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Rivalidades

Caminé rápido hasta llegar al club. Al igual que la noche anterior, la cuadra se encontraba llena de gente. Algunos, me miraron y quisieron acercarse, pero los ignoré y los aparté en mi avanzar. Me salté la fila y hablé directamente con los guardias de la puerta.

—Vengo a ver a Verónica, déjenme pasar —dije sin controlar mi tono de voz.

Pensé que los guardias iban a tomarlo mal, pero el que tenía la lista en la mano pareció reconocerme, porque sin pedirme autorización se dio vuelta para dejarme pasar. Su compañero asintió con la cabeza.

Entré por la puerta principal y caminé por el pasillo, donde la chica del ropero, esta vez absorta en su celular, no pidió revisarme. Aproveché esto y seguí mi camino, esperando en un caso desafortunado, que al abrir la puerta que llevara al salón me hiciera un llamado de atención. Pero esto, no sucedió.

Entré al salón y cerré la puerta del pasillo, agradecido por mi buena fortuna ya que esta vez quería preservar mi pistola conmigo sin que nadie lo supiera.

El lugar era casi intransitable, pero conocía el camino al ascensor y mi vista cada vez estaba más afilada. Caminé, esquivando a las personas para evitar alguna pelea que me retrase el ver a Verónica.

Llegué finalmente al sector donde se encontraban los guardias de seguridad. A diferencias de sus compañeros de la puerta, estos enseguida levantaron su mano en señal de que no avanzara más.

—Buenas noches —saludé elevando la voz, para hacerme escuchar a pesar de la música.

Los hombres asintieron en señal de escucharme, pero no me dirigieron la palabra.

—Necesito hablar con Verónica Vile.

El hombre de la izquierda negó con la cabeza.

—No fuimos notificados que la señorita Vile, tuviera alguna reunión esta noche —dijo el guardia de la derecha.

—Tengo algo para ella, si le preguntan, me dejara pasar.

—La señorita Vile no está disponible —dijo el guardia—. No tenemos permitido llamarla.

—Es urgente —dije nervioso.

—Disculpe —dijo el guardia de la izquierda—. Pero, es algo que nos excede. Nosotros no tenemos comunicación con la señorita, sino ella con nosotros.

—¿Qué pasa queridos? —preguntó la voz seductora de Victoria a mis espaldas.

Tan cerca de mi espalda, que sentí un frió recorrer mi cuerpo. El recuerdo de la patada aun estaba fresco. Me volteé para verla y contemplé que a pesar del terror que me había infundido, aun la encontraba inquietantemente hermosa. Más aún ahora, que usaba un vestido negro bastante corto que resaltaba sus atributos y el pelo rubio recogido con una hebilla. Me miraba con sus ojos amarillos penetrantes y sentía que podía saber cada uno de mis sentimientos.

—Que necesito ver a tu hermana. Es importante —dije intentando calmarme.

—Entiendo. ¿Puedo saber el asunto?

No sabía que responder. Sabia que Verónica no confiaba en su hermana, pero tal vez era la única persona que podía lograr que la viera.

—Es por el hotel abandonado —dije finalmente.

Los ojos de Victoria brillaron y dejó escapar una sonrisa divertida. Pero, a diferencia de sus otras risas, percibí un dejo de malicia. Pasó por delante mío y habló directamente con los guardias.

—Aléjense muchachos. Voy a pasar con él.

Los guardias se miraron mutuamente, dudando, pero finalmente se hicieron a un lado y Victoria llamó el ascensor. Pude percibir la incomodidad y el temor que estaban sintiendo los empleados de seguridad en ese momento. Casi puedo decir que podía leer sus miradas. Para ellos, estaba mal que nosotros en ese momento usáramos el ascensor. Pero, no podían hacer nada para detener a Victoria. No quería estar en el lugar de esos dos tipos y eso que yo estaba en una situación bastante complicada.

El ascensor llegó y ambos subimos para descender hacia las oficinas de su hermana.

Llegamos primero al pasillo y al dar unos pasos, Victoria se detuvo en el cuadro de su infancia.

—¿Sabías que yo era la favorita de mi papá?

—¿Qué? —pregunté sin entender el porqué de la pregunta.

—Mi papá, siempre me decía que era su favorita. Que era la más linda de las dos y que estaba feliz por haberme tenido.

Asentí un poco incómodo. Ella me miró con sus ojos y pude percibir que esperaba algo más que mi silencio.

—¿Tú que piensas?

—¿Respecto a qué?

—¿Quién es más linda, mi hermana o yo?

La respuesta paso por mi mente muy rápido. Son gemelas, quise decirle, pero sabía que contestar eso no debía estar permitido.

—Tú

—Mentiroso —dijo molesta. Y se alejó por el pasillo.

La seguí hasta que llegamos a la puerta. Antes de abrirla, pareció estudiarla por unos instantes.

Pensé que iba a tocar la puerta para no interrumpir a su hermana, pero simplemente la abrió.

Ingresó mirando el lugar, como sorprendida. Me quedé en el pasillo, esperando a que volviera con su hermana, o la llamara, pero ella me hizo una señal para pasar.

Ansioso, entré. Verónica no se encontraba. Temí lo peor, instintivamente me llevé una mano a la cintura, aferrando a la pistola. Todo esto, podía ser una trampa de Victoria, tenía que estar listo.

—¿Te doy mucho miedo? —preguntó Victoria, mientras caminaba por la habitación sin prestarme mucha atención, pasando los dedos por los muebles del lugar.

—Sí. Pasó solo una noche desde que me pateaste contra una pared —respondí.

Pareció no escucharme. Tenía los ojos clavados en el retrato del hombre grande que estaba situado en el medio del salón.

—Hija de puta —dijo apretando los puños.

Me quedé en silencio, sin entender lo que estaba pasando, pero algo había cambiado en Victoria. Parecía estar temblando.

—¿Qué le trajiste a mi hermana? —preguntó ansiosa, sin darse vuelta, aún mirando el cuadro.

—Lo que me pidió—respondí.

—¿Qué te pidió del hotel abandonado? ¿Qué trajiste?

—Eso es asunto de ella y mío —dije en el tono más cortes que pude encontrar.

—Entiendo —dijo Victoria alejándose del cuadro y caminando hacía una puerta alejada a mí.

Abrió la puerta y se metió en lo que parecía ser un salón. Lamentablemente no pude ver más allá. Tampoco quería hacerlo. Inconscientemente empecé a caminar despacio hacia atrás. Quería irme.

Escuché el ruido de una heladera abriéndose y cerrándose. Al cabo de unos segundos Victoria salió con una botella en la mano y una copa de vidrio. Tenía los ojos llorosos y una sonrisa de oreja a oreja que mostraba sus blancos y perfectos dientes.

—¿Qué haces? —pregunté.

—¿Cómo qué hago? —dijo destapando la botella y sirviendo el contenido en el vaso. Contenido que enseguida supe, se trataba de sangre, y una deliciosa, porque con solo el aroma quería tomar todo lo que contenía la botella.

—Claro, eres muy nuevo. Cuando una misión se cumple se celebra usualmente con un vaso de sangre. Y te estoy ofreciendo una cosecha muy hermosa Vorgrimler.

Extendió la copa llena hasta mí. Todo en ella me indicaba que estaba en problemas, pero, solo el vaso extendido parecía una verdadera señal de adulación. Y el aroma me atraía demasiado. Acepté y tomé del vaso hasta dejarlo vacío.

—Bien, ahora entrégame lo que te encomendó mi hermana —dijo Victoria extendiendo la mano.

—No puedo —dije entregándole el vaso vacío—. Me dijo que solo se lo entregara a ella.

—No seas tonto —dijo un poco malhumorada—. Sabes que se refería a que no se lo entregues a cualquiera, yo soy su hermana, su misma sangre.

—Perdón, pero como te dije antes de que me pegaras una patada, tengo que cumplir una misión. Mi vida depende de esto, no voy a ceder.

Ella me dedicó una mirada asesina, y temí porque me atacara nuevamente, pero no lo hizo. Sin embargo, empezó a caminar nuevamente por la habitación.

Primero dejó la botella de sangre sobre el escritorio con un movimiento muy sensual, dejando sus asombrosas piernas a la vista. Luego se volteó y empezó a bajar las tiras de su vestido hasta dejar sus asombrosos pechos tapados solamente por su brazo.
Jamás había visto tal sensualidad en una mujer, todo lo que hacía, provocaba que lo único que pudiera sentir, era el deseo de tenerla.

—¿Qué haces? —pregunté intentando mantener el control, intentando no caer en la trampa que era tan obvia, pero tan efectiva.

—Tú sabes lo que hago —dijo acercándose a mí—. Sabes que me gustas, pero soy una mujer de negocios. Dame lo que te pidió mi hermana y puedo ser tuya. Toda tuya.

—No —dije alejándome—. No puedo.

—Si puedes y sé que lo deseas. Puedo leer tus pensamientos. Y si, puedo hacer todo lo que te estas imaginando. Hay cosas, deseos mortales que la vida del vampiro no quita, y tu puedes gozarlas todas conmigo.

Me alejé de ella caminando de espaldas hasta la puerta. Pero antes de poder abrir el picaporte, ella se abalanzó sobre mí y me besó. Fue un beso fuerte, violento y su lengua busco introducirse en mi boca. Podía sentir sus pechos fríos y firmes pegándose a mi cuerpo. Mis manos, de manera inmediata se aferraron a su cola firme y la apreté. Fue un instante de placer infinito, que se terminó cuando sus manos abandonaron mi rostro y empezaron a bajar por mi pecho, buscando mis pantalones.

Fue una cuestión de instantes, que una parte mía, se despertó del encanto y pudo entender lo que estaba pasando en realidad.

Mis manos dejaron de aferrarse a ella y la empujé. No muy fuerte, pero si lo suficiente para alejarla de mí.

Me miró con odio y quiso atacarme, pero saqué el arma de la cintura y le apunté a la cabeza.

—¿Qué crees que haces imbécil? —dijo enojada.

—Defenderme —dije un poco confiado, ahora que el arma estaba frente a ella.

—¿Sabes qué pasaría si me disparas?

—Sí, pero es la única opción que me estas dando.

—Te estoy ofreciendo la mejor noche de tu vida por una estupidez y haces esto.

—Necesito ver a tu hermana —dije intentando no pensar en las cosas que estaba resignado por hacer esta estúpida misión.

—¿Qué hiciste con mi hermana? ¿Te la chupo? Te aseguro que yo puedo hacerlo mejor.

—No es eso.

—¿Te quieres meter a la cama con ella? Somos gemelas, tenemos el mismo cuerpo, y te aseguro que se usarlo mejor.

—Victoria, vine a hacer una misión. Necesito cumplir lo que Leopoldo me encomendó.

—¿Una misión? ¿En serio te crees lo que te dicen? ¿Crees que mi hermana va a decirte donde esta Hier? No seas estúpido.

Sus preguntas eran algo que yo mismo me había preguntado. Nada de esto me aseguraba que Leopoldo me dejara vivir, pero tenia que creer. Me mantuve firme apuntándole con la pistola.

—Verónica me dio su palabra. Así que tiene que cumplir.

Victoria se alejó enojada hasta el escritorio y me tiró con una llave que golpeó en mi pecho y cayó al suelo.

—Agárrala idiota —dijo mientras se acomodaba el vestido.

—¿Qué es?

—La llave de una galería de arte. En este momento mi hermana esta ahí. Queda a unas cuadras, imposible que te pierdas, en todo caso los afiches de su muestra están pegados en las paredes del club.

—¿Por qué tendría que creerte?

—Porque me aburriste. Me aburrieron tú y mi hermana con sus estúpidos planes, anda a verla. Se su perrito faldero. Pero salí ahora mismo de mi vista.

Asentí y tomé la llave. Y me alejé aun con la pistola en la mano, hasta estar dentro del ascensor. Una vez ahí me tranquilice.

Me temblaban las piernas y sentía que Victoria nuevamente me había mentido y enviado a meterme en problemas, pero si había alguna chance de ver a Verónica esta noche, tenía que tomarla.

Aún quedaban un par de horas antes del amanecer, tal vez podía terminar con el asunto de Hier en esta misma noche y luego ir a mi departamento. Hablar con la muchacha y Saturno durante el día, hasta que llegara la noche de encontrarme con Hier y realizar finalmente la misión, que esperaba me concediera mi ansiada libertad.

Con ese pensamiento, salí del ascensor y atravesé el tumulto de gente, mientras observaba los afiches de la galería del arte, el siguiente lugar al que tenia que ir.

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