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Capítulo extra - POV Jack

Canción en multimedia: Falling apart — Michael Schulte (sé que ya la puse, pero he estado escribiéndolo con esa canción y tiene que ir aquí)

Capítulo extra — Familia

──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────

Narra Jack Mason:

—¡Mamá! ¿Has visto mis deportivas rojas? —Dejo caer otra camisa al suelo y saco del armario una caja de zapatos más. No, son los de traje—. ¡Mamá!

—Jack, cariño, ya eres mayor para saber dónde están tus cosas.

Mi madre apoya una mano en el marco de mi puerta y la otra sobre su frente.

—¿De nuevo los dolores de cabeza?

Ella asiente con lentitud y da un paso dentro de mi habitación. Al clavar la mirada en mi armario ahoga un grito. Veo lo que ella, el desastre en el que he convertido el suelo buscando un par de zapatillas en concreto y la chaqueta de Spencer que guardé hace meses. Siento una mano sobre mi hombro.

—Vas a recoger esto, ¿no?

—Después. ¿Has visto mis deportivas rojas?

—Estaban tiradas cerca del sofá anoche.

—¿En el salón?

—Jack —dice con pesadez—, recoge.

—Luego.

Por poco tropiezo con Maia en las escaleras. Bajo con rapidez y estoy cerca de no verla cuando se sienta en el primer escalón con un cochecito de juguete que una vez fue mío. Ella llega a lanzarlo para que lo pise. No sé ni como lo esquivo, cuando la miro está sonriendo.

—Diablo —la llamo.

Ella levanta la cabeza con orgullo y agarra el coche de nuevo para subir a cuatro patas la escalera mientras que desliz el cochecito por cada escalón. Audrey en cambio está ya sentada en el sofá, cambiada y de brazos cruzados. Hace una mueca al verme todavía en pijama.

—¿Pero cómo puedes tardar tanto?

—No encontraba las deport... —las veo—. ¡Estas!

Audrey se queja en lo que las recojo del suelo. Su coleta se mueve de un lado a otro al ponerse en pie. Lleva el abrigo que le hizo a nuestra madre comprarle porque se parecía a uno que Ana tenía. Lo lleva hoy, justo hoy porque sabe adónde vamos. No puedo evitar sentir un pinchazo, todos perdimos a Spencer, pero con él también se alejó Ana y, como a Spencer, Audrey la adoraba. Copiaba sus pasos y era feliz cuando la novia de mi hermano la invitaba a ir con ellos o la llevaba de compras. La adoptó como a su propia hermana. Sin duda Ana fue muy unida a nuestra familia, todavía me arrepiento de haber dejado los lazos caer después de todo lo que pasó.

—Es casi la hora —Se queja Audrey.

—Sólo me falta vestirme.

—¿Y a qué estás esperando, a que llueva comida?

Sostengo las deportivas con una mano y recojo a Maia de las escaleras para subirla hasta el segundo piso, ahí la devuelvo al suelo.

—Ten cuidado pequeño demonio.

Ella se vuelve hacia su coche y sigue jugando con tranquilidad.

Cuando vuelvo a mi habitación mi madre todavía sigue ahí, sentada a los pies de la cama y con la chaqueta de Spencer que había dejado ahí entre sus manos. Me mira, ni siquiera se esfuerza por disimular el dolor. Es curioso que sin importar el tiempo que pase esa sea una astilla que nunca vaya a desaparecer, aunque eso es lo mejor, después de todo, no se muere del todo hasta que piensan en ti por última vez. Spencer no caerá en el olvido, no por nuestra parte al menos.

—Había subido para preguntarte cómo estaban las cosas en casa de Ashley —murmura, todavía acariciando con suavidad la chaqueta. La mantiene cerca, pegada a su cuerpo como si fuera el hijo al que todavía intenta sostener.

Dejo las deportivas sobre mi escritorio.

—No responde mis llamadas. ¿Conocías... —me aclaro la garganta— conocías a su madre?

—¿A Brigitte? ¿No te hablé ya de ella? Íbamos a la misma hermandad, ella era la que siempre me ayudaba con los trabajos, estaba siempre la primera de la clase.

Ahí tomo la oportunidad y reconduzco el tema.

—Le están haciendo pasarlo mal, ¿crees que podríamos hacer algo? Podrías hablar con Brigitte o, no sé, como abogada.

—Cariño, me especialicé en derecho mercantil, lo que tú quieres es derecho civil y nunca ha sido mi fuerte —Le sostengo la mirada, incrédulo. Años atrás ella hubiera sido la mujer que habría movido cielo y tierra al sospechar de una injusticia y ahora se resguarda en que no es su especialización. Nota mi cambio de humor y deja la chaqueta a un lado—. ¿Qué es lo que no me has contado?

Esto sería más fácil si Ashley se sintiera cómoda compartiendo su vida. En su lugar no puedo más que recordar la cara de espanto que puso al mencionar que mi madre sabía de ella. No dije más y en Ashley ya se había reflejado la más pura traición. No quiere mi ayuda, lo sé, me lo dijo, pero no puede esperar que no lo intente ni que busque el consejo de mi madre. Ella siempre ha sido cercana con Spencer y conmigo, no hay nada que no le hayamos contado.

—La controlan muchísimo, ya te conté que por eso salía por las noches, no deja de huir de todo. Cuando la conocí no nos llevábamos demasiado y pensaba que por eso rehuía el contacto físico, pero no sé si da cuenta de que sigue haciéndolo y no lo entendía. No lo entendí hasta que un día vi que le habían hecho moratones en los brazos. Sus propios padres, mamá, ¿cómo pueden hacer daño a un hijo?

Ella suelta un suspiro.

—Cierra la puerta —pide.

Lo hago, encontrando el gesto como una señal de que va a empezarse a tomar en serio la situación. Sus labios tiran en una fina línea.

—El maltrato doméstico es algo complicado —dice—. Habría que demostrarlo, podría ayudar un poco, pero es algo lento y ella tiene casi dieciocho, ¿no?

—Cumple en mayo.

Pasa la mano por su barbilla.

—¿Y no podría quedarse con nosotros un tiempo? —presiono en busca de una solución. Llevo desde ayer dándole vueltas a la idea. Cada minuto que pasaba sin que Ashley me respondiera me causaba mayor ansiedad. Recuerdo su miedo, la facilidad con la que la intimidaron. ¿Y si le han hecho algo?—. Lo hubieras hecho por Ana. Viste cómo la trataron, viste como su padre le respondió y te respondió.

—Lo sé.

—¿Entonces? ¿Por qué no podemos hacer nada?

—Porque no es nuestra familia y son temas complicados. Además, Brigitte es mi amiga y ella sería incapaz de pegar a su hija.

—¿Y qué me dices del daño psicológico? Tú no has visto a Ash, cómo habla de ellos, cómo evita hablar de ellos mejor dicho.

—Jack...

—Por favor —me encuentro rogando—. Haz algo.

Me mira, pasa una última vez la mano por la chaqueta de Spencer y se pone en pie.

—Irá a hablar con Brigitte y después veré que podemos hacer.

—¡Gracias! —La abrazo al escuchar su respuesta. Para cuando va a devolverme el gesto ya la he soltado—. Y si puedes intenta que no le echen toda la culpa de haber salido, diles que fui yo y que ya me has castigado o algo así. Convéncela de que al menos la dejen salir por las tardes o los fines de semana, no le permiten nada.

—Haré lo que pueda.

Ella apoya una mano sobre mi mejilla y sus ojos se cargan de un orgullo que hacía mucho que no me había dedicado. No dice más antes de salir de mi habitación.

Me visto con prisas, unos vaqueros, camisa negra y mis deportivas preferidas. Meto la chaqueta de mi hermano en una bolsa y me aseguro de haber recogido la cartera y el móvil antes de bajar. Audrey chilla un "Al fin" al verme.

—Cállate y anda, mocosa —respondo.

Ella sigue quejándose durante todo el camino a mi coche y sólo deja de hacerlo para pedirme el móvil y poner música. Mi única condición es que esté atenta y me avisa si recibo algún mensaje. Son las once de la mañana y todavía Ashley no ha dado ninguna señal.

Todavía estoy algo tenso, distraído mientras conduzco. Me prometí que nunca me distraería al volante, pero no puedo evitarlo. Necesito toda mi fuerza de voluntad y un par de miradas a mi hermana pequeña para concentrarme nuevamente en la carretera. Es ella quien se encarga de encontrar un hueco para aparcar. Nada más quitar la llave ella ya ha visto a alguien porque sale del coche y echa a correr. Cierro con llave y voy detrás de ella a tiempo de ver la sonrisa en esa chica castaña que recibe a Audrey con los brazos abiertos.

Audrey le cuenta emocionada que ha tenido que meterme prisa para llegar y la chica con la que he quedado y cita a la que Audrey se ha acoplado sonríe complacida.

Me acerco lo suficiente y envuelvo a Ana entre mis brazos.

—Es bueno verte en una fecha menos característica —murmuro a duras penas sin querer decir "cementerio". Ella lo nota y endurece su agarre por unos segundos—. ¿Estás bien?

—No me sueltes aún —pide.

Y no lo hago.

A nuestro lado Audrey espera demasiado callada como para que sea ella. Está algo cabizbaja, adora a Ana y sabe tan bien como yo que no está recordando su mejor momento. Guiño un ojo a mi hermana cuando me mira en busca de aliviar la tristeza que me ha hecho encontrar. Ella sonríe a medias, después vuelve a apartar la mirada.

Ana se aparta.

—Has cambiado mucho —dice, sonriendo con dificultad—. Cada día os parecéis más.

—Pero yo soy más atractivo —bromeo en un intento de aliviar la tensión.

Ana ríe sin gracia y Audrey vuelve a su lado, le da la mano. Y por una vez en sus catorce años vuelve a mostrar esa empatía que tanto me recuerda a nuestro hermano.

—Bueno y ¿qué tal os va todo?

—¿Qué tal te va a ti? —pregunto antes de que Audrey se ponga a detallar cada día de sus últimos dos años. Ana se encoje de hombros.

—Me han dado plaza para irme de intercambio el primer cuatrimestre del próximo curso.

—¿Adónde te irías?

—A Viena.

—Viena —repito y puedo jurar que hemos pensado en lo mismo. Spencer y ella habían estado de irse un mes de verano a Viena porque a ella le gustaba esa capital, Austria es el país que más le ha llamado la atención y Spencer quería llevarla allí. Y le hubiera regalado los billetes de avión por navidad si la hubiera pasado con nosotros.

—Ni siquiera era mi primera opción, creo que la puse la sexta sólo por si acaso. No sabía ni si quería ir y cuando me la dieron fue extraño. Estuvimos tanto tiempo hablando de ir que va a ser raro.

—Iba a pagarte ese viaje, lo sabes, ¿no?

—Me lo contó Esther.

Durante el camino hasta la cafetería Audrey se mantiene en silencio. Ella está feliz con haber venido, tenía muchísimas ganas de volver a pasar el rato con Ana, pero entiende que las cosas no son como antes y que no es momento de bromear, no hasta que nos pongamos al día.

—Él no te hubiera dejado poner Austria como sexta opción, menos si la universidad está en Viena.

—Probablemente hubiera estado contraseñas en mi ordenador para cambiarlo hasta bloquearlo —ríe.

—O hubiera llamado a la universidad hasta cansarles y conseguir lo que quiere.

—Sí.

Audrey elige la mesa y no pierdo la oportunidad para preguntarle por qué no va a mirar qué hay que le pueda gustar en la barra. Ella entiende la indirecta y toma los diez dólares que le doy antes de encaminarse hacia la barra. Luego pediremos nosotros, pero hay cosas que es mejor que no escuche.

—Me dijiste que estabas conociendo a alguien.

Ana deja su abrigo detrás del asiento y junta las manos, moviendo los dedos con nerviosismo. No me mira, se siente culpable.

—Nadie va a sustituirle —se apresura a decir—. Tu hermano fue mi primer amor y eso no se olvida.

—Lo sé.

—Y, lo que le pasó, lo que le pasó no fue justo. Dios mío, siempre termino igual —Esconde la cara entre las manos, tratando de no llorar.

Acerco mi silla a su lado y apoyo una mano sobre su espalda, espero a que se recomponga. Cuando lo hace ríe con tanto nerviosismo y vergüenza que apenas es capaz de mantener una única emoción.

—Siento que no voy a poder darle una oportunidad a nadie de nuevo. Lo he intentado, después de un año lo intenté, pero no puedo, no puedo olvidarle. Y ya no es porque estuvimos años juntos sino por cómo era él, siempre sabía qué decir y se adelantaba un paso a mí, era la mejor persona a la que he conocido. Pocas veces se conoce a alguien así y luego es como si nadie fuera a volver a estar a la altura. No puedo evitar compararles con él o sentir que le estoy traicionando.

—No le estás traicionando, Ana. Si Spencer pudiera oírte te tiraría de la silla por decir algo así. —trato de sonreírle en busca de aliviar sus pensamientos—. Él querría que rehicieras tu vida. Te quiso muchísimo, creeme, era mi hermano y esas cosas se saben, y sé que tú también le has querido. Sólo un ciego no hubiera apostado por vosotros, pero es hora de que pases esa página.

—Lo he intentado, no puedo hacerlo.

—Spencer no va a volver, no va a poder cuidar de ti como hubiera querido ni ayudarme a controlar a los futuros novios de nuestras hermanas. Él no va a aparecer, pero eso no significa que no podamos seguir manteniéndole con nosotros. Puede no estar, pero le harías feliz si supiera que tú has seguido siéndolo.

Sus ojos se cristalizan y me obligo a seguir.

—Si quieres a alguien sientes el impulso de cuidarla y, si la dejas atrás, lo que más te gustaría es que alguien la cuidara por ti. Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, puedes llamarme a las dos de la mañana si te apetece, duermo con el sonido puesto así que ni lo dudes, pero además de eso tienes que buscar tu propia felicidad y no la encontrarás si sigues pegada a él.

—No pude despedirme —ahoga un sollozo—. Nunca cerré esa página porque no nos despedimos. No tuve la oportunidad de decirle que le quería ni de decirle que estaría bien. No pude decirle adiós y eso todavía me atormenta.

—Tuve el mismo problema. En realidad tanto Audrey como yo lo tuvimos.

Cuando busco a mi hermana para revisar que esté bien ella ya tiene un plato con tarta y está sentada en una mesa alejada comiendo con tranquilidad. Siempre he tratado de ser la figura que ella y nuestra madre esperaba. Intenté no mostrarme vulnerable porque sabía que ellas me necesitaban más que nunca, todavía me pregunto si lo hice lo mejor que se podía o si debí de haberme esforzado más.

—¿Lo superásteis?

—Audrey le escribió una carta que dejamos en el cementerio, dejó de llorar la primera noche después de eso. Yo tuve que volver allí solo a desahogarme. Fue a visitarle y dije todo lo que tenía que decir, todavía me ayuda ir de vez en cuando, le cambio las flores y le cuento todo a un trozo de piedra, pero en cierta forma es como si se lo estuviera diciendo a él. Me ha ayudado, puedes hacer lo mismo.

—No sería lo mismo. A veces sueño con el accidente, sueño que le llevaron al hospital y que le pedía que se quedara. Cuando despierto sólo puedo sentir rabia porque al menos así sí hubiera podido decirle algo.

—¿Qué le hubieras dicho? ¿Que le querías? ¿Que no querrías que le hubiera pasado a él? Spencer ya sabía eso.

Ella está llorando para cuando lo digo. Alcanzo una servilleta y se la paso.

—Spencer sabía todo lo que él significaba para ti y estoy seguro que tú sabías que eras una de las personas en las que él más pensaba. Spencer te quería y admiraba —con eso llora con más fuerza, deslizo la mano sobre su espalda—, pero es hora de que busques tu felicidad. Él lo hubiera querido así. Ese chico al que estés conociendo puede no ser mi hermano, pero, ¿quién sabe? Puede que valga la pena y si resulta que no, mándamelo, yo me encargo de hacerle recapacitar.

Todavía entre lágrimas, consigue volver a reír un poco.

—Haces que me sienta egoista. Yo aquí llorando y tú teniendo que consolarme cuando has perdido a un hermano.

—Yo estoy bien.

—No soy tonta, Spencer no sabía mentir, tú tampoco.

—Me siento culpable. —admito—. Desde que pasó he estado intentando vivir la vida de ambos y no había día en el que no quisiera haber sido yo y no él. Me da rabia no haberle llamado ese día o no haber estado visitándole ese fin de semana. Siento que había muchas cosas que podría haber hecho para evitarlo y no pude hacerlo.

—Me ha pasado, es eso de pensar que si le hubiéramos llamado y hablado con él unos minutos hubiera subido más tarde al coche y que puede que no hubieran chocado. O, directamente, puede que no se hubiera subido.

—¡Exacto! Y he estado meses martirizándome con ese pensamiento.

—¿Pasado? —pregunta con curiosidad—. Espera tú... ¿Por qué querrías eso? Si te hubiera pasado algo a ti...

—Porque Spencer era mi hermano mayor, y un hermano pequeño daría lo que fuera para salvar al suyo.

—Pero tú eras su hermano pequeño, él jamás se hubiera perdonado perderte.

Niego, aparto un poco mi silla y dejo caer las manos sobre la mesa. Nervioso, paso una mano por mi nuca. No, él jamás se lo hubiera perdonado tal y como yo jamás hubiera podido superar que algo le pasara a alguna de mis hermanas. Pero no es lo mismo, él era admirado y con razón. Era la clase de persona que siempre está ahí si lo necesitas aunque seas un completo desconocido. Se desvivía por los demás. Se merecía una vida larga y feliz, no un accidente en un coche que ni siquiera era él quien conducía.

—Ahora he conocido a alguien. Suele decirme lo mismo y ha hecho que empiece a creérmelo. Pero es lo que tú dices, perder a alguien así, a cada uno nos afecta de una forma diferente —intento defenderme.

Toma mi mano.

—Tú también puedes contar conmigo, Jack. Y puedes llamarme de madrugada aunque probablemente no vea la llamada hasta por la mañana porque yo sí que apago el móvil. —su intento de broma relaja el ambiente para ambos—. Spencer también hablaba muy bien de ti, te tenía en muy alta estima y entiendo por qué. Eres un gran chico y, como él decía, harás cosas grandes, aunque puede que antes termines sacando de quicio a más de la mitad de las personas con las que te cruces. No me mires así, son palabras suyas, no mías. La cosa es que si yo tengo que pasar página y vivir mi vida, tú tienes que hacer lo mismo.

Río sin gracia.

—Es más fácil dar consejos que hacerles caso, ¿eh?

—Absolutamente.

Me echo un poco hacia atrás, busco de nuevo a mi hermana y le hago señas para que se acerque cuando me mira. Ella recoge su plato a medio comer y se acerca emocionada.

—Y no creas que me he olvidado, tienes que contarme de esa persona a la que has conocido. —Susurra Ana antes de hacerle un hueco a Audrey a su lado.

Lo haré. Claro que lo haré porque después de todo quería que después me ayudara a elegir un regalo para Ashley.

(...)

Vuelvo tarde a casa, con una hermana revolucionada por haber comido demasiado azúcar y molesta conmigo por no haberle dejado quedarse con la chaqueta de Spencer que le he regalado a Ana ni haberle comprado una pulsera como la que le he comprado a Ashley. Audrey también ha colaborado, un poco, en elegirla y lleva enfurruñada desde que no he querido comprarle una copia. Ahora echa a correr a la cocina.

—Mamá, —llamo al verla salir del salón—. ¿al final has ido a hablar con la madre de Ashley?

—Cariño...

—¿La has convencido de que le den más rienda suelta? ¿Podría venir unos días?

Ella niega apenada.

—Ellos hacen lo que pueden —me da como única respuesta.

—La están haciendo daño.

—He hablado con Brigitte, están cuidando de ella.

—¡Mentira!

—Jack —Con la mirada que me dedica me arrepiento al instante de haber levantado el tono de voz. Me encuentro pidiéndole disculpas pese a sentir todavía la rabia. No debería de haberse rendido tan pronto. Pero hace girar el anillo en su mano y sé que no se ha rendido tan pronto.

—¿Y vas a dejar que encierren a una chica de diecisiete años, que no le permitan salir por su cuenta y limiten su vida?

—Déjalo estar.

Déjalo estar.

—¿Qué es lo que no me estás contando? —pregunto.

Cuando no me responde cambio la pregunta en mi cabeza. ¿Qué es lo que le han contado a ella para que vea bien lo que los padres de Ashley están haciendo con ella?

──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────

──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────

Empecemos con Jack y Ana ♥

¿Soy yo o tanto él como ella buscan que el otro les dé la redención? Es como si supieran que al conocer tanto a Spencer va a ser quien mejor sepa juzgarles. Tan tiernos *-*

#AsíComoDato He llorado escribiendo esto, ¡sí, tengo sentimientos! No sé por qué pensáis lo contrario, me doléis </3

A todo esto, ya me imagino vuestra cara con la conversación final entre Jack y su madre, sería algo así como:

"Lana, ¿qué diablos estás organizando ahora? YO QUIERO MATARTE QUÉ HACES. Así no. ¡Así no!"

—Lana 🐾

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