Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

Nobara Kugisaki había conocido a Yuuji a la edad de seis años, cuando había sido acogida por el rey y la reina Itadori, los cuales le dieron abrigo, comida, educación, cariño y un hogar.

Era un miembro más de la familia, junto a Todou, siempre jugando con los gemelos, estudiando junto a Choso; pero todo había cambiado cuando, a sus catorce años, la noticia de que Jin y Kaori Itadori habían fallecido golpeó repentinamente la vida de todos.

Choso, con apenas diecinueve años, debía ser nombrado como el nuevo monarca.

Sukuna se había vuelto frío y distante.

Aoi se había ido del castillo, encontrándose con una mujer que lo entrenó hasta el día de su regreso.

El pueblo clamaba por otro soberano, diciendo que el primogénito de los Itadori no era el indicado y que llevaría al reino a la ruina.

Lo único que aún seguía intacto era el carácter optimista de Yuuji, el cual, a pesar de su profundo dolor, se mantenía alegre, apoyando a los demás.

Un año más tuvo que pasar para que ambos se dieran cuenta de que eran destinados, pero para que también cayeran en cuenta de que el deseo que sentían no era uno carnal o romántico, sino uno de cariño y protección mutua; y sólo decidieron cumplirlo.

Mas ahora se encontraba decepcionada de sí misma porque no estaba cumpliendo con su parte; había jurado proteger al omega que tenía por destinado y, en lugar de hacerlo, Yuuji era quien recibía golpes e insultos para mantener la seguridad de los demás.

Sentía una opresión en el pecho. Ver a su mejor amigo lleno de moretones le rompía el corazón, sin embargo, sabía que no podía hacer nada más que disculparse por no poder siquiera afrontar al rey.

—No te disculpes, sabes que no es tu culpa —decía siempre el de cabellera rosa, mientras la abrazaba y liberaba feromonas para calmarla—. Eres consciente de que Sukuna te asesinaría apenas intentases reclamarle algo. ¿Cómo crees que me sentiría sin ti? Prefiero aguantar esto que ver cómo te ejecutan en medio del pueblo.

Y Nobara juraba que su amigo merecía el mundo entero.

══════ •『 ♡ 』• ══════

Luego de haber tratado las heridas que Sukuna le provocó, Yuuji se encontraba en el invernadero del castillo junto a Junpei, su sirviente personal, ambos omegas contemplaban la gran variedad de flores y plantas, todas bellísimas, pero una había robado la atención del de cabellos rosados: una rosa. Estaba en el suelo; era de un rojo intenso, parecía bañada en sangre, sus pétalos eran suaves y delicados, pero sus aguijones duros y puntiagudos. Le vino a la cabeza la personalidad de su amiga y sonrió para sí mismo.

—¿Qué haces aquí, Yuuji? Te estábamos buscando —Choso apareció de la nada, rompiendo el cómodo silencio del lugar—. Gojo propuso ir a cazar al bosque. Al parecer quiere aprovechar esta ocasión para acercarse a ti y Sukuna no se negó. 

El menor de los Itadori sólo acercó la flor, que aún yacía en sus manos, a su nariz e inhaló su aroma «Igual que las feromonas de Nobara» pensó.

—Definitivamente, Kugisaki es una rosa —murmuró para sí mismo, dejó la flor sobre una de las tantas mesas y salió del lugar con Choso y Junpei siguiéndolo.

══════ •『 ♡ 』• ══════

La tarde se le había pasado volando, con los sabuesos siguiendo el rastro de jabalíes, ciervos y corzos, Satoru y su gemelo, con sus arcos, lanzando flechas a los pobres animales, y su tristeza por estos, diciendo que les bastaba con uno o dos para la comida, Choso concordando con él; sin embargo, ambos siendo ignorados.

No sabía cómo había llegado ahí, pero se encontraba recostado sobre lo que él suponía era el pasto, con dolores punzantes en los costados de la cabeza y el frío recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Lo último que recordaba era terminar cayendo y lastimándose un tobillo luego de haber visto y perseguido un hermoso y majestuoso lobo negro con una flecha clavada en su pata delantera izquierda.

Algo incómodo por la posición en la que se encontraba, abrió sus ojos y estos se fijaron en el oscuro y profundo cielo, muy pocas estrellas llenaban su inmensidad; luego su mirada chocó con lo único que iluminaba el aterrador y extenso bosque: la pálida luna. Se reincorporó y respiró hondo. Todo a su alrededor le brindaba un sentimiento de tranquilidad.

Escuchó un ruido a sus espaldas y, con cierto nerviosismo, se preparó para pelear en caso de que la situación lo requiriera; sin embargo, vio como un lobo —casi idéntico al de la tarde— salía de entre los arbustos; su pelaje era tan blanco como la misma luna y sus ojos oscuros y profundos. El animal se le acercó, Yuuji no tuvo miedo alguno y lo acarició.

Luego de unos minutos el mamífero se alejó pero, antes de desaparecer de la vista del omega, se detuvo y giró su cabeza hacia este, como si lo incitara a seguirlo, y Yuuji, sin comprender el porqué, así lo hizo.

Luego de unos minutos caminando —con el tobillo ya como nuevo— el de cabellos rosados divisó una cabaña, era pequeña y parecía algo descuidada. Cuando llegaron a la entrada del lugar, el animal se detuvo y, con las uñas de sus patas, raspó la madera como si tocara la puerta; esto hizo sonreír al omega.

—¿Me trajiste aquí para que no me congelara afuera? —dijo mientras se agachaba a la altura del lobo para acariciarlo, este le lamió la mejilla—. Eres un buen chico.

«Al parecer alguien vive aquí, pero ¿y si no permite que me quede? Todo está completamente oscuro, no podré encontrar el camino de regreso así. Tal vez pueda dormir sobre un árbol o... » Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la puerta se abrió, revelando a un muchacho alto, de cabello oscuro y puntiagudo; vestía un sayo¹, algo desgastado, de color marrón.

—Hola... me extravié en medio del bosque y, gracias a este grandulón —Indicó al lobo, el cual movía su cola de un lado a otro y tenía la lengua afuera—, llegué hasta aquí. Me preguntaba si me dejarías pasar la noche...

Al terminar de hablar, Yuuji alzó la vista, encontrándose con los ojos azules del contrario; con la intensidad de su color y su toque brillante. Creía que incluso podía ver el cielo reflejado en esas iris azules; notaba la profundidad del firmamento y las pocas pero muy brillantes estrellas que poseía. Se perdió en esas largas e incontables pestañas, en esas finas pero bien marcadas facciones y en esa pálida piel, que parecía suave al tacto. Agudizó su olfato y percibió un aroma familiar.

Megumi carraspeó, algo incómodo por la continua mirada del contrario, que, en base a sus feromonas, era un omega, a pesar de no parecerlo. Era sólo unos centímetros más bajo que él, mantenía un cuerpo en forma y no lucía para nada asustado pese a que se encontraba en medio del bosque, de noche, solo y sin ninguna protección, eso lo sorprendió un poco. Pero lo que más lo intrigó fue el hecho de que no había salido corriendo apenas sintió su olor.

—Por lo que veo eres un alfa, entiendo si no quieres dejarme pasar a tu territorio —Interrumpió Yuuji—. Lamento interrumpir en tu hogar.

El delta estaba confundido, ¿acaso ese chico no distinguía su aroma? Tal vez estaba enfermo o poseía un sentido del olfato pésimo. De todas formas, eso sólo estaba en su favor así que, observando al contrario y el ambiente fuera, se decidió por dejarlo pasar. No creía que el menor representase una amenaza para su seguridad aunque tampoco bajaría la guardia ante este.

Al entrar, un aroma inundó el sistema del omega; las feromonas ajenas estaban impregnadas por todas partes. «Huele igual que Nobara el otro dia. ¿Será que él es... el delta?»

1. Prenda de vestir holgada y sin botones que cubría el cuerpo hasta la rodilla; era usada por artesanos y campesinos durante la Edad Media.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro