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Capítulo 18 - Noche estrellada PII

Los capítulos pasarán a ser los Sábados 

Canción en multimedia: Dust till dawn — Zayn ft Sia

Capítulo dieciocho — Noche estrellada PII ღ

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Huía de los Daking.

Esa frase no ha hecho más crear un silencio sepulcral donde incluso el viento da la sensación de haber dejado de mover las hojas de los árboles. Me siento incómoda nada más lo digo, arrepintiéndome al instante y sabiendo que me es imposible retirar unas palabras que ya he pronunciado. Trago saliva para tratar de disolver el nudo que se ha formado en mi garganta y me obligo a seguir por el único camino que me queda.

—Son algo controladores y, cuando no puedo más, necesito irme por un tiempo.

No termino de entender cómo siento algo de alivio al decirlo, un poco al menos sobre los nervios que inundan mi cuerpo y pensamientos. Y, como si nada antes hubiera pasado, el malestar baja de nivel para convertirse en dejadez. Nada me importa por un minuto, no lo hace la imagen que se les quede a las personas de mí, incluso si todo el mundo se enterara de mi situación. Me avergüenza, hace que me sienta una niña vulnerable de nuevo, pero he aprendido suficiente como para poder ir con la cabeza en alto en cualquier circunstancia.

—Muchas veces los padres exageran las cosas creyendo que están protegiéndonos.

Su respuesta llega como una burla a mis oídos. Quiero reír y llorar al darme cuenta de la forma en la que he confesado uno de mis mayores secretos y él simplemente no lo entiende. Frustrada, cierro las manos con fuerza sobre mis rodillas.

—No, ellos no.

—Hay veces en las que...

—¡Ellos no! —estallo—. Si sólo quisieran protegerme no me tratarían como lo hacen. No me...

Instintivamente llevo una mano a mi brazo derecho, cubriendo la zona en la que todavía me queda la marca por cortesía del señor Daking. Me muerdo el labio con fuerza y miro hacia otro lado, incluso las formas en las que han sido colocadas un par de piedras me parece más cómodo de mirar que a Jack.

—¿No te...? —presiona.

—No se comportarían como lo hacen conmigo —me limito a dar como respuesta.

—Ashley —llama, obligándome a devolverle la atención con el gesto—, ellos hacen todo lo que pueden por cuidarte. Son tus padres, te criaron desde que eras un bebé, es imposible que no te quieran.

Hago un mueca. Ya no porque pueda poner como excusa que me adoptaron sino porque por mucho que parezca creerse sus propias palabras está equivocado. Si tuviera razón los padres de Ben no le hubieran tratado como lo hicieron, no todas las familias son buenas y no porque la de Jack lo sea o le hayan creado ese ideal significa que el resto de personas pase por la misma situación.

—¿Pero tú en qué clase de utopía vives?

—Sólo digo que...

—Estupideces —interrumpo a sabiendas de que no está en mi poder dar alguna clase de explicación sobre la vida de Ben para defender mi punto—, sólo dices estupideces. No porque te hayan criado significan que hagan todo por tu bien. Si tus padres te quieren y cuidan, pues genial, pero no para todo el mundo es igual.

Veo cómo se humedece los labios al mantener un gesto pensativo, ligeramente apenado cuando juguetea con la lata de su refresco.

—Lo siento, no pretendía ofenderte de ninguna forma.

¿Tan borde he sonado? Me paso una mano por la frente como si quisiera borrar el dolor que no ha llegado pero los nervios tanto acostumbra a dejarme. Dejo caer la mano.

—Mira, no me has ofendido, es sólo que este tema es algo delicado para mí, nada más.

—Perdona.

—No es... —me siento frustrada con él y conmigo misma al notar que la conversación no ha ido como me gustaría-. ¿Sabes qué? Da igual.

—Entonces, ¿a qué te referías con controladoras?—presiona, negándose a dejar el tema—. ¿Te han puesto un localizador o algo?

Incluso su intento de broma es fallido.

—Durante dos años, me obligaron a llevar uno en una pulsera.

Jack se ríe, lo hace hasta que me mira a la espera de que yo también lo haga para marcar la broma. No lo hago porque no lo es. Fue con catorce y quince años, cuando mi curiosidad por saber más sobre mis padres biológicos me hizo llegar al punto de tomar un autobús para pedir información en el orfanato. Claramente, sin permiso ni avisar. Fue después de una de las más fuertes y últimas discusiones que tuvimos, no fue bien. Nada bien.

—Oh —Jack deja de reír de golpe y se aclara la garganta-, no era una broma.

Niego—. Pero fue hace ya tiempo, ahora se limitan a obligarme a sacar matrículas, mantenerme estudiando cada hora de cada día y prohibirme cualquier otra cosa.

—Quieren lo mejor para ti, que tengas un buen futuro.

Echo la cabeza hacia atrás, ahogando una queja. Rendida, tiro de la manga derecha de mi sudadera, levantando el brazo para que sobre mi pálida piel se note la marca tan oscura que el señor Daking me dejó hace poco. Dejo que lo vea.

—Esto no es querer lo mejor para mí. Amenazarme con devolverme a un orfanato desde que llegué no es querer lo mejor para mí y definitivamente llamarme inútil o estúpida cada vez que no soy perfecta a sus ojos no es lo mejor para mí.

Siento el tacto de sus dedos sobre mi piel, tiene cuidado de no rozar la zona marcada, como si sostuviera algo tan fino que el más mínimo indicio de fuerza fuer a romper. Encuentro el cuidado con la que revisa, su ceño ligeramente fruncido, antes de bajar nuevamente la manga de mi sudadera de nuevo. Apoya sus manos sobre la tela.

—Lo siento.

Aparto mi brazo, acomodándolo sobre mis rodillas por segunda vez. Sus ojos muestran lo mismo que los de Wen cada vez que le contaba que había vuelto a pasar. Es una mezcla de pena, culpabilidad y como si trataran de buscar urgentemente otro tema de conversación hacia el que saltar para distraerme.

—Lo dices como si fuera tu culpa —Y yo siento que es la mía, la mía por no haber sido lo suficientemente impulsiva como para arriesgarme a ser devuelta, a ser mandada lejos. Un centro de menores tampoco podía haber estado tan mal, en el peor de los casos seguiría en una mala situación. 

Si fuera más impulsiva les hubiera plantado cara y dejado que me llevaran lejos, pero eso sería una marca en mi expediente, me robaría la opción de ahorrar, graduarme y poder obtener una beca antes de huir. Incluso Ben opina que debería de decirles algo, de poner el punto y final como si esa fuera la opción más difícil. No lo es. Lo difícil no es saltar en su contra, lo difícil es conseguir aguantar las palabras y soportar, día tras día, a sabiendas de que es lo que me llevará a un mejor futuro. Hay personas a las que callar les hace débiles, en este caso, necesito cada día de toda mi fuerza de voluntad para hacerlo, para mí callar es lo difícil, asegurarme un mejor futuro a sabiendas de cómo me está dejando. Esta es la opción complicada y la que me hace fuerte. La otra es la que me volvería una cobarde, la que dificultaría cada día de esfuerzo que he puesto por mi parte.

Por eso me digo cada día que soy fuerte, que lo estoy haciendo bien antes de tachar otro día de la cuenta atrás de mi calendario para irme. Sólo hasta que me gradúe, sólo unos meses más.

Jack se encoge de hombros.

—Supongo que es una mala costumbre.

—¿Disculparte por cosas que no deberías?

—Creer que está en mi mano hacer las cosas diferentes.

Su hermano. Entiendo la frustración que siente, su deseo por haber cambiado las cosas. Yo también he tenido momentos en los que daría lo que sea por haber cambiado algo. Aunque no sea tan intenso como para él, puedo adivinarlo.

Dejo escapar un suspiro, tomando su mano y acomodando la cabeza sobre su hombro en un rápido movimiento. La ciudad se ve muy pequeña desde aquí, incluso los problemas. Ni siquiera vemos a las personas, sólo luces, ¿cómo puede algo tan pequeño tener tantos problemas, tantas cosas en la cabeza que les consuma?

—Somos un desastre —admito sin saber bien por qué. Solamente quiero decirlo, es lo único que estoy sintiendo en este momento. Somos personas que dejan salir a sus propios fantasmas, que los liberan en busca de paz. Pero ambos sabemos que esa paz nunca llega, se escapa de nuestras manos todas y cada una de las veces.

Jack cierra sus dedos sobre los míos y suelta una áspera carcajada.

—Lo somos.

Una de las luces a lo lejos parpadea, los edificios han ido perdiendo su luz poco a poco, ahora las farolas son de lo poco que queda. Se me hace raro pensar que lo que vemos a tanta distancia, tan diminuto son a personas que se han ido a dormir o a otras que han tomado el coche para salir. Es como si fuera irreal visto desde aquí. Bonito, pero extraño.

Siento un apretón en mi mano.

—¡Mira! —Jack señala al cielo—. Dime que lo has visto.

—¿Ver qué?

Hace una mueca.

—Oh, venga ya, ¿cómo no has podido verlo?

—¿El qué?

Jack tira de la manta que ha traído para dejarla detrás de nosotros, cubre la piedra antes de soltar mi mano y tumbarse sobre ella, las manos detrás de su cabeza.

—Una estrella fugaz, ¿qué más iba a ser si no?

La lluvia de estrellas. Por un momento lo había olvidado por completo. Me llamo tonta mentalmente y copio su posición. La piedra es dura y una manta fina no va a arreglar eso, pero no quiero levantarme. Clavo mi mirada en las estrellas y acomodo también las manos bajo mi cabeza para que no me moleste la dureza del suelo. Con eso espero, en silencio, a que un golpe de luz contraste con los otros.

Sólo espero, grabo cada estrella, cada color y forma en mi memoria para un futuro intento de recrearlo entre un par de páginas y me relajo. No volvemos a hablar, casi como si fuéramos cazadores no queriendo asustar a su presa en lugar de dos adolescentes mirando las estrellas. Pero están ahí, más brillantes que nunca sin tanta luz a nuestro alrededor. Desde aquí se ven diferentes, menos reales y más como una de esas imágenes que salen en revistas de ciencia.

Y es bonito.

Relajante, casi acogedor.

Así que se hace el silencio durante todo el tiempo que estamos aquí, cada uno perdido en sus pensamientos y llegando un punto en el que el sueño empieza a vencerme. Siento algo de cansancio cuando la postura en la que estoy no ayude a mantenerme despierta. Cierro por un par de segundos los ojos en busca de aliviar ese ardor en los párpados antes de volver a abrirlos. Llega el punto en el que estoy bastante adormilada, sintiendo una comodidad que no puedo explicarme, no sabiendo dónde estoy tumbada, pero ahí está. En un momento dado, ahogo un bostezo.

—¿Tienes hora?

Escucho cómo se mueve, cómo la tela de su sudadera roza al echarse hacia un lado. Abre la mochila.

—Cuatro y media.

Eso me despeja por completo.

—¿Cómo pueden ser ya las cuatro y media? —Aprovecho para sentarme y paso una mano por mi rostro para apartar un par de mechones de pelo que se han soltado de la coleta—. Hemos llegado sobre la una, era la una hace nada.

Me dedica una media sonrisa al sentarse también. Jack apoya los codos sobre sus rodillas y baja un poco la cabeza para revolverse el pelo. Después lleva una mano a la nuca en busca de aliviar algo de dolor por culpa de la postura que ha estado mantenido. También yo siento la espalda adolorida.

—Eso te pasa por dormirte.

Me cruzo de brazos—. No me he dormido, sólo he cerrado los ojos un momento.

—Te has dormido.

—No.

—Vamos, Ashley, no tiene nada de malo.

Aparto un poco de tierra que quedaba sobre mis pantalones, dándome cuenta de que tiene razón. No, no tendría nada de malo haberme dormido, pero el problema es que no he sido consciente de ello y eso me frustra. 

—Lo sé —Termino de ponerme en pie y me giro hacia él—. Mira, es algo tarde, deberíamos haber vuelto hace horas.

Jack le resta importancia al encogerse de hombros y saca otro refresco de su mochila. Lo abre y, en vez de darme una respuesta, le da un largo trago. 

—¡Jack!

Él levanta una mano en señal de que debo esperar. Se toma su tiempo para beber hasta que finalmente parece satisfecho y lo deja a un lado.

—Perdona, ¿qué decías?

Noto la burla en su tono de voz y le doy un empujón.

—Me voy a casa, tú haz lo que te dé la gana.

Al segundo paso su mano se cierra sobre mi tobillo de forma tan brusca que estoy a punto de caer. No estoy segura de por qué milagro mantengo el equilibrio. Jack se ha estirado sobre la manta para alcanzarme, de nuevo tumbado.

—Deja que recoja esto y voy también —dice.

—Está bien.

Sólo cuando hablo me suelta, empieza a recoger.

—Por cierto, cambias más de humor que mi hermana pequeña —Sonríe un poco y se levanta para poder doblar la manta y devolverla a su mochila—. Ella suele tener rabietas, pero tú nunca sé por dónde vas a salir.

—No cambio de humor.

—Lo haces y mucho —Termina de recoger y lanza la mochila sobre su hombro antes de tomar la alta que había dejado a medias sobre la piedra—. Pero admito que es entretenido, como una apuesta constante ¿Quién cree que Ashley va a quejarse si el lunes la saludo? ¿Y el martes?

Me cruzo de brazos—. Oh, venga ya, no es así.

—Lo es. Ahora mismo, estabas tranquila y al momento te molestas y quieres irte por tu cuenta —Me hace un gesto para empezar a andar, le sigo—. Tampoco es la primera vez.

—Porque es tarde, deberías de haberme avisado antes, tenemos clase en pocas horas, Jack.

—Puedes fingir estar enferma.

—¿Por qué hablar contigo es como hablar con una pared? —Fingir estar enferma. Claro, como si los Daking fueran a entenderlo, ni siquiera un día que pasé la noche vomitando pude faltar a clase por la mañana. Su mano es dura en ese aspecto, o estoy en el médico o me dan algo para el malestar y me mandan a clase. Y él ya debería haber entendido al menos una parte de eso, le he contado lo que a pocos y aun así parece no querer entender. Me parece frustrante.

Acelero el paso en busca de dejarle algo atrás, no quiero seguir hablando, estoy molesta más conmigo misma que con cualquier otra cosa o persona. La situación que estoy viviendo me agobia y muchas veces estallo contra quien no debería, lo sé, incluso sobre mis cambios de humor. No estoy bien, pero hago lo imposible por estarlo. Es algo que únicamente las personas que pasan más tiempo conmigo notan, ahí es cuando deben decidir si pueden soportarme o si van a largarse de mi vida como muchos otros.

Escucho sus pasos detrás de los míos todo el camino, las ramas perdiéndose bajo nuestros pies y alguna que otra hoja que pisa. Cuando llegamos a la carretera recuerdo la hora que es y me encojo bajo mi sudadera. No es su culpa no haberme avisado, él estaría cómodo y no se ha dado cuenta. Debió haber sido como recordar las noches allí con su hermano.

Dejo de andar a sabiendas de que en este momento entiendo que explicarme algo a mí también ha sido como hacerlo a una pared.

Giro para buscarle todavía sin tener claro lo que quiero decir, para mi suerte o desgracia las palabras salen sin poder frenarlas.

—Lo siento, no ha sido tu culpa y no debería haberme molestado contigo.

Se sube la capucha antes de alcanzarme.

—Quiero esa disculpa como tono de llamada —al instante vuelve la diversión a él, aunque ya no sé si eso es bueno o una forma de cerrarse de nuevo a cualquier clase de conversación seria—. Y da igual, ya te conozco.

Mis manos se cierran con fuerza sobre la parte baja de mi sudadera.

—No debería darte igual, no soy una persona fácil de llevar, deberías de dejar de venir a correr conmigo. Dejémoslo como estaba antes.

Levanta las manos a modo de rendición.

—No sé qué está pasando por tu cabeza, pero te lo dije cuando nos conocimos, quieras o no me caes bien y eso significa que no vas a poder deshacerte de mí tan fácilmente. Así que olvidaré que es lo que has intentado, tú vas a dejar de pensar lo peor de ti y vamos a llegar hasta tu casa para que te cuelgues como un mono del balcón y vuelvas a tu habitación, ¿queda claro?

—Pero...

—Oh, perdona, ha sonado como una pregunta, era más bien una afirmación —Palmea mi mejilla con suavidad y apoya la otra mano sobre mi hombro—. No tienes que dar explicaciones sobre ti misma, Ashley, yo mejor que nadie entiendo lo que es molestarte por lo que no deberías y luego arrepentirte. Así que haznos un favor a ambos y olvidemos esto. Tú descansa, lo verás todo mejor por la mañana.

Le miro una última vez, viendo en él a una persona que jamás me hubiera esperado. Porque el Jack Mason al que conocí es realmente más complicado de lo que imaginé. Y, aunque nunca antes paso por mi cabeza, también ha logrado entender mis gestos sin necesitar explicaciones. Eso me sorprende y alivia al mismo tiempo. Tal vez no haya sido tan malo hacerle un hueco, puede que una amistad con él no sea algo de lo que quiera arrepentirme.

Y me doy cuenta, horas después, de la verdad en sus palabras.

Lo veo todo mejor por la mañana.

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Al menos Ashley lo admite, un paso es un paso. Tengo la sensación de que este capítulo va a cambiar muchas cosas sobre la relación que llevaban, ¿no os parece?

Un beso & nos leemos el próximo sábado ღ Cambio el día porque entre semana acabo agotada y no soy capaz de escribir nada:(

—Lana 🐾

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