Capítulo 5
Victoria
No consiguió dormirse, como le había pasado muchas otras noches al intentarlo, así que estuvo toda la noche acariciando la cabecita de Kyran mientras él dormitaba, abrazado a su peluche. También vio unos cuantos capítulos de una serie de detectives que ni siquiera conocía, pero que no estaban mal.
Era... extraño tener un niño tan cerca de ella. Los niños como Kyran era frágiles. Inocentes. Ella no había visto mucha inocencia en esos últimos meses. No sabía cómo reaccionar ante ello.
Ya había amanecido cuando Margo apareció por el pasillo con el pijama puesto. Tenía cara de sueño cuando le dedicó una pequeña sonrisa a Victoria.
—Buenos días —dijo en voz baja, para no despertar al niño.
—Buenos días —Victoria dudó un momento antes de seguir hablando—. ¿Has... hablado con Bexley?
—No. Apenas me ha dirigido la palabra. Tampoco ha llorado —Margo suspiró y se sentó a su lado—. Sinceramente... me preocuparía menos si... no sé, al menos... ya sabes, reaccionara. Aunque fuera para insultarnos a todos.
Estuvieron las dos un momento en silencio, cada una más pensativa que la otra, hasta que Victoria suspiró y se giró hacia ella.
—Quizá es porque se siente sola, ¿no? A mí me pasa, algunas veces. Cuando creo que nadie puede entender lo que estoy sintiendo, me resulta complicado abrirme porque siento que no lo entenderán.
Margo asintió lentamente.
—Sí, puede que sea eso... entonces... ¿deberíamos encontrar a alguien que también quisiera mucho a Iver?
—Caleb es una opción.
—El mundo se detendría antes de que Caleb se abriera a otra persona —Margo le echó una ojeada—. Otra vez, quiero decir.
Victoria puso una mueca, sin entenderlo muy bien.
—¿Y quién más nos queda que vaya a echar muchísimo de menos a Iver?
No había terminado de decirlo cuando llamaron al timbre. Kyran se removió, incomodo, y Margo se apresuró a ir a abrir. Lo hizo con cautela, como siempre, y aunque Victoria no podía verle la cara, escuchó su grito ahogado.
—¿D-Daniela...?
—¡Hoooolaaaa! ¡Ya he vuelto!
Una rubia bajita, muy tierna y con aspecto inocente entró en el salón con una gran sonrisa. Iba tan distraída que ni siquiera vio a Victoria y a Kyran —se había despertado con ese saludo ruidoso—, que la observaban. De hecho, se quedó de pie dándoles la espalda. Margo, delante de ella, tenía cara de espanto.
—No pongas esa cara —protestó Daniela, algo menos decidida—. ¿Es que no te alegras de verme?
—No... no es que... —Margo cerró los ojos un momento—. No sé cómo decirte esto con suavidad, Dani. De hecho, iba a tomarme mi tiempo para hacerlo, pero ya que has venido...
—¿Qué pasa?
Margo carraspeó, nerviosa. Era raro verla nerviosa.
—¿Te acuerdas de esa amiga que perdimos por un disparo y por la que hemos estado llorando durante meses?
Daniela dio un respingo, tensándose.
—¿Habéis encontrado a Sawyer?
—Eh... no. Hemos encontrado a nuestra amiga.
—¿Eh?
—Date la vuelta.
Daniela se dio la vuelta con cara de confusión absoluta y, al instante en que sus ojos se detuvieron sobre Victoria, abrió la boca, hizo un ademán de decir algo... y PLOF se desmayó.
Literalmente se desmayó. En serio.
El golpe contra el suelo fue bastante feo.
Cinco minutos más tarde, Margo estaba sentada en el sofá con la cabeza de Daniela en el regazo mientras Victoria se apresuraba a abanicarla con una mano. Kyran parecía maliciosamente divertido mientras las observaba sentadito en el sillón.
—Bueno, se lo ha tomado mejor de lo que esperaba —comentó Margo de repente.
—¿Mejor? ¿A esto lo llamas mejor?
—Oye, es Daniela, una parte de mí esperaba que se pusiera a gritarte y a decirte que es imposible que estés aquí, se supone que estás muert...
—¡ES IMPOSIBLE QUE ESTÉS AQUÍ, SE SUPONE QUE ESTÁS MUERTA!
Daniela, que acababa de despertar de su corto letargo, miraba a Victoria con los ojos muy abiertos y cara de espanto absoluto.
—Bueno... —Victoria se encogió de hombros—. Parece que no lo estoy. Mala suerte.
—P-pero... pero... estos meses... pensé que...
—Ha estado con Brendan todo este tiempo —le dijo Margo.
Daniela se apartó de ellas y se puso de pie, pasándose las manos por la cara. Victoria podía entenderla, después de todo, a ella también le resultaría complicado aceptar algo así.
—Dios mío —murmuraba la pobre Daniela, intentando no volver a entrar en pánico—, hace un año tenía una vida normal y corriente, sin muertes, disparos ni resurrecciones milagrosas... la echo de menos.
—Pues a mí me gusta más esta —Margo sonrió—. Es menos aburrida.
—¡Prefiero el aburrimiento!
Justo en ese momento, Victoria se tensó al ver que Bexley se acercaba por el pasillo en su silla de ruedas, alertada por el ruido. Miró a Daniela un momento, sorprendida. Estaba pálida. Victoria pudo notar su tristeza solo con verla.
—¿Dani? —preguntó, como si no pudiera creérselo.
Daniela sonrió, aliviada, y se dio la vuelta para acercarse a Bexley.
—Menos mal que tú al menos sigues igual —se detuvo un momento—. ¿Por qué tienes tan mala cara? ¿Ya te has vuelto a pelear con Iver?
Bexley le sostuvo la mirada por unos segundos y Victoria vio que tragaba saliva con dificultad.
—No —dijo, al final.
—Dani —intervino Margo con muchísima suavidad, acercándose a ella—. Hay... algo que debes saber.
Daniela las miró con confusión una a una hasta detenerse en Bexley, que tenía los labios apretados.
—¿Qué pasa? No me asustéis. ¿Estáis todos bien?
Todo el mundo se quedó en silencio. Victoria ya no pudo soportarlo más y decidió intervenir antes de seguir prologando esas dudas.
—Caleb, Iver y yo fuimos al búnker —le dijo en voz baja, pero decidida, atrayendo la atención de Daniela por completo—. Hubo... una emboscada. Aparecieron hombres de Sawyer.
—Oh, no —ella se tapó la boca con la mano—. ¿Iver está herido? ¿Caleb necesita...?
—Caleb está bien —le dijo Victoria, mirándola con cierta compasión—. Y yo también. Pero... Iver no volvió a casa con nosotros, Dani.
Por unos instantes, pareció que ella no entendía muy bien de qué estaban hablando. Entonces, abrió mucho los ojos.
—¿Dónde lo tiene Sawyer?
—Daniela...
—¡Tenemos que ir a buscarlo! ¿Ya os ha dicho qué pide a cambio o...?
—Iver no va a volver —aclaró Victoria en voz baja, mirándola—. Intentaron engañarnos y él... él recibió un disparo en la cabeza intentando protegernos a todos.
Daniela no tuvo reacción inicial. De hecho, casi parecía estar esperando a que le dijeran que era una broma, pero... los segundos pasaban y nadie se lo decía. Y, a medida que nadie se lo decía, su expresión fue decayendo lentamente. Miró a Bex, a Margo y a Victoria, como un animalito asustado, pero ellas no dijeron nada. Cuando Daniela pareció por fin entenderlo, empezó a sacudir la cabeza.
—No... pero... no es... es decir...
—Creo que lo mejor es que te sientes, Dani —sugirió Margo con cautela.
—Pero... no... no está muerto. Es decir, no puede estarlo. ¡Vosotros tenéis una capacidad de curación que...!
—Ni siquiera la mejor capacidad de curación del mundo puede curar eso —murmuró Caleb, que estaba apoyado en la entrada del pasillo. Victoria se preguntó cuánto tiempo hacía que estaba ahí.
—Pero... —seguía Daniela, confusa—. No puede estar...
—Lo está —la voz firme de Bexley hizo que todos se giraran hacia ella—. Está muerto. Es un hecho. Y no hay nada que podamos hacer. Asumámoslo cuanto antes y dejemos de lloriquear ya.
Victoria parpadeó, sorprendida. Incluso Caleb parecía perplejo.
Pero Bexley los ignoró a todos y pasó con la silla de ruedas hacia la cocina. Se detuvo delante de una de las encimeras y recogió una cuchara rosa que solía utilizar Iver. Durante unos instantes, la miró como si no supiera qué hacer, pero entonces levantó la cabeza y su entereza hizo que todos permanecieran en silencio.
—Voy a elegir entre sus cosas —aclaró—. Para ver lo que quiero quedarme y de lo que podemos deshacernos.
—Pero... —Victoria no pudo evitar callarse—. Bex, quizá sería mejor que dejaras pasar unos días antes de...
—No tenemos tiempo para esas mierdas, Victoria —la cortó en seco.
Volvió a mover la silla de ruedas, pero esta vez se detuvo delante de Daniela. Victoria no se había dado cuenta de que Dani hubiera estado llorando, pero tenía las mejillas empapadas por las lágrimas y sus hombros se sacudían un poco cuando intentaba contenerse para no hacer ruido.
Bexley se detuvo delante de ella y respiró hondo antes de rebuscar en la bolsa de su silla de ruedas. Cuando sacó el objeto en cuestión, Daniela no pudo evitarlo y se echó a llorar de verdad, cubriéndose la cara con las manos.
—Toma —Bex le tendió el sombrerito de Iver, el que Victoria sabía que había usado una vez, del que Brendan se había burlado, aunque no recordara cuándo había sido. ¿Una... acampada?
—No... no puedo aceptar...
—Es tuyo —insistió Bexley en voz baja—. Él... querría que lo tuvieras tú.
Daniela se contuvo un momento para aceptarlo, todavía llorando en silencio. En cuanto lo tuvo en la mano, Bexley respiró hondo y se dio la vuelta para volver a la cocina, pero entonces todos se giraron hacia Kyran, que había soltado un gritito de horror.
Caleb hizo un ademán de correr hacia él, pero pareció detenerse cuando vio que estaba señalando el mueble de la entrada.
—¿Qué pasa, Kyran? —preguntó Margo.
—¡Panti-ta! —Kyran tenía los ojos llenos de lágrimas cuando señaló la planta marchita—. ¡PANTITA MUE-TO!
—Mierda —murmuró Caleb.
—¡PANTITA MUE-TO! ¡TÚ NO DA-LE AGUA!
Caleb enrojeció un poco cuando lo señaló.
—Eh... es que... se me olvidó y...
—¡PANTITA MUE-TOOOOOO!
—Vale, Kyran, no te preocupes, conseguiremos otra y...
—¡NO! ¡TÚ ENTERA-LA!
—¿Eh?
—¡FUNE-AL A PANTITA!
—No pienso hacerle un funeral a una planta, Kyran.
Caleb
Media hora más tarde, estaba en el funeral de la dichosa planta.
De hecho, estaban todos reunidos en el patio trasero del edificio, donde Caleb había cavado un pequeño hoyo. Había ido con ellos incluso el maldito gato para acompañar a Kyran, que llevaba la plantita en brazos como si fuera un cadáver dramático.
Caleb se apartó del pequeño hoyo —había tenido que hacerlo un poco hondo para que Kyran dejara de molestarlo— y se pasó un brazo por la frente.
Margo, Bexley y Daniela lo miraban todo en silencio al otro lado de éste, muy juntas entre ellas. El gato y el niño estaban no muy lejos de ellas. En cambio, Victoria estaba un poco a un lado, con los brazos cruzados. Miraba el hoyo con cierta tristeza. Caleb optó por colocarse a su lado.
—Yo siempre intenté tener plantas —murmuró ella en voz baja, mirando el hoyo—. Y... nunca sobrevivían mucho tiempo. Siempre se me olvidaba regarlas.
—Lo sé.
Victoria le dedicó una mirada extrañada.
—¿Lo sabes?
—La planta era tuya —murmuró él sin mirarla, estaba demasiado exhausto para seguir callándose—. Empecé a regarla porque dejarla en tus manos era una muerte segura. Y, cuando te... cuando te fuiste, la traje aquí.
Pudo notar la mirada de Victoria sobre él durante unos segundos, pero no se la devolvió. Estaba mirando a Kyran. Se había acercado al hoyo junto al gato, que frotó la cabeza contra su pierna para consolarlo.
Kyran sorbió la nariz y, en medio de lloriqueos, se agachó y dejó el cadáver de la plantita en el centro del hoyo.
—Adió, pantita.
Caleb se acercó a él y lo ayudó a cubrirla de tierra otra vez. Kyran seguía lloriqueando cuando terminaron. Caleb dio un paso atrás para situarse junto a Victoria y él lo siguió, llorando. Antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar, Kyran se abrazó a ambos y empezó a lloriquear.
Victoria lo miró, claramente sorprendida, y le devolvió el abrazo. Caleb, por su parte, le dio una palmadita incómoda en la cabeza mientras el gato se frotaba contra su pierna, exigiendo también un poco de afecto.
—Bueno —murmuró Margo—, ¿alguien quiere decir algo en honor a Plantita?
Hubo unos segundos de silencio en los que nadie miró a nadie. Todos tenían los ojos clavados en la tumba de Plantita. Kyran dejó de llorar y se sorbió la nariz, haciendo lo mismo, pero no dejó de abrazarse tanto a Caleb como a Victoria.
Y, justo cuando Caleb iba a dar por terminado el funeral, Bexley habló:
—Yo. Yo quiero despedirme de Plantita.
Caleb la miró. Vio que su expresión se crispaba cuando, con los ojos clavados en la tumba, intentó mantener su cara serena. Era cada vez más difícil.
—Yo... no conocía mucho a plantita —empezó en voz baja—. Pero... muchas veces ayudé a Kyran a regarla. Y muchas otras veces le enseñé el libro ese sobre plantitas, ¿verdad, Kyran? Por... si algún día queríamos adoptar a un amigo para ella.
Kyran asintió, todavía con los ojos llenos de lágrimas.
—Bueno —Bexley respiró hondo y tuvo que tomarse unos segundos antes de hablar—. Está claro que todos apreciábamos mucho a Plantita. No lo parecía porque a veces no estaba muy presente en el grupo, pero... en el fondo era un pilar fundamental. Nada será igual sin ella. Nada. Entrar en el piso y no verla será...
Se cortó a sí misma por un instante, pero poco después sacudió la cabeza y volvió a centrarse.
—Ha sido mucho tiempo con ella y la echaremos de menos, pero... ella no querría vernos tristes. No querría vernos llorando. Si nos viera así por él... por ella... probablemente se reiría de nosotros y nos llamaría sensibleros. Especialmente a Caleb.
Él estuvo a punto de sonreír cuando Bexley lo miró con una sonrisa triste.
—No querría vernos tristes —repitió Bex en voz baja, bajando la mirada de nuevo—. Así que... yo no voy a estar triste. No quiero recordar a Plantita y ponerme a llorar. Quiero... recordar los buenos momentos. Y eso es lo que deberíamos hacer todos. Y... quiero pensar que... que volveremos a vernos algún día. Aunque no sea en sabiéndolo. Aunque no sea en esta vida. No importa. Volveremos a vernos algún día. Así que no habrá discursito dramático de despedida, porque esto no es un adiós. Es un hasta pronto.
Bexley puso una mueca al acercar la silla de ruedas a la tumba y mirarla unos segundos.
—Hasta pronto —dijo en voz baja.
El silencio se mantuvo durante unos segundos hasta que Daniela, todavía con los ojos llenos de lágrimas, asintió con la cabeza.
—Hasta pronto.
Margo carraspeó, intentando controlarse, y también asintió.
—Hasta pronto.
—Hasta pronto —murmuró Victoria.
—Hata ponto —murmuró Kyran.
—Miau —murmuró Bigotitos.
Caleb tardó un segundo de más en responder. Tuvo que tragar saliva para deshacerse del nudo que se le había formado en la garganta. Una serie de recuerdos con Iver se habían instalado en su cabeza y no parecían querer desaparecer. Cerró los ojos un momento y también asintió.
—Hasta pronto —murmuró.
Se mantuvieron todos en silencio todos unos segundos. Caleb miró a Bexley, que observó la tumba unos segundos más antes de retroceder con la silla de ruedas, respirar hondo y cambiar completamente su expresión a una totalmente... guerrera.
—Bien —masculló—. Ahora, vamos a encontrar a esos cabrones y a matarlos.
Victoria
Todos volvieron al piso casi un instante después. Victoria estuvo a punto de seguir a Bigotitos y Kyran, que se marchaban con las chicas, pero se detuvo al notar que Caleb no iba con ellos. Se giró, extrañada, y más se extrañó cuando vio que él se había agachado junto a la tumba de Plantita y aplanaba la tierra con la mano para dejarla mejor.
Se acercó a él tras dudarlo unos segundos y se detuvo a su lado. Para entonces, Caleb se había puesto de pie otra vez, pero no la miraba.
—Sé que suena a pregunta banal por la que realmente no quiero una respuesta —murmuró ella, mirándolo—. Pero... no lo es. Necesito preguntarlo. ¿Cómo estás?
Caleb tardó unos instantes en mirarla y encogerse de hombros.
—Horrible.
—Bueno, al menos alguien es sincero.
Pareció que él quería esbozar una pequeña sonrisa, pero no le llegó a salir. Más que nada porque fue sustituida por una mueca de desagrado.
—Deja de mirarme con esa cara de pena —masculló él, de mal humor.
—Es que...
—Casi te prefería cuando te burlabas de mí.
—¿Yo...? ¡Yo no me burlo de ti!
—Ahora no —él enarcó una ceja—. Pero lo solías hacer. Continuamente.
—¡Eso no es verdad!
Pero incluso Victoria, sin recordarlo del todo, enrojeció cuando supo que era verdad.
—Bueno, quizá lo hacía un poquito —admitió—. ¡Pero seguro que no lo hacía con mala intención!
—Lo hacías con intención de molestar, y lo conseguías.
—¿Y qué hacía, eh?
—Desviarte del camino hacia el trabajo y meterte en callejones oscuros para que tuviera que perseguirte, entre otras cosas.
Victoria se quedó mirándolo un momento, pasmada, cuando sintió como si una corriente eléctrica le recorriera el cuerpo. Se había sentido así muy pocas veces. Y todas habían sido como si una parte de su memoria se desbloqueara.
—Callejones... oscuros —repitió en voz baja.
—Sí —Caleb apretó los labios—. Pero seguramente te crees que lo hiciste con Brendan, ¿no?
Ella se quedó plantada en su lugar, confusa, cuando Caleb pasó por su lado con aire irritado y volvió a entrar en el edificio. Tardó unos instantes en recomponerse y seguirlo, pero Caleb era tan rápido que era complicado seguirlo de cerca.
De hecho, cuando llegó al piso, ni siquiera estaba en el salón con las demás, que estaban delante de las cosas de Iver, eligiendo. Una sola mirada de Bexley fue suficiente como para que Victoria supiera que ahí no era bienvenida.
Fue directa a la habitación de Caleb y Kyran, algo irritada, y la abrió sin siquiera pensar en lo que hacía.
No supo muy bien si estaba satisfecha o arrepentida cuando vio que él se estaba cambiando de ropa.
Bueno, no es que estuviera desnudo. Estaba sin camiseta. Se la había quitado por las manchas de tierra. Hizo una bola con ella y la lanzó al suelo, poco preocupado por haber sido interrumpido. De hecho, ni siquiera miró a Victoria, que estaba pasmada en la puerta, mirándolo de arriba a abajo.
Caleb, finalmente, se giró hacia ella con gesto hosco.
—¿Vas a decidir ya si entras o sales?
—Eh... mhm... yo no quería... eh...
—Deja de mirarme como si nunca me hubieras visto así. Es muy irritante.
Victoria volvió a mirarlo a la cara, algo ofendida, y cerró la puerta tras de sí por impulso, acercándose a él. Caleb no pareció muy asustado cuando se detuvo a su lado, señalándolo con un dedo acusador.
—¿Se puede saber por qué de repente me hablas así? —preguntó ella.
—¿Así?
—¡Así de desagradable!
—Bueno, no es muy agradable que me mires como si no me conocieras, Victoria, y teniendo en cuenta que llevo callándome unas cuantas semanas...
—¿Callándote qué? ¿Cómo quieres que te recuerde si apenas recuerdo nada?
Él apretó los labios.
—Yo me acordaría de ti —le aseguró en voz baja.
—¡Eso no lo sabes!
—Lo sé perfectamente. Podría olvidar todo lo demás, pero a ti nunca te olvidaría. Nunca.
Caleb agarró otra camiseta y se la pasó por la cabeza de forma casi furiosa mientras Victoria seguía mirándolo, dudando. Estaba confusa y le dolía la cabeza. No entendía nada.
—¿Por qué no me olvidarías? —preguntó al final, tratando de comprender.
Él soltó un bufido casi despectivo.
—¿Lo preguntas en serio?
—¡Sí, Caleb, no recuerdo nada!
—¡Sí que lo recuerdas, pero lo recuerdas con otra maldita persona!
Victoria parpadeó, confusa, y se interpuso en su camino cuando él hizo un ademán de ir hacia la puerta.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Lo sabes perfectamente.
—¡Caleb, maldita sea, no lo recuerdo! ¿No puedes tener un poco de comprensión?
—¿Comprensión? ¿Yo? ¿Tendrías tú compasión si fuera yo quien creyera que todo lo que hemos pasado lo he pasado con otra persona? No. Me lanzarías algo a la cabeza.
—¿Eh...?
Caleb dijo algo en su idioma —sonaba a palabrota, cosa que Victoria no dominaba mucho— y pasó por su lado. Esa vez no tuvo tiempo para detenerlo antes de que saliera de la habitación. Unos pocos segundos después, también escuchó la puerta principal.
A Victoria la cabeza le daba vueltas. Se sentó en su cama y se pasó las manos por la cara, tratando de calmarse, pero era imposible. Era como si su propio cuerpo intentara gritarle algo, pero fuera incapaz de escucharlo. Sumamente frustrante, sí.
Levantó la cabeza cuando notó una patita peluda y suave sobre su rodilla. Miró a Bigotitos, que se había sentado a su lado y la observaba con curiosidad. Victoria le acarició la cabeza y él ronroneó de gusto.
—Al menos, no todo el mundo está enfadado conmigo —murmuró—. Porque Bexley, Caleb y Kyran si lo están.
Miau
—Tú no te enfadarías conmigo, ¿a que no, Bigotitos?
El gato sacudió la cabeza, cosa que hizo que Victoria se quedara momentáneamente perpleja.
—¿Acabas... de negar con la cabeza?
El gato la miró con inocencia y se lamió una patita con aire casual.
—Vale, me estoy volviendo loca —ella suspiró.
Por algún motivo, eso hizo que se acordara precisamente de la noche en la que había besado a Brendan por primera vez. También había pensado que se estaba volviendo loca. Y lo peor es que lo recordaba perfectamente, como si hubiera sido ayer.
Recordaba que era una noche especialmente calurosa en la que todas las personas con las que se cruzaron sudaban o se quejaban de las temperaturas. Ellos dos no habían notado nada, no podían notar la temperatura, pero el ambiente se hizo pesado incluso para Victoria, así que le pidió a Brendan que volvieran temprano al motel.
Él había estado particularmente de buen humor ese día. Ya no solo daba órdenes, también bromeaba un poco, cosa que era un alivio. Incluso accedió a ver una película juntos. Victoria aprovechó y se apretujó contra él en el sofá, cosa que pareció incomodarlo, pero al menos no se movió.
Y Victoria no recordaba qué la había impulsado a hacer esa pregunta, pero la había hecho:
—¿Sigues pensando en Ania a menudo?
Brendan se había tensado de pies a cabeza y la había mirado con mala cara.
—No hables de Ania.
—Pero...
—No hables de ella —esa vez fue mucho menos suave.
De hecho, incluso se puso de pie para apartarse de Victoria, que se apresuró a seguirlo, algo temerosa de haber metido la pata.
—Sigues triste por perderla —insistió ella—. Puedo sentirlo por el lazo.
—Me da igual lo que puedas sentir.
—¡Pero es verdad! Solo... creo que podría ayudarte hablar de ello. Podrías desahogarte... yo...
—No quiero...
Brendan se calló, algo sorprendido, cuando Victoria se adelantó y le sujetó la cara entre las manos. De hecho, quedó tan sorprendido que ni siquiera se apartó. Solo la miró con aspecto confuso.
—¿Qué haces? —masculló.
—Obligarte a escucharme. Sé que la echas de menos, pero...
—Eso no te importa.
—...tienes que elegir, Brendan. No puedes estar eternamente entre la duda de si ir a buscarla u olvidarte de ella.
—¿Te crees que es fácil? —Brendan se apartó, enfadado.
—Yo iría a buscarla.
—Oh, es muy sencillo decirlo desde tu posición.
—No lo es, solo es la verdad.
Él puso mala cara y se dio la vuelta para apoyarse en la ventana con las manos. Estaba muy tenso. Victoria podía percibirlo.
Ella, hasta ese momento, había estado conteniendo sus propios celos para no empeorar la situación, pero solo imaginarse a Brendan con otra chica hacía que se le revolvieran las tripas. Imaginarse que le hacía a otra las cosas que le hacía a ella en sus recuerdos era... francamente insoportable.
—Es que no sé si quiero encontrarla —dijo él finalmente, en voz baja.
Victoria tragó saliva y se acercó para ponerle una mano en el hombro.
—¿Por qué no?
—¿Y si le pasa como a ti... y ha perdido parte de su memoria? No sabría quién soy. O incluso podría odiarme por haberla puesto en peligro. En cualquiera de los casos, aparecer en su vida de nuevo sería asegurar su ruina. Y no quiero hacerle eso.
Victoria no supo qué decirle. Pudo notar su propio dolor en su cuerpo. Era la primera vez que notaba cierta vulnerabilidad en Brendan. De hecho, incluso tenía la expresión crispada, como si estuviera haciendo un verdadero esfuerzo por no desvelar sus sentimientos. Pero a Victoria, con el lazo, no podía ocultárselos.
—No quiero arruinarla otra vez —añadió Brendan en voz baja.
Victoria lo miró, dudando, hasta que finalmente se lanzó y le sujetó la cara con una mano, girándolo hasta que la estuvo mirando. Brendan parecía bastante decaído.
—Podrías pasar página y olvidarte de ella —sugirió Victoria en voz baja—. Y... moverte al próximo lugar.
—¿Al próximo lugar? ¿Y cuál se supone que es?
—Yo.
Eso hizo que Brendan pareciera confuso durante una milésima de segundo. En cuanto se dio cuenta de sus intenciones, se apartó tan bruscamente que su espalda chocó con la pared.
—No —advirtió, muy serio.
—¿Por qué no? Hace semanas que viajamos juntos por todas partes, yo... te he contado todo lo que recuerdo de mi vida. Me has entrenado, me has enseñado a usar mi habilidad... hemos pasado tanto tiempo juntos... y el lazo que nos une, Brendan, hace que sepa que no soy la única que se siente así.
—Yo no me siento de ninguna forma, así que olvídalo.
—No mientas.
—No estoy mintiendo.
Ella dio un paso en su dirección, decidida, y Brendan la miró con desconfianza.
—¿Nunca se te ha pasado por la cabeza? —preguntó Victoria en voz baja, acercándose lentamente.
—¿El qué?
—Tú y yo... juntos.
—Eso no va a pasar, te lo garantizo.
—No has respondido a la pregunta, Brendan.
—No, no me lo he planteado.
Victoria se detuvo justo delante de él y le puso una mano en el pecho, justo encima del corazón. Cuando levantó la mirada, pudo notar el conflicto de sentimientos dentro de Brendan, pero eso no le impidió seguir hablando.
—Sé cómo te sientes cuando me acerco así —le dijo en voz baja—. Sé que a veces piensas en Ania y en que podrías estar viviendo esto con ella... y en lo solo que te has sentido todos estos años, viendo como todo el mundo tenía a alguien... menos tú.
—Eso no es...
—Sé que te sientes bien conmigo. Mejor de lo que te gustaría. Y sé que, aunque intentes impedírtelo a ti mismo con todas tus fuerzas... algunas veces se te ha cruzado por la cabeza... lo fácil que sería decirme que sí. Estar conmigo. No volver a sentirte solo.
Brendan no dijo nada esta vez. Solo tragó saliva, mirándola. Victoria se envalentonó y terminó de cortar la distancia entre ellos. El corazón le latía a toda velocidad por la emoción.
—Te sientes culpable, pero no deberías sentirte así... a mí me gustas, Brendan, ya lo sabes.
—No, no te gusto —me aseguró en voz baja.
—Y sé que yo te gusté en algún momento —siguió ella—. Lo sé. Lo recuerdo. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero lo recuerdo.
—Victoria, esos recuerdos no... —pero se cortó a sí mismo, apretando los labios—. No me obligues a decirlo.
—¿Por qué no?
—Lo sabes perfectamente. Nos lo advirtieron. Si no lo recuerdas todo por ti misma, quizá nunca recuperes toda tu memoria. ¿Eso es lo que quieres? ¿Quedarte para siempre en la incertidumbre?
—Lo que quiero es que seas sincero de una vez y admitas que sientes algo por mí.
—No —él fue tajante cuando dio un paso atrás—. Vete a ver la película, ahora no...
Pero Victoria ya estaba demasiado frustrada. Lo agarró de la camiseta con un puño, interrumpiéndolo, y tiró de él hasta que sus labios entraron en contacto.
Casi no pudo sentir el beso porque Brendan se apartó al instante, mirándola con los ojos muy abiertos.
—No vuelvas a hacer eso —advirtió, furioso.
Pero Victoria podía notar sus sentimientos. Y no eran precisamente de no volver a quererla cerca.
—¿Por qué? ¿No te ha gustado?
—No es...
Esta vez ya no le dio un beso corto. Lo sujetó de la cabeza y se puso de puntillas, uniendo por fin sus labios. Brendan se quedo petrificado cuando volvió a besarlo en la boca, pero esta vez de verdad.
Durante unos instantes, él no se movió. Victoria cerró los ojos y disfrutó del momento de calidez. pero duró mucho menos de lo que le habría gustado. Justo cuando pensó que él por fin iba a relajarse y a besarla de vuelta, él se apartó bruscamente, furioso.
Victoria intentó decirle algo, pero Brendan salió de la habitación sin dirigirle la palabra. Y tardó un día entero en volver.
Durante ese día, Victoria había llegado a temer que se hubiera enfadado tanto que no quisiera volver a saber nada de ella, así que cuando lo vio entrando de nuevo, casi sintió ganas de llorar. Pero Brendan volvió a cambiar con ella. Volvió a ser tan frío y distante como al principio. Y ya apenas dejaba que lo tocara.
Desde ese día, no volvieron a hablar de esos besos. Ni hubo otros.
Victoria cerró los ojos, volviendo al presente, tras rememorarlo todo. ¿Era eso lo que le estaba intentando decir Brendan? ¿Que sus recuerdos eran erróneos? Le dolía tanto la cabeza que apenas podía considerarlo. Solo quería tumbarse en la cama y hundirse en el colchón.
Al final, eso fue precisamente lo que hizo. Y Bigotitos se tumbó a su lado, intentando darle un poco de amor frotando su cabecita contra el cuello de Victoria.
Caleb
Estaba sentado en la entrada del edificio, fumándose un cigarrillo, cuando vio que Brendan y Axel bajaban del coche de Brendan entre charlas y risas. Los miró con aire sombrío mientras daba otra calada al cigarrillo. El olor a Victoria era difícil de obviar. Necesitaría unos cuantos cigarrillos más para borrárselo.
Brendan y Axel dejaron de sonreír cuando se acercaron a él.
—¿A qué viene esa cara? —bromeó Axel.
Caleb casi lo asesinó con la mirada.
—Mi mejor amigo murió hace apenas un día —espetó sin mucho tacto—. Si no sonrío, quizá sea uno de los motivos principales, ¿no crees, imbécil?
Axel le enarcó una ceja al instante, poniéndose a la defensiva.
—No hace falta hablar así. Todos sentimos lo de Iver.
—Sí, a vosotros se os veía muy tristes hace un momento.
—¿Y qué quieres? ¿Que lloremos? Ese gilipollas ni siquiera me caía bien.
Caleb lo miró un momento, apretando el cigarrillo con los dedos, hasta que no pudo controlarse y lo lanzó al suelo, avanzando hacia Axel. Él retrocedió al instante, asustado, pero Caleb no pudo llegar a él porque el brazo de Brendan se interpuso en su camino, deteniéndolo.
—Calmémonos un poco —sugirió, echando una ojeada irritada a Axel—. Estoy seguro de que no quería decir lo que ha dich...
—Tú —Caleb lo miró fijamente—, no me toques.
Brendan pareció sorprendido por un instante, pero se apartó.
—Nosotros no tenemos la culpa de lo que pasó, Caleb —le recordó.
—Oh, cállate ya —Caleb puso los ojos en blanco—. Estoy harto de escuchar tus excusas de mierda. Y las tuyas, Axel. Intentas hacerte el amiguito de Bexley porque sigues enamorado de ella o lo que sea que creas tú que es amor en tu mente de idiota limitado, pero su hermano acaba de morir, está arriba teniendo que recoger sus cosas y tú estás aquí riéndote con este otro gilipollas.
Se giró hacia Brendan, que ahora tenía el ceño fruncido.
—Y tú pretendes que me comporte como si tenerte de hermano fuera una bendición cuando, en realidad, me arrepiento de que volviéramos a hablar.
—Te recuerdo que sin mí Victoria estaría muerta.
—¡Si no te hubieras empeñado en descubrir su habilidad por tu obsesión con Ania, nunca habría corrido peligro!
—¡Sawyer ya quería matarla antes de que yo interviniera, Caleb!
—Oh, y casi lo consiguió —Caleb se giró en redondo hacia Axel, que se encogió un poco—. ¿O ya te has olvidado? Porque yo no. Recuerdo perfectamente llegar a casa de y encontrar a mi novia ensangrentada y malherida porque tú, gov de mierda, estuviste a punto de matarla.
—¡Ayer os ayudé! —exclamó Axel al instante, ofendido—. ¡Yo... he cambiado!
Pero Caleb apenas lo escuchó. Se acercó a él con los puños apretados.
—¿Cómo la amenazaste exactamente, Axel? ¿Cómo amenazaste a una chica que estaba sola en su casa y a la que habías dado una paliza de muerte? ¿Qué le sugeriste que le cortarías? ¿La lengua, un dedo y un pezón? A lo mejor yo debería cortarte otra cosa.
—Ya está bien —la voz de Margo los interrumpió, acababa de salir del edificio y se acercaba a ellos con mala cara—. Discutiendo entre nosotros no solucionaremos nada.
Axel, el idiota, parecía muy aliviado cuando Caleb se apartó de él con los labios apretados.
—Eso digo yo —asintió Axel fervientemente.
—Tú cállate o lo empeorarás —Margo le puso una mueca antes de girarse hacia Caleb—. Ellos no son el enemigo. Sawyer lo es. Y todos tenemos algo en contra de él. No malgastes tus energías en esto.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Que me olvide de...?
—Ocupémonos de Sawyer y luego ya le cortarás lo que quieras cortarle a Axel.
—Exac... —Axel se calló de golpe—. Espera, ¿qué?
—Me parece bien —murmuró Caleb.
—¡A mí no! —Axel miró a su alrededor en busca de ayuda y solo pareció encontrarla en una persona—. ¡Brendan, di algo!
—A mí me dais igual todos —él se giró hacia Margo—. ¿Dónde está Victoria?
Caleb tuvo que contenerse con todas sus fuerzas para no darle un puñetazo justo en ese momento.
Ganas no le faltaban, eso seguro.
—En la cocina con Kyran, creo.
Brendan no dijo nada, solo subió las escaleras y Caleb volvió a sentarse en la entrada. Axel lo miró con precaución antes de pasar rápidamente por su lado y huir escaleras arriba.
Caleb se encendió otro cigarillo y tiró el otro a la basura, malhumorado. Margo se sentó a su lado y suspiró, acercándose las rodillas al pecho. Estuvieron los dos en silencio unos segundos hasta que ella se giró y lo miró con media sonrisa.
—La familia es una mierda, ¿eh?
Caleb asintió en silencio, soltando el humor por la boca.
—¿Tienes hermanos?
—¿Yo? —Margo negó con la cabeza—. No. Y, viendo cómo os lleváis tú y Brendan, casi lo agradezco.
Caleb alguna vez se había preguntado si, de haber podido elegir, seguiría siendo hermano de Brendan. Una parte de él quería decir que no, pero la otra estaba demasiado segura de que era imposible que dejara de importarle. Muchas veces lo había detestado, pero había algo en su interior que le impedía hacerlo durante mucho tiempo.
—No lo odio —admitió al final, sin mirar a Margo—. Pero...
—...estás celoso —finalizó ella.
—Gracias por ser tan suave.
—A ver, yo prefiero ir al grano. Pero si prefieres que diga que sientes una ligera molestia hacia él para disimular, lo hago.
—No son celos —aclaró él, molesto.
—No hay nada malo en sentir un poco de celos —le aseguró Margo, y puso una mueca—. Yo... alguna vez también me he sentido celosa por ellos dos.
Caleb la miró, un poco sorprendido. Ella había enrojecido un poco. Era curioso ver a alguien tan aparentemente desvergonzado enrojeciendo.
—¿Te sigue gustando Brendan? —preguntó, como si fuera la mayor absurdez que había oído.
—¡No me gusta, me... intriga!
—Sí, y yo no espiaba a Victoria, solo la observaba. Misma mentira, diferente contexto.
—Es un idiota —admitió Margo—. Pero... es diferente cuando estamos a solas. Es más... simpático.
—¿Simpático? —Caleb se contuvo para no decir nada malo.
—Sí, lo es. Aunque no te lo creas.
—No, la verdad es que no me lo creo.
Margo pareció algo molesta por un momento, mirándolo, pero tardó unos segundos en decir nada.
—Estás dolido y necesitas encontrar un culpable para todo, lo entiendo, pero ese culpable no es Brendan. Y no lo será por mucho que te empeñes, Caleb.
Dicho eso, se puso de pie y volvió a entrar en el edificio. Caleb se quedó sentado a solas en la entrada del edificio, soltando el humo por la boca.
Victoria
Kyran acababa de dibujar una mariposa como había podido. O, al menos, eso decía que era él. La verdad es que simplemente parecía un manchurrón rosa y naranja.
—Qué bonito —le sonrió Victoria, por supuesto—. Se te da bien esto, Kyran.
Él le dedicó una sonrisita orgullosa y Victoria apoyó la cabeza en un puño. Estaban los dos sentados en la barra, ella estaba cumpliendo su palabra de pasar tiempo con el niño, cosa que a él parecía encantarle. Básicamente, la única función de Victoria era ver cómo dibujaba y dibujar algo a los alrededores de la mariposa, pero no estaba mal. Le gustaba estar con Kyran.
—¿Quiénes son esos? —preguntó Victoria, curiosa.
Había pintado tres muñecos de palitos con peluca en uno de los lados de la hoja. Él sonrió, muy orgulloso.
—Yo —señaló al muñequito pequeño—, tú —señaló a la muñeca de pelo castaño— y pa-á.
Vale, ese aspecto tenebroso —incluso en versión muñeco de palitos— tenía que ser Caleb.
—Y Biotitos —añadió Kyran, dibujando un manchurrón marrón al lado y añadiéndole el toque blanco de los bigotitos, luego hizo otro manchurrón verde—. ¡Y pantita!
—Me encanta —le sonrió ella.
—Tú y pa-á juntos —remarcó él, señalando el dibujo.
—Sí, ya lo veo.
—No, ¡también en vida re-al!
—Kyran...
—Biotitos tamién quie-e que tú y pa-á juntos.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo lo sabes?
Él intentó buscar una respuesta rápidamente.
—Me... lo di-o.
—¿Te lo dijo? —ella trataba de no reírse—. No sabía que Bigotitos hablara.
Kyran enrojeció mientras dibujaba otra figura. Victoria frunció el ceño cuando vio que agarraba el lápiz rojo y empezaba a clavarlo en la figura.
—¿Qué haces? ¿Quién es ese?
—¡B-endan!
—¿Y... se puede saber por qué le haces eso con el rojo?
—¡Po-que no me guta! ¡MUETE!
Vale, hora de dejar de pintar.
Justo cuando Victoria estaba quitándole las pinturas, notó que el lazo se hacía más fuerte y se dio la vuelta automáticamente. Brendan miraba con cierta precaución al niño, que seguía intentando apuñalar el dibujo.
—¿Qué hace?
—¡MUETE! —chilló él.
—¿En serio? ¿A quién?
—¡A nadie! —le aseguró Victoria enseguida, ayudando a Kyran a bajar del taburete—. Oye, Kyran, ¿por qué no vas a jugar un momento con Bigotitos? Ahora vuelvo.
Kyran dedicó una mirada que podría haber sido la perfecta descripción de rencor hacia Brendan, que dio un respingo cuando, al pasar por su lado, el niño lo pisó a propósito.
Tanto Victoria como Brendan lo siguieron con la mirada hasta que se metió en la habitación con Bigotitos. Tardaron unos segundos en recomponerse, y el primero en hablar fue Brendan.
—Creo que no le caigo muy bien.
—Eh... bueno, se le pasará.
—Seguro —Brendan le quitó importancia y la miró—. ¿Qué te pasa?
—¿A mí?
—Hace media hora que no dejo de sentir tu propia preocupación, Victoria. ¿Ha pasado algo?
Ella lo miró durante unos instantes, considerando si decirle o no lo que había tenido en la cabeza durante esa media hora. Estuvo a punto de hacerlo. A punto. Pero, al final, optó por una estrategia... distinta.
—¿Puedo preguntarte una cosa, Brendan?
Él pareció ligeramente intrigado. Victoria vio que Axel acababa de entrar en casa. Puso una mueca al verlos y fue a sentarse de brazos cruzados al sofá. Bigotitos y Kyran no tardaron en volver para ir a molestarlo. A Victoria no le quedó más remedio que llevarse a Brendan al balcón para tener un poco de intimidad.
—Estás empezando a asustarme —comentó él cuando cerró la puerta del balcón.
—Necesito preguntarte algo. Es importante.
—Eh... vale... ¿qué es?
Victoria tragó saliva, algo nerviosa, antes de lanzarse y decirlo:
—¿Crees que soy guapa?
Brendan esbozó una pequeña sonrisa de incredulidad, mirándola.
—¿Esa era la gran pregunta?
—Responde. Es importante.
—Pues sí... eres una chica guapa... supongo.
Victoria dio un paso en su dirección, entrecerrando los ojos.
—Pero... ¿no podrías ser un poco más específico?
—¿Específico? ¿En qué sentido?
—En cómo definirías mi belleza —ella lo observó con atención.
Brendan realmente la miraba como si se hubiera vuelto loca.
—¿Te encuentras bien?
—Responde a la pregunta, Brendan.
—Es que no sé qué decirte, no entiendo a qué...
—¿Nunca dirías que tengo un tipo de belleza más... etéreo?
Brendan frunció el ceño, confuso.
—¿Qué quiere decir eso?
Victoria dejó de respirar por un momento, mirándolo fijamente. Su cabeza dolía más que nunca, pero no era capaz de pensar nada con claridad. Solo en el detalle de que su recuerdo favorito, el que tenía tan atesorado que ni siquiera había compartido con el propio Brendan... a él no le resultaba familiar.
—¿Estás bien? —preguntó él.
En cuanto dio un paso hacia ella, Victoria reaccionó y lo retrocedió.
—Sí —fue un poco más escueta de lo que pretendía.
—Pero...
No dejó que terminara la frase. Victoria abrió la puerta de nuevo con algo de urgencia y cruzó el pasillo a toda velocidad. Axel estaba gritándoles a Bigotitos y Kyran, que le habían quitado el móvil y se lo pasaban entre ellos sin que pudiera atraparlos. Los ignoró completamente y salió por la puerta principal.
De hecho, salió tan apresurada que chocó de frente con quien estaba yendo en dirección contraria.
Dio un paso atrás, perdiendo el equilibrio, y Caleb la sujetó casi automáticamente por los hombros. Olía a tabaco. Victoria levantó la mirada, todavía pasmada. Él pasó de parecer confuso a parecer precavido.
—¿Qué pasa?
Victoria se apartó dos pasos de él, tragando saliva.
—Necesito preguntarte algo.
—Pues no sé si voy a querer responderte.
—¿Y... y si te dijera que tengo otro tipo de belleza? ¿De un tipo más etéreo... sutil, intangible...?
Caleb se quedó perplejo durante unos segundos, mirándola como si no supiera cómo reaccionar. El corazón de Victoria latía a toda velocidad.
Pareció que había pasado una eternidad cuando Caleb apretó los labios.
—Te diría que te falta un adjetivo. Perfecta.
Victorria abrió mucho los ojos, tratando de asimilarlo, pero antes de que pudiera reaccionar, la puerta principal volvió a abrirse y Axel asomó la cabeza.
—Eh... Bex quiere decirnos no sé qué.
Victoria no estaba muy segura de si se sentía aliviada o malhumorada, pero salió casi corriendo hacia la puerta, evitando a Caleb, que la siguió de cerca sin decir absolutamente nada.
Efectivamente, todo el mundo estaba en el salón. Bigotitos y Kyran incluidos. Bex estaba en su silla de ruedas, claramente tensa. Les dirigió una mirada algo severa cuando entraron los últimos, pero no dijo nada.
—Ahora que estamos todos —empezó, carraspeando—, quería hablaros de una idea que he tenido.
—¿Es sobre qué haremos con el niño pesado y el gato mugroso? —masculló Axel.
Victoria se giró hacia él, irritada.
—Antes te echaremos a ti que a ellos, así que no vuelvas a llamarlos así.
Axel enrojeció un poco cuando todo el mundo lo miró. Bigotitos y Kyran le sacaron la lengua, rencorosos.
—No es sobre eso —aclaró Bex—. Es sobre Sawyer. Sobre... lo que pasó con mi hermano. Y sobre los tipos que nos buscan.
Esa vez sí que hubo un momento de silencio. Pero de silencio de verdad. De esos en los que es muy obvio que nadie se atreve a decir nada pero, a la vez, todos quieren que alguien hable para romperlo y acabar con la tensión.
Al final, fue Bex quien siguió hablando.
—Si nos quedamos aquí, nos encontrarán en cuestión de tiempo.
—O no —la interrumpió Brendan—. No conocen a Margo.
—Pero sí a Victoria, y ahora que saben que está aquí, es obvio que mirarán en los lugares donde viven sus amigos.
—¿Y cuál es la alternativa? —preguntó Axel—. ¿La fábrica?
—Si vuelves a la fábrica —murmuró Caleb, como si fuera obvio—, te matarán por idiota.
—¿Y qué hacemos? —preguntó Margo, dudando—. Daniela y yo... no podemos irnos así como así. Tenemos clases. Y un trabajo.
Daniela no decía nada. Seguía cabizbaja, con la mirada perdida, la nariz roja y los ojos hinchados. Era tan obvio que había estado llorando que Victoria tuvo la tentación de darle un abrazo.
—Exacto —Bexley la miró—. Por eso, vosotras dos os quedaréis aquí.
Victoria frunció un poco el ceño.
—¿Y nosotros dónde iremos?
—Al orfanato donde me crié con Iver.
La cara de todos debió ser la misma, porque Bex puso mala cara.
—Lleva años abandonado —añadió—. Y Sawyer no lo conoce. Cuando nos encontró, ya llevábamos un tiempo expulsados de él. Vivíamos en la calle. Es un lugar seguro.
—¿Dónde está? —preguntó Brendan, pensativo.
—A menos de una hora en coche.
—¿Estás segura de que Sawyer no lo conocía? —murmuró Caleb.
—Completamente. Y lo usaremos para entrenar y estar preparados.
—¿Preparados? —repitió Axel con una mueca—. ¿Para qué?
—Para cuando nuestro querido jefe venga a por nosotros, tarado —le espetó Bexley, poniendo los ojos en blanco—. ¿Soy la única que es consciente de que deberíamos estar un poco preparados para defendernos?
—Espera —intervino Victoria—. ¿Y qué hay de Bigotitos y Kyran?
Bexley intercambió una mirada con Caleb, que apretó los labios antes de girarse hacia Victoria.
—Es más seguro para ellos quedarse aquí, Victoria.
—Pero... ¡habéis dicho que los tipos de Sawyer vendrán a mirar aquí!
—Ellos no saben nada de un gato y un niño. Simplemente verán a Margo, a su mascota y a su hijo, su sobrino o lo que crean que sea. Si vienen con nosotros y nos pasa algo... no podremos protegerlos eternamente, Victoria.
Lo peor era saber que tenía razón. Victoria se cruzó de brazos, intentando calmarse, cuando Bigotitos y Kyran se miraron entre ellos, confusos.
—Supongamos que lo hacemos —murmuró al final—. ¿Cuándo nos marcharíamos?
Bex respiró hondo a modo de respuesta y, antes de que nadie pudiera decir nada, apoyó ambas manos en los reposabrazos de la silla y se puso lentamente de pie, con las rodillas temblándole. Todos la miraban con sorpresa cuando logró sostenerse con una mano apoyada todavía en la silla de ruedas. Pero Bexley, simplemente, parecía decidida.
—Ahora mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro