El lobo plateado
No podía correr. Sabía que si le daba la espalda a este sujeto moriría.
Pero atacar, también parecía una tarea suicida. Tenía miedo. Era un sujeto muy parecido al de la gran cuchilla que trabajaba para Leopoldo, salvo que la cuchilla era su brazo.
Él, empezó a caminar de manera segura hacia mí. Se notaba confiado, muy seguro de que era imposible que pudiera hacer algo en contra suya.
Me preparé para saltar, cuando él tomó carrera para atacarme.
Agitó su brazo, como si se tratase de una espada y yo salté a un costado para esquivarlo. Rodé por el suelo y lancé el cuchillo apuntando a su garganta. El tiro dio en el blanco, pero para mi sorpresa, parecía que solo la punta había podido penetrar la piel. Una pequeña gota de sangre se derramó, como si hubiera sido tan solo un arañazo.
—Novato imbécil. Necesitas algo mas que eso para hacerme daño —dijo volviendo a atacar.
Esta vez, logré esquivar por poco el daño de su brazo-espada, pero me golpeó una patada en las costillas y escuché como cada hueso se quebraba.
Caí al suelo adolorido, sin poder levantarme y él aprovecho para colocarse encima mío. Enterró su brazo en mi pecho, moviéndolo lentamente hasta mi estómago. Grité preso del dolor. Él sacó su brazo y lo lamió.
—Ah sangre fresca. Jamás es tan delicioso tomar sangre de otro vampiro, que cuando recién son creados. Lamentablemente no hay poder en tu sangre que pueda absorber —dijo entre risas.
Miré la sangre que brotaba de mi cuerpo y pensé en lo que había hecho Roxy.
Pensé en esas cadenas, y rogué que funcionara, que pasara algo, pero nada pasó. El dolor aumentaba más y más, no podía moverme. Iba a morir.
Miré a quien iba a ser mi asesino. Él sonreía con un morboso placer. Pensé en insultarlo, pero atrás de él, sobre un vagón de tren. Vi un enorme lobo plateado.
La criatura parecía prepararse para atacar. El hombre, tal vez se percató porque sentí un ligero cambio en su actitud confiada, parecía estar sospechando algo, así que grité:
—Dale. Mátame hijo de puta —dije mirándolo desafiante—. Si tanto te crees por matar a un novato, dale infeliz hazlo.
Él, molesto, volvió a levantar su brazo para asestar otro golpe y fue justo en ese instante que el enorme lobo saltó hacia el suelo y volvió a saltar para atacar el brazo-espada. De un mordisco, logró quedarse con la extremidad de mi enemigo, que gritó de dolor al ver su muñón sangrante.
El lobo escupió el brazo transformado al suelo y gruñó.
De cerca, parecía aún más grande. ¿Era un hombre lobo?
—Atrás hermano —dijo el hombre—. Los tuyos y los míos no son tan distintos. ¿Por qué pelear por un peón de El Concilio?
El lobo, siguió rodeándolo y ladró, con un ladrido intimidante, como si estuviera diciéndole a mi atacante que rehusaba su propuesta.
El hombre sacó de su bolsillo una especie de revolver extraño. Por instinto, supe que tenía que hacer algo al respecto, o el lobo tendría grandes problemas. Tomé una de mis pistolas y la arrojé directamente al muñón ensangrentado.
A diferencia de mis otros intentos de ataque, esta vez el maldito si sintió el dolor. Gritó y se retorció, cosa que el lobo aprovechó. En ese momento de debilidad, la bestia saltó mordiéndole la mano que aferraba el arma, logrando que este la lanzara al suelo, en un intento de poder defenderse. El hombre golpeo al lobo, con el muñón ensangrentado en el lomo.
El animal aulló por el golpe y luego de un movimiento ágil, logro subirse encima suyo. Intentó morderle el cuello, pero el hombre logró contenerlo entre sus brazos y se tiró con el lobo a un costado.
Ambos cayeron al suelo en su disputa y rodaron hacia uno de los vagones entre golpes y mordidas.
Vi la escena unos instantes, hasta que entendí que no podía quedarme esperando que todo saliera bien sin hacer nada.
Aun no sabía si el lobo estaba ahí para ayudarme, o era un hombre lobo que primero quería atacar al vampiro que estaba de pie y luego terminar con el más débil.
Igualmente, me arrastré para buscar el revolver. Me costaba horrores moverme con la herida que el maldito me había hecho, y al ver el charco de sangre que estaba dejando, me di cuenta que la única razón por la cual seguía consciente es por mi condición vampírica.
Quería curarme, pero sabía que lo primordial era matar al sujeto de El Bestiario.
Pude agarrar al arma, e intenté sentarme para poder apuntar mejor.
El lobo y el hombre seguían luchando, y para mi sorpresa en un instante. El hombre del El Bestiario, siendo capaz del uso de una magia extraña, transformó su mano en una especie de punta de lanza. Atacó con ferocidad al lobo, que lo esquivó de un salto rápido y fuerte que lo dejó alejado a unos metros de él.
El hombre sonreía maliciosamente y el lobo lo miraba expectante.
Aproveché ese instante y apunté al hombre de El Bestiario. Al tenerlo en la mira, disparé.
El revolver rugió con fuerza y el hombre con un rostro transformado por el horror me observó, justo en el momento que la bala impactó en su pecho, provocando una pequeña explosión de sangre.
Sea lo que sea que tuviera este revolver, servía contra él. Disparé de nuevo, aferrándome al arma con las dos manos, para que la fuerza del gatillo no me derribara.
Gatillé mientras observaba que cada tiro ingresara en su cuerpo, hasta que me quedé sin municiones.
El hombre me dedicó una última mirada mortífera antes de caer al suelo abatido.
El lobo hizo un aullido, que interprete como de victoria, pero no fue así.
Mientras aullaba, su pelaje blanco empezó a brillar hasta que lo único que podía ver era una especie de fogata de color plateada. De esa luz, se alzó un hombre.
Un hombre adulto con el pelo largo y un cuerpo fornido. Estaba desnudo. Me miró unos instantes y ahí entendí de alguna manera extraña, de que no era un hombre lobo. Era un vampiro.
Este vampiro, se encaminó al otro sujeto. Con un movimiento simple, separó la cabeza del cuerpo, haciendo que nuestro oponente se transformara en cenizas. Luego tomó el tapado del fallecido y se lo puso.
Se acercó a mi lentamente, dedicándome una sonrisa.
No se explicar porque, pero sabía que no iba a hacerme nada malo, así que me dejé caer al suelo, respirando dificultosamente.
—Si no intentas cerrar esa herida. Te vas a desangrar hasta caer en letargo —dijo con una voz tranquila y pausada.
Asentí y cerré mis ojos. Respiré profundo y me enfoqué en que mi cuerpo sanara.
A los pocos segundos pude escuchar como la sangre dejaba de fluir desde mi cuerpo hasta el piso.
—Buen control del uso de sangre novato —dijo el hombre.
—Gracias —dije intentando incorporarme—. Y gracias por salvarme.
—De nada joven.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunté extrañado.
—¿Por qué hice qué?
—Porque me salvaste.
—Porque sí.
—Discúlpame, pero no puedo creerte.
—¿Ah no? —preguntó divertido.
—No. En estas pocas noches que soy un vampiro, todos los que me cruce me ayudaron a cambio de algo, así que, decime como es esto, te tengo una deuda que tengo que pagar con mi vida, tengo que ir a hacer volar otro edificio.
—No —dijo riéndose—. En absoluto. Dudo que todos los vampiros que te cruzaste fueran así de taimados.
—Si, todos.
—¿Todos? —dijo con una sonrisa enigmática.
—Bueno, no todos. Hubo uno que me ayudó, porque creo que le di lastima.
—Jaques no siente lastima por nadie.
—¿Lo conoces?
—Claro que lo conozco, todos conocen al viejo Jaques.
—¿Entonces, él te pidió que me ayudes?
—No. Pero me dijo de tu trágica vida, de tu misión imposible, y que, si estaba por la ciudad, intentara echarte un vistazo.
—¿En serio?
—Si. En serio, y como estaba de paso, llegué justo a la casa de Hier, otro colega y me contó de vos y de lo que hiciste y de que parecías un buen muchacho. Y llegué a la conclusión de que parecías ser alguien con mucho talento.
—Gracias de verdad. ¿Entonces ustedes con quien están?
—Con nadie muchacho. Con nadie. Pertenecemos a La Corte como todo vampiro que quiera seguir disfrutando de la eternidad en las sombras, pero no nos inclinamos ante nadie.
—Bueno, eso parece mucho mejor que estar haciendo mandados para Leopoldo.
—Si, lo es.
—¿Cómo hicieron?
—¿Hacer qué?
—Ser libres. No estar con El Concilio.
—Bueno, básicamente se puede decir que tenemos la autoridad para decirles que no queremos formar parte de su pequeño juego. Entonces, siempre y cuando uno entienda que por más que no estés con El Concilio, tenemos que detener a gente como El Bestiario o Los Obscuros, las cosas permanecen tranquilas.
—¿Entonces ustedes odian a El Bestiario?
—No sé si la palabra a utilizar es "ustedes" joven. Pero si me preguntas a mí. Yo odio a El Bestiario. Son una organización que no respeta ningún tipo de vida. En especial, tienen una fijación especifica con hacer experimentos que mezclan humanos con animales inocentes, eso ultimo me repugna.
—Entiendo —dije poniéndome de pie.
—Si no me equivoco, pasaste tu misión —dijo estrechándome la mano—. Felicitaciones.
—Si. Al fin podre aprender a ser un vampiro sin tener que ir a todos lados.
—¿Qué lados? —preguntó riéndose.
—Déjame ver: Pelearme con pandilleros, lidiar con fantasmas, luchar contra tipos poseídos, enfrentarme a un sujeto con un arma en lugar de brazo.
—¿En serio lidiaste con fantasmas?
—Si.
—Fascinante.
—¿Eso es lo que te parece fascinante?
—Si. Son muy raros de encontrar. Más en estos días.
—Gracias por el dato —dije riéndome.
—Tengo un dato más importante para darte.
—¿Cuál?
—Leopoldo no te va a dejar ir. No va a permitirlo después de que sin casi experiencia alguna como vampiro lograras esta misión.
—¿Qué? —pregunté preocupado.
—Va a darte otra misión de manera inmediata, El Concilio y El Bestiario están más violentos que nunca, necesita tener soldados en la calle.
—Esto tiene que ser una puta joda.
—No lo es. Pero hay una manera en la cual puedas escaparte unos instantes de su puño.
—¿Cuál?
—En tu ciudad hay un Ex-Magus.
—¿Ex-Magus?
—Si. Así es como llaman a los líderes los de tu tipo de sangre.
Nuevamente, esa diferenciación de la sangre, que tanto le gustaba hablar a los vampiros.
—Si él te reclama como su discípulo. Hay una obligación de sangre de tu parte de obedecerlo. Y nada de lo que diga Leopoldo, puede cambiar esa decisión.
—Si, Hier me habló de eso, yo tenia que obedecer a Roxy.
—Si. Tres veces.
—¿Tres veces?
—Si. Es el precio que impone el maestro, a cambio de ayudar al discípulo con el poder de la sangre.
—Entiendo. Así que cuando llegue, antes de ver a Leopoldo, tengo que encontrar al Ex-Magus.
—Sería lo ideal. Si hoy hubieras sabido que hacer con toda esa sangre que perdiste, tal vez no necesitabas mi ayuda.
—Tienes razón—dije y añadí—. No se tu nombre.
—Kruk
—Kruk, muchas gracias por ayudarme.
Él hombre sonrió ante mi gratitud. Al igual que Jaques, tenia un aura de seguridad que envidiaba.
—Dijiste que estabas de paso. ¿Puedo saber a dónde ibas?
—Si. Me dirijo a Ciudad Capital.
—¿En serio? Podemos ir juntos —dije más animado de lo que debía haberlo dicho.
—No joven, yo viajo solo.
—¿Y a qué vas a Ciudad Capital? ¿Eres de allí?
—No. No soy de ningún lado joven, soy un nómada. La razón por la cual voy, es porque estoy buscando un objeto que en este momento no puedo decirte cual es. Tal vez mas adelante, tengo el presentimiento igualmente que, si las cosas siguen así, pronto todos van a estar detrás de ese objeto —dijo con una sonrisa enigmática.
—Está bien —dije y añadí—. Kruk, tengo que irme.
—Así es —dijo él saludándome—. déjame decirte que podés salir con tranquilidad por la avenida que se encuentra caminando hacia la derecha. Si pensabas volver por las alcantarillas, lamento informarte que, sin la presencia de Hier, podrías perderte.
—Gracias por el consejo —dije con honestidad, porque si era por mi ya estaba volviendo a las alcantarillas.
Me despedí de él y caminé hacia la derecha.
Tal como Kruk había dicho, el lugar se trataba de una gran estación de trenes y nosotros estábamos del lado antiguo.
Al llegar a la parte nueva, me encontré con un lugar muy bien iluminado, pero que, por la hora, poco habitado por ciudadanos comunes, pero si por varios policías. Para mi suerte, todos estaban observando el edificio en llamas y no me prestaron atención alguna.
Caminé hasta el sector de taxis, donde tomé el primero en la fila.
—¿Epa jefe, está bien? —preguntó el hombre al verme todo sucio y cubierto de sangre.
—Si amigo, vengo de una fiesta de disfraces—dije riéndome.
—Ah, me quedo tranquilo. ¿A dónde entonces?
Le di la dirección del departamento donde me estaba hospedando y cerré los ojos el resto del camino.
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