Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6. El collar que nos salvó.

Nota: En parte me guío por las ideas del tío Rick, pero también investigo yo misma y les doy el aire que me parece. Así que si hay algo "diferente" a lo de PJ, es porque soy mala siguiendo todas las reglas siempre.

Capítulo 6. El collar que nos salvó.

Los días pasaron, el colegio ya no se veía tan genial como al principio. Meredith no sabía qué era más difícil, si cerrar la boca en clases, prestar atención en clases, o hacer las tareas. No podía dejar de hablar con todos a su alrededor porque todas las clases eran aburridas (tal vez la de vuelo no... pero subir con la escoba más de dos metros por sobre el suelo le aterraba) y con respecto a las tareas... Pues escribir sin faltas ortográficas era algo difícil, y con el primer trabajo un profesor la había avergonzado ante toda la clase, no podía olvidarlo y la desalentaba.

Quería mejorar, quería ser digna de seguir en ese bello colegio. Pero cuando se empeñaba en prestar atención a la clase, o notaba que el corte del maestro era divertido, o cualquier idea loca acaparaba su mente. Y con respecto a las faltas... pues se esmeraba en dejar de escribir las v en vez de b.

Sumándole a su bajo desempeño académico estaba el hecho de que se había convertido en una merodeadora. Cuatro días bastaron para que en su tiempo libre tres chicos se pusieran a sus espaldas y le gritaran ¡Eres la elegida! Tal vez porque cuando quería era que escurridiza, o tal vez porque su cara de perro mojado ablandaba a cualquiera y podía sacarlos de aprietos.

James se aseguró de que su apodo sea Sirenita. A Mar no le gustaba el tono que usaba al decirlo, ni que la mirara desde toda su altura. Se dijo a sí misma que en algún momento tendría su estirón  y sería tan o más alta que sus nuevos amigos.

Ahora "Sirenita" fue llamada a la dirección. Cuando un prefecto se le acercó para informárselo ella estaba junto a los demás merodeadores preparando una jugarreta para un grupo de séptimo año que había molestado a Frank. Meredith observó a sus amigos con horror.

—Puedes culparme a mí si quieres —murmuró Fred Weasley al notar el rostro pálido de la niña—. Mejor cúlpanos a todos, así la culpa se equipara y no nos expulsan.

Culminó su idea con una sonrisa ganadora, Meredith rascó su nuca y negó con una mueca.

—Gracias, pero no creo que me llame sólo por hacer bromas —admite mirando sus pies avergonzada—. No soy buena en clases.

—Greengrass —insistió el prefecto de Ravenclaw.

—Hasta luego —mueve la mano y se voltea con sus amigos mirándola tristes.

Siguió al muchacho arrastrando los pies y jugando nerviosa con sus manos. Mordía sus gruesos labios al punto de que podía percibir sangre en su boca. Cuando el chico subía las escaleras de caracol hacia la oficina ella se sujetó del muro para no caerse con toda su torpeza.

Una vez llegaron a la oficina el muchacho se fue y ella miró su alrededor aún con cara de horror. En el mundo muggle había estado en muchos despachos de directores por su conducta, pero nunca había visto un gato en ellos.

—Oh mami —dijo a media voz mientras tomaba asiento ante el escritorio y el gato no dejaba de mirarla fijamente—. ¿Vas a matarme? ¿Tu también vas a convertirte en un monstruo?

Cuando el gato saltó y comenzó a cambiar de forma Meredith gritó y sacó su varita. Señaló al gato con los ojos cerrados mientras siquiera podía recordar un solo hechizo para defendese... Claro, podría levitarlo hasta la muerte.

— ¡Señorita Greengrass! —abrió los ojos y vio a la directora McGonnagall que la miraba entre sorprendida y horrorizada—. ¿Qué está haciendo?

Balbuceo disculpas mientras guardaba su varita otra vez. Juega con su cabello mientras la directora toma asiento.

—Perdone.Tengo fobia a los gatos y había olvidado ese... poder suyo.

—Comprendo, comprendo. Le perdono.

Suspira aliviada hasta que recuerda las posibles razones por las que está allí. Otra vez se dedica a morder la carne sensible de sus labios. La directora no deja pasar ese acto, pero aún así revuelve las hojas en su escritorio.

—Me han llegado muchas quejas suyas, señorita —dice con cierto reproche, logrando que ella se hunda en su asiento—. No presta atención en clase. No entrega tareas a tiempo, o simplemente no las entrega —cita algunas notas de los profesores y la mira por sobre sus gafas—. Muchas quejas, si.

—Uh, sí —se inclina hacia la mesa—. ¿Todo eso son quejas mías?

El tono de terror en su voz es obvio. Sus ojos verdes escanean las hojas pero por más que se esfuerce no puede leer al revés... Ni cuando están muy lejos, la verdad igual no iba a poder leerlas.

—No todo —intenta animarla y pone las hojas en un costado, pero parece que ella no la escuchó, dado lo que hizo.

Meredith se había dedicado a llorar mentalmente que era su fin, mientras movía su pierna sin parar. De pronto explotó y subió sobre el escritorio sólo para tomar las manos de la directora y mirarla con sus grandes ojos aguados.

— ¡Por favor no me expulse! —toma aire de forma entrecortada—. Sé que soy estúpida en muchos sentidos. Pero qué le voy a hacer, si vine así de fábrica —se sorbe la nariz ruidosamente—. Me es difícil todo esto. Mi madre apenas pudo enseñarme a leer sin cortarme tanto para no ser expulsada de mi tercera escuela muggle —más presión al tomarle las manos—. Tengo el maldito déficit de atención y la dislexia, ¿Por qué? ¿Por qué semejante combinación? Así nunca seré abogada —ella siquiera quería serlo, pero fue lo primero que se le ocurrió en su desesperación—. Aunque el punto no es es. ¡El punto es que voy a esforzarme más! ¡Y juro que no le estoy engañando como a ese gatote! ¡Lo juro por la garrita que no tengo! —más aire para seguir dramatizando—. ¡Voy a esforzarme tanto que soy capaz de tomar esteroides para ser mejor!

— ¡Señorita Greengrass!

—No era cierto lo de los esteroides... Además creo que se llamaban estereotipos —mira hacia el techo frunciendo el ceño, confundida.

McGonnagall suelta una carcajada con toda la situación, la confusión de Meredith se acentúa.

—No voy a expulsarte, Meredith. Sólo te he llamado para hablar sobre una forma para que mejores.

—Oh —su rostro parece un gran tomate—. Entonces no debí hacer todo esto.

Suelta las manos de la mujer y vuelve a su lugar carraspeando incómoda. McGonnagall le mira negando con la cabeza.

—Hablé con tu madre. Sé que tienes varios inconvenientes para aprender, por eso pensaba ponerte una compañera de estudio.

—Oh, genial, genial —repite prestando toda la atención que podía.

— ¿Conoces a Rose Weasley? —asiente—. ¿Qué te parece ella? Dicen que es excelente enseñando. Confío en ello, sé cómo es su madre.

Mar observa a la mujer con tanta gratitud que la directora casi se conmueve.

—Usted es la primera directora que me propone eso —confiesa—. Se lo agradezco.

—Lo hago porque sé que quieres mejorar.

***

Cuando salió de la dirección chocó con prácticamente toda la familia Weasley del colegio. La miraban ansiosos y Lily se le tiró encima apenas pudo estabilizarse en ambos pies.

—Vas a vivir bajo mi cama, ¿sí? —propuso y la morena le palmeó la espalda.

—Tranquila, peli-peli, no me ha expulsado.

Se escuchan suspiros de alivios a la par. Meredith siente un calor en su pecho al notar que todos se habían preocupado por ella.

—Eso es lo más hermoso que me han dicho en todo este tiempo —Lily impone más fuerza en el abrazo, al punto de poner morado el rostro de su amiga.

— ¡Lilian! —Albus le reprocha y la separa.

Meredith respira hondo y jadea un gracias. Albus le sonríe de una forma que le hace sonrojarse.

—Me dijo que iba a tener clases particulares —comenta mirando a cualquier lugar menos a Albus—. Que serían con Rose.

La pelirroja se señala a sí misma con las cejas arribas, Mar asiente y Rose le sonríe.

—Claro, lo haré con gusto.

Agradecía que su compañera de estudio sea agradable y que al menos ya la conociera un poco. Rose era amable y muy inteligente. Además, si podía soportar a Lily sin gritarle, esa chica debía tener una paciencia de oro puro.

Luego de una corta charla, los demás comenzaron a retirarse hasta que sólo quedaron Albus, Lily y Meredith. Esta última respira hondo mientras acomoda sus medias para poder ignorar que Albus le ponía nerviosa.

— ¿No tienen más clases ahora? —pregunta el chico.

—Nop —Meredith se sonroja cuando nota el tono y la forma en la que lo dijo.

Estúpida, se reprende. Un momento... ¿Por qué me digo eso si ya es obvio que lo soy?

—Caminemos —propone Lily con picardía mientras empuja a Albus hacia Mar para comenzar a caminar.

Meredith la odio en ese momento. Pero de igual manera se perdió en sus pensamientos mientras caminaban y los hermanos charlaban sobre algún tema al que no había prestado atención.

— ¿Meredith? —Albus se voltea hacia ella cuando busca su opinión, pero la morena mira al frente con los ojos entrecerrados—. ¿Qué ves?

—Esa cosa —murmura a media voz mientras lentamente da un paso atrás—. ¿No la ves?

Albus mira al pasillo, nada, estaba vacío. Se vuelve a la aterrada pequeña.

— ¿A qué te refieres?

—Mira arriba —vuelve a murmurar moviendo los ojos hacia el lugar.

Primero los Potter no comprendían a lo que ella se refería, pero luego se fijaron mejor y también retroceden asustados. Lo que veían era impresionante, y aunque en sus vidas de magos habían visto de todo, eso les daba cierto temor.

Era el rostro de una mujer, pero mirando más allá notaban las alas y el cuerpo de un león. La mujer miraba fijamente a los ojos de Meredith, pero entonces notó que ya había acaparado toda la atención y sonrió. Bajó del lugar donde se encontraba y aterrizó en el suelo como un buen gato.

El corazón de Mar latía con fuerza, tenía la sensación de que debía correr, moverse. Tenía la necesidad de hacer los pasos de esgrima que su madre le había enseñado en los últimos años.

—Perdonen —habló el monstruo y aspiró hondo por la nariz mientras avanzaba hacia ellos—. Pero ese olor es... Tan exquisito, no pude soportarlo —ronronea—. No todos lo días te topas con tal manjar.

— ¿Te refieres a las tartaletas? —inquiere Mar con la voz chillona—. A mí igual me encantan. La cocina y está por allá —indica al otro lado.

El monstruo sonríe—Umm, me gusta más cuando gritan crudos.

Salta sobre ellos y los tres corren gritando. Meredith se tropieza a los pocos pasos de correr. Maldice por su torpeza y siente que algo le lastima en el abdomen, se echa a un lado y ve un collar dorado brillar allí.

Confundida lo toma, sin querer tocando la piedra en él. De inmediato se convirtió en una espada. La observó unos segundos maravillada. La mitad de la hoja parecia oro, mientras que la otra se veía como bronce. Y brillaba, adoraba las cosas que brillaban.

Pero no le gustaba cuando un monstruo mitad león la empujaba contra la pared.

—Qué bruta —jadea e intenta levantarse aún con la espada en la mano.

Cuando su vista se enfoca nota que el monstruo empuja a Lily y a Albus. Siente cierta rabia fluir en ella y tomando todas las clases de esgrima a la práctica, embiste hacia la criatura empuñando la espada con firmeza. No sabía si lo lograría, pero había que intentar.

La cola del monstruo le golpea en la cabeza y casi vuelve a caer, pero sólo se sacude y alza la espada para poder pelear. Le pareció ver cierto horror en los ojos del monstruo antes de darle un corte en una ala con la espada. Luego volvió a hacerlo, esta vez cortándole la cabeza. Miró que el cuerpo del monstruo ahora se convertía en polvo y desaparecía con el viento.

Meredith suspira y se sienta en el suelo admirando la espada aún sin asimilar los últimos minutos. Albus y Lily se le acercan igual de estupefactos.

— ¿De dónde la sacaste? —pregunta él señalando la espada.

Acaricia el mango y la piedra en él, la espada volvió a ser un collar. Un sentimiento de reconocimiento apareció en Mar.

—Sólo apareció... Y fue genial que lo haga —los mira, ellos asienten tragando saliva.

—Fue lo más intenso que he vivido hasta ahora —Meredith sonríe ante lo dicho por Lily.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro