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Capítulo 19

Mini-maratón 2/2

(Este capítulo es un poquito más corto que el otro, pero no os preocupéis que no os va a aburrir)


Victoria

—¿Puedo preguntarte una cosa?

Victoria dio un respingo al escucharlo. No sabía que había alguien más en su habitación. Se sujetó mejor la toalla —acababa de salir de la ducha— y se giró hacia la puerta. Caleb estaba apoyado en el marco con un hombro, claramente tenso.

—¿Ya has vuelto de echarle la bronca a Margo? —bromeó, divertida, dejando la ropa que iba a ponerse sobre la cama.

—Pues la verdad es que sí —murmuró Caleb, siguiendo sus movimientos con la mirada.

—No te enfades con ella, fue idea mía.

Iba a decir nuestra, pero sabía que se lo tomaría mejor si la culpa era solo suya. Efectivamente, Caleb la miró con cierta desconfianza, pero no dijo nada al respecto.

—¿Qué querías preguntarme? —añadió, incorporándose y mirándolo.

Él dudó un momento, carraspeando, antes de encogerse de hombros.

—Nada. Era un tontería.

—Lo dudo mucho. ¿Qué era?

De nuevo, él pareció dudar. Pero finalmente la miró.

—¿Por qué... os tocabais los pechos mutuamente ahí abajo?

Victoria apretó los labios, abriendo mucho los ojos. Se estaba conteniendo las ganas de reírse a carcajadas.

—¿Eh?

—Lo he visto. No estoy celoso —añadió rápidamente, enrojeciendo un poco—. Pero... bueno... es curiosidad.

Ella estuvo tentada a dejar que el silencio se extendiera solo para torturarlo un poco más, pero al final se apiadó y cruzó la habitación para acercarse a él.

—Solo era un juego para ver quién las tenía más pequeñas, más grandes, más blanditas...

—Ah. —Seguía teniendo una mueca de horror—. ¿Y eso es... normal?

—No mucho, pero nada en esta casa es normal.

—Entonces... si yo fuera a otros chicos y les tocara la poll...

—¡Vale! Demasiada información. Haz lo que quieras, pero no me lo cuentes.

—Oye, ¡yo he tenido que verlo en directo!

—Vale, entonces tienes derecho a contármelo solo una vez. Las otras, te las guardas para ti mismo.

—Me parece correcto.

—Genial. Ven aquí.

No supo muy bien por qué lo hacía, quizá fue porque ver a Caleb ahí sonrojado e incómodo le pareció demasiado tierno, pero de pronto le había puesto una mano en la muñeca para atraerlo y besarlo en la boca. Él se dejó enseguida y subió la otra mano a su cabeza para sujetarle el pelo húmedo en el proceso.

Victoria hubiera deseado poder alargar ese beso y hacer que durara para siempre, pero estando en el pasillo resultó un poco complicado. Especialmente porque Axel, que estaba sentado en la puerta de la habitación de Sawyer haciendo guardia, soltó un bufido despectivo.

—Qué asco —murmuró—. ¿No podéis encerraros en una habitación para hacer esas cosas?

Victoria se giró hacia él, molesta por la interrupción.

—La verdad es que nos gusta más el pasillo. ¿Por qué no cierras un poco los ojitos para que podamos hacerlo contra una de las paredes?

Axel le sacó el dado corazón mientras Caleb esbozaba media sonrisa.

—Y luego yo soy el degenerado —escuchó murmurar a Sawyer por ahí dentro.

—Tú, cállate —le espetó Axel sin mirarlo.

—¿Por qué no entras y me callas tú, campeón?

—Cállate. —Esa vez lo dijo Caleb y, aunque Sawyer soltó una risita, no volvió a decir nada. Él volvió a girarse hacia Victoria—. Deberíamos bajar. Brendan y Bex quieren echarle una ojeada a esos papeles que hemos traído.

—Oh... —Se miró a sí misma. Seguía yendo en toalla.

—Puedo esperar —añadió Caleb.

—Vale, espera aquí un momento.

Mientras cerraba la puerta, vio que él estaba frunciendo el ceño.

—Puedo esperar dentro.

—Nah, mejor quédate ahí quietecito. Necesitamos darnos prisa y, contigo por ahí dentro, vamos a terminar distrayéndonos.

Caleb pareció un poco decepcionado, pero cuando escuchó eso último esbozo media sonrisita satisfecha y se metió las manos en los bolsillos para esperar pacientemente a que ella se vistiera.


Caleb

Dejó todos los papeles sobre la mesa de un solo golpe, provocando un sonido un poco gracioso en medio del silencio tenso y absoluto que lo rodeaba.

Victoria, Bex, Brendan y él estaban alrededor de una de las mesas, mirándolos, mientras que Axel vigilaba a Sawyer, y Daniela, Margo y Lambert jugaban con Kyran en un rincón de la habitación.

Bueno, más bien Kyran jugaba con Lambert, porque el juego consistía en Kyran intentando peinar su melena pelirroja, él revolviéndose para esquivarlo y Margo y Daniela riéndose a carcajadas.

Pero, volviendo al tema, Caleb señaló los papeles que habían encontrado en casa de Victoria.

—Son estos papeles —aclaró—. Iver y yo nos pasamos meses intentando entender qué ponían.

Victoria agarró un papelito y se puso a leer enseguida, sin siquiera prestar atención a los demás.

—¿Y por qué asumimos que tienen algo útil? —preguntó Bex, cruzándose de brazos.

—Bueno, si están en clave no creo que tengan la lista de la compra —comentó Brendan.

—Pero podrían tener cosas que no tengan nada que ver con nosotros.

—O cosas que sean muy útiles, pesimista.

—Ponte en lo peor y acertarás.

—Ponte en lo mejor y te alegrarás.

—O te llevarás una decepción.

—La cosa es —interrumpió Caleb, mirándolos—, que vamos a tener que centrarnos mucho para descifrarlos, porque es casi imposible que...

—Ya lo tengo.

Todos se giraron hacia Victoria a la vez, que sostenía los papelitos con una mueca de concentración.

—¿Eh? —Caleb parpadeó, pasmado.

—Es un código numérico —explicó Victoria, tan tranquila—. ¿Ves estas letras que se repiten? Tienes que contarlas, te indican el número de la siguiente página.

De nuevo, silencio. Todos se quedaron mirando a Victoria mientras ella ordenaba tranquilamente los papeles, haciendo un montoncito en medio de la mesa.

—¿Cómo has sabido eso tan rápido? —le preguntó Bex, todavía perpleja.

—Bueno, no veo a Sawyer como el tipo de persona que se dedicaría a cometer muchas faltas de ortografía en sus textos. —Ella se encogió de hombros—. Si las hace en estos, es por algo.

—Nuestra pequeña genio. —Brendan sacudió la cabeza, divertido.

—No soy pequeña —replicó ella, ofendida.

—Sí que lo eres. —Sonrió Bex.

—¡Que no lo soy!

Caleb, mientras tanto, iba leyendo los papeles que ella colocaba. Tenía razón, así sí tenían sentido. Eran tantos que le sorprendió ver cómo lo hacía de forma tan eficiente.

—¿Por qué me miras así? —le preguntó Victoria de repente, indignada—. ¿Tanto te sorprende que sepa algo que tú no sabes?

—¿Eh? No, no...

—¡Entonces deja de parecer tan sorprendido!

—¡No es sorpresa, es... eh... admiración!

Brendan y Bex soltaron una risita entre ellos que hizo que Caleb los fulminara con la mirada. Victoria, por su parte, puso los ojos en blanco y siguió ordenando los papeles hasta que estuvieron todos en el montón.

—Creo que ya está —comentó, dándole una palmadita—. ¿Ahora qué?

Buena pregunta.

—Ahora... eh... —Caleb se rascó la nuca—, hay que encontrar una forma de leerlos.

Las sonrisitas se borraron de golpe.

—¿Por qué no torturamos al idiota hasta que nos lo diga él? —sugirió Bex.

—A mí me parece un buen plan —comentó Brendan.

—A mí no —intervino Victoria con una mueca—. ¿Y si se pone a decirnos cosas que realmente no están aquí para despistarnos?

—Lo torturamos más hasta que diga la verdad —insistió Bex.

—¿Y cómo sabrás que miente? —preguntó Caleb—. Si estaba dispuesto a morir, dudo que podamos sacarle información en contra de su voluntad.

Eso ya la hizo dudar. Permanecieron en silencio unos instantes, mirando el montón de papeles, hasta que Victoria levantó la cabeza.

—Podemos intentarlo convenciéndole —sugirió, dubitativa.

—¿Convenciéndole? —repitió Brendan, que ya estaba enarcando una ceja.

—Bueno... preguntándoselo amablemente.

Caleb fulminó con la mirada a Brendan y Bex cuando ellos soltaron risitas burlonas. Victoria había enrojecido un poco.

—Sé que tienes buenas intenciones, Victoria —le dijo con voz suave—, pero Sawyer no es... fácil de convencer. Y, si hay algo aquí que no le interesa que sepamos, no nos lo dirá.

—No fácilmente, pero eso no quiere decir que no podamos conseguirlo.

—¿Y qué sugieres? —preguntó Bex, poco convencida.

—Para empezar, dejar que baje y preguntarle.

—¿Dejar que baje?

—Si le pedimos ayuda estando esposado a una cama, dudo mucho que consigamos convencerlo demasiado.

Caleb no estaba muy seguro del plan, pero giró la cabeza hacia el rincón de la habitación donde Kyran había conseguido agarrar un puñado de pelo de Kyran y trataba de hacerle una coleta pese a que él se retorcía, intentando escapar.

—Margo —la llamó, haciendo que ella diera un respingo—, ve a decirle a Axel que baje al idiota.

Ella frunció el ceño.

—Añade un por favor al final de esa oración y, a lo mejor, lo hago. Maleducado.

—Margo, por favor, ¿puedes hacerlo? —le preguntó Victoria, mucho más diplomática.

Ella la miró un momento antes de asentir, ponerse de pie y encaminarse a la salida del gimnasio. Caleb la señaló antes de que desapareciera.

—Esta vez, ve vestida —aclaró.

Margo le puso mala cara, pero subió las escaleras igualmente.


Margo

En serio, ¿por qué siempre le tenía que tocar a ella hacer esas cosas?

Axel estaba sentado en el suelo del pasillo con la espalda apoyada en un marco de la puerta y la bota apoyada en el otro lado. Jugueteaba distraídamente con una navaja entre sus dedos mientras Sawyer, a unos metros de distancia y todavía en la cama, permanecía tumbado y pensativo.

Margo —esta vez vestida con una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos— se detuvo delante de la puerta y carraspeó para atraer la atención de ambos.

Las reacciones fueron bastante dispares; Sawyer sonrió ampliamente y Axel arrugó la nariz.

—¿Qué quieres? —preguntó el último con bastante desagrado.

Margo podía entender parte de su desagrado hacia ella. O, al menos, podía hacerse una idea de por qué venía. Por Brendan. Pero tampoco lo entendía demasiado, no era como si ella y Brendan hubieran hablado mucho durante el poco tiempo que llevaban ahí. De hecho, había hablado más con todos los demás que con él.

De todas formas, trató de no ponerse a la defensiva y se limitó a señalar a Sawyer con un gesto vago.

—Caleb dice que tenemos que bajarlo —aclaró.

—¿Ahora?

—Sí, ahora.

—¿Por fin vais a empezar a torturarme? —preguntó Sawyer tranquilamente—. Ya me estaba aburriendo de esperar.

Axel se puso de pie, ignorándolo, y señaló a Margo con la navaja tan cerca de su cara que estuvo a punto de pincharle la nariz. Ella ni siquiera parpadeó.

—Más te vale que esto no sea un plan absurdo —advirtió.

—¿Plan absurdo?

—¿Te crees que no he visto lo que pasa aquí? El otro día te vi entrando en ropa interior.

—Pero no...

—Como intentes liberarlo de alguna forma, esta navaja terminará hundida en tu corazón, ¿me has entendido bien?

—No te preocupes, pelirroja —dijo Sawyer por ahí atrás—, si hace falta, yo te protegeré con mi vida.

—No voy a intentar liberar a nadie —le dijo Margo a Axel, ignorando eso último—. Solo te transmito lo que me ha dicho Caleb.

—Y yo te digo lo que pienso. No me gusta la gente con cara de traidora.

Oh, eso sí que no. Margo se cruzó lentamente de brazos, mirándolo.

—¿Y me lo dices tú, Axel? Si no recuerdo mal, fuiste tú quien perseguía a Victoria para matarla, quien le dio una paliza y quien estuvo de parte de Sawyer durante más tiempo. ¿En serio soy yo la que tiene cara de traidora?

Sabía que Axel se enfadaría, pero no esperaba que tanto. Pudo ver cómo sus palabras surtían efecto en sus ojos casi al instante en que empezó a pronunciarlas. Algo en su mirada se oscureció, como cegado por la rabia, y de pronto Margo sintió que una mano se cerraba entorno a su cuello con la suficiente fuerza como para dejarla sin respiración cuando la estampó contra el marco de la puerta.

Axel no era muy alto, pero definitivamente lo era más que ella. Y, teniendo la mano cerrada a esa altura, Margo tenía que mantenerse de puntillas sobre sus pies para poder respirar. El aire empezó a abandonar sus pulmones y, repentinamente aterrada, subió las manos al brazo de Axel. Intentó meter los dedos entre la mano y su cuello para apartarlo, pero solo consiguió que apretara todavía más el agarre.

No dijo nada, sabía que Caleb los escucharía si lo hacía, pero siguió mirándola con esos ojos que lo decían todo sin necesidad de palabras. Margo trató de decir algo, desesperada, cuando la vista empezó a nublársele y una presión horrible en el cráneo hizo que empezara a marearse.

Justo cuando pensó que realmente iba a ahogarla, Axel la soltó de golpe y ella cayó al suelo, tosiendo y respirando con cierta desesperación. Apoyó una mano en la madera, intentando recuperar la visión, y se llevó la otra a la garganta, justo donde antes había estado la mano de Axel. Todavía le resultaba difícil respirar, pero levantó la cabeza para mirarlo de todas formas.

Él no parecía muy arrepentido. Se limitó ponerle mala cara.

—Ten cuidado con lo que dices —advirtió en voz muy baja—. A Brendan le gusta tu carita bonita, no querría que se enfadara conmigo por destrozártela.

Margo lo siguió con la mirada, todavía sentada en el suelo, con la respiración superficial y la mano en el cuello. Axel se dirigió tranquilamente a la cama de Sawyer sacando las llaves de las esposas de su bolsillo y la pistola de la cinta de su pecho.

—No hagas tonterías —le advirtió distraídamente.

Sawyer lo miraba fijamente. Ya no sonreía en absoluto.

Margo estuvo tentada a ir a golpearle la espalda a Axel o, al menos, contarles a los demás lo que había pasado. Pero no era el lugar ni el momento. No mientras desataba a Sawyer. Así que, en lugar de protestar, hizo de tripas corazón y contuvo las ganas de lloriquear por el dolor del cuello.

—Vale —murmuró Axel, metiendo la llave en las esposas y apuntándolo con la pistola a la vez—. Voy a soltarte de la cama, tú te pondrás de pie y te atarás la esposa a la otra mano. ¿Está claro?

Sawyer no dijo nada.

Axel le dirigió una breve mirada de advertencia, pero aún así se inclinó para soltarle las esposas de la cama. Dio un paso atrás, apuntándolo al pecho, y Sawyer se incorporó lentamente hasta quedar de pie. Le sacaba media cabeza de altura a Axel, que acercó la pistola para señalar la otra mano con ella.

—Póntela —ordenó.

Pero Sawyer no se movió. Solo lo miró fijamente. No parecía serio, ni divertido... solo inexpresivo.

Margo frunció el ceño, desconfiada, cuando Axel volvió a señalar su mano con la punta de la pistola.

—He dicho que te la pong...

No pudo terminar la frase.

Fue tan rápido que apenas lo vio, pero Margo de pronto fue consciente de que, de alguna forma, Sawyer había golpeado la pistola con la palma de la mano y el brazo de Axel con la otra. Se apoderó de la pistola en apenas un latido y, casi al instante en que le quitó el seguro, agarró la muñeca a Axel y le dio la vuelta, de modo que le dejó el brazo doblado en un ángulo extraño sobre la espalda sin soltárselo.

Margo abrió la boca, aterrada, pero se calló de golpe, al igual que un muy pasmado Axel, cuando Sawyer le clavó la punta de la pistola en la nuca. En todo el proceso, ni siquiera había parpadeado.

Axel, con los ojos muy abiertos, se quedó muy quieto. Margo no entendió el por qué hasta que se dio cuenta de por qué Sawyer le sujetaba el brazo así; si se lo movía un centímetro más, iba a rompérselo.

—¿Me he puesto bien las esposas, Axel? —le preguntó con un trono gélido, aunque burlón de alguna forma.

Axel temblaba de pies a cabeza. No reaccionó hasta que Sawyer le presionó la punta de la pistola en la nuca.

—Sí —dijo con sorprendente firmeza.

Estaban haciendo el teatrillo para que Caleb no sospechara nada.

Margo estuvo tentada a chillar, pero de alguna forma sabía que Sawyer apretaría ese gatillo de ser completamente necesario. No le gustaba Axel ni un poquito, pero no quería ver sus sesos esparcidos por el suelo de la habitación.

Sawyer, mientras tanto, había aprovechado el poco tiempo que había ganado con esa pequeña interacción para revisar la habitación con la mirada. Pareció pensarlo un momento y, cuando su mirada se iluminó, Margo supo que ya tenía un plan.

—Gracias por la pistola, Axel —le dijo con voz calmada—. Estoy seguro de que me será muy útil.

Y, entonces, giró la muñeca y le rompió el brazo con el que había estrangulado a Margo.

Los gritos de Axel empezaron al instante. Margo se quedó mirándolo, pálida de horror, cuando vio el hueso roto presionando contra su piel mientas él se agitaba en el suelo, gimoteando y abrazándoselo contra el pecho como podía.

Sawyer, por su parte, pasó tranquilamente por su lado, como si estuviera dando un paseo.

Margo subió la mirada, todavía pálida de horror, cuando se dio cuenta de que se había detenido delante de ella y le estaba ofreciendo una mano. Su cerebro estaba tan paralizado que su brazo se movió sin que le diera la orden de hacerlo y la aceptó. Llegó a pensar que Sawyer le haría lo mismo que le había hecho a Axel, pero se limitó a ponerla de pie.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos y los labios separados, respirando con dificultad, mientras que Sawyer se limitó a revisarla de arriba a abajo desde muy cerca. Tras eso, esbozó una breve sonrisa calmada, asintió ligeramente con la cabeza y salió de la habitación sin mirar atrás.


Victoria

—No creo que sobornarle con golosinas sea una buena idea, Kyran, pero gracias por la aportación.

Kyran fulminó con la mirada a Brendan, que había dicho eso último, y se pegó la bolsa de golosinas al pecho, muy indignado.

—Pue vae —masculló.

Todos seguían reunidos abajo, esperando que Axel y Margo bajaran las escaleras con Sawyer. Los demás se habían acercado a la mesa en cuanto ella había desaparecido.

—Yo sigo creyendo que la amabilidad es la mejor arma —comentó Dani, revisando uno de los papeles con la mirada y devolviéndolo al montón con una mueca de confusión—. Si eres amable, los demás son amables contigo.

—¿De qué anuncio de Coca-cola te has escapado? —Bex arrugó la nariz.

Dani se sonrojó un poco.

—Solo daba mi opinión.

—Bueno, pues mi opinión sigue siendo la tortura.

—Y la mía —aportó Brendan.

—Eso debería ser un último recurso, no un primer plan —comentó Caleb, todavía de pie con las manos apoyadas en la mesa.

Pareció que Bex iba a decir algo, pero entonces un grito doloroso y horripilante llenó el edificio entero, haciendo que todos se quedaran congelados en su lugar. El primero en girar la cabeza fue Caleb, que pareció escuchar con atención un milisegundo antes de tensarse de pies a cabeza.

—Mierda —soltó, moviéndose a toda velocidad.

En realidad, todos se movieron a toda velocidad. Dani recogió a Kyran en brazos y se lo llevó al otro lado de la mesa para agacharse y tenerla de protección en caso de necesitarlo, Lambert corrió tras ellos con una mueca de horror, Bex hizo girar la silla de ruedas, Brendan corrió tras su hermano y Victoria rodeó la mesa a toda velocidad para seguirlos.

Sin embargo, Caleb se detuvo de golpe en medio de las escaleras y se quedó muy quieto, con la mano agarrada con fuerza a la barandilla. Victoria abrió mucho los ojos cuando vio que se había encontrado directamente con Sawyer, que le apuntaba en la cara con la pistola de Axel.

—Vaya, vaya. —Sawyer sonrió ampliamente—. Veo que está toda la familia esperándome. Qué alegría.

—¿Qué haces? —preguntó Caleb en voz baja, mirándolo fijamente.

—¿Yo? Bajar las escaleras, igual que tú vas a empezar a hacer muy lentamente.

Caleb dio un paso atrás, bajando uno de los cuatro escalones que había subido, y Brendan hizo lo propio, situándose junto a Victoria con los hombros tensos. Sawyer hizo que Caleb retrocediera todos los escalones sin perderlo de vista mientras todos los demás lo miraban, pasmados.

—Eso es. —Sawyer bajó el último escalón y le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos—. Buen chico. ¿Ves como no era tan difícil? Ahora, apártate de mi camino y déjame salir de aquí.

—Sabes que no puedo hacer eso.

—Entonces, sabes que voy a tener que apretar el gatillo.

Victoria sintió que todo su cuerpo se tensaba al ver que Caleb permanecía en su lugar, en medio del pasillo, ignorando la pistola con la que lo apuntaba directamente en el corazón.

Estaba aterrada. Necesitaba hacer algo. Lo que fuera. Y la respuesta llegó sola cuando vio que Margo bajaba lentamente las escaleras, aterrada. Por algún motivo, tenía el cuello rojo y marcas de dedos en él. ¿Sawyer la había estrangulado para que le abriera las esposas?

Durante un momento esperanzador, Victoria realmente pensó que Margo podría acercarse a él por detrás y quitarle la pistola, pero Sawyer soltó un resoplido burlón cuando dos escalones los separaban.

—No des un paso más, pelirroja —advirtió sin despegar los ojos de Caleb.

Margo se detuvo de golpe, sobresaltada, y su mirada se clavó en Victoria. Las dos estaban tan asustadas que se buscaban la una a la otra para ayudarse mutuamente, pero lo cierto es que ninguna tenía un plan.

Victoria pudo sentir la preocupación de Brendan a través del lazo. Había visto las marcas del cuello de Margo y ambos sabían que los gritos habían sido de Axel, pero no se movió un centímetro. Solo miraba fijamente la pistola con la que Sawyer seguía apuntando a su hermano.

Volvió a mirar a Margo sin saber si buscaba ayuda o iba a proporcionársela, pero de pronto Margo tragó saliva con fuerza y se giró hacia Sawyer, dubitativa.

—¿De qué te va a servir escapar? —preguntó, y su voz dejaba entrever un poco lo asustada que estaba—. Estás más seguro aquí.

—Pelirroja... no te metas en esto.

—Tú mismo lo dijiste. Tu abuelo está enfadado contigo... ¿no me lo dijiste? ¿Mentías?

Sawyer no dijo nada. No parecía haber oído nada. Sin embargo, Victoria entendió lo que quería hacer Margo. Intercambió una mirada con ella y asintió casi imperceptiblemente, cosa que pareció darle un poco de valor.

—¿De qué te va a servir escaparte? —insistió Margo, bajando un escalón muy lentamente—. ¿Vas a llamar a Ania para que te lleve a un lugar seguro? Barislav se guía por los destellos de magia. Te atrapará enseguida.

—Y, aunque no uses magia, tendrá sus métodos de rastreo —aportó Victoria.

Sawyer seguía sin moverse. Y seguía teniendo un dedo en el gatillo. Caleb parecía tenso, pero no movió un solo músculo mientras ellas seguían hablando.

—Podrías volver a ganarte su agrado —siguió Margo con voz calmada, aunque temblorosa—, pero... ¿a qué precio? ¿Al precio de convertirte en su esclavo? ¿De matar a todos quienes te diga? ¿De vivir siempre a sus órdenes?

—No suena como un hombre que olvide fácilmente de cosas como las del otro día —añadió Victoria.

—Desde luego —murmuró Margo—. Aquí estás más seguro, aunque no seamos tus personas favoritas en el mundo.

Solo entonces, por fin Sawyer pareció reaccionar. Su expresión se contrajo con cierta rabia, como si se acabara de poner todavía más a la defensiva.

—Te has olvidado de una parte del discurso —le dijo a Margo sin mirarla.

Ella dudó visiblemente y, aunque Sawyer no le vio la expresión, siguió hablando:

—Si me marcho, me mata Barislav. Si me quedo, me matan por tu amiga.

Margo dudó visiblemente, así que Victoria se obligó a sí misma a hablar.

—No tengo intenciones matarte... si bajas esa pistola.

—Me temo que no es cosa de lo que tengas o no pensado hacer, sino de lo que terminarás haciendo. Si no te lo crees, pregúntale a Bexley. Seguro que te refresca la memoria de lo que vio en mi futuro.

—Te dijo que una traición te mataría —le recordó Victoria.

—Una traición de alguien de mi familia por una chica, sí.

—¿No lo entiendes? Barislav es tu familia. No de esta clase de familia, sino de la de sangre. ¿No te das cuenta de que podría ser él? ¿De que todo este tiempo ha podido ser él?

—Y mis predicciones no son cien por cien seguras —comentó Bex, que parecía tan tensa como todos los demás—. Son solo reflejos de algo que podría pasar.

Sawyer mantuvo la cara inexpresiva, pero Caleb lo conocía perfectamente. Cuando Victoria vio que este último destensaba un poco los hombros, supo que iban por buen camino. Se giró hacia Margo con urgencia y ella la entendió al instante.

—Y Victoria no te hará daño —añadió—. Ni ella, ni nadie de esta casa. No si nos ayudas.

—¿Ayudaros? —repitió Sawyer lentamente, como si intentara saborear la palabra.

—Tu abuelo intenta acabar con nosotros —le recordó Victoria—. No podremos estar tranquilos. No hasta que acabemos con él.

Hubo un momento de silencio. Sawyer reafirmó su agarre en el arma, entrecerrando los ojos.

—¿Me estáis pidiendo que traicione a mi propia familia para salvaros a vosotros, que me habéis tenido esposado a una cama durante varios días?

Y, en ese momento, Caleb habló por primera vez:

—Nosotros también somos tu familia —le dijo en voz baja—. Mucho más de lo que él probablemente lo será nunca.

Victoria no se esperaba que algo tan tierno fuera a surtir un efecto tan preciso. Sawyer frunció un poco el ceño, con la sombra de la duda cruzándole el rostro, e intentó disimularlo enseguida. Fue inútil.

—¿Cómo sé que no me dispararéis en cuanto baje la pistola?

—No puedes saberlo —le dijo Margo, que bajó el último escalón y se quedó de pie a su espalda—. Pero dudo que alguien quiera hacerte daño.

—Mientras sea útil —añadió él.

—Sí. Mientras seas útil. Y ahora lo eres.

Sawyer dudó visiblemente, todavía con la pistola levantada, y Victoria dedicó otra miradita a Margo. Ella cerró los ojos, como intentando pensar en algo, hasta que finalmente soltó lo primero que debió ocurrírsele:

—Nadie te hará daño mientras nos ayudes. Te lo prometo por mi profesor ruso que sigue viviendo con su madre y al que amenazaste para que me aprobara.

Hubo un momento de silencio. Sawyer, entonces, esbozó lo que pareció una sombra de sonrisa agria.

Y, casi tan rápido como había aparecido, movió la pistola rápidamente. Todos dieron un respingo colectivo, pero él se limitó a sujetarla por encima de su hombro, ofreciéndole la empuñadura a Margo.

Ella parpadeó, pasmada, y recogió la pistola con dos deditos y una mueca de horror.

Victoria, al igual que los demás, soltó un suspiro de alivio, como si hubiera dejado de respirar hasta ese momento. Caleb fue el que pareció más sereno. Miraba a Sawyer como si nada hubiera pasado, con su inexpresividad habitual.

—No me hagas arrepentirme de esto —murmuró Sawyer, y no estaba muy claro a quién se lo decía.

Hubo un momento de pausa cuando él se giró hacia Brendan con una sonrisa casual.

—Ah, por cierto, le he roto el brazo a tu amigo. Quizá alguien debería ir a verlo.

Brendan parpadeó, pasmado, antes de pasar a toda velocidad por delante de ellos y subir las escaleras. Victoria lo siguió con la mirada antes de volver a girarse hacia los demás.

Margo seguía sujetando la pistola con dos dedos, aterrada por si se le disparaba sin querer, Caleb había cerrado los ojos con cierto alivio y se pasaba la mano por el pelo, y Sawyer... él simplemente estaba apoyado con los hombros en la pared y las manos en los bolsillos. Cuando su mirada se cruzó con la de Victoria, esbozó una sonrisa socarrona.

—Parece que al final vamos a convertirnos en mejores amigos, cachorrito.


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