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Capítulo 4

Victoria

Cuando el cuerpo de Iver tocó el suelo, sin vida, hubo un momento de silencio absoluto.

Victoria sintió que su cuerpo entero se paralizaba, de alguna forma, como intentando asumir lo que acababa de pasar. El ruido del disparo seguía resonando en sus tímpanos cuando levantó la mirada y vio que Caleb, a su lado, estaba pálido, mirando el cuerpo de su amigo fijamente, sin reaccionar.

Fue precisamente esa falta de reacción la que hizo que Victoria... bueno, reaccionara.

Vio el momento exacto en que Doyle retrocedía hacia la puerta, sonriendo, y uno de sus dos amigos grandullones apuntaba a Caleb, que seguía sin moverse.

Ese fue uno de los momentos en los que el cuerpo de Victoria reaccionó antes que su cerebro, porque su cerebro le decía que se centrara en defenderse, tal y como Brendan le había enseñado, pero su cuerpo fue mucho más rápido. Y solo quería salvar a Caleb.

Lo empujó a un lado justo a tiempo para que la bala no le atravesara el pecho, aunque el dolor agudo que sintió en el hombro le indicó que a ella sí la había rozado.

Victoria soltó una maldición y perdió el equilibrio, cayendo al suelo junto a Caleb, que parpadeó, reaccionando por fin. Victoria intentó encogerse por si llegaban más disparos, pero el latigazo de dolor que la cruzó desde el codo hasta las costillas le recordó que una bala la había rozado y solo pudo soltar un sonido de dolor.

Caleb consiguió disparar la pistola, pero solo rozó a uno de los tipos, que retrocedió y chocó contra la pared. Victoria no dudó y aprovechó el momento para lanzarse sobre el otro. Le movió la pistola justo en el momento en que él apretó el gatillo. El sonido tan repentino y fuerte hizo que le doliera una de las orejas, por la que no pudo oír nada por unos pocos segundos. Justo cuando iba a volver a empujarlo, notó una mano cerrándose alrededor de su muñeca y apartándola.

Estuvo a punto de golpear al aire, pero se detuvo al ver que era Caleb, que la guiaba corriendo hacia la salida. Pero tuvieron que detenerse en seco cuando vieron, a lo lejos, que había otros dos hombres bajando las escaleras. Y estaban armados.

Victoria se quedó un momento sin saber qué hacer, presa del pánico, y entonces Caleb la empujó con él dentro de una de las pequeñas habitaciones del pasillo. Cerraron la puerta justo en el momento en que los otros intentaban abrirla. Caleb se apoyó en ella con la espalda.

—¡Busca algo para bloquear la puerta! —le ordenó con urgencia.

Victoria miró a su alrededor e ignoró la punzada de dolor de su hombro cuando empezó a empujar una estantería del pequeño despacho abandonado en el que estaban. Caleb se apartó un pequeño segundo para ayudarla a bloquear la puerta con ella. El golpe que le dieron contra ella hizo que los cristales reventaran y quedaran esparcidos por la habitación, pero lo ignoraron completamente y ambos se sentaron para mantenerla en su lugar y que no pudieran abrir la puerta. Se escuchaban los gritos al otro lado.

Victoria, en cuanto estuvo en el suelo, sentada junto a él, empezó a sentir ganas de llorar. Y no quería ni pensar en cómo se sentiría Caleb. Se obligó a mirarlo y vio que seguía pálido, como perdido.

—Lo sient... —empezó.

—No —Caleb fue tajante—. Ahora no.

Victoria asintió y se giró hacia delante. Cerró un momento los ojos cuando empujaron la puerta con fuerza, casi consiguiendo moverlos, pero ambos mantuvieron los pies en la pared de delante para no moverse de su lugar.

Y, entonces, Caleb dijo lo que ambos pensaban.

—Van a conseguir entrar, de una forma u otra —murmuró—. Es cuestión de tiempo.

—Yo... no voy armada.

Caleb se giró hacia ella y la miró. En sus ojos, Victoria sintió algo familiar. Algo muy parecido a lo que suponía que sentiría alguien al volver a casa después de mucho tiempo.

—Entonces, mantente detrás de mí —concluyó él.

—Son cuatro contra dos, Caleb.

—He estado en situaciones peores.

—Lo dudo —Victoria soltó una risita nerviosa—. Brendan se reirá mucho cuando se entere de que pasó todo eso para revivirme y ahora moriré acribillada en un despacho abandonado.

Esperaba una reacción, al menos, un poco alegre de su parte. Pero Caleb se limitó a mirarla fijamente, como si quisiera decir algo pero no se atreviera a hacerlo.

—¿Qué pasa? —preguntó ella en voz baja, confusa.

—Puede que nos maten.

—Vaya, gracias por los ánimos.

—Estoy hablando en serio —él ni siquiera sonrió—. No voy a dejar que te vayas otra vez sin decírtelo.

Victoria notó otro empujón de la estantería contra su espalda, pero estaba demasiado centrada en él como para darle importancia. Parpadeó, confusa, cuando su propio corazón empezó a acelerarse. Él apretó los labios al oírlo, pero no despegó los ojos de ella.

—¿Decirme... qué? —se atrevió a preguntar.

Sentía que una pequeña parte de ella ya lo sabía, pero no era capaz de conectar con ella. Solo podía mirar a Caleb y, en cuanto él bajó la mirada a sus labios, supo que estaba perdida.

Una serie de sentimientos contradictorios se instalaron en su interior, pero el predominante fue el de una extraña calidez por todo su cuerpo cuando él le sujetó la nuca con una mano y se inclinó hacia delante para besarla... en los labios.

Victoria se quedó completamente paralizada, especialmente cuando notó que su cuerpo entero reaccionaba a ese beso como si lo hubiera estado esperando durante años. Especialmente la parte baja de su estómago, que se encogió, y sus dedos, que empezaron a cosquillearle como si tuvieran ganas de sujetarlo.

De alguna extraña forma, supo que lo había besado antes.

Pero, muchísimo antes de que pudiera reaccionar, apenas un segundo más tarde de que sus labios entraran en contacto, Caleb se separó apenas unos pocos centímetros y la miró a los ojos.

Yahbli teblya, Victoria —susurró.

Ella abrió mucho los ojos, pasmada, pero no pudo reaccionar.

En ese momento sintió el vínculo hacerse más fuerte y dio un respingo.

—Brendan —murmuró sin pensar.

Caleb cambió totalmente su expresión a una más confusa.

—¿Eh?

Victoria parpadeó, incómoda. Mierda, lo había dicho sin pensar. ¿Por qué se sentía tan incómoda?

—Es... Brendan... está aquí.

Justo en ese momento ambos escucharon el sonido de disparos al otro lado de la puerta. Una de las balas perforó la puerta tras la que se ocultaban y fue a parar a la pared del otro lado. Victoria se encogió inconscientemente, pero los disparos apenas duraron un minuto. Para cuando terminaron, todo era silencio.

Dedicó una corta mirada a Caleb, que parecía tan confuso como ella.

—¿Deberíamos...? —empezó ella.

—¿Victoria? —la voz de Brendan los interrumpió.

Ella sintió que una enorme sonrisa de alivio le cruzaba el rostro cuando se puso de pie torpemente, mirando hacia atrás. Entre los huecos de la estantería, vio que Brendan intentaba forzar la cerradura de la puerta por los agujeros de los disparos.

—¡Estamos aquí! —dijo ella, empujando la estantería a un lado como pudo.

Caleb, a su lado, no la ayudó en absoluto. De hecho, solo observaba la situación en silencio, con los puños apretados.

Brendan por fin consiguió abrir la puerta y Victoria estuvo a punto de lanzarse sobre él, pero se detuvo en seco al ver que no iba solo.

Axel entró con él. Se estaba frotando la cabeza, como si la tuviera dolorida, y tenía una pistola en la otra mano. ¿Había ayudado a Brendan?

—¿Dónde está Iver? —preguntó Brendan al instante.

Tanto Victoria como Caleb agacharon la cabeza a la vez. Los otros dos se quedaron mirándolos. Axel parecía más sorprendido que afectado, mientras que Brendan intentó recomponerse lo más rápido posible.

—¿Estáis seguros?

—Sí —confirmó Victoria.

—Entonces, tenemos que irnos de aquí ahora mismo. Hay otro coche fuera con hombres armados.

Brendan la sujetó de la mano y la sacó de la habitación. Axel y Caleb iban detrás, completamente silenciosos. Y Victoria trataba de ignorar el dolor de la herida de su brazo. No pudo evitar echar una última ojeada a la habitación donde sabía que estaría el cuerpo de Iver, pero no tenían tiempo para llorar ahora. Podía escuchar los pasos de los otros armados acercándose.

Brendan los guió directamente a la sala en la que Agner la había metido días atrás, cosa que Victoria entendió al instante en que vio que buscaba, en la pared del fondo, la salida alternativa que había usado Agner.

—Tiene que estar por aquí —murmuró Brendan, intentando encontrarla.

Axel se acercó a ayudar mientras que Victoria retrocedía por la punzada de dolor del hombro. Mientras ellos buscaban, no pudo evitar echar una ojeada a Caleb, que permanecía ahí de pie con una expresión casi indescifrable.

Dudó unos instantes, pero finalmente estiró el brazo hacia él y le rodeó la muñeca con la mano. Solo le dio un ligero apretón —sintió que él no necesitaba que le dijera nada— y enseguida sintió que Caleb se relajaba un poco, aunque no la miró.

Y, entonces, Axel soltó un grito ahogado.

—Creo que lo he encontrado y... mierda, esto no es lo que esperaba.

Todos se acercaron justo cuando los otros llegaron a la puerta cerrada y empezaron a empujarla, intentando derribarla. La salida que había encontrado Axel era una especie de túnel por el que solo cabrían yendo a cuatro patas. Estaba prácticamente camuflada por la pared.

—Bueno, no hay alternativa —murmuró Brendan—. ¿Quién va primero?

Al final, él mismo fue el primero, Victoria la segunda, Caleb el tercero y Axel el cuarto, que volvió a colocar la tapa del túnel. Victoria sintió que su hombro protestaba cada vez que apoyaba un poco de peso en él, pero no se atrevió a molestar a los demás con ello. Simplemente se tragó su propio dolor y siguió adelante.

Parecía que había pasado una eternidad cuando, por fin, vio que Brendan llegaba al final y se ponía de pie al otro lado. La ayudó a incorporarse y esperaron a los demás. El final del túnel daba con un lado de la montaña, y tuvieron que subir la colina para llegar al coche de Brendan, que había dejado aparcado a una distancia prudente.

Solo cuando los cuatro estuvieron en él, Victoria y Axel detrás y Brendan y Caleb delante, Victoria se permitió soltar un suspiro de alivio.

—Estás sangrando —le dijo Axel, señalando su hombro.

Ella entrecerró los ojos mientras se cubría la herida con la mano.

—Vaya, gracias por avisarme.

—He sabido donde estabas por la herida —le dijo Brendan, que ya había arrancado el coche—. El momento en que te la han hecho... lo he sentido como si me lo hicieran a mí. Estaba con Axel y pensé... bueno, que si estabas en peligro cualquier ayuda sería buena.

Victoria asintió y dedicó una mirada de desconfianza a Axel, que se había quitado la sudadera mientras tanto y se la ofrecía para rodear la herida. Victoria la aceptó sin terminar de fiarse de él —una parte de ella seguía sintiendo algo malo en Axel—, pero se la puso ella misma.

Justo cuando pensó que por fin podrían volver a casa de Margo y descansar un poco, Caleb habló por fin.

—Llévame a casa de Tilda —le dijo en voz baja a Brendan.

Él solo necesitó mirarlo un breve segundo para saber el por qué.

—A mí no me dejó volver a por Ania —murmuró, aunque había girado el coche para ir ahí—. No creas que es seguro que podrás recuperar a Iver.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Cómo voy a volver a casa... a mirar a Bex... y decirle...?

Caleb se quedó callado al instante y Victoria supuso que no quería que notaran que le fallaba la voz.

Sintió ganas de darle un abrazo.


Caleb

Su cuerpo entero estaba entumecido cuando por fin llegaron a la casa de Tilda, Jashor y Sera. Casi se sintió como si no fuera él mismo quien llamaba al timbre, con los demás esperándole en el coche —a petición suya—. Le dolía todo el cuerpo y no dejaba de pensar en Iver. No en el que habían tenido que abandonar en esa habitación, sino en el que conocía desde los quince años.

Por fin abrieron la puerta. Fue Tilda. Y, en cuanto vio la cara de Caleb, dio un paso atrás.

—No. No volveréis a molestar a mi hermana. Ya tuvo suficiente con...

—Aparta de mi camino.

Debió sonar bastante amenazante, porque Tilda se calló de golpe y dio un paso atrás.

Caleb cruzó el pasillo, ansioso, y miró a su alrededor. Jashor estaba en el sillón y lo miró, sorprendido, pero no había rastro de ella.

—¿Dónde está Sera?

Él parpadeó, confuso.

—¿Eh...?

—¿Dónde está? —preguntó con más urgencia.

Jashor señaló las escaleras torpemente, a lo que Caleb se dio la vuelta y las subió a toda velocidad. Ni siquiera prestó atención a las demás puertas, porque podía escuchar el corazón de Sera en la última.

Lo que no esperaba era encontrarla tumbada en su cama, con un aspecto cansado y mucho más demacrado, como si hubiera envejecido diez años desde la última vez que la vio.

Ella se giró hacia la puerta y, para la sorpresa de Caleb, sonrió al verlo.

—Ah... el chico otra vez —murmuró con voz distraída, débil—. Ven, acércate, chico. Estás pálido.

Caleb se acercó a ella y dejó que tirara de su muñeca para sentarlo a su lado. Sera lo miró con una pequeña sonrisa de compasión y tomó una de sus manos entre las suyas.

—Siento la pérdida de tu amigo, chico. Sé que para ti era como un hermano.

—¿C-cómo...?

—El don sabe cosas, chico. Lo lamento.

—No lo lamentes y ayúdame a volver —murmuró él con urgencia, casi suplicándole con la mirada—. Necesito usar mi salto en el tiempo para salvar a Iver.

—Solo hay un salto por persona...

—Lo sé, pero...

—...y algunas personas no tienen la oportunidad de usar nunca su salto.

Caleb se quedó mirándola un momento.

—¿Me estás diciendo que nunca podré usar el mío?

Sera le dio una leve palmadita en la mano, como para reconfortarlo.

—Lo siento, chico.

—No lo sientas —espetó él—. Ayúdame. Solo quiero eso.

—Las cosas no funcionan así.

—¡Sí que funcionan así! ¡No puedo abandonarlo!

—Y no lo has hecho. Estabas a su lado cuando murió. Y él murió protegiendo a su hermana. Murió en paz, chico. No te tortures por ello. Tu amigo no lo querría.

—¿Y tú qué sabes sobre lo que querría mi amigo? —Caleb se puso de pie de golpe, furioso, soltándola y mirándola con resentimiento—. Si quisieras ayudarme, lo harías.

—Estoy débil, chico. ¿No me ves? Es cuestión de tiempo que muera, eso ya lo sabemos todos. Y sé que solo me queda un viaje por conceder. Siento decirte que ese viaje no es tuyo.

—¿Y qué hay de Bex? ¿De... de Axel, de...?

—No —ella negó con la cabeza con determinación—. El viaje no es para salvar la vida de tu amigo. Lo siento, chico.

Caleb se quedó mirándola un momento, impotente, y antes de decir algo que pudiera lamentar, se dio la vuelta y salió de la habitación con los puños apretados.

Al volver al coche, nadie, absolutamente nadie, dijo nada. Brendan se limitó a mirarlo un momento antes de girarse y empezar a conducir hacia casa de Margo.

Caleb apenas se dio cuenta del viaje. Solo podía tener en mente la determinación de Iver justo antes de recibir el disparo. Y, también... lo que le diría a Bex.

Llegaron al edificio antes de que pudiera llegar a una conclusión. Parecía que todo el mundo pensaba lo mismo que él, porque el silencio casi ahogaba. Caleb cerró un momento los ojos antes de abrir la puerta. Por algún motivo, una pequeña parte de él esperaba encontrar a Iver sentado en el sofá, discutiendo con Bex, o en la habitación, revisando los mismos documentos una y otra vez.

Pero quienes estaban en el piso eran Margo, Kyran, el gato... y Bex.

Esta última estaba junto a la cocina hablando con Margo mientras daba vueltas distraídamente con la silla de ruedas. Kyran estaba en la alfombra del salón con su peluche. El gato estaba sentado junto a una ventana, mirando fijamente al exterior.

Los cuatro se detuvieron en la entrada y Margo y Bex se giraron hacia ellos. Bexley frunció el ceño al ver a Axel.

—¿Qué demonios haces tú aquí?

Cualquier respuesta de Axel fue ahogada por la palabrota de Margo.

—Mierda, Vic, ¿eso es sangre? ¿Te han herido?

Caleb se apartó para que Margo pudiera ir corriendo hacia Victoria, que le ofreció el brazo sin saber qué más hacer. Caleb las observó un momento antes de darse la vuelta hacia Bex de nuevo, que se había acercado con aspecto confuso y miraba la puerta, como si esperara que alguien más apareciera.

—¿Dónde está mi hermano? —preguntó directamente, confusa, mirándolo.

Caleb, que había estado pensando en cómo se lo diría durante todo el trayecto, solo pudo mirarla fijamente, en silencio.

No supo qué cara había puesto, pero la expresión de Bexley fue apagándose de una forma sumamente lenta hasta que, finalmente, solo lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Dónde está Iver, Caleb? —repitió, esta vez con la voz menos clara.

—Yo... —pero no fue capaz de seguir hablando.

Bexley apartó por fin la mirada y parpadeó varias veces. Su respiración se había agitado. Nadie decía nada. Solo la miraban, Margo sin entender nada y los demás entendiendo demasiado.

Casi parecía que había pasado una eternidad cuando Bex levantó la cabeza y miró a Caleb de nuevo. Caleb no supo decir si estaba más triste, confusa o furiosa.

—Habéis salido de la ciudad —dijo en voz baja—. ¿Verdad?

—Fuimos al búnker —admitió.

—Te dije que no salieras de la ciudad —esta vez, sí se le llenaron los ojos de lágrimas—. ¡Te lo dije! ¡Te dije que no...! ¡Es culpa tuya! ¡Te dije que...!

—Bexley —para sorpresa de ambos, fue Victoria quien intervino, acercándose a ellos—, fue una emboscada. No pudimos hacer nada. Ellos no...

—¡Cállate! —le gritó tan de repente que todos dieron un respingo—. Habíais ido a buscar más cosas sobre Sawyer, ¿verdad? Porque Iver estaba obsesionado con él, ¡desde que tú llegaste a nuestras vidas! ¡Desde que hiciste que Sawyer se pusiera en nuestra contra!

—Eso no es justo, Bex —intervino Brendan.

—¿Y tú me vas a decir lo que es justo? ¿Tú, que apareces y desapareces cuando te da la gana? ¿Que has estado ocultando que Victoria sigue viva durante meses y el único motivo por el que empezaste a ayudarnos fue porque pensaste que podrías recuperar a Ania? ¿Tú me vas a dar lecciones de lo que es justo o no, Brendan? ¿Alguna vez te has preocupado por alguien que no fueras tú mismo?

Bexley movió las ruedas de la silla torpemente, con las lágrimas cayéndole por las mejillas, y soltó una palabrota antes de desaparecer por el pasillo. Hubo un momento de silencio cuando cerró la puerta de la habitación de un portazo.


Victoria

Media hora más tarde, Bexley seguía encerrada en su habitación mientras Victoria estaba sentada sobre la tapa cerrada del retrete, dejando que Margo se encargara de mirarle la herida.

—La bala no te acertó —murmuró ella, centrada en su trabajo—. Si fueras humana, te diría que corrieras a un hospital igualmente, pero teniendo en cuenta las circunstancias...

Victoria desvió un momento la mirada hacia el pasillo. Kyran estaba asomado abrazando su pantera de peluche, pero en cuanto vio que era descubierto se escabulló corriendo hacia el salón.

—Cuando salga de aquí me preguntará si te vas a poner bien —le aseguró Margo.

—¿Por qué no me lo pregunta a mí?

—Porque... bueno, sigue enfadado contigo, supongo.

Victoria observó unos instantes a Margo. Era cierto que sus rasgos se le hacían conocidos. La había mirado cientos de veces. Desde la nariz algo puntiaguda a las pecas, a los labios delgados... sí, la conocía muy bien.

—Éramos muy amigas, ¿verdad? —preguntó en voz baja.

Margo la miró con precaución, como siempre que Victoria hacia una pregunta a alguien sobre su pasado. No querían arriesgarse a contarle demasiado y saturarla, pero no contándole nada hacían que se sintiera peor.

—Sí —dijo Margo finalmente.

—¿íbamos... a clase juntas?

—No sé si debería decir...

—Margo, por favor.

Ella suspiró, separándose para mirar la herida, cada vez más pequeña.

—Tú no ibas a clase. Nunca fuiste a la Universidad.

—¿Por qué no? ¿No quería estudiar?

—Sí querías, pero no podías. Trabajabas continuamente y aún así no tenías el dinero suficiente. Te ofrecí pagártelo un montón de veces, pero siempre te negabas.

—¿Yo... trabajaba?

—De camarera. Conmigo y con Daniela.

—Andrew —de pronto, un rayo de memoria se coló en su cerebro—. Andrew era nuestro jefe, ¿verdad?

—Si —Margo asintió, mirándola con precaución.

—Y todas lo odiábamos, ¿verdad?

Margo volvió a asentir, esta vez con una sonrisa triste.

—Una vez, me tocó el culo por detrás de la barra —recordó Victoria momentáneamente—. Tú le diste con un trapo en la cara y le dijiste que le cortarías los huevos si volvía a intentarlo.

—¿Te... te acuerdas de eso?

—Me acuerdo de cómo me sentí —murmuró Victoria, mirándola—. Recuerdo que contigo me sentía como si estuviera con mi hermana mayor.

Margo se quedó mirándola un momento y a Victoria le sorprendió ver que parecía estar a punto de llorar. Margo agachó la cabeza, avergonzada, y volvió a centrarse en su herida.

—No he sido muy buena amiga estos meses, ¿no? —murmuró Victoria.

—No te acordabas de nada —Margo se encogió de hombros, como si le restara importancia—. Y yo ni siquiera sabía que seguías viva. Yo creo que son buenas excusas para no tener mucho contacto. De hecho, no se me ocurren muchas excusas mejores.

Victoria sonrió un poco. Parecía que hacía años que no sonreía.

—¿Daniela también era amiga mía?

—Sí. Es el alma inocente de nuestro reducido grupo amistoso.

—¿Y por qué no viene? ¿Está enfadada?

—Está pasando unos días con sus padres —Margo apretó los labios—. No le diré nada de lo que ha pasado hasta que vuelva. Prefiero que disfrute del viaje.

A partir de ahí, ninguna de las dos dijo nada más. Victoria dejó que terminara de ocuparse de su herida y luego salió del cuarto de baño. La habitación en la que se había encerrado Bexley seguía cerrada. Margo pasó por su lado para ir a la cocina y Kyran la siguió, Victoria supuso que para cenar. De hecho, el niño le dedicó una mirada a la herida, solo para comprobar que estuviera bien, y cuando vio que lo estaba le puso mala cara a Victoria de nuevo, como si ya pudiera permitirse estar enfadado otra vez.

Victoria estuvo a punto de ir al salón con Brendan y Axel, que hablaban entre ellos en voz baja, sentados en el sofá, pero al final, sin saber por qué, dio un paso atrás y terminó delante de la habitación de los chicos.

Caleb estaba sentado en el borde de la cama, dándole la espalda. El gato estaba sentado a su lado, mirándolo con la cabecita ladeada. Bigotitos maulló felizmente a Victoria cuando la vio aparecer, pero Caleb no dijo nada.

Ella no sabía muy bien por qué estaba ahí. Después de todo, seguro que él querría estar solo. Pero aún así cerró la puerta a su espalda cuando Bigotitos salió y los dejó solos.

Caleb se había quitado la chaqueta y la había dejado tirada sobre la cama, a su espalda, igual que el cinturón con la pistola. Victoria vio que estaba centrado en rodearse la mano con una venda. No había visto que se hiciera daño. Puede que fuera porque él no se había quejado en ningún momento. Quizá había sido cuando habían roto el cristal de la estantería.

—Deberías dejar que Margo mirara eso —le dijo, sintiéndose bastante estúpida.

Caleb la ignoró completamente, vendándose la herida de forma que gran parte de la mano quedara cubierta, pero no los nudillos y los dedos. Ella dudó un momento antes de soltar un suspiro y sentarse a su lado.

—Lo estás haciendo mal —le dijo, agarrándole la mano de una forma un poco más brusca de lo intencionado—. Tienes que empezar por la muñeca.

Caleb, de nuevo, no dijo nada, pero al menos no se interpuso cuando Victoria le quitó todo lo que había hecho y empezó de nuevo. La herida, efectivamente, era un corte en la palma de la mano. Se estaba curando a una velocidad alarmante, pero aún así era mejor vendarlo. Así que eso hizo, con bastante cuidado.

El silencio empezó a hacérsele insoportable cuando iba por la mitad del trabajo y tragó saliva, buscando desesperadamente algo que decir. Y lo que se ocurrió fue una estupidez.

—Lo que ha dicho Bexley ha sido por el impacto del momento —murmuró—. No... no creo que de verdad lo piense.

—Pero tiene razón —por fin habló él—. Me dijo que no saliera de la ciudad.

—¿Te dijo el por qué?

—Nunca dejé que lo hiciera.

Victoria se detuvo un momento para mirarlo. Caleb estaba con los ojos clavados en el suelo. La verdad es que desde fuera parecía bastante indiferente, pero era obvio que por dentro era otra cosa.

—No podías hacer nada —insistió ella sin entender del todo por qué necesitaba que Caleb se sintiera mejor—. Fue... muy repentino.

—Podría haberles dicho dónde estaban los demás.

—Nos habrían intentado matar igual, lo sabes perfectamente. Y además habrían ido a por todos los demás. Habríamos muerto todos.

Hizo una pausa cuando Caleb sacudió la cabeza, poco convencido, y sin pensar en lo que hacía Victoria le soltó la mano para sujetarle la cara y girarlo hacia ella, obligándolo a mirarla.

—Podrías haber sido tú, podría haber sido yo... pero ha sido él —murmuró—. Ha muerto protegiendo a su hermana, Caleb. No ha sido en vano. Y Bexley me dijo que sus predicciones siempre se cumplen. No podríamos haberlo evitado.

—Podríamos no haber ido a ese maldito búnker.

—Entonces, no sabríamos que Sawyer nos está buscando.

—Iver seguiría vivo.

—¿Y por cuánto tiempo? Nos habrían terminado encontrando igual. Y quizá en circunstancias peores.

Caleb apartó la mirada con aire pensativo y Victoria, sin saber qué hacer, terminó de ponerle la venda. Él no habló hasta que miró su mano ahora vendada.

—Iver no debería haber muerto —dijo finalmente en voz baja, y a Victoria le pareció que ahí sí que se asomaba un poco de dolor en su voz.

—No, no debería —admitió ella—. Y no vamos a quedarnos de brazos cruzados. Vamos a encontrar a esos idiotas antes de que nos encuentren ellos a nosotros. Pero no hoy. No ahora.

Caleb le dirigió una mirada que no supo muy bien cómo interpretar.

—¿Por qué siempre sabes qué decir? —masculló finalmente—. Es muy molesto.

—No sé. Creo que es lo único que se me da bien.

—No es lo único —le aseguró él, pero no dijo nada más.

Victoria decidió dejarlo solo después de eso y volvió al salón, donde Margo hablaba con Bigotitos y Kyran. Les había puesto a ambos su respectiva cena. Axel estaba sentado en el sofá cambiando de canal y Brendan no estaba por ningún lado.

—Está en el balcón —le dijo Margo al ver su cara.

Efectivamente, lo encontró apoyado con los codos en la barandilla del diminuto balcón que había al final del pasillo. No levantó la cabeza cuando ella se apoyó a su lado. Tenía la mirada clavada en la carretera por la que habían vuelto.

—Si no hubiera llegado a tiempo —dijo él directamente, a modo de reprimenda—, tú no...

—Llegaste a tiempo, no pienses en eso.

—Tú deberías pensar en eso. He estado dos meses entrenándote para reaccionar en casos como el de hace unas horas. Te dije que te defendieras.

—Ya lo sé —ella le puso mala cara.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Porque intenté salvarle la vida a tu hermano, Brendan.

Él apretó los labios, pero no dijo nada al respecto. Al menos, parecía que su enfado había disminuido un poco.

—¿Cómo va tu herida? —preguntó.

—Estoy bien. No me duele.

—Bien.

Tan hablador como de costumbre.

—¿Esos hombres eran los que te preocupaban? —preguntó Victoria, curiosa, mirándolo—. ¿Por ellos hemos estado huyendo durante meses?

—No por ellos. Por Sawyer.

—Sí, Sawyer. Maldito Sawyer. ¿Por qué todos habláis de él como si fuera inmortal? Que yo sepa, ni siquiera es uno de nosotros.

—Pero sabe más de nosotros que nosotros mismos, Victoria.

—Bien, pues lo atrapamos y lo obligamos a decírnoslo.

Brendan sonrió un poco, sacudiendo la cabeza.

—Ojalá fuera así de fácil.

—Lo es. Solo es un hombre.

—Un hombre que sabe lo que hace. Bajó la guardia una vez y mira cómo le salió. No volverá a hacerlo nunca.

—Bueno, no necesito que baje la guardia. Necesito que la tenga visible para poder apartarla de una patada.

Esta vez sí que consiguió que Brendan sonriera del todo, divertido. Victoria casi se sintió mal por hacerlo ella también mientras que Bex y Caleb estaban dentro de la casa tristes por la muerte de Iver.

—Siento lo de Iver —añadió ella, olvidando toda alegría.

—No estábamos muy unidos —confesó Brendan, encogiéndose de hombros—. Siempre fueron él, Bex y Caleb y luego yo, Axel y...

—Ania —completó Victoria por él—. ¿Qué fue de ella?

Brendan se removió un poco, incómodo, y Victoria pudo sentir una ligera punzada de dolor en el pecho por culpa del lazo.

—No lo sé —concluyó él—. Por lo que sé, podría estar viva.

—Pero...

—No hablemos de Ania, Victoria.

A ella no le quedó más remedio que aceptarlo.

—¿Intentaste salvar a Caleb? —preguntó Brendan de repente, mirándola.

Victoria asintió, sintiéndose un poco incómoda.

—¿Por qué...? Es decir... —Brendan se pasó una mano por la nuca—. ¿Qué... ejem... recuerdas?

Victoria pensó en Caleb y en los pocos recuerdos que tenía de él. Irremediablemente, le vino a la cabeza el momento en que la había besado y le había dicho que...

—Poco —intentó restarle importancia—. Brendan, ¿puedo preguntarte algo?

—¿El qué?

Victoria se aclaró la garganta, algo incómoda.

Yahbli teblya... nunca me has dicho qué significa.

Brendan le puso una mueca, sumamente extrañado.

—¿De dónde has sacado eso?

—Creo que lo he oído alguna vez, pero no me acuerdo —mintió—. Es... ¿significa te quiero?

—No.

Eso sí que la dejó descolocada.

—¿No?

—No hay palabras en nuestro idioma para definir ese concepto —Brendan sonrió un poco—. De hecho, hay muy pocas palabras positivas en nuestro idioma.

—Entonces... ¿qué significa?

—Supongo que podrías traducirlo como un te quiero, pero... literalmente se traduce como mi corazón es tuyo.

Victoria se quedó mirándolo un momento, sin saber cómo interpretar la mezcla de emociones en su interior, hasta que recordó que Brendan seguía esperando una respuesta, cada vez más extrañado.

—Gracias —ella le dedicó la sonrisa más natural que pudo reunir—. Yo... voy a darme una ducha. Luego nos vemos.

Sin embargo, apenas había dado un paso cuando Brendan se aclaró la garganta.

—Oye, Victoria...

Ella se giró y lo miró, algo temerosa de que fuera a descubrir el por qué de la pregunta. Pero al parecer Brendan tenía otra cosa en mente.

—Si hablas con los demás... ten cuidado al mencionar lo que pasó esa noche.

Victoria frunció un poco el ceño, extrañada.

—¿Esa noche?

—Sí —Brendan dio un paso hacia ella y bajó la voz—. Ya sabes a qué me refiero.

Victoria recordó fugazmente una noche, unas semanas antes, en la que Brendan y ella habían vuelto al motel después de practicar en un restaurante cualquiera. Recordó que esa noche se había envalentonado y se había acercado a él. Recordó los bes...

—Van a terminar descubriéndolo —añadió Brendan, mirándola—. Pero... esperemos a que la situación sea mejor.

—Está bien —murmuró Victoria y, tras unos segundos de silencio mirándose el uno al otro, lo dejó solo en el balcón.

Después de ducharse y mucho después de que Axel y Brendan se marchara y el resto se fueran a dormir —o, en el caso de Caleb y Bex, se quedaran en la habitación—, Victoria estaba tumbada en el sofá mirando una película cualquiera de la que ni siquiera se estaba enterando.

No necesitaba dormir, pero empezó a notar que se le cerraban los ojos cuando, de pronto, percibió que alguien se acercaba a ella. Abrió los ojos de golpe, pero se calmó al ver a Kyran abrazando su peluche de pantera.

—Ah, hola, Kyran —ella se frotó los ojos—. ¿No puedes dormirte?

Él negó con la cabeza.

—¿Quieres... quedarte un rato conmigo?

Pero Kyran no se movió, solo la miró con un pequeño mohín.

—No te acueda de... ¿mí? —preguntó en voz baja.

Victoria dudó visiblemente. No quería hacerle daño, pero tampoco quería mentirle.

—Lo intento —le aseguró.

El niño agacho la cabeza.

—Pero tú podrías ayudarme —añadió ella—. Yo... Kyran, quiero recordarte. Podríamos... no sé. ¿Te gustaría que mañana pasáramos el día juntos?

Kyran la miró, sorprendido, y asintió rápidamente con la cabeza.

—Y con Biotito.

—Vale, Bigotitos también.

—Y con pa-á.

—¿Caleb? Eh... eso ya lo veo más complicado.

A él no pareció importarle mucho, porque hizo tal bostezo que casi se tragó la habitación. Victoria sonrió y le hizo un gesto para que se acercara, a lo que Kyran se tumbó delante de ella como si lo hubiera hecho mil otras veces. Victoria lo cubrió con la mantita y, apenas cinco minutos más tarde, el niño se había quedado dormido.


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