Pijamada con el tío Tora
Tres años y medio
—No sé... ¿en serio crees que estará bien? —Chifuyu llevaba ya alrededor de seis minutos rehaciendo y deshaciendo el nudo de su corbata, en bucle; la inquietud carcomiéndolo por dentro. Tenía un mal presentimiento sobre esto, aun cuando Baji le había asegurado que todo iba a salir bien.
Keisuke se encontraba terminando de arreglarse el cuello de la camisa, repasando su reflejo bien acicalado en el espejo del baño. En una hora y media tenían que estar en el aeropuerto para tomar un vuelo a la prefectura de Kyoto. Una tía de Chifuyu había fallecido la noche anterior y sus familiares de allí habían llamado para informar acerca de lo sucedido. También les avisaron sobre el día que le darían sepultura, por lo que la pareja asistiría junto a la señora Matsuno al funeral, que se celebraría la tarde siguiente.
Realmente Chifuyu apenas conocía a su tía, tan solo tenía unos pocos vagos recuerdos sobre ella, todos de cuando era niño, pero de igual forma pensaba asistir a su funeral.
El problema estaba en que no iban a llevarse a Aiko a Kyoto, pero tampoco podían dejarla sola. Y debido a lo repentino del asunto, casi nadie estaba disponible para quedarse con la niña, ni tan siquiera la madre de Keisuke, pues justo en esos días se encontraba visitando a su hermana en la otra punta de la ciudad.
—Fuyu, tranquilo. Solo vamos a estar fuera dos días.
—Lo sé, y si se hubiese podido quedar con tu madre estaría tranquilo, pero así... —Chifuyu mordió su labio inferior con preocupación, sus manos temblorosas deteniéndose a medio camino de atarse (por séptima vez) la corbata—. ¿Estás seguro de que Emma y Draken no pueden hacerse cargo de ella el tiempo que vamos a estar fuera?
Baji negó con la cabeza.
—Shui es muy bebé aún, y además creo que está teniendo problemas para beber la leche materna —explicó—. La última vez que hablé con Draken parecía bastante agobiado porque Emma estaba algo decaída, y sabiendo eso me sabe mal pedirle el favor.
Chifuyu suspiró. Sí, él tampoco quería darles más problemas ahora que su hijo estaba recién nacido, sabía por experiencia propia que con los llantos del bebé conciliar unas pocas horas seguidas de sueño era algo realmente difícil. Y Emma también se veía muy cansada, la última vez que Chifuyu la vio había notables círculos oscuros bajo sus ojos mieles, no buscaba molestar más a la pareja... Pero es que, estaba desesperado.
Quería asegurarse de que Aiko estuviese bien mientras ellos estaban fuera, que se quedase bajo la vigilancia de un adulto responsable y no le faltase de nada, ¡pero no había nadie disponible!
Mitsuya se pasaba todo en día en el taller, trabajando en un encargo importante; Takemichi y Hina se habían ido de viaje con Tetsuo y no volverían hasta el domingo; los Kawata estaban muy atareados con la apertura de su nuevo restaurante, y si Chifuyu era sincero, tampoco se fiaba demasiado de Nahoya... y Koko e Inui directamente no cogían el teléfono.
Por lo que los únicos adultos que quedaban eran...
—¡Tío Tora ya llegó! Está tocando al timbe —los gritos de Aiko interrumpieron sus pensamientos. La pequeña pelinegra asomaba su cabecita por la puerta del baño, con una expresión de ilusión en el rostro.
—¿Pero seguro que Kazutora podrá hacerse cargo de ella? —susurró—. No es precisamente la persona más responsable que conozcamos.
Las manos de Baji se posaron en las suyas, deteniéndolas. Hasta ese momento, Chifuyu ni tan siquiera se había percatado de que estaba temblando un poco. Keisuke acarició la piel de sus palmas con cuidado, para luego terminar de atarle él la corbata.
—Chifuyu, era él o Mikey. Y no pienso dejar a Aiko con Mikey —Baji quería mucho a su amigo de la infancia, realmente lo hacía, pero sabía que encargarle a un niño durante dos días solo sería receta para el desastre. Chifuyu estaba bastante de acuerdo con eso—. Kazutora va a cuidar muy bien de ella, sabes que siempre lo hace, así que dale un voto de confianza, ¿sí? No va a descuidar a Aiko.
Chifuyu suspiró, finalmente asintiendo con la cabeza. Él también confiaba en Kazutora, en lo que no confiaba era en su capacidad para cuidar niños...
—Está bien.
—Papi, papi, papi —repitió la pequeña, tirando de la tela que envolvía la pierna de Keisuke en un intento por captar su atención—, tío Tora —recordó.
El pelinegro le revolvió el cabello, despeinándola un poco. Se separó de Chifuyu murmurando de nuevo un «tranquilo», y junto a Aiko, se encaminó hacia la puerta para recibir a Kazutora.
Aiko adoraba a Kazutora, ¿qué podría salir mal?
—¿Y te vas a quedar a domir?
Kazutora y Aiko se encontraban sentados en el sofá, viendo un maratón de películas de Barbie. Llevaban ya alrededor de tres horas mirando el televisor, habían visto Barbie y el castillo de diamantes mientras comían la fruta picada que Chifuyu había dejado para la merienda (se supone que era solo para Aiko, pero Kazutora tenía hambre y había un bol entero), y ahora estaban por la mitad de Barbie: Fairytopia. La niña estaba muy emocionada de que su tío hubiese aceptado ver con ella una de sus sagas de caricaturas favoritas.
—Sip, y mañana también voy a estar contigo todo el día. Tus papás volverán en la noche —dijo, sin apartar la mirada de la tele. ¿Realmente esta cosa era para niños? Ese bicho, Bibble, la rata voladora azul o lo que demonios fuese, tenía cara de criminal en potencia.
—¿Eso sinifica que tú y yo podemos hacer una fiesta de pijamas? —preguntó Aiko, su voz sonando muy ilusionada.
—Depende, ¿qué se hace en una fiesta de pijamas?
La pelinegra se puso entonces en pie, interponiéndose entre el televisor y Kazutora, con una sonrisa y sus bracitos doblados en un gesto de genuina emoción.
—Podemos jugar muchos juegos, comer un montón de goloshinas, seguir viendo pelis, hacernos peinados —explicó, enumerando las diferentes actividades con sus pequeños dedos— ¡Y podemos hacer guerra de almadas!
—¿Guerra de almohadas?
—Sí, eso.
—Está bien —dijo al cabo de unos segundos, y la niña aplaudió feliz, lanzándose de nuevo al sofá para abrazarlo. Nunca antes había hecho una fiesta de pijamas, solo sabía de su existencia por los dibujos animados; ni tampoco había pasado nunca una noche con su tío Tora, por lo que estaba realmente contenta, deseando que ya llegase la hora—. Pero sin las golosinas, ¿vale? Que si tu papá se entera de que te he dejado comer muchos dulces me castra.
—¿Qué es "castria"? —cuestionó Aiko, ladeando un poco la cabeza en un genuino gesto de curiosidad. La melodía que estaban cantando en la película de Barbie aún se escuchaba de fondo.
—Se pronuncia "castra", y es como se le dice a la acción de... dejar sin descendencia a alguien —explicó.
—¿Y qué es "descendencia"?
—Es un sinónimo de hijos.
La pelinegra abrió mucho los ojos, ahora muy sorprendida. Tampoco tenía muy claro lo que significaba sinónimo, pero intuyó que debía de ser algo similar a la siguiente palabra. ¿Eso quería decir que tío Tora tenía hijos? ¿Y su papá se los iba a quitar?
—¿Tú tienes hijos?
—Podría tenerlos algún día, sí, pero si te dejo comer golosinas, ya seguro que no.
—Entonces sin golosinas. No quiero que papá te castrie —decidió, muy seria.
Siguieron viendo las películas hasta que dieron las siete y media de la tarde. Después de casi cinco horas de cine infantil, Kazutora ya había asumido que probablemente esa noche iba a tener pesadillas con Bibble y el resto de amiguitos de Barbie.
Chifuyu le había dicho que Aiko debía de estar durmiendo a las once como muy tarde, así que si querían hacer una pijamada, deberían de comenzar ya para que les diese tiempo a todo.
—Vale, ¿qué quieres hacer primero? —cuestionó, levantándose del sofá para estirarse un poco. Tenía los músculos agarrotados por haber pasado tanto tiempo sentado en la misma posición.
Aiko se puso también en pie con agilidad, sus ojitos claros brillando con ilusión.
—¿Puedo hacerte un peinado?
Tampoco es como si Kazutora pudiese decir «no» a esos ojos de cachorrito suplicante, por lo que terminó asintiendo con la cabeza en una señal de afirmación. La menor soltó un gritito de felicidad y lo agarró de la mano, tirando de él para que le siguiese a su cuarto, pegando saltitos con cada paso que daba.
Le indicó que se sentase en la alfombra que había sobre el suelo y ella se posicionó de pie a sus espaldas Enseguida notó cómo unas pequeñas y suaves manos le tanteaban sus largos mechones.
—¿A tu padre también le haces peinados? —cuestionó, sus ojos ambarinos paseándose por el cuarto de Aiko mientras esta trabajaba su pelo. Las paredes estaban pintadas de un color lavanda clarito, adornadas con varios dibujos infantiles que ella misma había hecho. Sobre su cama descansaban algunos peluches, todos con forma de animales, pero el que más destacaba, sin duda era ese gatito de felpa que Kazutora le había regalado nada más nacer.
Las manos de la niña separaron su cabello en dos partes con algo de torpeza, peinándolas con un grueso cepillo para que ningún cabello rebelde se escapase. Kazutora suponía que probablemente querría hacerle dos coletas.
—¡Sí! A papi Kei también le gusta que le peine, una vez conseguí hacerle dos tenzas —explicó, muy orgullosa.
Kazutora tuvo que hacer un esfuerzo enorme por aguantarse la risa al imaginar a Baji con dos trenzas, una a cada lado. Como el típico peinado que Ran Haitani llevaba en su adolescencia.
—¿Y a mí que me vas a hacer?
—Es sopresa —dijo, y continuó cepillando. Le gustaba mucho el pelo de su tío, tan largo como el de su papá, pero negro y amarillo. Ella de mayor también quería tenerlo así, con algunos mechones rubios o de otro color resaltando en el oscuro azabache de su melena.
Agarró un grueso coletero amarillo e hizo una coleta, algo suelta porque no tenía la suficiente fuerza como para amarrarlo bien. Luego hizo lo mismo con el otro lado.
Para finalizar, escogió una laña con forma de estrella y se la colocó en uno de los lados.
—¡Ya puedes mirarte en el espejo!
Cuando por fin vio el resultado, Kazutora le agradeció al de arriba ─o al de abajo─ por estar solo en ese momento. Si los chicos estuviesen allí presentes y lo hubiesen llegado a ver con esas ridículas dos coletas a los lados, acompañadas de un infantil adorno de estrellita..., se lo habrían estado recordando por el resto de su miserable vida. Probablemente le habrían sacado mil fotos para así tener material de sobra con el que hacerle bullying, o peor aún, con el que chantajearlo.
—¿Te gushta, tío Tora?
—Te quedó genial, Ai-chan, muchas gracias.
Jamás en su vida hubiese creído que él, Kazutora Hanemiya, sería capaz de dejarse ridiculizar así y mentir sobre algo que claramente no le gustó, fingiendo una sonrisa, solo por hacer feliz a una niña.
Aún le costaba creerlo.
—Otro día tienes que peinar también a Mikey —propuso entonces, esbozando una sonrisa maliciosa ante la fantástica idea que acababa de cruzar por su mente. La niña asintió con entusiasmo. Genial. Algo bueno tenía que sacar de esto—. Creo que le quedarían muy bien unas coletitas a los lados, así como las mías. Oh, y unos lacitos rosas. ¿Tienes lacitos rosas?
—¡Sí!
Perfecto.
—Hmm, me pregunto dónde se habrá metido Ai-chan...
Kazutora se paseaba con una almohada en la mano, contemplando su alrededor con suma concentración. Como si no fuese más que evidente que Aiko estaba escondida dentro del fuerte de sillas y sábanas que habían estado construyendo antes.
Después de que la niña le presentase a cada uno de sus peluches y muñecos, con todos sus originales nombres incluidos, habían decidido que ya era hora de iniciar la guerra de almohadas. Para ello acordaron que el campo de batalla abordaría toda la casa ─menos la habitación de Chifuyu y Baji, porque Kazutora realmente pasaba de descubrir lo que tenían o habían hecho ahí dentro, no gracias─, y para poder refugiarse, habían construido dos "fuertes". Uno con sillas y sábanas en medio del salón, simulando una pequeña caseta, y luego otro menos elaborado en el sofá, pero con un gran suministro de cojines.
Aiko se había atrincherado junto con Peke J en el primero.
—Me parece que tal vez podría estar... ¡aquí! —exclamó, quitando la sábana que hacía de puerta. Aiko se encontraba en el interior, hecha una bolita abrazada a Peke J, con sus ojitos cerrados fuertemente ya que pensaba que así no la vería. Al ser descubierta, soltó un respingo que enseguida fue acompañado de un gritito agudo. El gato maulló en dirección a Kazutora con molestia.
—¡Sálvate tú, Peke J! —chilló la niña, ayudando al animal a salir del fuerte. Peke J trepó por la silla con agilidad y salió disparado hacia alguna otra habitación, lejos de Kazutora—. Porfi, porfi, déjame vivir, ¿sabías que eres mi tío favorito, vehdah?
—No lograrás engañarme con un par de palabras bonitas, mocosa —bramó el de ojos dorados, apuntándola con el cojín. Aiko tragó—. Y qué gracioso eso que dices, porque no parecías pensar lo mismo cuando golpeaste repetidas veces mi lindo rostro con esa almohada endemoniada.
—Pero tío Tora, solo era un juego... Sabes que te quiero.
De nuevo, esa mirada de perrito pateado. Kazutora no podía permitirse caer en ella de nuevo. Alzó la almohada en una clara señal de peligro, su pelo estaba todo desordenado, ya no había ni rastro de las dos coletas; se habían deshecho por completo cuando la niña atacó sin piedad su cabeza. La lañita de estrella aún seguía allí, casi escurriéndose también.
—Oh, tranquila, si esto es un juego también —pronunció Hanemiya en un tono cantarín y algo divertido. El cascabel de su oreja tintineó en el momento en que estrelló el cojín contra la carita suplicante de Aiko—. Sabes que yo también te quiero.
Como es obvio, no ejerció demasiada fuerza en su supuesto golpe mortal. Había elegido para él la almohada más blandita, una de plumas sintéticas, para que así el impacto fuese más suave y no doliese.
—Tío Tora... cómo pudishte... —dramatizó, llevando su manita al lugar donde había recibido el almohadazo.
—Eso mismo pensé yo cuando me pegaste veintiocho veces seguidas en la cara. Cómo pudiste, Ai-chan... Pero he cobrado mi venganza, porque ese golpe que te acabo de dar, era letal.
La menor abrió amplio sus ojos aturquesados, muy alarmada.
—¿Qué es... "letal"?
—Que te he matado, estás muertísima. Ese era un súper golpe cargado de poder. He ganado.
—¡No! Yo te di a ti muchas más veces, no seas tamproso. He ganado yo.
—La vida es así de dura, Ai-chan, ya lo irás descubriendo cuando crezcas. Puede que me dieras más veces, pero mi golpe llevaba mucho más poder que todos los tuyos juntos, así que tienes que aceptar tu derrota.
Aiko infló las mejillas, cruzando sus brazos.
—Le voy a decir a papi que hiciste tampras.
—Se dice trampas, y está bien, dile lo que quieras a tu papá. De todas formas, el vencedor de esta batalla fui yo y nadie va a cambiar eso.
Además, no es como si a Kazutora le preocupase en lo más mínimo que Baji se enterase del pequeño engaño al que había tenido que recurrir. Keisuke incluso lo había visto esconderse cartas del UNO bajo el culo para ganar la partida, no se sorprendería. Y, si había recurrido a ese "golpe letal", fue precisamente para así tener una excusa con la que ponerle fin al juego. Ya eran las once y seis minutos de la noche, debía de acostar a Aiko antes de que se hiciese aún más tarde.
—Pero no se lo diré a papá Kei —concretó la pelinegra—, se lo diré a papi Fuyu. Y te castiará por tamproso.
«Y luego el de los trucos sucios soy yo...», pensó Kazutora. Aunque, tal vez, esa faceta amenazadora y algo manipuladora la había adquirido por pasar tanto tiempo con él.
El de mechas suspiró. Fuese como fuese, era una niña bastante astuta.
—Está bien, chica lista, tú ganaste —aceptó en un tono cansado, revolviendo el cabello de la menor para que se viese igual de desaliñada que él. Aiko sonrió victoriosa—. Pero ya tenemos que irnos a dormir, es muy tarde. Mañana si quieres hacemos la revancha, así podremos ver quién es el verdadero triunfador y quién es en realidad el tramposo.
—Vale —aceptó, aunque su voz sonó algo pensativa, su pequeño ceño frunciéndose un poco—. ¿Qué es "revanchia"?
Sería una larga noche.
HE VUELTO MI GENTEEE. La universidad me está dando por todos lados, ajá, pero aún no ha podido conmigo.
No sé si alguien seguirá leyendo esto, soy consciente de que ha pasado tiempo... pero bueno, igualmente yo os dejo este capitulito de Kazutora siendo el besto tío para anunciar mi regreso y a modo de disculpa por ser una escritora irresponsable (?
Por cierto, este capítulo sí que irá conectado con el siguiente, así que se podría decir que esta es la parte uno y el próximo será una continuación. Aún no sé si lo publicaré seguido o intercalaré antes algún otro de cuando Aiko estaba más chiquita... pero de cualquier forma yo aviso para que sepáis que las aventuras de Kazutora, adulto responsable por dos días no terminan aquí JAJA.
Un besote y espero que os haya gustado <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro