión de Ashley, había terminado cubierto de lo que parecían ser plumas blancas, harina y purpurina gris. Una de las manos del chico estaba esposada al banco de forma que le fuera imposible soltarse. Volvió a maldecir.

La mochila de Ashley rozó una de las taquillas sin fuerza, pero aun así fue el suficiente ruido como para que el chico levantase la mirada, alerta, y buscara a su alrededor.

—Ginny te juro que o me sueltas o voy a patear tu culo.

La chica se aclaró la garganta en busca de que la atención del desconocido se centrara en la posición de ella antes de salir de su escondite.

—La chica que estaba aquí ha salido hace un rato —Ella señaló hacia la puerta con el pulgar mientras se acercaba al chico. Pudo notar cómo, pese a estar bajo capas de productos, el chico tensaba la mandíbula antes de tirar una vez más de las esposas que mantenían su mano contra el banco—. ¿Necesitas ayuda con eso?

—¿Con esto? —Él volvió a tirar. Ashley se sorprendió al tener la impresión de que tenían la misma edad y tener la casi absoluta certeza de no haberle visto nunca antes por el instituto. A la pelirroja la había reconocido, ¿quién no conocía a Ginny Wilcox aunque fuera de oídas?—. Para nada, estar esposado, lleno de harina, plumas y purpurina es mi nuevo fetiche.

Ashley inclinó un poco la cabeza, analizando la respuesta del chico y dejando las palabras salir a través de sus labios con un deje de molestia. Se había ofrecido a ayudarle y él la respondía como si hubiera sido culpa de ella.

—Me alegro, así no pierdo el autobús por tener que soltarte, disfruta.

No hizo falta más que ella diera un paso atrás para que él se aterara.

—¡No! —Gritó—. Ayúdame a quitarme las malditas esposas.

—¿No te gustaba estar esposado?

Él le dedicó la que ella interpretó como una fría mirada, pero la forma en la que había sido cubierto le impidieron a la chica poder tomarle en serio. Ella se acuclilló a su lado antes de llevar la mano a una de las plumas que él tenía en el pelo, se la quitó, mirándola divertida.

—Parece que has cabreado a alguien, chico esposado.

—Cállate.

—Lo haría, pero tu frustración me entretiene —Admitió. Él había sido el que empezó con las respuestas cortantes y sarcásticas, ¿por qué no seguirle el juego?

—Si vienes a burlarte puedes salir por la puerta y desaparecer.

—Qué humor —Ashley alcanzó las esposas mientras hablaba—. Por casualidad no sabrás dónde están las llaves de esto, ¿no?

El chico apartó la mirada con molestia, gesto suficiente como para entender su respuesta.

—Lo suponía.

—¿Y quieres que te aplauda por eso?

Ashley entrecerró los ojos hacia él antes de ponerse en pie—. Estoy a diez segundos de dejarte aquí tirado, ¿de verdad quieres tentar a tu suerte?

Con pesadez, negó, permitiéndole notar a Ashley cómo la rabia ardía en su mirada. Ella no podía evitarlo, si se sentía atacada aunque fuera en el orgullo de alguna forma, saltaba de forma inmedito. Era una chica muy orgullosa. Además, no tenía la necesidad de tener a más gente a su al rededor, contaba a sus amigos con los dedos de una mano y no tenía ganas de cambiar eso por lo que caerle, o no, bien a un desconocido, le era indiferente.

Finalmente, él volvió a mirarla. Entre la poca luz que alumbra el lugar, Ashley puedo distinguir el tono azul de sus ojos. Ese tono cargado de rabia e impotencia que manó un escalofrío a lo largo de la columna de ella. Como si lo hubiera notado, él se humedeció los labios y le dedicó una sonrisa ladeada.

—Bonita, ¿me harías el favor de quitarme las esposas?

—Ya que me lo pides así —Ashley le siguió el juego, viéndose obligada a hacer uso de uno de los secretos que Ben le había confiado algunos meses atrás. Aunque más que un secreto se había tratado de un comentario con el fin de burlarse de su compañero de clase. Ashley no recordaba el nombre del chico, un repetidor que asistía a reparación de coches como optativa y que escondía un soplete y cortacadenas en una de las taquillas de este vestuario porque decía que en su clase había pocos y que prefería estar preparado. La chica pronto le encontró otra utilidad.

—¡Eh! ¿Por qué te vas?

—Voy a por una cosa.

Sacó el móvil de la mochila para llamar a Ben y pedirle la combinación de la taquilla. Al ver que no tenía cobertura se apoyo contra la taquilla. Entonces frunció el ceño, dándose cuenta de que si el amigo de Ben se parecía a él en algo intentar abrir la taquilla sería tan fácil como... Se agachó, usando la luz del móvil para iluminar la parte más baja de la taquilla y dando con una costa combinación escrita con tipex. Eso la hizo sonreír, Ben y su compañero de clase eran iguales.

Quitó la suciedad de los vaqueros con sus manos al ponerse en pie, metió la combinación y sacó el cortacadenas, algo más pesado de lo que ella había imaginado. El chico del vestuario abrió los ojos todavía más y se juntó tanto a la pared al ver lo que Ashley llevaba entre sus manos que parecía a punto de disolverse contra la pared.

—¿Pero qué? ¿Quién en su sano juicio guarda eso en su mochila?

—Taquilla —Corrigió Ashley—. Y es mejor que no preguntes, sólo agradece.

Él mantuvo sus ojos de ese azul intenso durante la castaña mientras la veía apoya la herramienta y acomodarla para poder cortar la cadena. Le hicieron falta un par de intentos para conseguirlo. Aunque las muñecas del chico todavía estuvieran rodeadas por las esposas, haber cortado la cadena le había librado de mucho. No tardó en ponerse en pie, pasando las manos por debajo de las esposas como si quisiera calmar el dolor y apartando con las manos toda la harina que pudo de él.

Él hizo una mueca.

—Ahora vete, tengo que quitarme esto de encima.

Ashley se mantuvo inmóvil, con sus pies fijos en el suelo un par de segundos, sorprendida para mal ¿Es que ni siquiera iba a agradecérselo? Ella cerró las manos a sus costados y se decidió por recoger la herramienta y dejarla en su lugar. Se iría, no necesitaba rogar por un agradecimiento. Pero sus planes se vieron frustrados cuando trató de abrir la puerta y entendió lo obvio: les habían encerrado allí dentro. Palideció.

—Esto tiene que ser una broma —se quejo para luego acercarse a las duchas, había escuchado cómo el agua empezaba a caer hacía pocos segundos—. ¡Chico de las esposas, ¿cuánto dirías que te odia quien te ha dejado aquí atado?!

Intentó no acercarse demasiado, quedándose junto a los bancos para que las paredes le impidieran alcanzar a ver lo que había en el interior de las duchas. La poca ropa que él llevaba estaba en ese momento colgando en la entrada de las duchas.

—¿No te ibas? —Preguntó él de vuelta, lo hizo lo suficientemente alto como para que su voz hiciera eco en el vestuario.

—Malas noticias, no puedo irme.

—¿No puedes o no quieres?

—La puerta está cerrada.

—Pues ábrela.

Ashley negó, ese chico era idiota

—¿Abrirla? ¡No fastidies, nunca lo hubiera pensado! Como no está cerrada con llave ni nada...

El ruido del agua cesó y Ashley vio cómo él asomaba la cabeza a través de la entrada de las duchas. Su pelo, rubio, se había oscurecido al humedecerse y él todavía tenía restos de purpurina y pequeñas masas de harina ahora mojada sobre sus hombros.

—Tienes que estar jodiéndome.

Ella negó—. Dime que abrirán los vestuarios antes de la próxima clase de gimnasia mañana.

—El equipo de Voleibol tiene ensayo en un par de horas —maldijo por lo bajo—. Voy a matar a Ginny en cuanto la vea.

Con eso desapareció por completo y el agua volvió a sonar. Ashley se rindió, dejando su mochila cerca y tumbándose sombre el banco al que antes el chico había estado encadenado. Frustrada, cerró los ojos con fuerza en busca de relajarse. No tenía forma de salir y enfadarse no ayudaría en nada.

Sin tener forma alguna de saber cuánto tiempo pasó, escuchó pasos cerca. Abrió un ojo lo suficiente como para darse cuenta de que el chico ya había conseguido quitarse todo lo que le habían echado por encima. Se había puesto unos pantalones negros todavía blanquecinos por la harina. Al acercarse, se dejó caer frente al banco, con las piernas estiradas y las manos al lado de su cuerpo para servirle de apoyo. El pelo lo mantenía empapado, cayendo sobre su frente y dejando que las gotas de agua se deslizaran por su rostro. Ashley abrió del todo los ojos, acomodándose un poco para poder girarse hacia él, sin el rostro cubierto de harina y purpurina ganaba.

—¿Tienes cobertura en el móvil? —Preguntó Ashley sin esperanza real en que la respuesta fuera afirmativa.

—¿Crees que si tuviera mi móvil no hubiera pensado en eso antes?

—Pareces un viejo amargado respondiendo así.

Él enarcó una ceja, tardando en responder como si el comentario comentario le hubiera pillado tan de sorpresa que le hubiera robado las palabras.

—Y tú una maleducada con esos estúpidos comentarios.

Ashley rió con sequedad. "Maleducada", esa palabra todavía revolvía algo en su interior, arañando sus entrañas. Ignoró el sentimiento.

—Bueno, es una suerte que no quiera caerte bien.

—¿Y quién dice que me hubieras caído bien de intentarlo?

—Repito, no me interesa caerte bien así que ni siquiera lo intentaría.

—Dices eso porque sabes que no podrías.

Ashley terminó por incorporarse, sentándose con las piernas cruzadas en el incómodo banco y con ganas de borrar esa sonrisa que se había formado en los labios del rubio de un seco golpe.

—Si llego a saber que iba a quedarme encerrada contigo te hubiera dejado aquí tirado.

Él negó.

—No lo habrías hecho, cualquiera hubiera querido quedarse encerrado con Jack Mason.

Ashley rodó los ojos—. Cualquiera persona hubiera sido mejor que tú como acompañante, además, ¿quién es Jack Mason?

—Yo soy Jack Mason —Se apresuró a responder con indignación.

—¿Hablas de ti en tercera persona? Guau, chico, tienes problemas.

Eso dio la sensación de enfurecerle. Sus rasgos, marcados y endurecidos al haberle quitado todas las capas que le habían echado por encima, se volvieron más desafiantes cuando entrecerró los ojos con notoria rabia.

—Cuál es tu nombre.

—¿Por qué tendría que decírtelo?

—¿Me estás tomando el pelo? —Preguntó con molestia—. ¿Si quiera tienes amigos que te soporten?

Ashley asintió—. Es todo un misterio, lo sé.

Jack parpadeó un par de veces antes de pasar una mano por su empapado pelo y dejar que las gotas cayeran sobre su cuerpo. Entonces hizo algo que ella no se esperaba, le dedicó una sonrisa genuina y, todavía sentado, se inclinó hacia adelante.

—Lo has conseguido.

—Vale, alto ahí, ¿qué he conseguido?

—Caerme bien —Soltó.

—Justo lo que no pretendía, genial.

Entonces ella escuchó su risa. No duró mucho, tan poco que dudó si se ha reído realmente o no, pero le sorprendió igualmente. El cuerpo de él perdió esa tensión que ha estado manteniendo, se relajó por completo y apoyó su espalda contra la fila de taquillas que tenía detrás.

Ella no pudo evitar que algo se revolviera en su interior con el gesto, sin saber por qué, respondió.

—Mi nombre es Ashley.

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