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Cuestiones políticas

Llegué a una parte de la ciudad, donde había muchos rumores respecto a su inseguridad, pero jamás esperé que el taxista me dijera hasta aquí llego señor.

Me bajé del auto y caminé, aun estaba a unas cuadras del lugar.

La gente que estaba en la calle me miraba de manera extraña, pensé que alguien se acercaría a mi para hacerme o decirme algo, pero no pasó. Algunos me siguieron a distancia, pero al verme caminar hasta la puerta del bar, que se encontraba cerrado, decidieron alejarse.

Golpeé la puerta y esperé. Un hombre, abrió lo que parecía ser una rendija para observar y habló:

—¿Estas perdido?

—Estoy buscando a Jaques —respondí un poco nervioso.

—Aquí no hay ningún Jaques. Sal de este lugar antes de que te pegue un tiro en la frente.

—Jaques me pidió que venga. Soy Robert Vorgrimler. El me llama Vorg.

El hombre guardó silencio. Me quedé esperando, hasta que la puerta se abrió.

—Adelante —dijo, invitándome a pasar.

Entré y pude observar finalmente a mí interlocutor. Era un vampiro musculoso, vestido con unos pantalones militares y una remera gris, que le quedaba bastante ajustada. Él cerró la puerta atrás mío, y se quedó observándome.

El bar era un lugar espacioso, pero muy desordenado. Aun había botellas de cerveza en las mesas y algunas por el piso. Todo estaba alumbrado con unas luces rojas y a juzgar por unas sillas astilladas en el suelo, habían estado peleando. No había ninguna ventana.

Debía tener más de dos pisos, porque había unas escaleras ubicadas en el fondo del lugar que conducían por un pasillo hacia arriba y otro hacia abajo.

—Jaques esta arriba. Puedes subir con tranquilidad Vorgrimler —dijo el vampiro.

Asentí y caminé hacia la escalera. Al llegar al primer piso, me encontré con otro salón con un par de mesas y un anexo que llevaba a los baños. En las mesas se encontraban sentados lo que parecía ser una pareja. Una mujer muy atractiva de pelo corto oscuro que usaba una remera negra con el símbolo de un pentagrama y un tipo rapado de mirada penetrante que me observó y sonrió.

—Pero si es la joven promesa de Leopoldo —dijo Jaques saliendo del baño, con un cigarrillo en su boca—. ¿Viniste a hablar por el líder de El Concilio?

—Hola Jaques —dije, acercándome a él.

—Quédate donde estas —dijo la mujer de manera amenazante.

La observé, y extrañamente me pareció más intimidante que hace unos segundos. Sus ojos brillaban con un dorado extraño. Apreté los puños y sentí una necesidad imperiosa de correr.
—¿Viniste a hablar por parte del líder? —preguntó la mujer.

—No —respondí incomodo—. Ya cumplí mi misión. Inclusive, encontré la manera de que el líder por el momento no me pida más nada.

—¿Cuál? —preguntó la mujer.

—Bueno, resulta que mi sangre es de...

—Los hijos de Trimarius —dijo la mujer bastante irritada—. Decime algo que no sepa.

—Bueno, me uní a Maximus.

La mujer golpeó la mesa, el hombre que estaba sentado al lado de ella resopló y Jaques empezó a reír.

—La sangre es más espesa que el agua —dijo Jaques.
—Me importa una mierda —dijo la mujer—. Ya es leal a Maximus, que mierda hace aquí uno de estos usurpadores, traidores, asesinos.

Quise preguntar que quería decir con todo eso, pero me quedé callado.

La mujer se levantó. Parecía mas alta inclusive y empezó a caminar hacia mí.

—Basta Freys —dijo el hombre que estaba sentado y su voz me resulto familiar.

—Pero, ¿No lo escuchaste? Le juro lealtad a Maximus, es uno de ellos.

—Si lo escuche —dijo el hombre, posando su mirada en mi—. Pero también se las condiciones en las cuales debe haber jurado su lealtad. Desde su primer día como vampiro, que la muerte camina a su lado y en Maximus encontró la manera de liberarse de ella y momentáneamente alejarse de Leopoldo. Además, es su sangre. Pretender que un hijo de Trimarius pase la eternidad sin antes ser iniciado por los suyos, es pretender que no salga el sol. La sangre es más espesa que el agua, si Jaques tiene razón, pero hay ideas que son superiores a cualquier individuo.

Hablaba tranquilo, y eso había contagiado de alguna manera a la mujer llamada Freys, porque se quedó en su lugar, y puedo jurar que dejó de parecerme tan alta e intimidante, había vuelto a ser la mujer hermosa que había visto al entrar al salón.

—Perdón Jaques —dije arrepentido—. Si hice algo mal y mi presencia es una molestia me voy. Solo quería saludarte, dijiste que si llegaba hasta Ciudad Capital que lo haga y eso hice.

—Tienes razón, eso hiciste —dijo Jaques con frialdad—. Apúrate antes de que salga el sol.

Asentí y me disculpé de nuevo con los dos Vampiros que estaban en la misma habitación y me di vuelta.

—Vorgrimler —dijo el hombre que estaba sentado.

—¿Sí? —dije volteando para verlo.

—No molestas a nadie. Si querés quedarte y hablar con Jaques, o descansar con nosotros hasta que sea una nueva noche podés hacerlo. No tenemos camas cómodas como puede llegar a tener Maximus, pero tenemos algo de sangre si tienes hambre.
Miré a Jaques unos instantes, y vi como este cambiaba el semblante serio por una risa burlona.

—Ya siéntate Vorg —dijo riéndose—. Te estaba tomando el pelo. Quería saber como reaccionabas, y por lo visto nada de que lo que te paso en estas últimas noches te cambió.

—¿En serio? —pregunté—¿Todo era una broma?

—No —dijo Jaques señalando a Freys—. Ella de verdad te quiere romper la cabeza, pero dale unas copas, tal vez te termine rompiendo otra cosa.

—Jaques, porque no te callas —dijo Freys.

Me acerqué a la mesa y el hombre extendió su mano, señal de que podía sentarme. Tomé asiento en la silla frente de él, mientras Jaques se sentaba al lado mío.

—Discúlpame —le dije al vampiro—. Tu voz me suena familiar de algún lado. ¿No nos conocemos?

—No nos conocemos. Pero estuvimos antes en el mismo lugar y es por eso que reconoces mi voz. Mi nombre es Diaz.

—Es el que mando a la mierda a Leopoldo, cuando te estaban por cortar la cabeza neófito—dijo Freys.

—¿Tú? —pregunté sorprendido—. Yo, eh, gracias, no sé cómo agradecerte.

—Que estés acá ya es agradecimiento suficiente. Pero si de verdad querés complacerme por lo que hice, tomemos algo y escucha lo que tengo que decirte sobre ser un vampiro. Luego seguí tu camino, con los tuyos, o con Leopoldo, lo que menos quiero es que sientas que te estoy cohibiendo de tu libertad —dijo el hombre muy tranquilo.

—Si —respondí rápidamente—. Te escucho fuerte y claro.

El hombre corpulento de la puerta, subió con un cajón de botellas. Pensé que eran botellas de cerveza, pero al dejar el cajón el suelo y destapar una, me di cuenta que era sangre.

Dejó una botella para cada uno y se sentó también con una botella en la mano.

Todos tomaron un sorbo de la botella y yo también lo hice. El sabor era bueno, no era tan bueno como la sangre que me había llevado Saturno al departamento, pero servía. Inclusive, sirvió para darme cuenta que Leopoldo en toda su muestra de orgullo acerca de cómo yo había realizado la misión y lo feliz que a él le ponía eso, no me había ofrecido ni una sola gota de sangre.

—¿Vorgrimler o Vorg? —Preguntó Diaz.

—Vorg está bien —respondí con honestidad.

—Bien Vorg. ¿Qué es lo que sabes hasta ahora?

—¿Respecto a qué?

—A la sociedad vampírica.

—Bueno. Se que Leopoldo es líder de El Concilio. Se que hay humanos que toman de nuestra sangre y se llaman ghouls. Se que por más que Leopoldo sea el líder, hay lugares que tienen sus propios jefes, como pueden ser las hermanas Vile o Maximus, que parece estar en un nivel mas similar al de Leopoldo. Y luego Jaques que según él le importa todo un carajo.

Jaques y los vampiros rieron al escuchar lo último.

—Si, bien —dijo Diaz, mirando con una sonrisa a Jaques—. Tienes razón en ciertas cosas. Permíteme explicarte bien de que se trata esto, antes de que Maximus te nuble con sus reglas. ¿Está bien?

—Si.

—Bien. Esto es todo político, lamentablemente ni morir permite que uno se libre de la política. Leopoldo es como un presidente. Lo que tiempo atrás podía ser un monarca. No me extrañaría que su maestro fuera algún consejero del antiguo monarca de El Concilio.

—¿Cuándo decís monarca, decís de la época medieval?

—Si. Así de antiguo es El Concilio y así de antiguo es el Bestiario. Siempre existiendo en la sombra de la humanidad.

—¿Y nadie supo de la existencia de los vampiros?

—En los antiguos días de la humanidad sí. Por algo, los ancestros pensaron que la mejor manera de sobrevivir era estar escondidos de los humanos. Y a los vampiros como El Bestiario que creían lo contrario, bueno me imagino que sabes que pasó.

—Si. Los vampiros de El Concilio los mataron.

—Exacto.

—Pero no lo entiendo. Los vampiros son extremadamente fuertes, porque estar escondidos de los humanos.

—Porque los humanos pueden pelear de noche y de día —dijo Jaques—. Y, además, cuando el humano siente miedo saca lo mejor de si mismo. Inventaron la bomba nuclear para matarse entre ellos, quien te dice que, ante la amenaza vampírica, no son capaces de crear una especie de proyector que haga luz solar. Si eso nos toca somos cenizas.

—Si claro —dije riendo.
—No es cuestión de reír Vorg —dijo Diaz—. Las armas humanas evolucionan siempre en base al temor. El tiempo les demostró a los ancestros estar en lo correcto. Hoy en día los humanos se temen entre ellos y planean armas biológicas. Son muy pocos los humanos que creen en nuestra existencia y hacen algo al respecto y aunque no lo creas hay cazadores de vampiros que son temibles.

—¿En serio? —pregunté sorprendido—. ¿Cómo Van Hellsing?
—Algo así —dijo Jaques—. O sea, Drácula es algo más, que un tipo obsesionado con la novia muerta, es la manera de matar vampiros. Esta disfrazado como novela, pero fue escrito para cazar vampiros. Para darle a un humano común la chance de hacer algo.

Tomé un sorbo largo de sangre y me quedé en silencio.

—Volvamos al presente —dijo Diaz—. Vile es una comerciante con un puesto en El Concilio. El puesto le da el derecho a gobernar sobre una ciudad. Efectivamente gobierna Santa Jennifer, pero, ese derecho a gobernar lo hace pagando tributo a Leopoldo. Gente como Vile hay bastantes, todos esparcidos por el país.

—O sea que Leopoldo es el presidente de los vampiros en este país.

—Exacto. Pero no es como para los humanos. Leopoldo toma decisiones, se cree que es el líder y hace estos shows como el que hizo cuando mato a tu maestra, para reforzar su autoridad. Pero la realidad es que hay cosas que por más que él no quiera admitir no puede controlar y tiene que negociar a cara de perro.

—¿Cómo qué?

—Como tu nuevo maestro o nosotros.

—¿Ustedes?

—Si. Los hijos de Trujah no nos arrodillamos ante nadie. Esta parte de la ciudad es nuestra y no movemos un pelo por El Concilio y si le molesta, bueno que envié a sus hombres —dijo Diaz con una sonrisa desafiante.

—¿Entonces ustedes están en contra de El Concilio?

—No. Pero si de su presidente. El Concilio es una manera de llamar a las reglas de nuestra sociedad. La primera es mantener nuestra existencia en secreto. Esa regla que es la mas importante la respetamos. El resto de las reglas, que seguramente tu maestro te explicara nos parecen una mierda y queremos cambiarlas.

—¿Y porque no las cambian?

—Cuidado con lo que preguntas —dijo Frey.

—Está bien que pregunte —dijo Diaz, mirando a su compañera—. Porque somos pocos.

Lamentablemente nuestros números no son los suficientes para poder enfrentarnos a los que lideran El Concilio.

—Entonces, buscan sumar gente nueva como yo.

—No necesariamente. Pero nos gusta saber que te brindamos un poco de verdad entre todas las cosas que te puedan llegar a decir.

—Su verdad —dije casi sin pensarlo.

—Claro —dijo Diaz y por un instante su tono se volvió mas serio.

—Bueno, si Jaques esta con ustedes —dije sonriendo—. Es porque su verdad debe ser la más igualitaria.

Los vampiros sonrieron al escuchar esto.

—Pero yo ahora tengo que estar con Maximus hasta ser libre. Y no se cuanto tiempo faltara para eso.

—Lo sé. Por eso me gustaría que sepas bien cuál es tu origen. Antes de que las cuestiones sociales nos mantengan alejados.

—¿La historia de Trimarius? —pregunté.

—Si, la verdadera historia. La que Maximus jamás te contara.

Por un momento dudé. A juzgar por el tono de Diaz, lo que estaba por comentarme no era para nada bueno, pero no era el primer vampiro en decirme algo negativo respecto a la sangre que llevo dentro mío.

—Está bien. Cuéntame la historia de Trimarius.

Diaz asintió, tomó un largo sorbo de sangre y comenzó:

Es una historia que empieza con el asesinato de nuestro padre. Con el asesinato de Trujah.

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