Capítulo 33 - Tiempo de mejores amigos
Canción en multimedia: You Are The Reason — Calum Scott
Capítulo treinta y tres — Tiempo de mejores amigos ღ
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—No te duermas en mi hombro, Ashley, pesas.
Las palabras de Ben son lentas, distantes para mis oídos. Ahogo un bostezo entre bajas quejas y acomodo de nuevo mis brazos a su alrededor. Él no tarda en tratar de moverme.
—Ash, échate a un lado.
—No —Cierro los ojos de nuevo, divertida al notar como él se revuelve para deshacerse de mi agarre. Le sostengo con más fuerza—. Eres cómodo, como una almohada.
—Tienes cojines, ¿por qué tienes que usarme a mí para dormirte cuando tienes cojines?
—Porque eres más cómodo.
Exasperado, ahoga una queja detrás de un alto bufido. Se levanta del sofá, obligándome a soltarle al final. Se va al sillón y tira de una manta para acomodarse ahí. Todavía tenemos la película a medias, otra elegida por mí. En este caso: Guerra de novias. Humor es lo que más necesitamos ambos ene estos momentos.
Me desperezo un poco, tratando de mantener los ojos abiertos. Ahogo un bostezo y me echo hacia atrás en el sofá, cerrando los ojos durante pocos segundos antes de volver a abrirlos, tengo que mantenerme despierta. Pero Ben lo nota, siento su mirada clavada en mí antes de verlo.
—¿Qué? —pregunto, él da la sensación de haberse perdido en sus pensamientos. Pasan un par de segundos hasta que me dedica una sonrisa cansada y niega.
—Estás agotada, deberías irte y dormir un poco —Se pone en pie—. Soy un egoísta, te he estado manteniendo casi sin dormir durante días.
—No, no —defiendo antes de caer en la cuenta que ni él ni yo podemos creerlo. Al levantarme siento cómo el cansancio ha hecho suficiente mella en mi cuerpo como para tener que esforzarme en mantenerme sobre mis pies—. Quiero decir, sí, he dormido menos, pero no eres egoísta. Soy yo la que quiere venir. Te vas a ir en dos días, Ben, si puedo pasar algo de tiempo contigo, lo haré.
Todavía siento la culpa en él cuando me mira, no puedo verle así.
—Si hay alguien egoísta aquí soy yo, Ben. Me estoy acoplando a tu casa cada noche, debes de estar ya harto de mí.
Bromeo, él no quiere seguirlo.
—Deberías irte ya, son casi las cuatro de la mañana y necesitas dormir algo.
Quiero negarme, pero mi cuerpo está tan necesitado de unas horas de sueño que asiento. Me acerco a mi mejor amigo, lanzando mis brazos alrededor de su cuello en busca de calmarle, de demostrarle que no me importa venir cada noche, que no me importa dormir poco por razones como esta. Por pasar todo el tiempo que pueda mientras sigue aquí con él.
—Te veré mañana.
—Sobre eso, no es buena idea.
Me alejo, lista para repetirle que como mañana (u hoy) es viernes, el sábado tendré más horas de sueño. Solo que Ben se apresura a seguir, robándome la opción de responder.
—Mi padre y mi hermana vuelven hoy a la tarde, van a quedarse hasta que el sábado, bueno, volvamos a casa.
Y, repentinamente, quiero llorar. La fecha es tan cercana que mi corazón duele y la necesidad de llorar se vuelve intensa. Pensaba que se iba el domingo, no el sábado. Dos días. Hoy y mañana, después no volveré a verle. Contengo la respiración, después dejo salir el aire con brusquedad.
—¿Cómo fue el fin de semana? ¿Cómo se portaron al venir? —pregunto. Él no llevó a hablarme de esos días en los que ellos habían venido para ayudarle a organizar toda la mudanza, yo tuve miedo de preguntar. Quizás, en mi subconsciente, creía que no hacerlo lo pararía todo.
—Primero, tú le dices a Mason que venga a buscarte y, mientras llega, te cuento ¿Trato?
Cierro las manos a mis costados.
—Ben, he salido sola a estas horas muchas veces, no quiero despertarle sólo para venir hasta aquí. Estaré bien.
—Vale —mi sonrisa dura poco—, pero entonces no de diré lo que quieres saber.
—¡Por favor! Llevo callándome durante toda la semana, pero me estoy agobiando con eso, necesito saber si las cosas están mejorando —me callo al instante. Acabo de citar las palabras de Jack. Eso me sorprende, ¿desde cuándo él es capaz de decir algo útil que poder volver a usar? Oh, sí, desde que parece convertirse en una persona completamente distinta cuando entra la noche.
—Envia el mensaje y me lo pienso.
Espero a que ceda, consiguiendo únicamente que se cruce de brazos, esperando.
—¿Y bien? —presiona.
Lanzo las manos al aire—. Agh, está bien, pero si no lee el mensaje tienes que contármelo igualmente.
Ben se acerca, mirando sobre mi hombro para asegurarse de que envíe el mensaje. Lo último que hay escrito es su mensaje de ayer de madrugada quejándose porque no le había avisado hasta que llegué a casa.
"Me voy a casa.... " Ben me dice que no al leerlo, sin darme la oportunidad de enviarlo.
—No le hagas creer que no le da tiempo a llegar para poder irte sola, Ash.
Hago una mueca, borrando para volver a empezar.
"Salgo en veinte minutos, si desde que leas el mensaje no te da tiempo a llegar, no te esfuerzas, sé volver sola:)"
—¡Ashley!
Ignoro la queja de Ben y le doy a enviar.
—Pobre chico —sigue Ben—, va a sufrir con alguien como tú.
Y, aunque lo dice medio en broma, las palabras calan hondo en mí.
—¡Eh! —Él no lo nota, pero el daño ha sido real. Basta con decir algo que yo ya pensaba para conseguir ese efecto. Supongo que si yo no me hubiera planteado esa opción antes, no dolería tanto—. Ahora tienes que contármelo.
—Fue... bien, creo.
—¿Qué quieres decir con "bien"?
—Fue extraño —corrige para luego dejarse caer nuevamente en el sillón individual. Esta vez ha agarrado un puñado de regalices. Muerde el primero—. Mi padre, él, no sé, Ash, fue como si... Quizás no, pero... parecía arrepentido —suelta al fin—. Fue todo muy raro. Él parecía distante cuando llegó, luego vio uno de los premios de ciencia que gané, fotos de cuando fui a esquiar y a hacer escalada y se quedó mirándolas como si ¿lo echara en falta? No sabría decirlo, pero por cómo se comportaba era como si se sintiera mal por lo que pasó y no supiera cómo arreglarlo.
Trago saliva, sin saber qué pensar. Tengo miedo de que Ben haya visto sólo lo que quería ver, también de decirlo, equivocarme, y que eso le dañe a él. Así que sonrío un poco y me abrazo a las mantas.
—Eso... eso es bueno.
—Lo es —concuerda—. Y Kayla está an mayor ya. Tiene doce años, me he perdido ver cómo crecía, pero verla fue tan reconfortante. Ella es la niña más dulce a la que he conocido y cómo me recibió fue, no sé cómo decirlo. Cuando llamaron a la puerta todo fue muy incómodo, ninguno sabía cómo reaccionar hasta que ella me abrazó y dijo que me había echado mucho de menos. Fue como si toda la tensión desapareciera gracias a Kayla.
La imagen logra que un cálido sentimiento alcance mi corazón. Han tenido años para pensar en ello, para replantearse lo que pasó. Por lo que Ben me contó de su familia vivían en una pequeña urbanización donde todos se conocían, iban a misa cada domingo y todavía tenían una mentalidad más conservadora. Que Ben les dijera que se atraían ambos sexos debió de parecerles una bomba en ese momento, algo que les volvería la comidilla entre sus vecinos. Aun así debieron de haberle puesto a él por delante, no forzarle a cambiar por medios inadecuados. Espero, de todo corazón lo hago, que estos años les haya servido para replantearse lo que pasó.
Ben es la persona más pura que conozco, si no le han echado en falta, si ese vacío no les ha hecho entender, es que no tienen ni una pizca de capacidad de sentir.
—Me alegra escuchar eso —Mentiría si dijera que escucharlo no ha sido como recibir un regalo de navidad, algo ansiado.
Mi móvil suena, lo saco del bolsillo algo sorprendida ¿Es que Jack tiene un sueño tan ligero que un simple mensaje ha podido despertarle? ¿Tiene si quiera el volumen puesto?
"Estoy en quince" Jack 03:58 am.
Le dejo en leído, bloqueo el móvil y vuelvo a soltarlo sobre el sofá.
—¿Va a venir? —pregunta Ben.
—Por desgracia ha leído el mensaje, así que sí.
—Deberías alegrarte de que se preocupe tanto por ti, no poner esa cara.
—No es que no me alegre de que se preocupe, es sólo que me siento mal. Justo porque también me importa no quiero hacer que se levante de madrugada sólo para venir hasta aquí, acompañarme a casa y volver a irse. Es hacerle perder el tiempo.
Ben se termina otro regaliz oscuro—. Tienes que dejar de hacer eso.
—¿De hacer que?
—De poner al resto siempre antes que a ti, lo haces todo el tiempo.
—No tiene nada de malo.
—Eso te vuelve una gran amiga, pero como hizo Wen, muchos pueden aprovecharse de eso —Me encojo en el sofá al escuchar su nombre. Le he contado todo a Ben, ¿cómo no hacerlo? Él no me reprochó nada, no me dijo que debería de haberme dado cuenta o añadió más a esa bola de cosas que Wen ha hecho y de las que yo no tenía conocimiento. Me abrazó y dijo que no era mi culpa. "Wen te tiene cariño, pero le tiene más a conseguir ser la nueva Regina George. No es tonta, ya se dará cuenta de su error", fueron sus palabras—. Además, no eres la única que cuida de sus seres queridos, déjanos a otros hacerlo también alguna vez.
Subos los pies al sofá y abrazo mis rodillas.
—Por favor, Ash.
—Lo intentaré —A desgana, apoyo la barbilla sobre mis rodillas—. ¿Wyatt lo sabe ya?
—Lo sabe.
—No me ha dicho nada.
—No tenía por qué hacerlo.
—Creo que ahora que no estás, no le caigo tan bien.
Ben suelta una carcajada con mi último comentario.
—Le caes genial —dice—, y ahora que parece que tienes novio será más cercano de nuevo, no te preocupes.
Frunzo el ceño—. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
—No puedo decírtelo.
—¡Ben! ¡Por favor! ¿Desde cuándo nos ocultamos cosas?
—Desde que no es un secreto mío sino de mi otro mejor amigo, así que ni lo intentes.
Hago un mohín, dejo que mis manos jugueteen con la parte baja de mis pantalones y mantengo el silencio. Lo hago durante lo que mi molestia gana a la curiosidad, pero, claro está, la curiosidad siempre puede con cualquier otro sentimiento que haya en mí.
—¿Y Sophie? ¿Qué hay de ella? ¿Seguís juntos? ¿Y César? ¿Hablaste con él?
—Con Sophie, se terminó, pero ella es una buena chica, Ash. Sé que le tienes mucho rencor y con razón, pero es distinta ahora, la gente sí cambia —Tengo que morderme la lengua para no negárselo. Le dejo ganar por una vez aunque solo sea porque no quiero discutir con él para el poco tiempo que nos queda por pasar juntos—. No he hablado con César. Me hubiera gustado conocerle más, pero me voy este sábado.
Bajo la mirada—. No quiero que te vayas.
—Lo sé, sabes que yo tampoco —Nos envuelve el silencio, una fría falta de palabras que consigue, no incomodidad sino cierto dolor en ambos. Ben se aclara la garganta—. Hablemos de otra cosa en lo que llega tu caballero de brillante armadura.
Y, por alguna extraña razón, me ha gustado esa forma de referirse a Jack. Ben lo nota.
—Te has sonrojado.
—¡Qué va! —Llevo las manos a mis mejillas ¿Lo he hecho?—. No inventes, Ben.
—¡Hablas más agudo y todo! Estás mintiendo y de mala forma —Empieza a reírse—. ¿Quién iba a decirme que la chica que mantenía a todo el mundo alejado de ella iba a terminar enamorándose?
—No me he enamorado.
Ben sigue riéndose, lleva una mano a su abdomen y yo le lanzo un cojín con toda la fuerza que tengo. El cojín golpea el mueble a su lado, mi puntería apesta.
—¡Deja de reírte, Benjamin! —chillo, cada vez más roja. Esta vez no me dije que ese no es su nombre, en su lugar deja de reírse con lentitud. Siento la necesidad de repetirme—. No me he enamorado.
—Si no lo has hecho te queda poco.
—Mentira —¿Por qué me siento ofendida por el comentario? Sé que no me he enamorado de Jack, me gusta cómo es cuando está conmigo, sus pullas y comentarios sarcásticos. Me gusta eso y me atrae él, pero no estoy loca por él, no enamorada. Sé que es de la misma forma por su parte, él mismo lo dijo cuando fuimos al bar. Dijo, claramente "me interesas", no un "me gustas" o "creo que te quiero", no estaba ahí porque él no sentía eso. Y está bien así. Entiendo, en este preciso momento, que quizás no quiera dejarme llevar hasta el punto de sentir amor porque sé que él está pasos por detrás y sentir algo más sólo me dejaría en desventaja—. Estamos juntos desde hace unas horas, no hay amor de por medio.
—Tendré que creerte.
—Y... ¿qué piensas de eso? —termino jugueteando con mi pulsera. Quiero su opinión, como si todavía dudase tanto de la idea de salir con Jack que requiriera una segunda opinión. Al ver que él no me responde, lo aclaro—. De que esté saliendo con Jack Mason, el chico al que ya han vuelto a expulsar por llenar el instituto de papel higiénico y el himno de su equipo. Ese a quien conocí estando esposado y lleno de harina, purpurina y plumas en el vestuario femenino y el que llenó mi taquilla de puré de patata el curso pasado —Escondo la cara entre mis manos—. Él es un desastre, Ben, no sé porqué me gusta.
—Te gusta porque te distrae.
Aparto las manos—. ¿Perdón? ¿Estás diciendo que le utilizo?
—Digo que llamó tu atención porque te distrae. No estoy ciego y este juego de tira y afloja que os traéis desde hace casi dos años sólo iba en una dirección ¿Quieres saber qué pienso de que salgas con él? Me alegra, me alegra porque te veo feliz y eso es lo que a mí me importa. Incluso si quieres salir con alguien que te doble la edad, si te trata bien y te hace feliz, yo estaré de acuerdo.
Ahí entiendo la diferencia entre nosotros. Yo soy muy protectora con él, hasta el punto de haber dejado que mi imagen de una persona afectara a apoyar o no su relación con Sophie. Él es todo lo contrario, hace que me sienta culpable por cómo me porté, pero en mi interior sé que haría lo mismo de tener la oportunidad, ella no era buena para él.
—¿Y qué? ¿Cuánto le queda para llegar? ¿Media hora?
Reviso la hora y hago cuentas.
—Unos ocho minutos.
—¿Ocho? ¿Vivís cerca?
—No demasiado —No sé exactamente dónde vive Jack, pero sé que me dijo que tardaba al menos diez minutos en llegar al camino del mirador y desde mi casa hasta allí hay casi quince. Claro, eso andando. Conociéndole irá corriendo, y es rápido, demasiado. Además tiene mucho aguante lo que, después de tantos años en el equipo de rugby, lo veo normal—. Le gusta correr.
Ben sonríe, apoya las manos sobre sus rodillas y se inclina un poco hacia adelante, la manTa gris que tenía a un lado cae al suelo.
—Ashley, a alguien que está dispuesto a despertarse de madrugada, salir a la calle con el frío que hace y echar una carrera sólo para asegurarse de que llegas bien a casa no se le encuentra todos los días, no le eches como haces con todo el mundo.
Paso una mano por mi rostro.
—No empieces, Ben.
—Por mucho que no quieras escucharlo, sabes que tengo razón. Te conozco y no voy a estar aquí cuando hagas la primera tontería, como lo que estabas haciendo de no avisarle aun cuando te ha pedido que lo hagas. Déjate cuidar también.
—Pero me siento mal despertándole.
—Si no estuviera dispuesto, no se hubiera ofrecido. Tienes que empezar a darte cuenta de que no eres la única persona que tiene que estar siempre ahí para el resto. Y, como creo que no vamos a volver a vernos, ¿dejarás que te dé un par de consejos antes de despedirnos? —su sonrisa, ladeada, no consigue ningún efecto en mí que no sea ansiedad.
—El sábado vendré, ¿a qué hora te vas?
—A las seis tenemos el vuelo así que saldremos de casa sobre las cuatro.
—Estaré aquí antes, te acompañaré —digo con rapidez—. No quiero despedirme hoy, no hoy, no me digas que no te veré más, por favor.
Ben vuelve a sentarse en el sofá, a mi lado, pasa un brazo por mis hombros y me atrae hacia él. Ben no es demasiado sentimental, tampoco cariñoso por lo habitual, así que cada uno de sus gestos es más importante para mí que el de cualquier otra persona. No puedo contener las lágrimas, sintiéndome egoísta por ser yo quien llore cuando es él quien se va, quien debe de estar sufriendo más. Aquí encontró un buen hogar y, poco a poco, le han arrebatado cada parte de él.
—Sé cómo son los Daking, si no puedes venir no te culparé —murmura, acariciando mi pelo sobre las dos coletas que llevo.
—Llegaré —prometo, jurándome a mí misma que haré lo que haga falta para cumplir mi promesa—. Hoy no es una despedida.
—¿Me dejarás darte los consejos de todas formas?
Mi silencio es su pie para empezar.
—Estar en una relación es confiar en la otra persona, no te guardes todo para ti. Si te ofrece ayuda en algo no lo veas como algo malo ni te ofendas. Si tienes un problema, díselo y no le hagas como me hacías antes de distanciarte y poner excusas.
—¿No se supone que siendo mi mejor amigo deberías decirme algo como "Si te hace daño..."? —interrumpo. Ben tira un poco de una de mis coletas.
—Porque es más probable que tú le hagas daño a que él te lo haga, que ya nos conocemos, Ashley.
—Siento que estás tratando de ofenderme.
—Sabes que no, pequeño monstruo.
Eso me saca una carcajada. Me acomodo a su lado y cierro los ojos, voy a echarle más de menos de lo que quiero admitir. Sin tener que decir nada, adivino que él también sabe eso. Nos quedamos en silencio los siguientes minutos, yo recordando, él probablemente también. Si consigo...Aunque consiga venir el sábado esté seguirá siendo uno de los últimos momentos que pasemos juntos hasta quién sabe cuándo. De no ser porque eso haría que Ben se sintiera peor, me permitiría llorar como necesito. En su lugar aguanto esa necesidad manteniendo los ojos cerrados con fuerza.
No estoy segura del tiempo que pasa hasta que mi móvil suena cuando le llega otro mensaje. Me doy cuenta al abrir los ojos que alguna lágrima ya he derramado. Lo tomo cabizbaja en un intento de que Ben no lo note, sólo le daría impotencia.
"Estoy en la puerta" Jack 4:17 am.
Lo bloqueo, guardo en mi bolsillo y pongo en pie.
—Me voy ya, pero el sábado vendré, a las dos de la tarde estoy aquí.
—Si no puedes...
—Vendré —Aprovecho a abrazar a mi mejor amigo cuando se levanta del sofá. Le abrazo con tanta fuerza que duele, él me devuelve el gesto. Malditas ganas de llorar—. Te quiero mucho, Ben.
—Y yo a ti, Ash, ya lo sabes.
Quiero decir tantas cosas que morderme la lengua para no hacerlo y terminar peor me cuesta. Aun así termino por soltarle, recuperar mi sudadera gruesa y lanzarla sobre mis brazos. Tiro de la tela para que cubra bien mi cuerpo, el móvil en el bolsillo trasero de mis pantalones.
—Te veré el sábado —vuelvo a prometer.
—Lo sé.
Y salgo de su casa antes de seguir llorando, porque estoy demasiado sensible con todo esto como para no hacerlo. Mi labio siembra al cerrar la puerta detrás de mí. Apoyo mi espalda contra ella, la vista en mis pies al ver una lágrima caer. No hay forma de que se quede y con la fecha tan cerca el dolor es inmenso, más por la causa que le ha hecho llegar a esto.
Me doy unos segundos antes de levantar la mirada en busca de Jack, está en la acera, con el móvil en una mano y los auriculares enrollados sobre el aparato. Tomo una profunda bocanada de aire, aparto el rastro de las lágrimas y pongo una sonrisa sobre mis labios.
—¿Listo para una carrera, chico purpurina?
Me mira, nota que algo no está bien y suelta un suspiro. Puedo distinguir la indecisión hacia preguntar o no hacerlo. Niego para que lo entienda, lo deja, acepta mi propuesta y dos segundos después ambos estamos corriendo, codo con codo, en mitad de una fría noche de noviembre.
Ya muy entrada la noche, cuando entro a mi habitación, me congelo por completo al escuchar pasos en el pasillo. Por un momento pienso que ahí se ha acabado todo, que se han ido cuenta de que no estaba en mi habitación, contengo la respiración.
Pero los pasos siguen hasta las escaleras y, por la su forma de andar diría que es Brigitte. Me cambio de ropa, meto entre las mantas y cierro los ojos aprovechando las pocas horas que me quedan de sueño disponibles.
Por la mañana todavía bajo con cautela a la cocina, a la espera de cuál será la respuesta de la señora Daking, con miedo de que todavía me diga algo. No lo hace. Por primera vez, ni siquiera me mete prisa.
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Tenía pensado poner el pequeño pre-caos en este capítulo, pero me he dicho ¡Eh, esperemos un poco! Puedo tener corazón a veces...
Nah, vosotras y yo sabemos que sólo uso la calma para que todo parezca más perfecto y el caos duela más
—Lana 🐾
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