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Keisuke también quiere jugar

3 meses y medio

—¿Quién es la nena favorita de papá? ¡Tú eres la nena favorita de papá! ¡Claro que sí! —repetía Chifuyu, con una voz cantarina y empalagosamente dulce que al parecer Aiko adoraba, pues esta reía más que feliz; soltando pequeños grititos alegres cada vez que su padre le hacía alguna cara tonta o le daba mimos en la barriguita.

Keisuke se acercó por atrás con una sonrisa y envolvió por la espalda a Chifuyu en un abrazo cargado de cariño. Aspirando el dulce olor a caramelo que desprendía el champú que usaba en el pelo.

En realidad Baji llevaba ya un rato observando aquella escena en silencio, desde la puerta que daba a la cocina. La alegría que Chifuyu irradiaba mientras hablaba con su hija y las risas que la pequeña soltaba en respuesta, eran algo que merecía ser apreciado sin interrupciones.

Depositó un casto beso en el hombro del menor y luego apoyó su barbilla en ese mismo lugar. Sus ojos avellana fijos en las finas facciones del rostro contrario.

—Y yo soy el nene favorito de papá, ¿a que sí? —el tono juguetón de su voz fue acompañado por sus traviesas manos, que subieron un poco por la camiseta del de ojos claros, palpando su piel por encima de la tela. Sus dedos acariciándole el torso con adoración.

—Ay, Kei, quita de encima, hace calor.

Y apartó las manos de Keisuke, rehuyendo por completo de su abrazo.

Baji hizo un puchero dolido en respuesta, casi sintiendo esa fuerte patada imaginaria que el rubio acababa de proporcionarle a su pobre corazón. Pero Chifuyu estaba tan centrado en Aiko que ni tan siquiera lo miró. De nuevo.

Baji suspiró.

Ahora cada vez que intentaba ser algo cariñoso de más con Chifuyu o trataba de conseguir un poco de su atención, únicamente lograba eso: ser rechazado de una forma u otra. Daba igual lo que emplease. Habían pasado meses desde la última vez que hicieron el amor, ¡meses! Y ellos no eran precisamente buenos en eso de guardar abstinencia, jamás habían conseguido pasar tanto tiempo con las manos quietecitas, ni siquiera durante el embarazo.

Baji extrañaba terriblemente la calidez que desprendía el cuerpo de su novio, ya fuese debajo o encima suyo. Echaba de menos pasar tiempo juntos a solas, susurrándose desde las cosas más bonitas a las más calientes, y besándose hasta que el aire les faltase. Pasear sus dedos por la piel lechosa del menor, contar los excasos lunares que se espolvoreaban a lo largo de su espalda, repasar la curva tan perfecta de su cintura... Añoraba el simple hecho de tener la atención del rubio por horas, pues ahora ya nada de lo que hacía servía para lograr mantener el interés de Chifuyu en él por un máximo de cinco minutos.

Una noche de la semana pasada se atrevió a dejarle algunos besos húmedos repartidos por el cuello. Los besos fueron ascendiendo por su mandíbula hasta llegar a sus labios carnosos, donde Baji lo saboreó de forma lenta y tortuosa. Como una pequeña venganza por lo mucho que lo había estado ignorando.

Chifuyu parecía estar muy dispuesto a colaborar, incluso dejaba escapar ligeros jadeos satisfechos que volvían loco a Keisuke. Todo indicaba a que esa noche sí iban a tener sexo, por fin, la primera vez después del nacimiento de Aiko... Pero la bebé comenzó a llorar y todo se fue a la mierda. Chifuyu enseguida apartó a Baji y se puso de pie para ir a atender a la niña.

—Mira que preciosa está cuando se ríe, mi pequeña es tan linda y risueña. ¡Ve a por el teléfono y sácale una foto! Rápido, Kei.

Y lo peor era eso. Que Baji no podía culparlo por pasar de su cara. Aiko en verdad era un solecito en miniatura, desprendía una sensación de luz capaz de derretir el corazón de cualquiera que tuviese delante. Era una bebé muy alegre, se reía por cualquier mínimo gesto divertido que se le hicise, y se veía tan bonita con esa sonrisita sin dientes que él mismo se encontraba sonriendo también de forma inconsciente cada vez que la miraba.

Por eso, obedeció la orden de Chifuyu y fue corriendo a buscar el teléfono móvil. Enfóco la cámara en su bonita cara regordeta, queriendo asegurarse de sacar bien la graciosa sonrisa mellada de su hija.

Por si acaso, tomó siete fotos.

Tora:
o sea, que estás así de insufrible solo porque chifuyu ya no te da bola

Baji:
no es eso

tal vez un poco sí...

Tora:
comprendo

pero y eso a mí que me importa?

Mikey:
K patetico de tu parte Edward, anda k tenerle celos a un bebe JAJAKDKA

Baji:
tú calla, primero aprende a escrivir bien y luego ya si eso opinas

Mikey:
( ^◡^)っ✃╰⋃╯

Baji:
te piensas cortar el pito a ti mismo? porque esa cosa tan chica solo puede ser tuya

Mikey:
Chúpala

Baji:
la de chifuyu? con gusto

Tora:
hormonales de mierda

Mitsuya:
A ver, Baji, volviendo a lo de tu problema. Es completamente normal que Chifuyu le preste más atención al bebé que a ti, es decir, tú tienes 25 años y ella menos de 4 meses, ni siquiera sé por qué estamos teniendo esta conversación... Pero en cualquier caso, si te sientes demasiado ignorado deberías ser sincero sobre ello y explicárselo, probablemente Chifuyu lo haga de forma inconsciente y tal vez ni se ha dado cuenta de que eso te hace sentir mal.

Tora:
además de que ai-chan es mucho más linda y menos molesta que tú, es normal que chifuyu la quiera más que a ti, yo también lo hago, así que no puedes culparlo

Baji:
gracias mitsu, tú si eres un vuen amigo

Mitsuya:
Mis ojos

—¿Con quién estás hablando? —Chifuyu se sentó también en el sofá, un poco intrigado por el ceño fruncido con el que su pareja contemplaba el teléfono, como pensativo.

Acababa de terminar de acostar a Aiko, y lo cierto es que había tardado bastante en conseguir que la bebé se durmiese; demasiado enérgica como para hacer el esfuerzo de cerrar los ojos y descansar unas horas. A Keisuke por lo general se le daba mejor eso de lograr que se durmiese: la sostenía en brazos durante un rato, meciéndola de forma muy suave, y la niña parecía relajarse al instante. Chifuyu seguía sin comprender dónde estaba el maldito truco, él hacía exactamente lo mismo y no obtenía resultados.

Baji dirigió su mirada hacia donde estaba Chifuyu, el rubio lo estaba observando algo interrogante desde el otro lado del sofá. Tragó saliva. Era ahora o nunca, tenía que aprovechar que Aiko estaba durmiendo para así poder seguir el consejo de Mitsuya: ser sincero sobre sus sentimientos.

—¿Por qué ya no quieres follar conmigo?

Tal vez no tan sincero.

Chifuyu sintió sus mejillas arder ante la espontaneidad de aquella pregunta, tan directa y fuera de lugar. Se alegró de no estar bebiendo agua en ese momento, porque si así fuese, lo más seguro es que se hubiese atragantado con el líquido.

—¿Fue porque hice algo mal? —ante el silencio de Chifuyu, Baji lanzó otra pregunta. Esta vez sonaba preocupado.

—¿Q-quién ha dicho que no quiera? ¿Y a qué viene esa pregunta? No has hecho nada mal.

—¿Entonces sí quieres? —sus ojos brillaron, peligrosamente, y su mano se movió hasta quedar sobre la parte de arriba del muslo desnudo de Chifuyu. El rubio llevaba unos shorts de pijama, así que los dedos de Baji podían gozar del tacto de esa piel nivácea y suave allí donde acariciaban.

—Claro que sí, pero ahora no. Aiko está durmiendo.

El pelinegro se desinfló nada más escuchar aquello, su emoción esfumándose por completo en cuestión de segundos.

Otra noche más sin ponerla.

—¿Ves? ¡Llevas diciéndome lo mismo por cuatro meses! Casi parece una excusa —bufó, sonando un poco dolido. Chifuyu se encogió de hombros algo confundido. Aún no terminaba de entender muy bien lo que se supone que estuviese pasando en ese momento.

—Tener un bebé conlleva sus consecuencias.

—Lo sé, y no me arrepiento de ninguna —sonó muy seguro cuando dijo lo último. Aiko era sin duda una de las mejores cosas que le habían pasado en la vida, eso era algo indiscutible. Pero...—. Pero es que ya no me haces ni caso, solo me llamas para cuando necesitas que te alcance cosas de Aiko, o para que vaya a comprar pañales al súper, o para que saque fuera la basura...

Entonces algo en la mente de Chifuyu hizo clic, ahora empezando a entender un poco el por qué del comportamiento de Baji.

—Espera, espera, ¿estás celoso de Aiko? —Baji negó con la cabeza.

Él no estaba celoso de su hija. Sí que podía ser un poquito celoso en ciertas ocasiones puntuales, como cuando Takemichi se pasaba de cariñoso con su familia... Pero ese no era el caso de Aiko. Keisuke quería mucho a su hija y era muy feliz viéndola sonreír, así como también adoraba ver a Chifuyu todo emocionado jugando con ella. De esa forma podía apreciar a sus dos tesoros riendo juntos.

Sin embargo, a él también le gustaría recibir un poco de atención de su novio.

—No, no son celos, me gusta verte jugar con Aiko. Es solo que... —hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresarse— también me gustaría que pudiésemos jugar tú y yo de vez en cuando, ya sabes.

Chifuyu fue incapaz de contener una carcajada, enseguida tapándose la boca con una mano al recordar que la bebé estaba dormida.

Era cierto que desde el nacimiento de Aiko apenas habían tenido tiempo para estar a solas. La mayor parte del día se la pasaban cambiando pañales, preparando leche y potitos, o jugando con la bebé. Por la noche tenían algunas horas para ellos, sí, pero Chifuyu se sentía tan agotado después de haber estado atendiendo a su hija durante todo el día que realmente solo tenía ganas de dormir mientras pudiese. Pensó que a Keisuke le ocurriría igual.

Al parecer, pensó mal.

Con un suspiro, se puso en pie y agarró el brazo de Baji, tirando de él.

—Venga, levanta.

Cuando el otro le hizo caso y se puso también en pie, Chifuyu comenzó a andar en dirección al dormitorio, arrastrando consigo a Keisuke. Sus pies descalzos se movían por el suelo de forma muy ligera, con extremo cuidado para no hacer ruido, pues la habitación de Aiko estaba justo en frente de la suya.

—¿A dónde vamos? —susurró Keisuke.

—A jugar, ¿o es que acaso ya has cambiado de opinión? —cuestionó, empleando el mismo doble sentido que antes había usado Baji, sus labios curvados en una sonrisa ladeada. En el fondo él también extrañaba pasar algo de tiempo íntimo con Baji, solo que las veces que no había estado cansado, tampoco se atrevió a dar el siguiente paso por temor a despertar a Aiko. Era realmente ruidosa cuando lloraba, incluso algunos vecinos se habían quejado—. Pero tendrá que ser en silencio, ¿sí? Me ha costado mucho que Aiko se durmiese.

Los ojos de Baji se iluminaron con un atisbo de lascivia, su boca torciéndose también en una sonrisita juguetona, mostrando sus colmillos.

—Yo puedo llegar a ser muy silencioso cuando me interesa, en realidad, deberías preocuparte más por ti —dijo, acariciando la espalda baja de Chifuyu.

Y seguido de eso, cerró con sigilo la puerta del dormitorio.

Mañana tendría que agradecerle a Mitsuya.

Muchas gracias por el 1k de lecturas, en verdad no pensaba que esto llegaría a tener más de 5 votos por capítulo. Y también quería aprovechar para agradecerles a esas personitas que siempre comentan, me alegran el día <3

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