Las semillas de Caín
Llegamos al lugar donde me estaba quedando. Un hotel tres estrellas llamado "3 Leones", no era lo que hubiera preferido, pero fue lo que encontré para salir del paso.
En la recepción, se encontraba Daniel, un muchacho de unos veinte años que se la pasaba escribiendo en su notebook. Apenas levantó la mirada cuando entramos. Seguí caminando, hacia los ascensores. Mientras esperábamos que llegara a la planta baja, Jaques habló:
—Pensé que tendrías una casa, al trabajar de contador.
—Tenía una casa. Se la deje a mi ex prometida.
El ascensor llegó. Subimos y marqué el piso número 8.
—¿Qué pasó, tu ex prometida te encontró con otra? —dijo Jaques sonriendo.
—No. Yo la encontré con otro.
—Dime que le sacaste un par de dientes. Mínimo.
—No —dije apretando los puños—. No podía.
—¿Hablas en serio?
—Si Jaques, el otro era mi hermano, no podía lastimar a mi hermano.
Jaques estalló en risas.
—Vos me estás diciendo, que tu ex prometida, te engañaba con tu hermano y aún así le dejaste la maldita casa —dijo Jaques, haciendo un gran intento en mantenerse inerte a pesar de la risa—. Tremendo idiota resultaste ser Vorgrimler.
Le dediqué una mirada furiosa, más no podía hacer, Jaques tenía razón. Toda mi vida trabajando y ahorrando, todo para terminar en un hotel de tres estrellas.
Salimos al pasillo y fuimos a mi habitación. Jaques rápidamente puso el cartel de no molestar en la puerta y luego se puso a examinar el interior de la habitación.
—Que bien por estas persianas, van a bloquear bien el sol.
—Genial —respondí recostándome sobre la cama.
—Bueno muchacho, dispara —dijo Jaques prendiendo un cigarrillo y sentándose en el sillón.
No sabía por dónde empezar. Me sentía bien, de verdad me sentía muy bien, lo único que me aquejaba era la misión que me habían encomendado.
No sabía que iba a pasar y eso me molestaba. Desde pequeño que fui meticuloso con las cosas, pasaba noches sin dormir, los días previos a un evento importante.
—¿Qué crees que sea la misión que tiene para mí Leopoldo?
—No lo sé. Seguramente algo que te va a costar la vida.
—¿Por qué tan seguro de eso?
—Porque nunca fue la intención de Leopoldo dejarte vivir. Solo lo hace para quedar bien con el resto de la comunidad. Tampoco puede enviarte a una misión imposible, porque la calle tiene ojos y oídos. Tiene que ser algo complicado, algo que cualquier vampiro entrenado pueda hacer y que tú, al no tener entrenamiento alguno, fracases. Mierda, tal vez hasta sabia de la emboscada de El Bestiario y te hizo salir por detrás del edificio para que te maten.
—¿En serio? —pregunté sorprendido.
—Puede ser, con ese hijo de puta todo es posible —dijo Jaques terminando el cigarrillo y llevándose otro a la boca.
—¿Por qué hablas así de Leopoldo?
—¿A qué te referís? —preguntó Jaques extrañado.
—Como si él fuera el malo de la película.
—Porque lo es.
—¿Entonces por qué lo siguen? —pregunté confundido.
—Yo no lo sigo, que formé parte de La Corte, no me hace alguien que pertenezca al grupito de seguidores de ese infeliz.
—Está bien. Te creo, tú no lo sigues, ¿Pero el resto?
—Por la misma razón, que cuando eras un humano ibas cada cuatro años a votar para que un hijo de re mil putas, viva de arriba tuyo. Porque la gente no conoce otra manera de vivir. Inclusive los vampiros no escapan a esa condición humana, necesitan que alguien les diga cómo hacer las cosas, y los tipos como Leopoldo tienen condiciones para planear estrategias.
—¿Tipos como Leopoldo?
—Sí.
No era la primera vez que Jaques se refería a alguien con ese término, ya lo había hecho varias veces, lo suficiente para incrustar la siguiente pregunta en mi mente.
—¿Hay muchos tipos de vampiros?
—Por el momento se conocen once tipos de vampiros. Algunos ya se extinguieron, o al menos su número es casi nulo.
—¿Once? —pregunté sorprendido—. ¿Por qué?
—Según la leyenda Caín tuvo diez hijos, cada uno de ellos con diferentes habilidades. Algunos vivieron en paz por un tiempo, hasta se habla de que había ciudades que eran de vampiros.
—¿En serio?
—Es lo que dice la leyenda.
—¿Y qué pasó?
—Bueno, empezaron a pelearse entre ellos, hasta que finalmente los estragos de las guerras fueron tales, que los humanos que en ese entonces eran esclavos de los vampiros, pudieron liberarse e iniciar su revolución. Finalmente, por culpa de nuestra propia sangre, nos vimos obligados a vivir entre las sombras, viendo como la humanidad tomaba nuestro lugar como la raza superior.
—¿Y nunca intentaron retomarlo?
—No. Supongo que entendieron que era en vano. Era mejor dejar que los humanos lidiaran con todo el asunto, y nosotros alimentarnos en tranquilidad. En mi opinión es lo mejor que se pude hacer. Una vida eterna donde básicamente puedes hacer lo que quieres.
—¿Y es tan así?
—Antes de la llegada de El Bestiario lo era.
—¿Qué pasó?
—El siglo pasado, cuando aparecieron, o más bien dicho cuando se volvieron fuertes en números, tuvimos que tomar una decisión. O nos mostrábamos ante el mundo, o luchábamos para mantenernos escondidos. El Concilio se formó para optar por la segunda opción. Desde entonces, aquellos que quisieran seguir siendo libres, con muchas comillas en el libres, tenían que adherirse.
—¿Tú lo hiciste?
—Algo así. Lo creas o no, El Concilio cree en los partidos políticos, yo me uní a uno que es bastante de izquierda. Así podía lidiar con toda esta burocracia.
—¿Me estás diciendo que seres inmortales aún lidian con temas políticos?
—¿Viste? Tan ridículo como que un tipo que es engañado por su novia y el hermano decida dejarles el departamento y venirse a una habitación de mierda.
—Touché.
Jaques río. Tiró el cigarrillo y se llevó ambas manos detrás de la cabeza recostándose en el sillón.
—Dijiste que se conocían once tipos de vampiros. Pero que Caín solo había tenido diez hijos, ¿Cómo puede haber once?
—Esa es una pregunta, que te tiene que contestar uno de los tuyos Vorgrimler —dijo Jaques mirándome a los ojos.
Genial. De todos los tipos de vampiros que me podían haber tocado, me tocó el único que no tiene descendencia alguna con el padre de los vampiros.
—No te preocupes muchacho, quien te dice que tal vez ser uno de ellos es lo que te termine dando el éxito en esta misión —dijo Jaques, mientras encendía otro cigarrillo.
¿Uno de ellos? ¿Qué era, ser uno de ellos? Miré el reloj, ya marcaba las ocho de la mañana. El sol estaba ahí afuera, y si me tocaba, moriría. Simple y sencillo como eso. Mucho poder, mucha inmortalidad, pero a diferencia de las primeras tres décadas de mi vida, ahora el sol, la misma esfera gaseosa que lo único que podía hacer para lastimarme, era quemarme la piel si no me ponía bloqueador solar, o a lo mucho, con el tiempo causarme un cáncer extremadamente doloroso (leí artículos al respecto) ahora me destruiría.
—¿Hay algo más que pueda destruirme además del sol?
—¿Algo como qué? —dijo Jaques con los ojos cerrados, como si intentara dormir.
—¿Ajo?
—El ajo sabe horrible.
—¿Agua bendita?
—Si y no—dijo Jaques abriendo los ojos y mirándome entretenido.
—¿Puedes ser más específico?
—Existe el agua bendita verdadera. Una que poseen muy pocos en estos días.
—¿Quiénes?
—Se hacen llamar Paladines. Caballeros modernos al servicio de la causa justa de Dios. Creen en la trinidad sagrada, pero desprecian las iglesias.
—¿O sea que el agua bendita de las iglesias no me hace nada?
—Bingo. Mientras no te topes con uno de estos tipos que te dije, una cruz, una biblia, son objetos inútiles. Inclusive te juegan a tu favor.
—¿Por qué a mi favor?
—Porque en lugar de intentar escapar, se quedan ahí quietos delante tuyo. Como un ciervo, que mira a los ojos del cazador intentando buscar piedad en su interior, sin saber que nada va a detener que el tipo apriete el gatillo de la escopeta.
La mención del animal, me hizo acordar a otra de las tantas películas de Hollywood sobre vampiros. Una en la que los protagonistas en lugar de morir al ser tocados por el sol brillaban. Había visto la película con mi ex novia unas mil veces, por lo tanto, tenía que preguntar.
—¿Puedo tomar sangre de los animales verdad?
—Si eres un hijo de puta, sí claro que sí.
—¿Por qué?
—Porque estas matando un pobre animal, ¿Amigo que te hicieron? Su sangre no es como la de los humanos. Ellos no aguantan el toque del veneno que tienen los colmillos. Si me decís que estas herido, necesitas alimentarte y estas perdido en el bosque, me parece bien. Pero si no, es algo horrible, hasta el sabor es horrible. Y además esta mal visto por la sociedad.
—¿Mal visto por la sociedad?
—¿Viste cuando un tipo que come carne le dice al vegetariano acerca de la cadena alimenticia?
—Si
Jaques me miró, indicándome que la respuesta ya estaba dicha.
—Ya entendí —dije un poco avergonzado.
—Bueno ahora intenta dormir. Es invierno por lo que anochece a las seis. Seguramente envíen el taxi a las diez, es la hora que usualmente hacen los traslados y operaciones.
—¿Los vampiros duermen?
—Obvio que dormimos. El hecho de que seamos inmortales no significa que no nos cansemos. Y sé, que vos en este momento estas con el Jetlag de la transformación, pero estas horas para mí, son letales, quiero dormir.
—Ok, perdón Jaques.
Jaques sonrió estiró los pies y se durmió en el sillón.
Me quedé recostado sobre la cama, con los ojos pegados al ventilador que se encontraba apagado.
Pensé en Roxy, en lo que ella hacía con su sangre, se suponía que yo podía hacer lo mismo. Pensé en la misión, en alguna manera que pudiera completarla, y tal vez ser otro vampiro como Jaques, que parecía que le iba bien en su vida.
Si lograba terminar la misión, podría ir a ver a mi hermano y romperle la cara. Ese último pensamiento me animó. Ya no era más un humano con responsabilidades. Ahora era un vampiro. Tenía que enfocarme en eso. Dentro de mí, había un poder milenario. Repase mis habilidades, como cuando era chico y miraba la hoja de personaje de algún juego de mesa.
Era un gran jugador de paintball. Siempre salía invicto cuando hacíamos los torneos en la oficina. Si era capaz de conseguir un arma de verdad, podía lograr defenderme bastante bien. Sabia como moverme en silencio, como ser un cazador. Y tal vez, podría pelear como hacía de adolescente. Jaques dijo que ahora, luego de mi primera comida, despertaría un poco lo que es la naturaleza del vampiro. Más fuerza, más velocidad, más resistencia. Me miré las manos ansioso por sentir ese poder, lo necesitaba.
El reloj marcaba las doce del mediodía. Jaques roncaba.
Cerré los ojos e intenté dormir, a pesar de los nervios que sentía.
Soñé con Roxy. Ella estaba recostada al lado mío. Me pedía que no me muriera, que haga un esfuerzo enorme por no morir. Me pedía que la vengara, que no olvidara lo que le pasó. Se disculpaba por lo que me había hecho, y por el destino que había sellado para mí.
Yo intentaba consolarla, decirle que haría mi mayor esfuerzo por vivir, que no quería morir, pero ella parecía no escuchar mis palabras. Aún así, me regalaba esa sonrisa que me había enloquecido y esos ojos hermosos. La imagen de Roxy se desvaneció, y una silueta oscura tomo su lugar. Dos ojos rojos brillaron y escuché el sonido del viento siendo cortado con un objeto que se movía a gran velocidad.
Desperté atemorizado. Transpiraba un sudor frío. Miré el reloj, eran las seis, pero como estábamos en invierno, el sol ya se había ocultado.
Jaques ya estaba despierto. Miraba por la ventana.
—¿Pesadillas? —preguntó sin voltear.
—Sí, creo que sí.
—Te preparé el desayuno.
—¿Qué?
Jaques señalo una gran botella al lado de la mesa de luz.
—¿Dónde lo conseguiste?
—Tengo mis contactos —dijo Jaques con una sonrisa cómplice—. Ahora desayuna, que pronto van a venir a buscarte.
Asentí y me llevé la botella a los labios. La sangre era deliciosa, y sentía su calidez al ingresar a mi cuerpo, pero estaba lejos de ser la sensación que tuve respecto al muchacho de la oficina.
Armé mi bolso en silencio, por suerte no tenía mucha ropa. A los minutos de terminar de prepararme para estar listo, llamaron de la recepción, para avisar que alguien me buscaba.
—Vas a tener que bajar solo —dijo Jaques.
—Está bien —dije y me acerqué a estrecharle la mano. Él la tomó con una sonrisa satisfecha.
—Recuerda esto Vorg. Mientras más te alimentes, más en contacto vas a ponerte con tu naturaleza. Los tuyos son buenos para dar órdenes, y para mirar un poco más allá de lo que ven los demás.
—Y lo de hacer cosas con sangre —dije.
—Sí, pero lamentablemente para eso necesitas un maestro que te enseñe.
—¿Qué?
—Sí. Estoy bastante seguro de eso, pero lo otro es algo que puedes aprender si prestas atención. Así que presta atención.
Asentí. No sabía porque me estaba ayudando, pero me sentía afortunado de haberme cruzado a Jaques. Si no era por su presencia, tal vez hubiera muerto en ese callejón. Tal vez no estaría sintiendo esta esperanza dentro mío, que me dice que hay una chance de cumplir la misión encomendada por Leopoldo.
—Gracias Jaques —dije y añadí—. No sé cómo pagarte.
—Casi me olvido. No tomes la sangre de un muerto, nos descompone. Si de casualidad algunos de estos vampiros, te pide hacer algo para ellos, porque son así de infelices. Pediles su palabra.
—¿Su palabra? —pregunté.
—Si. Cuando un vampiro da su palabra, no puede romperla. Es como una maldición. Hazlo siempre que hagas un trato con algún vampiro. Hablo muy en serio.
—Está bien Jaques —dije sorprendido.
—Sobreviví a esto y ven a buscarme al centro. Hay un bar donde suelo estar, se llama El Fin Del Mundo —dijo Jaques saludándome.
Asentí y me retiré.
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