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Capítulo 17 - Noche estrellada

Canción en multimedia: Cherry Lambo — Evalyn 

Capítulo diecisiete Noche estrellada ღ

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Entre clases, viernes de películas, fines de semana encerrada y salidas nocturnas, pronto se forma mi rutina. Una rutina en la que durante dos semanas me siento cómoda, esquivando lo más que puedo las conversaciones con los Daking y dándome cuenta de como Wen por fin ha encontrado a más personas con las que salir para poder sentirme menos presionada. Ben y Sophie juntos fueron, para mi alivio, algo puntual o, al menos, eso es lo que me ha asegurado él. Y los chistes de Wyatt han empeorado con el paso de los días, ni siquiera cuando Noah compartió mesa con nosotros fue capaz de contar algo que hiciera reír a alguien en la mesa. Todavía recuerdo a Noah levantándose lentamente y alejándose de manera dramática cuando fingió haber sido traumatizado. Wyatt le gritó ese fuerte "Oh, vamos, sabes que estoy en tu corazón" que logró tantas miradas hacia ello de las que parecieron no percatarse.

Entre la rutina, encuentro mi hora preferida, ese par de horas para los que he tenido que adaptar todo mi horario de sueño. Ahora me acuesto temprano, poniendo la alarma a las doce y cuarto para poder cambiarme y bajar. No se puede decir que Jack y yo nos hayamos vuelto cercanos. Y, a la vez, sí puede decirse. Es extraño, somos como una contradicción que ambos nos esforzamos por entender. Cuanto más hablamos entrada la noche, menos nos relacionamos en el instituto. Allí a penas hemos cruzado dos palabras desde hace semanas, aquí, en cambio, mi idea sobre él se ha vuelto completamente diferente.

Él no es como yo creía, ni siquiera como sus amigos creen que es. 

Cierro casi por completo la puerta de mi balcón y me deslizo hasta el jardín. Mi muñeca izquierda está algo adolorida después de tantas horas que le he dedicado a dibujar estos últimos dos días, acomodo un poco mejor la venda que me he puesto para ejercer presión y tiro de la parte baja de mi sudadera fina en busca de calor.

Jack ya está en el sitio de siempre cuando llego, apoyado con aburrimiento contra una farola.

—Un minuto más y me hubiera ido —dice.

—Las cosas buenas se hacen esperar.

Recorro el último tramo que nos separa y ahí me doy cuenta de que no lleva pantalones para hacer deporte, en su lugar trae unos vaqueros raídos, botas de monte y su sudadera preferida. Ahí es cuando también me doy cuenta de eso que también está fuera de lugar.

—¿Y esa mochila?

Se encoge de hombros, una de sus típicas sonrisas ladeadas ya formada sobre sus labios. Con eso saca una mano del bolsillo y señala hacia arriba.

—Hoy hay lluvia de estrellas y conozco el lugar perfecto para verlo, ¿vienes o te quedas?

—¿Lluvia de estrellas?

—Sí, ya sabes, cuando hay bastantes estrellas fugaces suele decirse así.

Cierro la mano con fuerza sobre la parte baja de mi sudadera para callar. Conozco el significado de la expresión, en realidad la sorpresa era porque a él le interesara eso. Me muevo un poco, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro para darme el tiempo de ignorar mi incredulidad y volverme hacia él.

—Oh, claro. Por mí está bien.

—Bien, lo único no eches a correr, sería difícil alcanzarte con este calzado.

Reviso sus botas y entiendo que él sería capaz de alcanzarme incluso descalzo, pero no lo digo. El único lugar donde sé que puedo ganarle una carrera es en medio del bosque donde lo que son obstáculos para él, son una simple zona más para mí. Algún día le retaré allí, de eso no me cabe duda, estoy deseando ver la cara que se le queda cuando se quede tan atrás que su ego se haga pedazos.

—Trato hecho.

Parece nervioso cuando hace un gesto para invitarme a andar. Hay algo extraño en él cuando avanza, sus pasos no son seguros y rápidos como siempre. No, en su lugar le encuentro siguiendo un paso tranquilo donde su mirada no da la sensación de querer centrarse en nada. Está algo cabizbajo, sus respuestas cortas y sonrisas forzadas mientras hablamos. 

Me encuentro queriendo saber, pero incapaz de preguntar.

Incapaz de entablar una conversación, me doy por vencida y me limito a seguir sus pasos hasta el camino que me enseñó hace un tiempo. Como la otra vez, la oscuridad es tal que no puedo distinguir más que los árboles, arbustos, y el barro que la lluvia ha formado. Pronto ese barro recubre mis zapatos y las ganas de gritar a Jack por no haberme avisado antes de adónde íbamos se disparan. 

Le veo apretar el paso cuando ya estamos cerca de la parte más alta. Él me presiona para que corra a su par lo poco que queda, no lo hago, en su lugar me limito a pisar con el mayor cuidado posible para no quedar embarrada hasta las rodillas. Me deja atrás rápido, tampoco le doy importancia. Mis ojos se clavan en el camino para poder esquivar las peores zonas. Cuánto daría por unas botas altas en estos momentos en vez de mis deportivas negras.

Jack ha dejado caer la mochila cuando le encuentro, se ha sentado en la esquina del mirador, sobre la piedra aprovechando que no está mojado ahí. Quito como puedo algo de tierra de mis zapatos con la hierba antes de acercarme y caer sentada a su lado.

—La próxima vez podrías decirme algo como que traiga calzado alto.

—¿Y para qué quieres traer tacones?

Golpeo su hombro.

—No tacones, idiota, botas que me lleguen hasta las rodillas.

Sonríe un poco, dejándome saber que lo había entendido desde un primer momento. Todavía me sorprende poder entenderle de esa forma. Es algo que no termina de gustarme, tampoco lo hace tenerle en gran estima, quizás en tanta como a Wyatt. Ha sido rápido, simplemente hemos congeniado, algo que ni en un millón de años hubiera esperado que pasara. Pero ha sido así. No ha algo completamente lógico en ello. Pasamos de no querer saber de la existencia del otro salvo un par de veces al año a salir cada noche y tener conversaciones que abarquen más temas que los que esperaba. Nada demasiado privado, pero sí lo suficiente como para volver la presencia del otro cómoda y casi un hábito.

Revisa la hora en su reloj.

—Todavía queda media hora para que empiece —tira de su mochila más cerca, abriendo la cremallera y hurgando dentro—. ¿Oreos?

Espero a que abra el paquete para quitarle un par. Segundos después saca un par de refrescos y otra bolsa de patatas.

—Veo que has venido preparado.

Su mano se mantiene sobre la mochila por más tiempo del necesario antes de sacar lo último que creo que ha guardado, una manta a cuadros en distintos marrones. La deja en la piedra un poco por detrás de nosotros.

—No es la primera vez que vengo.

—¿Y eso? ¿Vienes aquí a enterrar cadáveres cada vez que hay estrellas fugaces?

Clava sus ojos en mí, entrecerrándolos un poco al entender lo oscuro que esta vez ha sido mi humor. Finalmente deja que sus labios se curven un poco y frota las manos en busca de calor.

—Mi hermano me traía aquí cada vez que había, le gustaba mucho todo lo que tuviera que ver con las estrellas.

Por mucho que me diga que es lo correcto, no soy capaz de mantener la boca cerrada.

—¿Gustaba? —pregunto.

—Spencer murió hace dos años.

Se forma un nudo en mi garganta de manera inmediata. Encuentro una voz en mi cabeza llamándome estúpida por haber preguntado. Y, aun así, sigo sin poder contener la curiosidad. Jack mantiene sus ojos fijos en la cremallera de la mochila que ya ha cerrado, inmerso en un recuerdo cuando apoyo una mano sobre su hombro. Aunque tener tacto nunca ha sido uno de mis  "dones", trato.

—Lo siento mucho —Siento cómo se relaja por completo bajo mi tacto. El momento es extraño, más íntimo que de costumbre. Su mano suelta la mochila—. ¿Era él con quien dijiste que encontraste este mirador, no?

Todavía algo distraído, asiente.

—¿Cómo pasó? —debería aprender a callarme—. Si no te importa que pregunte.

Cuando las palabras salen a través de sus labios noto el dolor con el que lo hacen, no parece un tema superado, tampoco uno del que haya hablado lo suficiente como para que dejara de dañarle. También encuentro en la rapidez con la que me responde que necesitaba contarlo, eso me hace escuchar más callada de lo que nunca antes he estado.

—Fue por un accidente de coche. Spencer estaba en su primer año de universidad y al volver de una fiesta se salieron de la carretera y el coche volcó. El chico que conducía iba borracho —Me doy cuenta tarde de que he movido un poco la mano sobre su hombro como si eso fuera a seguir diciéndole que todo esta bien cuando no es así, a dar un apoyo que dudo que alguien pueda otorgar a otra persona en un caso similar. Lo máximo que puedo decir son palabras, y para mí eso nunca ha sido suficiente, tampoco creo que lo sea para él—. Sólo llevaba un mes fuera de casa cuando pasó.

—Yo... —murmuro a duras penas cuando él deja de hablar—. Lo siento, no sé qué decir.

—Tranquila, nadie acierta nunca.

—Lo siento —repito. 

Como una niña envuelvo su brazo entre los míos y apoyo la cabeza sobre su hombro. Es un gesto del que me doy cuenta tarde, lo hago sin pensar, sosteniendo también su mano en busca de aliviar el peso que carga sobre sus hombros. Deja escapar un suspiro.

—Lo peor es que de los cuatro que iban en el coche sólo uno sobrevivió y fue el estúpido que conducía. Conozco a mi hermano, él fue quien me dijo que le llamara si un día había bebido mucho y no quería que nuestros padres se enteraran, fue él quien me hizo prometer que nunca me subiría en el coche de alguien que haya bebido y me dijo que podríamos turnarnos para eso. No es propio de él subirse en el coche donde quien conduce está ebrio. Probablemente sólo lo hizo esa vez y... —pasa una mano por su frente, ejerciendo presión—. No sé cómo ese hijo de puta pudo salir con vida.

—Si te sirve de consuelo, que el que conducía hubiera salido vivo no quiere decir que desee estarlo. La culpa puede destruir a las personas.

—Incluso si así fuera, no tiene ni la mitad de lo que se merece —espeta con rabia.

Encuentro el error en mi torpe intento de ayudar y me arrepiento al instante de haberlo dicho. 

—Lo sé —De nuevo, Jack se relaja un poco—. ¿Él quería ser astrónomo?

—¿Cuál?

—Tu hermano, has dicho que le gustaba todo lo que tenía que ver con las estrellas.

—Ah —y ahí está de nuevo, cuando mira hacia adelante, a la ciudad que ahora se ve tan pequeña frente a nosotros, ese brillo de orgullo en su mirada que está ahí cada vez que habla de su hermano—. No, en realidad a él le gustaba más el Rugby, quería ser jugador profesional, pero nuestra madre le enseñó desde niño todo sobre las constelaciones y es algo que también le gustaba.

—Rugby —repito—, parece que es algo que os viene de familia.

—No creas.

Llega un momento en el que ese malestar por su parte se rompe y me aparto de él. Encojo las rodillas y apoyo los brazos sobre ellas al mirarle.

—Vuestro padre es el entrenador, tu hermano quería ser profesional y tú estás en el equipo como capitán si no me equivoco.

—Co-capitán —corrije—, Trevor también lo es.

—Bueno, co-capitán, pero ya me has entendido.

—También tengo dos hermanas pequeñas que quieren ser bailarinas, pero si quieres les digo que como viene de familia tienen que entrar en el equipo de Rugby —se burla—. En realidad yo no estoy tan metido como él estaba.

—¿Y eso?

Ríe con suavidad—. Eres bastante curiosa.

—Un poco.

—Mucho.

—Vale, mucho.

Se estira un poco, toma una de las latas y la abre.

—Yo iba a dejarlo hace años, Spencer lo sabía y me apoyaba. Digamos que con un padre que adora tanto ese deporte daba algo de miedo contradecirle. Pero luego pasó lo del accidente y no fui capaz de dejarlo.

—¿Pero entonces no es algo que te guste?

—Me gusta —se apresura a responder—, pero no para tomármelo como algo serio.

—Pero no quieres dejarlo —presiono tratando de entender.

Se gira hacia mí, rueda los ojos y me da un pequeño golpe en la frente. 

—¿Estás poniendo en práctica lo que nos dijeron sobre la mayéutica, Ashley? —Estira el brazo para alcanzar la manta y tenderla sobre nuestras piernas—. ¿Y qué me cuentas de ti? ¿Qué es lo que se esconde en esa bonita cabecilla tuya?

Cambia de tema. Esquiva cuanto puede seguir con el tema de conversación al que he dirigido y eso es lo que me hace entenderlo. Porque yo hago lo mismo. Porque yo también esquivo cuando sé que tengo que explicar algo que hago y con lo que en realidad estoy en contra. Él no quiere seguir en el equipo, pero ni siquiera es capaz de admitirse a sí mismo por qué sigue ahí.

—No escondo nada.

Me encojo de hombros, queriendo reír por la forma en la que la mentira sale a través de mis labios con tanta ligereza que deja de ser una novedad. Es como un muelle, algo que digo cada vez que me preguntan algo similar, ha pasado tanto tiempo que se ha vuelto un acto reflejo.

—Me gusta todo lo relacionado con el arte —admito al fin—. Además de eso, no hay nada que valga la pena mencionar.

—Podrías contarme por qué estabas tan alterada la primera noche que te vi corriendo.

—No estaba alterada.

—Créeme, lo estabas —Sus ojos vuelven un momento al cielo, como si acabara de ver algo por el rabillo del ojo que busca contrastar. No parece encontrarlo y vuelve la mirada a mí—. ¿Por qué no querías volver a casa?

Me tenso por completo—. No es algo que te importe.

—Déjame decidir a mí eso.

—No es algo que te incumba —corrijo.

Me sostiene la mirada un par de segundos más antes de apartarla. Pone algo más de distancia entre ambos y recupera su lata.

—Es curioso que siempre quieras saber todo del resto, pero que seas incapaz de contar algo sobre ti.

Y a eso, a eso ya no sé qué responder.

Quizás es esa la razón por la que me limito a mirar el cielo como Jack hace durante los siguientes minutos. Admito que estoy incómoda al saber que él todavía está esperando una respuesta. Lo nota, aunque no hable, que es esa la razón por la que lo hace. Mis manos se cierran sobre la manta que él ha traído, mi estómago algo revuelto de sólo pensar cuál sería su reacción si le explicara la situación en la que estoy. 

¿Diría que soy yo quien se ha metido ahí? ¿Que salga? 

Pero no puedo, si fuera tan fácil como mandar a la mierda a los Daking ya lo hubiera hecho, pero hay mucho detrás, tanto que el silencio que mantengo hacia ellos es mi mayor marca de fuerza. Porque lo fácil sería revelarme e irme, lo difícil es quedarme, aguantar día a día para que mis ahorros aumenten y hacer lo imposible para que mis notas me den la oportunidad de optar a una beca. Me muerdo el labio con fuerza cuando el silencio empeora mis pensamientos, los tergiversa como siempre pasa y ni siquiera la compañía evita que su rumbo empeore.

Siento el latir de mi corazón al ritmo de cada mal pensamiento que cruza mi mente ¿Por qué no, simplemente, me voy? Estoy cansada, tan cansada de aguantar que el camino fácil ahora es el que más necesito.

Abrazo mis rodillas, apoyando ahí la barbilla cuando cierro por un segundo los ojos. Si me voy habrá consecuencias, tantas que me complicarán el futuro, pero estoy demasiado cansada. Si no fuera por todos los años que he aguantado quizás lo haría. Ahora, en cambio, me queda ver cómo la ansiedad que siento aumenta a diario y cómo esa Ashley que fue creciendo se ha ido rompiendo hasta parecer distintas personas. Porque no soy yo la chica orgullosa y que parece que tiene todo bajo su control que está en el instituto, tampoco la chica callada y sumisa que sale a la luz con la presencia de los Daking. Y menos esa versión dañina hacia mí misma y reflexiva que busca una escapatoria cada noche. No puede ser bueno haber crecido actuando para cualquier persona con la que me cruzaba, ahora a duras penas encuentro una única versión de mí misma.

Descanso la vista sobre las pocas luces que quedan encendidas en la ciudad, preguntándome si hay alguien que pueda decirme por una vez qué hacer, cuál es la decisión de la que no me arrepentiré.

Me humedezco los labios al sentir la tirantez.

Escondiéndome entre la tranquilidad de una dormida ciudad, lo dejo salir.

—Huía de los Daking.

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Siento que esto es lo que Jack hubiera adorado poder hacer por Spencer aquella noche... me da penita:(

Traducción: (...) Porque eres mi hermano y estoy aquí para llevarte a casa.

Todo empieza a avanzar ya :D

Un beso & nos leemos el próximo jueves ღ

—Lana 🐾

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