Capítulo 15
Margo
Puso mala cara cuando Sawyer le dio otro brusco tirón a sus esposas, obligándola a ir más rápido.
Victoria
Puso mala cara cuando Caleb le cerró la puerta de su habitación en la cara, dejando claro que no la dejaría salir hasta que descansara un poco.
Margo
—Sé andar sola, gilipollas.
—Pues hazlo más rápido.
Victoria
—Sé decidir la hora a la que quiero irme a dormir, pesado.
—Pues ahora es la hora.
Margo
—A ver si echas un polvo y te quitas esa amargura de encima —Margo le puso mala cara tras otro tirón.
—No lo necesito, pero gracias por preocuparte tanto por mi vida sexual.
Caleb
—A ver si echáis un polvo y os quitáis esa tensión sexual de encima —Bex enarcó una ceja, a su lado.
—No lo necesito, pero gracias por preocuparte tanto por mi vida sentimental.
Margo
—Me importa un bledo tu vida sexual —masculló Margo mientras llegaban a la gasolinera.
—Pues deja de hablar de ella —Sawyer puso los ojos en blanco.
Caleb
—¡Me importa un bledo tu vida sexual! —masculló Victoria.
—¡Pues deja de escuchar! —Caleb le frunció el ceño a la puerta.
Brendan
¿Qué demonios hacía todo el mundo narrando menos él?
Caleb
Agudizó el oído, esperando a ver si Victoria por fin desistía y se metía en la cama. Y eso hizo. Tras un suspiro y una palabrota entre dientes, dio media vuelta y escuchó los pasos y las sábanas moviéndose. Caleb relajó un poco los hombros cuando escuchó que se metía en ella.
Margo
En cuanto el conductor los vio llegar con Margo esposada, Sawyer claramente enfadado y los dos embadurnados de tierra y manchas de sangre seca, abrió mucho los ojos.
—Ni se te ocurra decir nada —advirtió Sawyer entre dientes.
Él cerró la boca de golpe.
Victoria
¿Si fingía que su respiración se acompasaba la dejaría en paz un rato?
Echó una ojeada a la puerta. Su sombra se seguía viendo por debajo de ella. Escuchó el carraspeo molesto de Caleb y volvió a tumbarse de golpe, también molesta.
—No tengo sueño —protestó.
—No seas cría.
—¡Tú sí que eres crío!
—Victoria, has usado tu habilidad durante mucho tiempo. Demasiado. Hazme el favor de descansar de una vez.
Ella suspiró y se pasó las manos por la cara. No tenía ganas de descansar, sino de ir a ver si los demás, Daniela, el chico pelirrojo y Kyran, ya se habían despertado. Y asegurarse de que estaban bien o preguntarles si sabían cómo podían ayudar a Margo, así al menos Brendan no tendría que trabajar solo.
—Sigues despierta —musitó Caleb, y casi pudo adivinar que se había cruzado de brazos.
—¿No puedes entrar un ratito conmigo?
—No.
—¿Ni un poquito?
—No.
—¿Ni un poquititit...?
—¿Para qué demonios me quieres? Solo vas a dormir.
—Me gusta dormir abrazada a alguien.
Silencio.
La puerta se abrió lentamente y Caleb asomó la cabeza, mirándola con desconfianza.
—Solo dormir —aclaró.
—Ajá.
—Solo eso. Tienes que descansar.
—Que siiiiií... ¡ven de una vez!
Bex les sonrió ampliamente cuando Caleb la miró con mala cara y cerró la puerta otra vez.
—¡Pasadlo bien! —canturreó antes de marcharse por el pasillo.
Margo
¿Si fingía que se desmayaba la llevaría en brazos y dejaría de darle tirones?
Sawyer se detuvo junto al coche, impaciente, cuando el conductor se acercó a toda velocidad para abrirles otra vez. El problema era que los dos de la gasolinera los estaban mirando con la boca entreabierta, pasmados. Margo los vio al mismo tiempo que Sawyer.
—¿Y ahora qué, viejo verde? —le preguntó, enarcando una ceja.
Sawyer los miró durante unos instantes con la mandíbula tensa, como si estuviera pensando algo. Al final, se giró hacia el conductor y asintió una vez con la cabeza. Casi al instante, él se encaminó hacia la gasolinera sacando la pistola del pantalón.
—¿Qué...? —empezó Margo, pasmada—. ¡No, esp...!
Cuando intentó moverse, Sawyer dio un tirón brusco a las esposas y la devolvió a su lugar de golpe. Margo lo miró, sobresaltada.
—¡Va a matarlos!
—Sí, eso le he dicho.
—¡No puedes dejar que los mate, no han hecho nada malo!
—Sí que puedo. De hecho, lo voy a hacer. Y por tu culpa, querida. Si te hubieras portado bien, no habrían visto nada y no tendría que deshacerme de ellos.
Margo volvió a intentar moverse y, esa vez, cuando Sawyer dio un tirón, trastrabilló y se chocó de frente con él, que tuvo que soltarla y sujetarla de los hombros para que no se cayera.
—Vale —accedió a toda velocidad, levantando la cabeza para mirarlo—. No volveré a intentar escaparme, pero no los mates por mi culpa.
Sawyer ni siquiera movió un músculo de la cara. Parecía furioso. Y el conductor ya entraba en la gasolinera.
—Tarde —se limitó a decir.
—¡No es tarde! ¡Díselo!
—¿No volverás a hacer tonterías?
—¡No!
—¿Qué garantía tengo de eso?
—Yo... no... ¡no lo sé, pero dile que pare!
—Voy a necesitar una garantía, pelirroja.
Margo echó una mirada ansiosa por encima de su hombro. El conductor ya había entrado.
—No lo haré —prácticamente le juró con la mirada—. No lo haré.
Sawyer se quedó mirándola durante lo que pareció una eternidad hasta que, por fin, una de las comisuras de sus labios se curvó hacia arriba.
Margo soltó un suspiro de alivio cuando soltó un agudo silbido y el conductor bajó el arma de golpe.
Victoria
Sonrió ampliamente y dio una palmadita al colchón, invitándolo a entrar. Caleb le dirigió una mirada de desconfianza.
—Solo dormir —repitió.
—Que sí, que ya lo has dicho.
—Bueno... para dejarlo claro. No intentes cosas raras.
Y se metió en la cama con ella.
Margo
Apretó los labios cuando él abrió la puerta del coche y prácticamente la lanzó sobre uno de los asientos.
—No te muevas —ordenó.
—Que sí, que ya lo has dicho.
—Para dejarlo claro. No intentes cosas raras.
Y le cerró la puerta en la cara.
Victoria
Observó de reojo a Caleb mientras él daba cuarenta vueltas para encontrar la postura adecuada. Al final, se quedó simplemente tumbado boca arriba, muy tenso, mirando al techo con los brazos cruzados.
Margo
Se asomó a la ventanilla y vio que Sawyer estaba sacando un fajo de billetes del bolsillo y contándolos tranquilamente. Iba a sobornarlos para que no dijeran nada. Al final, entró en la gasolinera.
Victoria
Divertida, se deslizó hacia un lado y le pasó un brazo por encima del estómago a Caleb, que no la tocó pero tampoco la apartó.
—Duérmete ya —protestó.
Margo
Decidida, se deslizó hacia el suelo para que no se la viera por la ventanilla y sacó el móvil que le había robado a Sawyer al lanzarse contra él. Menos mal que no se había dado cuenta.
—Ven con mami —sonrió.
Brendan
Bajó la ventanilla y apoyó el brazo libre sobre ella, conduciendo con la otra mano. Tenía una idea de por dónde empezar a buscar, pero la verdad es que su cabeza estaba en otro sitio. Demasiadas ideas. Demasiadas cosas. Demasiado todo.
Cruzó la ciudad en silencio y, cuando llevaba ya media hora conduciendo, el móvil empezó a vibrarle en el bolsillo.
Oh, no, el pesado de San Caleb ya estaba llamando.
—¿Qué? —preguntó directamente.
—¿Qué? ¿Eso es lo primero que me vas a decir? Vete a la mierda.
Brendan dio un volantazo, asustado, y un ancianito que lo adelantó le sacó el dedo corazón mientras lo hacía.
—¿Margo? —preguntó, pasmado—. ¿Qué haces con un móvil?
—Bueno, estaba aburrida, quería jugar al jueguito de la serpiente pero resulta que el gilipollas de tu exjefe no lo tiene instalado, así que he decidido entretenerme contigo, ¿qué te parece?
—¿Dónde estás?
—En un coche en medio de la nada —hubo un momento de silencio—. Le he robado el móvil, esperemos que no se entere o se cabreará bastante.
—Le has... ¿le has robado el móvil a Sawyer? P-pero...
—Eso le pasa por ser un imbécil. Está sobornando a unos de una gasolinera que nos han visto.
—Vale... siento que me falta mucha información.
—No lo sabes tú bien...
—¿Dónde estás exactamente, Margo?
—No lo sé. Solo veo... campo. Y granjas. Y la gasolinera es muy vieja. Me he despertado cuando ya nos habíamos ido del hotel.
—¿Hotel...?
—Por cierto, tu ex es un poco tenebrosa. Me ha manipulado psíquicamente o algo así. Casi le he dado un cabezazo en una teta por el cabreo.
—¿M-mi...? ¿Estás hablando de Ania?
—Sí, esa. ¿O tienes más ex? Porque ya no me sorprendería.
—Ejem... bueno...
Silencio. Casi pudo adivinar que ella había fruncido el ceño.
—Bueno, ¿qué?
—Puede que... eh... haya besado a alguien.
—Oh, no... dime que no ha sido Victoria.
—¡No! Axel.
Silencio... otra vez.
—Axel —repitió Margo, pasmada.
—Ajá...
—¿Axel? ¿El del pelo teñido de blanco? ¿El que intentó matar a Victoria? ¿El que siempre es tenebroso o tierno porque no tiene punto medio y...?
—Sí, es ese, deja de hablar de él.
—Tú has sacado el tema, idiota —hizo una pausa—. ¿Ahora te gusta Axel?
—¿Eh? ¡No!
—¿Y por qué lo besas?
—No lo sé... yo... sentí que... que era lo correcto...
—¿Tú querías hacerlo?
—No lo sé.
Margo suspiró.
—Brendan, no se besa a la gente porque es lo correcto. Se besa a la gente porque quieres hacerlo. Especialmente si es gente a la que le gustas.
—¿Y tú qué sabes de Axel y yo?
—Lo que me acabas de contar. Si sigues vivo después de besarlo, supongo que debes gustarle.
Margo dejó de hablar un momento y soltó un suspiro dramático.
—Bueno, yo admito que en algún momento he pensado en lanzarme sobre tu exjefesecuestraniñosrevientahormonas.
—¿Eh?
—Es una lástima que un envoltorio tan sexy tenga dentro un regalo tan odioso.
—¡No me digas eso!
—Oye, yo no he besado a nadie ni tengo intenciones de hacerlo. Relájate.
Brendan le puso mala cara cuando tuvo que detener el coche porque el semáforo se puso en rojo justo cuando iba a pasar. Margo, al otro lado de la línea, suspiró.
—Ya les está sobornando —comentó—. Me preguntó cuánto dinero tendrá el desgraciado.
—Margo, no es el momento.
—Ah, sí, es verdad... estoy en medio de un secuestro, pero se me olvidaba que era el momento de atenderte en mi consulta de psicología improvisada.
—Puedes meterte la ironía por donde te quepa —él frunció el ceño.
—Es literalmente lo único que tengo ahora mismo. A parte de alcohol de buena calidad —se escuchó el tintineo de un cristal—. Igual le robo alguna botella. Si voy a morir, prefiero estar borracha.
—Margo, no vas a morir. Estoy de camino.
Hubo un momento de silencio.
—Espera —Margo tenía la voz más chillona—, ¿tú solo?
—No necesito a nadie más.
—Ni se te ocurra aparecer tú solo por aquí.
—Haré lo que quiera.
—¿Se puede saber qué te pasa? ¿Es que quieres que te maten?
—Nadie va a matarme.
—Bueno, Sawyer me dijo que si intentaba algo raro te dispararía en el corazón nada más verte. Teniendo en cuenta que he intentado escaparme, le he reventado la nariz con la zapatilla y le he robado el móvil, creo que es mejor que des media vuelta, Brendan.
Él puso los ojos en blanco y aceleró de nuevo. Por la explicación que le había dado, estaba yendo en la dirección correcta. La única pregunta era... ¿dónde estaba yendo Sawyer exactamente?
—¿Has oído dónde quiere llevarte? —preguntó.
—No.
—Margo, no mientas.
—Si vas a venir tú solo, no pienso ayudarte.
—¿Y qué demonios quieres? ¿Enfrentarte a él tú sola?
—¡Eso mismo podría preguntarte yo!
—¡Pero no...!
Brendan se calló de golpe cuando oyó a Margo ahogando un grito. Se quedó escuchando atentamente el ruido muy claro del móvil cayendo al suelo al suelo del coche. Después, pasos. Se tensó de pies a cabeza cuando escuchó la voz de Sawyer.
—Que no nos sigan —murmuró desde la lejanía—. Asegúrate. Si tenemos que cruzar el puente, crúzalo y...
Margo colgó a toda velocidad, seguramente para esconder el móvil a tiempo, y Brendan bajó el suyo para lanzarlo al asiento del copiloto. Gasolinera vieja, campo, puente... ya sabía dónde iban. Lo que no entendía era el por qué.
Victoria
No había podido dormir mucho. Unas extrañas pesadillas cortas y confusas la habían estado atormentando. En ellas, su cuerpo empezaba a temblar y se sentía como si no fuera suyo, como si no pudiera hacer nada para moverse. E intentaba gritar, pero tampoco podía hacerlo. Cuando despertaba, el corazón le latía a toda velocidad.
Lo sorprendente había sido que Caleb sí se había dormido. Seguramente también estaba agotado.
Victoria lo miró de reojo tras una de sus pesadillas, intentando calmarse. Él tenía los ojos cerrados, una mano sobre el abdomen y la otra tras su nuca. Tenía los labios abiertos por apenas unos milímetros y su pecho subía y bajaba acompasadamente. Todo un espectáculo visual.
Quizá lo habría disfrutado un poco más de no haber sido porque la puerta se empezó a abrir. Victoria se incorporó, asustada, pero todo su miedo se convirtió en alivio cuando vio que una cabecita se asomaba a la habitación.
—Kyran —susurró, sonriendo ampliamente.
Él dudó un momento y Victoria, con cuidado, se bajó de la cama sin hacer ruido. Caleb suspiró y se estiró con el brazo sobre el sitio que acababa de dejar libre mientras Victoria salía de la habitación y cerraba cuidadosamente tras ella.
Kyran estaba de pie delante de ella. Pelo oscuro y enmarañado —eso siempre—, ojos grandes y grises, pequeñas pequitas sobre la nariz... Victoria se agachó delante de él.
—Te he echado de menos —le aseguró—. ¿Hace mucho que te has despertado?
Pero Kyran no se acercó. De hecho, jugueteaba con sus manos y la miraba con cierto temor. Victoria parpadeó, confusa.
—¿Qué pasa? ¿Algo va mal?
—Cree que te has vuelto a olvidar de él —murmuró Bex, que estaba paseándose por el pasillo con la silla de ruedas—. Es lo que pasó la última vez que os separasteis.
Kyran enrojeció un poco cuando Victoria lo miró con los ojos muy abiertos.
—No me he olvidado de ti —le aseguró, sin saber qué más decir.
También era cierto que no recordaba mucho de él, solo lo que le habían contado los demás, pero los sentimientos seguían siendo los mismos.
—¿Te acueda de mí? —Kyran insistió, desconfiado.
—Claro que sí. No voy a volver a olvidarme —Victoria sonrió un poco—. ¿Por qué te crees que fuimos a buscaros? Ya no podíamos aguantar ni un minuto más sin vosotros.
Eso pareció convencerle, porque Kyran sonrió y se lanzó sobre ella, rodeándole el cuello con los bracitos. Victoria le devolvió el abrazo, sintiéndose un poco extraña por el contacto, pero igualmente se puso de pie sujetándolo.
—Qué bonita escena familiar —comentó Bex, que jugaba a dar vueltas con la silla—. Solo falta papá Noel repartiendo regalos y dulces y podréis ser una postal navideña.
Victoria ignoró el comentario.
—¿Se han despertado ya los demás?
—Pues sí. Daniela está abajo con Axel. Le ha ido a comprar cosas para comer.
—¿Por qué dices comprar así?
—Porque no lo ha comprado, lo ha tomado prestado.
—Es decir, que lo ha robado.
—Interprétalo como quieras, la cosa es que hay comida.
Victoria estuvo a punto de moverse, pero se detuvo al acordarse de un pequeño detalle.
—¿Y el pelirrojo?
Por la cara de hastío de Bex, supo que también se había despertado.
—Está abajo con ellos —aclaró—. Y es peor que un grano en el culo. No se calla.
—Vale —Victoria sonrió—. Voy a verlos. ¿Te vienes?
—Prefiero dar vueltas por aquí. Como vuelva a escuchar la risita del pelirrojo, lo atropellaré.
Victoria optó por bajar con Kyran, que jugueteaba con un mechón de su pelo felizmente. Cruzaron el pasillo del vestíbulo y entraron en el gimnasio. Efectivamente, en una de las dos mesas estaban sentados Axel, Dani y el chico pelirrojo. Axel miraba al último con cara de cansancio absoluto, él hablaba y comía a la vez y Dani simplemente comía todo lo que podía.
—Dani —Victoria sonrió, dejando a Kyran en el suelo.
Él pareció ofendido porque lo abandonara de esa forma y se marchó muy indignado con el pelirrojo.
Los tres se dieron la vuelta hacia ellos a la vez. Axel no cambió mucho su expresión, Daniela esbozó una gran sonrisa y el pelirrojo se atragantó con la comida.
Victoria se centró en Dani, que se acercó a ella y le dio un abrazo totalmente de improvisto. Se lo devolvió, sorprendida.
—Me alegra ver que estás bien —le aseguró.
—Lo mismo te digo —Dani se separó. Tenía las ojeras marcadas, parecía más delgada y cansada, y tenía el pelo rubio y lacio atado en un moño mal hecho—. Especialmente después de saber que Margo... bueno...
—Brendan ha ido a buscarla —le dijo Victoria enseguida, poniéndole las manos en los brazos—. Seguro que la encuentra.
Solo esperaba que no se arriesgara demasiado, por el bien de Margo y del propio Brendan.
—Ojalá no perdamos a nadie más —Dani soltó un pequeño suspiro antes de forzar una sonrisa—. Pero... no todo es malo, supongo. Kyran está bien, Bex está bien, Caleb está bien...
—Yo también estoy bien —aclaró Axel por ahí atrás—, gracias por mencionarme.
Dani enrojeció un poco.
—¡Iba a mencionarte justo ahora!
—Sí, seguro.
—Bueno, casi todos estamos bien —sonrió Dani—. ¡Incluso Bigotitos!
Victoria dejó de respirar por un momento. No se esperaba que dijera eso.
—Espera, ¿Bigotitos? ¿Lo has visto? ¿Sabes dónde está?
Dani pareció un poco sorprendida por la pregunta. Y, justo cuando iba a responder, Victoria se dio cuenta de lo maleducada que estaba siendo y se dio la vuelta hacia el pelirrojo, que había dejado de comer y la miraba con los ojos muy abiertos.
—Ah, perdona —añadió, acercándose a él—. Eres Lambert, ¿no? Albert lo mencionó. Yo soy Victoria. Un placer conocerte.
Le ofreció una mano. El chico, que era delgado, con los ojos muy grandes y el pelo rojizo, la miraba como si esperara que se lanzara sobre él de un momento a otro y lo atacara.
Al final, él la aceptó y carraspeó ruidosamente.
—Eh... sí... sé quién eres, je, je...
—¿Albert te ha hablado de mí?
—No. Bueno, a ver... sí, técnicamente lo ha hecho... eh... digamos que gracias a él llegué a ti... ejem...
Victoria se quedó mirándolo con expresión confusa. No se habían soltado las manos, aunque ya no se las estaban sacudiendo. De hecho, le daba la sensación de que él se la apretaba más de la cuenta por los nervios.
—¿Llegaste a mí? —repitió—. Yo... eh... he tenido algún que otro problema de memoria. Si nos conocíamos de antes, a lo mejor no me acu...
—Te acuerdas de él —le aseguró Daniela, que se había cruzado de brazos a su lado y parecía tensa.
Kyran asintió solemnemente. Axel los miraba como si pensara en cualquier cosa menos en ellos.
—¿Estás segura? —le preguntó Victoria a Dani, cada vez más perdida.
—Sí, Victoria —ella respiró hondo—. Es... yo... no sé cómo decirte esto de forma suave, así que lo haré directamente. Lambert es...
—¡Biotito! —exclamó Kyran con una gran sonrisa.
Victoria enarcó una ceja al niño.
—Deja que Dani termine de hablar, Kyran.
Sin embargo, cuando se giró hacia Dani y vio que ella no cambiaba su expresión tensa en absoluto, la tranquilidad empezó a transformarse lentamente en la confusión más absoluta que había sentido en su vida.
—Kyran... dice la verdad —aclaró Dani con voz suave.
Victoria tardó unos segundos en poder responder.
—¿Eh...? ¿Cómo que la verdad? ¿Dónde está Bigotitos?
—Le estás dando la mano ahora mismo, Vic.
Victoria se quedó mirándola unos segundos más antes de que su cuerpo reaccionara. Giró lentamente la cabeza hacia el pelirrojo, que cada vez parecía estar haciéndose más y más pequeñito en su lugar.
Lentamente, su cabeza empezó a atar conceptos. Los ojos grandes y redondos. El pelo rojizo, su forma de moverse incluso con lo poco que había visto, su olor, de alguna extraña forma...
Lo soltó de golpe y dio un paso hacia atrás, asustada.
—¿Q-qué...? —empezó, parpadeando varias veces.
—Oh, no —Axel suspiró—, ya se ha alterado.
—Tranquila —Lambert se puso de pie intentando calmarla—, sé que es... ejem... un poco sorprendente, pero...
—¿Q-qué...? —seguía diciendo Victoria, completamente perdida.
—Seguro que su corazón se ha acelerado —Axel sacudió la cabeza—. Su guardaespaldas va a tardar muy poquito en lleg...
—¿Qué pasa?
Victoria dio un respingo cuando la voz de Caleb sonó justo al lado de su cabeza.
Él le frunció el ceño cuando le vio la cara de espanto. Su reacción inmediata fue escanear la habitación con los ojos en busca de cualquier indicio de peligro, pero lo único que debió encontrar fue un niño, un flacucho pelirrojo, una rubia asustada y... bueno, a Axel, que tampoco intimidaba mucho.
—¿Qué os pasa? —Bex entró en el gimnasio con la silla de ruedas—. ¿Estás montando una fiesta sin mí?
—Se lo he contado a Vic —le dijo Dani, algo preocupada.
—Oh, ya veo.
—¿El qué? —preguntó Caleb, confuso.
—¡¿Tú lo sabías?! —Victoria increpó a Bex.
—¡Me lo han contado hace diez minutos!
—¿El qué? —repitió Caleb, enfurruñado porque nadie le hacía caso.
—¡Te lo habría contado antes a ti si hubieras estado despierta! —le aseguró Daniela enseguida, apenada—. Pero Bex me ha dicho que era mejor que descansaras porque has usado mucho tus habilidades o algo así.
—¿Alguien puede explicarme qué demonios está pasando? —espetó Caleb antes de que nadie más dijera nada.
—Que el pelirrojo es el gato —le soltó Axel jugueteando tranquilamente con un cuchillo.
Caleb le frunció el ceño como si fuera absurdo y se giró hacia Victoria.
—¿Qué pasa? —repitió por enésima vez.
—¡Que dicen que este... chico... es Bigotitos!
—Venga ya, ¿y tú te lo crees?
Victoria estuvo a punto de afirmarlo, pero esa frase la hizo dudar. Miró de nuevo a Lambert, esa vez menos segura, y le puso mala cara.
—Bueno... no sé.
—Lo es —insistió Dani.
—¿Y tienes alguna prueba? —Caleb le enarcó una ceja.
—¡Se transforma en gato!
—Vale, pues que lo haga.
Todos miraron a Lambert a la vez, que enrojeció casi tanto como su pelo.
—Albert me lo ha prohibido —protestó, avergonzado—. Dice que puedo hacer que sea más fácil encontraros si lo hago.
—Qué casualidad —murmuró Caleb.
—Es él —insistió Dani, señalándolo—. ¡Lo vi con mis propios ojos!
—Y yo tamién —se indignó Kyran.
—Vale, pues tenemos de testigos a la única humana de la habitación y a un niño de dos años.
—A ver —Bex intentó sembrar la paz—, es difícil de creer, pero... si Dani dice que lo vio, yo me la creo.
—A mí me da igual —murmuró Axel sin prestarles mucha atención.
—Pues yo sigo sin creérmelo —insistió Caleb—. Sin una prueba, no...
—¿Quieres una prueba? —lo interrumpió Lambert.
Victoria vio que Caleb se tensaba un poco al mirarlo. No le gustaba mucho que lo interrumpieran de esa forma.
—Sí —se limitó a decir.
Lambert, que se había levantado un rato antes, puso las manos en las caderas y empezó a acercarse lentamente a Caleb con los ojos entrecerrados. Caleb no apartó la mirada de él. No parecía muy intimidado.
—La primera vez que estuviste en casa de Victoria —empezó Lambert, entonando cada palabra como si canturreara—, fui el único que te vio.
Espera, ¿la primera vez? ¿Cuándo había sido la primera vez?
Victoria miró a Caleb, que seguía sin reaccionar.
—Cualquiera que nos conozca podría deducir eso —se limitó a decir—. No demuestra nada.
—Oh, pero la cosa no termina ahí, sexy Caleb.
—No me llam...
—¿O ya se te ha olvidado la parte en que Victoria entró en su habitación, se cambió de ropa y tú lo viste todo desde debajo de la cama?
Silencio.
Caleb, que normalmente era inexpresivo hasta la saciedad, entreabrió un poco los labios y perdió el color de la cara.
Victoria, por su parte, se giró hacia él con los ojos muy abiertos, indignada.
Los demás lo miraban todo con toda su atención. Incluso Axel.
—¡¿Qué?! —chilló Victoria.
—N-no... no es... —Caleb carraspeó, intentando recuperar la compostura. No lo consiguió—. Yo... te... no te...
—Y yo estaba debajo de la cama contigo —Lambert sonrió, plantándose delante de ellos—. La verdad es que tenía curiosidad por ver cuánto tiempo estarías observando todo desde las tinieblas.
—¡No observaba nada!
—¡¿ME ESPIASTE MIENTRAS ME CAMBIABA DE ROPA?!
Caleb dio un respingo con el grito y se apartó de ella con las manos levantadas en señal de rendición.
—¡No! ¡Lo juro!
—¡¿Eso es lo que te dedicabas a hacer cuando todavía no sabía que estabas detrás de mí?! —chilló Victoria, clavándole un dedo en el pecho, furiosa.
—¡No miré nada! ¡Cada vez que te cambiabas, me giraba para no verlo!
—No te lo crees ni tú —Axel sacudió la cabeza.
—Pues yo me lo creo —comentó Bex—. Siempre me lo he imaginado chillando y corriendo lejos al ver a alguien desnudo.
—En honor a la verdad —intervino Lambert—, no te miró. De hecho, mantuvo los ojos clavados en la cama como un campeón. Incluso cuando me puse a molestarlo.
—¿Lo ves? —exclamó Caleb enseguida.
—¿Y por qué debería creérmelo ahora? ¿No has dicho que no te creías que fuera él?
—¡Ahora me lo creo!
Apenas lo había dicho, se dio la vuelta y miró mejor a Lambert, pasmado.
—Espera... ¿realmente eres el gato imbécil?
Lambert pareció un poco irritado con el apodo, pero asintió con la cabeza.
—Técnicamente, no soy un gato. Definitivamente, no soy un imbécil.
—Es pronto para que decidamos eso último —murmuró Axel.
Caleb se separó un momento de Victoria para acercarse a Lambert, que parecía asustado e ilusionado a partes iguales. Caleb se limitó a acercarse lo justo y mirarlo más de cerca, como si lo inspeccionara.
—¿Y bien? —preguntó Victoria cuando pasaron unos segundos sin que dijera nada.
—Huele... igual que el gato imb... digo que el chico flacuch... eh... ya no sé ni cómo llamarte.
—Lambert está bien. O Bigotitos.
—¡¿Cómo te voy a llamar Bigotitos?! —exclamó Victoria, dando un paso atrás—. ¡Eres un... no eres mi gato! ¡Eres un chico... extraño y pelirrojo!
—Vale, lo de extraño sobraba.
Victoria estuvo a punto de decir algo, todavía pasmada, cuando Dani la interrumpió acercándose y poniéndole una mano en el hombro.
—¿Y si vamos fuera a que te dé un poco de aire frío y te lo explico todo?
Victoria asintió automáticamente. Miró a Caleb preguntándose si iría con ellos, pero él tenía los ojos clavados en el pelirrojo.
—Tú no te muevas de ahí —le advirtió—. Todavía no he decidido si eres peligroso o no.
Kyran correteó para alcanzar la mano de Victoria y la acompañó junto con Dani hacia la puerta trasera. Axel, para su sorpresa, también las siguió. Bex y Caleb, en cambio, se quedaron mirando fijamente a Lambert, que esbozó una sonrisita inocente.
Hora de empezar el interrogatorio.
Brendan
¿Qué demonios le pasaba a Victoria y por qué estaba tan alterada?
Se llevó una mano al pecho, molesto, antes de bajarse del coche mirando a su alrededor. Una gasolinera vieja y destartalada rodeada de... bueno... de la nada propia del campo. Justo como lo había descrito Margo en la llamada.
Brendan se pasó una mano por el pelo y puso gasolina solo para fingir que realmente había ido ahí por una razón. Solo había un cliente más, un padre de familia, que estaba pagando mientras sus hijos esperaban en el coche. En cuanto él se subió y se marchó, Brendan cortó el chorro de gasolina y se dio la vuelta hacia la tienda, decidido.
El interior no era gran cosa. Una gasolinera típica con comida basura, cervezas y periódicos. Al ver los paquetes de tabaco pensó en Caleb y alcanzó el que solía fumar él. Lo lanzó encima del mostrador con una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—¿Algo más? —le preguntó el dependiente distraídamente.
—Solo la gasolina y esto.
Mientras él murmuraba algo para sí mismo, Brendan bajó la mirada y no pudo evitar quedarse muy quieto al ver la portada del periódico. Más que nada, porque reconocía perfectamente la cara que salía en primer plano.
Victoria en el vídeo que le habían hecho usando su habilidad.
No le dio tiempo a leer la noticia, porque el dependiente volvió a girarse hacia él enseguida.
—En realidad —Brendan añadió cuando estaba a punto de hablar—, también quiero un paquete de caramelos de esos del fondo.
El dependiente asintió y se dio la vuelta para recogerlos. Brendan aprovechó para leer la noticia a toda velocidad.
Hablaban de Victoria, aunque solo se la veía de perfil. La llamaban la heroína de la ciudad. Además, habían añadido varias citas de personas con su opinión sobre ella. No había ni una sola opinión mala. Todos hablaban de lo valiente que había sido al defender a esa chica de sus agresores. De hecho, la propia chica había hecho una entrevista hablando de la magnífica heroicidad de Victoria y que ojalá más gente fuera como ella.
Brendan sonrió y sacudió la cabeza. Iba a contárselo en cuanto la viera.
—¿Es todo? —preguntó el dependiente, dejando las cosas delante de él.
—Sí, es todo.
Mientras le decía el precio, Brendan rebuscó el dinero que le había tomado prestado a Caleb antes de irse. Lo tenía en el bolsillo.
—No es muy buen lugar para tener una gasolinera —comentó casualmente, todavía rebuscando—. No debe pasar mucha gente, ¿no?
—Bueno, la gente del pueblo...
—¿Solo gente del pueblo?
—Algunos turistas también, supongo.
Brendan le dedicó una sonrisa gélida antes de asegurarse de que no había nadie a su alrededor. Estaban solos.
—¿Ha pasado alguno de esos turistas durante las últimas veinticuatro horas?
El dependiente se quedó mirándolo un momento, confuso, antes de negar con la cabeza.
—No. Solo locales.
—Ya veo.
Brendan sacó el dinero del bolsillo, pero no se lo dio. De hecho, siguió mirándolo fijamente. El dependiente ya no parecía tan tranquilo.
—¿Algo más? —preguntó, intentando fingir serenidad.
—No me estás mintiendo, ¿verdad, como sea que te llames?
—Me llamo...
—Honestamente, me da igual. Es mejor que yo no sepa tu nombre y que tú no te acuerdes de mi cara cuando salga de aquí, ¿entiendes lo que te quiero decir?
El dependiente abrió mucho los ojos, pero no dijo nada. Brendan suspiró. Esas partes de los interrogatorios hacían que se aburriera.
—Tengo una buena amiga que ha pasado por aquí hace apenas dos horas —aclaró lentamente, mirándolo—. Iba acompañada de un tipo bastante... distinguible.
—No sé de qué me habl...
—La chica era pelirroja, alta, bastante atractiva... el tipo iba vestido con ropa cara, pelo rubio oscuro, seguro que llevaba unas gafas de sol puestas, tenía un ligero acento ruso...
—De verdad que no...
—No te lo estoy preguntando, idiota, te estoy diciendo que han pasado por aquí y quiero que me digas por dónde se han ido.
El dependiente al escuchar el insulto apretó los labios, muy ofendido.
—¡No diré nada!
—¿Te ha pagado para que te calles?
—Hemos... hemos hecho un trato.
—Oh, ¿en serio? Pues yo también hago un trato contigo. Tú me dices por dónde se han ido y yo no me enfado, ¿qué te parece?
El hombre se mantuvo en su posición, irritado.
—No quiero.
—Pues igual es un buen momento para decir que, cuando me cabreo, empieza a apetecerme golpear cosas. Personas, preferiblemente.
—Eso no era parte del trato.
—Lo pone en la letra pequeña.
—¿Y dónde está la letra pequeña?
—Aquí —Brendan sacó la pistola en un solo movimiento de muñeca y lo apuntó sin siquiera parpadear, a lo que el hombre quedó pálido y tembloroso—. ¿Crees que los términos y condiciones son claros o debería acercártelos un poco más?
El hombrecito levantó las manos de golpe, aterrado, y asintió con la cabeza.
—Están m-muy claros —le aseguró con voz chillona.
—Genial. ¿Por dónde coño se han ido?
—P-por... por el sur, señor. Siga la carretera hacia abajo y... y luego creo que han girado a la derecha...
—Perfecto, ¿ves qué fácil es colaborar conmigo?
—Por supuesto, señor.
Brendan agitó un poco la pistola, entrecerrando los ojos. El hombrecito dio otro respingo.
—¿Estaba herida? —preguntó directamente.
—¿Eh?
—La chica, la pelirroja. ¿Estaba herida?
Él dudó un momento antes de sacudir la cabeza.
—N-no... no lo parecía, señor. Estaba... iba de la mano con el tipo que ha mencionado.
Brendan dejó la actitud indiferente por un momento.
—¿De la mano? —repitió, pasmado.
—S-sí...
—¿Iban de la mano?
—Eh... sí...
—¿Los dos?
—Señor... le he dicho que... ¡AAAAHHHH!
El chillido se convirtió en un suspiro de alivio cuando vio que Brendan no había movido la pistola para dispararle, sino para guardarla en la cinta del pecho.
Brendan, por su parte, soltó una palabrota entre dientes, dejó el dinero sobre el mostrador con un golpe y solo recogió el tabaco y uno de los periódicos, dejando todo lo demás. El hombrecito empezó a recoger el dinero sobrante a toda velocidad, por si se arrepentía y volvía a por él.
Y Brendan, justo cuando se dio la vuelta para salir de la gasolinera, se detuvo de golpe al encontrarse su propia cara delante de él.
Concretamente, en un cartelito de búsqueda policial.
Se quedó pasmado, mirándolo. Era un retrato robot, pero muy bien conseguido. No había dudas de que era él —o Caleb—. El dibujo estaba justo debajo de un anuncio de búsqueda y el número de la policía. Al parecer, lo buscaban por asesinato y advertían que era sumamente peligroso.
Pero... ¿esos cartelitos no eran cosa del siglo pasado? ¿Qué demonios? ¿Seguían fabricándolos?
Brendan se dio la vuelta hacia el dependiente justo en el momento en que él pareció darse cuenta del parecido y, antes de que pudiera reaccionar, salió del lugar a toda velocidad. Llegó al coche en tiempo récord y se marchó por el camino que le había indicado.
¿Debería haberlo matado?
Bueno, mejor no. Así se ahorraba una bronca de Victoria y Bex.
Caleb
El crío pelirrojo comía lentamente, mirándolos con los ojos muy abiertos. Hacía ya un rato que estaban los tres en silencio absoluto. Bex incluso se había cruzado de brazos para darle más dramatismo a su postura.
—¿Alguien tiene pensado decir algo? —preguntó Lambert finalmente, metiéndose un poco de comida en la boca.
—No lo sé —replicó Bex lentamente—, ¿tienes pensado decir algo, Caleb?
—No, Bex, ¿y tú?
—Tampoco.
—Entonces, silencio.
—Exacto.
Lambert tragó con fuerza, mirándolos.
—A ver —empezó con voz conciliadora—, sé que todo esto puede parecer un poco sorprendente, pero...
—No —lo cortó Bex—. Que Caleb sonría es sorprendente. Que un gato se convierta en persona no es sorprendente, es una maldita locura.
—No es una locura, ¡es mi vida!
—Entonces, ¿qué eres? —Caleb enarcó una ceja—. ¿Un gato, una persona...?
—Técnicamente, soy un mestizo. Como vosotros.
—¿Y cuál es tu habilidad? —preguntó Bex.
—Puedo hacer que la gente me olvide. Es una habilidad un poco estúpida, pero...
—¿Tu habilidad no debería ser lo de transformarte en gato? —lo cortó Caleb.
—Eso no es una habilidad, es una maldición.
—¿Qué hiciste para que te pusieran una maldición? —preguntó Bex.
Lambert enrojeció un poco.
—Yo... eh... es una historia un poco larga.
—Pues tenemos tiempo de sobra —remarcó Caleb, acercándose lentamente a él—. Porque quiero una buena explicación de todo esto. Especialmente de la parte en la que un flacucho pelirrojo ha estado viviendo con mi novia durante años sin que ella supiera nada.
—¿Tu novia? —preguntó Bex, sorprendida—. ¿Ya volvéis a estar juntos? Sois más difíciles de seguir que Juego de Tronos...
—Céntrate, Bex.
—A ver —Lambert soltó una risita nerviosa cuando Caleb se sentó a su lado—. Sé lo que estás pensando, pero yo no... nunca he estado interesado en Victoria de esa forma. Verla cambiándose era un poco como ver un maniquí. Me producía el mismo efecto.
—Eso sigue siendo tenebroso —murmuró Bex.
—¡Es como mi hermana!
—¡A tu hermana no le haces creer que eres un gato!
—Bueno, ¿y eso quién lo dice? ¿Tú, la experta en mundo felino-fraternal?
—Pretendamos que me lo creo por un momento —empezó Caleb.
—Espera, ¿pretendamos? —el flacucho le entrecerró los ojos—. ¿Qué más tengo que hacer para que te lo creas?
—Hasta que no te vea transformándote en gato delante de mí, no te creeré del todo.
—Yo admito que me lo creo —murmuró Bex—. Cuando era un gato y estábamos en la otra casa ya nos robaba la comida de esa forma.
Caleb se sentó al lado del flacucho mientras ella hablaba y se quedó mirándolo fijamente. El pelirrojo dio un respingo e intentó fingir que no se había puesto nervioso, pero no sirvió de mucho. Era bastante obvio.
—Pretendamos que me lo creo por un momento —retomó la conversación de antes—, ¿por qué tienes la capacidad de transformarte en animal y por qué no habías dicho nada hasta ahora?
—Bueeeno... lo de la capacidad nunca ha sido algo voluntario. Fue una maldición que me echaron hace ya... ejem... unos cuantos años. Cuando conocí a Albert, decidió que era una buena idea usarla para controlar a los mestizos que hay repartidos por el mundo. Para que no lo destruyáis, básicamente.
—Sigue faltándome una respuesta.
—Albert me tiene prohibido que revele mi verdadera naturaleza —puso una mueca—. Dice que si soy un gato la gente confiará más en mí o directamente se olvidará de mi existencia, así que será más fácil enterarme de todo.
—Hay que admitir que no es un mal plan —Bex asintió con la cabeza.
—¿Y cómo te comunicas con Albert? —preguntó Caleb.
—Lo hacemos de forma... eh... ¿remota, por así decirlo? Tiene una amiga maga que tiene un controlador sobre cada uno de sus informantes, así cada vez que nos quedamos quietos y pensamos en él, podemos visitarlo sin que nuestro cuerpo abandone el lugar en el que estábamos. Pero solo podemos visitarlo cuando está en su casa, claro. Todo hechizo tiene sus límites.
Caleb y Bex parpadearon varias veces cuando soltó todo ese chorro de palabras a toda velocidad.
—Ahora he tenido que avisarlo —añadió—. Con Victoria saliendo en las noticias, Brendan en búsqueda y captura por asesino, un antiguo jefe asesino buscándonos y un hechicero de por medio... si no llego a avisarlo, me asesina con sus propias manos de crío viejo.
—¿Y tienes más habilidades? —intervino Bex—. ¿Algo que pueda ayudarnos en alguna pelea?
Lambert enrojeció un poco.
—Bueno... sé maullar muy fuerte.
—Muy útil.
—Puede maullar muy fuerte en medio del campo de batalla para distraer a los otros y que podamos atacarlos —sugirió Caleb.
—Exact... espera, ¡no! ¡Yo no me meto en peleas!
—Te metiste en alguna por Victoria —le recordó Bex.
—Bueno, pero Victoria es Victoria. Con ella siempre hago excepciones.
Caleb entrecerró los ojos cuando se giró hacia él con una sonrisita malvada.
—Aunque contigo también he hecho alguna, ¿eh?
—¿Te refieres a lo de restregarte contra mi pierna?
—Perdón. Los grandullones serios siempre han sido mi debilidad.
Caleb frunció un poco el ceño cuando no entendió qué quería decir con eso. Especialmente cuando Bex pareció divertida.
—¿Tu debilidad? —repitió, a la defensiva.
—Sí, ya sabes a qué me refiero.
—Yo no tengo nada que ver con tus debilidades. Son inherentes a tu persona.
—Madre mía, Einstein, relaja ese vocabulario o no voy a enterarme de nada.
—Es que le gusta presumir de vocabulario —sonrió Bex.
—Explícate —exigió Caleb, molesto.
—Me refería a que los grandullones serios son lo que suele llamarme la atención.
—¿Para qué?
—Para interesarme.
—¿En qué?
—En cositas.
—¿Qué cositas?
—Cositas malas.
—¿Matar?
—No.
—¿Mutilar?
—No...
—¿Apuñalar?
—Eh... no...
—¿Ahorcar?
—¡Cosas malas pero buenas!
—Extiende el concepto.
—Si quieres te lo enseño, pero...
—Vale, enséñamelo.
El flacucho y Bex se giraron hacia él a la vez. Bex con una sonrisa totalmente divertida y él con los ojos muy abiertos.
—¿Eh?
—Que me lo enseñes. Venga. No tengo todo el día.
Lambert miró a Bex como si buscara ayuda para confirmar si estaba hablando en serio, a lo que ella se apresuró a asentir con la cabeza.
—Bueno... —concluyó Lambert—, pero no se lo cuentes a Victoria.
¿Qué tenía que ver Victoria con todo eso? Menuda tontería.
Caleb mantuvo el ceño fruncido y la mirada fija sobre Lambert cuando él carraspeó y se giró hacia él. ¿Qué demonios pensaba hacer? Como fuera peligroso, iba a enfadarse.
Pero no, fue peor. Mucho peor.
Lambert se inclinó hacia delante para besarlo —seguramente en la mejilla— y Caleb abrió mucho los ojos con horror absoluto.
¿Y cuál fue su primer instinto?
Efectivamente, lanzarlo por encima de la mesa.
Lambert soltó un chillido cuando arrastró parte de la comida con el cuerpo y cayó justo al lado de Bex, que se estaba riendo a carcajadas.
Margo
Quizá debería haberse preocupado un poco por el hecho de que empezara a reconocer el paisaje, pero no podía pensar con claridad. Tenía mucha presión encima.
Para empezar, Sawyer realmente estaba furioso con ella. Y no como antes, que la ignoraba o soltaba comentarios mordaces. Ahora la miraba como si estuviera replanteándose lanzarla del coche en marcha.
Vaaaale... quizá se había ofendido un poquito porque ella había intentado escaparse justo cuando él se abría con sus sentimientos. Pero oye, ¡si hubiera sido una situación normal y no un secuestro, eso no habría pasado!
También estaba el tema de Brendan. Esperaba que hubiera recapacitado y no los estuviera siguiendo solo. Al menos, creía que había cortado la llamada a tiempo para que no se enterara mucho. Era mejor que se las apañara sola durante un poco más de tiempo que perder a otro integrante del grupo.
Margo apartó la mirada de la ventanilla cuando empezó a reconocer casas y calles por las que había pasado durante gran parte de su vida. Se giró hacia Sawyer, confusa.
—¿Hemos vuelto a la ciudad?
Sawyer ni siquiera la miró. Seguía lleno de manchas de tierra y sangre seca. La cara de cabreo solo era un toque extra.
—¿Vas a llevarme a casa? —insistió ella, aunque la respuesta era bastante evidente.
—Zatkins' uzhe.
—Aunque lo digas en ruso, sé que no es nada bueno.
—Entonces, ¿por qué no te callas de una puta vez?
Margo frunció el ceño, pero decidió callarse. Esa vez, Sawyer sí que le dio un poco de miedo. Realmente parecía furioso. No conocía esa faceta y, desde luego, no quería conocerla demasiado.
No dijo nada más en todo el viaje restante, que resultó ser más corto de lo esperado. Ni siquiera se acercaron a la zona donde vivía, pero al menos vio calles conocidas. Eso le subió un poco el ánimo y le hizo preguntarse si todos los demás estarían bien. Esperaba que sí.
El conductor se metió por una carretera secundaria que nunca había usado y se desvió por un caminito poco usado que, al cabo de unos segundos, Margo vio que conducía a una especie de zona en ruinas que no había visto en su vida.
Como seguía llevando las esposas puestas por delante de su cuerpo, decidió que lo mejor era esperar a que Sawyer la dejara bajar del coche. Incluso cuando lo pararon. Supuso que había hecho bien, porque su nivel de enfado pareció reducirse cuando le abrió la puerta y la ayudó a bajar sujetándola de las esposas.
—¿Dónde estamos? —ya no pudo aguantarse más las ganas de preguntar.
—En una de mis antiguas casas.
Margo sintió que ya había estado ahí, pero en el momento en que se dio cuenta de cuándo había sido... entendió por qué no había reconocido nada.
La anterior casa había sido gigante. Y ahora solo era un montón de restos quemados. La antigua casa de los chicos.
—¿Para qué? —preguntó, algo más asustada de lo que le gustaría admitir.
—Nada que te importe.
—¿Por qué no has traído a Ania? ¿No sería esto más seguro con una maga de nuestra parte?
—Si mi abuelo detecta que una maga me acompaña, pelirroja, nos matará a todos antes de acercarse a veinte metros de distancia.
Lo peor fue que no sonaba a exageración. Pareció decirlo completamente en serio.
Probablemente fue la primera vez que Margo fue consciente de que podía morir. Hasta entonces, se lo había tomado todo como una broma o como una tontería que se solucionaría enseguida, pero ahí ya no pudo seguir fingiendo más.
—¿Vas a dejar que me mate? —preguntó con un hilo de voz.
Sawyer, que se había plantado junto a su conductor y seguía sujetándola de las esposas, tensó un poco la mandíbula antes de bajar la mirada hacia ella.
—En principio, no.
—¿En... principio?
—No formaba parte del trato.
—Pero... si te dijera que me mataras... ¿lo harías?
Sawyer no dijo nada, solo volvió a clavar la mirada en el frente.
Margo estuvo a punto de entrar en pánico, pero un sonido muy característico a poca distancia de ellos hizo que diera un respingo. Especialmente cuando Sawyer apretó la mano en sus esposas instintivamente y la escondió detrás de él.
El sonido de un arma a la que acaban de quitar el seguro.
Tanto ella como sus dos acompañantes se giraron automáticamente hacia el coche que habían usado para llegar hasta ahí, solo que de su lado apareció un extrañamente tranquilo Brendan con una pistola en la mano.
Margo cerró los ojos, maldiciéndose en voz baja al verlo solo. Por favor, que lo acompañara alguien. Quien fuera.
Sawyer, a su lado, no pareció muy sorprendido. De hecho, solo parpadeó hacia él como si fuera lo más normal del mundo.
—Ah, Brendan, bienvenido a esta maravillosa reunión.
Brendan se detuvo a unos seis metros de distancia, apuntando a Sawyer con la pistola. Él tampoco parecía muy alterado. De hecho, tenía media sonrisa maliciosa en los labios. Aunque, eso sí, la pistola no le temblaba en absoluto.
—No sabes cuánto me alegro de verte —le aseguró.
—Te has tomado muchas molestias para hacerlo.
—En realidad, aunque adoro verte porque eres la luz de mi vida y la música de mi alma, no he venido por ti.
Hubo un momento de silencio. Brendan no había mirado a Margo ni una sola vez, pero estaba claro a qué se refería. Sawyer se limitó a sonreír y mandó de un tirón a Margo con el conductor, que la rodeó con un brazo y le clavó la punta de la pistola en la sien sin siquiera dudarlo.
Brendan ni siquiera parpadeó.
—Vamos, Sawyer —ladeó la cabeza—, no compliques las cosas. Deja que se vaya conmigo.
—No lo creo.
—Y yo no creo que la mates. Por algún motivo, te es más útil viva. Así que ya puedes decirle a tu gorila que le quite esa pistola de la cabeza.
Margo se quedó muy quieta cuando Sawyer, divertido, hizo un gesto al conductor y él bajó la pistola, pero no soltó a Margo.
Ella, por cierto, estaba calculando las posibilidades. Podía darle un codazo, luego correr hacia Brendan y gritar que disparara a Sawyer. También podía intentar irse corriendo, lanzarse sobre Sawyer y dejar que Brendan disparara al otro... había unas cuantas posibilidades.
Pero Sawyer las arruinó al acercarse lentamente a Brendan.
—Oh, vamos, no vas a dispararme.
Brendan enarcó una ceja y lo apuntó directamente en la entrepierna con media sonrisa.
—Ponme a prueba.
—¿Vas a disparar a una persona desarmada?
—¿Pretendes que me crea que estás desarmado?
—Pues claro que no.
En apenas un movimiento, Margo dio un respingo al ver que Sawyer sacaba una pistola idéntica a la de Brendan y lo apuntaba en la cabeza. El otro no pareció muy sorprendido.
—Igualdad de condiciones, ¿eh?
—Brendan, no me gustaría matarte, pero voy a hacerlo si no te vas de una vez.
—Me temo que no voy a irme sin ella.
—Entonces, no me dejas muchas opciones.
Y se miraron el uno al otro durante unos segundos que parecieron interminables hasta que, de repente, los dos apretaron el gatillo a la vez.
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