CAPÍTULO 44
Episodio +18, espero que lo disfruten
DROGO
Comencé a desvestirla, deshojándola como si fuese la más bella de las flores; con cuidado y amor mientras la tenía aún en mis brazos. Apenas tenía ropa y todavía no había tocado el suelo. La deseaba tanto que mi raciocinio estaba al límite.
Mir ojos estaban rojos pero ella me miraba con todo el amor del mundo sin una brizna de temor en sus hermosos ojos. Sus caderas ardientes se insinuaban en torno a las mías, notando como su humedad empapaba mis pantalones.
Sus juguetonas manos sujetaban y tiraban de mi pelo, mientras que se contoneaba indecentemente. Mis manos agarraban su precioso trasero con firmeza, controlando que mis colmillos no se hincaran en la suave y flexible piel de su cuello. Pero donde más deseaba morderla era en el pecho, cerca de ese corazón cuyo sonido me volvía loco. Deseaba escuchar sus latidos mientras el sabor de su sangre impregnaba mi boca. Deseaba sentirla en su totalidad sin ningún tipo de impedimento. Ella me miraba con los ojos oscurecidos; aquel verde pradera se había convertido en un verde oscuro y profundo como las aguas de un pantano y aún más brillantes que las estrellas. Colgado sobre su pecho, el colgante de la media luna se insinuaba justo encima de aquellos bellos montes que tanto deseaba saborear y tocar.
La tumbé en la cama, pero esta vez dejé que mi parte romántica saliera más que la alocada y la pasional. Deseaba hacerle el amor, no como aquella vez en casa de Sebastián o en pleno avión; aquello era una necesidad distinta. No era la necesidad de llenar nuestros cuerpos sino de entregar nuestras almas.
Deslicé aquellas piezas de tela que la hacían ver adorable. No sentía vergüenza como otras veces, sino que se mostraba participativa y ansiosa; tanto como yo. Cuando mis manos se posaron en mi camiseta, ella puso sus manos sobre las mías, impidiéndome desnudarme. Sus manos tomaron las mías y me hicieron caer a la cama en un descuido, colocándose ella encima de mí. Sus manos se deslizaron dentro de mi camiseta, pellizcando ligeramente mis pezones. Mordía tan fuerte mi labio que no recordaba que tenía los colmillos fuera. Una gota de sangre comenzó a caer de mis labios y Sun comenzó a acercarse.
-No cariño, no puedes; si bebes mi sangre y yo la tuya, te convertirás en lo que soy...
-¿Y eso es malo?-Me preguntó inocentemente.
-No quiero que lo seas preciosa; quiero seguir sintiendo tu calor y escuchar tu corazón cada día.
-De momento lo aceptaré, pero quizás no lo acepte siempre.
Cuando Sun tiene una idea en la cabeza, es imposible hacerla cambiar de opinión. Sabía que tarde o temprano el tema de la conversión saldría a la luz, pero en aquel preciso instante, era lo que menos me importaba.
Mi pequeña guerrera se deshizo de mi camiseta de forma hábil, siguiendo a los botones de mis pantalones. De un plumazo estaba completamente desnudo al igual que ella.
Se colocó de nuevo encima de mí, contoneándose y restregando su húmedo sexo con el mío. Sus labios interiores besaban mi envergadura, envolviéndola en su humedad. Su esencia y la mía comenzaron a entremezclarse en una excitante danza que iba turbando nuestros sentidos mientras que nuestras gargantas emitían los sonidos del amor.
Tenía a la más bella criatura sobre mí; la más bella de las mujeres que pasaron por mis manos. Esta vez recordaría su rostro y su nombre para siempre, no como aquellas veces que apenas me daba cuenta quien me estaba montando o besando. Aquello llegaba al alma, llenaba cada rincón de mi ser. Con solo tocarla sentía un escalofrío en mi propio cuerpo, como si ambos estuviésemos conectados.
Sus caderas se colocaron un poco más arriba, tomando mi miembro entre sus delicadas manos. Sus dedos jugueteaban con mi punta húmeda y excitada, ascendiendo y descendiendo por toda su longitud. Ella se dio la vuelta, quedando de espadas a mí y tocándome con ambas manos. Una de sus manos masajeaba mis testículos mientras la otra se deslizaba por mi sexo.
El aroma de su piel despedía feromonas combinada con su excitación y la mía. Mis manos sujetaban con fuerza sus caderas, incorporándome en la cama para poder alcanzar su entrada. Mis dedos comenzaron a deslizarse en su interior, mientras que su espalda arqueada estaba contra mi torso. Sus movimientos comenzaron a ser brutales al igual que los míos, llenando la habitación de alaridos sin importar quién nos oyese.
La tumbé con el estómago pegado al colchón, colocando una almohada bajo de sus caderas para que su trasero estuviese más en alto. Le di un último mordisco a su húmedo interior antes de deslizarme completamente dentro de ella. Ella comenzó a gritar mientras que sus dientes mordían la sábana de mi cama. Introduje mi dedo en su boca para que lo mordiese y se desfogase, provocando que mis movimientos comenzases a ser más salvajes. Aquella lengua desataba infiernos dentro de mí, causaba estragos en mi cabeza pero me hacía alcanzar el cielo. Parece irónico que, estando muerto, la única forma que tengo de ir al cielo sea gracias a mi amada Sun; nunca otra persona lo había conseguido.
Teníamos tanto que hacer y tanto que decir. Tenía que hablarle de Lorie y de su hermana, de lo que haríamos a partir de ahora. Planear mi vida junto a ella lejos de agobiarme me hacía sentir esperanza. Pensaba que nunca más podría volver a sentirme humano, pero estar con ella no me hacía sentir humano sino como algo superior casi místico. Es tan complicado de explicar, pero, ¿Quién puede explicar el amor con las palabras exactas?
La explosión de nuestros cuerpos indicaba la llegada de nuestro éxtasis más supremo. Ambos quedamos desplomados sobre el colchón, atrayendo a mi pequeño cuerpo jadeante y suave hacia mí. Nuestras miradas parecían mirarse de verdad por primera vez, como si aquel momento nos hubiera desnudado de verdad y ahora nos viéramos como realmente éramos.
La tomé del rostro con la mayor suavidad que pude y le dije algo que pensaba que nunca le diría a nadie:
-Sun Ji, ¿Me harías el vampiro más feliz de la tierra casándote conmigo?
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