Epílogo
Canción en multimedia: I believe — Christina Perry
Epílogo
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Todo es temporal. Las emociones, los pensamientos, los mejores y los peores momentos, incluso las personas. Así que sólo disfruta y recuerda, porque no sólo los buenos momentos son los que terminan.
2 años después
A dos días del primer examen del segundo semestre estoy alterada. Todavía con el tomo de derecho financiero entre mis manos estoy a nada de ponerme a gritar por no conseguir entenderlo. Tengo dos días para estudiarme dos tercios del temario, de ese cuyas clases teóricas me he saltado. Una tras otra. Me rendí con la asignatura nada más la presentaron y, ahora que han pasado exámenes antiguos por el grupo de esa clase, me he visto obligada a intentarlo.
Subrayo otra línea más de los apuntes que he encuadernado y, a mi derecha, reviso las preguntas sobre el tema que han ido metiendo durante los últimos cuatro años. Marco lo importante, dibujo equises en lo que no se menciona y paso la página. Voy a probar suerte, pero si meten algo que no metieron en las preguntas que me han pasado ya puedo dar la asignatura por renunciada.
Apenas estoy entendiendo lo que leo. Aparto el refresco que he pedido y lanzo una mirada cargada de súplica a Ben.
Él está tratando de no reír.
—¿Tan pronto te has cansado?
—Odio derecho financiero. —Doy como respuesta.
—Lo estoy notando —sonríe—. ¿Cuándo tienes el examen?
—En dos malditos días.
—¿El lunes?
—Sí. —Suelto un suspiro—. El jueves el de Civil y el próximo lunes de Penal.
—Es tan divertido verte frustrada.
Sonriente, se mete otro trozo del croissant que ha pedido en la boca. Lo bueno de estudiar en la misma universidad es que nos vemos mucho y aunque no estudiemos lo mismo quedamos a diario en alguna sala de la residencia o cafetería de la universidad. Esto se siente como vivir en una ciudad en miniatura, llega a haber una piscina cerca incluso. Tenemos todo lo que necesitamos dentro de la universidad: Cafeterías, un pequeño supermercado, residencia, polideportivo, canchas, biblioteca e incluso gimnasio. Apenas he salido de aquí desde que entré.
Ben y yo tenemos distintos horarios y facultades, pero eso no quita que nos pasemos los días juntos, los días y esas clases a las que no nos apetece ir. En mi caso: todas las clases teóricas de derecho financiero desde que empezó el semestre. En el suyo, tres de las asignaturas que más aburridas le parecían. Se metió en deportes, en ciencias de la actividad física y del deporte. Todavía me burlo de él porque pese a la carrera que estudia sigue negándose a pisar el gimnasio conmigo.
—¿Por qué no renuncias? —pregunta.
—Porque todavía tengo Administrativo suspendido y es anual, si quiero recuperarlo al terminar no puede quedarme otra asignatura más.
Ben asiente al recordar todas las veces que me he quejado de la asignatura con él. Se acomoda en el asiento y hace una seña hacia mis apuntes para invitarme a seguir. Llevo despuesta desde las siete para estudiar, desde entonces porque sé que a las seis de la tarde ya tengo planes y estudiar se quedará fuera. Reviso la hora en mi móvil, acaban de dar las cinco y media. Mi idea era terminar el tema ocho, todavía voy por el seis.
¿A quién quiero engañar? No me va a dar tiempo. Si ya me la estaba jugando estudiándome sólo las preguntas que me han pasado, ahora voy a sumarle no sabérmelas todas. Así que tomo el bolígrafo y empiezo a marcar en el papel las más antiguas y menos repetidas para descartarlas. Ben se ríe al verlo.
—Dios mío, Ashley, y pensar que en el instituto tenías los exámenes preparados con semanas de antelación y aquí... —divertido, niega.
—¿Aquí qué?
—Aquí haces quinielas en cada examen y vas a salir los dos días anteriores al examen.
Ligeramente ofendida, me quejo.
—En mi defensa diré que no tenía pensado presentarme al examen del lunes cuando acepté salir el domingo.
—Pero tampoco lo has cancelado.
Me muerdo el labio, golpeteando los papeles con el bolígrafo. Sí, podría, pero tampoco me apetece hacerlo. Es una fiesta conjunta con estudiantes de tres universidades cercanas y por una vez en mucho tiempo, Arianna va a salir. Ella lleva meses encerrada en la biblioteca para preparar sus exámenes, medicina la está volviendo loca. Incluso mis amigas de la residencia están deseando verla de nuevo.
Además una fiesta de pintura, no es sólo una fiesta. Eso es algo más.
Me encojo de hombros.
—¿Por qué no vienes? Estará bien.
—Ya sabes que no me gusta salir los domingos, no llevo bien eso de ir de empalmada a clase la mañana siguiente. Eso es más cosa tuya que mía, mala influencia.
—Yo no soy una mala influencia.
¿A quién quiero engañar? Quizás un poco sí lo sea, pero no con mala intención, antes tenía claro que lo único que tenía que hacer era estudiar, pero ahora estoy donde quiero. Estoy en una carrera que me gusta, con Brigitte ayudándome a pagar los estudios y un trabajo a media jornada entre semana para poner también de mi parte.
Todavía tengo una beca que, al paso que voy, quizás pierda en tercero, pero tengo formas de seguir estudiando. Así que me he salido un poco de la línea. Supongo que es lo que tiene haber estado tan limitada por demasiado tiempo que, cuando ves el mundo por completo libre para ti, lo tomas.
Así que después de clase si no tengo que trabajar, termino algunos trabajos grupales y, poco antes de que anochezca, me paso por el apartamento de mi novio para estar un rato. Se ha vuelto una costumbre desde mitad de segundo curso. Él está en otra universidad, de lleno estudiando lo mismo que yo, derecho, sólo que él tiene distintas asignaturas y se le da mejor. Bastante mejor. Cada vez que voy a él con una duda no hace otra cosa que mostrar esa sonrisa burlona suya que hace que me arrepienta de preguntarle. Incluso cuando en exámenes o estudiando le llamo por skype puedo verlo, siempre esa sonrisa, siempre esa burla.
¿Quién iba a decirme que a Jack se le iba a dar tan bien derecho en general?
Claro está, él lleva años con una madre que resolvía cada una de sus dudas, que le explicaba. Yo los pasé odiando ese trabajo por culpa de Brigitte. Elegir esta carrera ha sido puro impulso para mí, simplemente me apeteció y fui a por ello. Empecé a correr en una misma dirección.
—Algo de mala influencia ya eres, lo que ,e recuerda que llevas la última hora para subrayar dos frases.
Hago una mueca.
—Te he pedido que vengas para que evites que me desconcentre, así que esto es tu culpa.
—¿Mía? —Ben rompe a reír—. Ashley, no soy yo quien tiene examen el lunes. ¿Segura que no es mejor quedarte esta noche para estudiar? Si sales hoy olvídate de estudiar mañana por la mañana, y por la noche vuelves a salir el domingo así que, ¿no deberías quedarte hoy si quieres aprobar?
—Deja de ser mi conciencia. —Porque tiene razón, pero no quiero quedarme estudiando—. Además, los de la universidad de Jack van a hacer una fogata por la victoria del partido de ayer, ¿sabes lo geniales que son sus fiestas?
—Quién iba a decirme que tú de todas las personas amarías salir de fiesta. Haces que me sienta orgulloso.
Golpeo su brazo con el bolígrafo.
—Sabes que quieres venir.
—No voy a ir.
—¿Ni siquiera hoy?
—Uno, esa no es mi universidad. Dos, no quiero ser el mal tercio y, tres, ya tengo planes.
—Ah, sí, esos planes con la persona misteriosa que no quieres presentarme.
Hace dos meses me contó que estaba con alguien. Nada más. No me dio nombre, no me enseñó foto, no me dijo más. Sólo que estaba con alguien y que si seguían bien me presentaría a esa persona. Llevo esperando desde entonces. Al menos, se le ve feliz.
—Después de exámenes —promete.
—Te tomo la palabra.
Mi móvil se mueve sobre la mesa. La imagen de Jack tratando de cocinar ilumina la pantalla con una tonta canción que añadí sólo para él. Ben me hace un gesto para que responda y lo hago.
—¿Con qué vas a sorprenderme hoy?
Ben enarca una ceja por la forma en la que mi voz cambia cuando hablo con Jack. Muchas veces me lo ha dicho aunque es algo que yo no he notado. Frustrada, un día se lo pregunté a Jack y él también dijo que sólo eran "alucinaciones de Ben". Aun así mi mejor amigo sigue cubriéndose la boca con el puño para tapar una carcajada. Hace que me sienta incómoda.
—Hoy no tengo ningún comentario preparado, llamaba para preguntar... —Le escucho abriendo armarios, hay movimiento y escucho la voz de su compañero de piso a lo lejos preguntando a quién le tocaba lavar los platos ese día. Jack le ignora—. Para preguntar si puedes estar lista en quince minutos en el aparcamiento de siempre.
—¿En quince? —Aparto el móvil para mirar la hora. ¡Mierda! Si eran las cinco y media, ¿cómo lo he pasado tan a la ligera! Había quedado con él a las seis y todavía ni siquiera he terminado mi refresco—. No estoy segura, puedo intentar.
—¡Au! —Su queja viene con unas palabras apagadas al dirigirse a su compañero de piso. Ese claro, "¿Por qué me has lanzado un zapato, Cole? Te tocaba a ti lavar los platos, ahora no te hagas el loco."—. Perdón, Ashley, era mi compañero de piso.
"¡Tu compañero de piso tiene nombre!", gritan a lo lejos.
—Sí, ignorado —responde Jack.
—Dile a Cole que le mando un saludo —digo. Ya le conozco. Él es el chico que odié al conocer por su frialdad y al que después terminé acostumbrándome cuando un día, molestando a Jack, eso nos unió un poco. Jack todavía se burla de que nuestra "pequeña amistad" saliera a raíz de vacilarle a él.
—¡Ashley te manda un saludo! —Vuelve a gritar Jack. Sé que Cole no va a dar más que un asentimiento como respuesta a eso. Es algo tan típico en él que ya lo doy por hecho—. Bueno, entonces qué, ¿nos vemos en quince minutos?
—Intento.
—Perfecto. Por cierto, tienes tú mi chaqueta del equipo, ¿puedes llevármela?
Tapo el móvil con la mano para elaborar una rápida despedida hacia Ben. Él ya sabía hasta qué hora iba a quedarme y lo entiende al momento. Con eso recojo mis cosas y las cargo como puedo fuera de la cafetería. El móvil casi se me cae un par de veces en lo que corro de vuelta a mi residencia.
—Esa chaqueta es mía, Jack.
—Sí, porque te la dejé y no me la has querido devolver.
—Exacto.
—Ashley, tengo un regalo para ti, me traes la mía y te llevo una de tu talla que te he comprado. ¿Tenemos un trato?
—Sigue gustándome más la tuya.
—No puedo no llevarla hoy. Por favor, Ashley, tengo otra para ti, traemela.
Suelto un suspiro.
—Está bien.
¿A quién quiero engañar? Ya tengo medio uniforme suyo después de todo lo que he ido tomando prestado. Él sabe cuánto me gustan las tiendas que venden ropa de universidades. Pero los equipos tienen la mejor, la más personalizada, esa que no encuentras en las tiendas. Así que suelo tomársela prestada porque, aunque no la llevaría en medio de mi universidad por la rivalidad que tienen, me gusta tenerla conmigo y llevarla cuando salgo con él a algún lado. A alguna celebración.
—¿Y qué tal vas con el examen? —pregunta Jack.
—Te cuelgo que si no no llego.
—¿Eso es un "voy a suspender"?
—Hasta ahora, Jack.
Le cuelgo sin esperar respuesta, corriendo con más rapidez para llegar a mi residencia. Una vez en mi habitación aprovecho que no está mi compañera para no tener que recoger. Dejo los apuntes, bolígrafos y subrayadores sobre mi cama. Me quito la chaqueta y cambio mi calzado por unos botines marrones. Me quedo con los vaqueros y la camiseta blanca básica. No es una noche fría y apoyo su gruesa chaqueta sobre mi brazo antes de agarrar el móvil y volver a irme.
Me cruzo con una amiga por el pasillo. Ella se ha rendido conmigo, siempre voy corriendo de un lado a otro como si no hubiera otra opción. Siempre a punto de llegar tarde.
Como ahora, cuando tengo que cruzar en rojo dos semáforos para llegar bien al aparcamiento donde Jack ya me está esperando. Él está dentro del coche, con la ventanilla bajada y el brazo fuera. Se ha, ¿se ha cortado el pelo? Hace dos días lo llevaba algo más largo, lo suficiente como para que cayera sobre su frente. Ahora ni la roza.
—¡Te has cortado el pelo!
Con mi grito él se sobresalta en medio de un aparcamiento casi vacío. Baja la música que tenía puesta hasta borrar el sonido. Con eso asoma la cabeza.
—¿Esa es mi chaqueta?
—Tu pelo —repito. Con eso escondo la chaqueta detrás de mi espalda—. Jack, ¿qué desastre te has hecho?
—¿Qué? ¿Desastre? —Pasa una mano por su pelo antes de mover el espejo del coche para verse. No, no le queda mal, pero tampoco voy a negar que prefería cómo tenía el pelo antes, o lo mucho que me gusta vacilarle.
—¿Es por una apuesta? ¿Te ha cortado Cole el pelo por una apuesta? Porque ese chico puede ser bueno con los ordenadores, pero las tijeras no parecen ser lo suyo.
Él vuelve la mirada a su reflejo al pasar la mano por su pelo una segunda vez. Tarda unos segundos en darse cuenta de que sólo le estaba molestando, lo sabe porque rompo a reír, me acerco y meto la chaqueta por la ventanilla.
—Tranquilo, sólo jugaba.
Jack cierra la mano sobre mi muñeca antes de que pueda apartarme.
—Tengo tu chaqueta, ¿no quieres verla?
—¿Es de las cutres?
Jack suelta un suspiro, exasperado. Con eso me pasa una bolsa.
—Hecha a medida, para que luego no digas que soy poco detallista.
La saco sin mucho cuidado. Cierro la mano sobre la tela y dejo caer la bolsa. Jack hace una amago de quejarse al verlo, últimamente está muy concienciado con el tema de la contaminación y ver que he tirado algo al suelo le hace poner mala cara. Lo recojo antes de que se queje y me quedo mirando la chaqueta. No me ha mentido, realmente es como la suya. La única diferencia es la talla y que, además de tener su número, tiene mi apellido. Porque, sí, él ha seguido jugando.
Él no ha dejado el rugby sino que ha seguido cada vez más metido en ello. Durante el último curso de instituto fue un peso demasiado fuerte para él, uno que nadie consiguió aliviar y que le llevó a tener bastantes cambios de humor. Le concedieron una beca de deportes, le querían en buenas universidades y él accedió. Ahora está en un nuevo equipo o, como lo llama él, en una nueva familia. Una donde puede que no sean tan unidos como antes, pero igualmente hace que se sienta cómodo. Su relación es diferente con ellos, no es co-capitán ni el mejor, pero le sigue gustando. Son más que en el instituto, ahora con distintos grupos dentro de ellos, no se lleva bien con todos, pero está más relajado de lo que nunca ha estado. Me obligué a apoyarle porque, para él, sigue uniéndole a su hermano. Cada vez que le veo salir al campo con una sonrisa, sé que fue la mejor decisión.
Le miro tratando de ignorar mis pensamientos para poder bromear, pero lo que tiene mi atención es que haya escrito ahí mi apellido.
—¿Ahora te apellidas Daking, número setenta y ocho?
—No, pero mi novia sí. —Jack fue la primera personas que lo comprendió y la única que ha seguido con ello en mente sin necesidad de pedírselo. Le dije que quería ser mi propia persona, mi propia versión, él lo demuestra con cada pequeño gesto. Como esto. Sabe que quiero algo suyo, me da sus colores, su número, pero el resto me lo deja a mí. Sigue marcándome como mi propia persona, mi propia versión.
Llevo la mano a su mejilla y me inclino para besarle. Jack sonríe.
—Vamos niña bonita, que la fiesta nos espera.
—¿A qué hora volveremos?
—A las once para poder echar unas partidas contra Cole antes de dormir. ¿Te apuntas o prefieres que te traiga de vuelta?
—¿Me estás dando a elegir entre volver a casa y tener a alguien con quien vacilarte durante horas? Jackson, me ofende que dudes de mi respuesta.
Él alcanza mi mano, lleva los nudillos hasta sus labios y acepta la respuesta. Con eso me hace una seña para entrar al coche.
Y nos vamos.
Directos a una de tantas celebraciones de su nuevo equipo que tanto me han empezado a gustar. Dentro del coche dejo la bolsa en los asientos de atrás y me pongo la chaqueta que acaba de regalarme. Él pone una de las listas de reproducción que le suelo crear y sonrío.
Aunque pase el tiempo hay cosas que nunca cambian.
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Por una vez, no haré aclaraciones ya que creo que todo ha sido al fin cerrado y todo lo que tenía que ser dicho, lo ha sido.
Ha sido bueno contar con vosotrs durante este tiempo, gracias por todo ♥
Y, Cole... ¿no os sonaba ese nombre? (;
Ojalá todo os vaya bien, ¡un beso enorme!
—Lana 🐾
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