Capítulo 42 - Despedidas
Canción en multimedia: Kiss me before i fucking lose my mind — Charlie Puth
Capítulo cuarenta y dos — Despedidas
──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────
—Bueno y, ¿qué te ha parecido?
—¿El local? Sin más. Pero si te refieres a la comida todavía no la han traído así que no sé —En ningún momento aparto la vista del menú de dulces. Releo lo mismo una y otra vez para no tener que mirarle hasta poder volver a esconder ese cúmulo de rabia que ha ido creciendo en mi interior.
¿Es esto lo que sienten las personas cuando hablan de celos? Porque dan ganas de gritar, llorar y reír al mismo tiempo. No es placentero, al contrario. Y no sé cómo hacerlo desaparecer.
—Me refería a Ana, ¿qué te ha parecido? Es maja, ¿verdad?
Oh, venga ya,
—No lo sé, Jack, no es que pueda decir que he hablado mucho con ella —suelto con cansancio—. ¿Quieres dejarme ver lo que hay de comer tranquila?
—Ya hemos pedido.
—¿Y qué?
Jack se rinde con eso. Le veo juguetear doblando una servilleta o más bien haciéndola pedazos en lo que traen la comida. Cuando nos traen las cosas finjo una sonrisa y le doy las gracias por el "Que os aproveche". Jack parece emocionado, dispuesto a decir algo cuando señala su plato de magdalenas con el cuchillo, pero para de golpe y la comprensión llega a él. Me señala a mí.
—Estás molesta conmigo —adivina.
—¿Por qué iba a estar molesta contigo? No digas estupideces.
—No sé el porqué, pero lo estás.
—Como digas —Giro el plato, buscando una distracción en la forma del pezado de tarta sobre el que pronto hundo la cucharilla.
—No lo entiendo, estabas bien hasta que... —Que no lo adivine, que no lo adivine, que no lo adivin...—. ¿Estás celosa?
—¿Yo? —Le devuelvo la mirada—. ¿Esta es tu forma de autoinflarte el ego?
—Estabas celosa por, ¿Ana?
—Yo no estaba...
—Oh, mierda —me interrumpe con su queja. Con eso pasa una mano por su nuca y agarra la mía. Me dedica una de sus burlonas sonrisas antes de besar el dorso de mi mano y seguir sosteniéndola entre las suyas—. No te hablé de ella, ¿verdad? Sabía que se me olvidaba algo. Ella era la novia de Spencer. Llevaban juntos desde el instituto, unos tres años cuando él murió. La conozco desde que era un crío, es como mi hermana y quería que la conocieras porque es importante para mí que vosotras os llevéis bien.
—¿Era la novia de tu hermano?
Jack asiente con energía.
—Además, ahora está conociendo a alguien. Lo sigue pasando mal y el otro día quedé con ella porque es una de las pocas personas con las que puedo hablar de Spencer. Éramos quienes más tiempo pasábamos con él y nos ayudamos. Pero, Ashley, sería incapaz de verla con otros ojos, es parte de mi familia, más ahora que Spencer no está. Y, si te sirve de algo, Audrey también vino con nosotros, no trató demasiado de ayudarnos a elegir la pulsera porque se aburre rápido, pero vino.
Aparto mi mano de la suya, esta vez avergonzada.
—¿Podemos olvidarlo?
—¿Pero por qué has pensado algo así?
—No sé. —Me estoy sonrojando de pura verguenza—. Parecía que sólo me habías traído aquí para verla, no es algo cómodo que se diga.
—Es que quería que os conocierais.
—Lo sé, olvídalo de verdad, ha sido una tontería.
Realmente lo ha sido.
—Y pensar que no parecías del tipo de chica celosa.
—No lo soy —me quejo—. Casi nunca al menos, con mi ex nunca sentí celos. Ni una sola vez y eso que con él era de extrañarse no verle irse de fiesta o a beber con amigas.
—¿Sean?
—Sí.
—Te estás poniendo roja —señala divertido.
Corto como puedo el primer trozo de tarta y me lo meto en la boca. Ni siquiera lo saboreo, cualquier cosa con tal de no poder contestarle. Pero Jack insiste. No me deja comer porque apoya su barbilla sobre mi hombro y puedo sentir su respiración y palabras contra mi cuello.
—Tenías celos —canturrea.
—Lo sé, deja de repetirmelo.
Besa mi cuello y un placentero escalofrío recorre mi cuerpo.
—¿Y se puede saber por qué por conmigo sí y con él no? —pregunta.
Me prometí no ocultarle nada y ahora me encuentro con la respuesta entre mis manos e incapaz de pronunciarla. Sé que si lo hago no habrá vuelta atrás. Me es fácil adivinarlo. A Sean no tenía miedo de perderle, no me importaba, a Jack sí. Pero no es solo eso, conocía a Sean y sabía lo que él quería y lo que necesitaba en su vida. Ahora con Jack la única sensación que me queda con cada palabra y detalle que tiene es todo lo que se merece. Está herido en formas que no sé si sanarán y me trata de forma que pocos sabrían. Me ha hecho terminar enamorándome de él en menos de un pestañeo porque sí, me he enamorado de él. ¿Cómo no hacerlo después de haber estado semanas juntos?
Una relación con él es como un sueño, se adelanta a todo. Está ahí siempre que le necesites y al mismo tiempo entiende dónde están los límites tanto de lo que contar como de lo que hacer. Sabe cuándo necesito espacio y lo respeta, a no ser que le apetezca vacilar un rato, al menos.
Y entiende mis cambios de humor cuando los tengo, no pide explicaciones. Lo entiende, lo respeta y me permite volver arrepentida con una disculpa sobre mis labios segundos después de haberme comportado de forma innecesariamente cortante.
Siento celos porque sé que hay chicas mejores que yo para él, chicas que no estén mal por dentro y estén dispuestas a ayudarle como se merece. Lo he intentado, pero no creo que sea suficiente. Porque, ¿cómo puede alguien roto ayudar a alguien que está igual?
Tengo tanto miedo de no ser suficiente para él que he terminado creyéndomelo y ahora ese sentimiento es el que me hace desconfiar, desconfiar de que se conforme con lo que tenemos. Quizás, sin quererlo, ese sentimiento de años atrás también ha influido. Nunca he sido suficiente para nadie y Jack... Jack se merece el cielo, ¿cómo iba a poder yo dárselo? ¿Cómo voy a dejar de sentirme insegura al verle sonreír a otra cuando lo único que puedo pensar es que probablemente vaya a hacerle más feliz de lo que yo puedo?
—¿Sinceramente? —pregunto—. Porque a ti sí que no quiero perderte.
(...)
Después de una tranquila tarde juntos Jack me lleva de vuelta a la biblioteca a diez minutos de que llegue Brigitte. Nos quedamos cerca de la pared del edificio, escondidos entre la oscuridad a la espera de ver el coche de mi madre adoptiva.
—Ten unas buenas navidades —me dice.
Apoya ambas manos sobre mis hombros y soy yo quien se acerca en busca de su abrazo. Se va mañana temprano para pasar estas fechas con sus abuelos. Volverá para la subasta, con suerte, si no el día cinco. Todo depende de sus padres.
En el peor de los casos serían dos semanas, dos semanas distanciados lo que aunque el curso pasado hubiera rezado por conseguir ahora se me hace pesado y sin gusto.
—Lo mismo te digo —Me gusta sentir cómo él cierra los brazos a mi alrededor, cómo su cuerpo parece amoldarse al mío al abrazarle. En mi cabeza somos dos piezas de un puzzle que al fin se han juntado y, una vez lo han hecho, cambiar sería un error.
—¿Responderás a mis mensajes?
—Quizás. ¿Responderás mis llamadas?
—Quizás —imita.
Muevo su brazo para poder ver la hora en su reloj.
—Brigitte tiene que estar a punto de llegar, es mejor que te vayas yendo.
—Ya ha anochecido, no quiero dejarte sola esperando.
—Esperaré en la biblioteca.
Jack termina por soltarme. Aparta un mechón de pelo de mi rostro y suelta un suspiro.
—Supongo que esto es un adiós.
—No seas dramático, son sólo un par de semanas. —Acabo de llamarle dramático y ahora soy yo la que siente un nudo en la boca del estómago de pensarlo. Apoyo la mano sobre su hombro y le atraigo hacia mí para poder darle un beso de despedida. Jack se deja llevar tanto como yo lo hago.
Me gusta no entender lo que siento. Me gusta la forma en la que él puede alterar mis emociones con una sola frase o echar mi corazón a correr con su sola presencia. Y besarle, hacerlo es sentir un cúmulo de emociones haciendo fuerza por ganar terreno. Nunca había sentido algo así antes de él ni creí que fuera posible. Es un sentimiento tan intenso que arrasa con todo a su paso.
Pienso en su sonrisa, en sus bromas y las ganas de sonreír con él o seguirle el juego que eso me provoca. Después en su presencia, en cómo verle hace que quiera acercarme y sentir su tacto porque es relajante para mí.
No sé en qué momento terminé por caer, pero ahora estoy a sus pies y esa certeza me asusta.
—Te veo el año que viene.
Jack deja escapar una queja.
—Cómo no, tenías que ser tú quien dice algo así —comenta.
Recojo mi mochila y la miro una última vez. Él espera a que yo suba hasta las puertas de la biblioteca para irse y aun así tampoco llega demasiado lejos. Se apoya en su coche, esperando a una distancia considerable hasta que el coche de Brigitte para frente a la biblioteca.
Mi móvil se ilumina con su mensaje diciendo que ya ha llegado.
Desbloqueo el móvil, redacto un mensaje para otra persona y, mientras bajo los escalones, le doy a enviar.
Son pocos los pasos que tengo que dar para llegar al coche de Brigitte. Antes de abrir la puerta lanzo una última mirada al coche de Jack y le sonrío.
Ha leído el mensaje.
Tiene el móvil desbloqueado y la luz todavía le ilumina un poco el cuerpo mientras mira hacia aquí. Le he dejado sin palabras, sé eso y, aunque hubiera sido mejor estar cerca para verlo y disfrutar de esa pequeña victoria, entro en el coche y lo celebro igual.
Escondo mi móvil hasta que estoy de vuelta en casa. Lo dejo en mi habitación al bajar a cenar, algo nerviosa por la respuesta que pueda haber recibido. Le he escrito, literalmente, que le quiero. Aunque él ya lo haya dicho otra vez yo todavía no he pronunciado esas palabras y es algo que me cuesta asimilar.
Me ha importado poca gente a lo largo de mi vida y querer sólo he querido a dos. A mi mejor amigo que lleva ya dos días sin devolverme los mensajes y ahora a Jack. Para mí esas dos palabras implican demasiado, es dificil dar lo que nunca te han dado a ti, lo que no te han enseñado a tener, quizás por eso soy tan selectiva y me cuesta tanto entregar algo tan importante.
Después de cenar desbloqueo mi móvil en busca de su respuesta.
Lo ha leído. No ha respondido.
Dejo caer el móvil a un lado y apoyo un cojín sobre mi rostro al sentir la necesidad de gritar.
Pasan minutos completos hasta que un repiqueteo me saca del estado de medio sueño en el que ya había empezado a caer. No, un repiqueteo no, más bien golpecitos. Golpes cercanos. Ahogo un bostezo al levantarme de la cama, es en mi balcón. Muevo un poco la cortina para ver de qué se trata. Al verle me aseguro de que la puerta de mi habitación esté cerrada y le abro.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Jack señala su móvil.
—No puedes hacer esto —responde, su pelo completamente alborotado. No ha debido dejar de pasar las manos por él durante todo este tiempo—. No puedes enviar esto y desaparecer.
—Es sólo un mensaje.
—No es sólo un mensaje —se queja.
—Es sólo un...
Esta vez, cuando me besa ya no sé si para hacerme callar o por otra razón no es igual que las otras veces. No siento esa paciencia y ternura por su parte, sólo ímpetu y la misma ansia que sentí la primera vez que nos besamos frente a la casa de Ben, a su antigua casa.
—¿Lo decías en serio? —pregunta. Sus labios rozan la comisura de los míos, mi mandíbula, después vuelve a preguntarlo, exigiendo una respuesta.
—Claro que lo decía en serio.
—¿Me quieres?
—Te quiero.
Me besa con fuerza antes de repetir mis palabras y volverlas suyas.
—¿Has venido aquí sólo para que te lo dijera? —pregunto contra sus labios. No me deja hablar, no me deja pronunciar más de dos palabras antes de robarlas de mi boca. Dejo de intentarlo, me rindo hacia él y el último intento de conseguir una respuesta pierde importancia para mí.
Rodeo su cuello con mis manos, le meto en mi habitación y, con la luz apagada, intento no caer. Su dureza lleva a la mía, sigo su juego y lo vuelvo mío. Es una competición, para variar, que tenemos contra el otro. Un intento de ganar terreno que nos altera a ambos y calma por igual.
Terminamos en el medio de mi habitación con él jadeante a escasos centímetros de mí y sus ojos brillando con más fuerza que en mucho tiempo.
—Gracias —murmura todavía tratando de recuperar el aliento. Sus manos se cierran en la parte baja de mi espalda y apoya la frente sobre mi hombro—. Sé lo que ha tenido que costarte decirlo, gracias.
Bajo las manos hasta su espalda. No sé cómo está tan seguro de ello pero me alivia no tener que explicarlo. Él lo ha entendido antes que yo.
—No sabes todo lo que me gustaría que pudieras quedarte a dormir algún día.
—Puedo hacerlo. —Repito la frase en mi cabeza tratando de encontrar algo en el tono que ha utilizado que delate el rastro de cualquier interpretación malpensada que haya podido hacer. No hay ninguna. Por una vez pensamos igual en algo—. Sólo tienes que pedírmelo.
—No quiero ni imaginarme lo que pasaría si te encuentran aquí. Brigitte suele revisar que esté dormida.
—Me esconderé cuando venga, me iré antes de que se despierten, sólo pídelo.
Estar con él me está cambiando, Jack está cambiándome. Hace unos meses hubiera sido incapaz de arriesgarme a la mitad de las cosas que estoy haciendo por él. Ir a sus entrenamientos mintiendo a los Daking para que crean que estoy en otro lugar, escaparme por las noches y de alguna clase para pasar un rato juntos o salir de la biblioteca como lo he hecho. Antes jamás hubiera arriesgado todo lo que he sacrificado por el riesgo de cometer un simple error. Por él lo estoy haciendo una y otra vez.
Quizás por eso cedo de nuevo.
—Quédate —pido.
—¿Ves como no ha sido tan difícil?
—Cuando te echen a patadas te arrepentirás de esas palabras.
—No lo creo. —Me suelta y la falta de contacto es una brusca pérdida de calor. Se aleja para cerrar la puerta del balcón y le echa el pestillo—. Nunca antes he dormido con alguien, creo que deberías saberlo.
—Dormido de dormir, ¿no?
—Dormido de dormir —Afirma.
—Tampoco yo, supongo que será igual de extraño para ambos.
—Supongo.
Reviso la hora para no sentirme tan incómoda. Todavía son las nueve y cuarto.
—Eso sí, entre las diez y veinte y hasta que Brigitte pase a revisar que esté durmiendo tendrás que meterte bajo la cama.
Jack arruga la nariz.
—Estará limpio, ¿no?
—Sí, Jack, está limpio. Sólo está el esqueléto del último chico al que escondí ahí.
—¿Así que Sean está de visita?
Le miro incrédula por el mal chiste.
—Voy a ponerme el pijama, no tengo nada que pueda servirte así que tendrás que dormir como te sientas más cómodo.
—¿Y si te dijera que me siento más cómodo durmiendo desnudo? —Bromea. Por desgracia para él sé que voy a ser yo quien obtenga la victoria de ese pequeño reto.
—Entonces te diría que no eres el primer chico al que he visto desnudo.
Saco un pijama del armario y salgo de mi habitación para meterme en el baño y cambiarme tranquilamente. Estoy sonriendo y nerviosa al mismo tiempo. Nunca he sentido la más mínima vergüenza al hablar sobre sexo ni al estar con Sean y ahora me pone nerviosa el simple hecho de dormir con un chico. De sólo dormir. ¿Qué me está pasando?
Me pongo los pantalones grises largos y una camiseta de tirantes básica blanca. Enfundo los pies en las zapatillas de andar por casa de leones que me compré hace ya más de un año y le digo a mi reflejo que se tranquilice antes de volver a mi habitación. Incluso cuando llego a la puerta me cuesta abrirla, las manos me tiemblan y dudo. Necesito un segundo antes de recomponerme, tanquilizarme y entrar.
Cierro la puerta detrás de mí, incapaz de moverme al ver la que ha armado Jack en tan pocos minutos.
—¿Qué haces? —pregunto en un murmullo.
Él deja otro cojín más sobre la almohada. ¡Ha puesto todos los cojines que siempre quito y escondo sobre la cama! ¿Cómo pretende que alguien pueda tumbarse así?
—¿Cómo puedes quitar los cojines? Son lo mejor de dormir.
Se ha quitado la chaqueta, zapatos, calcetines y esos pantalones largos que traía. Se ha quedado con unos calzoncillos simples negros y la camiseta azul de manga corta que traía. Durante unos segundos desearía que también se la hubiera quitado. Estira una mano para que me acerque.
Está sentado sobre la cama, con las mantas abiertas y puestas cerca de sus pies. Le doy mi mano. Él alcanza la otra y tira de mí para hacerme caer sobre la cama. Caigo entre los cojines y sus brazos. Extrañamente los cojines no me molestan como lo hacían antes.
—Los cojines son geniales —murmura él.
Tiro de las mantas para poder taparnos, me acomodo contra su cuerpo y dejo que él también se ponga cómodo antes de cerrar los ojos. No puedo creérmelo cuando lo siento, cuando nada más abrir los ojos le veo todavía aquí, pasando su mano sobre la tela de mi camiseta.
Su presencia es cómoda y poder descansar con ese regusto a manzana y menta que me recuerda tanto a él es todavía más reconfortante. Incluso escuchar su respiración o sentir el movimiento en su pecho a mi lado se vuelve algo de lo que no me gustaría volver a privarme.
Si pudiera, me dormiría ahora mismo.
—¿Saben tus padres que estás aquí?
—Le he enviado un mensaje a mi madre para que sepa que no dormía en casa hoy.
—¿Y te ha dejado?
—Le he dicho que me quedaba con Noah.
—¿No eras tú el que no mentía? —pregunto con pocas ganas de molestar. Siempre ha sido al revés, cuando él alcanza las puntas de mi pelo y las enreda entre sus dedos suelto un suspiro relajado—. Como dejes de tocarme el pelo ahora te voy a odiar.
Jack se ríe con suavidad y su mano se mueve entre mi pelo.
—Las cosas han cambiado un poco, ¿eh?
—Parece que sí. —No puedo mantener los ojos abiertos si él sigue jugando con mi cabello. Me es imposible.
Parece que no soy la única que ha cambiado. Yo cambio cuando estoy con él, y él cambia cuando está conmigo. Me pregunto si alguno de los dos podrá volver atrás después de esto, después de haber roto con sus propios ideales y promesas. Yo dudo poder hacerlo.
Me gustaría que las cosas fueran diferentes.
—Lo sé, a mí también.
Con su respuesta me doy cuenta de que lo he dicho en voz alta y trato de volver a concentrarme. Sigo sin poder hacerlo.
—No podemos dormirnos —murmuro—. Brigitte siempre pasa entre las diez y veinte y un rato después. Si te ve aquí.
—Me mantendré despierto, tú puedes dormirte.
—Si me duermo...
—Shhh —interrumpe—. Relájate y vuelve a cerrar los ojos.
Dejo de luchar contra ello y obedezco. Las consecuencias dejan de existir para mí cuando me deshago bajo su tacto. Jack sigue pasando una mano por mi pelo hasta que me quedo dormida, su presencia a mi lado amoldándose a mi cuerpo de una forma que no había esperado.
Entreabro los ojos al sentir movimiento sobre la cama. Mis brazos pierden su agarre y me giro para volver a acomodarme. Vuelvo a dormirme.
—Ashley —llaman en voz baja. Giro la cabeza con la intención de seguir durmiendo—. Estás ocupando toda la cama, ¿no vas a hacerme un hueco?
Me despejo lo suficiente como para entender lo que está pasando.
—¿Y Brigitte? —Es mi pregunta.
—Ya ha revisado, ahora hazme un hueco que hace frío —responde Jack.
Aparto las mantas y me pongo de rodillas sobre la cama a la espera de que él se tumbe, después vuelvo a acomodarme a su lago y nos envuelvo a ambos con las mantas.
—Jack —murmuro casi sin voz.
—¿Sí?
—Me has despertado.
—Puedes volver a dormirte.
—¿Puedes hacer como antes? —pido.
—¿Qué de antes?
—El pelo.
Jack no responde, pero sí lleva una mano a mi pelo y en menos de un par de minutos me he vuelto a quedar dormida.
──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────
──── ∗ ⋅✦⋅ ∗ ────
Espero que hayáis disfrutado del capítulo, nuestros bebés se separan por navidad </3
Sólo diré que el próximo capítulo va a devolvernos a temas más familiares. Id preparando vuestros corazones que nos queda poco para que todo estalle.
—Lana 🐾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro