Saturno el ghoul
El cuerpo del jefe cayó inerte en el suelo. Tomé el explosivo y caminé hasta la oficina. Abrí los cajones, hasta encontrar un fajo grande de billetes. Supuse que era el dinero de Saturno, así que lo metí en mi bolsillo y caminé hasta el comedor.
Agudicé mis sentidos. No podía escuchar voces o pasos cerca de la casa. Eso significaba que los hombres que se habían marchado, aun debían estar enterrando a su compañero. Si quería aprovechar una ocasión, para poder salir sin recurrir nuevamente a la violencia, tenía que tomarla ahora.
Me quedé solamente con mi revolver y el cuchillo. Sabía que sería muy raro ir con una escopeta en la espalda por el medio de la ciudad.
Salí de la casa y miré con atención que nadie estuviera escondido a la espera de mi salida. El lugar se encontraba vacío . Me marché rápido de la casa, adentrándome en el bosque.
Caminé nuevamente por el sendero que me había conducido el muchacho, pasando por la playa, llegando hasta el muelle, que ahora se encontraba casi desértico.
Las pocas personas que aún permanecían ahí, me brindaron miradas amenazadoras, pero poco me importaron. Un grupo que estaba escuchando música, subió el volumen cuando pasé al lado de ellos, y uno del grupo hizo un gesto como de acercarse, me volteé y lo miré. Al mirarlo, su rostro cambio por completo. Se alejó, sin apartar la mirada. Ninguno de los demás decidió acercarse a mí. Tal vez, porque vieron que este muchacho no se animó a hacer nada o por la sangre que cubría mis manos y manchaba mis jeans.
Esperaba que la policía, que ahora que lo pienso, jamás había visto patrullar las calles desde que llegue, no decidiera aparecer ahora, porque tendría problemas.
La casa de Saturno, estaba mas cerca que mi departamento, por lo que decidí ir a verlo. Tal vez tendría algo de ropa para prestarme, más que seguro tendría una ducha para poder bañarme. Y si de casualidad, no tenía intención alguna de ayudarme, le recordaría que él había metido la pata hasta el fondo con el asunto del explosivo, y que, si pude matar a todos los que le habían dado una golpiza, podía matarlo a él en cuestión de instantes.
Llegué a la dirección que me había dado y me encontré delante de un antiguo y elegante edificio. La cabeza de un león dorado, estaba aplicada sobre la puerta, intentando darle un toque de ostentación al lugar. Si bien lo distinguía del resto de los edificios, para mi era algo de mal gusto. Toqué el timbre del portero y esperé.
—Hola —dijo la voz de Saturno.
—Hola Saturno, soy Robert.
—¿Vormlier? —preguntó, casi disculpándose por la mala pronunciación.
—Vorgrimler —corregí.
—Perdón.
—No hay problema —dije, ya que no era la primera vez, que alguien se equivocara al decir mi apellido.
—Pasa.
El zumbido de la cerradura eléctrica sonó y empujé la puerta que se abrió sin dificultad alguna.
Entré y la puerta se cerró detrás de mí.
El pasillo, estaba iluminado por unos apliques de cristal. Una alfombra de color rojo y flores bordadas en color dorada, marcaba el camino hasta cada una de las puertas de los departamentos. Ocho puertas. Cada una con su inicial. Saturno vivía en el departamento E. Fui hasta la puerta y golpeé.
—Pasa, pasa —dijo Saturno.
Abrí la puerta y entré. El comedor de Saturno era bastante grande. Cuadros adornaban las paredes y una araña gigante colgaba del techo iluminando todo el lugar.
El piso de madera estaba manchado con sangre. El rastro de color rojo terminaba en el sillón, donde Saturno estaba acostado, agarrándose del estómago.
Literalmente, tenía el estómago en su mano y parecía estar haciendo fuerza, como si intentara mantener el órgano dentro de su cuerpo. Tenía un rostro bastante bello, a pesar de estar golpeado y tener uno de los ojos tan hinchado, que parecía estar a punto de salirse de su cuenca. La boca estaba cubierta de sangre fresca.
Todas mis amenazas o pretensiones que tenia hacia Saturno, desaparecieron. Estaba grave, bastante grave.
—Saturno, necesitas ir a un médico —dije con honestidad.
—No, no. Tranquilo, ya va a sanar. Necesito tiempo, tiempo y que Leopoldo me entregue mi dosis a tiempo.
—¿Tu dosis? —pregunté extrañado.
—Sí —respondió Saturno, señalando las bolsas que estaban vacías al lado del sillón. Las mismas parecían haber contenido sangre dentro de ellas.
Tomé una de ellas y la olfatee. Era sangre. Pero no tenía un olor delicioso, sino un olor que había olfateado hace unas noches. Un olor que me provocaba muchísimo rechazo.
—Esto es sangre de vampiro —dije sorprendido.
—Cierto que eres un novato —dijo sonriendo—. Soy un Ghoul
—¿Un qué?
—Básicamente, un humano que se alimenta a base de sangre de vampiros. Eso me da mas resistencia, y me da algo parecido a inmortalidad.
—¿Algo parecido? —pregunté extrañado.
—Envejezco más lento y si me lastimo, como ahora, me curo.
—¿Y porque no te conviertes en un vampiro?
—Porque no me convirtieron en vampiro. No necesitan mas vampiros, necesitan sirvientes que puedan trabajar durante el día.
—¿Puedes vivir durante el día?
—Sí.
—¿Y porque no los cagaste a trompadas a los flacos del muelle?
—No soy tan fuerte como los vampiros. Nunca fui fuerte, así que les fue fácil pegarme un culatazo en la cabeza. Se asustaron cuando no me desmaye y me abrieron con un cuchillo. Luego me tiraron a un costado, mientras veían que hacer conmigo y lo único que pensé e hice fue escapar. Me subí a mi auto y llegué hasta acá. Luego me llamaste.
—¿De verdad vas a estar bien?
—Sí, pronto todo lo que tomé va a hacer efecto y me voy a regenerar, por así decirlo. ¿Tienes el explosivo?
—Sí, lo tengo.
—Bien, eso es lo más importante. ¿Pudiste de casualidad recuperar mi plata?
—Sí—dije y saqué de mi bolsillo la plata que había recuperado—. Esto es tuyo.
Los ojos de Saturno se iluminaron.
—Recuperaste la plata.
—Si.
—¿Me la vas a dar? —preguntó extrañado.
—Sí —respondí extendiendo el fajo de billetes.
—Te la doy, si prometes decirle a Leopoldo que no hubo nunca un contratiempo.
—¿Qué? —pregunté confundido.
—Te puedo dar más, pero por favor, necesito que el piense que yo cumplí. Por favor.
—Esta bien, pero no necesito la plata quédate tranquilo.
—Gracias —dijo Saturno y comenzó a llorar.
—¿Por qué lloras?
—Tuve miedo, tuve mucho miedo. Pensé en suicidarme. No lo hice, esperando que trajeras el explosivo y saber como negociar la manera, en la cual vos sientas que soy útil y me perdones. Y vos venís y me decís que todo está bien.
Saturno siguió llorando emocionado. Me hizo sentir un poco incomodo, no me gustaba ver a otros hombres llorar.
—Bueno, si quieres ser útil, me vendría bien algo de ropa y pegarme una ducha.
—Si, obvio que sí. Pasa al baño tranquilo y dúchate —dijo Saturno, señalando la puerta que se encontraba al final del comedor del lado derecho—. Entra a mi pieza y agarra lo que quieras te lo regalo.
Asentí y caminé en dirección al baño. Abrí la puerta y la luz se encendió de manera automática.
El baño era bastante grande. Tenia un Jacuzzi y una bañera muy lujosa de porcelana blanca, con las canillas hechas de un oro brillante. El lavado de manos, tenia el mismo color y terminaciones. El lugar contaba con dos espejos, el primero arriba del lavado, que parecía abrirse para dar lugar al típico gabinete. Y otro espejo frente a la bañera, como para mirarse cuando uno salía.
Tapé el desagüe y deje que el agua empezara a correr. Tiré tres botellas de espumas al agua y vi como la bañera se llenaba hasta el tope. Me saqué la ropa, y me sumergí entre las espumas.
Me quedé en el agua un largo rato sin moverme, pensando en lo que estaba ocurriendo, pensando en lo que había hecho y en lo que tenia que hacer. Luego tomé el jabón y empecé a limpiarme, a pesar de no ver el color rojizo de sangre, o la mugre de la tierra, aun me sentía sucio.
Me levanté y miré mi cuerpo en el espejo. No me reconocí. Creí que el verme en el espejo del hotel barato la primera vez, fue desconcertante, pero esto era aun mas extraño.
De la ultima vez que me había visto, mi rostro se modificó. Mi mentón había tomado mas forma, mi nariz que siempre fue demasiado pequeña, para el resto de mi cara, había aumentado en proporción a mi nueva cara delgada, quedando de una manera elegante. Mi pelo que siempre había sido tosco ahora caía finamente, lo toqué con mis dedos y lo sentí suave y maleable. Mi cuerpo también había cambiado. Mis abdominales finalmente se parecían a los de un modelo que entrena todo el día y mis piernas parecían ser de un futbolista. Me sequé, mientras seguía con mis ojos fijos en el espejo, admirando cada parte de mi nuevo ser.
—¿Es raro no? —dijo Saturno mirándome desde la puerta. Aun parecía estar sumamente adolorido, pero su estomago había vuelto a estar dentro de su cuerpo y su piel parecía estar generando un tejido extraño.
—¿Te duele? —pregunté, mientras me aferraba la toalla a la cintura.
—Como un infierno, pero al menos todo lo que tenia que estar adentro ya esta en su lugar. Pero el dolor va a continuar, necesitare morfina hasta que todo esto se terminé.
—Claro. Si, es raro lo que te pasa Saturno.
—Me refería a vos. Cuando yo tomo sangre de vampiro, me siento que puedo comerme el mundo, que soy un tipo atractivo, pero es solo un efecto, en cambio lo tuyo es genuino, tu cuerpo cambia por completo.
—Si. ¿Sabes por qué? —pregunté avergonzado
—Ah mierda que eres nuevo eh —dijo Saturno riéndose—. ¿Cómo hiciste para salir vivo de esa casa?
—Corté la llave de luz e intenté matarlos uno por uno, aprovechando la fuerza y el hecho de que puedo ver mejor en la oscuridad.
Saturno me miró sorprendido. Luego empezó a reír, pero poco tiempo porque la risa le debió haber provocado un gran dolor, a juzgar por sus manos aferrándose al estómago.
—Eres sorprendente. No te imaginas la cantidad de pelotudos que transformaron en vampiros, luego de hacer sus pericias de investigación para considerarlos miembros aptos de La Corte y luego les daban una misión y morían rápidamente por creerse los tipos mas fuertes del mundo. Y tú, que eres mas nuevo que ellos y mas ignorante, se te ocurrió hacer eso. Increíble.
—Gracias, supongo —dije un poco ofendido.
—¿Te molesta si me doy una ducha? —preguntó Saturno.
—No, es tu casa —dije y salí en dirección a la pieza de Saturno.
La habitación era igual de lujosa que el resto de la casa, con una cama de gran tamaño que tenia un par de esposas colgando de un respaldo. El armario de ropa de Saturno, estaba abierto y era gigante. Lleno de pantalones, camisas, sacos y en el suelo tenia una plataforma llena de zapatos y zapatillas. Tenia cajones que por curiosidad abrí y que estaban llenos de ropa interior y medias.
—¿Qué puedo agarrar? —pregunté a los gritos.
—Lo que quieras, es todo tuyo —respondió Saturno desde el baño.
Me puse la ropa interior y las medias primero. Luego me tomé el tiempo para elegir la clase de zapatos, pantalón y camisa que quería elegir. Terminé eligiendo cada pieza de color negro, porque creí que no solamente me daría un aire elegante, sino que también servía para esconderme en caso de necesitarlo.
Salí de la habitación, cuando Saturno estaba ingresando. De los cortes y golpes, que había visto en el cuerpo del hombre Ghoul, ahora solo quedaban cicatrices.
—Me cambio, y nos ponemos hablar de tu misión. ¿Ok?
—Ok —dije y volví al comedor, para sentarme en una de las sillas.
A los pocos minutos Saturno salió de la pieza con un revolver color plateado.
Me alarmé y busqué en el bolsillo mi pistola, pero no estaba. Me había cambiado de ropa. Tanto la pistola como el cuchillo habían quedado en el baño. Me maldije, por estúpido.
—Eu cálmate —dijo Saturno levantando ambas manos—. La traje para ti.
—¿Qué?
—Si, como método de agradecimiento —dijo estirando el arma hacia mí, junto a una caja de balas—. Es un revolver raro, las balas son de plata, livianas para que las lleves.
—¿Por qué me la regalas? —pregunté sorprendido.
—Ojalá nunca cambies Vorgrimler —dijo sentándose en el sillón—. Esta arma es fácil de esconder y muy buena para usar, espero te sirva. Respecto al explosivo, déjalo acá que voy a configurarlo para que puedas usarlo con facilidad.
—Está bien.
—Ahora tienes que ir a un club que se llama Gemela Siniestra. Ten cuidado cuando hables con las dueñas. ¿Entendiste?
—Si entiendo. Leopoldo me menciono de una tal Verónica Vile. Dijo que ella me va a decir donde encontrar a Hier.
—Eso es justo lo que iba a hablarte. Las hermanas se pelearon con Hier, él desapareció.
—¿Qué? —pregunté, levantándome nervioso.
—Tranquilo. Hier está escondido, pero para encontrarlo tienes que hablar con ellas y convencerlas de alguna manera que te ayuden con todo este asunto.
—Ah —dije tranquilizándome.
—Mira, este mundo es un mundo de favores. Lealtades y traiciones, tu tienes que hacer una misión para Leopoldo, pero a ellas eso les importa poco. Para darte lo que necesitas seguramente te pidan algo que ellas necesiten. Ten mucho cuidado con lo que aceptas, y aun mas cuidado con lo que prometes.
—Está bien.
—Tienes mi número. Aunque no parezca, por todo lo que paso respecto al explosivo, mi trabajo es facilitar armamentos para El Concilio. Cualquier cosa que necesites, llámame y espero ayudarte a conseguirla. Ahora, no es que quiera echarte, pero mientras menos tiempo tardes en contactar a Leopoldo para darle las noticias, será mejor.
—Tienes razón —dije y caminé hacia la puerta.
—Nos vemos Vorgrimler. Y gracias.
Me despedí de Saturno y salí del edificio. El club Gemela Siniestra según el mapa que había visto de la ciudad, quedaba a unas cuadras. Me dirigí allí con paso apresurado.
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