La pequeña princesa llegó corriendo a su desgastada cama, se acostó y cubrió por completo su rostro al escuchar un chirrido provenir de la puerta principal.

Su pequeño cuerpo empezó a temblar de miedo tras oír el resonar de pasos huecos ir hacia ella.

Contó en silenció del uno al diez y en reversa, intentando en ese lapso de tiempo, calmar su pequeño corazón.

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— ¡s-su majestad, por favor!

— ¡cállate!

De sus ojitos empezaron a salir contantes lágrimas de miedo, pero retuvo sus sollozos para evitar que la encuentre

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Sintió un leve roce en su cabeza, tomó la manta y asomó levemente sus azulados ojos llenos de miedo

— ojos rojos — lo llamó temerosa

— ¡hola princesa! — le sonrió, mostrando una sonrisa perversa. — ¿Por qué te escondes?

— papá — fue lo único que dijo antes de volver a ocultar su cabeza

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Resopló contra la colcha, cerró sus ojos con miedo y se aferró más a las sábanas.

Inhaló y exhaló una y otra vez con fiereza, intento controlar sus lágrimas, pero fue inútil y solo pudo limpiarlas constantemente.

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— ¡majestad, por favor! — se escuchó un sonido hueco, proveniente del constante eco que resonaba en ese palacio abandonado — ¡solo es una niña!

— una hija bastarda, siempre será una hija bastarda

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Los soplos de su corazón empezaron a ser cada vez más fuertes, causándole un leve dolor en su pequeño pecho

— ¿Me tienes miedo? — preguntó aquella sombra

Negó debajo de las sábanas

— deberías

Ella, temerosa y curiosa se asomó por sobre las cobijas

— ¿por qué?

5

Él la miró, notando que sus mejillas brillaban en contacto con la luz de la luna, la cual reflejaba el camino que sus lágrimas recorrían hasta caer en la cama.

Solo rechino sus dientes y apretó levemente sus puños, conjurando en silencio un hechizo de invisibilidad

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— ¡majestad!

— Félix, quítate

— no lo haré

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— como quieras

A sus pequeños oídos, llegó el estruendoso sonido de las espadas chocar una contra la otra, pero el encuentro acabo en cuanto se escuchó una de ellas caer al suelo

— quítate

2

Cerró sus ojos y abrazó su pequeño cuerpo. Sus latidos se intensificaron al escuchar su puerta producir un leve chirrido

— ¡agh!

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— tranquila...

Dejó que el tiempo pasara, intensificó su oído pero no logro escuchar nada.

Con cierta duda e incertidumbre en su rostro, se asomó hasta descubrir por completo su cuerpo

Miró por todo su cuarto hasta dar con la esquina a lado de su cama, de dónde sobresalían unos hermosos ojos rojos

— gracias... — susurró levemente, calmando al instante su alterado corazón

Él asintió, deshizo el hechizo y desapareció al instante.

— ¡mi niña!

— Lilly — saltó a sus brazos

La castaña la reviso con la mirada de pies a cabeza, palpando levemente su pequeño cuerpo.

— estás... bien

— el monstruo me ayudó

— ¿Que monstruo?

La pequeña rubia la abrazó y señaló la esquina que estaba junto a su cama

— ojos rojos.

..

Ahora, aquella figura femenina que alguna vez tuvo el cuerpo de una niña; se encuentra sentada en el borde de su balcón, observando la luna y estrellas mientras disfruta de la leve ventisca

Aquellos recuerdos ya son ajenos a ella, su cumpleaños ya no es considerado un día de supervivencia y suele haber una gran fiesta en conmemoración a ese maravilloso día.

Su padre cambio de la noche a la mañana y la aceptó como su hija.

— ¿Que miras, princesa?

Pero ella, cada noche de su cumpleaños se desvela hasta poder ver los mismos ojos rojizos que la salvaron hasta que ella cumplió 16.

— ojos rojos... — en cierta forma, le avergüenza llamarlo así.

— ¿me tienes miedo?

— ¿por qué te tendría miedo?

— por qué soy un monstruo — desde su nacimiento, hasta la actualidad él es considerado un ser temible, incapaz de sentir o pensar en alguien más que no sea él.

— ¿Por qué le tendría miedo a mi ángel? — se acercó hacia aquellos ojos carmín y levantó su mano hacia él — ¿Por qué insistes en que eres un monstruo?

Y por primera vez, ella conoció a la persona que se ocultaba en la esquina de su cuarto cuando era una niña.

Un hombre de cabello negro, piel blanca y ojos rojos, con una leve cortada en su mejilla izquierda, y alas tan grandes de color negro; era él, quien siempre la salvaba de pequeña.

— ... Eres hermoso... — susurró sin pensarlo.

— soy un demonio — el peor de todos — soy un monstruo — en todos los sentidos

Pero ella le sonrió dulcemente y acaricio su tersa piel con suavidad y cariño

— eres mi ángel... — le susurró — quien me salvó constantemente de mi padre.

Lo abrazó.

Él no lograba entenderlo. Desde su nacimiento fue considerado un monstruo por sus grandes poderes, pero también fue apodado de esa forma, por tener un corazón dulce y gentil.

Los demonios no ayudaban, no se enamoraban y mucho menos sentían; razones suficientes para ser considerado una abominación de la naturaleza.

Se aborrecía a si mismo, odiaba su persona y más, su débil corazón

— solo soy un monstruo, no un ángel

— en ese caso — lo miró fijamente —  gracias por existir, mi querido monstruo — le sonrió

"Y presumió de haber tocado el cielo, después de ver su reluciente sonrisa"

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Hola!!! Perdón por los inconvenientes causados, la verdad lo volví a leer y si, no se entendía del todo lo que trataba de escribir, por lo que lo quise mejorar :D

Espero haya sido de su agrado.