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Capítulo 33. Destrozando a Meredith.

Capítulo 33. Destrozando a Meredith.

La mujer observaba aquella pintura con cierto rencor, tenía una copa de whisky en una mano y estaba a medio terminar. Debía admitirlo, esa era su tercera copa pero no podía parar, no cuando volvía a ver esos malditos ojos grisáceos con un centro verdoso examinándola, incluso cuando su portador ya estaba muerto.

Arista aborrecía a ese hombre, por todo lo que le causó. A él y a su bastarda hija.

Mueve la muñeca para devolver la copa a su lugar, resoplando. La bastarda hija con una bastarda hija de la que ahora podía sacar provecho. Ese pensamiento le hizo reír entre dientes hasta que fue interrumpida con unos golpes en la puerta.

—Mi Lady —exclamó la muchacha ingresando a la habitación—. No quería interrumpirle pero...

—Ya lo hiciste, Aileen, más vale que tengas una buena razón.

Voltea para dedicarle una de sus gélidas miradas, hace que la morena trague saliva levemente.

—Tengo su varita... la de Meredith —dice hurgando en sus bolsillos para luego sacar una larga varita color gris—. Quería saber sobre sus planes con ella, Lady.

La mujer hace una mueca, y durante unos segundos en su rostro se puede apreciar su verdadera edad, pero luego termina. Alza las cejas hacia su nieta.

—Aileen, ¿cuál es mi maldición favorita? No rompas el corazón de tu abuela, que la sabes.

Observa mientras la joven asiente mirando al suelo, por un segundo piensa que está acobardándose. Entonces Aileen levanta la cabeza y su mirada le recuerda a ella misma en su juventud.

—Me retiro, mi Lady, tengo algo que hacer.

En cuanto Aileen llega a la puerta y la abre choca con otro muchacho parecido a ella, solo que él tiene los ojos claros. Ambos se dedican una sonrisa fraternal y siguen con sus caminos.

Él llega hasta Arista Demon y le dedica una pequeña reverencia con un sobre en las manos. La mujer solo puede sonreírle con alegría, él era su nieto y su soldado favorito.

— ¿Qué tienes ahí, Theo?

—Narcissa ha enviado una carta desde California —responde tendiéndole el sobre—. Va específicamente para usted.

Tienen una pequeña charla y luego él se retira. Arista abre el sobre conteniendo su ansiedad.

Sus ojos viajan por la carta, leyéndola vagamente, luego la lanza al suelo para sacar lo otro en el sobre. Era una fotografía, y atrás tenía escrito "La familia reunida de vuelta"

En la imagen se apreciaban a los Malfoy y Astoria, esta última sonriendo algo incómoda. Arista parece quemar con la mirada la sección donde se encontraba la castaña. Camina lentamente hacia la pintura que inicialmente estaba observando, le dedica un gesto de malicia como si él aún pudiese verla.

—Tu hija bastarda al fin será útil, Greg —le dice, ondeando la foto de una mano a la otra—. Meredith lo será.

La foto se quema entre sus dedos hasta desaparecer, en cenizas que luego se alejaron con el viento. Como si de un monstruo se tratara, aunque el único monstruo ahí era Arista.

***

Puede que el cabello rosa de Meredith haya sido una peluca, y el pelaje de Doris volvió a la normalidad luego de varios baños, pero aún así le pareció traumatizante ver ese color en todas partes. Costó sacarse todo el maquillaje de la cara, y por poco volvió a deprimirse cuando notó que afectó a su piel y unos pequeños granos aparecieron en sus mejillas. Meredith tuvo que resignarse, esa tortura de los granos no terminaría hasta que su fase de adolescente acabe... o al menos eso esperaba.

Ahora se encontraban en un subterráneo, y su destino era lo más lejos posible del Hotel Lotus. En su vida volvería a ese lugar, debería hacer un memorándum o una carta para que otros semidioses no caigan en eso. Porque es horrible, en palabras de Leo. Fue horrible, fue horrible.

— ¿Notaron la forma en que todos me miraban en la estación? —susurra el chico a sus amigas.

¿Cómo no hacerlo? Pensaron ellas. Él no llegó a tomar sus cosas antes de escapar, tuvo que resignarse con ropa de Piper. Ahora era un pequeño travesti en un tren rumbo a Los Ángeles. Ellas le prometieron buscar la forma de darle ropa para chico una vez lleguen.

— ¿Y cómo no, Leo? Llevas ropa de chica —ríe Meredith sin piedad.

— ¡Y tú te pasaste con la máscara de pestañas! ¡Siguen viéndose terribles! —fue su respuesta, molesta.

Ahora ambos tenían las mejillas coloradas de rabia. se dedicaban miradas con odio. Ella prometió no volver a burlarse de su vestimenta, y él prometió no seguir hablando sobre su fase "Katy Gaga", pero eran terribles conteniendo sus burlas.

Piper tuvo que intervenir, otra vez.

— ¡Ya cállense! —gritó harta—. Dioses, que se la pasan peleando desde que salimos del hotel. Tenemos una misión que cumplir para poder volver a casa al fin.

Recuesta la cabeza contra el cristal del tren con cansancio. Todos quedan en silencio, Meredith se muerde los labios para retener la carcajada que de pronto deseaba escapar. Pero en cuanto vio a Leo en las mismas condiciones ambos soltaron una enorme risotada, agarrándose de la barriga.

—No puedo creerlo —dice Mar limpiándose una lágrima de risa—, cruzamos el país y estamos por... por recuperar unas malditas flechas caóticas.

—Sí, lo haremos —Leo se muerde el labio inferior y mira a Piper—. Y hasta ahora no he sufrido más allá de vestir ropa de niña, ¡já!

La chica ríe de vuelta, entre dientes.

—De todas formas todo ha estado muy tranquilo, Valdez... —Su sonrisa flaqueó, los bordes de sus labios cayeron—. Ha sido demasiado fácil.

Repasaron todo lo que sucedió, desde el momento en que salieron del campamento hasta entonces apenas habían enfrentado a una dracaenae fan de Lady GaGa y un hotel que los drogó. Era extraño, y a la vez un golpe de suerte, estaban seguros de que no todo semidiós se da el lujo de cruzar el país sin mayores daños.

—Eso me inquieta a decir verdad —confiesa la hija de Afrodita.

Meredith arruga la nariz y aparta la vista.

—Mejor no pensemos en eso. Solo debemos seguir y ya.

Odiaba tener que estresarse al último momento, luego de haber pasado días con pesadillas e insomnio. Tal vez haya parecido fácil para Leo y Piper, de todas formas ellos no pasaron por lo mismo que ella. De pronto, ante ese recuerdo, comenzó a sentirse un poco arisca, con un pequeño dolor en la parte trasera de la cabeza.

Doris comenzó a ladrar sin parar, removiéndose por todo el vagón y saltando hacia las ventanas. Sus ladridos eran agudos, acompañados de prolongados aullidos que helaban la sangre. Su comportamiento inusual terminó con la paciencia de Meredith, y disparó el nerviosismo de Piper y Leo.

—Doris, por favor —le pide con algo de molestia—. Estás desesperándome.

La pequeña bola de pelos respondió con otro aullido, para luego callarse y simplemente mirarla fijo.

Leo miró a sus amigas y luego, mientras tiraba del borde de su camiseta rosa chicle, se fijó en la ventana. En ese momento el tren se detuvo de improviso, causó que se resbalaran de sus asientos y luego cayeran al suelo. Doris comenzó a aullar de nuevo.

Podían ver sus alientos al respirar, todo el vagón se convirtió en una especie de congelador. Era demasiado extraño, estaban en verano y... y afuera estaba nevando.

— ¿Sabes por qué pasa esto? ¡Porque a alguien se le ocurre decir que todo fue muy fácil!

— ¡No me culpes a mí, Leo!

—Debiste cerrar la boca, Pipes.

Meredith alza las manos para silenciarlos mientras se incorpora y permanece con la mirada fija en la ventana. Todo su cuerpo se estremece al ver un cuerpo azul oscuro acercarse desde lo lejos. El suelo comenzó a temblar, ella sigue petrificada.

—Creo que vamos a conocer al hombre de las nieves —dice a media voz.

Reaccionan recién cuando el gigante está demasiado cerca como para intentar salir del tren, así que Mar toma a Doris y se aferra a uno de los tubos, cosa que Piper y Leo imitan de inmediato. Apenas pueden da un respiro antes de que el gigante empuje el vagón como si se tratara de una pelota de fútbol. Dan vueltas y vueltas hasta que al fin se detiene en una montaña de nieve, y los semidioses están mareados por haber recibido tantos golpes.

Greengrass no comprendía cómo pasaron de estar en verano, en los rieles del tren, a estar en medio de lo que parecía ¡Alaska! ¡La maldita y helada Alaska!

Demonios, se había golpeado muy fuerte la cabeza y ahora estaba alucinando, porque eso no era posible. Tal vez estaba dormida y en una de esas pesadillas locas de mestizos.

No, no lo estaba, el golpe fue duro y dolió como el infierno. Meredith se levantó gimiendo dolorida y posando una mano en la cabeza, en ese instante pudo sentir el regalo de Afrodita. ¡Pero claro! Tenía una espada, podía defenderse. Aún no sabía la forma en que lo haría pero debía salir de allí ya mismo, antes de que terminen hechos papilla por tantos golpes. Entonces le hace un gesto a sus amigos, y todos juntos saltan fuera del tren, cayendo sobre la nieve en un golpe seco. Luego se arrastran lejos del vagón mientras el gigante se hacía de él y lo lanzaba.

— ¡¿Por qué demonios acepté venir?! —exclama Leo mientras busca un lugar donde resguardarse.

Meredith se levanta y convierte su broche en una espada mientras no desvía la vista del gigante.

—Porque crees que soy linda y querías ligar conmigo —responde la morena antes de salir corriendo hacia el gigante, dando un grito para llamar su atención.

Las mejillas de Leo se tornaron rosadas mientras Piper le miraba con las cejas arriba.

—Vaya... ella sí nota todo.

Piper se ríe por la repentina vergüenza de su amigo y se hace de su propia arma para ir a ayudar a la muchacha.

Ambas lanzan estocadas a los pies del gigante mientras este gruñe e intenta atraparlas, pero ambas son rápidas. Leo maldice no tener algo con lo que ayudar más que una camiseta que le deja el ombligo al aire. Rodea la pelea mientras intenta examinarla para encontrar algo que hacer. Al final decide lanzarle bolas de nieve al gigante para distraerlo, algo que no era muy efectivo a decir verdad.

Leo suelta un grito de exasperación cuando vuelve a tomar otra bola de nieve.

— ¡Mírame enorme y asquerosa bola de pelos! —le dijo furioso y la lanzó.

Lo curioso ahora es que esa boca estaba en llamas, y sin duda al estrellarse contra el gigante llamó toda su atención. Se volteo hacia el estupefacto Leo y le gruñó de forma feroz.

—Asombroso —es lo único que murmura mientras ve que está en llamas—. ¡Asombroso!

Corre hacia el gigante moviendo los brazos sobre la cabeza y lanzando pequeñas llamaradas hacia este, causando que retroceda e intente cubrirse.

A Piper y Meredith se les cayó la mandíbula al suelo mientras veían la escena. Se dedicaron una pequeña mirada antes de volver al ataque. Doris igualmente siguió ayudando, mordiendo al gigante donde podía.

El gigante se tomó un par de minutos para hacer que los tres terminen cayendo sobre la nieve como sacos de patatas, para Meredith la caída fue más dolorosa ya que pareció lanzarla con más furia. Quedó tendida en la nieve con un dolor de cabeza y un terrible mareo, su vista estaba oscureciéndose cuando pudo mirar hacia la pelea de nuevo. Piper clavó su espada en el tobillo del gigante, y él le dio un manotazo que la hizo salir volando como si fuese una muñeca. El enojo creció dentro de Meredith ante la escena.

Ese crujido tras su cabeza, lo ignoró.

Y cuando vio que ahora le tocaba a Leo ser lanzado junto con Doris, todo se rompió. Ella era la responsable de eso, y estaban acabando con sus amigos.

El dolor de cabeza se disipó, y de pronto dejó de escuchar lo que sucedía a su alrededor. Su cuerpo tomó voluntad propia, ignorando sus órdenes. Ella se convirtió en espectadora, nada más. Con pánico vio que se levantaba y tomaba la espada una vez más.

Es mi turno de controlar. La voz profunda en su cabeza le dijo en un siseo, causando que el terror creciera aún más.

Avanzó hacia el gigante tan rápido que pudo quedarse sin aliento si tan solo pudiera controlar su cuerpo, y siquiera retrocedió cuando esté le lanzó un gruñido feroz. Comenzó a cortar con su espada a diestra y siniestra, apenas tomando aire. Eso era algo que Meredith claramente nunca haría, porque odiaba ser muy violenta.

Y esa voz, esa cosa en su cabeza, solo quería lastima... Solo quería sangre.

— ¡Meredith! —Piper gritó asustada al ver a su amiga así.

Pero no le prestó atención y siguió con lo suyo. Cuando pareció cansarse de la espada la puso a un lado y fijó sus ojos rabiosos en el gigante. Sintió que un calor subió por su cuerpo hasta llegar al pecho, y de él salió disparado un rayo verde en conjunto con su grito desgarrador. En cuanto el rayo, que Meredith con pesar sabía lo que era, se estrelló contra el gigante este cayó de espaldas, muerto.

De pronto se encontraba de rodillas en el suelo, sacudiendo la cabeza y clavando las manos en la nieve. Sollozaba intentando que su cuerpo obedeciera las órdenes que ella le imponía, pero apenas era capaz de ello.

—Vete, vete —murmura temblorosa—. Déjame... No, no, vete.

Sujeta su cabeza con las manos y gime como un animal lastimado.

— ¡Déjame!

En cuanto grita eso siente que se debilita y cae de boca en la nieve. Todos los demás igual, parecen caer desmayados al instante.

Y todo alrededor se convierte, mostrando lo que en realidad era, un terreno vacío cerca de la entrada a Los Ángeles. Un par de siluetas se aparecen en la esquina, y luego se acercan lentamente hacia los semidioses inconscientes. La más joven sonríe al ver a Meredith con lágrimas en sus mejillas.

—Muy bien —dice Aileen—. A Arista le encantará saber que ella lo tiene

El hombre a su lado simplemente asiente y luego le tiende la varita a la chica. La varita de Meredith, que había utilizado un minuto antes.

Quedan allí hasta que ven una lechuza acercarse, al pasar junto a ellos deja caer una carta sobre el cuerpo inconsciente de Mar. En ella decía:

Señorita Meredith Alyssa Greengrass. Estados Unidos, Los Ángeles-California.

Citación por uso indebido de magia en terreno muggle.

Y Aileen sonríe, porque además de despertar a la bestia, metieron en problemas a la siempre inocente Greengrass. Serios problemas.

***
¡Hoola, queridas!

Aileen Nott es la hija de Daphne y Theodore, cambié su nombre porque... El anterior era de mi amiga, y me sentía terrible por eso.

El gif al inicio es Lady Arista, como me la he imaginado todo este tiempo.

En fin, lamento haber tardado. Es que estoy cambiando varias cosas y debo pensar muy bien cómo hacerlo para no terminar en el mismo problema sin concordancia.

¡Hasta luego!

(Faltan cinco capítulos 😱)

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