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Capítulo 7

Victoria

Victoria apretó los dientes cuando Doyle la agarró del brazo y la arrastró al centro de la habitación. La volvió a soltar tan bruscamente que, estando atada de pies y manos, le fue imposible mantener el equilibrio y terminó en el suelo con un ruido sordo y un gruñido de dolor.

Con la mejilla pegada en el suelo, miró a su lado y vio que Bex seguía con la cabeza agachada, Axel seguía intentando usar su habilidad —sin ningún éxito—, Brendan maldecía en voz baja y Caleb tenía los ojos clavados en Doyle, que en ese momento se estaba subiendo las mangas de la camisa hasta los codos.

—Bueno, bueno... —murmuró él, mirando a Victoria mientras daba lentos círculos a su alrededor—. ¿A quién tenemos aquí? ¿No se suponía que estabas muerta?

—Tu jefe tiene mala puntería —masculló Victoria.

El compañero de Doyle, su único acompañante, vigilaba a los demás con una pistola en la mano. Victoria intentó pensar alguna forma de quitarle la pistola, pero estando atada era imposible.

—¿Dónde está Sawyer? —escuchó preguntar a Caleb.

—¿Ya echas de menos a tu dueño, kéléb? —Doyle lo miró con cierta sorna—. Tranquilo, no sabe que estáis aquí. Todavía. Antes de avisarlo... vamos a pasarlo bien por un rato, ¿no?

Doyle puso los brazos en jarras y miró a los demás, ignorando a Victoria, que intentaba darse la vuelta para quedar boca arriba.

—Mira esto —le dijo Doyle a su amigo—. Meses buscándolos y ahora los tenemos a todos reunidos. ¿Cuál te gusta menos?

El compañero lo pensó un momento antes de hacer un gesto hacia Brendan.

—El que me ha golpeado —aclaró—. Ese tiene que ser el primero.

Si Brendan estaba asustado, no dio señales de ello. Solo les devolvía la mirada como si fueran lo más aburrido que había visto en su vida.

Victoria, mientras tanto, por fin consiguió impulsarse sobre las rodillas y logró quedarse tumbada hacia arriba. Contuvo la respiración y consiguió doblarse hacia delante hasta quedar sentada.

Pero el alivio apenas duró un segundo, porque entonces el talón de la bota de Doyle le empujó el hombro contra el suelo bruscamente, dejándola tumbada de nuevo.

—¿Y tú qué haces? —preguntó, enarcando una ceja—. ¿Te creías que ya me había olvidado de ti?

Doyle sonrió un poco. Era horrible. Tenía un diente de esos de oro y los demás dientes demasiado grandes y torcidos.

—¿No podrías haberte ahorrado el diente de oro y haberte puesto ortodoncia? —preguntó Victoria, malhumorada.

Doyle empezó a reírse. Era una de esas risas vacías, carentes de emoción. Ni siquiera llegó a sus ojos. Escalofriante.

—Me caes bien —admitió, colocando ambos pies junto a las rodillas de Victoria, aprisionándola para que no pudiera moverse—. A lo mejor incluso te dejo elegir quién quieres que muera primero.

—Si quisieras que muriéramos, ya nos habrías disparado.

—Ahí te equivocas —le aseguró él, mirándola—. Lo único que necesito de vosotros es información. Dádmela y quizá, solo quizá, deje a alguno con vida.

—¿Y qué garantías tenemos?

—Ninguna. Pero tampoco tenéis otra opción, ¿no?

Victoria sonrió ligeramente y, justo cuando Doyle giró la cabeza para mirar a los demás, dobló las rodillas y le dio con ambos talones en los huevos con todas sus fuerzas.

Doyle se retorció de dolor enseguida, soltando un gruñido que sonó bastante horrible, y Victoria rodó a un lado justo a tiempo. Justo cuando él cayó al suelo, Victoria estiró las manos atadas hacia su pistola, pero él fue más rápido que ella y la agarró del pelo con una mano. Esta vez ya no sonreía.

Victoria abrió la boca para decir algo cuando él se puso de pie de nuevo, esta vez furioso, pero las palabras se quedaron ahogadas en su garganta cuando Doyle le dio un puñetazo que hizo que la mitad izquierda de su cara empezara a palpitar de dolor.

Victoria cayó boca abajo al suelo, tosiendo, y vio que escupía sangre. El labio le dolía. Debía ser eso. Se detuvo cuando Doyle la agarró del pelo con un puño y le levantó la cabeza para hablarle más cerca del oído.

—Otro tontería como esa y te aseguro que tu guardaespaldas será el primero en morir.

La soltó de golpe y Victoria miró a Caleb con la cabeza en el suelo. Él había intentado moverse en algún momento y ahora el otro tipo tenía la pistola clavada en su nuca. Intercambiaron una mirada, pero Victoria no supo qué significaba. La cabeza le daba vueltas por el golpe.

Doyle se sacudió la mano al pasar por delante de ella. Tenía los nudillos rojos.

—Bueno, empecemos antes de que me aburra —masculló—. Recuerdas el trato, ¿no? Te hago una pregunta, tú la respondes bien y todos contentos. Bien. ¿Por qué estás viva?

Victoria miró a Brendan inconscientemente. Él seguía pareciendo aburrido, pero la mirada que le dirigió fue de todo menos eso. Y, solo con una mirada y con el lazo de por medio, ya supo qué le estaba diciendo. Que respondiera. No podían arriesgarse.

—Brendan me salvó —murmuró ella.

—Brendan, ¿eh? ¿Y cómo lo hizo?

Victoria miró a Bex sin saber muy bien el motivo, ¿por qué seguía sin levantar la cabeza? ¿Qué le pasaba? ¿Le habían hecho daño?

—Me... me transformó —murmuró Victoria.

—Habla más alto, idiota.

Doyle la agarró de la parte de atrás de la camiseta y la sentó bruscamente. La cabeza de Victoria daba vueltas y se dio cuenta de que estaba sangrando demasiado como para que fuera solo por el labio. La nariz. Le estaba sangrando la nariz. El puñetazo le había acertado bien.

—Brendan me... transformó —dijo como pudo, sin sentir la mitad de su cara.

—¿Estando muerta?

—Casi murió con... conmigo...

—Lástima que no lo hiciera —comentó el compañero, pasando por detrás de Brendan. Él lo ignoró completamente.

—¿Y qué hay de tu memoria, Victoria? —preguntó Doyle, acercándose a ella con una pequeña sonrisa—. Porque, según tengo entendido, quienes se transforman suelen tener problemas en ese aspecto.

Un latigazo de alarma le llegó desde su lazo con Brendan. Sí, ella tampoco se sentía muy cómoda hablando de lo poco que recordaba con alguien como Doyle.

—Mi memoria está bien —mintió.

Doyle la analizó por unos segundos en los que el silencio de la habitación se hizo más denso, más pesado. Victoria incluso dejó de respirar por un momento.

Y, entonces, para su sorpresa, se giró y le dio la espalda, centrándose por completo en los demás. Concretamente, en Brendan.

—Tú eres Brendan, ¿no? —le preguntó Doyle, acercándose lentamente—. Es difícil distinguirte de tu hermano, pero, claro... teniendo en cuenta que ese del fondo se ha vuelto loco cuando he golpeado a la chica... supongo que él tiene que ser kéléb y tú Brendan.

Brendan no le dijo nada. Solo le devolvió la mirada, casi con indiferencia. Doyle se puso en cuclillas delante de él con una sonrisa.

—Oh, Sawyer me ha hablado de ti —añadió, asintiendo—. Mucho. Eres el de la habilidad de transformar, ¿no? Una habilidad muy... inusual. Es como encontrar una aguja en un pajar. No me extraña que Sawyer perdonara tu pequeño... desliz... la primera vez que la usaste. Con esa chica... ¿Cómo se llamaba? Ah, sí. Ania.

Victoria vio que la cara de Brendan permanecía impasible, pero pudo sentir su propia furia en su interior.

—Oh, Ania —sonrió Doyle—. La dulce Ania. Siempre buena con todos, con una sonrisa, dispuesta a ayudar a cualquier persona que lo necesitara... incluso a ti. Eras el más conflictivo de la casa, según Sawyer. Quizá esa chica quería ayudar un poco al mundo y por eso se fijó en ti. Para arreglarte un poco. Si no... ¿por qué se iba a fijar una chica con ella en alguien como tú, Brendan?

Silencio. Victoria notó la punzada de rabia mezclada con dolor de Brendan y centró todas sus fuerzas en sentirse lo más tranquila posible. Necesitaba que a Brendan le llegara esa tranquilidad para no hacer algo estúpido.

—Tú sabes que la chica sigue viva —continuó Doyle—. Sawyer lo ha sabido siempre. No te lo dijo porque... bueno, ¿para qué? Ya habías sufrido su muerte. No tenía sentido volver a verla. Pero... sabemos dónde está, Brendan. Podríamos llevarte con ella.

Caleb se giró enseguida hacia su hermano, que no cambió en absoluto de expresión.

—Imagínatelo —siguió Doyle con una gran sonrisa—. Lo contenta que se pondría de verte. ¿Te imaginas cuántos años ha esperado para volver a estar contigo, Brendan? ¿Lo sola que se habrá sentido? Yo estuve con ella el primer año. La única forma de calmarla era decirle que escribiera cartas para ti y nosotros te las mandaríamos. En todas añadía siempre un yahbli teblya, Brendan. Y la pobre siempre esperaba una respuesta que nunca llegaría. Fue muy fácil convencerla de que te habías olvidado de ella. Doloroso, pero fácil.

Doyle hizo una pausa, como si estuviera disfrutando tanto del momento que no quería que terminara.

—Podríamos llevarte con ella —añadió en voz baja—. Solo tienes que pedirlo. Y vendrás con nosotros.

—¿Y qué queréis a cambio? —Brendan esbozó una sonrisa irónica.

—Eso es evidente, Brendan. Deja a estos idiotas y ven con nosotros otra vez. Sabes que ellos están muertos. Pero tú no necesitas estarlo.

Brendan no dijo nada. Doyle le puso una mano en el hombro. Casi parecía hacerlo de forma amistosa.

—Vuelve con Sawyer, ayúdanos y nosotros te ayudaremos a reunirte con Ania —añadió Doyle en voz baja—. ¿Qué me dices?

Hubo unos instantes de silencio en los que Victoria solo pudo escuchar su propio corazón, bombeando sangre a toda velocidad, mientras esperaba una respuesta. Todos la esperaban.

Y Brendan, finalmente, acentuó su sonrisa irónica y se inclinó un poco hacia Doyle.

—Te digo que puedes volver corriendo con Sawyer y decirle de mi parte que se meta su oferta por el culo.

Doyle perdió la sonrisa por un momento antes de girarse hacia Axel.

—¿Qué hay de ti, chico? —preguntó, mirándolo—. Tú también estás por encima de estos idiotas. Y Sawyer podría perdonarte que no mataras a esta zorra —señaló a Bex— cuando te lo pidió. Incluso podrías trabajar conmigo, chico. Solo tienes que pedirlo.

Axel lo miró por unos instantes pero, finalmente, se limitó a negar con la cabeza.

Victoria tenía que admitir que, por un momento, había dudado de él.

—Vaya, cuánta lealtad —comentó Doyle, su voz sonaba furiosa, aunque mantenía la sonrisa—. Es una lástima. Podríamos haberos dado un buen uso pero.... si queréis morir, ¿por qué voy a impedirlo?

Volvió a girarse hacia Victoria.

—Y tú, no me mientas otra vez —advirtió—. ¿Recuerdas lo que hicimos a tu amigo en el búnker? Eso es lo mucho que valoramos de vuestras vidas. Nada. Así que dame ya una buena razón para dejarte seguir respirando o empezaré a gastar balas.

Victoria tragó saliva, frustrada, cuando él se acercó.

—¿Qué recuerdas? —casi escupió cada palabra.

—Algunas cosas —murmuró ella.

Doyle hizo un gesto casi al instante y Victoria ahogó un grito cuando vio que su compañero echaba la pierna hacia atrás y daba una patada a Caleb en el estómago. Él consiguió mantenerse en su lugar, pero se encogió un poco por el dolor. Victoria notó que una oleada de pánico la invadía.

—Voy... voy recordando poco a poco —ya no sabía ni qué decía, tenía miedo—. Lo primero que recordé fue... fue el día que me mudé a esta ciudad. Y las cosas que me han ido pasando, p-pero... no...

—¿Qué recuerdas de Sawyer?

—Nada —casi lo juró—. No recuerdo ni su cara, no...

Victoria intentó moverse cuando el otro apuntó a Caleb en la nuca con la pistola otra vez. Miró con los ojos muy abiertos a Doyle.

—¡Te estoy diciendo la verdad!

—Vaya... ¿y por qué no me lo creo?

—¡No lo recuerdo, lo juro!

—Entonces, tienes esa parte de la memoria bloqueada.

—¡Sí!

—Si me mientes...

—¡No lo hago, te lo juro!

Doyle esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción e hizo un pequeño gesto a su amigo, que retiró la pistola de la cabeza de Caleb. Victoria soltó un suspiro de alivio.

—Gracias por tu sinceridad —le dijo Doyle casi con amabilidad—. Eso es todo lo que necesitaba saber.

Espera, entonces... ¿ya sa iban? ¿Los perdonaban? Victoria le dedicó una mirada de reojo, casi asustada, cuando él le recogió un mechón de pelo tras la oreja.

—Victoria, no es nada personal. La cosa es que Sawyer recuerda ciertas cosas que... bueno, quizá tú has olvidado. Pero vas a volver a recordarlas. Y no podemos permitir eso.

Hizo una pausa y se agachó a su lado, sonriendo.

—Así que vamos a hacer que eso no pase.

Victoria no supo qué decirle, pero notó la oleada de pánico de Brendan en su pecho. No se movió ni un centímetro cuando Doyle le puso una mano en la mejilla y le dio una pequeña palmadita en ella, casi como un gesto cariñoso.

—Va a ser un poco doloroso, pero necesito borrar esos recuerdos —aclaró con una mirada de lástima fingida—. Gracias por decirme la parte de tu memoria que está bloqueada.

Victoria fue a decir algo, pero entonces Doyle la agarró de la nuca y la inclinó hacia él. Victoria se quedó pasmada, con los ojos muy abiertos, cuando notó que él le ponía la cabeza sobre su hombro. No entendió nada hasta que se dio cuenta de que, así, Doyle tenía un acceso perfecto a su oreja.

Empezó a susurrar y, apenas escuchó una palabra, la cabeza de Victoria empezó a doler. Le estaba susurrando recuerdos.

Sus recuerdos bloqueados.

Victoria intentó moverse, desesperada, cuando él siguió hablando con la mano firmemente en su nuca. No, no, no... ¡No! Intentó apartase, con los ojos llenos de lágrimas, cuando el dolor de cabeza se agudizó mientras una serie de imágenes confusas aparecían por su cerebro y hacían que no pudiera pensar con claridad.

Se volvió insoportable en cuestión de segundos. Escuchó voces, pero parecían venir de otro lugar. Apenas podía ver nada. El dolor de cabeza la estaba cegando. Era como si le estuvieran partiendo el cráneo por la mitad. Su garganta empezó a arder y se dio cuenta de que estaba gritando. Y que estaba en el suelo, cubriéndose la cabeza con los brazos. Las lágrimas se mezclaban con la sangre de su nariz y su labio, pero el dolor no cedía. Solo se hacía peor.

Y, en un pequeño momento de lucidez, Victoria se dio cuenta de que estaba perdiendo sus recuerdos.


Bexley

Solo una más. Solo una más.

Bex mantuvo la cabeza agachada, reprimiendo las lágrimas de dolor y rabia. Los gritos desesperados de Victoria inundaban la habitación mezclándose con la voz de Caleb, que les suplicaba que pararan y Brendan, que se había caído al suelo y trataba de controlar el dolor que sentía por el lazo de Victoria.

Bex sacudió la cabeza, intentando no escuchar. Intentando centrarse solo en lo que había estado haciendo hasta ahora.

Su pulsera tenía pequeñas figuritas. No eran muy afiladas, pero tenían una pequeña punta. Y había estado intentando rasgar la cuerda desde que la habían atado.

El problema era que, cada vez que rasgaba la cuerda con todas sus fuerzas, también se rasgaba la muñeca. Ya podía sentir los hilillos de sangre llegándole a la mano y al suelo. Era un milagro que el idiota de la pistola no lo hubiera visto.

Miró de reojo a Axel. Él estaba observando a Victoria con expresión de malestar. Ni siquiera el idiota de Axel era inmune a esos gritos de desesperación.

Él pareció darse cuenta de que lo estaba mirando, porque miró a Bex de vuelta y pareció centrarse de nuevo. Hizo un pequeño gesto con la cabeza hacia el de la pistola, que seguía intentando sujetar a Caleb, y luego se señaló el cuello a sí mismo. Bex no entendía nada. Hasta que Axel hizo un gesto al cuchillo que tenía en el pantalón.

Él no podría alcanzarlo jamás con las manos atadas, pero si ella conseguía liberarse...

Bex volvió a mirar a Axel, que asintió con cierta determinación, y volvió a centrarse en cortar las cuerdas.

Solo un corte más. Era lo que se decía a cada corte. Porque el dolor empezaba a ser difícil se sobrellevar.

—¡Vas a matarla! —el grito de Caleb sonó tan desesperado que incluso Bex se encogió un poco.

Doyle le sonrió con cierta arrogancia. Estaba acuclillado sobre Victoria, que seguía encogida en el suelo como si intentara protegerse. No dejaba de llorar y gritar. Bex intentó aumentar el ritmo.

La sonrisa de Doyle pareció enfurecer a Caleb, que empezó a soltarle amenazas de muerte en su idioma que habrían hecho que incluso Sawyer retrocediera. Bex cerró los ojos y siguió cortando, ignorando el dolor y la sangre resbalando entre sus dedos.

Y, entonces... notó sus muñecas libres.

Se quedó muy quieta un momento, pasmada, antes de reaccionar y empezar a cortarse las cuerdas de los tobillos a toda velocidad. Axel no dejaba de mirar al de la pistola, vigilándolo.

Bex casi empezó a llorar de alegría cuando sus tobillos estuvieron libres. Se deslizó tan disimuladamente como pudo hacia Axel y le quitó el cuchillo del cinturón. Él movió las muñecas hacia ella, que las cortó de golpe, y luego lo mismo con los tobillos.

Justo cuando terminó de cortar la última tira de cuerda, escuchó la voz del tipo que se suponía que estaba sujetando a Caleb... solo que esta vez sonaba justo detrás de ella.

—¡Se está...!

Bex no le dio tiempo a terminar la frase. En cuanto abrió la boca, ya se estaba dando la vuelta. Y, en cuanto pronunció la segunda palabra, el cuchillo ya le había atravesado la garganta.

El tipo cayó al suelo con un ruido sordo, llevándose las manos al cuello desesperadamente. Sería inútil. Bex lo sabía. Ni siquiera lo volvió a mirar cuando le arrancó el cuchillo de nuevo y se giró hacia el tipo que seguía junto a Victoria.

El que había matado a su hermano.

Notó que cualquier emoción de su cuerpo desaparecía para dejar paso solo al odio. A un odio profundo y visceral que hacía que no pudiera pensar con claridad. Lo único que podía hacer era apretar el cuchillo con tanta fuerza que sus nudillos quedaron blancos mientras Doyle apuntaba a Victoria con una pistola.

—Un paso más —advirtió, mirándola— y la mato.

Victoria estaba encogida en el suelo, protegiéndose la cabeza con las rodillas pegadas al pecho. No se movía. Bex vio de reojo que Caleb se quedaba muy quieto, con los ojos cerrados por la concentración. Estaba intentando escuchar si el corazón le seguía latiendo.

Axel, a su lado, también estaba de pie, mirando a Doyle con cierta cautela. Brendan seguía tirado en el suelo respirando con dificultad. Todavía debía poder sentir el dolor de Victoria.

—Suelta el cuchillo —advirtió Doyle.

Bex lo apretó con más fuerza. Podía escuchar su propio corazón en los tímpanos. Y su cuerpo solo quería hacer una cosa. Matarlo. Solo eso. Vengar a su hermano. Aunque no sirviera para devolvérselo. Le daba igual. Solo quería matar a ese...

—Suelta el maldito cuchillo —espetó Doyle, esta vez más tenso.

—¿O qué? —Bex enarcó una ceja.

Doyle sonrió con cierta rabia antes de agacharse para apuntar a Victoria desde más cerca todavía. Si apretaba el gatillo, le atravesaría el cráneo.

—Lo sabes muy bien —murmuró él.

—Pero todavía no la has matado —comentó Bex, dando un paso en su dirección. Le temblaba todo el cuerpo de rabia—. En lugar de borrarle los recuerdos, podrías haberla matado. Habría sido más fácil. Pero... no lo has hecho. ¿Por qué ibas a hacerlo ahora? Dudo que Sawyer te haya dado permiso.

Doyle mantuvo su expresión impasible en todo momento, aunque Bex sabía perfectamente que había dado en el clavo.

—Suelta tú esa pistola —ordenó ella en voz baja, dando otro paso—, si no quieres terminar como tu compañero.

Hubo unos instantes de silencio muy tenso. Doyle estaba sudando. Nadie se movía. Bex apretó los dedos en el cuchillo, anhelando correr hacia él y clavárselo en el corazón. Axel, a su lado, parecía estar a punto para moverse.

Y Bex sabía que tenía que ser prudente. Sabía que no tenía que dejarse llevar por sus emociones. Pero... no pudo evitarlo.

Echó la mano hacia atrás y lanzó el cuchillo hacia él.

Estaba apuntando a su cuello, pero el temblor de su cuerpo entero hizo que la trayectoria se desviara y terminara clavado en su hombro. Doyle soltó un aullido de dolor y apretó el gatillo sin querer, enviando la bala al techo cuando cayó hacia atrás.

Axel salió corriendo antes que ella y lo sujetó con un pie encima de su pecho mientas Doyle intentaba moverse desesperadamente. Bex, por su parte, se acercó a Caleb y le deshizo las cuerdas. Él fue directo a Victoria y prácticamente se tiró sobre ella para intentar escuchar el latido de su corazón.

Bex, por su parte, todavía temblando de rabia, se acercó a desatar a Brendan. Él tenía los ojos cerrados con fuerza y parecía lívido.

—¿Estás bien? —le preguntó cuando lo hubo soltado y Brendan no se movió—. ¿No puedes moverte?

Él asintió sin decir nada y se puso lentamente de pie. Bex lo ayudó a hacerlo —aunque, para ella, sostenerse de pie también supusiera cierto esfuerzo—. En cuanto los dos estuvieron derechos, se giraron hacia Caleb. Estaba sentado junto a Victoria. Ella tenía los ojos cerrados y sangre seca por el cuello, pero su pecho se movía. Estaba respirando.


Victoria

Respiraba con cierta dificultad. Su cuerpo entero dolía, como si la hubieran estado golpeando durante horas. Apenas podía moverse.

Pero pudo notar una mano en su mejilla cuando abrió lentamente los ojos, parpadeando para adaptarse a la luz. Por un momento, pensó que era Brendan quien la sujetaba —como el día que la había transformado—, pero era Caleb, que pareció respirar de nuevo cuando vio que lo estaba mirando.

—Menos mal —murmuró, tirando de ella hacia arriba para rodearla con los brazos—. Joder, menos mal.

Victoria se dejó abrazar, aunque no se movió. Tenía la mirada clavada en la pared del fondo. Ni siquiera estaba llorando, pero notaba la cara húmeda, como si lo hubiera estado haciendo. Y la costra de sangre seca en la barbilla y el cuello.

Miró a Brendan. Él estaba sujetándose a la pared con un brazo. Tenía los ojos cerrados e intentaba recuperar la respiración. Axel tenía un pie sobre Doyle, a quien le sobresalía un cuchillo por el hombro, y Bex estaba a su lado mirándolo con una mueca de odio profundo.

Pero había algo que estaba mal. No en ellos. En ella. Lo supo al instante.

—No recuerdo nada —dijo en voz baja.

Caleb se quedó muy quieto en medio del abrazo durante unos pocos segundos antes de separarse y mirarla con expresión asustada.

—¿Qué?

—No... no puedo recordar nada nuevo —dijo en voz baja, casi desesperada—. Solo lo que ya tenía. Nada más. No... no puedo....

—No pasa nada, eso ya te pasó antes y...

—¡No, no es lo mismo! —Victoria notó que su pecho empezaba a doler por la falta de oxígeno—. No... no... puedo... no puedo recordar nada más. Antes... antes podía ver algo... no hay nada. Ahora no hay nada... no puedo... respirar...

Caleb la miraba con los ojos muy abiertos, como si no supiera qué hacer.

Y, entonces, Victoria giró automáticamente la cabeza hacia Doyle al escuchar un sonido que no le gustó. Una risa.

Se estaba riendo de ella.

Victoria se quedó mirándolo un momento, furiosa, antes de hacer un ademán de lanzarse sobre él. Caleb la sujetó a tiempo.

—¡Suéltame! —gritó ella, furiosa, intentando zafarse—. ¡Me ha borrado la memoria! ¡Me ha...!

—No es nada personal, chica —replicó Doyle, todavía en el suelo y con una mueca de dolor que ahora se mezclaba con la burla—, solo he seguido órdenes.

Victoria estuvo a punto de lanzarse sobre él otra vez, pero se limitó a zafarse de Caleb y ponerse de pie con dificultad. Se mantuvo de pie junto a Brendan, que se había acercado. Tenía tan mala cara como ella.

—¿Tú estás bien? —le preguntó Axel a Brendan.

Él asintió. Estaba muy pálido. Victoria supuso que ella también.

—Bien —murmuró Bex—. Ahora... ¿alguien me dice qué hacemos con este? Porque yo tengo unas cuantas ideas muy agradables.

—Matémoslo —murmuró Axel, mirándolo—. Es lo que habría hecho él.

—Estoy de acuerdo —asintió Victoria, furiosa.

—No.

La voz de Brendan los sorprendió a todos. Él parecía estar recuperándose poco a poco. Señaló a Doyle con la cabeza.

—Es más útil vivo que muerto —aclaró—. Por ahora, al menos.

—¿Útil? —repitió Caleb, enarcando una ceja.

—Podemos sonsacarle información sobre Sawyer.

—No pienso decir nada —masculló Doyle, todavía en el suelo con el cuchillo en el hombro—. Matadme ya y acabaremos más rápido.

Hubo un momento de silencio en el que Victoria, presa de la rabia, habló sin pensar.

—Yo podría obligarlo a decir la verdad. Nunca lo he intentado, pero puedo hacerlo.

—Nuestras habilidades no funcionan con él —le recordó Axel.

Doyle volvía a reírse de ellos. Bex le dedicó una mirada molesta y se agachó para darle una bofetada con el dorso de la mano que, al menos, le quitó la sonrisa.

—¿Te crees que esto es gracioso? —preguntó en voz baja—. No te preocupes, dentro de poco lo será de verdad. Pero no creo que a ti te haga mucha gracia, querido.


Caleb

Puso una mueca al acercarse al cadáver del compañero de Doyle. La sangre seguía brotando de la herida de su garganta, pero lo ignoró completamente y empezó a buscar en sus bolsillos para ver si llevaba algo encima.

—Tiene que haber algo —murmuró Bex, que se acercó y empezó a ayudarlo—. No pueden simplemente ignorar nuestras habilidades, tiene que...

Se quedó callada de golpe al meter la mano en el bolsillo del pecho del hombre. Caleb también se detuvo y la miró.

—¿Qué has encontrado?

Bex abrió la mano. En la palma, junto con algunas manchas de sangre, había una pequeña piedra oscura.

—¿Qué...? —empezó Axel, confuso, acercándose.

Caleb se la quitó de la mano y la levantó para verla reflejada en la luz. Emitió unos cuantos destellos cuando la movió un poco.

—Es obsidiana —murmuró.

—¿Qué es eso? —preguntó Axel con una mueca—. ¿Una piedra?

—Una roca volcánica perteneciente a los silicatos —le explicó Caleb sin dejar de mirarla—. Con una composición química de...

—Vale, Einstein, eso nos da igual. Lo que queremos saber es si es lo que nos impedía usar nuestras habilidades.

Caleb suspiró y bajó la piedra. ¡Le había hecho ilusión poder recitar su composición química!

—Hay una forma fácil de saberlo —murmuró Bex, acercándose a Caleb.

Él dudó cuando le puso una mano en el brazo y se quedó mirándolo fijamente. Caleb sintió que la piedra, de alguna forma, adquiría una especie de vibración en la palma de su mano. Pero, aunque los ojos de Bex se volvieron negros, no pasó nada. Ella dio un paso atrás, pasmada.

—Es eso —murmuró—. Es... la obsidiana... esa. No puedo usar mi habilidad con él si la tiene en la mano.

Todos se giraron hacia Doyle a la vez. Él ya no parecía tan divertido.

Brendan y Victoria, que estaban de pie a ambos lados de él, se agacharon a la vez y empezaron a rebuscar en sus bolsillos pese a que Doyle intentó resistirse. Al final, fue Victoria quien se puso de pie con la pequeña piedra en la mano. Se la lanzó a Bex, que la atrapó al aire y se la guardó en el bolsillo con la otra.

—Ahora ya no es tan gracioso, ¿eh, Goyle?

—¡Es Doyle, Goyle es el de Harr...!

—Nos importa una mierda —aclaró Brendan, poniendo los ojos en blanco.

—¡Pues aprended a decir mi nom...!

Se quedó callado de golpe. Caleb frunció el ceño, confuso, cuando vio que se quedaba con expresión de espanto, pero en silencio. Casi parecía que se había quedado paralizado. Hizo un ademán de moverse hacia él, pero se detuvo cuando vio que alguien se le adelantaba.

—Ya basta de tonterías —masculló Victoria en voz baja, furiosa, avanzando hacia él sin perder el contacto visual. Tenía los ojos completamente negros.

Doyle se sacudió como si intentara moverse y Victoria apretó los puños. Él echó los brazos hacia atrás en un ángulo extraño y claramente incómodo antes de mantenerlos en la parte baja de su espalda, como si estuviera atado. Pero no lo estaba. Solo estaba paralizado. Victoria se detuvo justo delante de él, mirándolo fijamente.

—A partir de ahora, dirás la verdad —aclaró en voz baja. Se había quedado la habitación entera en silencio—. Si intentas mentir, te haré doblarte el brazo a ti mismo. ¿Te ha quedado claro?

Caleb miró a Victoria sin saber cómo reaccionar. Bex y Axel también se habían quedado en silencio, pasmados. Brendan era el único que no parecía muy sorprendido. Más bien estaba tenso.

—¿Dónde está Sawyer? —preguntó Victoria directamente.

Doyle abrió la boca, pero volvió a cerrarla como si hiciera un esfuerzo inmenso. Victoria tensó la mandíbula y él soltó un sonido de dolor, como si no pudiera resistirse.

—¿Dónde está Sawyer? —repitió Victoria con los dientes apretados.

Doyle se quedó pálido y emitió otro sonido de dolor justo antes de extender los brazos hacia delante. Los dos. Caleb estuvo a punto de reaccionar cuando vio que se agarraba el brazo a sí mismo y se lo doblaba en un ángulo extraño que emitió un crujido bastante desagradable. Sus gritos de dolor inundaron la habitación al instante.

—Victoria... —empezó Caleb, dudando.

Ella lo ignoró completamente.

Sus ojos habían vuelto a su color natural, pero seguía pareciendo furiosa. Ni siquiera parpadeó al ver a Doyle retorciéndose en el suelo mientras se sujetaba el brazo.

—¿Dónde está Sawyer? —repitió ella—. Es la última vez que te lo voy a preguntar, así que más te vale que me guste la respuesta.

—¡N-no lo sé! —lloriqueó Doyle en el suelo—. Nunca nos lo dice. Es más seguro... así.

—¿Seguro para qué? —Bex se acercó—. ¿Para que no podamos sonsacarte la información?

Doyle no respondió. Estaba tumbado en el suelo con su brazo malo sujeto, como si intentara protegerlo. Caleb no pudo evitar una mueca al ver el ángulo en que estaba doblado, pero Victoria ni siquiera reaccionó a ello. Solo lo miraba fijamente.

—Ibas a matarnos a todos después de hacerme esas preguntas —murmuró—, ¿no es así?

—Solo a ella —señaló a Bex, y luego a Caleb—. Y a él. Sawyer quiere a los otros dos. Y a ti.

—¿Me quiere a mí? —Victoria soltó un bufido despectivo—. Lo dudo mucho.

—Para lo que sea que te quiere, no es problema mío —espetó Doyle, mirándola con rabia—. Si fuera por mí, habría incendiado este maldito edificio con vosotros dentro y ni siquiera me habría afectado. Sois una panda de idiotas. Solo tuve que dejar botellas de alcohol en la cocina para que os emborracharais y pudiera encontraros despistados. Os merecéis que os maten.

—¿Sawyer sabe que estamos aquí? —le preguntó Victoria, sin siquiera hacerle caso.

—Todavía no —Doyle esbozó una sonrisa casi macabra—. Pero lo hará. Créeme que lo hará. ¿Y sabes lo que hará, zorra estúpida? Matará a tus queridos amigos. Y luego irá a por ese niño idiota que tienes en otra casa, le arrancará las tripas y dejará que se desangre. Y te obligará a mirarlo. ¿Te crees que puedes jugar con Sawyer y...?

No pudo terminar la frase. En el momento en que mencionó a Kyran, Caleb escuchó el corazón de Victoria acelerándose bruscamente. Lo hizo casi al instante en que ella empezó a avanzar a toda velocidad hacia él con los puños apretados.

Antes de que ninguno pudiera reaccionar, Doyle cayó de espaldas hacia atrás y Victoria se quedó sentada sobre su estómago. Apoyó bruscamente la rodilla en el brazo doblado y lo agarró del cuello de la camiseta. Él estaba tan sorprendido que no reaccionó inmediatamente al dolor.

—¿Cómo sabes lo del niño? —preguntó ella lentamente.

—Os hemos estado siguiendo desde que salimos del búnker, imbécil —espetó él con los ojos llenos de lágrimas de dolor.

—¿Quiénes?

Doyle no quiso hablar. Victoria hizo un gesto a Axel, que se acercó y se quedó mirándolo con los ojos negros. Al instante, Doyle se quedó mirando el techo como si realmente no viera nada.

—Ahora mismo está en una sala completamente oscura —murmuró él—. No puede verte.

—Caleb —ella ni siquiera lo miró al llamarlo—. ¿Cuánto tiempo tardará en desangrarse si le quito el cuchillo?

Caleb, que había estado mirándolos con gesto perdido, parpadeó para volver a la realidad.

—Unos... siete minutos, creo.

—Bien.

Victoria ni siquiera parpadeó cuando se lo arrancó del hombro y la sangre empezó a brotar.

—Tienes siete minutos para decirnos algo útil antes de morir desangrado —le dijo a Doyle—. Si colaboras, te curaremos.

Doyle estaba llorando, aunque Caleb supuso que era de la rabia de no ser quien estaba al mando.

—Solo sabemos lo del niño mi compañero y yo —aclaró en voz baja.

—¿Qué compañero? —preguntó Brendan—. ¿El muerto de ahí?

Doyle asintió, todavía con los ojos perdidos en el techo como si no viera nada.

—¿Qué hicisteis con el cadáver de mi hermano? —preguntó Bex en voz baja.

—Lo llevamos con Sawyer. Y luego lo quemamos.

Bex apretó los labios, pero no dijo nada más.

—¿Por qué Sawyer quiere matarnos? —preguntó Victoria.

—Porque nadie quiere a un ejército de personas con habilidades detrás de él, zorra estúpida.

—¿Y dónde tiene a Ania?

Brendan pareció algo sorprendido cuando Victoria hizo esa pregunta, pero no dijo nada.

—No lo sé —murmuró Doyle.

—No mientas o...

—¡No lo sé, hace años que no la veo! Sawyer lo sabe. Pero yo no.

—¿Qué vas a hacer si dejamos que te vayas con Sawyer otra vez?

—¿Eh?

Victoria hizo un gesto a Axel, que dejó de usar su habilidad al instante. Fue el turno de ella para usarla contra Doyle, a quien miró fijamente.

—Vas a volver con Sawyer y vas a decirle que no nos has encontrado, pero descubriste que tu compañero colaboraba con nosotros y por eso lo asesinaste. Las heridas son por la pelea que tuviste con él. Pero de nosotros no sabes nada. ¿Está claro?

Doyle tenía los ojos completamente negros cuando asintió.

—Y después vas a decirle que tienes sospechas de que nos reuniremos todos en el búnker dentro de quince días. Dile que hemos descubierto una forma de potenciar nuestras habilidades, así seguro que viene él mismo en persona.

—¿Qué dices? —preguntó Caleb al instante, confuso.

—Será la forma perfecta de tenderle una emboscada —musitó ella antes de centrarse otra vez en Doyle—. Y, ahora, duerme durante una hora.

Él cerró los ojos y su cabeza chocó contra el suelo. Victoria se puso de pie, claramente agotada... pero determinada.

—Tenemos que vendarle la herida y dejarlo en cualquier lado de la ciudad, lejos de aquí. Hará todo lo que le he dicho.

Hubo un momento de silencio cuando ella se dio la vuelta y vio que todo el mundo —especialmente Caleb— la miraba con incredulidad.

—¡Ahora! —exclamó ella, frunciendo el ceño, y todo el mundo obedeció.


Margo

—Oye, Kyran —lo señaló con una cuchara—, esa no es la ropa que habíamos dicho que te pondrías.

Antes de darle un baño habían decidido que se pondría su pijama normal, pero por lo visto a él le apetecía más ponerse un traje de Batman que le había regalado Iver unas semanas atrás.

—Yo Baman —aclaró él felizmente.

—Mañana te pondrás eso, ahora es muy tarde.

—¡Peo yo Baman!

—Muy bien, Batman, pero ahora tenemos que cenar. Ponte el pijama.

Él suspiró dramáticamente y volvió a la habitación con el gato correteando detrás. Margo sonrió un poco y volvió a concentrarse en terminar la cena mientras con otra mano sujetaba los apuntes de clase y los iba leyendo.

Sin embargo, algo hizo que se detuviera. O más bien alguien.

Su primer instinto cuando escuchó una voz fue salir corriendo con la cuchara  —un arma mortífera en sus manos—.

Sin embargo, la voz era de Kyran. Se detuvo justo al otro lado de la puerta y escuchó, confusa.

—¡Ota vez! —chillaba él, entusiasmado.

Hubo ruido de pasos, pero poco más. Solo un chillido emocionado de Kyran.

Margo finalmente abrió la puerta, confusa, y lo vio sentado en la cama.

—¿Se puede saber qué...?

Pero se calló de golpe cuando vio lo que entusiasmaba tanto a Kyran.

Bigotitos acababa de saltar al suelo y, en ese momento, se encogió como si fuera a hacerse una bolita. Solo que la bolita empezó a crecer. Y a crecer. Y a crecer.

Y, cuando se puso de pie, Margo vio que ya no era un gato. Era una persona.


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