Pesaba como una pluma. La llevé en mis brazos hasta el departamento, donde la dejé sobre la cama, sin problema alguno. Cerré la puerta y me quedé contemplándola. No sabía que iba a pasar a continuación. Decidí llamar a Saturno y contarle lo que pasó.
Me dijo que me quedara tranquilo y que en unos minutos estaría por mí departamento. Que llevaría ropa para mí y para la muchacha. Gesto que agradecí, ya que mi ropa estaba cubierta de mugre y sangre, al igual que la ropa de la chica.
La observé nervioso. Podía escuchar a su corazón latir de manera normal, pero ella ya no era una persona normal. Revisé la computadora que me habían dejado en el departamento. Para mi sorpresa había dos mails.
El primero era del secretario de Leopoldo. En el mensaje solamente decía de estar al tanto de mi encuentro con Saturno y mi llegada al bar de las hermanas. El segundo era más extraño aun y me dejó bastante nervioso. No tenía Sujeto ni Asunto, pero decía lo siguiente:
La Luna siempre observa a sus hijos de cerca y estamos orgullosos de tus primeros pasos. Demuestras una valía que pasó desapercibida en tu presentación. Confiamos en que una vez leas esto lo borres porque es solo para tus ojos. Recuerda que te estamos observando. Y lo haremos hasta que nos conozcamos. Se prudente, porque tu sangre es valiosa para nosotros. Se temible, porque el poder corre en tu interior.
Releí el mail varias veces, hasta que decidí eliminarlo. Miré a la muchacha nervioso. Tal vez intentar salvarla había sido un grave error después de todo. Un error que tenía que ser solucionado. Me acerqué a la cama, sin saber que es lo que tenía que hacer, extrañamente en estas horas había quitado muchas vidas y ahora, ahora me encontraba paralizado ante la idea de lastimarla.
El timbre me sacó de mi indecisión. Fui al intercomunicador y atendí. Era Saturno. Apreté el botón de cerradura para que pudiera acceder al edificio y abrí la puerta de mi departamento para que supiera rápido donde me encontraba. Ingresó a mi pequeño departamento de manera sigilosa, observando a la muchacha. Llevaba puesto un elegante traje negro y sostenía en sus manos una bolsa con ropa.
—¿Hace cuánto le diste sangre? —preguntó acercándose a la cama.
—No sé, poco tiempo, menos de una hora —dije cerrando la puerta.
—Bueno, va a despertar en un largo rato entonces.
—¿Estás seguro?
—Si. Pase por esto y también presencie esto muchas veces —dijo Saturno en un tono avergonzado—. Es como que ella entró en un sueño profundo, va a tardar fácil unas ocho horas en despertar.
El reloj marcaba las cinco de la mañana. Tenía tiempo antes del amanecer para entregarle el relicario a Verónica.
—Yo estoy en una misión para Leopoldo, necesito ir ya mismo al bar, no puedo quedarme esperando esas horas Saturno.
—Lo supuse —dijo de manera comprensiva—. Hace tus cosas tranquilo, yo me voy a quedar, pero por favor intenta volver rápido. Lo ideal es que cuando ella despierte te vea.
—¿Estás seguro? Preferiría que no supiera quien soy, me dio miedo dejarla ahí tirada por si tal vez mi sangre hacia algo que la enloqueciera y lastimara a alguien.
—Tranquilo. Los ghouls no tenemos sed de sangre como los vampiros, nos alimentamos de cosas comunes y tenemos la misma fuerza que cualquier persona. La única diferencia, es que la sangre vampírica nos fortalece, nos hace recuperarnos más rápido y nos hace ser más duraderos que el resto de los mortales.
—Bien. Entonces ella va a estar bien, no es necesario que me quede o me conozca o explique nada, técnicamente no rompí ninguna regla, ¿Verdad?
—Técnicamente no. Pero hay un problema igual Robert.
—¿Cuál? —pregunté exasperado.
—Los Ghouls, al nacer, como explicártelo sin que suene extraño, es como una especie de adolescente.
—¿Eh?
—Si, es una especie de adolescente enamorado más bien dicho —dijo Saturno avergonzado—. Y la causa de ese enamoramiento es quien le da la sangre.
—¿Qué?
—Eso. Básicamente cuando ella despierte, lo bueno sería que estés acá, porque va a preguntar por vos y si no te encuentra, va a intentar buscarte.
—¿Y qué tiene? Es solo una chica, no puede encontrarme, así como así. Dile que es tu departamento y listo. No tengo tiempo para esto Saturno.
—No es tan fácil —dijo Saturno molesto—. Ella tiene tu sangre en este momento corriendo por sus venas. Tu perfume natural es algo que puede detectar a distancia, va a hacer lo que sea para encontrarte, va a poder detectar tu perfume en las personas que se crucen en tu camino y no sabemos que puede hacerles con tal de conseguir información de donde estas.
—¿Estás seguro?
—Sí. Demasiado seguro —respondió Saturno frustrado—. Te guste o no, su relación es como una especie de maestro y sirviente. Ella va a hacer todo lo posible por complacerte y estar a tu lado, llegara hasta lo imposible por darte felicidad. Esa es la razón por la que vive y no es una razón que desaparezca rápido.
Con esas palabras, comprendí el porqué de la vergüenza y frustración de Saturno respecto a mi postura de no querer saber nada de la chica. Seguramente, Saturno había cometido errores estando en ese estado y tal vez seguía completamente enamorado del vampiro que lo creó.
Después de todo él y la chica eran por así decirlo de la misma especie. Había salvado a esa chica, podía haberla dejado morir y el asunto se habría concluido. Pero elegí no hacerlo, al igual que Roxy hizo conmigo. Ella estuvo para mí al despertar. Por poco tiempo, pero lo estuvo, yo tenía que ser igual que ella, no podía fallarle a esta chica.
—Ok. Voy a ir al club a terminar con este asunto. Y luego antes de ir a buscar a Hier, voy a pasar a hablar con ella. No voy a abandonarla.
—¿Seguro? —preguntó Saturno sonriendo.
—Sí —respondí con honestidad—. ¿Podrás quedarte a cuidarla hasta entonces?
—Sí —dijo Saturno satisfecho—. Claro que sí.
—Gracias.
—No agradezcas.
—Y perdón.
—¿Por qué te disculpas?
—Porque me estaba comportando como un idiota.
Saturno emitió una sonrisa burlona y sacó un cigarrillo de su bolsillo, lo llevó a su boca y lo prendió.
—Me voy a pegar una ducha Saturno —dije acercándome a la ropa que había traído.
—Está bien. ¿Te molesta si llamo a un delivery? Me estoy muriendo de hambre.
—No, todo bien —respondí y me fui hacia el baño.
Cerré la puerta y me saqué la ropa sucia y cubierta de sangre y fragmentos de vidrio. Era la segunda vez que me bañaba y Saturno estaba del otro lado de la puerta, y nuevamente mi ropa era algo de él. Tenía que empezar a hacer un poco más cuidadoso. Lo poco que guardé en mi bolso, dado a los nervios era calzoncillos y medias y remeras. Ni un solo pantalón. Tenía que empezar a comprar ropa. O volver a mi ex casa para recuperar mis pertenencias, eso sí que sería algo interesante.
La ducha fue rápida, ya que, a diferencia del baño lujoso de Saturno, mi departamento contaba con una pequeña ducha con agua de poca presión. Terminé de bañarme, me sequé y me vestí. Abrí la puerta y me encontré a Saturno mirando a la muchacha con un rostro nostálgico, mientras fumaba un cigarrillo.
—¿Pasa algo? —Pregunté extrañado.
—No, nada —respondió dando una larga pitada al cigarrillo.
—Puedes contarme.
—Es que, nada, me da pena pobrecita.
—¿Por qué?
—No sabe al mundo que se va a despertar.
—¿Decís que hubiera sido mejor que la dejara morir?
—No lo sé.
Apreté los puños y caminé alrededor del departamento.
—No te pongas así Robert. Actuaste según tu corazón, creíste hacer lo correcto. Tal vez inclusive fuera lo correcto.
—Pero tú no crees que lo fuera. Crees que la vida de un Ghoul es peor que la de un mortal, debes estar cansado de obedecer a Leopoldo.
—No, no digas eso —interrumpió Saturno nervioso.
—No te culpo si es así. Yo llevo haciendo esto unos días y ya estoy asqueado. ¿De que vale la inmortalidad o una mejora de vida si conlleva a esta esclavitud?
—Nunca dije...
—Ya se —dije interrumpiéndolo, mirando como Saturno se ponía nervioso, arrepentido de sus palabras—. Pero yo no voy a hacer con ella lo que Leopoldo hizo con vos, por mi que se vaya y haga su vida de una manera libre.
—No es tan fácil Robert —dijo Saturno—. ¿Vos crees que Leopoldo fue el vampiro que me salvó la vida?
—¿No fue él? —pregunté desconcertado.
—No. Fue otro vampiro. Alguien que al igual que le pasara a esta muchacha con vos, alguien que amé demasiado. Él también tenía buenas intenciones, estoy seguro que las tenía, me dejó vivir en su departamento hasta que pude superar mi adicción a su sangre y luego me dejó ser libre.
—¿Y qué pasó?
—Me metí en problemas. Cuando sabes que no eres tan vulnerable como el resto, empiezas hacer cosas que antes no te animabas a hacer. Yo antes de ser un ghoul, vendía marihuana, nada serio. Hasta que dado a mis nuevas condiciones me animé a lidiar con cuestiones más pesadas.
—¿Traficabas cocaína?
—Traficaba todo lo que podía traficar.
—¿Qué pasó?
—Un tiroteo al cual obviamente sobreviví. Lo que no sabía es que los vampiros están detrás de casi todo asunto turbio. Uno de los miembros del concilio, por ejemplo, era el que regulaba el ingreso de cocaína en todo el estado. Ahí fue cuando decidieron visitarme a mi departamento y descubrieron que yo era un ghoul.
—¿Y qué pasó con tu creador? —dije recordando a Roxy—. ¿Te traicionó?
—No. Él no sabe nada de esto, o al menos me gustaría creer que no lo sabe.
—¿A qué te referís?
—La sangre tiene poder, y a través de la sangre hay vampiros que pueden saber mucho. Descubrieron quien era el que me había creado y me juraron obediencia total o sino lo cazarían y lo matarían. Desde entonces que trabajo para Leopoldo, según él por mi carisma soy muy bueno para las negociaciones y me puso a cargo del sector de artillería, que es básicamente como te conocí a ti Robert. Buscando armas que sirvan para mantener a El Bestiario en inferioridad.
La confesión de Saturno me dejó congelado. Básicamente, al igual que Roxy lo hizo conmigo, había condenado a esta chica a estar junto a mí y además de padecer al Concilio. Me lleve las manos al rostro. Tenía que haberla dejado morir.
—Tranquilo Robert —dijo Saturno tomándome de un hombro—. Se que eres un buen hombre, ya encontraremos la manera de que ella no tenga que pasar por lo mismo que pasamos el resto.
—¿En serio?
—Sí. Ahora lo importante es que hagas tu misión. La pobre no tendrá mucha vida si a vos te ejecutan por incumplimiento de deber. Pero una vez que regreses, si de verdad quieres ayudarla, podemos ingeniar una manera de mantenerla oculta del Concilio.
—¿De verdad?
—Sí. Parece ser una buena chica, dudo mucho que haga lo que hice yo con su nueva vida. Eso facilita todo un poco. ¿Qué hiciste con los cadáveres?
— Nada. Están acá a unas cuadras—respondí sintiéndome un estúpido, por no pensar en los cadaveres.
—Bueno, tranquilo —dijo Saturno—. Yo me encargo, tu enfocate en completar la misión.
—¿Seguro?
—Sí. Muy seguro.
—Gracias por todo Saturno, me estas ayudando demasiado.
—Ni lo menciones. Vos me ayudaste a mi sin conocerme y de verdad me ayudaste demasiado —dijo Saturno con una sonrisa.
Asentí avergonzado. Ahora entendía mejor porque la desesperación de Saturno por el hecho de que no mencionara a Leopoldo que había complicado la misión. No era porque tenía miedo de lo que podía pasarle a él, sino a su creador. Tal vez aún lo amaba con esa locura adolescente que mencionó. Esa misma locura que ahora esta chica tendría conmigo y tendría que aprender a lidiar.
—Suerte con tu misión —dijo Saturno, sentándose nuevamente en el borde de la cama y observando a la chica.
—Gracias —respondí y me dirigí hacia la puerta—. Vuelvo al rato.
—Aquí estaremos —respondió él con una sonrisa.
Cerré la puerta y bajé por las escaleras del edificio. Faltaban tres horas para que amaneciera y esperaba conseguir esta misma noche la ubicación de Hier.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro