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Capítulo extra - Jack

Canción en multimedia: In my blood — Shawn Mendes

Capítulo extra — Jack (50.1)

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Narra Jack Mason:

—No quiero que le pase nada.

—Lo sé, hijo, lo sé.

Mi madre mantiene una mano sobre mi cabeza como lo hacía cuando era un niño. Recuerdo ser un crío y buscar su agarre después de que Spencer tuviera una mala caída de la bici por tratar de alcanzarme en una carrera. En un mal giro apareció un coche, pudo esquivarlo, pero cayó. Cayó mal.

Ahora hace lo mismo, porque yo apenas puedo mantener mis pensamientos unidos.

Permanece en silencio, con un tono calmado cada vez que me responde hasta que mi cabeza empieza a doler.

"No, él no.", fue lo primero que dije al llegar a casa después de que mi padre llamara diciendo que había tenido un accidente, un mal accidente. Encuentro esa opresión en mi pecho y la poca claridad en mi cabeza y la uno con ese momento. La ato al momento en el que entré en su habitación, llamándole al móvil con la más pura impotencia, apartándome del agarre de mis padres y hecho un mar de lágrimas y rabia.

Los accidentes de coche son un tema tabú para nuestra familia; los hospitales, también.

Por esa razón mis nervios han estallado en esa pequeña sala de espera, la incomprensión cuando la madre de Ashley ha llegado diciendo que ella entraría primero. Su mirada acusadora fue suficiente como para paralizarme porque sí, tiene razones para pensar así.

Arianna también vino, mi madre la llamó a sabiendas de que por mucho que me dijera que todo estaba bien, estar allí no me hacía ningún bien. Los nervios terminaron cambiando mi humor, no podía dejar de moverme y con una rápida conversación entre mi madre y Arianna terminaron convencidas de que lo mejor para mí era volver a casa.

Arianna se quedó con la promesa de avisar con lo que fuera.

Fue la preocupación en mi madre al decir que era mejor esperar en casa lo que me hizo ceder. Si hay algo que pueda hacer desaparecer mi obstinación de golpe eso es ver mal a mi madre. No puedo con eso, menos desde lo de Spencer.

Así que ella se queda conmigo, sentada en el borde de la cama a mi lado y avisando a mi padre con una mirada de que no era el momento cada vez que pasaba por la puerta de mi habitación con la idea de preguntar.

Quiero distraerme, pero a la vez no quiero hacerlo.

—¿Mami? —pregunta Audrey desde la puerta. Escondo el rostro entre mis manos por un momento, sin ganas de mentir a mi hermana e incapaz de pedirle que se vaya—. ¿Está bien?

Lo pregunta en un susurro que alcanzo a escuchar.

Mi madre extiende una mano hacia ella como aviso y mi hermana se acerca con lentitud. Cuando la miro está entristecida, con la pulsera de hilo que le vendieron diciendo que daba buena suerte cuando era tan pequeña que todavía no sé cómo no se le ha roto entre sus dedos. Juguetea con ella.

Al encontrar mi mirada me abraza y, al contrario de lo que esperaba, no es la niña parlanchina y sarcástica que acostumbra a ser. Pierde ese aire que muchas veces llega a resultar algo molesto cuando se sienta a mi lado.

—¿Es como a Spencer? —pregunta con cautela, encuentro dolor en su pregunta y sé que, como a mí, la situación le está avivando sentimientos que durante años ha intentado mantener a raya

—Audrey, cariño, ¿por qué no vas con papá a llevar a Maia al parque?

Por mucho que nuestra madre esté tratando de ayudar, dudo que eso lo haga. Paso un brazo sobre los hombros de mi hermana pequeña y la mantengo a mi lado.

—No es lo mismo —murmuro—. Ella está bien.

Al menos es eso lo que me ha dicho mi madre después de haber hablado por teléfono con Brigitte hace unas horas. Arianna me devolvió la llamada sólo para decirme que parecía que Ashley ya estaba despierta, pero que no la dejaron pasar.

Ella me mira con la silenciosa petición de intimidad. Hay algo que quiere decir, lo sé porque mirarla es como mirar mi reflejo, reconozco las señales. Hay algo preocupándola, algo que por la razón que sea no quiere que nuestra madre escuche.

—¿Puedes traernos algo de comer, por favor? —Sé antes de lanzar la pregunta que nuestra madre va a aceptar, lo hará porque lleva desde hace horas preguntando si quería comer algo. Ella apoya una última vez la mano sobre mi mejilla, me dice que esté tranquilo y sale de la habitación.

—¿Qué es? —le pregunto entonces a Audrey.

Ella se aparta de mí, con las manos todavía temblorosas al toquetear la pulsera y el más puro arrepentimiento en su mirada.

—Vas a enfadarte conmigo —murmura, cuando quiero darme cuenta está al borde del llanto—. Estaba enfadada.

—Audrey, tranquila. —Deslizo la mano sobre su espalda en un nulo intento de calmarla. Al contrario de lo que pretendía, rompe a llorar.

Y así es como no debo actuar.

—Yo quería que le pasara algo malo, quería que se fuera porque quería que tú te quedaras. Pero ahora no quiero que le pase esto, lo siento —lloriquea—. No me odies.

—¿Odiarte? —O estoy espeso hoy o no ha hablado con demasiada lógica, pero, sea por lo que sea, no entiendo cuál es el problema.

—La traté mal, quería que desapareciera de nuestras vidas, quería que le pasara algo muy malo para que no volviera. No me odies.

Me relajo por completo al entenderlo. Se siente culpable simplemente por haber tenido pensamientos que ahora quizás se han acercado a la realidad. Yo también he pensado así hacia personas a las que odiaba, pensamientos rápidos que desaparecían a los pocos segundos, sólo que Audrey es más inocente, tanto que se siente culpable.

—Espera, ¿cuándo la trataste mal? —Apenas la conoce, sólo la traje a casa por unos minutos y ella apenas hablaron. Ashley me lo hubiera contado de haber habido algún problema.

—En casa. —Llora, sus palabras pesadas, le cuesta a hablar y eso me afecta a mí también. Es mi hermana pequeña, esa a la que Spencer adoraba con todo su ser, verla así es como fallarles a ambos.

—Audrey, no pasa nada.

—Sí pasa, yo le dije cosas feas porque desde que estás con ella, tú casi no estás en casa. No quiero que te vayas, no quiero perderte, quiero que te quedes.

—Shhh.

¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo no estuve atento de lo que ella debía de sentir? Estuve demasiado ciego en lo que a ella respecta. La peor parte es que se siente culpable por algo que no debería, no es su culpa lo que le ha pasado a Ashley, no es su culpa haber sentido que la daban de lado cuando sabía lo mucho que ella necesitaba apoyo por mi parte.

Maia era demasiado pequeña cuando Spencer murió, Audrey, como yo, lo sufrió mucho y debía de haber visto lo que ese sentimiento estaba creando en ella, más ahora que estoy tan cerca de irme a la universidad.

—Lo siento —solloza.

—Audrey, no pasa nada.

—Sí pasa.

—No, no pasa nada. No tienes que sentirlo, no es tu culpa. Nada de esto lo es.

Se queda llorando un rato más, lo hace aun cuando nuestra madre vuelve a la habitación y con un rápido gesto por mi parte entiende que es mejor que nos deje solos. Deja un plato con un par de bocadillos sobre mi escritorio, por primera vez sin rechistar al tener que apartar un montón de mi ropa para hacerle un hueco al plato, y se va.

Yo espero a que Audrey se calme. Extrañamente es reconfortante porque me hace olvidar los sentimientos con los que llevo horas y hace que me concentre en algo diferente, aunque eso sea servirle de ayuda a ella.

Ella se pasa unas horas en mi habitación, entre conversaciones llenas de anécdotas con las que volvemos a reforzar el lazo que mantenemos y juegos simples que hacíamos desde que ella tenía tres años. Después de cenar Maia entra a pasos lentos a mi habitación y se queda con nosotros y los coches de juguete que tanto le gustan.

Termino tirado en la alfombra, con un pequeño moratón en la frente por el golpe con el cochecito que Maia me ha lanzado a la cabeza y viendo a mis hermanas pequeñas hacer un intento de baile con las canciones de mi móvil que voy haciendo sonar.

Claro está, no dejo de cambiar la canción por el mero hecho de vacilarlas un poco.

Así estamos hasta que llevo a Maia de vuelta a su habitación para que se duerma. Audrey me acompaña, tira de mi sudadera antes de entrar a su habitación. Vuelve a sacarse la pulsera y me obliga a agarrarla.

—¿Cuando la veas puedes decirle que lo siento? La pulsera es de buena suerte, ¿puedes dársela?

Ashley. Audrey ha mantenido mi mente tan ocupada desde que he vuelto del hospital que ya me había olvidado por completo. Agarro su pulsera antes de asentir. De nuevo mi estado de ánimo cae.

Vuelvo a mi habitación para tumbarme en la cama y me limito a jugar a lanzar un balón de rugby al aire una y otra vez en lo que mis pensamientos toman la misma dirección una y otra vez.

Ya ha entrado la madrugada cuando el entrenador abre la puerta de mi habitación, me siento y el balón de escapa de mis manos, directo al suelo. El entrenador enciende la luz que yo había apagado al fingir dormir y entra.

—¿Qué tal estás?

—A mi novia han intentado matarla, ¿cómo crees que estoy?

Él se acerca para recoger el balón, arrastra la silla de mi escritorio al medio de la habitación, la gira y se sentía ahí. Empieza a mover el balón entre sus manos.

—Hijo, tu madre ha hablado con la de ella, ya la han llevado a casa, está bien.

—¿Por qué no dejáis de decir eso? —Estoy tan cerca de gritarlo que yo mismo me sorprendo, pero es que no paran de hacerlo—. Me decís que ella está bien como si eso fuera ayudar, ¡ya sé que está bien! Sé que ha despertado, que no tiene heridas, pero, maldita sea, han intentado matarla, papá. ¿Desde cuándo estar ilesa después de eso es estar bien?

Ahí lo entiende.

Mueve el balón y termina haciéndome un pequeño pase.

—Pero esa no es tu responsabilidad —dice.

Si el balón pudiera ser aplastado ya estaría hecho añicos entre mis dedos. Se lo lanzo de vuelta con más fuerza de la necesaria s.

—¿Qué parte "es mi novia" no has entendido?

—Hijo... —Apoya el balón sobre el respaldo del asiento y se inclina hacia adelante—. Tienes muchas cosas en las que preocuparte ahora mismo. Están los ojeadores, tus estudios, las matrículas para la universidad, los entrenamientos...

—¿Y se supone que tengo que anteponer eso?

—Es tu futuro.

—¿Y ella no puede serlo?

El entrenador cierra los ojos por un segundo, apoya el pulgar contra su frente como gesto que usa cada vez que algo le crea tensión o duda. Deja la mano caer, la mueve sobre el balón y vuelve a pasármelo.

—Escucha, no pretendo sonar cruel con esto, pero todavía eres un crío. Las relaciones a tu edad son complicadas, crees que quieres a alguien, pero pasan dos semanas y habéis terminado.

—Pa...

—No, Jack, escúchame. Te graduarás, irás a la universidad, conocerás a mucha gente, a gente más similar a ti de lo que imaginas, cambiarás. Luego empezarás a trabajar y tendrás la cabeza más asentada. Las relaciones de instituto pocas veces dura, la vida se complica. Quiero lo mejor para ti, y lo mejor no es que tengas la cabeza en otra parte ahora que estás a tan pocos meses de graduarte. Si te distraes ahora arrastrarás las consecuencias de por vida, ¿lo entiendes?

—Lo entiendo —admito—. Pero no por eso voy a dejarla de lado.

Me mira, apoya ambas manos en el respaldo de la silla y se pone en pie.

—Lo sé, hijo, a tu edad yo era igual de testarudo, supongo que está en nuestra sangre. —Se pone en pie—. Sólo piénsalo y ve haciéndote a la idea de que quizás ella se vaya pronto.

—¿Qué quieres decir con "irse"?

—Quiero decir que quizás ella deje de sentirse cómoda aquí con lo que ha pasado, ¿no querrías tú alejarte si te pasara?

Trago saliva.

Ella lleva huyendo de sus problemas toda su vida, ¿cómo no pensar que podría hacerlo una vez más?

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Así me siento cada vez que me llega una idea que puede empeorarlo todo y la subo:

Sé que es algo corto, pero es todo lo que Jack tenía que contar, lo siguiente le toca a Ashley ♥ Espero que os haya gustado el capítulo, nos leemos el próximo sábado ¡Un beso! 

—Lana 🐾

Pregunta del capítulo: ¿Tenéis algún número preferido? El mío es el 47

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