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Capítulo 21

Brendan

—¿A qué hueles?

Caleb, que estaba sentado a su lado en las escaleras, lo miró con mala cara.

—¿Desde cuándo tú eres el del buen olfato?

—Hueles a tabaco —insistió Brendan con una sonrisita—. Así que has usado el tabaco que te traje, ¿eh?

Su hermano se limitó a suspirar, como si aquella conversación fuera agotadora.

—¿Y qué?

—Que podrías darme las gracias.

—Gracias.

—No. Gracias, Brendan, por ser el mejor hermano del mun...

—¿Quieres que te dé las gracias o que te mienta?

—Serás cabrón.

—Idiota.

—Imb...

Brendan se calló cuando, de pronto, Caleb se llevó una mano a la oreja. Su expresión había cambiado. Ahora, era casi de molestia.

—¿Qué te pasa? —le preguntó.

—No lo sé. —Caleb se quitó la mano de la oreja y se removió, incómodo—. Una sensación rara.

—¿Como qué?

Un recuerdo vago de cuando eran pequeños le vino a la cabeza. Por aquel entonces, Caleb ya tenía habilidades que otros niños, definitivamente, no podían ni imaginarse. El único que lo sabía era Brendan —porque se lo contaban todo—, pero no lo usaban como ahora. Lo usaban para tonterías como escaparse por la noche y que él pudiera controlar si sus padres se despertaban, jugar al escondite...

Y, cuando a Caleb algo le causaba una sensación extraña, lo describía siempre con una comparación de algo que Brendan pudiera imaginarse.

—Presión en las orejas —dijo su hermano finalmente—. Como... como te metes en el agua, a mucha profundidad, y empiezan a dolerte los tímpanos. ¿Sabes a qué me refiero?

—Sí.

Brendan lo observó con cuidado, intentando ver si él volvía a tocarse la oreja. No lo hizo, pero estaba claro que se sentía incómodo.

—¿Alguna vez te había pasado? —preguntó.

—Solo una vez, en casa de nuestros padres.

¿Y qué había pasado en casa de sus padres que los diferenciara de ese momento?

Oh, sí... La maldita magia.

Brendan estuvo a punto de decirlo, pero de pronto ambos se giraron inconscientemente hacia la puerta principal. Ania entró como si nada y, sin siquiera mirarlos, pasó por delante de ellos para dirigirse al gimnasio.

Brendan y Caleb, parpadeando, la siguieron con la mirada.

—¿Acabo de ver...? —empezó Caleb.

—Menos mal —murmuró Brendan—. Por un momento, he pensado que solo la veía yo y me estaba volviendo paranoico.


Victoria

Vale, le molestaba un poco que esa chica se paseara por ahí como si nada. ¡Estaba en casa del enemigo! ¿No podía, al menos, mostrar un poco de miedo? ¿Aunque fuera por respeto?

Victoria entró en el gimnasio con el ceño fruncido. Se encontró a Dani, Lambert y Kyran muy pasmados en una de las mesas con Ania sentada al otro lado. Estaba comiendo tranquilamente de una bolsita de golosinas.

Kyran entrecerró los ojos y trató de estirar la mano para recuperar sus golosinas, pero Dani se la atrapó en tiempo récord y se la escondió bajo la mesa con cara de espanto.

—¿Se puede saber qué haces? —le preguntó Victoria a la nueva, indignada.

Ella seguía teniendo ese aspecto inexpresivo que, de alguna forma, daba la impresión de que se estaba burlando de los demás. Apenas habían estado en la misma habitación durante cinco minutos seguidos y ya le caía mal.

—Comer —comentó ella tranquilamente.

Margo y Sawyer, que habían seguido a Victoria, se quedaron de pie justo detrás de ella. Margo miraba a Ania con desconfianza, pero Sawyer parecía, simplemente, pensativo.

—No eres nuestra invitada —le recordó Margo—, no tienes derecho a robar golosinas.

—Eso —murmuró Kyran, resentido.

Ania fingió no haber escuchado nada y paseó la mirada por la habitación. Caleb y Brendan acababan de entrar, pero ni siquiera les prestó la más mínima atención. Al final, se quedó mirando a Sawyer con una ceja enarcada.

—¿Ahora estás de su parte?

—Es nuestro prisionero —aclaró Caleb.

Hubo un momento de silencio cuando Ania lo repasó mejor.

—No parece muy prisionero. Ni siquiera está atado.

Cuando Ania volvió a mirar a su alrededor, Victoria sintió una extraña oleada de calor en el pecho. Inconscientemente, se dio la vuelta y su mirada se clavó sobre Brendan. Él observaba a Ania y, aunque por fuera estaba completamente inexpresivo, por dentro era otra historia muy distinta.

Pero... no era amor. O, al menos, a Victoria no le parecía que lo fuera. Era más bien... confusión, nostalgia. No supo ponerle un nombre a ese sentimiento, pero casi consiguió que Ania le cayera bien.

Maldito lazo. ¡Ella la quería odiar en paz!

—¿Qué haces aquí? —preguntó Sawyer entonces.

—Ye te lo he dicho, he venido a buscarte.

—No. —Él mantenía su voz suave, pero había una nota de tensión en cada palabra que pronunciaba—. ¿Qué haces aquí?

Ania por fin lo miró con media sonrisa.

—Todos los nuestros han abandonado —informó sin siquiera alterarse—. Has estado desaparecido por unos días, encontraron el cadáver de tu conductor, había sangre tuya en el suelo... La mayoría creyeron que habías muerto.

—¿Y se marcharon sin más? —Sawyer no sonó muy sorprendido.

—No. —Ania esbozó media sonrisa—. Primero, apareció tu querido abuelo. Solo necesitó subirles el sueldo y... sorpresa, sorpresa... Ahora son suyos.

Victoria se giró para mirarlo y vio que ese detalle sí parecía haberle molestado. Hizo un verdadero esfuerzo para que no se le notara, pero no le salió del todo bien.

—¿Y tú? —preguntó finalmente.

—Yo no soy tan fácil de convencer —comentó con esa media sonrisa odiosa—. Así que he decidido seguir tus pasos para ver dónde estabas. Qué bonita sorpresa ver que sigues vivo.

De nuevo, Sawyer no dijo nada. Un silencio un poco incómodo se instaló en la habitación hasta que, por fin, Axel y Bex también aparecieron. Bex fue la primera en reaccionar y mover las ruedas de su silla para acercarse a ella.

—Joder —comentó, toda dulzura—. ¿Qué te ha pasado? Estás horrible. Pareces un muñeco gótico de los noventa.

Axel contuvo una risotada mientras que Ania apretaba un poco los labios, ofendida.

—Y tú pareces un coche averiado. ¿Desde cuándo vas en silla de ruedas?

—¿Desde cuándo tienes poderes mágicos? No sé. Hace mucho que no nos ponemos al día.

—Deberíamos atarla —intervino Lambert de repente, señalando a Ania—. No sabemos si podemos confiar en ella.

—Si quisiera mataros, estaríais muertos —aclaró Ania, tan tranquila—. Podéis confiar en mí.

—No sé yo si decir eso es la mejor forma de establecer confianza —murmuró Margo.

Mientras seguían discutiendo entre ellos, Victoria volvió a sentir esa maldita oleada de calor de Brendan y apartó la mirada, incómoda. Él todavía no había dicho nada, pero cuando se giró no lo miró. En su lugar, se centró en Sawyer. Seguía mortalmente serio.

—¿Te fías de ella? —se atrevió a preguntarle.

Sawyer parpadeó, como saliendo de una ensoñación, y le devolvió la mirada.

—No.

Vaya, no esperaba una respuesta tan directa.

—¿No? —repitió ella, sorprendida.

—No. Pero no podéis dejar que se vaya. Ahora sabe dónde estáis escondidos.

En eso tenía razón. En realidad, Sawyer tenía razón muchas veces. Eso le molestaba mucho.

Y, precisamente por ello, hizo la siguiente pregunta:

—¿Qué harías tú en mi lugar?

Sawyer no pareció sorprendido por la pregunta, pero tuvo que meditarla un poco. Cuando volvió a girarse hacia ella, parecía más decidido.

—La mantendría apartada y vigilada. Y no me separaría del niño.

Victoria dirigió una breve mirada a Kyran, que seguía sentado sobre Dani, y volvió a girarse hacia él con aire confuso.

—¿Para protegerlo? Eso podrías decírmelo con cualquiera.

—No. El niño tiene un vínculo muy fuerte contigo y con Caleb. Si yo fuera tu enemigo y quisiera darte donde más duela, iría directo a por él.

Victoria, alarmada, se apresuró a acercarse y colocarse junto a Kyran.


Caleb

Siendo completamente sinceros, Ania nunca le había gustado demasiado.

La recordaba más dulce y sonriente, sí, pero también recordaba que había sido el principal motivo por el que Brendan y él se habían separado. En cuando Brendan había empezado a fijarse en ella, también había empezado a comportarse como un imbécil. Insultaba con facilidad, se ponía a la defensiva a una velocidad preocupante y ya nunca hablaba con Caleb. Le hizo lo mismo a los demás, claro, especialmente a Axel. Y, mientras se comportaba como un imbécil, Ania siempre estaba tras él con esa mirada dulce y esa sonrisa de ángel.

Por eso, aunque habían tomado la decisión de dejar a Ania en el gimnasio con alguien supervisándola en todo momento —y, además, habían alejado al resto al patio o a las habitaciones—, Caleb no se había alejado demasiado de la zona.

Y es que ese era el turno de Brendan.

Caleb había estado de pie en el pasillo durante un buen rato, esperando por si tenía que intervenir, pero dentro de ese gimnasio solo había habido silencio. Podía escuchar a Ania suspirando de vez en cuanto y el ruido de la tela de sus pantalones frotándose contra la silla, pero Brendan se limitaba a pasearse por delante de ella. Estaba seguro de que ni siquiera la miraba.

Quizá era mejor que fuera con Kyran y Victoria y se olvidara de ellos, ¿no?

Justo cuando iba a apartarse, escucho que Ania soltaba algo parecido a una risa entre dientes. Caleb se detuvo de golpe.

—Mírate —murmuró Ania en tono bajo, burlón—. ¿Dónde está el Brendan decidido y valiente que conocí a los quince años?

Brendan, claro, dejó de andar al instante.

—Está en tu memoria —espetó—. He crecido y he mejorado. Tú no puedes decir lo mismo.

Lejos de sentirse ofendida, Ania soltó una risita que sonó sorprendentemente parecida a la que solía usar cuando eran pequeños. Caleb, de pronto, se preguntó hasta qué punto todas esas risitas habían sido reales.

—Vaya —murmuró Ania—. Realmente te han comido la cabeza, ¿eh?

—Déjame en paz.

—¿Estás enfadado conmigo?

Esa vez, no tuvo respuesta.

—Es porque nunca me he puesto en contacto contigo y antes he pasado de ti, ¿no?

De nuevo, no obtuvo respuesta.

—Oh, Brendan... —Ania suspiró de una forma casi convincente—. Tú sabes que siempre has sido muy especial en mi vida, pero lo nuestro no podía ser. Además, está el detalle de que yo no soy una mestiza.

—¿Lo sabías? —preguntó él de pronto—. ¿A los quince años ya sabías que no lo eras?

—Perfectamente.

El silencio, esa vez, pareció un poco más tenso.

—Y me hiciste creer que lo eras —masculló Brendan—. Incluso me hiciste creer que podía transformarte. Y que algo había salido mal y habías muerto.

—Tuve que hacerlo para que abandonaras la idea de estar conmigo. ¿Realmente te crees que hay mestizos que mueren en la transformación si no son capaces de superarla? Eso es una mentira, Brendan. ¿Alguna vez has visto sus cadáveres? Claro que no. Cualquier mestizo podría pasar por la transformación perfectamente. Si se la aplicas a un mago o a un humano, simplemente haces que pierdan la conciencia y se desmayen. Justo lo que me pasó a mí.

Brendan tardó unos instantes en volver a hablar.

—Lo de hacerme creer que estabas muerta para que te dejara en paz —empezó en voz baja—. ¿Fue idea de Sawyer?

—No. Fue idea mía.

Caleb pudo escuchar perfectamente cómo el corazón de Brendan se detenía durante un instante.

—¿Tuya? —repitió en voz baja.

—Sí. Era la única forma de que me dejaras en paz.

Uf... eso le había dolido incluso a él.

Caleb estuvo a punto de entrar y frenar la conversación antes de que Brendan pudiera salir peor parado, pero se detuvo cuando escuchó que él volvía a hablar:

—Si tanto querías que te dejara en paz, podrías habérmelo dicho. Pero nunca dijiste nada.

—¿No? ¿Cuántas veces cortamos y volvimos?

—Eso no tiene nada que ver.

—Tiene absolutamente todo que ver —aseguró Ania—. Oh, vamos, Brendan... te conozco perfectamente. Lo que te gusta son los misterios, las cosas complicadas que te hacen pensar, que te hacen luchar por tu objetivo. Eso mantiene tu interés, hace que te sientas vivo. Por eso yo te gustaba tanto, porque siempre que te dejaba dar un paso en mi dirección luego te hacía retroceder dos. Y tú siempre volvías. Una y otra vez. Porque eso era lo que te gustaba, ¿o vas a negarlo?

»Y por eso nunca te ha gustado Axel. ¿O te crees que no lo sé? Tú eras el único ciego que no lo notaba, pero todos los demás éramos perfectamente conscientes de lo colado que estaba por ti. Incluso Bex. Y a ti no te interesaba porque él era la opción fácil, el que te diría que sí a todo y no te pondría ningún obstáculo. Sabes que eso te aburriría tarde o temprano. Por eso siempre has jugado con él de esa forma, porque intentas que te guste lo fácil... pero no lo consigues. Y te aprovechas de lo que siente por ti para seguir intentándolo.

Brendan soltó algo parecido a un bufido despectivo.

—¿Y tú qué sabrás? Me conocías antes, no ahora. Hemos pasado casi ocho años sin vernos. No sabes nada de mí.

—Sigues sin querer asumir nada, por lo que veo.

—¡No hay nada que asumir!

—¿Nada? Te has pasado la vida yendo de tipo duro que no soporta los sentimientos, pero la realidad es que solo eres un niño que busca desesperadamente que alguien le quiera. Y, cuando por fin lo consigues, eres incapaz de aceptarlo.

—¡Para! —espetó Brendan de pronto, y sonaba furioso—. ¿A eso has vuelto? ¿A repetir tus discursos de manipuladora? Puedes ahorrártelos, me los sé de memoria.

—¿Te crees que te estoy manipulando? Solo te estoy diciendo la verdad. El problema es que eres incapaz de asumirla.

—Porque lo que quieres es que asuma tu verdad, no la mía. Y la tuya no tiene por qué ser la correcta.

—¿No es la correcta, Brendan? —Ania se rio en voz baja—. Anda, corre a enrollarte con Axel para olvidarte de tus problemas. Después de todo, está acostumbrado a que lo hagas. ¿O ahora es la pelirroja? ¿Ella también te pone las cosas difíciles? ¿Por eso te recuerda a mí y te gusta?

Caleb decidió que ya había escuchado suficiente, así que abrió la puerta de golpe y los encontró a ambos de pie uno frente al otro. Brendan tenía los puños apretados, pero Ania se limitaba a sonreír con aire triunfal, como si hubiera conseguido exactamente lo que quería.

—Ya vale —dijo Caleb, avanzando hacia su hermano—. Ve arriba. Ya me ocupo yo.

Brendan no lo miró, pero supo que estaba agradecido cuando salió del gimnasio a toda velocidad.


Brendan

Hacía mucho tiempo que no se cabreaba tanto. Subió las escaleras de dos en dos, furioso y sin rumbo fijo, y se dio cuenta de que tenía intención de hacer exactamente lo que le había dicho Ania: buscar a Axel y desahogarse con él.

Frunció el ceño, furioso tanto con ella como consigo mismo, y siguió avanzando hasta llegar al final del pasillo. En la habitación abierta, una de las vacías, estaban los demás. Victoria, Margo y Sawyer hablaban en un rincón, mientras que Dani, Lambert, Kyran, Bex y Axel estaban alejados de ellos, en la cama y uno de los sillones.

Brendan fue directo al primer grupo y, sin siquiera pensar en que los tres se habían girado hacia él, se agachó para agarrar a Margo del brazo y ponerla de pie. Pareció pasmada cuando la atrajo fuera de la habitación, pero no lo detuvo.

En realidad, no estaba muy seguro de lo que hacía. Solo quería desahogarse de alguna forma. Y la única forma que encontró fue sujetándola con más fuerza, pegando su espalda en la pared e inclinándose para besarla de forma bastante brusca.

Si Margo se asustó en algún momento, no lo demostró. De hecho, pese a que al principio se había quedado muy quieta, terminó devolviéndole el beso. Pero no de la forma en que lo había besado ella una vez, sino de una forma distinta. Casi como si lo hiciera por obligación.

Se separó de ella, confuso, y dio un paso atrás. Margo tenía los labios —ya de por sí gruesos— algo hinchados, pero no había nada más en su expresión que indicara que acababan de besarla. Solo le devolvía la mirada.

—¿Qué? —preguntó Brendan con la respiración agitada.

—No puedo... —Ella dudó un momento—. No puedo besarte si no me dices que la que te gusta soy yo. Y nadie más.

Brendan tenía el cuerpo tan acelerado que, antes de pensar en las consecuencias, empezó a asentir con la cabeza.

—Solo me gustas tú —le aseguró.

—Promételo.

—Lo prometo.

Margo sonrió, algo satisfecha, y se acercó a él. Brendan pensó que iba a besarlo, pero se detuvo justo a tiempo y le dedicó una pequeña sonrisa traviesa.

—No te muevas, voy a preparar mi habitación.

Cuando la vio salir corriendo él ya era un manojo de nervios. Dios, sí. Necesitaba echar un polvo. Urgentemente. Y la perspectiva de hacerlo con ella hacía que la sangre le fluyera por las venas a una temperatura casi preocupante.

Pasado un minuto, estuvo a punto de ir él mismo a encerrarse con Margo, pero una mano lo detuvo del brazo. Se dio la vuelta, confuso, y se quedó mirando a Axel.

—¿Vas a ir con ella? —preguntó, y casi no sonaba dolido.

Espera, ¿por qué no sonaba dolido? Brendan lo miró mejor, confuso.

—Eso a ti no te importa.

Y, para su asombro, Axel lo soltó con un gesto de indiferencia.

—Tienes razón. No es mi problema.

¿Qué...?

Brendan se quedó mirándolo, pasmado, cuando se dio la vuelta e hizo un ademán de volver a entrar en la habitación con los demás. Sin embargo, esa vez fue Brendan quien lo detuvo del brazo.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó indignado.

—Que no es mi problema —repitió Axel, enarcando una ceja—. Tú mismo lo has dicho.

—Sí, pero... pero no... tú no... es decir...

—¿Qué?

La inexpresividad de Axel estaba empezando a conseguir que se pusiera nervioso. Brendan dio un paso hacia él, intrigado.

—¿Por qué te comportas así?

—Tú mismo me has dicho cientos de veces que te deje en paz. Y es lo que estoy haciendo.

—¡Pero no...! ¡No quería decir...!

—¿No lo decías en serio? —sugirió.

Brendan dudó, echando una ojeada nerviosa a la habitación de Margo. Permanecía cerrada.

—No —aseguró en voz baja—. Claro que no lo decía en serio.

Axel pareció relajarse un poco. Incluso dio un paso en su dirección, cerrando las distancias entre ambos.

—¿Quieres que me aleje? —preguntó Axel en voz baja.

Brendan tragó saliva con fuerza y se encontró a sí mismo respondiendo antes de pensar:

—No.

Axel esbozó una sonrisita satisfecha y, sin titubear, lo besó en la boca.

El beso de Margo era tan fresco y suave que, comparado con la brusquedad de Axel, hacía que Brendan se agitara todavía más. Degustó el beso, subiendo una mano por la espalda de Axel, pero justo cuando iba a sujetarlo del pelo él se separó y lo miró.

—Necesito que me digas que quien te gusta soy yo. Solo yo.

Brendan, de nuevo, echó una ojeada a la habitación cerrada de Margo.

—Solo me gustas tú —le aseguró a Axel.

¿Quién decía que no podía echar dos polvos ese día? Ellos no tenían por qué saberlo. Y tampoco era para tanto.

Axel volvió a acercarse, casi como si fuera a besarlo.

—Promételo.

—Lo prometo.

—¡¿Lo prometes?!

Oh, no.

Eso había sido la voz de Margo.

Tanto Axel como él se dieron la vuelta al instante. Ella se había arreglado un poco el pelo y se había puesto una camiseta más escotada, pero su expresión no combinaba en absoluto con lo que parecía que había estado preparando. De hecho, estaba destrozada.

—¿Qué pasa? —preguntó Axel, confuso.

—¡A mí me ha dicho lo mismo! —exclamó Margo, a punto de llorar.

—¡¿Qué?!

Ambos se giraron hacia Brendan, que dio un pasito atrás.

—Eh...

—¿Has estado jugando con los dos? —preguntó Margo, llevándose una mano al corazón.

—¿Eh? ¡No!

—Entonces —masculló Axel, dolido—, ¿cómo explicas esto?

—Yo... yo no...

—¿Querías acostarte con los dos? —preguntó Margo, cruzándose de brazos—. ¿Es eso?

—¡No!

—Está claro que sí —espetó Axel.

Brendan se quedó sin saber qué decir. De pronto, toda la rabia se había convertido en nervios. Su hermano tenía que estar pasándoselo muy bien escuchando los latidos de su corazón. Por no hablar de la pobre Victoria.

—No quería... haceros daño —dijo finalmente.

—Pues lo has hecho —espetó Axel.

—¿No podías decirnos que estás confundido y no sabes quién te gusta? —preguntó Margo—. Habría sido más fácil.

—Bueno, eh... quizá sí, pero...

—...pero querías aprovecharte de la situación —finalizó Axel por él.

—¡No! ¡No quería nada!

—Está claro que los dos te gustamos. —Margo enarcó una ceja.

—Puede que sí, pero... pero yo no...

—No querías que las cosas salieran así, supongo.

Parecía que Margo se había calmado un poco, así que Brendan asintió con la cabeza. Ella se giró hacia Axel, que seguía pareciendo dolido.

—Yo le creo —admitió Margo—. No creo que intentara hacernos daño, solo está confuso.

—¿Estás segura? —murmuró Axel.

—Sí. Además... una parte de mí sigue sintiendo algo por este idiota.

—Una parte de mí también.

—¿Y qué hacemos?

Brendan parpadeó, confuso por el rumbo que estaba tomando esa conversación.

—¿Eh? —repitió cuando los dos lo miraron.

—A ambos nos gustas —aclaró Margo—. Tienes que elegir a uno.

—Y tiene que ser ahora —replicó Axel.

Brendan abrió la boca y volvió a cerrarlo. Una capa de sudor por los nervios le cubría la espalda.

—¿Eh...?

—A no ser que quieras a los dos —añadió Margo—. Te veo capaz de elegir esa opción.

Y, de pronto, fue como si a ambos se les ocurriera la misma idea a la vez. Intercambiaron una mirada que duró unos segundos y luego volvieron a girarse hacia Brendan. Ya no parecían tensos en absoluto. De hecho, tenían la misma expresión que habían tenido unos instantes antes, a solas.

—También es una opción —comentó Axel.

Brendan, todavía sin creerse demasiado lo que estaba sucediendo, dejó que Margo los agarrara tanto a él como a Axel del brazo y los condujera a su habitación.


Victoria

Se removió en el suelo, acalorada, y estuvo a punto de empezar a abanicarse con la mano.

Sawyer, que estaba sentado a su lado y leía en voz alta algunos de los papeles traducidos, se detuvo al darse cuenta de que no lo escuchaba. La mirada que le echó fue bastante juzgadora.

—¿Se puede saber qué te pasa?

—Nada. —A Victoria le salió la voz muy aguda—. E-estoy bien.

—Estás sudando.

—Hace calor.

—No tanta como para estar así.

—¡Pues yo tengo calor!

Sawyer enarcó las cejas, sorprendido, mientras ella no dejaba de removerse intentando que el nudo de la parte baja de su estómago desapareciera. De pronto, solo le apetecía una cosa. Y no era precisamente leer papelitos.

—¿Quieres abanicarte con uno de tus papelitos? —sugirió él.

—No. —De pronto, Victoria se puso de pie tambaleándose—. Tú... no te muevas. Enseguida vuelvo.


Brendan

Nada más entrar en la habitación, Margo cerró la puerta y se quedó mirándolos a ambos. Los dos le sacaban más de una cabeza de altura, pero de alguna forma parecía que era ella quien tenía el mando de la situación.

Brendan estaba empezando a perder los nervios porque, a cada segundo que pasaba, se convertían en ansias. Tragó saliva con fuerza cuando Margo se acercó a él y le besó un momento en los labios, como para probarlo, y luego le puso las manos en el pecho para empujarlo hacia atrás, quedando tumbado sobre los codos en la cama. Llevaba a Axel con la otra mano y, de alguna forma, terminaron los dos con él.


Victoria

Al entrar en el gimnasio, se encontró a Caleb vigilando a Ania en total silencio y con el ceño fruncido. Ambos se dieron la vuelta de golpe al oírla entrar.

—¿Victoria? —Caleb parpadeó, confuso—. ¿Por qué el corazón te late tan depr...?

—Ven un momento. Es urgente.

Él no debió entender la clase de urgencia, porque se acercó con expresión preocupada. Cuando se quedó ante ella, Victoria se puso de pie para hablarle al oído.

—Si nos alejamos, ¿podrás escucharla si hace algo raro?

Caleb se separó un poco para mirarla, confuso.

—Supongo.

—Bien. Ven conmigo.

Se dejó sin protestar y Victoria cerró la puerta del gimnasio, dejando a Ania sola, pero en ese momento nada podía importarle. Tenía una misión muy clara.

—¿Qué pasa? —preguntó Caleb, cada vez más perdido.

—Que te necesito.

—¿Eh?

—Ahora.

Silencio.

—¿Eh...?

Victoria se habría reído en cualquier otra ocasión, pero en esa estaba demasiado acelerada. Se dio la vuelta y, sin más preámbulos, se lanzó sobre él para rodearle las caderas con las piernas. La reacción de Caleb fue inmediata. Le rodeó la espalda con un brazo de forma casi automática.

Victoria le sujetó la cara con las manos y le besó en la boca antes de que pudieran recapacitar sobre lo que estaba haciendo. De pronto, estaba muy caliente. Muchísimo. Y ya no podía seguir con lo de posponer lo que había estado a punto de pasar en su antigua casa y su hermano había interrumpido. De pronto, necesitaba estar con él. Urgentemente.


Brendan

Mientras Axel lo besaba en la boca, vio de reojo que Margo se sacaba la camiseta por el cuello y la lanzaba al suelo. Debajo no llevaba nada más que un sujetador negro por el que se veía todo lo que se tenía que ver. Cuando Axel se separó y empezó a desvestirse, ella frotó los pechos contra su abdomen y se inclinó para besarlo en el cuello. Brendan casi podía sentir sus pantalones a punto de explotar.


Victoria

La respuesta de Caleb, aunque tardía, fue sorprendentemente necesitada. Victoria había empezado con la iniciativa, pero enseguida se dio cuenta de que eso iba a cambiar. Caleb giró sus cuerpos de forma que la espalda de Victoria chocó contra la pared y quedó aprisionada entre esta y el cuerpo de Caleb, que había hecho desaparecer cualquier posible distancia entre ambos.

Victoria apretó las piernas en sus caderas, necesitando más, y él lo entendió enseguida. Sin decir una palabra y sin dejar de besarla, tanteó la pared con una mano hasta encontrar la puerta del lavabo. La abrió sin mirar y se metió dentro con ella. Victoria sintió la fría cerámica bajo ella cuando Caleb la sentó, separándole las rodillas para mantener la misma postura que en la pared.


Brendan

Justo cuando pensó que Margo iba a besarlo, sintió la mano de Axel en su abdomen y un escalofrío de anticipación le recorrió el cuerpo entero. Giró la cabeza hacia él, deseando que se acercara más, mientras su otra mano buscaba inconscientemente tocar a Margo. Ellos, sin embargo, intercambiaron una miradita acompañada de sonrisa antes de besarse entre ellos por encima de Brendan.

Una parte de él creyó que podía llegar a ponerse celoso, pero fue todo lo contrario. Ver la forma en que ambos cerraban los ojos y se besaban de una manera tan intensa, dejando escapar pequeños ruidos de placer y hundiendo las manos en el pelo del otro, hizo que su respiración se acelerara. Axel aprovechó el momento para bajar una mano por el torso de Margo hasta acunar uno de sus pechos con la mano. Ella soltó un jadeo cuando apretó uno de sus pezones entre los dedos.

Brendan ya no pudo soportarlo más. Se incorporó hasta quedar sentado y los atrajo hacia sí mismo.


Victoria

Caleb estaba tan acelerado como ella. Eran todo caricias, respiración acelerada, jadeos y agarrones. Victoria lo había tocado por todas partes, había lanzado su chaqueta y su camiseta al suelo, y ella misma se había quitado la camiseta y el sujetador. La fricción de sus pechos contra el de Caleb hizo que el nudo de la parte baja de su estómago se incrementara, especialmente cuando desabrochó los pantalones de Caleb, metió una mano en ellos y comprobó que estaba tan excitado como ella. En cuando empezó a masajearlo con la mano, él soltó un sonido de placer y empezó a besarla con más fuerza.


Brendan

De pronto, necesitaba tocarlos urgentemente. Era como si su deseo se hubiera multiplicado. Axel se acercó a él y empezó a besarlo con intensidad, sujetándolo del pelo con un puño y mandándolo atrás en la cama. Brendan solo se separó cuando vio que Margo acababa de quitarse el sujetador. Sin poder contenerse, acercó la boca a uno de sus pechos y empezó a acariciar un pezón con los labios. No pudo aguantarse mucho tiempo. Se lo metió en la boca y empezó a rodearlo con la punta de la lengua. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras acariciaba a Axel por encima de los pantalones.


Victoria

Antes de que pudiera terminar, Caleb se separó de golpe y bajó la mirada a los pantalones de Victoria. Ella soltó un gritito sorprendido cuando se los bajó de un tirón, deshaciéndose tanto de ellos como de las bragas. Casi no había tenido tiempo de reacción cuando se agachó, se colocó sus piernas sobre los hombros y hundió la boca entre sus piernas.


Brendan

Agarró a Margo con un poco más de fuerza de la necesaria, lanzándola contra la cama, y mientras le metía una mano dentro de las bragas, giró la cabeza para empezar a besar a Axel otra vez.


Victoria

—Para —se escuchó decir a sí misma.

Caleb levantó la cabeza, pasándose la lengua por los labios.

—¿No te gusta?

—Joder, sí —soltó sin pensar, a lo que él pareció encantado—. Pero llevo casi un año esperando. ¿Podemos pasar de los jueguecitos previos? Estoy a punto de explotar.

Caleb sonrió ampliamente —un hecho histórico— y se puso de pie. Antes de que ella pudiera decir nada más, se colocó entre sus piernas, se bajó los pantalones y le agarró el pelo con un puño para volver a besarla. Entró en ella de golpe, provocándole un jadeo.


Brendan

Antes de que pudiera llegar a tocarla, Margo quitó su mano de dentro de sus bragas. Brendan estuvo a punto de mirarla, confuso, pero se distrajo cuando Axel lo empujó hacia atrás, dejándolo tumbado justo donde había estado ella antes. Sin dejar de besarlo, le frotó el pecho con la palma de la mano. Las otras dos manos que le acariciaban por encima de los pantalones eran de Margo. Apenas un segundo más tarde, notó que lo besaba justo debajo del ombligo y le bajaba los pantalones.


Victoria

Parecía que había pasado una verdadera eternidad desde la última vez, porque eso era maravilloso. Dejó de besar a Caleb un momento, embriagada por las emociones y por el placer que hacía que apretara las piernas entorno a sus caderas. Echó la cabeza hacia atrás sin darse cuenta, pegando su espalda al espejo empañado por sus respiraciones agitadas. Caleb, casi al instante, apoyó la mano en la pared, junto a su cabeza, y la cerró en un puño mientras empezaba a moverse con más fuerza. Victoria se encogió de placer y lo atrajo para besarlo de nuevo, necesitando que no volviera a separarse nunca.


Brendan

Su erección era más que evidente, pero Margo no le bajó la ropa interior. De hecho, siguió acariciándolo por encima de la tela de una forma tan lenta que casi podía considerarse tortura. Mientras tanto, Axel seguía manteniéndolo aprisionado contra la cama. Cuando Brendan intentó rodearlo con los brazos, él se los agarró y los clavó en la cama otra vez. Su excitación creció todavía más.


Victoria

—Joder. —No dejaba de repetir Victoria entre respiraciones fuertes. No sabía cuántas veces lo había dicho, pero parecía ser la única palabra que representaba lo que estaba sintiendo.

De pronto, una ya familiar sensación le recorrió la columna vertebral lentamente, bajando por cada centímetro de su cuerpo hasta detenerse en medio de sus piernas. Las apretó con fuerza sin darse cuenta, desesperada por llegar al clímax de esa sensación, y Caleb, al notarlo, metió una mano entre ambos para acariciarla justo donde hacía falta. Ella ya no pudo aguantarlo más.

Mientras se agarraba con fuerza a sus hombros, hundiendo la cara en su cuello, notó que Caleb también se tensaba contra ella. Victoria mantuvo las piernas apretadas con fuerza durante esos segundos de felicidad absoluta en la que su cuerpo parecía haber alcanzado su mejor momento. Finalmente, cerró los ojos, aliviada, y empezó a acariciarle la espalda a Caleb.


Brendan

Ya no podía más. Los besos de Axel, las caricias de Margo, los sonidos de placer que había a su alrededor... era demasiado. Estaba harto del juego previo. Era hora de ir un poco más allá.

Pero, justo cuando iba a bajar las manos hacia Margo y Axel, escuchó un pequeño click junto a su cabeza.

Durante un breve instante, se quedó muy quieto sin ser capaz de reaccionar. Pero entonces levantó la mirada y se quedó mirando la esposa que acababa de ponerle Axel alrededor de la muñeca, dejándolo atado al cabecero de la cama.

—¿Qué...?

—Bueno —concluyó Margo—, fue bonito mientras duró.

Brendan bajó la mirada, confuso, cuando ellos dos se pusieron de pie como si nada y empezaron a vestirse otra vez. Él seguía esposado a una cama con ropa interior y una calentura bastante considerable.

—¿Qué hacéis? —preguntó, dando un brusco tirón a las esposas—. ¡Soltad esto!

—No lo creo —le sonrió Axel.

Efectivamente, ellos seguían vistiéndose y riendo. Brendan intentó ponerse de pie, indignado, pero solo alcanzó a moverse unos centímetros de la cama antes de que la esposa lo detuviera. Y entonces se dio cuenta de que no estaban en la habitación de Margo. Estaban en la habitación en la que Sawyer había estado dos días esposado.

—¿Se puede saber qué coño es esto? —preguntó Brendan, indignado.

—Esto —Margo lo señaló— es justo lo que te mereces.

—¿De verdad te creías que podías decirnos lo mismo a los dos sin tener consecuencias? —Axel casi sonaba burlón.

Brendan volvió a mirar las esposas, confuso.

—No tiene gracia —recalcó entonces—. ¡Soltadme ahora mismo!

—¿No tiene gracia? —preguntó Margo, llevándose una mano al corazón.

—A mí me hace mucha gracia —aseguró Axel.

Y, entre risas y chocándose las manos entre sí, salieron de la habitación.


Victoria

Victoria todavía no se había recuperado del todo cuando se apoyó en sus hombros para echarse hacia atrás. Su espalda quedó completamente apoyada en el espejo al mirar a Caleb.

—Aparta, tengo que mear.

Él enarcó una ceja.

—Dijo la fina dama.

De todos modos, se apartó y empezó a subirse los pantalones mientras Victoria se sentaba en el retrete y hacía pis. Se sorprendió un poco por el hecho de que no le diera ningún tipo de vergüenza hacerlo delante de él. La confianza daba asco.

—Por un momento he entrado en pánico porque no hemos usado condón —murmuró al tirar de la cadena.

Caleb esbozó media sonrisa mientras le devolvía su ropa.

—Ya no puedes quedarte embarazada o contraer enfermedades humanas.

—Bienvenida a la vida x-men —murmuró ella.

Tuvo que dar unos cuantos saltitos para ponerse los pantalones cortos. Caleb, mientras tanto, esperaba pacientemente con una mano en la manija de la puerta. Cuando Victoria estuvo lista y se acercó, sin embargo, tardó un momento más en abrir.

—Oye —empezó con su miradita de incomodidad—. Eh... eso ha estado muy bi...

—Oh, no me digas que ha estado muy bien o me sentiré como si acabara de hacerlo con un desconocido en un baño de discoteca y no fuera a volver a verlo.

—Eso es... extrañamente preciso.

—Ha sido genial porque entre los dos hacemos cosas geniales, dejémoslo ahí. —Victoria le dedicó una sonrisita divertida—. Quizá ahora te convendría ir a ver a la nueva secuestrada, hace mucho rato que está sola. Imagínate que se ha escapado.

Caleb, que había mantenido la sonrisa hasta ese momento, la borró de golpe y salió prácticamente corriendo para volver a entrar en el gimnasio.

Victoria fue directa a las escaleras, divertida, pero fue su turno de perder la sonrisa cuando, en el segundo escalón, vio a Kyran con los brazos cruzados y una mirada muy desconfiada clavada sobre ella.

—¿Qué hacía? —preguntó directamente.

Oh, oh.

—¿Eh?

—¿Tas mala? —insistió—. Hacía ruidos raros.

—Oh, no, eh... yo... estoy bien, no te preocupes.

—¿Y qué hacía ahí dento?

Vale, con casi tres años no tenía por qué saber lo de las abejitas y las flores. Victoria carraspeó, echando una ojeada hacia atrás solo para ganar tiempo, y cuando volvió a dirigirse a él ya tenía una excusa.

—Es que estoy muy cansada, Kyran. Me he caído en el baño y Caleb ha ido a ayudarme. Nada más.

—¿Po eso tas roja?

—Sí.

—¿Po eso sudas?

—Sí.

—¿Po eso tas despeinada?

—Sí...

—¿Po eso...?

—¡Es todo por eso! —le aseguró—. ¿Vamos arriba a jugar con Dani y Margo?

Por suerte, la distracción funcionó a la perfección. Kyran esbozó una gran sonrisa, le alcanzó la mano y subieron las escaleras rápidamente.


Brendan

Maldita sea.

A los diez minutos de espera había llegado a la conclusión de que esos dos cabrones no volverían, así que había vuelto a tumbarse y, en esos momentos, se dedicaba a mirar el techo con un gesto pensativo mientras su mano permanecía esposada al cabecero de la cama.

Cuando los viera iba a...

—Oh, no. —Escuchó la risotada desde la puerta—. No me lo puedo creer.

Brendan se tensó de pies a cabeza al bajar la mirada. Sawyer acababa de abrir la puerta y lo miraba con una gran sonrisa burlona.

—¿Y a ti qué demonios te ha pasado? —preguntó, acercándose—. ¿Te has rebelado y te han castigado en mi habitación? ¿Ahora tú eres el secuestrado y yo formo parte del grupo?

—Vete a la mierda. —Brendan le puso mala cara—. Y desátame.

—¿Qué hago? ¿Me voy a la mierda o te desato?

—¡Las dos cosas!

—Lo siento, mi capacidad cerebral no da para hacer dos cosas a la vez. Mejor me voy y te dejo reflexionando un rat...

—¡No! —Brendan cerró los ojos, avergonzado, y volvió a girarse hacia él con una sonrisita—. Desátame, vamos.

—Te faltan dos palabritas al final de esa frase, Brendan.

—Desátame. —Él bajó la voz hasta convertirse en apenas un susurro—. Por favor.

—Bueno, si me lo pides así, no puedo negarme.

Sawyer paseó la mirada por la habitación mientras Brendan se incorporaba como podía sobre la cama, quedando sentado. Sawyer empezó a abrir cajones y a mover la ropa en busca de la llave plateada, pero no parecía encontrarla.

—¿Esto es lo que han hecho esos dos? —preguntó con cierta curiosidad, todavía centrado en su labor.

—¿Qué más da?

—Es decir, que sí.

Brendan apretó los labios, pero se quedó callado.

—Ya decía yo que habían vuelto muy contentos —murmuró Sawyer—. O habían follado o habían hecho una maldad. Ha resultado ser una mezcla de ambas.

—¿Puedes desatarme de una vez y dejar de hablar?

—¿No ves que estoy en ello?

Mientras Sawyer se agachaba para rebuscar en el último cajón de la cómoda, Brendan se encogió visiblemente al ver que la puerta se volvía a abrir. Bex se asomó con una mueca de confusión.

—¿Va todo bien? He oído voc...

Se quedó callada de golpe, y Brendan lo entendió enseguida. Lo que estaba viendo ella no era lo que había pasado realmente, sino que Brendan estaba encadenado y semidesnudo en la cama de Sawyer... con él justo al lado.

Bex tardó dos segundos exactos en empezar a sacar conclusiones con cara de horror.

—Pero ¿qué...? —Hizo retroceder su silla tan rápido que chocó contra la puerta y volvió a cerrarla—. ¡¿Qué hacéis, degenerados?! ¡Si es como nuestro padre!

—Por el amor de Dios —murmuró Sawyer mientras tanto—. Dime que no está pensando lo que creo que está pensando.

—Eso es exactamente lo que está pensando.

—¿Y qué queréis que piense? —espetó Bex, pasmada.

A Brendan no le quedó más remedio que contar la historia mientras Sawyer seguía buscando la llave —y aguantándose la risa— y Bex lo miraba con una mueca de horror.

—¿A quién se le ocurre decirle lo mismo a dos personas? —fue su primera conclusión.

—¡Fue por separado!

—Brendan, eso es de imbéciles. Y tú no eres tan imbécil como quieres aparentar ser.

—Yo solo... pensé que no se enterarían.

—Mal pensado —murmuró Sawyer—. La pelirroja es más lista que tú, seguro que se dio cuenta enseguida.

—¿Acabas de llamarme tonto? —se ofendió Brendan.

—No lo sé. ¿Te sientes identificado con ese término?

Cuando Bex vio que iban a pelearse otra vez, levantó las manos como para detenerlos. Parecía exhausta de escuchar discusiones a su alrededor.

—En conclusión, tú se la has jugado a los dos y ellos te la han jugado a ti. Ahora estáis en paz, ¿no?

A Brendan no le gustó demasiado ese resumen.

—Lo mío era con cariño —aclaró.

Sawyer soltó un resoplido burlón, pero lo ignoró y añadió:

—Lo suyo ha sido con maldad.

—Yo creo que ha sido divertido —admitió Bex.

—Porque no te lo han hecho a ti.

—¿Dejarme encadenada y semidesnuda a una cama? Joder, es mi fantasía húmeda.

Por suerte, Sawyer se dio la vuelta antes de que la conversación se degenerara todavía más. Acababa de cerrar un cajón del armario y sostenía una pequeña llave plateada. Brendan pensó que se burlaría o le haría decir algo más a cambio de dársela, pero se limitó a lanzarla sobre la cama, donde él pudo alcanzarla con mucha facilidad y deshacerse las esposas.

—Joder —murmuró, acariciándose la muñeca—. Estaba empezando a dejar de sentir el brazo.

Y, justo en ese momento, Dani llamó a la puerta y asomó la cabeza. Se quedó un poco pasmada al ver a Brendan con ropa interior, pero por suerte volvió a centrarse enseguida.

—Si hay algún humano normal y corriente por aquí que necesite alimentarse para sobrevivir y esas cosas, puede bajar a cenar.


Caleb

Eso de organizar una cena con la idiota de Ania por ahí no le parecía una gran idea, pero tampoco tenían otro sitio donde ponerla. Al final, juntaron las dos mesas del gimnasio para sentarse en ellas y se reunieron todos, dejándola en uno de los extremos y dándole una mínima ración de la comida y la bebida para que, básicamente, no se muriera de sed o de hambre.

La situación era un poco rara, casi parecía una cena navideña. Solo que en las cenas navideñas todo el mundo come —cosas más sanas que porquerías ultraprocesadas, además— y no hay un silencio tan sumamente incómodo como el que había en ese momento.

Por un lado estaba Victoria, que daba un respingo cada vez que Kyran la miraba con aire preguntón; Lambert fruncía el ceño a Ania, como si le diera miedo; Ania comía sin mirar a nadie; Dani miraba con cierto temor a Sawyer; Sawyer sonreía malévolamente a Brendan; Brendan fulminaba con la mirada a Margo y Axel; Margo y Axel se limitaban a comer con una pequeña sonrisa malvada.

Para sorpresa de todos, fue Caleb quien decidió romper el silencio.

—¿Se puede saber qué os pasa? —preguntó sin rodeos.

Hubo un momento de silencio absoluto cuando todo el mundo dejó de comer para girarse lentamente hacia él y mirarlo fijamente.

Casi había empezado a asustarse cuando, de pronto, todos se pusieron a hablar a la vez. O más bien a vociferar. Sus voces se alzaron en el gimnasio, haciendo eco y creando una cacofonía muy molesta para los sensibles oídos de Caleb, que habían empezado a zumbar por el exceso de sonido. Se apartó un poco de la mesa, dolorido, mientras se señalaban entre ellos, gritando cada vez más, todos furiosos unos con otros.

Y, justo cuando creía que no iba a poder soportarlo más, todos se giraron muy sorprendidos hacia Daniela, que acababa de dejar el vaso con tanta fuerza sobre la mesa que había hecho que se tambaleara. Se había puesto de pie y todo.

—¡Ya está bien! —espetó a todos y cada uno de ellos—. ¿Qué es esto? ¡Estamos cenando! ¿No podéis comportaros un poquito?

Hizo una pausa y, aprovechando el perplejo silencio que se había formado a su alrededor, empezó a señalar a cada uno de ellos.

—¡Deja de quejarte de lo que han hecho! —le espetó a Brendan, que se enderezó en su silla—. ¡Has estado jugando con los sentimientos de Axel durante años y has dejado que Margo también entrara en la ecuación! ¡Querías aprovecharte de ambos y, al final, has sido tú quien ha salido mal parado! ¡Es lo que hay! ¡A veces la vida es complicada! —En cuanto Margo y Axel empezaron a animarla, Dani los señaló con un dedo acusador—. ¡Y vosotros dos lo habéis llevado demasiado lejos! ¡Podrías haberlo dejado esposado cinco minutos y después ir a ayudarlo, pero no, habéis decidido abandonarlo hasta que alguien lo encontrara! ¿Y si no lo hubiéramos visto hasta mañana? ¿Cómo creéis que estaría su brazo? ¿Se os ha ocurrido pensarlo?

Hizo una pausa mientras ellos se encogían un poco, incómodos, y su mirada fue a parar sobre Bex, Lambert y Sawyer.

—¡Y vosotros tres no dejáis de quejaros de todo, par de pesados, pero curiosamente sois los que menos cosas hacen en todo el día! ¿Os creéis que para los demás es fácil esta situación? ¡Pues no! ¡Pero nos fastidiamos y lo sufrimos en silencio para no amargarle el día a los demás! ¿Es tanto pedir que hagáis lo mismo con nosotros?

»Y vosotros dos no me miréis así, Victoria y Caleb. Sois los que más habéis salido de la casa para ir a misiones absurdas que siempre terminan metiéndonos en más problemas de los que ya tenemos. Como los papeles que solo hicieron que estuvierais a punto de tener un problema con Ian, o la vez que grabador a Victoria y se hizo viral... ¡enseñando sus malditos poderes! ¿Es que no podéis estar quietecitos? ¿No podéis quedaros un poco con Kyran? ¿Habéis pensado en él durante estas semanas, al menos? Porque él no deja de preguntar por ambos y yo ya no sé qué decirle. ¿En serio no podéis hacer ni un hueco en todo el día para hablar con él? ¿Es tan difícil?

»Y tú... —señaló a Ania antes de fruncir el ceño—. No sé qué decirte. Me das miedo y preferiría que no estuvieras aquí, pero ya que tienes que quedarte agradezco que seas la única que no ha gritado a nadie.

Ania sonrió, satisfecha.

—Gracias por notarlo.

Hubo un momento de silencio tras eso en el que Dani los repasó a todos con la mirada, irritada.

—Ya está bien de discusiones —aclaró, clavando un dedo en la mesa para darle más énfasis—. En medio de este caos, una cena es lo único que podría hacer que nos sintamos como si no estuviéramos en peligro. Algún día nos separaremos y, cuando cada uno esté por su lado, este será el mejor recuerdo que pueda atesorar de estos momentos. ¿No os gustaría? Por una vez en vuestra vida, solo una, ¿no podríais fingir que estáis teniendo un buen rato para que los demás tengamos una cena en paz?

Y, tras su discurso, volvió a sentarse y se cruzó de brazos.

Pasados unos instantes de silencio, Axel asintió con la cabeza y empezó a aplaudir. Dejó de hacerlo cuando Bex le dio un manotazo en el hombro, poniendo los ojos en blanco.

—Y a ti no te conozco —Dani volvió a mirar a Ania—, pero hasta que nos levantemos de la mesa eres como de la familia, así que no te sientas obligada a guardar silencio o a fingir que no estás. Nadie te dirá nada malo. Puedes disfrutar de este rato con nosotros.

Ania asintió sin cambiar su expresión, pero pareció que había hecho algo para que Sawyer la mirara con mala cara. Él había permanecido en silencio todo el rato, pero en ese momento no pudo contenerse más.

—Eres como de la familia —repitió Sawyer lentamente la frase de Daniela, mirándola.

Caleb no entendió la frase, pero pareció que Ania sí. De hecho, todo el mundo se quedó mirándolos cuando Ania esbozó una media sonrisa que no le llegó a los ojos.

—¿Te gusta esa frase?

—La pregunta es si la conoces.

—De sobra.

De nuevo, Caleb pudo sentir como la tensión del momento iba en aumento, pero no entendió muy bien el por qué. De hecho, pareció que los únicos que entendían lo que estaba pasando eran Sawyer y Ania, que seguían sin despegar los ojos el uno del otro. Sawyer se estaba tensando cada vez más, mientras que Ania iba aumentando su sonrisa.

—¿Alguien puede explicar qué está pasando? —preguntó Margo en voz de todos.

Sawyer no se giró para mirarla, pero le respondió en voz baja.

—Esa es la frase que usa mi abuelo con sus empleados.

Ania aumentó la sonrisa con sus palabras, pero los demás empezaban a entender lo que sucedía y, claro, no tenían ningunas ganas de sonreír.

—Eso de que todos me habían abandonado pero tú te habías quedado a mi lado —empezó Sawyer en voz baja, mirándola—. Era mentira, ¿verdad?

—No te lo tomes como algo personal, es simplemente que él puede ofrecerme más que tú.

—Te ha prometido convertirte en hechicera, ¿no? Eso es mentira, Ania. Nadie puede convertirse en hechicero como él. Eso es de nacimiento.

—¿Y tú qué sabrás?

Sawyer decidió no insistir. En su lugar, tragó saliva con fuerza. Él era de la clase de personas que mantenían la calma hasta que la situación se volvía muy extrema, así que verlo tan asustado solo aumentaba el miedo de Caleb.

—¿Le has dicho dónde estamos? —preguntó Sawyer finalmente.

Ania no dijo nada, pero de pronto él se giró hacia la ventana. Caleb no tuvo tiempo para reaccionar antes de que, de pronto, Sawyer se estirara, le agarrara la cabeza a Victoria y se la estampara sobre la mesa.

Por un instante, creyó que lo había hecho con intención de golpearla. Pero entonces una bala pasó zumbando desde la ventana abierta. Cruzó el sitio exacto en el que había estado la cabeza de Victoria un segundo atrás, pero al no encontrar su objetivo terminó clavándose en la pared del fondo de la habitación.

Caleb quiso levantarse, pero de pronto sintió una mano clavándose en su hombro y sentándolo de nuevo. No necesitó darse la vuelta para saber quién era. Por la cara de sus compañeros, lo supo perfectamente.

—Bueno —murmuró Barislav, sin quitar la mano de su hombro—, admito que esto no es lo que esperaba encontrarme.

Hubo un instante de silencio en el que todos lo miraron fijamente menos Ania, que sonreía y se había girado hacia la puerta. Los matones del abuelo de Sawyer —Doyle entre ellos— acababan de entrar. Todos llevaban algún tipo de obsidiana encima. No podrían usar sus habilidades con ellos.

—Es curioso ver los integrantes de esta mesa —comentó Barislav tranquilamente, separándose de Caleb para rodear la mesa y situarse justo detrás de su nieto. Sawyer tenía la mandíbula tensa y los ojos clavados en la mesa, pero no se movió al notar sus manos en los hombros—. ¿Acabo de verte ayudándola a esquivar una bala?

Sawyer, claro, no dijo nada. De hecho, el silencio que se respiraba en la habitación era casi asfixiante. Nadie —a parte de Daniela, que había pegado a Kyran hacia ella— había movido un solo músculo—.

—Qué decepción —añadió Barislav en voz baja.

De nuevo, se quedó en silencio y repasó a todos los integrantes de la mesa con la mirada. Al terminar, ya tenía una pequeña sonrisita divertida.

—Será mejor que empecemos cuanto antes. Tengo otros asuntos que atender.

Sin esperar ninguna respuesta, se apoyó mejor sobre su nieto y enarcó una ceja.

—He oído que uno de los integrantes de esta mesa tiene la capacidad de ver el futuro. Y que es una chica pelirroja.

Silencio. Margo y Bex, que estaban sentadas uno al lado de la otra, intercambiaron una mirada.

Pero, justo cuando Bex iba a hablar, Margo la interrumpió.

—Podría ser cualquiera de las dos.

Nadie dijo nada, pero Caleb vio que Bex apretaba los labios, asustada. En realidad, todos estaban asustados.

Barislav las analizó un momento con la mirada, pero finalmente pareció haber tomado una decisión. Moviéndose lentamente, se acercó a ellas y se detuvo justo detrás de Margo, mirándola con curiosidad.

—Así que eres tú.

De nuevo, silencio. Margo encogió un poco los hombros, aterrada, cuando Barislav se inclinó hacia ella para observarla con cuidado. Siguió sin decir nada.

—Quizá me lo habría creído en otra ocasión, pero... querida, eres humana. Y la otra pelirroja es mestiza. Las posibilidades te dejan al margen de la ecuación.

No se giró para mirar a Bex, pero estaba claro que lo siguiente que dijo iba por ella:

—La habilidad para ver el futuro es muy valiosa entre mestizos. En todos los años que llevo en este mundo solo he conocido a unos seis mestizos que la portaran. Y casi ninguno la usaba con la facilidad con la que la usas tú.

Hizo una pausa y giró por fin la cabeza hacia Bex, que levantó la barbilla y le devolvió la mirada sin una sola señal de miedo en ella.

—El problema —añadió Barislav con voz suave—, es que yo no necesito a una mestiza que domine una habilidad tan peligrosa.

Caleb vio lo que iba a hacer y trató de ponerse de pie, pero ya era demasiado tarde. Barislav chasqueó los dedos y la cabeza de Bex se torció bruscamente. Le rompió el cuello. Murió al instante.


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