La última prueba
Como Hier había dicho, al salir a la superficie me encontré con un deposito de vagones de trenes.
El lugar era inmenso y podía sentir el aroma de los vagabundos que lo habitaban. Ellos caminaban lento por el lugar, trasladándose de un vagón a otro. Seguramente, muchos de ellos debían vivir allí.
Al este, se encontraba el edificio de color naranja que es donde tenía que ir. De los siete pisos que se elevaban, tenia que ir al cuarto piso y dejar el explosivo. Una vez lograra eso, Leopoldo me dejaría seguir con mi nueva vida.
La pregunta era como llegar sin ser visto. La estación abandonada era grande, pero según lo que había dicho Hier, en algún punto, lo más probable que cerca del edificio, me encuentre con algo más que vagabundos.
Me enfoqué en poder escuchar más lejos.
Mis habilidades vampíricas debían haber mejorado, porque pude sentir un ligero cosquilleo esta vez, un cosquilleo que representaba el cansancio al que mi cuerpo se estaba poniendo a prueba, para lograr que mis sentidos perceptivos se agudicen.
Cerca mío, empecé a distinguir los latidos de los vagabundos. Olía en algunos la sangre de sus heridas. Jaques tenía razón, la sangre, dependiendo el status social, es distinta, huele distinta y como cualquier comida debe saber distinto.
A lo lejos, pude escuchar unos pasos que se distinguían de los vagabundos. Era un movimiento lento que abarcaba un área de forma circular, alguien que, a juzgar su andar debía estar vigilando esa zona.
Empecé a caminar en dirección al edificio resguardándome con los vagones, intentando ser lo más sigiloso que podía serlo. Enfocándome en poder llegar a ver a la persona que caminaba, antes de que él me viera a mí.
Finalmente llegué a un predio que estaba a pocos metros de un pasillo que conducía al edificio.
El lugar se iluminaba por unos faroles, y entre la distancia de ambos artefactos, estaba un hombre armado con una escopeta, haciendo la caminata que había escuchado.
Lo que más me extrañó, es que, dentro de los vagones, escuchaba la conversación de dos personas, jugando a las cartas. Estas debían ser el refuerzo de este hombre, así que tenía que pensar bien que iba a hacer.
Me acerqué a uno de los vagones y me agaché para meterme debajo de él.
Me arrastré por el suelo, raspándome con las piedras, pero solo fue una ligera molestia.
Por suerte, el tipo no parecía escuchar el sonido de mi cuerpo trasladándose de un vagón al otro.
El sujeto, debía suponer que cualquier amenaza llegaría por el frente. Cosa que tenía mucho sentido, ya que, cualquier Vampiro de los que conocí dudo que se arrastrara por la piedra con tal de poder llegar al vagón donde se encontraban los refuerzos.
Pero yo era como ellos decían, un "neófito" y no tenía drama de ensuciarme, siempre y cuando esto garantizara mi ventaja.
Después de mucho esfuerzo llegué al vagón donde estaban los dos sujetos.
Por suerte, la puerta del vagón del lado que estaba mirando al edificio estaba abierta.
Una luz delataba la sombra de ambos hombres. La puerta de lado del guardia estaba cerrada, así que si lograba eliminarlos a los dos podía luego cargarme a su compañero.
Vi el pasillo que llevaba al edificio, me enfoqué en escuchar si había gente en ese pasillo. Mis sentidos me dijeron que doblando a la izquierda, a varios metros de donde me encontraba, había un sujeto montando guardia.
Esta era mi oportunidad. Salí por la parte de atrás y con sigilo me incorporé.
Los hombres estaban jugando a las cartas, sin dar señal alguna de haberme detectado.
Me acerqué al primero y clavé el cuchillo en su garganta. El segundo me miró sorprendido y atinó a levantar su arma, pero fui más rápido y de un tajo le abrí el cuello.
La sangre se derramó por el vagón, mientras yo buscaba entre los cadáveres, algo que pudiera ayudarme. Pero no encontré nada. Salvo otro cuchillo, que pensé podría serme de utilidad.
Salí por donde entré y me arrastré nuevamente por debajo, para poder ver bien al hombre que estaba realizando la guardia.
Me arrastré fuera del vagón, refugiándome en las sombras de los puntos ciegos de luz que dejaban los faroles. Saqué mi cuchillo y lo lancé contra el hombre.
Al hacerlo, empecé a correr en dirección suya. El cuchillo dio en su espalda, a lo que el hombre emitió un gemido de dolor y se volteó, justo cuando yo estaba saltando encima de él. Intento en vano levantar su escopeta, pero no fue capaz de siquiera apuntarme, ya que a gran velocidad clave mi cuchillo en su pecho. Enterrando la hoja de tal manera que atravesó el corazón y la espalda. Sus brazos se aflojaron y no fue capaz de hacer ningún tipo de resistencia. Sonreí satisfecho, ya que la primera parte ya estaba hecha. Saqué mi cuchillo y lo guardé. Al intentar sacar el otro cuchillo de su espalda, esté se rompió, así que lo deseché.
Caminé entre los vagones, hasta llegar al pasillo. Me acerqué para poder observar mejor y vi al guardia que estaba fumando un cigarrillo. Apunté hacia él y lancé el cuchillo. El lanzamiento, dio directo en el cráneo.
El cuerpo cayó al suelo, pero por suerte nadie parecía haber escuchado el impacto.
Me acerqué al cadáver y lo sujeté para arrastrarlo y esconderlo detrás de los compactadores de basura. Sabia que, si alguien salía del lugar y revisaba, lo encontraría, pero me daba, aunque sea unos segundos más. Tenía que ser precavido.
Me coloqué al lado de la puerta y antes de abrirla, miré por el picaporte. Si creía que lo peor había pasado estaba completamente equivocado.
El edificio, como yo creía hasta ese momento, no era un depósito donde tenían su mercadería relacionada al narcotráfico y el negocio de armas. Era un lugar de trabajo, y ahora podía ver la cadena de ensamblaje que habían montado para fabricar las drogas, con gente trabajando y guardias vigilándolos.
Si la bomba explotaba, mataría a toda la gente que estaba ahí adentro. Maldita sea.
Una cosa era matar criminales, y otra cosa era saber que iba a ser responsable de la muerte de gente inocente. Aunque una parte mía, tal vez el instinto de supervivencia, me decía que esa gente estaba igual de involucrada, o estaría ahí hasta morir trabajando para la gente de El Bestiario. Después de unos minutos de indecisión, decidí seguir adelante.
Tenía que entrar ahí, el dilema era que hacerlo sin ser descubierto era una tarea imposible. Aun así, saqué mi ganzúa y forcé la cerradura.
Abrí la puerta lentamente y para mi suerte nadie se percató. Miré el lugar con atención y pude observar que, desde el segundo piso, habían improvisado unas vigas para que los guardias pudieran apuntar a los empleados y también, en su debido caso a alguien que quisiera ingresar al lugar.
Entré en silencio y me lancé a una columna para esconderme. A juzgar por los latidos, nadie se había percatado de mi entrada. Solo una persona había señalado la puerta.
Escuché la palabra "abierta". Miré y la puerta, para mi suerte se encontraba entrecerrada. Aun así, pude escuchar al guardia dirigirse hasta ahí. Tan cerca mío, que sentí el deseo de atacarlo, pero no podía hacer otra cosa más que esperar.
El guardia finalmente salió por la puerta. Si mi estrategia de los cadáveres había resultado, volvería tranquilo a su lugar, de no ser así estaba muy complicado.
Aún así, empecé a arrastrarme hasta llegar al pasillo que daba con la puerta de salida de emergencia, que conducía a las escaleras que me llevarían hasta el cuarto piso.
Resguardándome en la oscuridad, logré llegar hasta el pasillo e ingresé arrastrándome hasta ver el comienzo de las escaleras metálicas.
El lugar estaba vacío, así que subí las escaleras y en el transcurso la suerte jugó en mi contra, ya que me topé con un guardia que estaba bajando.
Nos miramos por un instante en el que lo miré a los ojos y susurré:
—Silencio.
El sujeto se quedó con la boca abierta, pero no emitió sonido alguno.
—Quieto —dije, acercándome a él.
Al decir la última palabra, sentí un ligero mareo. Señal de que mi cuerpo se estaba agotando, así que aproveché de que él sujeto estaba paralizado y en silencio, para alimentarme. Lo hice hasta sentir que su corazón había dejado de latir y luego lo dejé caer suavemente al suelo.
Subí hasta llegar al cuarto piso. Esta vez había otra puerta que tenía que abrir.
Al hacerlo, tal vez activaría la sirena de la puerta de emergencia, algo que no había pensado.
Mientras decidía, escuché una conversación
—Es Charles. Dice que mataron a los vigías.
—¿Qué?
—Ya avisé a Magrant.
—¿Ya? Va a enloquecer.
—¿Y que se supone que tenía que hacer?
—Ok. Mantengamos la calma, no podemos dejar que todos los empleados armen un caos. Mantengámonos vigilantes.
Magrant sonaba a nombre de vampiro. Pero si estaba en camino, tal vez cuando el hubiera llegado yo ya me habría ido.
Entré al cuarto piso, activando la campana de emergencia. Los dos hombres que estaban teniendo la conversación me miraron. Eran dos tipos de gran contextura, pero parecían jóvenes. Por suerte no portaban sus armas.
Aproveché esto y ya sin importar el sigilo, saqué el revolver y disparé dos veces. Mas que suficiente para dejarlos en el piso heridos de gravedad, retorciéndose en su dolor.
El cuarto piso, como había dicho Leopoldo, era donde el edificio había construido su núcleo. El lugar estaba lleno de papeles que debían utilizar para muchas de sus operaciones. Y eso debía ser lo que le interesaba a El Concilio, más allá de que una explosión en ese lugar significaba que se desmoronaría todo, aplastando los laboratorios mas abajo. Planté el explosivo debajo de un escritorio y lo programé para cinco minutos. El tiempo ideal para poder irme.
Cuando la bomba empezó el conteo, escuché los pasos venir desde ambas escaleras. Guardias que subieron para averiguar lo que había pasado. Salí por la ventana que daba a las escaleras de incendios, y empecé a descender. Saltando de la base de una escalera a otra.
Mientras iba bajando, escuchaba la gente que se estaba amontonando encima del cuarto balcón, y empezaban a dispararme.
Llegué al segundo piso, cuando abajo la gente empezó a salir del edificio. Estaba atrapado. Me lancé al primer piso entre la lluvia de balas, en las que algunas me rozaban, intentando dispararles a los sujetos que estaban corriendo desde la puerta. Uno de ellos, sacó la escalera de emergencia y empezó a subir mientras yo seguía disparando con sus compañeros, finalmente pude matar a los cuatro que disparaban desde abajo.
Justo a tiempo para saltar y caer junto al que estaba subiendo las escaleras al suelo.
Su cuerpo amortiguo mi caída y aproveché para morder su cuello y alimentarme un poco. Al levantarme, empecé a correr en dirección por donde llegue, esperando llegar a las alcantarillas y que la lluvia de disparos que caía sobre mi cabeza, no llegara a lastimarme de gravedad.
Atravesé el pasillo, pensando en que era cuestión de tiempo para que la bomba explote matando a todos aquellos que intentarían perseguirme.
Llegué a los vagones donde estaban los cadáveres de los guardias, pasé por el dando un salto, pero al atravesar el vagón sentí un pequeño ruido detrás mío.
Volteé y alcance a ver una especie de espada, dirigida a mí. Me lancé al suelo logrando esquivarla, pero al instante de tocar tierra, una bota de cuero golpeo mi rostro con tal fuerza que me aleje rodando unos cuantos metros.
Mi rostro dolía de sobremanera y escupí sangre. Jamás creí que volvería a sentir semejante dolor.
Al frente mío me miraba ahora un hombre de pelo largo y contextura ancha. Pude comprobar con horror, que la espada que había usado para atacarme no era una espada, sino que era un arma hecha de carne y hueso y que formaba parte del cuerpo de mi atacante.
Me levanté y seguí corriendo, el hombre me persiguió. Parecía estar jugando conmigo. Corrí hasta que la bomba explotó. Me detuve para contemplar el edificio envuelto en llamas colapsando.
El hombre miró hacia el edificio en llamas y parecía estar paralizado.
Aproveché este descuidó y disparé varias veces, tanto con la pistola como con el revolver hasta vaciar los cargadores. Las balas entraron en su cuerpo, dejando ver pequeños cráteres en su piel, que derramaban una sangre negra.
Se volteó dedicándome una mirada con sus ojos negros, y sentí terror. Se sacó el tapado agujereado dejando mostrar un cuerpo ancho y pálido, cubierto de cicatrices. Era como ver al monstruo de Frankestein.
—Espero que disfrutaras tus noches como vampiro, novato. Porque llegaron a su final —dijo con una voz fría de ultratumba.
Apreté el puño izquierdo y saqué el cuchillo con mi mano izquierda, aferrándome con fuerza a el. Aunque algo me decía, que no me ayudaría mucho contra el enemigo que tenia por delante.
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