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La lección de Jaques




Jaques corrió hacia el edificio de enfrente y lo seguí. Los disparos se escuchaban desde el otro lado del anfiteatro.

Llegamos a una puerta metálica cerrada con candado. Jaques apretó el candado con la mano izquierda y con la derecha tiró de la cadena. Como si los eslabones estuvieran hechos de hilos, se separaron del candado en cuestión de instantes. Empujó la puerta con el peso de su cuerpo y esta cedió.

Entramos y Jaques cerró la puerta. Una luz se encendió al final del pasillo. Miré con atención el lugar, asustado, buscando donde estaba el interruptor y la persona que debía haberlo prendido. Pero no había nadie. Por suerte, no tenía alarma.

El lugar parecía ser el depósito de una fábrica. Cajas apiladas en un rincón, una pared llena de herramientas y mesas de metal ubicadas en el centro. Frente nuestro, apuntando a la puerta, arriba en lo que parecía ser la entrada a un segundo piso, al cual se iba mediante una escalera de hierro, estaba el sensor de movimiento que había encendido la luz.

—Vorgrimler —llamó Jaques, mientras con un tubo buscaba trabar la puerta—. Fíjate de abrir la puerta que esta al final de la escalera.

Asentí y fui hacia la escalera, al llegar al final miré la puerta de madera. Contemplé mis manos. La imagen de Jaques rompiendo la cadena con el menor esfuerzo, estaba fresca para mí. Yo ya no era un ser humano. Yo también podía lograrlo. Apreté con fuerza el picaporte e intenté abrir. Nada. No pasó nada. Solo que me cansé de intentar abrirla. Me alejé extrañado y luego, embestí la puerta. Choqué con todo mi cuerpo la madera, esperando que esta se rompiera, pero nada pasó. Salvo que me quedé adolorido. Adolorido y avergonzado. ¿Qué clase de vampiro era?

Mire hacía abajo y Jaques, que ya había terminado, me miraba con una sonrisa divertida.

—¿Qué pasa? —preguntó, fingiendo sorpresa.

—No puedo romper la puerta —respondí, un poco irritado y muy enojado conmigo mismo.

—¿Y? —contestó aguantando la risa.

—Vení, ayúdame —rogué de manera patética.

—Te pedí que lo hagas tú. Si no eres capaz de abrir una puerta, no vas a ser capaz de hacer una mierda, más fácil sería que te mate yo ahora mismo —dijo borrando el atisbo de sonrisa y dando lugar a un rostro duro.

Lo miré enfadado y bajé las escaleras. El seguía recostado sobre la puerta de metal, moviendo su pie en señal de impaciencia. Afuera los disparos habían cesado, y el sonido de su borcego tocando el suelo, sonaba como si fuera un irritante reloj.

Me fui al tablón de herramientas y busqué alguna que me ayudara con la puerta. Para mi suerte, había una ganzúa. La tomé y corrí a la puerta.

Metí la pequeña herramienta en la cerradura y con dos ligeros movimientos, logré abrirla. Entré orgulloso de mi mismo.

—Sorprendente —dijo Jaques, que sin hacer ruido alguno logró situarse a mis espaldas.

—Fui a una técnica —dije omitiendo que también había robado ciertos estéreos de auto cuando era más joven.

—Si claro, esto se aprende en una técnica. Te lo enseñan en primer año —dijo Jaques entre risas. 

Entramos a una sala que parecía tratarse de una recepción. La luz que entraba por las persianas era poca, pero aun así podía ver con claridad que el lugar contaba con dos sillones y una mesa ratona. Dos escritorios con computadoras y algunas plantas en forma de decoración. Afuera, se escuchaban unos pasos.

Jaques se acercó a la ventana, miró a través de las persianas y las abrió un poco.

—Ven, mira esto. Se viene un show. 

A juzgar por su tono, el show no iba a ser divertido. Jaques estaba serio, observando.

Me acerqué extrañado y vi hacia la ventana. Daba al callejón detrás del anfiteatro. Donde hace unos minutos estábamos nosotros, ahora se encontraba un grupo de hombres. Parecían formar parte de una pandilla. Todos vestidos con jeans y hoodies negros. Llevaban armas grandes en sus manos. Todos menos uno. Un tipo de pelo negro, que estaba en remera. Sus ojos eran como dos lagunas negras y sus manos parecían garras.

—Atacamos por la puerta principal —dijo uno de los hombres al que estaba en remera. A juzgar por como lo miraban todos, debía ser el líder.

—La emboscada funcionó a la perfección. Ya no se escuchan disparos, es cuestión de tiempo, para que el imbécil salga por la puerta —dijo otro de los hombres.

El líder sonrió y chasqueo los dedos. Todos, incluidos él se dispersaron, rodeando la puerta.

—Recuerden —dijo el líder de la pandilla con una voz gutural—. Hay que matar a Leopoldo antes de que pueda hablar, sus palabras pueden llegar a matarnos. 

Los hombres asintieron. Extrañamente, podía escuchar sus latidos, a pesar de encontrarme en un segundo piso. Mas extrañamente, de las siete figuras que se encontraban en el callejón, parecía ser que a uno solo no le latía el corazón. El resto poseían pulso. Un pulso acelerado y frenético.

—Es una emboscada, planean matar a Leopoldo —le dije a Jaques, buscando alertarlos.

—Pobres estúpidos —dijo Jaques observando la escena con atención—. Vinieron a morir.

—¿Qué? —pregunté confundido—. ¿Vamos a hacer algo?

—Cállate, y presta atención —dijo Jaques, extremadamente concentrado.

Me enfoqué y no noté nada. Silencio. Todo seguía igual, excepto una extraña niebla que se había empezado a formar en el callejón. Los hombres parecieron darse cuenta porque se impacientaron.

—Estén alerta —gritó el que parecía ser el líder.

La niebla se hizo más espesa, pero aún así pude distinguir las siluetas y distinguí una nueva que había llegado. Era el hombre de los ojos rojos. Se había sacado el tapado y su torso al desnudo lo hacia más imponente. Con movimientos ligeros, movió su gran cuchilla destripando a los hombres. Ellos no fueron capaces de disparar, tampoco de gritar, antes de que la cuchilla destrozara sus cuerpos.

Solamente el líder, había logrado esquivarlo. Ambos se miraron, estudiándose.

Finalmente, el hombre se lanzó al ataque. Con sus manos, similares a garras, atacó al hombre de ojos rojos y logró rasgar la piel de mármol, y esquivar el cuchillazo que su oponente blandió. A pesar de los cortes, el hombre de ojos rojos no gritó ni se movió.

El sujeto de la remera sonreía. Nuevamente se lanzó al ataque. Para mi sorpresa, el hombre de ojos rojos lanzo su gran cuchilla, como si fuera un proyectil. El hombre de remera negra, no esperó semejante ataque y se cayó al suelo en su intento de esquivarlo. A una velocidad que parecía imposible para un hombre de semejante tamaño, el sujeto de ojos rojos, atrapó al de remera negra. La pelea a juzgar por el rostro de ambos hombres, había terminado y el ganador era obvio.

El hombre de ojos rojos se puso de pie, con su oponente aun aferrado en sus brazos y empezó a apretarlo con fuerza. Pude escuchar los huesos del hombre de remera negra quebrarse. La falta de aire que le impedía gritar. Aún así, su rostro y el movimiento nervioso de piernas, evidenció la agonía. Un último sonido de huesos rotos y el hombre de remera negra quedó inconsciente o muerto. El vencedor emitió un silbido que sentí me rompía los nervios y se marchó, llevándose sobre sus hombros el cadáver del derrotado.

Casi al instante, tres hombres monstruos aparecieron y empezaron a llevarse los cadáveres que habían quedado en el suelo.

Con Jaques permanecimos en silencio unos instantes. Finalmente, mi miedo y mis ansias, rompieron ese silencio.

—¿Qué carajo fue eso?

—Un grupo kamikaze de El Bestiario

—¿Qué es El Bestiario?

—Otro tipo de vampiros.

Si esos eran vampiros, no entendía como habían dejado un rastro de órganos en el suelo, en lugar de las cenizas que había dejado Roxy.

—¿Por qué no se hicieron cenizas? —pregunté

—Porque eran humanos.

—¿Qué?

—El Bestiario recluta humanos, les sirven para hacer trabajos sobre la luz del día. Les prometen una vida de inmortalidad a cambio de obediencia. El único de esos que era un vampiro, era el pobre que cayo en letargo.

—¿Letargo?

—Una especie de pseudo muerte. Lo mismo que te paso a ti cuando te clavaron la estaca en el pecho. Seguramente lo van a revivir para interrogarlo.

—A juzgar por los disparos, el anfiteatro debe ser un baño de sangre

—No creo. Leopoldo no es estúpido. Los habrá dejado entrar y habrá fingido que estaba derrotado para evitar llamar la atención de la policía, una vez dentro, seguramente el guardaespaldas se encargo de matarlos y luego vino al callejón a terminar el trabajo.

—¿Ese tipo es invencible, verdad?

—No te creas.

—¿Tu puedes vencerlo?

—No lo sé. Los de su clase tienen una ventaja enorme para pelear, son cazadores por naturaleza. Pero tampoco es invencible. Nadie es invencible.

—¿Ahora qué?

—Ahora que el peligro pasó, vamos a salir por la puerta principal de este lugar. Aún tienes que comer. Como te dije antes, cuando estés bien alimentado y en un lugar resguardado del sol, podemos hablar hasta el amanecer.

Asentí y seguí a Jaques por la puerta, que parecía dar a un corredor. Debía ser las oficinas de la fábrica. Caminamos tan solo unos pasos, cuando Jaques se detuvo.

—Estamos de suerte después de todo —dijo Jaques, señalando una oficina.

Ahí, dormido con auriculares, se encontraba un empleado de limpieza que había decidido tomarse un descanso.

—Escúchame —dijo Jaques tomándome de los brazos—. Ahora vas a ir y vas a morderle el cuello. Una vez pongas tus dientes, vas a saber que hacer, es intuitivo, como respirar. ¿Entendiste?

—Si, entiendo —dije sin entender nada.

—Vas a sentir que su corazón empieza a latir mas lento, cuando sientas que el latido es demasiado lento, aléjate.

—¿Por qué?

—Porque tienes que dejarlo vivir.

—¿No se convertirá en vampiro?

—No.

—¿Por qué tengo que dejarlo vivir?

—Porque sino te convertirás en uno de esos —dijo señalando el pasillo.

—¿El Bestiario?

—Hay algo en esta maldición de ser vampiro, no preguntes porque, pero si matamos gente que se puede considerar inocente eso nos empieza a poner mal, nos transforma en algo relacionado a un monstruo, una bestia le decimos.

—Como el que me sostenía en el teatro.

—No. Ese es otro tipo de vampiro —dijo Jaques riéndose—. Ya te vas a acostumbrar a ver a los de su clase. Hazme caso y no mates inocentes.

—Entiendo.

—Con eso, me refiero que, si un día te cruzas con un recluta de El Bestiario, o algún tipo que intente hacerte algo malo a vos o a alguien, podes comer tranquilo hasta el final —dijo Jaques con una sonrisa maliciosa.

—Ok, creo que entiendo —dije nuevamente sin entender mucho.

—Bon Apettit —dijo Jaques y se alejó a un costado, haciendo un gesto de mozo.

Me acerqué al empleado que estaba durmiendo, caminé lento intentando que no se despierte. Pero, la música estridente que salía de sus auriculares, eran una señal clara de que no se iba a despertar. Llegué a su lado y ahí fue cuando de verdad sentí hambre y sentí también el instinto del cual hablaba Jaques.

Mis manos lo levantaron y se despertó asustado, pero antes de que pudiera gritar, mordí la yugular con fuerza. 

Sentí un placer inexplicable. Era un orgasmo, era tomar el vino mas añejo, era comer mi comida favorita, todo multiplicado, y me hacia sentir bien, me hacia sentir invencible. El banquete parecía eterno, pero seguí el consejo de Jaques e intenté, a pesar del éxtasis, enfocarme en el corazón.

Fue fácil, porque el sonido de los latidos era extremadamente fuerte, y poco a poco dejó de latir. El movimiento del corazón se hizo cada vez más espaciado, hasta que en un momento creí que no volvería a latir. Me alejé asustado de mi víctima, temiendo a la maldición de la bestia.

El cuerpo del empleado cayó al suelo. Su corazón volvía a latir a un ritmo normal. Esperaba, que mi temor y poco cuidado dejara un rastro de sangre, ensuciando todo el suelo, pero no había gota alguna en el suelo, ni en el cuello de la víctima. Miré con detenimiento y tampoco había rastros de dientes. Extrañado lleve las manos a mi boca  y me percaté que mis colmillos, al igual que como contaban en los mitos, estaban más largos y puntiagudos. Miré la yema de mis dedos, y contemplé un rojo casi desvanecido que me manchaba.

—¿Sorprendente no? —dijo Jaques con una sonrisa de oreja a oreja—. Le sacaste un par de litros de sangre, y no queda ni una puta marca.

—¿Cómo hice eso?

—Lo hacemos todos cuando nos alimentamos. ¿Cómo crees que estamos en el año 2020 y de nosotros solo existen películas? Vamos, tenemos que irnos. Ya nos pondremos al día.

Asentí y nuevamente lo seguí a Jaques. Con más preguntas que antes, y una energía que jamás había sentido en mi vida.

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