Dualidad vampírica
Seguía sin comprender la escena. Era Verónica, o al menos estaba vestida como Verónica, pero el pelo, el estilo del pelo era el de Victoria. Busqué en la habitación con la mirada, la presencia de otra persona, pero no vi a nadie.
—No te acerques porque la mato, te juro que la mato —dijo con la cara completamente trastornada y con la voz de Verónica.
Respiraba de manera entrecortada, y parecía estar temblando. Mi instinto, sin embargo, me decía que esto no era un truco, que realmente estaba apuntándose a ella misma, y hablando de matar a su hermana en el acto. ¿Pero quién era realmente?
—Por favor, tienes que ayudarme —dijo, cambiando por completo su tono de voz y su mirada. A pesar de seguir temblando, su mirada pasó en un instante de estar llena de odio a estar llena de miedo. Pero tan rápido como llegó, la mirada cambió y apretó mas fuerte el cañón del revolver en su cabeza. Por un instante, creí estar viendo a Victoria.
—Una palabra más y te mato —dijo nuevamente con la voz autoritaria. Y mirándome añadió—. Ignórala. Hablemos de negocios. ¿Dónde está mi relicario?
La frialdad con la que me habló, me hizo despejar las dudas y recordar lo que Jaques me había dicho, acerca de que hay cosas peores a ser transformado por un vampiro que poseía una forma horrible. El efecto de la transformación de Victoria/Verónica, parecía ser mucho peor que una existencia en un cuerpo deforme.
Ahora todo tenía un sentido. No es que las dos hermanas gemelas habían sido elegidas. Eran una sola persona. Eso explicaba el hecho, de que, para ver a Verónica, uno tenía que hacer una reunión con anticipación. El hecho de que nadie las viera juntas, no era solamente producto de una mala relación. Es que era imposible, o al menos algo que había resultado imposible, para cualquiera, menos para mí que al sobrevivir a la trampa de Verónica o Victoria, estaba presenciando esto. Aún así, la manera en la que hablaban, la manera en la que se comportaban, no era nada similar a la idea que me había hecho de ella.
—¿Cómo sé que no es una trampa? —dije aferrándome a la pistola.
—Porque soy yo muchacho —dijo Verónica con una sonrisa desquiciada—. Y pronto seré más yo que nunca.
—Está bien —dije, pero sin bajar la pistola.
—Por favor dispárale —dijo con la voz de Victoria.
—¿Qué te dije estúpida? —se preguntó, apretando el revolver y moviendo el dedo con el que sostenía el gatillo.
—No —grité desesperado, pensando que Victoria ignoraba el hecho, de que el revolver apuntaba a su cráneo y si algo le pasaba, jamás sabría dónde encontrar a Hier.
Verónica me miró sorprendida. Pero no efectuó el disparo, inclusive noté que había suavizado un poco el agarre.
—No puedes matar a tu hermana —dije finalmente.
—Tengo que hacerlo —dijo y por primera vez notaba algo de emoción en sus palabras y en su rostro. Había pasado de estar hecha una furia, a ser una persona completamente afectada por la situación—. Si no lo hago, seguirá arruinando mis planes, seguirá cometiendo estupideces.
—¿Tus planes? —se contestó con la voz de Victoria—. Tus planes nos habrían matado de no ser por mí. Estas tan absorta entre estas cuatro paredes y tus reuniones con Leopoldo, que ignoras lo que de verdad está pasando.
Por un instante, sentí que ambas hermanas, que habitaban el mismo cuerpo, morirían con el disparo que salió del revolver. Pero, en un último instante, la mano se desvió de la cabeza y el disparo terminó impactando contra la pared.
Observé el rostro de sorpresa de Victoria y podría jurar que en ese instante, ambas estaban presentes en el mismo momento. Se notaba por las facciones del rostro que se habían modificado de una mitad, y habían permanecido intactos en la otra. Pero, a pesar de esas diferencias, ambas demostraban estar sorprendidas por lo que había pasado.
¿Quién había desviado la mano? ¿Quién en ese caos que debía estar pasando por su cabeza, había logrado evitar la muerte? Tal vez ambas, respondió una voz en mi cabeza.
—¿No hay manera de que puedan hablarlo? —pregunté.
—No, jamás obedece, siempre hace lo que quiere—respondió molesta Verónica.
Para mi sorpresa, el tono de voz cambio nuevamente y volvió a hablar:
—Dijo hablar. No que me des ordenes como a un empleado —dijo Victoria.
—¿Y qué se puede hablar contigo? Si lo único que te importa, eres tú. Encamarte y beber sangre. Eso es lo único que haces hermana, y en tu afán de autocomplacerte, nos debilitaste, como paso con Hier —dijo Verónica enfurecida—. El vio más allá de tus ojos y se dio cuenta de con quien estaba tratando realmente.
—Y tú solo te encierras aquí a planear cosas para El Concilio. Como una estúpida, que piensa que la eternidad es manejar números, como si fueras una simple empresaria, cuando en realidad eres una criatura de la noche—dijo Victoria—. Y lo de Hier pasó por tu culpa, porque no pudiste ocultarte, como siempre hago yo cuando viene Leopoldo. Ahí no te importa abrir las piernas como la puta de tu hermana. Ahí si que te gusta usar tu cuerpo para llamar la atención.
—¿Quién te crees que eres para hablarme así? —preguntó Verónica volviendo a poner el arma en su cabeza.
—Creí que esa era la razón del éxito —dije intentando distraerla.
—Creíste bien. Mi inteligencia es la razón del éxito del club —dijo Verónica orgullosa.
—Me refería a ambas —dije y añadí, al ver la mirada desafiante de Verónica añadí—. Tú en los números, siendo inteligente para mantener un club tan grande, en una ciudad tan pequeña. Debe ser difícil, mantener un lugar así libre de problemas. Mientras, tu hermana en la pista de baile, haciendo ese acto para que todo el mundo la desee y vuelva al club con la esperanza de pasar una noche o varias con ella.
—Te equivocas —dijo Verónica.
—No creo. Si le preguntas a todos ahí arriba, te dirán que tu hermana es lo que los hacia volver. No solamente a los heterosexuales o a las lesbianas, hasta hace poco escuché en el baño. a una pareja de chicos hablando de la belleza de tu hermana y de como verla hacia que olvidaran todo lo malo —dije esperando que en el estado actual que se encontraba, no pudiera leer mi mente.
—Eso es parte de nuestro poder —dijo Verónica sin darle mucha importancia—. Yo podría hacer lo mismo.
Al terminar de decir la frase, emitió una risa burlona, que interprete no fue de ella sino de su hermana.
—¿Y te gustaría?
—¿Me gustaría que?
—Hacer lo mismo que tu hermana. Estar ahí arriba, haciendo que la gente se vuelva loca, en lugar de descansar, o estar aquí abajo.
—Es obvio que prefiero mi soledad. Pero si tengo que hacer eso para estar tranquila y obtener mi poder, lo haré.
—No tienes que hacerlo, si dejas vivir a tu hermana, podían seguir como estaban antes, podrían seguir creciendo.
—Es imposible —dijo, pero no hablo como Verónica, sino como Victoria—. ¿No ves que me odia? Me va a matar Robert, perdón por meterte en esto, perdóname por todo. Yo no quería que me vieras así. Se que te importa la misión, por eso permíteme decirte que Hier...
—No —interrumpí al ver en los ojos de Victoria, el cambio que ocurría cada vez que Verónica estaba por tomar el control del cuerpo—. En este momento, solo me importa que no se cometa una locura en este lugar. En este momento me importa hablar con tu hermana y hacerla entrar en razón.
—¿Y cuál sería esa razón? —dijo la voz de Verónica.
—En que tienes mucho más por perder si matas a tu hermana, que de ganar. Verónica, por favor, estuvieron juntas desde el comienzo, en algún momento se tendrían que haber llevado bien.
—Sí —dijo ella con aire soñador—. Hace mucho tiempo, cuando era chica. Mi papá no me dejaba salir a jugar con los demás, pero Vic siempre estuvo ahí para mí.
—¿Se ayudaban la una a la otra verdad? —pregunté, esperando que esto la convenciera de bajar el arma.
—Sí, en especial la noche que...—dijo Verónica y se mordió el labio.
—¿La noche qué? —pregunté sin entender que es lo que podía haberla hecho callar de esa manera.
—Mi hermana es sensible a ese tema—dijo Victoria tomando el control nuevamente—. Pero yo no soy sensible en absoluto. Nuestro papá abusaba de Verónica, cuando ella solamente era una nena de diez años. Eran hechos aislados, que yo miraba con repugnancia. Siempre odié a ese viejo pervertido. Pero cuando Vero llegó a la adolescencia, ya era algo más grotesco y violento, y algo diario. Mi hermana sufría, pero no hacía nada, era tal su sumisión, que sospecho que, en algún momento, dejó de forcejear e intentaba imaginar otras cosas, mientras ese viejo horrible se baboseaba sobre ella. Una noche, en la cual el viejo estaba completamente dormido, después de haber estado horas encima de mi hermana, yo tomé el control. Fui a la cocina y agarré un cuchillo. Empecé a caminar rumbo a la pieza, mientras mi hermana me gritaba que por favor no lo hiciera, que pensara en lo que sucedería si papá despertaba. Pero no despertó cuando entré en la pieza. Tampoco despertó cuando el cuchillo entró por la garganta y se movió en forma de arco.
La confesión me dejo helado. La maldición de la sangre, no la había vuelto demente como había pensado, sino la vida que había tenido. O tal vez, Victoria era todo lo que había reprimido Verónica y tomó vida al convertirse en Vampiro.
—Pensé que tu padre era el hombre de la imagen. Pensé que lo amabas.
—¿Él? —dijo señalando el cuadro. Si claro que es mi padre, claro que mi hermana lo ama. Yo también lo amo, de no ser por él, no nos hubiéramos convertido en lo que somos. Nuestro padre en toda su perversión, era un hombre de muchos contactos y con su muerte, uno de ellos apareció.
—¿Tú creador?
—Exacto. Su nombre es Malaviz. No lo conoces, pero es uno de los vampiros más poderosos, y más inteligentes. Él se encargó de rescatarnos del infierno que íbamos a vivir, se encargó de manejar todos los hilos hasta que fuimos mayores de edad y ahí realizó el ritual.
—¿El ritual?
—Si. Para encargarse de que ambas seamos libres. O al menos, lo mas libres que pueden ser dos almas en un mismo cuerpo.
—Estas dándole un aire muy romántico—dijo la voz de Verónica—. Estoy enferma, lo se Vorgrimler. Tú lo sabes, y sabes que enfermedad me aqueja.
—¡No! —gritó Victoria.
—Victoria tiene razón —dije y ambas parecían observarme desde ese único cuerpo—. No estas enferma. Al menos ya no. Tu creador te curó, te permitió desprenderte de tu hermana. O más bien dicho. permitió a ambas, desprenderse la una de la otra y renacer. Ahora ambas se conocen y se formaron de una manera para hacerse más fuertes. Por favor, date cuenta Verónica, tú también Victoria, la una fortalece a la otra. No es tan difícil de entender, si Malaviz es tan inteligente y poderoso, él seguramente sabia de esto y por eso las convirtió en lo que son.
Verónica, bajó el arma finalmente y la contempló para luego arrojarla lejos largándose a llorar. Yo guardé el arma y me quedé mirando la escena.
—Vorgrimler—dijo finalmente—. En el segundo cajón hay una carpeta, ahí tengo toda la información de Hier. Vas a encontrar un número, llámalo y dile que la cacería se terminó, que es todo gracias a vos.
Sin decir nada, me acerqué al cajón y lo abrí. La carpeta decía "Hier" y al abrirla, vi el número de teléfono que ella había dicho y un par de direcciones que debían ser los escondites que tenía. Dejé el relicario en el escritorio y me alejé de la habitación intentando no mirar mucho a la mujer que estaba en el piso, llorando y temblando.
Al salir de la puerta sentí una mano que se aferraba a mi espalda. Pronto sentí la cabeza de Victoria/Verónica apoyada sobre mí.
—Si decís una palabra de esto a alguien...
—Ya se lo que pasaría.
La mujer me volteó y mis ojos se cruzaron con los suyos.
—Ahora entiendo que vio Roxy en ti Robert.
Al escuchar ese nombre, mi corazón dio un salto.
—Es una pena, que no pudiera disfrutarte.
—Verónica, digo Victoria.
—Vile. Desde ahora llámame Vile.
—Vile. Tengo que irme, tengo una misión que cumplir.
—Lo sé —dijo y me dio un beso en los labios, un beso delicado y suave—. Jamás me voy a olvidar de esto Vorgrimler. Espero que nuestros caminos se crucen, y que cuando lo hagan, no estés apurado por ninguna misión.
Asentí y fui hasta el ascensor. Al tomarlo, observé antes de que las puertas se cierren a Vile, que me dedicó una sonrisa seductora.
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